31 de diciembre de 2008

Reviews findeañeras

Por Fernando Suarez.


John Zorn “The crucible”(2008): Gracias por los sobresaltos. Gracias por los gestos desencajados. Gracias a esta gente por tanta música. Por tanto dolor y tanta admiración. Por las sorpresas y por los guiños cómplices. Que tal vez sean pocos pero necesarios. Gracias por los espasmos, por las más tenebrosas invocaciones rituales. Y gracias, claro, por todos esos monstruos deformes y de piel abultada que se dibujan en la garganta de este señor…¿cómo es que se llamaba? Ah, Mike Patton. En fin. Gracias por las frecuencias bajas y los climas pintados con carbón. Gracias por las agujas en los tímpanos. Gracias por el Rock más frenético y mala onda que jamás se haya concebido. Gracias por el incesante flujo de imágenes atravesando mente, cuerpo y alma. Gracias por desnudar la ciudad en medio de bosques de una oscuridad impenetrable. Gracias por este miedo helado y agotador. Gracias por las exigencias y por las devoluciones. Gracias por el trabajo en equipo y las sutilezas. Gracias por la tradición respetada a puñetazo limpio. Por las pentatónicas bien aprovechadas y por la arquitectura ruidosa llevada a su máxima expresión. Gracias por las neuronas sacando chispas y los músculos al rojo vivo. Gracias por el sudor y por esa incesante carrera escapando de estereotipos burdos y vacíos. Gracias por los gritos. Y esta vez me refiero a los de ese pobre saxofón abusado hasta el límite de la tolerancia. Gracias por el swing y por estas enfermedades armónicas. Gracias por esta dulce parálisis, esta sobrecarga de los sentidos. Gracias por los platillos envolventes y las melodías nocturnas. Gracias por la tensión y la expectativa. Gracias por las interpretaciones sentidas y las composiciones caóticas. Gracias por los sonidos que raspan con suavidad y por los que arrancan la piel sin miramientos. Gracias por transformarse en antenas humanas de emociones fuertes, lejos de cualquier atisbo de frialdad académica. Gracias por los riffs laberínticos y las bases imposibles de seguir sin perder la compostura. Gracias por bucear en los más insondables abismos del espíritu y mostrarnos lo que allí se esconde. Gracias por los placeres lúdicos y por la intensidad intransigente. Gracias por tanta inspiración y por la certeza de que nunca está todo dicho en la música y el arte en general.



Mikoto “We are the architects”(2008): Cuidado, lo voy a decir. Sí, la palabrota esa. Emo. Claro, ahora todos los viejos chotos (y los no tanto también. De hecho, no deja de ser extremadamente gracioso y triste al mismo tiempo ver a jovencitos con pelos largos y remeras de Judas Priest diciéndole putos a los del flequillito) nos hacemos los pistolas y nos reímos de estos adolescentes maquillados como si nosotros hubiéramos nacido con el gen de la coolez infinita en nuestro ADN. Es cierto que sería una estupidez negar el hecho de que algunos géneros, al alcanzar cierto grado de masividad, se saturan de clones sin nada para ofrecer. De la misma forma, es una completa necedad el cerrar la puerta a la posibilidad de que dentro de dichas corrientes puedan aparecer bandas dignas de atención. O sea, ningún género (bueno, casi ninguno) es descartable por definición. Y, al fin de cuentas, no debería necesitar tanta perorata para justificar que me haya gustado un disco Emo. Vamos, bandas como The Get Up Kids, Sunny Day Real Estate o Braid (por sólo nombrar a algunas de las más representativas) siguen estando entre las mejores cosas que le pasó al Rock en los 90’s. En fin, Mikoto hace Emo, entonces. Y no del vieja escuela. Acá hay gritos bien fuertes y guitarras duras, casi metaleras. Y también hay estribillos melódicos, punteitos bonitos y ritmos espásticos. Y buenas canciones, qué tanto. Guitarras capaces de extraerle buenas ideas a un formato que parece agotado hace tiempo, un cantante capaz y ubicado, que no exagera sus afecciones pero no escatima intensidad y una base rítmica que comprende a la perfección la dinámica que se requiere para este tipo de composiciones. Ok, no es nada nuevo y hay serias chances de que si alguna vez se cruzan con un video de estos chicos en Mtv los odien con toda su alma. Pero si son capaces de separarse por unos minutos del prejuicio (no digo que sea fácil, sólo que a veces, y sólo a veces, vale la pena intentarlo), tal vez encuentren algo más que lloriqueos tontuelos en este auténtico despliegue de emociones al rojo vivo.


Muga “There is nothing eternal exists”(2008): No es ninguna novedad, el mundo en el que vivimos se torna día a día más desagradable. Uno puede encontrar varios motivos para sentirse pesimista. Sin duda alguna, estos japoneses no tienen empacho en compartir su apocalíptica visión de las cosas con nosotros, errores gramaticales incluidos. Lo de Muga es Crust pero no esperen un mero regodeo en el viejo y querido d-beat. Las oscuras y casi depresivas melodías que dibuja la guitarra los emparentan con bandas como His Hero Is Gone o Tragedy. Voces cascadísimas, firmes marchas aceleradas, rebajes densísimos, riffs envolventes y un innegociable clima de perdición atraviesan las nueve canciones que componen este segundo álbum. Inclusive (como ya hiciera Tragedy anteriormente) se atreven a meter pianos y van más allá incorporando un funerario órgano como para no dejar dudas respecto de sus objetivos. Tal vez el punto más distintivo sea el hecho de que, por momentos, las melodías tienen serias influencias de la música tradicional japonesa. Y si están imaginando una versión de Birushanah con más revoluciones por minuto y una cuota extra de mugre punky, no están tan mal rumbeados. (Nota mental: con estas referencias no ayudás a nadie, pedazo de elitista) Pero en definitiva estamos en presencia de una banda con personalidad propia. Por momentos suenan como plegarias lanzadas a un cielo negro mientras enormes bloques de cemento caen sobre nuestros cuerpos, por momentos logran imágenes inequívocas del final que estos tipos sienten tan cercano. Y, como corresponde a un grupo de extracción Hardcore, todo ese caudal visual se siente en el cuerpo, en las entrañas. Olviden la alegría navideña y los buenos deseos de prosperidad y déjense envolver por estas llamas eternas.


Light “A million dead beneath the ice”(2008): Una cámara de torturas construida bajo cuevas en la nieve. Un blanco cegador adornado de rojo. Fotografías de rostros inertes mostrando sus dientes bajo una gruesa capa de frío sólido. En el universo de Light, el blanco es el nuevo negro. Porque todos sabemos que el infierno es un lugar helado. Aquí las guitarras son una tenue pero persistente tormenta de nieve que corta la piel y entumece los huesos. Las voces son los lamentos lejanos de los moribundos al ser torturados y enterrados bajo el hielo. El ritmo es un eterno cortejo fúnebre en cámara más que lenta. ¿Drone funerario con espíritu Black? Qué sé yo, esto es pura desesperación hecha música. Transmisiones infectadas desde lugares que nunca quisiéramos visitar. Rituales de perdición quirúrgica. Procesiones leprosas arrastrando cadenas. El mundo frío. El miedo y las visiones más perturbadoras. Melodías en túnicas raídas y polvorientas. El aire viciado y las encías mohosas. La piel endurecida y cuarteada. Arpegios como hebras cristalinas entrecruzándose hasta formar una definitiva mortaja. ¿Pueden escuchar el golpe metálico del martillo hundiendo los clavos en la carne? Ahogarse con bloques macizos de estática, sentir cada uno de los impulsos nerviosos apagándose uno por uno hasta dejar en su lugar un infinito espacio en blanco.


Birdflesh “The farmer’s wrath”(2008): Parece una obviedad, pero a veces hace falta recordarlo. El sentido del humor en el Metal extremo no siempre significa falta de ideas musicales. Estos suecos vienen dando pruebas de ello desde hace quince años. Se permiten jugar con diversos géneros sin dejar nunca de lado la esencia Grindcore que los caracteriza y no se quedan varados en la parodia musical, si no que aportan su propia visión musical. O sea, esto no es el chiste ecléctico de bandas como Crotchduster o Excrementory Grindfuckers que tan rápidamente se agota. Acá hay rabia, riffs destructores, inclusive con vueltas más elaboradas, cambios de tempo abruptos y enfermantes, machaques imposibles de no seguir con la patita, juegos de voces podridas que pueden ser jocosas o sencillamente violentas. Y, claro, hay letras extremadamente pelotudas y decididamente hilarantes. El poder imbatible de Birdflesh está en la guitarra demente de Achmed Abdulex (sí, así se hace llamar. Y lo acompañan Adde Mitroulis y…Panda Flamenco. Aplausos para este pibe, por favor), creador de una gama de riffs que no dan respiro, pletóricos de buenas ideas aplicadas al Grindcore. Vamos, el tipo escuchó su buena ración de Brutal Truth, y eso es uno de los mejores elogios que se me pueden ocurrir para un guitarrista grinder. Inclusive se dan el lujo de subir el nivel, luego de aquel pequeño bache que resultó ser el anterior “Mongo musicale” (al top ten de mejores títulos de discos de la historia de la vida, no obstante), ganando en variantes y recuperando la frescura de aquel genial “Night of the ultimate mosh”. Y, como si todo esto fuera poco, los muy descarados no le temen al gancho y logran que sus canciones queden pegadas en el cerebro a pesar de la virulencia de las mismas. Y si eso no les basta, escuchen los samples en español (y me refiero a español de España. Bah, gallego) de “Flamencorpse” y ríndanse a su pies. Y que conste que dejé pasar lo grandioso del título de ese tema. Ok, no son Pig Destroyer con sus cruentas exploraciones psicológicas, tampoco Nasum con sus convicciones políticas (otra cosa que los diferencia es que ningún miembro de Birdflesh está viendo crecer las algas desde abajo del oceáno) y mucho menos Antigama con su visión futurista del Grindcore, pero cualquiera que se diga fanático del género y no les preste oídos es porque nunca entendió el chiste.


The Fall Of Troy “Phantom on the horizon”(2008): Tal vez nunca llegue a entender del todo por qué me gusta esta banda. Tal vez eso mismo es lo que los hace atractivos. No sé. Lo cierto es que The Fall Of Troy posee varias cualidades que yo suelo odiar en el Rock. Son virtuosos y no temen mostrarlo, construyen canciones larguísimas, llenas de cambios, idas y venidas, poseen melodías tan épicas que harían sonrojar al más rabioso fanático de Tolkien y encima cuentan con un cantante que, en su modalidad limpia, es algo así como la versión Emo de Geddy Lee. Es más, este fantasma en el horizonte es un ep…uno que dura casi cuarenta minutos, claro. Y es conceptual. Ok, puedo vivir con la vergüenza de admitir que me gusta un grupo netamente de Metal Progresivo. Y es que lo hacen bien. Esos riffs (sí, son trescientos mil millones de riffs por canción, ¿qué pensaban?) enroscadísimos generan pinturas y la evolución constante de las composiciones logra transportarme y atraparme en sus historias sin que el aburrimiento asome la cabeza ni una sola vez. Claro, estos tres jovencitos de Washington han mamado tanto de los excesos progresivos de los 70’s como del caos controlado del Mathcore y es imposible no notar ese approach más intenso en su música. Y no me refiero simplemente a los ocasionales chillidos hardcorosos, si no también a las disonancias taladrantes, los pasajes ruidosos, los momentos de monolítica densidad y la dinámica esquizofrénica manejada como medio y no como fin en sí mismo. Es válido también aclarar que The Fall Of Troy, con sólo tres miembros y sin solos dejan a peleles como Dream Theater como unos viejitos patéticos tratando de emular sin éxito a sus ídolos. Acá hay personalidad de sobra. Y también hay música, lo que los oyentes más acartonados llamarían buena música. Impecablemente interpretada, construida con el corazón y la mente en perfecta armonía y pretenciosa como el carajo. Jamás pensé que escribiría semejante barbaridad, pero si la cosa progreta les hace mojar los calzones, es casi obligatorio que escuchen este disco.


Ehnahre “The man closing up”(2008): Uno ya sabe de antemano que si un proyecto cuenta con tres miembros de esa especie de orquesta del Metal Avant-Garde que es Kayo Dot, lo único que se puede esperar es lo inesperado. Y, en estos casos, es más que satisfactorio no sentirse defraudado. ¿Cómo definir lo que hace Ehnahre? Veamos, si alguna vez escucharon a Kayo Dot, por ahí pueden empezar a hacerse una idea de cómo viene la mano. Pero todavía se estarían quedando cortos. Ahora, si sumamos a la ecuación nombres como Pan-Thy-Monium, Khanate, Morbid Angel y Naked City, ya la cosa va tomando forma. Bueno, es un decir. Porque pocas cosas son tan deformes como lo que van a encontrar en estos cinco tracks sin nombre. Desde una ultradensidad Doom inhumana e inconexa, con acordes cayendo como rocas gigantes que se desprenden de una montaña y resuenan hasta el final de los días, hasta caóticos blast-beats rellenos de riffs huracanados y adornados con tormpetas y violines. Voces guturales, gritos de otras dimensiones y cánticos rituales. Silencios misteriosos, improvisaciones desencajadas, sonidos que se escapan de las manos como agua. Riffs deathmetaleros fracturados por rítmicas jazzeras, climas de oscuridad casi blackmetalera donde los vientos no hacen más que acrecentar la decadencia del aquelarre, capas de sonidos superpuestos que se meten en tu centro nervioso sin pedir permiso y hacen que tu cabeza de vueltas hasta sentir una viscosa masa en tu estómago que pugna por liberarse. Paredes de pura e impenetrable distorsión que dan paso a susurros operísticos dignos de musicalizar la más jodida película de terror en blanco y negro. Un bajo con cuerdas hechas con las entrañas de un elefante se mueve como una serpiente mientras las guitarras y la batería juegan a las escondidas con entradas y salidas totalmente esquizofrénicas. Cuerdas que se tensan lanzando chirridos de dolor en medio de una golpiza mutante de tambores mientras una melodía sórdida y acechante se va abriendo paso hasta alcanzar proporciones cósmicas. Y así continúa esto, en un constante juego de repliegues y ataques. Atrévanse a experimentarlo, no van a saber qué los golpeó.



Final “Dead air”(2008): Una puerta de metal líquido que se abre como si fuera un flor cromada. Partículas de óxido, ásperas y cobrizas, viajan en este océano plateado y se reproducen como estrellas en un cosmos irreal. Láminas espejadas atravesando la blanda carne, fundiéndose con los huesos. Secuencias de cifras inconexas se suceden a toda velocidad, transmitiendo códigos ilegibles. La entrada a un pasadizo que desemboca en otro pasadizo que desemboca en otro pasadizo que desemboca en otro pasadizo que jamás existió en primer lugar. Gigantes gusanos que se arrastran dejando a su paso una sustancia verde y viscosa. Cada tortuoso movimiento de su exoesqueleto se traduce en guturales inflexiones. El cielo y las aguas se funden y nuevos organismos flotantes se desprenden de membranas etéreas. Medusas fluctuando fluorescentes sobre un telón de oscuridad total. Los quejidos repetitivos de estos engranajes descompuestos. Toses de metal, ásperas bacterias recorriendo surcos de polvo rojo. Y así podría seguir por siempre. Visiones, millones de imágenes surcando los ojos de la mente y haciendo papilla los sentidos. De eso se trata la música de Final. Por si no lo sabían, este es el viejo proyecto (activo desde antes de la formación de Napalm Death) donde Justin Broadrick da rienda suelta a su pasión por los sonidos Industriales/Ambientales, bajo la atenta tutela de clásicos como Throbbing Gristle, Whitehouse o Coil. Y sí, este tipo sigue creando universos musicales propios con cada uno de sus grupos. Y nunca una sonrisa, claro. “Dead air” tal vez sea el trabajo más variado de Final, logrando que convivan sin problemas los embotadores climas ambientales infectados con estratos y estratos de sutilezas sonoras, los arrebatos de ruido abrasivo y amorfo, y los amagues de melancolía evocadora que nos recuerdan que el cerebro detrás de todo esto es el mismo creador de las melodías irresistibles de Jesu. Con Napalm Death destruyó la música tal y cómo la conocíamos hasta entonces. Con Godflesh logró la banda de sonido ideal para el fin del mundo. Con Techno Animal aplicó la más furiosa brutalidad a la música electrónica. Con Jesu conjugó de forma perfecta densidad y melodía. Con sus diversas colaboraciones (Head Of David, God, Curse Of The Golden Vampire, Ice, Sweet Tooth, etc) se animó siempre a explorar nuevos caminos de extremidad musical. Con Final genera puras sinfonías de abstracción. Si alguna vez se entrega el premio al músico más completo e influyente del Metal extremo, exijo que el bueno de Justino esté entre los nominados.


No Use For A Name “The feel good record of the year”(2008): Hace tiempo que estos californianos vienen demostrando que los skaters de bermudas pueden hacer su propia versión del Punk maduro sin perder ninguna de sus cualidades. Y es que esto no tiene nada que ver con saltimbanquis bobalicones como Blink 182 o Sum 41. Y no lo digo sólo por el hecho de que No Use For A Name ya cuenta con más de veinte años de carrera ininterrumpida. La clave, como siempre, está en las canciones. Y Tony Sly, el eterno líder del grupo tiene muy en claro como hacer que estas sean memorables sin caer en el pasatismo ni en la pose barata. Por supuesto, aquí manda la melodía. Y Sly parece poseer el gen Beatle que lo hace componer líneas vocales impecables, de esas que te obligan a tararearlas una y otra vez. Puede emocionarte hasta las lágrimas o levantarte el ánimo en el peor de los días. Puede sorprenderte escondiendo un trabajo casi artesanal detrás de la aparente simpleza de los temas. Claro, la base sigue siendo ese Hardcore-Punk acelerado, esas baterías hiperkinéticas, esas guitarras filosas y ese bajo tenso y firme. O las lecciones bien aprendidas de Bad Religion. Pero ojo, esto no es ninguna copia de nadie. Y tampoco se trata de material monótono, siempre hay lugar para guitarras acústicas, tempos que los acercan al Power-Pop y letras que no temen tocar tópicos políticos. Ok, he de reconocer que, en comparación con el anterior “Keep them confused”, la banda le ha dado aquí más espacio a su costado más efervescente. Lo cual no es algo necesariamente malo, es sólo una cuestión de gustos. En definitiva, podríamos hablar del enorme poder que encierra la humildad de las buenas canciones. O podríamos descubrir como, a veces, la falta de pretensiones no significa un vacío de ideas musicales. “The feel good record of the year” es otra excelente excusa para descubrir por qué Dave Grohl les choreó uno de los guitarristas para sus Foo Fighters.



Høst “Høst”(2008): De un buen tiempo a esta parte, el Black Metal parece haber sacudido su mugrosa cabeza, librándose del maquillaje innecesario y topándose en el camino con nuevas ideas fuera de su estrecho espectro de influencia que no hacen más que renovarlo y darle nuevos bríos sin perder nunca la esencia malvada que lo caracteriza. Bandas como Blut Aus Nord, Wold o Thralldom se metieron con los sonidos Industriales y el Noise. Enslaved y Nachtmystium rescataron la psicodelia setentosa. Deathspell Omega y Leviathan le dieron un nuevo significado a la palabra Progresivo. Inclusive algunos como Fen o Wolves In The Throne Room se animaron a juguetear con el Post-Rock. En este contexto no debería sorprendernos que un tipo que se hace llamar Zander Ness haya caído desde Minnesota (lugar poco Blackmetalero si los hay) portando una camisa a cuadros y reivindicando la honestidad del Grunge y el Punk en medio de una inclemente tormenta de energía negativa. Ok, la combinación podría parecer imposible o demasiado forzada en los papeles, pero si hay algo de lo que hace gala este debut autotitulado es de una fluidez atrapante. Tal vez se deba a que los tempos nunca llegan a ser demasiado rápidos, lo que da espacio para apreciar cabalmente la interacción de los instrumentos. Tal vez la clave esté en el desarrollado sentido melódico con el que cuenta la guitarra de Ness. No teman, aquí no hay teclados pedorros (pareciera que cada vez que se habla de Black Metal hay que hacer esa aclaración), las voces chillan llenas de odio y las canciones no son meras repeticiones de los mismos tres acordes de siempre. Y, claro, hay lugar para el gancho rockero e inclusive para riffs parados en algún lado entre Black Sabbath, el Rock sureño y las heladas montañas noruegas. Es más, un tema como “Desember” nos hace imaginar una realidad paralela donde DarkThrone y Soundgarden se fusionan en un híbrido irreconocible, con la cruda y violenta frialdad del primero y la melancólica imaginación soñadora de los segundos. Y sin enseñar ni un solo grumo. En cualquier caso, sin las cruzas estilísticas nunca hubiéramos tenido Rock And Roll para empezar. Así que si esto se llega a transformar en una nueva tendencia o sub género, después no digan que no les avisé.



One Second Riot “One second riot”(2008): La radio anuncia el fin de nuestros paradigmas entre siseos de mugre estática. Millones de pantallas escupiendo una constante marea de ruido blanco. Cables de alta tensión que cobran vida y envuelven edificios como si fueran boas estrangulando a su presa. La luz del cielo se apaga por completo y de él cae una espesa lluvia de concreto. Y en medio de este infierno gris y polvoriento una frágil voz nos entrega su dolor. Nos relata sus visiones con los ojos enrojecidos y un nudo en el estómago. Y luego nos arenga desde un imaginario púlpito construido con desechos post-nucleares. Dos franceses demuestran que es posible tender puentes entre la frialdad apocalíptica de la Música Industrial, la psicosis disonante del Noise-Rock y la emotividad cruda del Post-Hardcore. Sin guitarras y, no obstante, con un arsenal de riffs variadísimo. Por momentos el bajo retumba y hace temblar ciudades enteras y, en otros, no entrega acordes rasgueados con una delicadeza abrumadora, sólo para culminar la faena con dedos contracturados en busca de la disonancia perfecta. Un despliegue necesario dada la profundidad de estas nueve canciones. Una intensidad comparable a los momentos más ásperos de Neurosis y un vuelo creativo que pondría orgulloso a Blixa Bargeld. Jugando entre construcciones minimalistas de bajo y batería (casi como un Shellac observándose a sí mismo saltar de un edificio en llamas) e intrincadas arquitecturas sonoras que harían sonrojar al mismísimo Al Jourgensen. Y sin olvidar nunca el nervio, el groove rockero. Sí, son nerds pero tienen más Rock que cualquier gordo pelilargo con cara de malo. Y encima se dan el lujo de concebir este personalísimo e irresistible disco debut. Ideal para despedir el año nefasto que se va.

26 de diciembre de 2008

Milica Live in Buenos Aires



Moreno 2320 - Once, Capital Federal

Costo: 10$

Estaré tocando de invitado en el show de Milica en Buenos Aires. El que ande por acá, está mas que invitado

MILICA + FUTBOL + fiesta Rockera! en el ZAS

Ya saben, Milica se coge a tu abuela en silla de ruedas


25 de diciembre de 2008

Reviews navideñas

Por Fernando Suarez.


Extortion “Sick”(2008): Ojos que se achican temblando frenéticamente. Cejas en diagonal augurando el peor de los desenlaces. La piel dibuja líneas asimétricas en el rostro. Dientes chirriando, apagando todos los sonidos. Músculos en tensión a punto de estallar. Un estallido en blanco y negro. Con sólo dos tonalidades podemos adivinar el resto de los colores. Extortion no necesita pintar de rojo cada golpe. Detrás de ese primitivismo yacen legiones de almas torturadas que claman venganza. Ok, estos australianos han tenido su buena ración de bandas como Lack Of Interest o Siege, pero algo me hace pensar en un Black Flag acelerado hasta quedar sin aliento. Inclusive, temas como “Body failure” o “Rot” se regodean en su lentitud sin perder un mísero ápice de odio. Pero esto es material rápido, claro que sí. Pueden llamarlo Hardcore, Crust, Powerviolence o cómo diantres prefieran. A nadie le importa eso. Lo que aquí realmente importa es cerrar los ojos y dejarse llevar por este torbellino, girando enloquecidamente con los puños cerrados, gritando a la nada hasta quedar sin voz, gesticulando desarticulados como los primates enfurecidos que, en el fondo, somos. ¿Qué les resulta monótono y falto de melodía? Sí, bien, esto no es Jethro Tull y esta búsqueda no tiene nada que ver con el mero placer estético. Esto es catarsis pura, sin adulterar, ideal para que aquellos que necesiten sonidos que traduzcan las ganas de estrangular a alguien. O a muchos “alguien”.



Candiria “Kiss the lie”(2008): El eclecticismo desmedido puede ser un arma de doble filo para un grupo de Rock. No es que pretenda que todos los grupos se restrinjan a un único género ni nada por el estilo, pero no todos pueden ser Mike Patton. Candiria era una banda ecléctica por excelencia. En sus discos convivían machaques metaleros, crudeza Hardcore, Hip-hop callejero, rebusques jazzeros, climas ambientales y polirritmias varías. Sí, leyeron bien, estoy hablando en pasado. El anterior “What doesn’t kill you…” ya mostraba un acercamiento por parte de estos neoyorkinos al formato de canción tradicional, inclusive incorporando voces melódicas pero sin abandonar esa esquizofrenia estilística que los caracterizó desde aquel “Surrealistic madness” de 1995. Bueno, “Kiss the lie” representa casi un nuevo comienzo para el grupo. De alguna forma se las ingeniaron para condensar el enorme cúmulo de influencias en canciones redondas, pesadas y sin grumos. Por supuesto, todavía hay ritmos imposibles de seguir y las guitarras no se conforman con meter tres acordes distorsionados y ya. Pero no esperen encontrar voces rapeadas ni cambios bruscos de timón entre un tema y otro. También la melodía ha crecido y ya no se trata simplemente de meter un estribillo popero en medio de un ataque de epilepsia instrumental. Por momentos inclusive me recuerdan a la sutil sofisticación melódica/distorsionada de Deftones o Incubus. Esto quiere decir que Candiria también ha aprendido el arte de manejar texturas y profundidad. Y, debo decir, que les salió más que bien. Ok, tal vez perdieron algo de la locura de antaño, pero lo suplen con toneladas de emoción y buenas canciones. Y, por una vez, logran mantener el hilo sin irse por las ramas ni desperdiciar las buenas ideas acumulando cambios estilísticos gratuitos. Digamos que, como grupo ecléctico, Candiria no era (a pesar de contar con momentos destacados y un potencial enorme) de los mejores, pero en este nuevo contexto capitalizan al máximo sus enormes dotes instrumentales y compositivas, y demuestran que el virtuosismo y las buenas canciones no tienen por qué estar reñidas entre sí.


Krallice “Krallice”(2008): Extrañas pinturas invaden mis oídos. Cascadas de espinas elevándose hacia cielos en llamas. Trazos irregulares, colores superpuestos. Tensas líneas plateadas vibrando a toda velocidad. Majestuosos bloques marrones disolviéndose bajo una lluvia de estrellas. Árboles esqueléticos abrazándome y hundiéndome en la tierra. No es ninguna novedad, pero sepan que es posible crear pinturas vívidas, casi tangibles con un par de guitarras, un bajo y una batería. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que una de esas guitarras corresponde a Mick Barr (si no lo conocen pueden deslumbrarse con Orthrelm o The Flying Luttenbachers, por sólo mencionar un par de los proyectos en los que estuvo involucrado este buen hombre), uno de los pocos virtuosos del Metal actual que todavía tiene algo más que dedos veloces para ofrecer. Si a eso le sumamos la presencia de Colin Marston, otro tipo muy metido de lleno en los sonidos más Progresivos de la actualidad, tanto con Dysrythmia como con Behold…The Arctopus, entenderán que el nivel interpretativo y el caudal de ideas está garantizado. Lo que tal vez resulte sorprendente es que, en Krallice, estos tipos (acompañados por Nick McMaster en bajo y Lev Weinstein en batería) se dediquen al Black Metal. Sí, puro, blasfemo y maligno Black Metal. Nada de teclados ni de voces limpias ni de flirteos góticos. Nada de sonido berreta, revival thrasher ni minimalismo a ultranza. Ok, tal vez no sea taaaaan puro entonces. Digamos que Krallice transita un camino poco concurrido, aquel de bandas como Enslaved, Wolves In The Throne Room, Weakling o los primeros Ulver. Ritmos veloces, voces desgarradas, riffs negrísimos y evocadores, toneladas de reverb, composiciones extensas en evolución constante, melodías majestuosas y emotivas, y un especial cuidado por los detalles, de esos que requieren numerosas escuchas atentas para terminar de apreciarlos. Por supuesto, no están inventando la pólvora ni creando una nueva forma de entender al Black (para eso tenemos a Deathspell Omega). No obstante, logran un sonido distintivo casi sin salirse de los márgenes del género y el alto grado de creatividad desplegado es innegable y embriagador. Lo cuál no es poco decir hoy en día. Si esperan algo más que guerra, corpsepaints y poses pelotudas del Metal Negro, este disco es de escucha obligatoria.


Hot Water Music “Till the wheels fall off”(2008): Llamar a esta gran banda Emo o Post-Hardcore es simplemente quedarse en la superficie del asunto. Vamos, ¿quién necesita rótulos y subgéneros ante la presencia de semejantes himnos de puro Punk Rock? Sí, acá hay emoción. Y mucha. Pero lo mismo sucede en cualquier disco de Bad Religion. Y el hecho de que no se contenten con los supuestos márgenes estrictos que imponen el Hardcore y el Punk los puede emparentar tanto con Fugazi como con Black Flag o los Dead Kennedys. “Till the wheels fall off” es un compilado de rarezas varias que celebra la reciente reunión del cuarteto. No teman, esto no es material de descarte. Tenemos esas guitarras que no le temen al contrapunto y al mismo tiempo pueden decir muchas cosas con sólo tres acordes. Tenemos esa base rítmica que golpea duro y parejo cuando hay que hacerlo y que se enrosca sutilmente cuando la dinámica compositiva así lo exige. Tenemos esas voces sucias, quebradas, arenosas, capaces de estrujar corazones y de incitar a las masas sin que una cosa se contradiga con la otra. Tenemos enormes, sólidas canciones, con la energía siempre al rojo vivo, con un profundo sentido de la sensibilidad y un instinto melódico tan crudo como conmovedor. Líneas melódicas introspectivas conviven con estribillos casi tribuneros sin ningún tipo de problemas. La mirada adulta y lúcida de Hot Water Music en ningún momento interfiere con su intensidad, si no que la potencia. No son adolescentes jugando al Punk, son señores grandes que transpiran verdades en cada nota musical. Y, a la manera de la mejor música Folk, retratan de forma exacta una época y un lugar y nos cuentan nuestras propias vidas mientras exorcizan sus propios fantasmas. Por supuesto, veintitrés temas en más de setenta minutos pueden resultar arduos para los no iniciados, pero cómo decirle que no a joyas como “So many days”, “Moments pass” o el maravilloso cover del “Wild on the streets” de Circle Jerks. En cualquier caso, resulta un más que adecuado entremés a la espera de un próximo trabajo de estudio. Y una excelente excusa para deleitarse con una de las bandas más relevantes del Punk de los 90’s.


Gronibard “We are french fukk you”(2008): No puedo hacer nada contra esto. No quiero. Son franceses y de entrada te mandan a cagar. Si eso no es un buen comienzo estamos todos locos. Bueno, estos tipos están locos. Y ya llevan diez años esparciendo dicha insanidad en forma de…¿Gore-Grind humorístico? Bueno, algo así. Digamos que si escuchar a un tipo recitando en francés con la voz pitcheada tipo ardillita de dibujos animados sobre un fondo de flamenco no te arranca al menos una sonrisa, estás mal. Y ni hablemos del gesto de abrir el disco con una suave balada, también cantada en el idioma de Napoleón. Y claro, estos cinco franchutes también se ponen las pilas y vomitan un Grindcore groovero, ideal para bailotear como un mogólico. Y son capaces de salir a tocar con camisas hawaianas (cuando no lo hacen directamente en bolas) o de sacarse fotos promocionales desnudos y abrazándose tiernamente. ¿Qué más? También la pudren, por supuesto, pero no tienen a la velocidad como único recurso. De hecho, insisto, el groove manda, por momentos hasta acercándose a una especie de Hard Rock con gonorrea. Y juegan con voces gruñidas ultra graves, alaridos infantiloides y demás deformidades. Meten cachitos de otros géneros pero palabras como experimentación o vanguardia no entran en el diccionario de estos adoradores de la boludez infinita. A ver si me explico, tienen un tema que se llama “Mongolito”, eso debería bastar para caer rendidos a sus pies. Si no, tal vez les interese saber que el sonido y la interpretación son impecables y que las canciones están perfectamente estructuradas, lejos de ser simples estallidos de ruido metálico. Perdón, ¿realmente les interesa eso? Son unos pelotudos. Relájense, cuelguen por un segundo el monóculo y/o el cinturón de balas y entréguense a estos treinta y siete minutos de pura diversión.


Spylacopa “Spylacopa”(2008): Los supergrupos no existen, pero que los hay, los hay. Ok, ya sabemos que la mayoría de las veces dichos rejuntes de nombres no están a la altura de las expectativas que generan. También sabemos que hubo excepciones como Down, Nailbomb o Temple Of The Dog. La generación actual de Metal de avanzada no se podía quedar sin su intento de supergrupo, claro está. Así llegamos a Spylacopa que reúne en su seno a bestiecitas como John LaMacchia (Candiria), Jeff Caxide (Isis, Cable, Red Sparowes, 5ive’s Continuum Research Project), Greg Pucciato (The Dillinger Escape Plan) y Julie Christmas (Made Out Of Babies, Battle Of Mice). Bien vale aclarar que este proyecto nació como una iniciativa solista de LaMacchia a la cual se sumaron el resto de los músicos. ¿Quieren saber cómo les salió el chiste? Más que bien, he de admitir. Por el momento hay que conformarse con este Ep de sólo cinco temas, pero lo que aquí se escucha es más que promisorio. Como para que se den una idea, la cosa va por los carriles del Dillinger más melódico, en especial el de “Miss machine”. En otras palabras, el espíritu inmortal de Faith No More sobrevuela las canciones (el comienzo con “Haunting a ghost”, sus riffs trabados y estribillo hiper-coreable es buena prueba de ello) y ese es uno de los más destacados elogios que se le pueda hacer a cualquier grupo. La distorsión violenta y retorcida se funde con melodías soñadoras y texturas trabajadas, Pucciato se permite entonar a sus anchas demostrando (una vez más) que lo musculoso no quita lo talentoso, Christmas aporta sus siempre inquietantes y laberínticas cuerdas vocales dotando a sus intervenciones de una oscuridad embriagadora, las guitarras disparan un arsenal de ideas sin perder de vista el formato de canción e inclusive tenemos momentos de pura belleza ambiental aderezada con delicados teclados. Como corresponde, el disco tiene su perlita en “I should have known you” que cierra el disco con seis minutos y monedas que se debaten entre la certera sensación de flotar en el aire (guitarras acústicas y arreglos Pinkfloydianos incluidos) y una abismal tensión que acecha sin llegar a corporizarse del todo. Claro, tampoco es para despreciar la sórdida densidad de “Bloodletting”, donde Pucciato y Christmas se baten en un duelo de pura intensidad, el evocador piano de la instrumental “Together we become forever” o el vértigo sincopado y las melodías narcóticas de “Staring at the sound”. Habría que esperar un larga duración para dar un veredicto final, pero, más allá de los nombres involucrados, Spylacopa puede ser incluido en la lista de supergrupos que dieron buenos resultados.


Extreme Noise Terror “Law of retaliation”(2008): Siete putos años tuvimos que esperar por un nuevo trabajo de estudio de estos próceres británicos. ¿Valió la pena tanta espera? Bueno, todo depende, claro. Si, por algún extraño motivo, pretendían encontrarse con un Extreme Noise Terror acomodándose a alguna de las tendencias del Metal y el Hardcore extremo actuales, entonces “Law of retaliation” no tiene demasiado para ustedes. Ahora bien, si lo que querían era una brutal e incesante paliza a los sentidos, acá tienen diecinueve bombas que no dan respiro y hacen que el corazón empiece a latir como si quisiera escaparse del pecho. Manteniendo esa posición en algún lugar entre el Crust, el Grindcore y el Death Metal, los liderados por Phil Vane siguen arrasando con todo. Ok, hay varios riffs que suenan parecidos a otros más viejos, la composición se resume en los carriles de aquel clásico “Holocaust in your head”. Y sin embargo no estamos en presencia de un trabajo que de la sensación de ser obsoleto o innecesario. Tal vez se deba al increíble sonido, claro y potente, que logró el sexteto, tal vez sean esos riffs hardcorosos que nunca envejecen o tal vez, simplemente, se trate de que cuando la furia es real y es transmitida con semejante honestidad y convicción no queda otra más que rendirse a ella y redecorar las paredes a cabezazo limpio. Ritmos endemoniadamente taquicárdicos que te envuelven en un maremoto de odio. Guitarras que vuelan y serruchan el aire pintado escenas de puro Apocalipsis urbano. El bajo arenoso y podrido enterrado en la mezcla. Y esas voces, qué decir de esas voces. El gruñido profundo y malvado atravesado por alaridos que sugieren la sensación de sangre en la garganta. Aquí no hay lugar para sutilezas ni ñoñadas, esta es la banda de sonido ideal para tirar molotovs al congreso e incendiar patrulleros. Definitivamente valió la pena la espera. Bienvenidos al odio.



An Albatross “The An Albatross family album”(2008): Cuentan las leyendas que este bosque alguna vez estuvo encantado. Se oían relatos de arco iris amigables y faunas coloridas y sonrientes. Nadie sabe bien qué, pero algo sucedió. ¿Tal vez algún hechizo lanzado por algún mago envidioso de la luz que desprendían estos caminos pintados de esmeralda? Es imposible saberlo a esta altura. Lo cierto es que este paisaje ya no es el mismo. Aquellas dulces ardillitas que se dedicaban a recolectar relucientes avellanas ahora se deleitan clavando sus pequeños dientes en los cuellos de sus hermanas, sorbiendo hasta la última gota de su sangre. Las tiernas melodías de los pájaros mutaron en horribles graznidos de desesperación. El arco iris que coronaba el lugar intensificó sus colores hasta quemar los ojos de todos los animales, deformando sus centros nerviosos y empujándolos a sórdidas orgías de pura demencia. Las mariposas sobrevuelan desprendiendo napalm en su aleteo, como si clamaran venganza por lo reducida de su existencia. Las flores mantuvieron su apariencia romántica pero llenaron sus pétalos de una ardiente ponzoña. Los osos, otrora protectores de las criaturas más pequeñas, se erigieron como los nuevos tiranos del bosque, desgarrando con una fuerza atroz a quien se opusiera a ello. Los insectos y las serpientes salieron de sus escondites y reemplazaron al verde pasto en su función de superficie sobre la que caminar. El sol alumbró eternamente el bosque con rayos narcotizantes que obligaron a sus habitantes a nunca más descansar sumidos en espirales viciosos de darwinismo extremo. Nunca más las estrellas regalarían su tranquilizador y tenue brillo. Nunca más el viento acariciaría a los animales, la densidad del aire enviciado de un polen lisérgico se sentía como una capa extra de piel. El sinsentido de aquella existencia idílica fue reemplazado por el sinsentido de un interminable ciclo de autodestrucción. Y nada volvió a ser como antes.


Fistula “Burdened by your existence”(2008): Fistula transforma sus guitarras en el peso de un universo desmoronándose y lo pone sobre tus hombros. Si Crowbar nos relataba lo que sucedía cuando los planetas chocaban, Fistula nos describe con morboso lujo de detalles lo que restó de los mismos tras la colisión. Fistula logra que su forma de encarar el Sludge resulte alucinógena, pero antes de remitir a viajes lisérgicos o a letanías marihuaneras, logran pintar la más espesa desesperación que el delirium tremens pueda lograr. Y transmiten el mayor desprecio por la raza humana, aplastándola en su totalidad con cada riff, con cada uno de esos enormes riffs. Escupen su asco con gritos quebrados hasta que la saliva se funde con sangre. Se encierran en abrazos de alquitrán sintiendo como los últimos rastros de cordura se desvanecen en cámara lenta. Invocan demonios humeantes con la piel tallada como si fuera madera. Clavan sus uñas rotas en nuestros cráneos hasta hacerlos desaparecer. Toman más de lo que se necesita para el dolor. Y a veces salen de su encierro, sólo para buscar una pelea sin sentido. Dientes rotos y nudillos magullados a ritmo de Hardcore nos recuerdan que Black Sabbath y Black Flag sólo estaban separados por una palabra. Reptan entre la basura y la suciedad para mostrarnos su belleza escondida y hedionda. Se sientan sobre tronos hechos de cráneos de cabras y vierten sangre negra sobre esclavas cubiertas de moretones. Fistula no pretende recibir aprobación ni loas. Fistula no nos está invitando a ninguna fiesta. La única respuesta que los satisface es el rechinar de nuestros huesos en tensión.

16 de diciembre de 2008

Gran Cuervo - Milica, Live in La Plata





Sábado 20 de Diciembre
24 hs
Bronson Bar, 68 y 17
La Plata

Whiskey
Milica
Gran Cuervo

Vamo' Milica, Leíto y la concha de dios

Entren a Caracol Rojo Discos y bájense todo

11 de diciembre de 2008

Gran Cuervo, Live in Buenos Aires

Finalmente tocamos en Capital

Domingo 14/12, 20.30 hs

La Ratonera Cultural, Corrientes al 5552 (a dos cuadras de la estación Malabia de la Linea B)

GRAN CUERVO
SOLFA
CALIDOSCOPIO

Frank Boston


Frank es el hiperactivo y petardo-en-culo guitarrista de Gran Cuervo quien en esta ocasión nos ofrece su arsenal de grabaciones caseras, algunas de las cuales datan de las épocas de consolidación de su banda. En humildes pero apasionadas sesiones nocturnas de puro sonido, Frank vuela por estilos musicales, climas hermosos, algunas sobredosis de ruido y por sobre todo, una pasión desmesurada por la música que explota en la urgencia que se siente a flor de piel en estas grabaciones.

No me baje'lo'brazo'pendejo

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Deformidable
Psicosomático
Neuroxis



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8 de diciembre de 2008

Reviews en el recuerdo

Por Fernando Suarez.


Brutal Truth “Need to control” (1994): Es fácil decirlo ahora, pero con “Need to control”, Brutal Truth logró un hito en la evolución del Grindcore y, probablemente del Metal en general. La banda liderada por el bajista Dan Lilker había dejado una excelente impresión con su primer álbum, “Extreme conditions demand extreme responses” pero el mismo no se alejaba demasiado de los parámetros antes impuestos por bandas pioneras como Napalm Death o Terrorizer. En 1993 lanzan un mini lp llamado “Perpetual conversion” en el cual se hacían lugar, entre un cover de Black Sabbath y un par de temas viejos, dos experimentos de neto corte Noise/Industrial/Electrónico (“Perpetual larceny” y “Bed sheet”). Y tal vez eso debió ser tomado como una señal. Ahora ¿qué tiene de especial el disco que nos ocupa que justifique la primer sentencia de este comentario? Bastante, todo y más. En primer lugar, la banda da rienda suelta a toda su gama de influencias, por lo que podemos encontrarnos con un tema como “Iron lung”, íntegramente compuesto por ruidos, acoples, samplers y demases. Y eso no está ni cerca de ser todo. Con el cambio de baterista (sale Scott Lewis, entra Richard Hoak) el grupo afianza una base rítmica con más de Hardcore que de Metal (hecho claramente verificable en el cover de The Germs, “Media blitz”) sin perder un ápice de fuerza ni velocidad y ganando en variantes. Y hay más. El disco comienza de manera casi juguetona con “Collapse”, un tema leeento, largo y muy denso cuyo objetivo era molestar a sus fans más cerrados. Y tal vez ahí encontremos la veta para hablar de “Need to control”, porque, más allá de influencias ajenas a la ortodoxia del Grindcore, lo que más impresiona es la libertad creativa que transmiten las composiciones. Aquí no hay fórmulas a seguir ni nada que se le parezca. Estamos hablando, básicamente, de grandes canciones, llenas de ideas innovadoras. Si no me creen, díganme cuántas bandas hasta ese entonces podían conjugar los delirios marihuanescos con la fuerza concreta del Grindcore y que dicha combinación no enseñe grumos. No es casual que, luego de esta placa, el grupo se mudara a la escudería de Relapse Records, el sello de metal extremo de vanguardia por excelencia. Un clásico inoxidable e imprescindible.



Tortoise “Millions now living will never die” (1996): Cierro los ojos y veo bloques de tristeza ámbar moviéndose mecánicamente. Me sumerjo en galaxias urbanas y mi mente sonríe. Los amigos que acabo de imaginar desaparecen y mi única compañía es este pulso que repite una única e infinita frase. Y, al masacrarla, abro una nueva puerta. El cielo es mi océano de alquitrán y sus olas son navajas. Y esta celebración es interrumpida por un Dios hecho de óxido y suciedad. Venas grises que se abren y se cierran, bacterias trabajando. ¿Acaso han vuelto mis amigos? No, esta montaña verde y viscosa (tan fugaz ella) no puede acompañarme. Tal vez deba vestirme de romance. Pero la tela de ese traje puede ser demasiado frágil. Una lágrima bastaría para rasgarlo pero una mirada lo repararía con tanta rapidez que, antes de que alguien pueda moverse, todo este universo se transformaría en violencia y estas mismas palabras adquirirían nuevos significados. Los animales nocturnos parecen estar esperando, intercambiando frases inconclusas. El épico y tenso galopar que deviene en danzas fracturadas. Confundidos entre hombres de piedra y ancianos que sueñan sus vidas pasadas omitiendo los detalles escabrosos. Mis juguetes son gotas de ruido y mis herramientas la más lánguida de las fugas. Manchas de sangre en los cristales. El asesino en mí despierta y bebe. He de caminar. La emoción de los nuestros en un nuevo escalón. Ojos que brillan con el doble de intensidad. Y un último arrullo de huesos desnudos.



Botch “American nervoso” (1998): Botch era un cuarteto proveniente de Seattle, formado en el año 1993 y su música podría ser el mejor ejemplo de lo que, para evitarnos complicaciones momentáneas, llamaremos Mathcore. “American nervoso”, su segundo disco, abre con “Hutton’s great heat engine” y sus cuatro minutos y medio de riffs entrecortados, rebajes inesperados y ese pasaje psicodélico en el que Dave Verellen (cantante) nos dice “It’s so quiet here”, para luego explotar a grito pelado, y cierra con “Hives” y su catálogo de disonancias y deformidades en medio de un clima de Funk-Noise-Jazz-Metal-Enfermizo-Espacial (sí, parece algo imposible y allí mismo reside su encanto). En el medio tenemos otras siete maravillas, entre ellas la MAGNÍFICA “Dali’s praying mantis” que primero marea con guitarras que dibujan círculos imposibles y una batería que parece estar tocando cualquier otra cosa pero que nunca pierde el ritmo de la canción, y después golpea con un estribillo tan rockero como inesperado en este contexto de instrumentaciones rebuscadas. Ok, acepto que, a pesar de todo, esto no fue más que la antesala del monumental “We are the romans”, el disco que terminaría de darle a Botch su merecido status de leyendas. Pero sería más que injusto desmerecer un derroche de talento y energía como el que propone este disco. Antes dije que Botch podría ser el ejemplo perfecto de banda de Mathcore. A riesgo de contradecirme, debería decir que tal vez eso no sea cierto. Porque si bien el grupo, como hemos visto hasta ahora, cumple con todos los requisitos para merecer tal apelativo (a esto súmensele letras y estética con claras inclinaciones nerds/intelectuales/retorcidas) su forma de aproximarse al género difiere, por ejemplo, de la minuciosidad extrema y calculadora que ostentan la mayoría de las bandas del estilo (con The Dillinger Escape Plan a la cabeza). En Botch, a pesar de los variados cambios de ritmo y las complejidades instrumentales, se respira un aire de urgencia y naturalidad que hace pensar que algunas partes son improvisadas. En cualquier caso, es saludable que un grupo que casi podría definir un subgénero musical, también tenga la libertad de aportar elementos ajenos a esa definición. Creo que es lo que separa a las grandes bandas de las demás. Y Botch es, sin duda alguna, una gran banda.


Cave In “Jupiter” (2000): Dicen que esta década que está por terminar no aportó música original ni de calidad, al menos en términos rockeros. Estoy seguro de que los que afirman semejante paparruchada jamás escucharon este pedazo de obra maestra. Hagamos memoria, Cave In ya había sorprendido a más de uno con el genial “Until your heart stops” que les valió el mote de los “Voivod del Metalcore”, gracias a su casi perfecta combinación de extremidad, vuelo instrumental, crudeza, climas volados y técnica instrumental al servicio de la violencia. Si seguimos la analogía con los canadienses, “Jupiter” vendría a ser el “Nothingface” de Cave In, o sea, el disco donde se alejan del Metal sin dejar de hacer música sumamente pesada y al mismo tiempo ganan un vuelo creativo que los eleva a los espacios siderales que tanto adoran. Ya desde el tema que da título al álbum, entre sus riffs hipnóticos y sus brisas de delay, notamos algo muy diferente. Las voces dejaron de lado los gruñidos de antaño y se concentran casi exclusivamente en crear grandes melodías llenas de alma e interpretadas con una maestría que parecía imposible para una banda de estas características. “In the stream of commerce” le sigue y confirmamos que lo de la voz melódica va en serio con un estribillo que merecería llenar estadios a la luz de la luna. Dije antes que la pesadez no se había perdido y “Big riff” lo demuestra con un riff (valga la redundancia) que haría sonrojar a Steve Von Till y Scott Kelly. Claro, las guitarras también decidieron despegar, descubriendo texturas inéditas, dinámicas más fluidas y anticipándose por momentos a lo que la prensa metalera hoy en día llama Metalgaze, es decir la combinación del ruido melódico del Shoegaze (O Noise-Pop, si prefieren) de My Bloody Valentine con la grave densidad riffera del Metal más monolítico. Básicamente, Cave In no perdió su identidad, si no que la redefinió de forma radical. El espíritu Hardcore está en cada emoción (inclusive la voz de Stephen Brodsky tiene un aire a la de Kevin Seconds) y la complejidad está manejada con tal maestría que todos los temas (a pesar de la extensa duración de algunos) podrían ser hits. Pueden cerrar los ojos y viajar, pueden apretar los dientes y mover la cabeza, pueden sentir el corazón encogerse (chequeen la tremendamente melancólica “New moon” que cierra el disco) y pueden maravillarse con la musicalidad única desplegada por el cuarteto. Ahora bien, si deciden ignorarlos, después no se quejen.


Garrison “Be a criminal” (2001): “Be a criminal” no es sólo el título de este segundo disco de Garrison, es también su hilo conductor. Esto se ve de forma clara en el arte de tapa, con sus sugerentes fotos de cámaras de seguridad y, sobre todo, en los títulos de las diez canciones que lo componen, los cuales van indicando los pasos a seguir para cumplir con el objetivo antes mencionado, es decir, ser un criminal (por ejemplo, el primer tema se titula “Recognize an opportunity”, el sexto “Dump the body” y el último “Accept what you’ve done, accept who you are”). La cosa se vuelve un poco más difusa o, mejor dicho, subjetiva, al llegar a las letras y la música. Las primeras, si bien no siguen una línea argumental clara, transmiten una sensación de pesadumbre y violencia (“Mis manos tan apretadas alrededor de tu cuello, nunca vi tanta sangre) que se condice con el concepto del álbum. Con la música, en este caso, el asunto se torna aún más subjetivo. Empecemos, entonces, por aclarar que, a pesar de su nombre, Garrison no es un solista (ni mucho menos un enano violador ni un profesor de primaria gay) sino un cuarteto oriundo de Boston, al que podríamos adjudicar el calificativo de Emo-Punk. Sabiendo esto, deberíamos olvidarlo inmediatamente, dado que lo que ata la música de este lp a su concepto es, justamente, lo que la aleja del modelo estandarizado de banda Emo. En primer lugar, el grupo parece más preocupado por escribir buenas canciones que por escribir canciones Emo. Por lo tanto, encontramos, a lo largo de la placa, además de las influencias ineludibles del género (Samiam, Jawbreaker, Rites Of Spring), momentos que los acercan a bandas más difíciles de categorizar (Sonic Youth, Pixies, Fugazi, Cave In), lo que da como resultado un producto que, si bien no es ni remotamente innovador, al menos se las arregla para sonar con la suficiente personalidad. Y gran parte de esa personalidad queda plasmada en el segundo ítem que los diferencia de tanto punk meloso y llorón que pulula por Mtv. Dicho ítem es la virulencia con la que están interpretadas las composiciones. Desde la popera “Don’t feel bad”, pasando por la casi psicodélica “Commit, commit, commit” y hasta la, sin duda alguna, agresiva “Dump the body” (el final de este tema donde se repite como mantra “I could point a finger but i’d rather point a gun” es, sencillamente, escalofriante), se respira un clima de tensión que sólo se corta con violencia. Gran parte del mérito por estos climas se lo llevan las voces de Joseph Grillo y Ed McNamara, quienes se las arreglan para sonar enojados y hasta furiosos sin perder nunca la melodía. Pero claro, ya hemos dicho que toda esta descripción de la música contenida en “Be a criminal” peca de subjetiva, por lo que, si las canciones no te enganchan de la misma forma en que lo hicieron conmigo, probablemente poco les encuentres de interesante. Ahora, si estás dispuesto a darle una oportunidad y dejarte llevar, procurá no tener objetos cortantes a mano.



Arab On Radar “The stolen singles” (2003): ¿Estás contento? Arab On Radar va a transformar tu sonrisa en una mueca desencajada. ¿Estás triste? Arab On Radar va a beberse tus lágrimas y te las va a escupir en la cara. ¿Estás enojado? Arab On Radar te va a patear la cabeza hasta que te desmayes. Y así podría seguir por horas, pues ese es el poder de este cuarteto: amplificar, deformar y pervertir hasta límites insospechados todas las sensaciones que su música te pueda transmitir. ¿Cómo? A través de composiciones afiebradas donde las guitarras rompen toda barrera sonora y, junto con la batería, crean una pared de ruido enfermizo y mutante sobre el que la voz de Eric Paul puede retorcerse y delirar a gusto. Si, no hay bajista. No importa, estos señores se cagan en las convenciones rockeras y les bastan las seis cuerdas para lograr constantes contrapuntos disonantes que te hacen mierda la cabeza. Algo así como si Thurston Moore se dedicara sistemáticamente a destrozar las enseñanzas de Robert Fripp mientras los miembros de The Jesus Lizard aplauden. O sea, Rock asesinando al mismo Rock y dándole nueva vida. Una aclaración: “The Stolen Singles” es en realidad un trabajo póstumo que compila material de (como su nombre lo indica) singles, splits y demases, por lo cual, si sos seguidor del grupo, es una buena oportunidad para acceder a canciones casi inconseguibles y, para el resto, es tan buen comienzo como cualquiera de sus discos.


Premonitions Of War “Left in Kowloon” (2004): Algo ha pasado. La ciudad, tan podrida, ha respirado tanto odio y resentimiento que lo único que queda de ella son grises ruinas entre las que reptamos nosotros, las deformes almas en pena que creemos estar aún con vida. Nuestros gritos sólo resuenan en nuestras mentes y son inmediatamente absorbidos por este áspero polvo gris en el que se ha transformado el aire. Este es el tipo de imágenes y sensaciones que transmite “Left in Kowloon”, lp debut (precedido por dos mini lp’s) de Premonitions Of War, a traves de un Metal rabioso que podría enrolarse sin dificultades en las filas del, así llamado, Mathcore, cerca de otros como Coalesce o Burnt By The Sun. Pero, oh sorpresa, las doce canciones que componen el disco ofrecen algunas variantes al esquema de Metalcore extremo, epiléptico y disonante que, se supone, define a este subgénero. Así, nos encontramos con momentos cercanos al Death Metal brutal de Suffocation o Morbid Angel (con quienes, casualmente, estuvieron de gira presentando este mismo disco), machaques thrashers que remiten tanto a Slayer como a Pantera y canciones como la Blacksabbathera “The octopus”, la apocalíptica “Black den” (que recuerda a Neurosis y sus obsesiones tribales atravesadas por acoples) y la netamente industrial “Cables hum overhead”. En resumen, emociones fuertes, virtuosismo, imaginación, mucha fuerza y una banda que (a pesar de las diversas idas y venidas en su formación y a los años inactivos) todavía tiene mucho para dar.


Japanese Torture Comedy Hour “Voltage monster” (2006): Scott Hull. Cualquiera mínimamente familiarizado con el Metal más extremo debería saber de quién se trata. Vamos, un tipo que se dio el lujo de redefinir de dos formas distintas y con dos bandas diferentes (Pig Destroyer y Agoraphobic Nosebleed) el Grindcore para el nuevo milenio debería ser conocido por cualquiera que esté interesado en recibir verdaderas emociones fuertes en la música. Japanese Torture Comedy Hour es uno de sus más viejos proyectos, compartido con el también miembro de Agoraphobic Nosebleed, Jay Randall. Y me arriesgo a afirmar que se trata del más enfermo, extremo y perturbador de todos ellos. Antes de que pregunten, esto no es Metal de ningún tipo. Ni siquiera es Rock. Acá no van a encontrar riffs, blast-beats ni voces de mostro. “Voltage monster” es una sinfonía de ruido. Claro, por si el nombre del grupo no les dio una pista, aquí don Hull y compañía dan rienda suelta a su admiración por artesanos japoneses del sonido abrasivo como Merzbow o K.K. Null. Así, generan viajes de frecuencias taladrantes y fluctuantes, siempre evocando turbias imágenes de crueldad manchadas de un espeso rojo. Entonces, los graves retumban como turbinas de avión y los agudos cortan la piel de forma quirúrgica. Y estos tipos inclusive se permiten bajar las revoluciones con pasajes abstractos que no hacen más que aumentar la tensión hasta que todo vuelva a estallar, parlantes incluidos. No hace falta que lo aclare, pero esto no es material fácil, no sólo por el abuso auditivo al que hay que someterse, si no porque estos bloques enormes de sonido puro están trabajados y acomodados con la meticulosidad de un asesino serial, nada está librado al azar. En definitiva, como diría alguien que sabe mucho del tema “la melodía es de caretas, aguante el ruido”.

7 de diciembre de 2008

Review Dominguera: Soundgarden "Superunknown" (1994)






Comentarista invitado: Huija


¿Te pusiste las bermudas? ¿Tenés el pelo calculadamente desprolijo? ¿Alguna remera de rockero de los 70's?

La tierra era un lugar nuevo, aún en los 90's, se respiraba un aire de romanticismo idealista, algo excitante estaba pasando, las guitarras volvían a ser el signo de la nueva rebelión. O algo así…

Algunos nos sentíamos como de vuelta a los buenos 70's, la nueva música ocurría abrevando en aquellas míticas y olvidadas bandas, los sintetizadores retrocedían ineficientes a la hora en que la sangre volvía a hablar.

No hablemos de negocios ni de moda. Sólo de música.

Soundgarden alcanzaba su máximo pico con este disco (lo siento por los amantes de “Badmotorfinger”).

¿Por qué?

Venían transitando el camino de Black Sabbath + Whitesnake + Zeppelin, pero con este “Superunknown”, los días se volvieron más oscuros, las canciones más acertadas, una perfecta mezcla de letanías, melodías, estribillos, alaridos y colores que nos llevan al crepúsculo , justo cuando el sol decide que es hora de eliminarnos mientras nosotros comemos un asado en el patio trasero, o nos preparamos para cojer con el perro, como en un día cualquiera...

En este, Cornell dejó de gritar TAN agudo y encontró el balance de su voz, las canciones cerraban, las letras, todo. Cada músico aportó en la composición con variadas influencias e interpretaron y sonaron impecables. Matt Cameron debería escuchar este disco para acordarse de cómo desafiar los límites...

En discos anteriores había hits, pero en este hay HITS y el mundo estaba listo para darse cuenta y abrazarlos. Una agradable sarna, una luna enferma, surfear de noche entre tiburones, comprar, comprar, comprar, estar solo y vagar por shoppings hasta que se acabe el crédito y tener una gran nada entre los brazos. Llegar a casa, sentir el vacío, y volver a salir. Esperar.

Podría ser la banda de sonido del día antes del desastre, el día en que tu vida dejaba de ser agradable, placentera, anodina, adolescente, fácil...
El día antes del abismo, este disco te lo estaba avisando...

Ahí viene el sol...

6 de diciembre de 2008

Gran Cuervo - Demo

Con extremo orgullo y con el permiso de Caracol Rojo Discos, presentamos en Zann la edición de la primera grabación de Gran Cuervo, la banda platense de muy queribles drogadictos (me incluyo) con los que he compartido escenario e incontables viajes del sonido.



Para todo aquel que aprecie la psicodelia espacial y el espíritu punk de Comets on Fire y The Mars Volta, los riffs densos y sucios de Eyehategod y la abrasividad de Merzbow sugiero empezar por este primer demo. Con uds la primera banda stoner con un thereminista de miembro permanente, y cuyos shows tienen la característica permanente de lo imprevisible y siempre cambiante, una canción de Gran Cuervo nunca es la misma en vivo.

Download/Descarga
Gran Cuervo - Demo

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4 de diciembre de 2008

Gran Cuervo, Live in La Plata





Si sres, Gran Cuervo, en vivo en La Plata. De la Ostia, 49 entre 12 y diagonal 74, Viernes 5/12 a la noche (o sea el 6/12 la 1AM). 5$
Mucho ruido y muchas nueces

3 de diciembre de 2008

Comentarios de discos

Por Fernando Suarez.


El Camino Más Difícil “Siempre quemando los caminos de vuelta” (2008): Pueden parecer exagerados. Pueden serlo, a veces. Pero, ¿qué mente obtusa podría siquiera considerar que la pasión sea mesurada y conservadora? Hay heridas que tal vez nunca sanen, no importa mientras puedan ser exorcizadas con puños en alto y gargantas al rojo vivo. La sangre fluyendo en ríos de redención. Claro, el cinismo acecha siempre con su mirada diminuta. Entender cómo funciona el mundo no significa tener que aceptarlo. Ciertamente estos caminos han sido recorridos antes. La huella de los pioneros es indeleble y sin embargo estos gritos no están cubiertos de polvo. Sólo hace falta respirar profundo, dar un paso al costado y detenerse a contemplar con verdadera atención estas nuevas formas de expresar la misma frustración de siempre. Porque toda la pasión del mundo no sería nada sin ideas que la sustenten. Pueden parecer inocentes. Pueden serlo, a veces. Pero, ¿qué corazón achicharrado podría creer que la inteligencia y la inocencia se excluyen necesariamente? Bueno, estos corazones están abiertos y no están dispuestos a ofrecer meras promesas vacías. Ellos quieren entregarse, entregarnos algo de valor, algo más que rígidas poses superficiales y slogans vacíos de imaginación. Y no se trata de pertenecer o no. Nunca se trató de eso. Se trata de compartir, de forma honesta, genuina. Y, aunque a muchos les cueste creerlo, esto es arte. Arte que suda, se retuerce y estalla en tu cara. Arte que piensa más allá de sus supuestas limitaciones. Arte que no es sólo un fin en sí mismo. Pueden parecer pretenciosos. Pueden serlo, a veces. Pero, ¿qué remedo de ser humano podría confundir la conexión verdadera con otras personas con los mezquinos recovecos del mercantilismo a ultranza? No me preocupa sonar exagerado, inocente ni pretencioso: sé que estos refrescantes vientos que soplan no son sólo producto de mi imaginación.



Moss “Sub templum” (2008): Eternos pasillos que conducen a ningún lugar. Escaleras que se desdoblan disolviendo las leyes de la física. Ecos fantasmales retroalimentándose con sus propios lamentos. Cuatro temas en setenta y cuatro minutos y ni una ínfima gota de aire para respirar. Atmósferas turbias, escapadas de la peor de las pesadillas narcóticas. El pulso cansado de los moribundos en su lecho de muerte. ¿Riffs? ¿Quién necesita riffs pudiendo usar truenos que quiebren la estructura misma de la tierra? Cada temblor resuena por siempre, infiltrándose lentamente en los recovecos de la mente, plantando semillas envenenadas que dan sus abyectos frutos con cada nuevo estallido de graves. Desesperación en cámara lenta, asfixia a la enésima potencia. Moss construye inabarcables paredes de polvo endurecido y podés intentar escapar pero lo único que vas a lograr es adornar dichas paredes con restos de uñas y sangre. Sólo tres inglesitos con caras de amargados bastan para erigir estas agobiantes arquitecturas de perdición alucinógena. Prescinden del bajo en su formación, y es curioso porque si hay algo que no le falta a este viaje de displacer son graves. Enormes, sólidos bloques de graves. Balanceándose en el tenue límite entre la abstracción y las formas definidas. Entre la majestuosidad de grises monumentos al fin de los tiempos y el patetismo de almas quebradas por el peso de sus propios abusos. Doom sin concesiones, con un pie en el Drone y el otro en el Funeral. Ideal para musicalizar la más desoladora experiencia lisérgica que puedan imaginar.


Captain Cleanoff “Symphonies of slackness”(2008): Ya desde el título del disco queda claro que esto no es material para colgarse el monóculo. Y está bien, no todo en la música tiene por qué ser seriedad. Estos pibes demuestran que hay vida más allá de Blood Duster en el Grindcore australiano. Y, a pesar de la referencia chistosa, este no es otro clon de Carcass. Ok, hay influencias de los de Liverpool (¿John?, ¿Paul?, ¿esos quiénes son?) en forma de algún que otro riff más retorcidito y ciertos gruñidos guturales que recuerdan al joven Bill Steer, pero la brújula de Captain Cleanoff sigue el norte de Napalm Death y Brutal Truth. O sea, el costado más Hardcoroso del Grind que, no obstante, no se priva del buen sonido, las buenas ideas instrumentales y la dinámica para mantener la intensidad sin caer en la monotonía. Y sí, los temas son cortos, el disco dura menos de media hora, las guitarras son motosierras afiladísimas, la batería es un infierno repiqueteante de blast-beats y doble bombo, el bajo es una erupción casi inaudible y las voces alternan entre los graves tipo “mostro” y los chillidos agudos que destrozan tímpanos. No hay mucho más que agregar, es sólo Grindcore pero me gusta.



The (International) Noise Conspiracy “The cross of my calling” (2008): Tras la disolución de Refused, el vocalista Dennis Lyxzén no perdió el tiempo y formó The (International) Noise Conspiracy con la intención de lograr la “cruza exacta entre Elvis Presley y el Che Guevara”. Grandes palabras, por cierto, pero no esperaríamos menos de uno de los cerebros creadores de semejante obra maestra como lo es “The shape of Punk to come”. Diez años y cinco discos después la conspiración continúa. Y, a decir verdad, lo que logra esta banda no es exactamente lo propuesto en el enunciado de más arriba. Musicalmente, el ahora cuarteto se aferra al Rock de los 60’s con claras influencias de The Who, James Brown, The Doors, MC5 y los Rolling Stones, por sólo nombrar a un par. Y, básicamente, el que no mueve la patita con estas canciones es porque está muerto en vida. Las guitarras no desbordan de distorsión pero saben exactamente dónde hay que pegar para que duela y que ese dolor sea casi orgásmico. Los arreglos con percusiones, hammonds e instrumentos de viento aportan la variedad necesaria y dotan al grupo de un aire soulero nada despreciable. En el terreno vocal, la banda creció enormemente, logrando las líneas melódicas más destacadas y gancheras de su carrera, sin por eso diluir la energía. Vamos, el espíritu Punk no los abandona y el fantasma de clásicos de los 90’s como The Nation Of Ulysses o Make-Up sobrevuela y aprueba con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Lo que nos lleva a la parte política/ideológica de estos suecos. Ellos se definen como marxistas, pero se encargan de dejar en claro lo lejos que están del Stalinismo. Lo cual es más que saludable, desde ya. A eso súmenle una clara vocación situacionista, fundiendo la música, las letras y la estética del grupo en un único manifiesto en contra de la cultura capitalista. O sea, prácticamente los mismos conceptos que se barajaban en el mencionado álbum final de Refused, pero acentuando el amor por el espíritu revolucionario de los 60’s y haciendo realidad el slogan de los Tupamaros, "¡O Bailan todos, o no baila nadie!", del cual se apropiaron. Y si antes estuvimos bailando los pasos equivocados, es hora de corregir ese error.


Trash Talk “Trash talk”(2008): Caos. Sobredosis de adrenalina haciendo estallar las venas. Miles de ideas apiladas en brevísimos estallidos sonoros. No, no es Grindcore, aunque no faltan los ocasionales blast-beats ni las voces podridas. Tampoco es Noise o Mathcore, y no por ello las estructuras son menos esquizofrénicas. Y, claro, no es estrictamente Hardcore a pesar de la inmediatez enérgica que derrochan estos casi quince minutos de pura violencia. ¿Violencia? Sí, parece haber un resurgimiento de aquella especie de micro-escena conocida como Power-Violence, y Trash Talk, con este álbum debut (luego de algunos ep’s y splits) se suma a nombres como Iron Lung o The Endless Blockade en la lista de actos destacados. Las guitarras van y vienen con riffs simples pero siempre mutantes, acompañadas por bases que nunca se quedan en un mismo lugar por demasiado tiempo y voces que se quiebran tratando de alcanzar la velocidad de las canciones. Y sí, también hay lugar para los rebajes Sludge y las capas de puro ruido blanco que Man Is The Bastard nos enseñó a amar. Todo está en su lugar y el cuarteto exhibe la personalidad necesaria como para no olvidarlos, sumando inclusive algún que otro riff con groove casi rockero. Y, claro, la intensidad que no decae nunca, la capacidad innata para sorprender a cada segundo sin necesidad de sobrecargar las cosas ni de apilar notas innecesarias en el pentagrama. La imaginación al servicio del Hardcore más extremo que se pueda concebir o la mayor deformidad que pueda lograrse sin que se asome la palabra “progresivo” por ningún lado. Ustedes eligen. Yo elijo no perderme esta joyita.


Outlaw Order “Dragging down the enforcer” (2008): ¿Extrañaban a Eyehategod? Si la respuesta es negativa (bueno, esta gente es bastante negativa…) pueden dejar de leer ya mismo y volver a sus cd’s de Britney Spears, Avenged Sevenfold o lo que sea. Para la gente que no es sorda y tiene sangre de verdad en las venas, les cuento que Outlaw Order es ni más ni menos que Eyehategod pero sin Jimmy Bower, con el bajista Gary Madder tomando su lugar en una de las guitarras y el puesto de las cuatro cuerdas a cargo de Pat Bruders, miembro de Crowbar. Oh sí, nada puede fallar. Esto es Sludge de calidad, con todos los acoples, los riffs sabbatheros bastardeados, los gritos desgarrados, la crudeza punky y el nihilismo sureño que se necesita para jodernos la cabeza. Once temas (bueno, son nueve más intro y outro) con la distorsión en once y la violencia en diez mil millones. Con el costado Hardcore intacto y siempre listo para incitar a patearle la mandíbula a quién sea que nos esté molestando. Toda la incomodidad, la frustración, la alienación y la certeza de que este mundo no está hecho para nosotros. Cinco auténticos criminales regodeándose en pantanos de odio y energía negativa, capaces de crear el groove más aplastante y enfermizo que Tony Iommi jamás osó imaginar. Y sí, hoy en día hay legiones de barbudos tratando de replicar (algunos bastante bien, hay que admitirlo) las enseñanzas de estos linyeras iluminados por el mal, pero con sólo un acople ya sabemos que son ellos. Sólo basta un bleaurrrrrgghh para saber qué el tipo detrás del micrófono es el gran Mike Williams. Ah, encima esa joya que es el tema que da título al disco, donde se pasean por un medio tiempo amenazante que va creciendo en intensidad hasta alternarse con aceleradas inesperadas y rebajes babosos que se te pegan a la piel como sanguijuelas. Con estos tipos nunca se sabe qué puede pasar, así que yo recomendaría que no se priven de disfrutar de este nuevo discazo de Eyehategod disfrazado de proyecto paralelo.


Canvas “Canvas”(2008): Figuras esqueléticas dibujadas por gruesos trazos de carbón que se quiebran, se doblan y vuelven a sus lugares sin seguir ningún patrón lógico discernible. La negrura de sus movimientos se tiñe de sangre, irregulares y amenazantes manchas rojas que esconden algo peor de lo que muestran. En lo que a mí respecta, Canvas es la revelación nacional del año. No sería justo meterlos en un rígido estereotipo siendo una banda tan joven, pero bien podría decirse que este ep de siete temas es el primer disco Mathcore editado por un grupo argentino. Pero esto está lejos del caos calculado de The Dillinger Escape Plan, aquí brillan las catárticas disonancias de bandas como Converge, Botch o Deadguy. Ok, no están inventando la pólvora, pero para una escena metalera que todavía cree que el futuro está en repetir riffs de Iron Maiden con voces podridas arriba y algún ocasional breakdown, esto es vanguardia pura. Y, más allá de las comparaciones, Canvas tiene las canciones para sostenerse. Guitarras con ideas y recursos, estructuras laberínticas pero sin exagerar, intensidad para regalar, variedad, emoción (y antes de que salten, no, esto no tiene nada que ver con lo que hoy en día se conoce como Emo), cinco jóvenes músicos abriendo sus almas a grito pelado y sin perder de vista el hecho de que están haciendo música. Quince minutos y monedas de sorpresas constantes, espasmos incontrolables, riffs que abren agujeros en la mente dejando entrar gérmenes desconocidos, canciones como espirales capaces de retorcerte el alma y transformar tu percepción. Un auténtico hito en el Rock vernáculo, especialmente recomendado para aquellos que prefieren no conformarse con poco.



Verse “Aggression”(2008): Doce manifiestos en contra de un mundo que nos ha decepcionado demasiadas veces. Es imposible negar la desazón que se esconde debajo de esta agresión. No se trata del mero placer de cerrar los puños con fuerza. Verse da vuelta el Hardcore de adentro hacia fuera y logra transformarlo en algo más que una mera experiencia adolescente. Y, no, no hablo de Post-Hardcore. Tampoco de elucubraciones metálico-progresivas al estilo de Shai Hulud. El sonido de este quinteto es único y sin embargo no se sale de los márgenes del Hardcore. Claro, se juegan con ritmos variados, dosifican la velocidad con sabiduría, saben que las guitarras pueden dar más que los mismos tres acordes de siempre, pero no se engolosinan con enrosques innecesarios. Y golpean duro, muy duro. Pero yo no hablaría de violencia, esto es pura pasión. Estos gritos no provienen de corazones llenos de odio. Estos enormes himnos de desesperación están construidos con el alma y la mente enfocadas en superarse. Y lo logran. Puede sonar exagerado, pero esta gente está llevando el Hardcore a un nuevo nivel de profundidad emocional e intelectual. Es refrescante escuchar una banda que no le teme a la melodía pero que sabe usarla de formas poco convencionales. No esperen estribillos poperos ni coros de cancha, pero no teman sentir un inevitable nudo en el estómago cuando el peso de temazos como “Old guards, new methods”, “Earth and stone” o la increíble trilogía (sí, leyeron bien) de “Story of a free man” les caiga encima. Por supuesto, nada de lo que yo escriba les podrá dar una idea acertada de lo que Verse ha logrado en este revolucionario (en música y letras. Por fin un grupo que entiende que ser Straight Edge no tiene sentido sin una postura política que lo sustente) tercer disco. Y no lo estoy limitando solamente al espectro del Hardcore, “Aggression” es de escucha obligatoria para cualquiera que aprecie la música hecha con intensidad, buenas ideas y lucidez ideológica. De cabeza al top ten del 2008.


Wetnurse “Invisible city”(2008): Sólo por el hecho de ser invisible no quiere decir que esta ciudad no exista. Claro, por lo general, tendemos a creer que lo único que existe es aquello que conocemos. Y así nos transformamos en estas pequeñas ratitas que caminan en cuatro patas. Estos neoyorquinos no temen estirar los brazos de sus mentes hasta tocar el infinito y moldearlo a su antojo. Y seguramente se divierten adivinando nuestras caras de desconcierto. Tal vez no tanto como nosotros tratando de adivinar a dónde nos llevará cada angulosa esquina de este laberinto musical. Y no hablo de eclecticismo. Aunque, claro, definir esto es más difícil que encontrar el talento de Andrés Calamaro. Muy pocas bandas perciben realmente todo el potencial que pueden tener un par de guitarras distorsionadas. Menos aún son las que logran capitalizar dicho potencial en composiciones interesantes, rebuscadas, violentas pero nunca aburridas. ¿Progresivos? Qué sé yo. Sólo si aceptamos a Mr. Bungle, Today Is The Day o Brutal Truth en dicha categoría. Bueno, a King Crimson también, pero eso es hacer trampa. ¿Dije guitarras distorsionadas? También hay acústicas y les puedo asegurar nunca escucharon algo así en un disco de Metal extremo. ¿Quieren hits? Jódanse, esto no es material para quinceañeras. ¿Quieren sentir cómo se les derriten las neuronas con cada ritmo en forma de espiral, con cada avalancha de riffs descuartizados, con cada quiebre de las cuerdas vocales? Bien, ahora nos entendemos. “Invisible city” es algo así como estar en el microcentro en plena hora pico y alternar entre correr atropellando a todo el mundo y arrastrarse mientras legiones de zapatos y miradas despectivas te caen encima. O como los sueños de un Stephen Hawkings pasado de ácido. Podría agregar alguna otra ñoñada, como destacar los contrapuntos y las combinaciones entre riffs en tonos menores y punteos en mayores, pero eso es de maricones. Y en definitiva no hacen falta pergaminos académicos para disfrutar de esta delirante maravilla. Sólo una recomendación, escuchar sin distracción (y hasta me salió en versito y todo).


Capsule “Blue”(2008): Es una pena que, hoy en día, hablar de Emo sea sinónimo de adolescentes conflictuaditos, maquillados y listos para mostrarse en el programa de Chice Gelblung. Es una pena porque, de esa forma, una gran porción de historia musical queda desterrada e ignorada por la mayoría. Volviendo en el tiempo hasta mediados de los 90’s, bandas como Policy Of 3, Indian Summer o Angel Hair construían un sonido caótico, disonante y crudo en base a las enseñanzas de pioneros aún más viejos como Moss Icon o Heroin. Capsule no hubiera desentonado con esas bandas. Y, en definitiva, qué importan los rótulos ante una música que derrocha intensidad por los cuatro costados. Canciones cortas, epilépticas, enérgicas, creativas y, por sobre todas las cosas, emotivas. Guitarras que transforman la tensión en catarsis, ritmos cambiantes, irregulares, voces quebradas, graves explosivos. Lo bueno es que Capsule no se queda en el mero hecho de recrear los sonidos de culto de antaño. La emoción violenta se complementa con rasgueos limpios arrastrados, pasajes casi lisérgicos de trance hipnótico y repetitivo, y una pericia técnica que les permite jugar con los tiempos y las armonías a su antojo, por momentos rozando el Mathcore. Por supuesto, se requieren unas cuantas escuchadas para ir descubriendo de a poco el enorme caudal de música que esconden estos diez estallidos sonoros con todas sus idas y venidas en tan poco tiempo. Y, claro, esto no es sólo un ejercicio para la mente y los oídos, también lo es para el corazón. Y de eso debería tratarse cualquier música, en definitiva.


P.H.O.B.O.S. “Anaedipal”(2008): Venas de magma ardiendo a través de este estómago de roca sólida. Gigantescas fauces de metal devorando nuestras percepciones de cemento. Máquinas de odio limpiando las calles con pasos implacables. Visiones eternas de edificios que colapsan tiñendo el aire de un denso gris. La marcha incesante de fantasmas que portan lo que solían ser nuestros rostros. Mareas de cables de alta tensión estrangulando el mismo núcleo de la tierra. Las placas tectónicas se abren de par en par y en su interior encontramos la evidencia de ninguna divinidad que nos salve. Un infierno de hielo que quema la piel. Transmisiones contaminadas anunciando lo inevitable con voz de hierro. Un horizonte de insectos mecánicos se acerca lentamente y su zumbido transforma nuestros oídos en estallidos de sangre. Imágenes entrecortadas por una lluvia eléctrica de estática. Miembros que se funden con el áspero polvo que solía sostenernos. El ritmo obsesivo de miles de cadenas oxidadas lacerando la carne. Mantras funerarios para celebrar el fin de los tiempos. El futuro quema nuestras retinas con negros augurios de opresión. Gérmenes desconocidos y de formas horribles se infiltran por cada orificio, raspando con saña hasta disolvernos. Pequeños dientes de pura electricidad y cosquilleos terminales. Retumban los golpes del gran martillo cósmico. Vértebras mutando en una viscosa sustancia verdusca, cráneos que se encogen, globos oculares atravesados por palpitantes líneas rojas. Los sucios secretos de los dioses. La ventana abierta del universo recibiendo con brazos abiertos a sus legiones suicidas. Desiertos plateados y lluvias negras. Sacerdotes del ruido blanco ofreciendo a sus últimos feligreses en sacrificio. El impenetrable vacío del mañana fundiéndose en el tiempo con las cansadas horas de nuestra cotidianidad.