24 de mayo de 2010

Piedra - Antiperro



Como ocurriera con Joseph Merrick, Florido Pensil, Cruzdiablo, Gran Cuervo o Milica, este trabajo que hacemos a pulmón en Zann's a veces nos lleva a intersectar caminos con personas que no solo son extremadamente talentosas, sino que comparten algo de la filosofía que tratamos de llevar adelante con la música en este sitio. Y es entonces que inevitablemente dichos caminos se alinean, aunque sea por un momento.

Como Fernando lo expresara muy claramente en la review de su primer disco, Piedra es un cuarteto mendocino instrumental cuya música compleja e intrincada remite a bandas como Don Caballero y Disrhythmia, esto es, disonante, retorcida y, a falta de apropiados adjetivos que la describan, simplemente voladora de cabezas.

Es un orgullo para nosotros que este cuarteto de recios montañeses llenos de ideas en sus dedos decidan compartir su nuevo disco con nosotros y el resto del mundo para nuestro deleite auditivo.


Descargá Antiperro de Piedra aquí

iCu vs. RC - The Useless Remixes







The Useless Remixes es un esfuerzo en conjunto entre iCu, (a.k.a. Cyrille de Haes co-fundador y una de las mentes maestras detrás del sello independiente belga Spank me More Records) y Randolph Carter, (a.k.a. quien les escribe, Manuel Platino).
Este disco nos presenta seis canciones del primer disco de iCu, Useless y los remixes de dichas canciones realizados por Randolph Carter, en formato de split.

Las composiciones de bajo y contrabajo de iCu despliegan patrones melódicos reptitivos e intrincados en seis de los mejores tracks de Useless. Para dichos tracks Randolph Carter los mueve del campo melancólico minimalista al irreal y deforme, logrando un resultado que flirtea entre el ambient, el noise y el IDM.

Descargar The Useless Remixes por iCu y Randolph Carter aquí.
Download The Useless Remixes by iCu and Randolph Carter here.

21 de mayo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Stabbed By Words “Stabbed by words” (2006)
Los pergaminos nunca deberían ser determinantes pero que los hay, los hay. Es inevitable, al menos para mí, alimentar expectativas cuando un grupo presenta una formación directamente ligada a grandes nombres del Hardcore de los últimos tiempos como The Hope Conspiracy, Suicide Note, The Suicide File, Sweet Cobra y los inmortales (tal vez debería decir irrompibles) Unbroken. En ese sentido, debo decir que Stabbed By Words está a la altura de sus pergaminos. Por supuesto, no se puede decir que resulten tan innovadores como algunas de las bandas donde solían militar sus miembros pero de ninguna forma se puede negar la personalidad manifiesta en estas once canciones. De hecho, haciendo un análisis no demasiado profundo, es posible detectar fragmentos de dichas bandas pero reordenados y amalgamados en sólidas bolas de rabia y frustración. Tenemos algo de la oscura pesadez de Unbroken, bastante de la virulencia entre Rockera y Blackflaguera de The Hope Conspiracy y The Suicide File, los amagues Noise-Rockeros a la Unsane de Sweet Cobra y la impronta Post-Hardcorera de Suicide Note y, sin embargo, en ningún momento se puede decir que el quinteto suene expresamente a ninguno de ellos. De alguna forma, la referencia más fuerte sigue siendo The Hope Conspiracy, en especial en lo que hace a reinterpretar el espíritu más salvaje del viejo Black Flag y amplificar sus cualidades más viscerales a fuerza de pura intensidad. Esto no quiere decir que falten ideas (de hecho, la forma en que esta gente hace equilibrio entre espesas texturas casi melódicas, arreglos disonantes, ritmos potentes, gancho y riffs bien cuadrados demuestra una imaginación que se sale de los carriles habituales del Hardcore), pero, sin duda alguna, el fuerte de la placa está en su inmensa y contagiosa energía, en esa asfixiante sensación de gritar en un cuarto vacío hasta quedarnos sin aire. Ni más ni menos que el grado necesario de carga emocional que todo buen disco Hardcore que se precie de tal debería poseer.


-Bad Religion “30 years live” (2010)
Bien vale aclararlo de entrada, mi incondicional fanatismo por Bad Religion probablemente me inhabilite para analizar cualquier cosa que hagan de forma mínimamente objetiva o racional. Claro, no soy sólo yo. Treinta años de carrera impecable y un abultado catálogo de gemas de absoluta perfección Punk-Rockera los avalan. Desde ya, gran parte de su encanto reside en el trabajo de Greg Graffin, uno de los cantantes (y me refiero a un cantante con todas las letras) y letristas más lúcidos y certeros de la historia del Rock en general pero el poderío de estos viejos lobos californianos está en sus canciones, ejemplos perfectos de cómo conjugar grandes melodías, empuje visceral, emoción, rabia e inteligencia con una frescura pasmosa. “30 years live”, como su nombre lo indica, es un disco en vivo que documenta la gira del grupo festejando su trigésimo aniversario y, como tal, tal vez sea recomendable sólo para fans que no tengan problemas en disfrutar por enésima vez de himnos como “Man with a mission”, “Flat earth society”, “American Jesus” o “We’re only gonna die”. También hay lugar para algunos temas de sus discos más recientes (en especial de “New maps of hell”, curiosamente la etapa que va de “No substance” a “The process of belief” no se encuentra representada. Y más curioso aún es que no haya tampoco temas del clásico “No control”) y hasta un adelanto del próximo álbum de estudio en la forma de “Resist-Stance”. En fin, no hay mucho más que agregar, para mí este tipo de trabajos son una excelente excusa para regodearme en mi dicha sin demasiadas contemplaciones, casi como un “Greatest hits” con sonido más crudo, interpretaciones levemente alteradas y ovaciones entre tema y tema. Mientras aguardamos nuevo material (vamos, che, desde el 2007 que no hay disco de estudio. Me está entrando el síndrome de abstinencia), no se me ocurre un mejor aperitivo para calmar el apetito.


-Cynic “Re-traced” (2010)
La cosa es simple, Cynic decidió regrabar cuatro temas de su anterior placa en versiones aún más relajadas y con predominio de guitarras acústicas y sutiles arreglos electrónicos. A eso le sumó una nueva composición, “Wheels within wheels” (siguiendo, en líneas generales, la impronta Progreta casi metálica de “Traced in air”) y editó el resultado en la forma de este ep. Bien, si a los fans más extremos de Cynic, aquel regreso de la mano de “Traced in air” (en 2008) les había resultado una decepción, en especial debido a la ausencia total de elementos que los ligaran al Death Metal de antaño, entonces aquí pueden ir preparándose para abandonar toda esperanza. Como ya dije, se trata de versiones en plan acústico y elegante, sin perder las intrincadas vueltas que caracterizan al cuarteto (aunque también hay lugar para flirteos con un minimalismo casi Post-rockero) pero completamente alejadas de cualquier atisbo de Metal o distorsión. Y, la verdad, es que no están nada mal. En especial el departamento vocal se ve notablemente beneficiado por este contexto, dotando a las melodías de una singular belleza y una emotividad que va más allá de los climas etéreos planteados en las versiones originales. A esta altura no tiene punto patalear porque nunca tendremos la segunda parte de aquel magnífico “Focus” (uno de los pilares del Death Técnico de principios de los noventas) y, en definitiva, si lo que cuentan son las buenas canciones, Cynic demuestra que en ese terreno no tienen problemas. Admito que, por momentos, tanta prolijidad en las interpretaciones los hace sonar un tanto fríos pero este es un comentario que, viniendo de un tipo que es fanático de Black Flag, tal vez no deban tomar muy al pie de la letra. En cualquier caso, se trata de cuatro tipos extremadamente virtuosos que ponen, al menos la mayoría del tiempo, dichos atributos al servicio de las canciones y no como mero show onanista, y encima se las arreglan para componer canciones coherentes e interesantes al mismo tiempo. No son cualidades para andar despreciando, a menos, claro, que sean metaleros cabeza dura que no pueden soportar nada que no tenga la distorsión en once. En ese caso, sigan de largo.


-Far “At night we live” (2010)
Parece que estamos a full con los regresos. Bueno, mientras mantengan este nivel no seré yo quien se esté quejando. Y menos si se trata de bandas como Far, de esas que, durante los noventas, lograron cautivarnos con propuestas personales e innovadoras que resultarían ser tremendamente influyentes en los años siguientes. En efecto, la combinación entre pesadez metálica, corazón Hardcore, melodías Emo y profundidad sónica entre el Post-Hardcore y el Shoegaze practicada por el cuarteto se convertiría en una referencia ineludible para bandas como Deftones (viejos amigotes de Far. De hecho el tema que da título a este nuevo disco está dedicado a su convaleciente bajista, Chi Cheng), Thursday, Glassjaw, Poison The Well o el Cave In más melódico. En este retorno, los californianos no se alejan demasiado del legado que dejaran en aquel monumental “Water & solutions” (su última placa de estudio) de 1998, desgranando doce canciones tan potentes como conmovedoras, con las guitarras generando profundos paisajes a base de riffs enormes y envolventes texturas y arreglos, la base rítmica invitando a un swing agresivo pero siempre atento a los desarrollos dinámicos de las composiciones, y la voz elevándose hacia un inabarcable firmamento de sensibilidad melódica. Se trata, como era de esperar, de material cargado de detalles y sutilezas, sumamente complejo en su construcción armónica y dinámica pero, al mismo tiempo, provisto de una urgencia emocional, un empuje físico y una delicadeza melódica capaz de resquebrajar cualquier coraza. Cada una de estas doce canciones es como una ráfaga de viento que inspira el alma y estimula la mente mientras el cuerpo se sacude a gusto, ejemplos perfectos de que todavía hay lugar para crear excelentes canciones melódicas sin por ello pecar de superficiales o banales. No hay mucho más que agregar, “At night we live” es un disco para sumergirse en él antes que para andar explicándolo. Sólo voy a decir que, si andaban buscando un buen complemento para el delicioso “Diamond eyes” de Deftones, he aquí una más que recomendable opción.


-Fatso Jetson “Archaic volumes” (2010)
Luego de ocho años de silencio discográfico (sin contar, claro, el disco en vivo que lanzaron en 2007), vuelve al ruedo la banda menos Stoner del Stoner Rock. Claro, gracias al nivel superlativo de discos clásicos como “Stinky little gods” (1995) o “Power of three” (1997), Fatso Jetson se ganó la adoración de gente como Brant Bjork (quien fuera brevemente miembro del grupo), Chris Goss (de Masters Of Reality) y Josh Homme (quien inclusive llegó a editarles un álbum, “Cruel & delicious”, su anterior entrega de estudio, por su propio sello discográfico, Rekords Rekords), sin necesidad de regurgitar riffs Sabbáthicos ni perderse en zapadas marihuaneras. En efecto, la propuesta de los eternamente liderados por Mario Lalli siempre se encontró más cerca de los delirios eclécticos con espíritu Punk de próceres como Minutemen, Meat Puppets o Tar Babies que del Hard-Rock en general. No es casualidad que hayan debutado en vivo teloneando a Greg Ginn (ex líder de Black Flag y el mejor guitarrista del mundo), hecho que llevó a que éste decidiera editar sus primeras grabaciones en su mítico sello, SST. Pero basta de presentaciones y pasemos a lo importante. Cuarenta y tres minutos y medio, diez canciones y un universo de dicha Rockera es lo que trae “Archaic volumes” bajo el brazo. Un Lalli exultante, disparando riffs de todas las formas y colores, a veces enroscados como espirales de humo, a veces crudos y rasposos, a veces sumamente melódicos y evocadores, siempre gancheros, personales, imaginativos y frescos. Un Lalli que también hace honor, como cantante, al legado del inmortal D. Boon (de Minutemen), y no lo digo sólo por su parecido físico (bueno, al menos en lo que hace a la redondez de sus cuerpos), si no por esa impronta visceral y emotiva pero siempre atenta a la melodía y el groove y expresada con convicción y madurez. A eso sumen una base rítmica tan versátil como infecciosa, arreglos de saxofón y armónica que aportan nuevos colores a la, ya de por sí, multicromática paleta del grupo, y un equilibrio perfecto entre experimentación, eclecticismo, potencia Rockera y sensibilidad melódica. En fin, Fatso Jetson regresó con un trabajo capaz de competir de igual e igual (y, en mi humilde opinión, superar) con sus discos más festejados, manteniendo su impronta inconfundible y, al mismo tiempo, explorando siempre nuevas variantes. No se lo pierdan.


-Gods And Queens “Untitled” (2010)
Discos (dos, el debut de 2008 y este ep de seis temas que nos ocupa) y canciones sin título, y un myspace que reza que “Gods And Queens son una banda, les gusta Lungfish y Unwound” como única información, dejan en claro que estos tres muchachos oriundos de Philadelphia (entre ellos, ex miembros de los geniales Lickgoldensky y Versoma) sólo pretenden expresarse a través de sus canciones. Y lo bien que hacen. Ellos mismos ya dan una pauta de sus parámetros estilísticos al mencionar a dos de sus bandas preferidas y, sí, esto se trata de Post-Hardcore. Pero no esperen simplemente una regurgitación sin ideas. En primer lugar, sumen a la lista de referencias nombres como Fugazi (en especial en lo que hace a emoción urgente y desgarrada), Sonic Youth (en especial en lo que hace a guitarras ruidosas), Shellac (en especial en lo que hace a ritmos aplastantes y mareadores), Shiner (en especial en lo que hace a su acercamiento con el Shoegaze), Quicksand (de quienes versionan aquí el genial “Head to wall”, con resultados que hielan la sangre) y hasta algo de Mission Of Burma, manipulación sonora incluida. En segundo lugar, olviden todo eso y prepárense para escuchar a una banda realmente personal, capaz de experimentar y desafiar convenciones sin por ello perder de vista las canciones. Una banda con formación básica de Power-trio (guitarra/voz, bajo y batería) pero que suena envolvente y profunda como la más ampulosa orquesta eléctrica de Glenn Branca, una banda que puede conjugar sin inconvenientes la energía física y visceral del Hardcore con las disonancias y los enrosques del Noise y melodías tan preciosas y arrebatadoras que hacen doler el alma, una banda que encuentra nuevas formas de transmitir una intensidad que se siente en los huesos, siempre con una naturalidad que en raras ocasiones se condice con semejante grado de inventiva. Más allá de sus influencias (que, como si a esta altura hiciera falta aclararlo, todo el mundo las tiene), les puedo asegurar que Gods And Queens sólo suena a Gods And Queens, y eso no es poco. La única contra que se me ocurre es la corta duración de sus entregas discográficas (ésta dura un poco más de quince minutos, la anterior unos veintisiete minutos), que terminan dejándonos siempre con ganas de más. Por supuesto, eso sigue siendo más de lo que se puede decir de muchos artistas. Firme candidato a integrar las listas de lo mejor del año.


-Harvestman “Trinity” (2010)
A poco más de un año de la edición del maravilloso “In a dark tongue” (segundo disco de Harvestman, sucesor de “Lashing the rye” de 2005), Steve Von Till (mentor del proyecto, una de las caras visibles de los gigantescos Neurosis, portador del apellido más cool en la historia del Rock y casi un guía espiritual para el staff de Zann Music) nos entrega otro viaje ancestral de la mano de “Trinity”. Este álbum se trata, en realidad, de la banda sonora del film “h2Odio” (un thriller sicológico dirigido por el italiano Alex Infascelli) que Von Till lanzar como tercera entrega de Harvestman, la encarnación solista en la que explora las infinitas posibilidades de su guitarra en un marco de misticismo entre oscuro y folklórico. Como era de esperar, dada la naturaleza del material, se trata de música más bien ambiental, pensada inicialmente para complementar y/o amplificar los climas perturbadores de la película en cuestión. En efecto, aquí tenemos dieciséis composiciones de tono reposado, que van desde delicados remansos acústicos a profundos trabajos de texturas psicodélicas y que en todo momento transmiten esa seriedad ritual tan característica de nuestro hombre. Es notable (y, no obstante, habitual) la capacidad del barbudo Steve para generar envolventes visiones musicales con elementos mínimos, de atraparnos en densos recorridos emocionales tan arduos como reveladores. Puede prescindir completamente de los gruñidos, los riffs monolíticos y los ritmos aplastantes y aún así mantener una intensidad con la que la mayoría de los músicos sólo pueden soñar. Ni hace falta que aclare que no se trata de un trabajo de fácil digestión y gancho inmediato, se requieren oídas insistentes y concentradas (y, al mismo tiempo, libres de prejuicios y ataduras) para que la sinuosa energía de estas composiciones se apodere del corazón y nos exponga a desconocidos parajes del alma humana. Son aguas turbias y espesas aquellas a las que nos invita Harvestman pero les aseguro que vale la pena sumergirse.


-Harvey Milk “A small turn of human kindness” (2010)
En alguna entrevista previa a la edición de este sexto (sin contar compilados y anomalías por el estilo) álbum de Harvey Milk, Creston Spiers (guitarrista y vocalista del trío) ya anunciaba que se trataría de un disco extremadamente lento y cuyo concepto giraría alrededor de una oscura historia planteada en aquel debut discográfico de 1994, “My Love Is Higher Than Your Assessment of What My Love Could Be”. Bien, no nos ha mentido. “A small turn of human kindness” es una pieza continua dividida en siete partes y parece especialmente diseñada para generar una insoportable tensión que nunca estalla del todo. Tempos moribundos, riffs arrastradísimos que van dibujando (muy lentamente, reptando como serpientes) espesas pinturas en blanco y negro, opresivas atmósferas de puro delirio psicótico, golpes que resuenan como si estuviéramos en grutas subterráneas, ocasionales incursiones orquestales de una belleza dolorsa y la voz de Spiers desgranando a puro aullido su sórdido relato de amor enfermizo. Por supuesto, el parecido con los Melvins sigue allí y no es casualidad que el mismísimo Joe Preston se haga cargo del bajo con su habitual despliegue de graves atronadores pero, a esta altura, queda más que claro que Harvey Milk no es ningún clon. En todo caso, lo que los asocia indudablemente a los liderados por King Buzzo es la capacidad de concebir música extremadamente pesada sin hacer Metal y su absoluto desprecio por cualquier tipo de convención genérica. Como siempre, el fuerte del grupo está en moverse de forma sinuosa entre delicados remansos melódicos, océanos de lava distorsionada e intrincadas arquitecturas compositivas que resultan tan estimulantes para la mente como devastadoras para el alma. En fin, no es un viaje para espíritus frágiles ni oídos superficiales y allí reside gran parte de su encanto. Aquellos que acepten el desafío comprobarán que la recompensa es por demás jugosa.


-Integrity “The blackest curse” (2010)
¡Cómo te esperábamos, querido! Lo digo en plural porque, en los últimos años, fueron varios los grupos que surgieron tomando como principal fuente de inspiración esa combinación entre crudeza Hardcore, riffs Slayerianos y atmósferas de misticismo apocalíptico que Integrity patentara a principios de los noventas. Pasaron separaciones, cambios de nombre y formación, proyectos paralelos, compilados y ep’s varios y, finalmente, aquí tenemos el primer larga duración de estudio de la banda más oscura del Hardcore (bueno, pueden llamarlo Metalcore si quieren pero ni se les ocurra pensar en Death melódico o estribillos Emo) en nueve años. Y, vamos a decirlo sin más vueltas, “The blackest curse” tiene todo lo necesario para inscribirse en los puntos más altos de la extensa discografía del grupo. Diez contundentes canciones que exponen lo que Integrity mejor sabe hacer con una intensidad avasallante, con sus frenéticas aceleradas, sus monolíticos rebajes, esos riffs simples y carnosos, el rugido visceral y ominoso de Dwid Hellion (eterno líder y sacerdote oscuro de la banda), los climas grises y herrumbrosos y hasta el necesario espacio para experimentar con formas menos convencionales de extremismo musical. El foco del disco está puesto en el costado más machacón y virulento de Integrity, con las guitarras echando chispas y marcando cada riff como si de un hierro caliente se tratase, y variando entre opresivos medios tiempos, breakdowns que rajan la tierra con cada golpe y cabalgatas infernales a toda velocidad. Aún dentro de ese esquema tan básico y conocido, el truco de Integrity está en aportar ciertos detalles que, con cada escucha, se van tornando determinantes a la hora de completar sus macabras pinturas compositivas. Ahí tienen, si no me creen, esa crujiente capa de ruido casi escondida debajo de los riffs en muchos temas, esos ocasionales pasajes donde aparecen tensas armonías y hasta los aires abiertamente experimentales de temas como “Before the vvorld vvas Young” (ocho minutos entre sombríos arpegios acústicos, gritos desgarrados y una espesa profundidad alucinógena) o “Take hold of forever” que cierra la placa a puro clima Industrial ruidoso. En fin, se trata del regreso en forma de una de las bandas fundamentales de la música pesada y/o extrema (para no entrar en rótulos demasiado estrictos) de las últimas dos décadas y, más allá de pergaminos y peso histórico, uno de los discos más rabiosos y atrapantes de lo que va del año.


-Nada Surf “If I had a Hi-Fi” (2010)
Surgieron a mediados de los noventas y, gracias a su hit “Popular” (extraído de su larga duración debut, “High/Low”), alcanzaron a saborear cierto éxito comercial. La prensa, en su mayoría, los relegó al lugar de “one hit wonders” y, al no poder repetir la repercusión del mencionado tema con su segundo disco (“The proximity effect”, editado en 1998), su sello discográfico decidió despedirlos. Esto no detuvo al trío que, luego de batallar legalmente durante un par de años, renació con un renovado espíritu independiente y se dedicó a entregarnos, regularmente y con un perfil más bien bajo, excelentes discos plagados de canciones irresistibles que, en su certero instinto melódico, terminan desafiando cualquier tipo de rótulo o encasillamiento facilista. Demasiado melancólicos para el Power-Pop, demasiado energéticos para el Indie-Rock, demasiado elegantes para el Grunge, demasiado alegres para el Emo y, sin embargo, podrían ser asociados a cualquiera de esos géneros. Tal vez lo más conveniente sea verlos como un grupo de Pop-Rock de guitarras al frente y melodías gancheras pero con un regusto siempre agridulce, ni más ni menos. En este sexto álbum, estos neoyorquinos se lanzan de cabeza a reinterpretar algunas de sus canciones preferidas de otros artistas. Sí, el viejo truco del disco de covers. Pero no se preocupen, la frescura con la que Nada Surf encara estas versiones hacen que el resultado final casi sea como cualquiera de sus discos compuestos por temas propios. Nombres, en principio, tan disímiles como Depeche Mode, Kate Bush, The Moody Blues o Soft Pack se ven aquí aunados por la efervescencia guitarrera y la espontaneidad melódica del grupo, aún cuando se trata de versiones sumamente respetuosas. El fuerte, claro, está en el trabajo prácticamente perfecto de las voces, prolijas sin por ello perder sentimiento y adornadas por coros sencillamente arrebatadores. También ayuda que la selección sea lo suficientemente variada como para exponer la versatilidad emocional del trío sin problemas. En fin, si bien prefiero los discos con composiciones originales (no sólo en el caso de Nada Surf, si no en general), es imposible poner objeciones a semejante desparramo de buenas canciones.


-Nitzer Ebb “Industrial complex” (2010)
Ya desde sus inicios, allá por 1982, Nitzer Ebb se erigió como uno de los pilares más visibles y atractivos de lo que podríamos considerar el costado más accesible y bailable del Rock Industrial o lo que algunos llaman EBM (Electronic Body Music), a fuerza de ritmos tan duros como contagiosos y un instinto melódico poco común en el género. “Industrial complex” es el primer disco de estudio firmado por el grupo en quince años (desde ya, no estoy contando el compilado “Body of work” ni el disco de remixes “Body rework”, ambos editados en 2006) y en el encontramos todo lo que cualquier fan de estos británicos puede esperar. Doce temas (algunas ediciones cuentan con varios remixes a modo de bonus tracks) construidos sobre beats infecciosos y taladrantes (como una reinterpretación del Funk con martillos hidráulicos), cubiertos de un sinfín de artilugios electrónicos que, a través de un estricto y disciplinado minimalismo, logran una profundidad envolvente y casi tridimensional, y finalmente coronados por la versátil voz de Douglas McCarthy, capaz de pasar de la más sensual y Soulera de las melodías a los más inhumanos ladridos distorsionados sin perder nunca su impronta inconfundible. No por nada se trata de un grupo que puede ser asociado sin problemas tanto a Depeche Mode (con quienes salieron de gira en más de una ocasión y cuyo principal compositor, Martin Gore, colabora en este álbum poniendo coros en “Once you say”) como a Skinny Puppy y Front 242 sin que ello signifique una falta de coherencia estilística. El punto está en las canciones. Nitzer Ebb hace uso y abuso de un vasto arsenal sónico (que va desde los ruidos más corrosivos a las orquestaciones más elegantes y está trabajado con una enfermiza atención al detalle) no como fin en sí mismo, si no como marco donde desarrollar canciones que bien podrían ser reinterpretadas sólo con instrumentos acústicos (tal como hicieran The Young Gods en su maravilloso “Knock on Wood”) y no perder su esencia ni su intensidad. En fin, no hay mucho más que agregar. Se trata de otro excelente trabajo a cargo de una banda imprescindible para todo aquel que tenga, aunque sea, el más mínimo interés en la Música Industrial.


-Revolting Cocks “Got cock?” (2010)
¿Querían pija? Acá tienen. La de Revolting Cocks no será la más gorda dentro del Rock Industrial (esa es la de Godflesh), ni la más dura (esa es la de Ministry), ni la más experimentada (esa es la Foetus), ni la más cariñosa (esa es la de The Young Gods), ni siquiera la más perversa (esa es la de Skinny Puppy) pero, sin duda alguna, es la más juguetona y, claro, revoltosa. No importa que sólo nos quede el viejo Al Jourgensen de su vieja formación, él sigue siendo el perfecto anfitrión para esta colorida fiesta Industrial. “Got cock?” es el segundo disco con la nueva alineación (Josh Bradford en voz, Sin Quirin en guitarra, bajo y teclados, Clayton Worbeck en programación y remezclas, y el tío Al supervisando todo) y ya desde el arranque, con “Trojan horse” y esos riffs que suenan a un Ac/Dc cibernético, quedan más que claras las intenciones de pasar un buen rato de diversión insana y no apta para toda la familia. A menos que se trate de la familia Manson, claro. De cierta forma, la alusión a los liderados por Angus Young no es gratuita, Revolting Cocks, a esta altura, es de esas bandas que mantienen pautas sonoras y compositivas familiares, de esas que no pretenden presentarnos nuevos amaneceres musicales con cada álbum, si no más bien hacer lo de siempre y hacerlo bien. Lo bueno es que “lo de siempre” para esta gente es algo más que regurgitar vetustos Rockandrolles montados sobre las mismas escalas pentatónicas que ya escuchamos mil millones de veces. Por supuesto, no faltan las bases repetitivas, entre bailables y Punkys, las pegadizas líneas de bajo, las voces enchastradas de distorsión y efectos, las guitarras casi metaleras y el arsenal de samples alucinógenos para rebotar contra las paredes pero, sobre ese esquema habitual, Jourgensen y sus discípulos lanzan infinitos arreglos y variantes sónicas con una imaginación, una versatilidad, una atención al detalle y una profundidad que no se condicen (al menos no en primera instancia) con su eterno espíritu fiestero. No es un dato menor que otra de las características de Revolting Cocks sea la capacidad de incorporar elementos de géneros inesperados (mientras más ridículos y lisérgicos, mejor) a su tradicional marca registrada de danza Industrial con nervio Punk y contundencia metálica. Si a eso le sumamos el hecho de que semejante ensalada ácida se ve enmarcada en canciones redondas, gancheras, potentes y plagadas de buenas ideas musicales, entonces no queda otra más que rendirse a sus pies y comenzar a colocarnos la corbata como vincha. Y a chupar pijas, que se acaba el mundo.


-Soulfly “Omen” (2010)
No seré yo quien le niegue la posibilidad a nadie de cuestionar la credibilidad de Max Cavalera. En lo personal, creo que la tan mentada credibilidad es un ítem de discusión sólo aplicable a ciertos artistas y, ciertamente, el mayor de los hermanos Cavalera no es uno de ellos. Por supuesto, también he de reconocer que, en más de una ocasión, el achanchamiento (y de esto Max sabe bastante, a juzgar por su abultado abdomen) se traduce en resultados artísticos faltos de intensidad e inspiración. Soulfly no es ajeno a esta premisa, contando con una discografía que, más allá de seguir, en líneas generales, un camino bien definido, se presenta como un tanto errática. O sea, no es casualidad que, dependiendo de la época, el grupo se acerque a géneros como el Nü-Metal o el Metalcore y no siempre lo haga de forma satisfactoria. En cualquier caso, sus cimientos compositivos están anclados en los últimos años de Max al frente de Sepultura y, si hacemos la inevitable comparación con lo hecho por sus ex compañeros tras aquel traumático divorcio, Soulfly se erige como indiscutido vencedor. En fin, yendo a “Omen” (séptimo disco del grupo) en sí, podemos decir con tranquilidad que se trata de un álbum que maneja los esquemas de siempre y los adorna con alguna que otra tangente menos predecible. Allí están los riffs saltarines de dos notas, el groove violento de siempre, las aceleradas entre el Thrash, el Death y el Hardcore, el gruñido cascado de Max, las ocasionales atmósferas “exóticas”, los portentosos machaques, las percusiones casi tribales y el inevitable momento de calma con la parte siete del tema que da nombre a la banda. También hay lugar para algún que otro riff melódico de tufillo casi Maidenesco, bastantes solos de guitarra (algo impensado en los años del Nü-Metal) y un mayor énfasis en el costado Thrasher del cuarteto. El dato de color lo aportan dos invitados estelares. Primero, Greg Puciato (de The Dillinger Escape Plan) poniendo su prodigiosa garganta en “Rise of the fallen” (ah, sí, Max sigue escribiendo las letras con las mismas palabritas de siempre), tal vez el mejor tema de la placa, pletórico de energía y hasta con algún que otro arreglito de guitarra que no desentonaría en el complejo entramado de los de New Jersey. Después tenemos al gran Tommy Victor (uno de los más destacados losers del Metal de los noventas) de Prong, poniendo toda su impronta al servicio de los riffs trabados y mecanizados (nunca se terminó de determinar si el crédito por ellos corresponde a Victor o a Page Hamilton de Helmet) de “Lethal injection” con resultados más que aceptables. En definitiva, “Omen”, como ya dijimos no se sale del guión presentado en las entregas más recientes de Soulfly y hasta cuenta con momentos de verdadero interés. Disfrutarlo o no es, como siempre, una decisión determinada por los gustos de cada uno.


-The Americas “Sweet release” (2010)
Hoy en día, con la proliferación de adolescentes maquillados y muñecas cortadas, puede parecer imposible que los chicos sensibles del Emo y los anteojudos enojados del Math-Rock tengan algo en común. En ese sentido, queda claro que los miembros de The Americas no pretenden caer en trampas estilísticas. Claro, también evidencian sus ganas de explorar un tramo no demasiado recorrido dentro del amplio espectro del Post-Hardcore (por así llamarlo), uno que puede rastrearse, aunque sea de forma lejana, a nombres como Hoover, American Football o The Ladderback. En efecto, su sonido bien puede ser descripto como una combinación de sentidas melodías que estrujan el corazón e intrincadas instrumentaciones capaces de desorientar al nerd más avezado. Tal vez resulte curioso que logren semejante contundencia sonora siendo sólo dos sus integrantes, el guitarrista/vocalista Travis Wuerthner y el baterista Casey Deitz. El nivel de intensidad y complejidad que exhiben estos dos muchachos es sencillamente apabullante, por momentos acercándose a las elucubraciones más rebuscadas de grupos como Hella o Don Caballero, rellenando cada espacio sonoro con riffs contracturados, epilépticos torbellinos percusivos, afiebrados punteos, impredecibles malabares rítmicos y espesos entramados de arpegios. Y encima adornan semejante despliegue de virtuosismo con preciosas líneas vocales cargadas de evocadora emoción, viscerales en su entrega pero bien pensadas e interpretadas de forma más que correcta. O sea, no es fácil combinar ambos elementos sin que uno de los dos quede a medio cocinar pero estos californianos eluden el problema con absoluta soltura y naturalidad y, como si eso fuera poco, dan a luz un resultado absolutamente personal y conmovedor. Uno de los debuts más prometedores de lo que va del año.


-Torch Runner “Locust swarm” (2010)
No sé cómo llamar a esto y, la verdad, no me importa. Vamos, ¿qué valor pueden tener los rótulos ante semejante exceso de potencia descontrolada? ¿Acaso estas nueve canciones (apiñadas en apenas veinte minutos) serían menos intensas en tal o cual casillero de la escena musical? Sí, tenemos guitarras distorsionadas aunque más bien se asemejan a motosierras oxidadas empuñadas por asesinos seriales. Sí, tenemos un cantante que grita. Fuerte. Pero bien podría tratarse de la tierra misma expresando su dolor al partirse al medio o de una manifestación corpórea del cúmulo de pensamientos más quebrados que cargamos como las criaturas urbanas que somos. Tenemos un corazón Hardcore, entonces. De ese que late apurado y golpea en el pecho hasta lastimarlo. Pero también tenemos un sonido envolvente y ominoso, parado en algún lugar entre el Death Metal, el Sludge y el Grindcore. De hecho, tenemos blast-beats, riffs intrincados y rebajes empantanados también. Y ni siquiera eso es todo. ¿Dónde pongo, si no, las disonancias, los climas opresivos, las texturas ruidosas y las estructuras caóticas? Por supuesto, puedo buscar referencias en nombres como Trap Them, Pig Destroyer o Ed Gein, tal vez una cruza entre Eyehategod, His Hero Is Gone, Converge, Napalm Death y una estampida de mogólicos en celo. Pero eso tampoco sirve del todo a la hora de captar de forma fiel el poderío de este salvaje “Locust swarm”. Lo mejor en estos casos sería dejar que lo experimenten por su cuenta y saquen sus propias conclusiones. Eso, claro, si todavía están en condiciones de hilar algún tipo de pensamiento después de semejante golpiza.

18 de mayo de 2010

Disco de la semana: Candy Machine "Tune international" (1997)

Por Fernando Suarez.


Cuatro almas deslizándose a través de sus respectivos instrumentos. Cuatro mentes enfocadas y enardecidas. Una batería que se mueve y contagia un swing tan ancestral como elegante. Un bajo con autoridad, dedos, sensibilidad y un buen gusto tan certero como envolvente. Una guitarra siempre ubicada que vuela y da las pinceladas finales a estas crípticas fotografías en blanco y negro. Una voz que nace de las entrañas pero nunca pierde la concentración, relatora de estas grises visiones del mundo con una lucidez y una soltura pasmosas. Como siempre, podemos hablar de Post-Hardcore pero, en última instancia, se trata de Rock. Inteligente, creativo, punzante, visceral y generador de profundas imágenes y sensaciones pero Rock al fin. Aquí hay una tradición que va desde Minutemen, The Proletariat y Mission Of Burma a Fugazi, Jawbox y The Dismemberment Plan, por sólo dar algunos nombres como referencia. Sí, aquí hay fuertes trazos del Funk más picante y unas líneas de bajo capaces de dar forma al universo y no sólo sostenerlo, aquí hay también atmósferas de intensa ensoñación bordeando la Psicodelia pero ni un solo segundo de cuelgue o devaneos innecesarios, aquí hay una incontrolable energía Punk que se escapa de los poros pero levanta vuelo con una musicalidad que hasta los más recalcitrantes conservadores del virtuosismo deberían verse forzados a reconocer, aquí hay densos trabajos de texturas y contrapuntos y angulares esqueletos arquitectónicos pero en todo momento se respeta el valor del silencio y el aire para respirar, aquí hay emoción, claro, climas y melodías capaces de arrebatarnos el corazón pero ni un solo gesto fuera de lugar, ningún exabrupto adolescente vacío de contenido, aquí hay, entonces, cuatro cerebros funcionando al tope de sus capacidades, sobrios y analíticos pero siempre guiados por esa inextinguible llama que arde en sus entrañas. Vamos, trece canciones perfectas, movilizadoras tanto para el cuerpo como para la mente y el alma. Trece canciones de Rock con tradición y empuje vanguardista, prolijas y sutiles sin caer nunca en el acartonamiento, elaboradas con una atención al detalle que deja sin aliento pero presentadas con la frescura y la naturalidad de aquellos que comprenden el imprescindible valor de la espontaneidad. “Tune international” es, ni más ni menos, una obra maestra atemporal de puro Rock nervioso, infeccioso, intelectual (pero no snob, ojo), sensible y sumamente imaginativo. ¿Qué más le pueden pedir a la vida?

14 de mayo de 2010

Gran Cuervo - Polisessions Vol. 2



Hace ya casi un año y medio que empecé este viaje con un grupo de pibes de La Plata, mozalbetes muy queribles ellos, y en todo este tiempo hemos construido shows, destruido guitarras y amplificadores, nos hemos dado una mano cunado lo necesitábamos, y por ahí, como asomándose entre la humareda, hemos hecho algo de ruido.

Este ruido hermoso se plasmó en la casa de nuestro batero, el Poli, hace ya un año y de aquellas dos semanas salieron estas Polisessions.
Mucho trabajo le siguió luego a aquellas grabaciones y finalmente dimos a luz el Vol. 1 y a hora nuevamente, el Vol. 2.

En este disco participan Chelosky en bajo, Poli en batería, Farrookh Bulsara en Guitarra, Frank Boston en guitarra, Leíto de Milica en voces, Fernando Bozzini de Miasma en la mezcla, y quien les escribe, Manuel Platino en Theremin, bajo, mezcla y masterización.

El arte gráfico fue realizado por Agostina Pazzia.

Photobucket

Photobucket

El CD puede adquierirse a precio de costo, $10 (us$ 3) enviando un email a la dirección que figura en la sección Contact From Beyond o contactándose directamente con la banda a través de su sitio web.

The CD can be purchased (us$ 3) sending an email to the address shown in the section Contact From Beyond or contacting the band directly through their website.

Descargar Polisessions Vol.2 de Gran Cuervo aquí
Download Polisessions Vol.2 by Gran Cuervo here

11 de mayo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Admiral Angry “A fire to burn down the world” (2010)
Este segundo disco de Admiral Angry (sucesor del genial “Buster” de 2008) contiene, en un único tema que ronda la media hora de duración, la última grabación del grupo previa al fallecimiento de su guitarrista Daniel “The Admiral” Kraus luego de una larga batalla contra una fibrosis pancreática. Y si esa historia les parece un poco densa, esperen a escuchar el álbum en sí. “Buster” ya nos había expuesto a un grupo que había aprendido a la perfección las lecciones en lentitud y climas enfermizos de bandas como Khanate y Burning Witch y a eso le sumaba un espíritu indomable y siempre listo para la confrontación y la sorpresa. Aquí, estos californianos ahondan aún más en la premisa autoimpuesta de lograr que su música sea lo menos placentera posible. Siempre en cámara lenta (aquí las ocasionales aceleradas que adornaban el debut han sido desterradas), el quinteto destruye la superficie a su paso, ya sea con riffs montañosos y graves que retumban hasta el infinito o con sórdidos pasajes infectados de acoples y atmósferas desesperantes. La voz es un constante alarido que desgarra el alma y transmite un dolor insoportablemente intenso, las guitarras y el bajo conforman una impenetrable pared de distorsión que ahoga los sentidos en espesas aguas de alquitrán sonoro, la batería sostiene el paso moribundo y entumecedor con una concentración que bordea la psicosis. El tema se va desarrollando entre tensiones y estallidos sin dejar el más mínimo resquicio para respirar o hallar un mínimo destello de luz. Es casi imposible, dadas las circunstancias que rodean a la placa, no asociar esta música con los últimos estertores de una vida que se extingue inevitable y dolorosamente. Atrévanse a experimentarlo.


-Alter Der Ruine “This is why we can’t have nice things” (2010)
Detrás de la imagen casi payasesca que portan (con sus extravagantes mostachos) los integrantes de Alter Der Ruine, se esconde una bestia peligrosa. Se trata de una criatura con esqueleto mecánico y una computadora haciendo las veces de cerebro. El problema parece ser que dicha computadora está tan infectada por virus de diversos tipos que las órdenes que envía replican, de alguna forma, los pensamientos de un psicótico grave. Para peor, estos oriundos de Arizona se las arreglaron para dotar a su creación de un alma humana pero que sólo procesa los estímulos más oscuros y desagradables que puedan concebir. Esta máquina nos invita a retorcernos en danzas robóticas pero, lejos de sumirnos en algún tipo de escapismo bolichero o placer erótico, envía latigazos eléctricos que calan los huesos y queman la carne. Desde ya, nuestra débil contextura humana nada puede hacer para defenderse de estos embates. Sólo nos queda aceptar la tortura con extremo placer masoquista. Ok, Alter Der Ruine maneja preceptos electrónicos que van desde la dureza bailable de Front 242 a las texturas corrosivas de Merzbow, sin olvidar el empuje virulento de Atari Teenage Riot y los delirios sónicos del Aphex Twin más abrasivo. Algunos llaman a esto Power-Noise, Rhythmic Noise o Distorted Beat Music, refiriéndose, en líneas generales, a una fusión entre beats aptos para las pistas de baile y densas cascadas de ruido digital. No es una mala definición, debo decir. Cabe aclarar, no obstante, que, en muchos momentos, los ritmos golpean con una violencia tal que la única danza posible es repartir patadas al aire hasta sentir que las articulaciones empiezan a ceder. En ese sentido, el núcleo energético de Alter Der Ruine es más comparable con el Hardcore o el Metal extremo que con lo que usualmente se conoce como Música Dance. En definitiva, se trata de música agresiva, salvaje y enfermiza, tenga el rótulo que tenga. Si buscan emociones fuertes y no tienen prejuicios contra los sonidos electrónicos, aquí tienen un suculento bocado para atragantarse.


-Anathema “We’re here because we’re here” (2010)
De toda aquella camada de Metal Gótico europeo que surgió durante los noventas, Anathema (junto a Katatonia) probablemente sea la banda que mejor logró envejecer. Paradise Lost debatiéndose entre copiar a Depeche Mode y retomar la pesadez de antaño pero sin demasiada inspiración, My Dying Bride repitiendo hasta el bostezo (y con mínimas variaciones) sus fúnebres lamentos de siempre, The Gathering huérfano de Anneke (cuyos últimos discos con el grupo ya mostraban un claro declive compositivo), Tiamat entre Sisters Of Mercy y la electrónica y alejados de la magia de antaño y Moonspell…bueno, Moonspell siempre apestó, así que no hay problema. Por supuesto, como la mayoría de esos grupos, Anathema tuvo su propio cambio de rumbo estilístico a partir del genial “Eternity” (1996), donde la melancolía etérea de Pink Floyd tomaba la posta desterrando los gruñidos y el costado más extremo de su propuesta. Siete años pasaron desde su anterior entrega de estudio (“A natural disaster”) pero podemos decir que los británicos se mantienen en forma. No se han movido demasiado de los esquemas planteados en sus últimos trabajos, tenemos abundantes pianos diseñados para evocar los recuerdos más tristes y los paisajes más nublados del alma, guitarras que se mueven entre una delicadeza soñadora, casi psicodélica y los ocasionales estallidos de distorsión épica, eternos colchones de teclados envolviendo todo y melodías vocales (casi siempre acompañadas por coros femeninos) cargadas de desazón y melancolía, sin pasarse de histriónicas pero con un pie plantado firmemente en el espectro más melodramático del Rock en general. Desde ya, ciertos pasajes, de tan frágiles y sensibles parecen sacados de un disco de Enya pero inclusive ese costado más bien grasa (perdón pero no se me ocurre un término mejor para describirlo) es parte fundamental de su sonido y su impronta emotiva. Ahí reside el encanto de esta gente, pueden conmoverme inclusive con elementos (a la influencia Pinkfloydiana, los coros angelicales y el flirteo casi New Age, súmenle algo de Radiohead y el Porcupine Tree más tristón) que, en otras circunstancias, me resultan absolutamente abominables. Llámenlo un placer culposo, si les parece, pero si están buscando música para darle rienda suelta a sus emociones más vergonzosamente telenovelescas, “We’re here because we’re here” es una opción casi ideal.


-Cult Of Cadavers “Feeding off the corpse of a dead world” (2010)
El nombre del grupo, el logo sangriento, el título del disco, el arte de tapa (con un zombie devorando las entrañas de un niño, mientras otro bebe la sangre del cráneo de una cabeza decapitada), temas como “Desiccate the anemic”, “Cannibals of the eucharist”, “Lay me down to rot” o “Into the mouth of the antropophagus” y hasta un cover de Carcass (del tema “R**k the vote”, perteneciente al polémico “Swansong”). Todo parece indicar que estamos en presencia de puro y sangriento Death Metal, ¿verdad? Me gustaría decirles que sí para poder luego espiar sus expresiones cuando escuchen este disco. Los mismos implicados (bueno, en realidad da la impresión de que se trata de una sola persona pero la información no es del todo clara al respecto) citan como influencias al cine de terror, el Metal y la Música Electrónica, y hasta ahí podríamos llegar a hablar de Cyber-Grind. Pero tampoco. Como para que se hagan una idea, Front Line Assembly en su estadío más bailable y amigable podría ser la referencia más extrema a la que se acerca esto. En efecto, detrás de la fachada gore, lo que tenemos es un disco de Música Electrónica, cien por ciento bailable, instrumental pero plagada de pegadizas secuencias melódicas, y ciertamente alejada de cualquier atisbo de ruido, gruñidos, blast-beats o Metal extremo en general. Vamos, material bolichero al mango, hasta con algún que otro dejo casi simpático en la construcción de las melodías y sin salirse demasiado de los esquemas rítmicos y sonoros más o menos habituales en este tipo de propuestas. Sólo alguna que otra transición un tanto más oscura remite al horror que tanto parece apasionar a Cult Of Cadavers. Tal vez se trate, justamente, de un gran chiste y, si así fuera, debo decir que la cosa se pone más interesante. No es que el resultado musical no lo sea, es sólo que ese tipo de sentido del humor bardero siempre suma puntos. En cualquier caso, si quieren probar ustedes mismos, pueden visitar www.cultofcadavers.bandcamp.com y descargar de forma gratuita el disco como para sacar sus propias conclusiones, que siempre es lo mejor.


-Elephant9 “Walk the Nile” (2010)
¿Qué está pasando en Noruega? ¿Dónde quedaron los jóvenes perturbados que, munidos de maquillaje facial y muñequeras con pinchos, se dedicaban a quemar iglesias al frenético ritmo del más blasfemo Black Metal? ¿Qué son estos gorditos nerds haciendo música intrincada y colorida? Sí, no sólo de Shining vive el virtuoso deforme noruego y, de hecho, Elephant9 comparte baterista con dicho grupo. Y, si les digo que el resto de la formación la completan un bajista y un tecladista, ya se pueden ir haciendo una idea de, al menos, el marco sonoro que maneja el grupo. Ahora bien, asimilar esta suerte de adrenalínico y musculoso Jazz-Rock-Progresivo que practica el trío ya no es tarea tan simple. Con seis laberínticas composiciones extendidas durante cuarenta y cinco minutos, el foco de Elephant9 parece estar puesto en la interpretación. Y con esto no me refiero a los gestos de estéril autoindulgencia que muchas veces plagan este tipo de música, si no a la interacción entre los instrumentos, a la sensación lúdica de disolución que se desprende de este incesante fluir musical. El recorrido está guiado principalmente por Ståle Storløkken (compositor de la mayoría del material) que, con su arsenal de teclados y sintetizadores vintage, dibuja riffs serpenteantes, densas texturas alucinógenas, suculentas melodías de sabor exótico y afiebradas cabalgatas tan vertiginosas como hipnóticas, según lo requiera el desarrollo del tema. El resto, como corresponde, no se queda atrás. El bajista Nikolai Hængsle Eilertsen se explaya sobre su instrumento como si contara con veinte dedos en cada mano, aportando un impenetrable muro de graves y una vasta gama de jugosos contrapuntos y juegos armónicos, mientras que Torstein Lofthus (el aludido baterista de Shining) sostiene todo con un despliegue de golpes que van desde el swing Jazzero más elegante al más virulento derroche de testosterona. Y lo mejor de todo es que las composiciones mismas resultan tan atrapantes y energéticas que el virtuosismo termina quedando en cómodo segundo plano. De todas formas, aquellos que se vuelvan locos con las instrumentaciones intrincadas y las estructuras caóticas, aquí tendrán mucho para analizar.


-Hoodoo Gurus “Purity of essence” (2010)
Veintinueve años de carrera (bueno, con un alto entre 1998 y 2003), noveno disco y estos australianos mantienen intactas sus ganas de rockear sin demasiadas dobles lecturas. Siempre liderados por la voz y la guitarra de Dave Faulkner y sus irresistibles melodías, Hoodoo Gurus nos entregan una nueva colección de perfectas canciones Power-Pop y lo hacen con la frescura y el desparpajo de siempre. Por supuesto, más allá de que Faulkner es el indiscutido centro creativo del grupo, son inestimables los aportes del veterano guitarrista Brad Shepherd (sobreviviente de dos cánceres diferentes en los últimos seis años), no sólo en lo que hace a las seis cuerdas, si no también a los exquisitos coros que adornan las composiciones. Y, ya que estamos en ese plan, tampoco podemos dejar de destacar la solida base rítmica conformada por Mark Kingsmill (batería) y Richard Grossman (bajo), sosteniendo todo con nervio rockero y un swing sumamente contagioso. Pero, claro, esto no se trata de excelencias interpretativas, aquí mandan las canciones. Y de eso, esta gente sabe mucho. Pueden ponerse melosos y romanticones, luego pasar al más áspero Rock And Roll, incluir algún que otro arreglo de vientos, rompernos el corazón con las más sentidas melodías o alumbrar hasta el ánimo más sombrío a base de guitarrazos Stoogeros y líneas vocales de pura cepa Beatlera. Pueden emocionarnos en lo más profundo de nuestro espíritu sin por ello perder nunca el sentido del humor, pueden ponernos una sonrisa en el rostro sin necesidad de pasar por imbéciles, pueden invitarnos a poguear contra las paredes y hacer frenéticos movimientos de air-guitar a la Pete Townshend pero nunca pierden de vista la musicalidad y el gancho melódico de las canciones. Insisto, no se trata de material sesudo e intrincado y, justamente, en esa refrescante falta de pretensiones es que reside el encanto de estos vejetes. Absorbieron la suficiente historia Rockera como para saber dónde no meterse e, indudablemente, todavía saben cómo mantener encendida la llama interna. Cada uno de los dieciséis temas que componen la placa podrían ser hits inmediatos y sin embargo no hay en ellos ni un atisbo de superficialidad. Y el que pretenda más de un jodido grupo de Rock que se vaya a escuchar Genesis o Radiohead.


-Jim O’Rourke “All kinds of people – Love Burt Bacharach” (2010)
Evidentemente, Burt Bacharach es el ejemplo perfecto de músico Pop (y, en este caso al menos, el término es claramente una abreviación de Popular) respetado y admirado por la creme más cool del universo rockero y aledaños. No me refiero sólo a sus colaboraciones con Elvis Costello y Dr. Dre, si no también a los tributos que le han rendido artistas como John Zorn, Mike Patton, Elliot Sharp, Sean Lennon, Zeena Parkins, Medeski, Martin & Wood y, ahora, Jim O’Rourke, uno de los nombres más destacados de la música en general (su producción va desde el Indie más delicado y melódico hasta la experimentación más sesuda, intrincada e inaccesible) de los últimos veinte años. A decir verdad, O’Rourke ya había versionado “Something big” de Bacharach en su precioso disco “Eureka”, editado en 1999. En esta ocasión el ex líder de Gastr Del Sol (banda fundamental para lo que fueran los cimientos del Math-Rock y el Post-Rock) forma una base fija junto al baterista Glenn Kotche (Wilco, Loose Fur), se hace cargo del resto de la instrumentación (guitarra, banjo, teclados, bajo, clavicordio, etcétera) y reúne un seleccionado de diversos cantantes para recrear once composiciones de Don Burt. Dichos vocalistas, con excepción de Thurston Moore (de Sonic Youth), Donna Taylor (colaboradora habitual del mismo Bacharach) y el mismo O’Rourke (que también se da el gusto de cantar algunos temas), son de origen japonés y se alistan, en general, en las filas de la vanguardia más ruidosa y extremista. A pesar de ello, se trata de versionas respetuosas de la elegancia melódica de los originales, con un O’Rourke inspiradísimo en las interpretaciones, reproduciendo con orquestaciones más modestas pero igualmente elaboradas todo ese romanticismo entre inocente y melancólico que desprenden canciones como “Close to you”, “Do you know the way to San jose” o “I say a Little prayer”. Cada uno de los cantantes aporta su sello personal (desde el susurro ahogado de Thurston Moore a los agudos infantiloides de Koike Mitsuko) sin irse nunca por las ramas ni cortar el aire relajado que domina la placa y dejando apenas un mínimo espacio para la experimentación en la versión de “I say a Little prayer” encarada por Yoshimi de los siempre inquietos Boredoms. En fin, no se trata de un trabajo especialmente revelador y, ciertamente, está alejado de la profundidad conceptual con la que O’Rourke suele moverse, aún en su faceta más accesible y cancionera. No obstante, el encanto irresistible de estas melodías lo exime de ese tipo de análisis y lo coloca en la categoría de discos para disfrutar sin cuestionar. Lo cual no es poco.


-Melvins “The bride screamed murder” (2010)
A esta altura del partido, ¿qué les voy a decir yo sobre los Melvins que no sepan ya? ¿Qué son de las pocas bandas capaces de sostener veintisiete años de carrera ininterrumpida manteniendo siempre un nivel compositivo superlativo y un inagotable apetito creativo? ¿Qué su particular combinación de densidad Sabbáthica (¿o Blackfláguica?), ruidosa crudeza Punk e impredecibles y revulsivos delirios de corte netamente experimental representa una de las propuestas artísticas más relevantes e influyentes de la historia del Rock en general? ¿Qué dicho sonido fue la principal inspiración para sub-géneros como el Grunge y el Sludge? ¿Qué, a pesar de ello, resulta absolutamente imposible encerrarlos en una categoría específica y, no obstante, siempre mantienen una impronta inconfundiblemente propia? ¿Qué su eterno líder, el entrañable King Buzzo, es el amo definitivo del riff y que cuenta con un arsenal de ideas para regalar a infinitas generaciones de aprendices a guitarristas? ¿Qué el monumental sostén rítmico que conforman sus dos bateristas (el veterano Dale Crover y el joven dinamita Coady Willis, desde aquel genial “(A) Senile animal” de 2006) despliega una contundencia y un grado de imaginación que deja sin aliento? ¿Qué los juegos corales que se permiten ahora que los cuatro integrantes cantan (a los ya mencionados, sumen al bajista Jared Warren, miembro también de Big Business, al igual que Willis) no hacen más que aportar nuevas dimensiones a su, ya de por sí, profunda complejidad musical? ¿Qué cada canción de este ominoso “The bride screamed murder” (de tono más sórdido y retorcido que su anterior entrega, el Zeppelinero “Nude with boots”) es un envolvente viaje por expresionistas visiones y paisajes de oscuridad lisérgica que, aún así, mantiene en todo momento una energía física al rojo vivo? ¿Qué se trata de nueve composiciones intrincadas y plagadas de detalles y vueltas inesperadas, de un tono casi Progresivo si no fuera porque aquí no hay lugar para innecesarias exhibiciones de autoinduglencia instrumental ni un atisbo siquiera de pompa épica? ¿Qué resulta sinceramente increíble que, con tantos años sobre sus espaldas, estos tipos conserven intacta la llama interna y, al mismo tiempo, sigan proponiendo ideas frescas e innovadoras con una naturalidad pasmosa? En fin, como siempre, nada de lo que yo pueda escribir acá se acerca siquiera a hacerle justicia a la necesaria música de los Melvins. Sólo queda callarme de una vez y seguir disfrutándolos.


-Misery Index “Heirs to thievery” (2010)
A la mierda. ¿Andan con ganas de un poco de música violenta? Bien, han llegado al lugar indicado. Ok, no es ninguna novedad que Misery Index nos entregue material brutal, siempre haciendo equilibrio entre el salvajismo del Grindcore y la técnica del Death Metal, pero esto es más de lo que esperaba. El cuarteto parece haber ajustado al máximo las perillas y se despachó con once canciones en poco más de media hora, capaces de dejar sin aliento al más guapo. Por supuesto, no faltan las pequeñas variantes (algún que otro rebaje más Hardcoroso, algún solo melódico Carcassero, algún que otro riff más hipnótico y disonante) que aportan un poco de aire para que la golpiza sea aún más efectiva pero, insisto, el foco está puesto en la agresión sin concesiones. Se me hace que el hecho de que el cuarteto base su temática en cuestiones políticas les aporta un grado extra de convicción y rabia a la hora de componer estas bombas musicales. O sea, es más fácil estar enojado por situaciones reales que por fantasías gore o satánicas. En ese sentido, estos oriundos de Baltimore ponen toda su destreza instrumental (que no es poca, el trabajo de las guitarras y la batería bien podría competir con cualquier banda de Mathcore o Death técnico) al servicio de quebrar huesos y hacer hervir la sangre. Hasta las voces me remiten al gran Barney Greenway (de Napalm Death), no porque suenen parecidas, si no porque comparten con el británico esa cualidad de transformar las tradicionales voces de monstruo en ladridos llenos de pasión y vehemencia, antes que en un infantilismo caricaturesco. Por lo demás, las canciones se encuentran sólidamente construidas sobre riffs al rojo vivo y un incesante repiquetear rítmico, sin perder nunca de vista el gancho (dentro de las posibilidades del género, claro está) y manejando con sabiduría las estructuras para lograr una dinámica que aleje cualquier atisbo de aburrimiento. En fin, una excelente excusa para revolear las cabezas como enfermos y andar con cara de orto todo el día.


-The Blood Of Heroes “The blood of heroes” (2010)
Si ponen a Bill Laswell (legendario bajista, productor y compositor avant-garde. Miembro de grupos como Last Exit, Massacre, The Golden Palominos, Painkiller y Praxis y uno de los principales promotores en eso de combinar la grave lentitud del Dub con las corrientes más extremas del Rock en general) y Justin Broadrick (a esta altura no hace falta que les exponga su curriculum, ¿no?) a explayarse sonoramente sobre los beats de Submerged y Enduser (dos destacados nombres de las últimas generaciones del Drum N’ Bass más opresivo), queda claro que el resultado no será un apacible paseo por soleadas praderas. No por nada decidieron bautizar este proyecto tras un film post-apocalíptico australiano de 1989 dirigido por David Webb Peoples, quien también colaborara en películas como “Blade Runner” y “12 monos”. En efecto, The Blood Of Heroes no sólo se erige como una especie de supergrupo electrónico/rockero, si no que logra, en este debut homónimo, una de las experiencias musicales más perturbadoras de los últimos tiempos. Curiosamente, el foco no está puesto tanto en el ruido como en los climas desolados y, claro, apocalípticos, llegando a ominosos paisajes de asfixiante entropía a través de diversos caminos. Tenemos brutales ataques de Drum N’ Bass frenético atravesados por los graves submarinos de Laswell y la guitarra chirriante de Broadrick, humeantes letanías Dub envueltas en masivas paredes de distorsión melódica que no hubieran desentonado en Jesu o adornadas por esos riffs gordos y amenazantes marca Godflesh, sórdidos pasajes de tensa calma ambiental que dibujan turbulentas visiones en la mente, algo de ese Hip-Hop ruidoso que Justino experimentara en su viejo proyecto Ice y hasta amagues de Breakbeat bailable remachado con martillazos eléctricos y erupciones de mugre sónica. En algunos temas colabora también Dr. Israel poniendo alguna de sus rimas pero siempre ubicado en el contexto oscuro de la placa. Ok, yo sé que no soy muy subjetivo qué digamos con esta gente pero, honestamente, escuchar el bajo profundo y gruñidor de Laswell junto a las siempre tortuosas seis cuerdas del ex líder de Godflesh, explayándose sobre algunas de las bases más creativas y sobrecogedoras que la Electrónica actual tiene para ofrecernos es, sencillamente, un hecho para agradecer a la vida de rodillas.


-The Howling Wind “Into the cryosphere” (2010)
Luego de editar en 2006 uno de los mejores discos en la historia del Black Metal (el cáustico y monumental “A shaman steering the vessel of vastness”), Thralldom, aquel misterioso proyecto liderado por Ryan Lipynsky de Unearthly Trance (aquí bajo el seudónimo de Killusion), dejó de existir como tal. Brevemente resurgió como Drifting Collision, dejando sólo un demo como legado y con Killusion como único integrante. En 2007, y con la incorporación del baterista Parasitus Nex, nace The Howling Wind y nuestro hombre sigue dando rienda suelta a sus más básicos instintos Blackmetaleros. Bueno, eso de básicos es un decir. SI bien “Into the cryosphere” (segundo disco, precedido por “Pestilence & peril” y un par de ep’s), no se lanza tan abiertamente a la experimentación con elementos del Noise y la Música Industrial como lo habría hecho Thralldom en su mencionado último trabajo, de ninguna manera se trata de material convencional o falto de ideas propias. Los climas corrosivos y enfermizos siguen estando ahí pero aparecen de forma un tanto más oculta. Ahora el foco parece puesto en las guitarras, desgranando riff tras riff de pura majestuosidad grotesca enmarcados en estructuras casi épicas (desde el arte de tapa se nota un viraje hacia esos terrenos) donde hasta hay lugar para alguna que otra melodía. Ok, se podría decir que la cosa se volvió más “musical” (al menos en términos más bien académicos/conservadores), el sonido general es mucho más claro sin por ello resignar intensidad, las composiciones (aún con sus inevitables idas y venidas y sus tangentes poco convencionales) se presentan de forma coherente y homogénea, y ambos músicos demuestran una versatilidad e inventiva poco común en el Black, especialmente teniendo en cuenta que casi no hay flirteos demasiado directos con otros géneros. Tan sólo algún que otro pasaje un tanto más reposado o alguna intro ruidosa pueden remitirnos lejanamente al Post-Rock o el Noise, lo suficiente como para que The Howling Wind demuestre estar al tanto de las últimas corrientes Blackmetaleras sin necesidad de subirse al tren de los imitadores. Inclusive la profundidad alucinógena que transmiten las canciones poco tiene que ver con el setentismo de bandas como Nachtmystium u Oranssi Pazuzu, aún cuando el componente Psicodélico se encuentra claramente presente. Y allí reside su encanto, en lograr resultados absolutamente personales y sumamente creativos sólo basándose en lo que podríamos considerar los elementos tradicionales del Negro Metal. Absolutamente recomendado.


-Toundra “Toundra II” (2010)
Su debut homónimo (editado originalmente en 2008, reeditado el año pasado), mostraba a un grupo que, sin salirse de las pautas habituales del Post-Rock (desarrollos de menor a mayor, guitarras empapadas de efectos varios, melodías rozando el dramatismo, climas soñadores, juegos dinámicos entre la calma introspectiva y los estallidos monolíticos), le ponía una seria atención a las canciones, supliendo su falta de originalidad con gancho y solidez compositiva. Esta continuación (sobriamente titulada “Toundra II”) es precisamente eso, una continuación. El cuarteto madrileño se mantiene dentro del estilo patentado por bandas como Mogwai, Pelican y Red Sparowes, las influencias son claras y ni siquiera se me hace que traten de esconderlas. Lo que sí se hace evidente es la superación. Envueltas en un sonido excepcional, las siete canciones que componen la placa resultan sencillamente irresistibles a base de argumentos tan ineludibles como buenas melodías, interpretaciones potentes, profunda elaboración musical, el grado justo y necesario de variantes y una sensibilidad punzante y contagiosa. Es interesante también destacar que la energía del grupo es en todo momento claramente rockera, es decir que, más allá de la vasta riqueza musical y la evocación de vívidos paisajes con los que cuentan las canciones, éstas apelan siempre a emociones urgentes y viscerales, topándose inclusive con pasajes rifferos que pueden recordar a Kyuss e inclusive Led Zeppelin . Como si esto fuera poco, el mismo grupo (a través de su sello discográfico, Aloud Music) promueve la descarga gratuita de este material, cosa que pueden hacer visitando www.aloudmusic.com/descargas.php. En fin, aunque suene extraño decir esto de un disco de Post-Rock instrumental, el fuerte de Toundra es su habilidad para construir grandes canciones, ni más ni menos. Y eso ya debería ser motivo suficiente para prestarles atención.


-Underdog “Matchless” (2010)
Nacidos en 1985 de la unión entre ex miembros de Youth Of Today (el vocalista y ocasionalmente guitarrista Richie Birkenhead) y Murphy’s Law (el bajista Russ "Wheeler" Iglay), Underdog siempre fue (hasta su disolución en 1989) algo así como la oveja negra del Hardcore neoyorquino. Su incorporación de cuidadas melodías vocales y elementos musicales ajenos al género (en especial provenientes del Reggae y el Funk) los separaban de tanta hostilidad y testosterona descontrolada que guiaban la escena en esos días. “Matchless” reúne un un solo cd los demos registrados por el grupo, así como su único larga duración, el colorido “The vanishing point” editado poco antes de su separación. Y si hay algo que estas veintiséis canciones prueban es que Underdog se encontraba a la vanguardia (junto a bandas como Beyond y Supertouch) de un sonido haciendo equilibrio entre la tradición más básica del Hardcore made in New York (el mínimo e indispensable toque metalero incluido) y ciertos aires de cambio que terminaron dando forma a lo que luego se conocería como Post-Hardcore. Por supuesto, podemos hablar de influencias, con Bad Brains, Scream y Beefeater a la cabeza, pero la entrega del grupo era cien por ciento personal y refrescante. En especial la labor de Birkenhead, erigido como uno de los vocalistas más versátiles en la historia del Hardcore en general, resulta (aún hoy en día) sorprendente, pasando de infecciosas líneas melódicas a una vasta gama de alaridos y gruñidos con una soltura y una naturalidad realmente pasmosas. Y el resto del grupo lo seguía de cerca. La guitarra dibujando riffs que no se contentaban con los márgenes del Hardcore y exploraban variantes sin bajar nunca la energía, el bajo ayudando en esta labor con atinadísimos arreglos (algo poco común en el género), la batería sosteniendo todo con el punto exacto entre swing movedizo y contundencia. Todo eso, desde ya, puesto al servicio de canciones estimulantes tanto para el cuerpo como para la mente y el alma. En fin, “Matchless” es un documento imprescindible y necesario no sólo para todo aquel que esté interesado en cualquier aspecto del Hardcore, si no también para los amantes de las buenas canciones. Ni más ni menos.


-Vex’d “Cloud seed” (2010)
La ciudad pesa, estos pasos grises se entierran en el cemento y no llevan a ningún lado. Los edificios nos observan con ciegas miradas de desprecio. Una gris eternidad se cierne sobre nuestras cabezas mientras nuestros espíritus se aferran al suelo. Comprendido por grabaciones realizadas entre 2006 y 2007 (pensadas para formar parte del sucesor de aquel genial debut, “Degenerate” de 2005) y algunos remixes, “Cloud seed” es el testimonio póstumo legado por este dúo británico conocido como Vex’d. Y cada uno de los catorce tracks que componen esta hora completa de música es un hipnótico paseo por los más opresivos paisajes urbanos. Sí, aquí hay máquinas y ruido pero no se trata de Música Industrial. Al menos, no de la forma en la que uno estaría acostumbrado. En líneas generales, se supone que este material se inscribe en lo que se conoce como Dubstep pero no creo que eso sea suficiente a la hora de describir los densos entramados sónicos y emocionales de estas canciones. Sí, los ritmos son lentos y cadenciosos, los graves retumban de forma casi subliminal, la atmósfera es pesada y el aire enrarecido pero también hay lugar para ocasionales subidas de intensidad que pueden remitir tanto al Drum N’ Bass más corrosivo como a un Skinny Puppy en pleno síndrome de abstinencia. Así como, en su momento, un grupo como Godflesh supo acercar el clima embotador del Dub al más aplastante Metal-Industrial, Vex’d funde la parsimonia flotante del Dub (o del Dubstep, si son muy obsesivos de los rótulos) con la densidad y la suciedad sonora de la Música Industrial y tiñe todo eso de una oscuridad palpable, casi ominosa en su realismo. Por supuesto, por momentos pueden remitir a una suerte de Trip-Hop enmugrecido, bastardeado y completamente despojado de cualquier atisbo de relajación cool y, en otros, hasta hay lugar para samples Blackmetaleros, lo cual no hace más que indicar el poco respeto del grupo por las limitaciones genéricas. Cualquier elemento musical puede hacerse presente, siempre y cuando contribuya a transmitir encierro, desesperación y mareo. Más allá de su naturaleza errática (el material no fue originalmente pensado como una obra en su totalidad), “Cloud seed” es una experiencia musical increíblemente intensa y envolvente, una pintura casi exacta de la miserable vida que llevamos en las grandes ciudades. Atrévanse a experimentarlo.


-Young Livers “Of misery and toil” (2010)
Pasional, urgente, sudorosa, tensa, desbocada y aún así inteligente. Así es la música que Young Livers nos entrega en este larga duración debut, sucesor del mini lp “The new drop era”, editado en 2007. Guitarras que se doblan en riffs angulares y laberínticos contrapuntos, suben y bajan como alocados pinceles sobre un paño siempre mugriento, estallan y lanzan esquirlas disonantes que se clavan en el alma y resienten las articulaciones. Voces rotas, desesperadas por hilar estas melodías paridas por un corazón en llamas. Ritmos cambiantes, inquietos. Golpes que se sienten en el estómago y obligan a retorcerse en espásticas danzas de liberación. Ok, podemos hablar de Post-Hardcore, podemos mencionar influencias como Hot Water Music (especialmente en el terreno vocal), Drive Like Jehu (especialmente en las guitarras) y Fugazi (especialmente en las estructuras y el manejo dinámico) pero la personalidad de Young Livers está a salvo en el equilibrio único que mantienen entre desgarradora intensidad, frágil sensibilidad melódica e intrincadas elaboraciones instrumentales. Y aún así, en lo más profundo de la propuesta, esto sigue siendo puro y crudo Punk Rock. Canciones que representan algo más que un rejunte de notas, himnos de desesperación urbana que aceleran los latidos del corazón, nerviosismo, ansiedad, desazón y un océano de almas dispuestas a soportarlo todo antes que dejar que el fuego en sus entrañas se extinga. Sí, podría explayarme más sobre la excelente labor que realizan las dos guitarras (digna del análisis más nerd. Si hasta su sello discográfico, No Idea Records, no duda en citar a Thin Lizzy como influencia) o sobre los afiebrados cimientos levantados por la base rítmica pero nada de eso es, en última instancia, relevante aquí. Al menos, no ante semejante despliegue de energía visceral, honesta y contagiosa. Imprescindible para cualquier que tenga sangre en las venas.