15 de marzo de 2011

Review: Æthenor "En form for blå" (2011)

Por Fernando Suarez.


-Æthenor “En form for blå” (2011)
Cuarta entrega de este proyecto experimental que aglutina en su seno a Stephen O’Malley (amo de los graves), Daniel O'Sullivan (tecladista, miembro de Guapo y Ulver), Kristoffer Rygg (habitual colaborador de noruegos como Arcturus, Borknagar y los mencionados Ulver, aquí encargado, simplemente, de la computadora) y el baterista/percusionista Steve Noble. En este caso, se trata de material improvisado y registrado en vivo en abril de 2010 en Oslo, Noruega. Hasta ahí las presentaciones. Ahora, ¿cómo describir esto? ¿John Zorn dirigiendo una misa negra? ¿Free-Jazz deconstruido y sumergido en lúgubres visiones lisérgicas? ¿Dark Ambient con pulso humano? ¿Música Concreta concebida como la banda sonora de un manicomio abandonado? Ok, dos cosas quedan claras. Primero, se trata de material sumamente oscuro, tenso y capaz de sumergir los sentidos en el viaje más perturbador que puedan imaginar. Segundo, esto no es música de fácil escucha o asimilación. Si bien O’Malley deja de lado las corrosivas murallas tectónicas de feedback a las que nos tiene acostumbrados en Sunn 0))), en pos de un trabajo más sutil y abstracto, logra arribar a resultados de similar intensidad y asfixia. Es notable el cuidadoso detallismo con que cada músico realiza sus interpretaciones, la interacción casi telepática que consiguen, dando la sensación de que se trata de composiciones minuciosamente construidas y elaboradas a pesar de tratarse de música generada con absoluta libertad y espontaneidad. O’Malley, O’Sullivan y Rygg se entrecruzan en espesas arquitecturas sónicas y armónicas plagadas de detalles que parecen moverse en cámara lenta, juegan con los sonidos de tal forma que, en más de una ocasión, se hace prácticamente imposible adivinar la procedencia de los mismos, proponiendo una profunda elaboración de tintes casi sinfónicos. Por otro lado, el trabajo percusivo de Noble le aporta al grupo un empuje sanguíneo, ya sea con espaciados golpes rituales, con abruptas convulsiones rítmicas o con extraños arreglos (se nota que tocar con el gran Derek Bailey ha dejado una marca en este señor) que hasta desafían la supuesta labor de un baterista. Por supuesto, no faltan chirridos, siseos, crujidos y ruiditos varios a lo largo de estos siete tracks pero en todo momento prima una visión musical bien coherente y hasta hay lugar para más de una melodía reconocible que no hace más que intensificar el clima sombrío que recorre la totalidad de la placa. Un disco para escuchar sin distracciones.

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