29 de abril de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-F “I-III” (1994)
El nombre del grupo es una letra, el del disco dos números romanos. No es el más amigable de los comienzos. Si a eso le suman que dicho álbum contiene sólo tres temas que van de los doce a los casi diecinueve minutos de duración, entonces queda claro del todo que no se trata de gente que esté buscando un éxito inmediato ni nada que se le parezca. F fue un trío finlandés originalmente conocido (bueno, eso de conocido es un decir) como Funcunt que, luego de un par de demos, abreviaron su nombre, lanzaron un split con Bewitched, grabaron su único larga duración y se separaron sin dejar más rastros. ¿La música? Bien, pueden llamar a esto Metal Progresivo, si quieren pero, desde ya, si están pensando en Dream Theater o Queensrÿche se van a sentir gratamente decepcionados. El Mr. Bungle de “Disco Volante” sería una referencia más adecuada y aún así estamos lejos. Más aún si notan las fechas de edición de ambos discos. Hablamos de composiciones laberínticas, de desarrollos caóticos e impredecibles, plagadas de cambios de ritmo y climas delirantes, de guitarras que se disparan en cualquier dirección posible (riffs angulares, enfermizos rasgueos jazzeros, ruidos inverosímiles, frenéticas cabalgatas distorsionadas, desconcertantes arpegios y texturas psicodélicas, y así hasta el infinito), de teclados alucinógenos que cubren cada resquicio sonoro, de extrañas melodías diseñadas para generar las visiones más surrealistas jamás concebidas, de voces que suenan como los lamentos lejanos de oscuros monjes psicóticos invocando demonios lisérgicos. Sí, material enfermo, retorcido y difícil pero sumamente original y creativo. Les puedo asegurar que jamás escucharon algo así y eso sólo ya debería ser motivo para prestarles atención, qué tanto. El grado de imaginación, tortuosa intensidad y profunda musicalidad aquí desplegados resulta sencillamente abrumador. Si son de aquellos que aprecian las cosas deformes y bien hechas (con esto último me refiero a bien interpretadas, bien grabadas y presentadas de forma prolija y profesional), esto es material de escucha obligatoria.


-Neck “Should my fist eye” (2000)
Algunos de ustedes probablemente recuerden a Nek, aquel cantante romántico italiano obsesionado por Sting que, a fines de los noventas, nos contaba que “Laura se fue”. Bueno, esto no tiene nada que ver. Ahora bien, aquellos que disfruten del Mathcore y tengan la costumbre de indagar en los árboles genealógicos de las bandas, tal vez sepan que dos miembros de Car Bomb (aquella banda que debutó con el genial “Centralia” en 2007, editado por Relapse Records) solían formar parte de estos Neck. Y si no lo sabían, ahora lo saben. Ya en su debut homónimo de 1998, estos neoyorquinos demostraban un marcado gusto por combinar las excentricidades estilísticas de bandas como Faith No More y Mr. Bungle con un sonido agresivo y extremo, en algún lugar entre el Hardcore y el Metal. “Should my fist eye” profundiza esa línea y logra resultados tan personales como atractivos. Se nota que los tipos escucharon su buena dosis de Meshuggah y eso se traduce en ritmos y riffs que generan dolor de cabeza de sólo intentar seguirlos. También queda claro que los climas espesos y las guitarras gordas de un grupo como Neurosis tampoco les son ajenos, aunque dichos elementos estén presentados de forma diferente. Efectivamente, las raíces del grupo en el Hardcore más metálico son indisimulables y allí están los crudos alaridos, el groove violento y los machaques portentosos para demostrarlo. Lo que termina de dar sabor a esta ensalada de influencias es la parte experimental. Como dijimos antes, los mismos músicos admitían la fuerte influencia que las ex bandas de Mike Patton ejercían sobre ellos a la hora de componer y no seré yo quien los contradiga. Cambios de ritmo inesperados, cuidadísimos y abundantes pasajes melódicos (algunos inclusive adornados con teclados y guitarras limpias), combinaciones inusuales de estilos, atmósferas deformes bordeando un especie de surrealismo iracundo e inclusive arreglos cercanos al Noise y el Mathcore exponen la voluntad de Neck por no conformarse con los esquemas habituales dentro del Metal extremo. Tal vez la referencia más inmediata, a la hora de describir su sonido, sean sus conciudadanos Candiria, aunque aquí la cosa es mucho más compacta y enfocada (aún dentro de la locura generalizada) y no hay lugar para flirteos con el Hip-Hop ni el Reggae. Ideal para metaleros nerds.


-Cry Baby Cry “Jesus loves Stacy” (2002)
Infecciosas, coloridas, efervescentes. Tales son los adjetivos que resuenan en mi cabeza a la hora de describir las catorce (bueno, también hay dos juguetones tracks escondidos al final de la placa) canciones que componen el único registro discográfico de este cuarteto multigénero (dos chicas y dos chicos) oriundo de Washington D.C.. Con sus coros perfectos, sus delicados arreglos (chequeen esos teclados sesentosos) y sus preciosas melodías demuestran un profundo conocimiento y respeto por el Pop, mientras que las guitarras distorsionadas, los ritmos frenéticos, las letras de punzante inteligencia y los crudos alaridos los colocan, sin duda alguna, en la vereda del Punk. Pueden llamarlo Punk-Pop, siempre y cuando dicha categoría también se aplique a bandas como Pixies, Throwing Muses, Superchunk, Redd Kross y Bikini Kill. En efecto, Cry Baby Cry maneja a la perfección el fino arte de deformar las estructuras y desafiar los encasillamientos sin perder nunca de vista el gancho y la emoción de las canciones. Claro, formando parte de la escudería Dischord (garantía de calidad) es de esperar que algo de esa impronta enroscada del Post-Hardcore se cuele en los recovecos del disco, aunque sea de forma sutil. Tenemos, entonces, los riffs filosos, las densas texturas y las variantes dinámicas para que los nerds analicen con detenimiento. También tenemos los estribillos irresistibles y los momentos reposados para aquellos que buscan un encanto inmediato. Y todo viene con una energía urgente, visceral y contagiosa que invita (obliga, casi) a responder con todo el cuerpo. “Jesus loves Stacy” puede pasar de la alegría más soleada a la más sombría de las introspecciones y de allí a una violencia casi psicótica sin que ninguno de esos picos se haga demasiado pronunciado. Casi como la vida misma.


-Sex Positions “Sex positions” (2003)
Es una pena que la vida de Sex Positions haya sido tan corta. Tras diversas idas, venidas y cambios de formación, lo único que ha quedado como legado es este debut homónimo. Y no es que sea poco pero, si con sólo un disco lograron semejantes resultados (musicalmente hablando), imaginen lo que podrían haber logrado de haber desarrollado aún más su personal propuesta. Surgiendo de la disolución de The Dedication, quedan más que claros los lazos de Sex Positions con el Hardcore más rabioso y pasional pero eso no es, ni por asomo, todo. Sí, la impronta de bandas como Give Up The Ghost y The Hope Conspiracy está presente en las voces y la furia general que transmiten estas once canciones pero también hay lugar para otros elementos. Tenemos serias referencias a Black Flag (tanto en su estado más primitivo como en el más enroscado), al Noise-Rock y hasta pasajes de una soltura netamente Rockera, casi como unos Stooges sobrecargados de adrenalina y distorsión. Aunque, claro, probablemente el punto definitivo que separa las aguas aquí sea el empleo de elementos electrónicos a lo largo de toda la placa. Y no me refiero sólo a intros u ocasionales texturas adicionales. El quinteto va más allá de un flirteo superficial y se anima a plantear ideas que pueden recordar tanto a los experimentos de Refused en “The shape of Punk to come” como a las manipulaciones sonoras de los legendarios Mission Of Burma. Efectivamente, por momentos las intromisiones electrónicas se tornan inesperadas y despedazan y reordenan las estructuras de las canciones con resultados sorprendentes. Lo mejor, insisto, es que no se trata de un pastiche gratuito o a medio cocinar. De alguna forma, estos bostonianos se las arreglaron para que el disco fluya naturalmente, manteniendo una coherencia y una intensidad poco comunes en bandas así de experimentales. O sea, en el núcleo (je) mismo de la propuesta, esto sigue siendo Hardcore de la mejor cepa. Desde ya, es probable que los oyentes más conservadores del género estén en absoluto desacuerdo pero eso es problema de ellos. En lo que a mí respecta, cualquier banda que encare el Hardcore dejando de lado los imaginarios manuales de reglas está, ni más ni menos, reivindicando el verdadero espíritu del mismo.


-1.6 Band “The checkered pasts of all kings present” (2010)
¡Noventas, a mí! Ok, admito que los refritos de cualquier década suelen ser un auténtico bodrio pero no puedo con mi carga generacional. Vamos por partes. 1.6 Band fue un grupo oriundo de New Jersey que existió entre 1991 y 1993 y, en tan corto tiempo, se las arregló para dejar una marca indeleble en la escena Post-Hardcore (por así llamarla. Algunos de sus integrantes venían de los geniales Beyond, donde también militaran futuros miembros de Quicksand y 108) de su ciudad natal a base de un sonido epiléptico e histérico que probaría tener más de un lazo con lo que luego se conocería como Math-Rock. No por nada, de su disolución surgieron grupos tan destacados como The Crownhate Ruin o Die 116. En 2008 decidieron reformarse para presentarse en vivo junto a los también reunidos (e igualmente legendarios) Rorschach y, dos años después, aquí tenemos su primera entrega discográfica en mucho, mucho tiempo. Sí, se trata de un ep con sólo cuatro temas pero con eso basta para llenarme de entusiasmo y cautivarme cual colegiala. Si algún periodista alguna vez los definió como unos “Minutemen de muy, muy mal humor”, “The checkered past of all kings present” no hace más que confirmar que el traje no les queda grande. Sincopados ritmos de Funk angular propulsados con una energía avasallante, riffs serpenteantes, disonantes y laberínticos, voces declamativas e intensas pero con el grado justo de swing y melodía, y unas canciones cargadas de adrenalina e inteligencia en iguales y abundantes dosis. Vamos, suculento alimento para la mente y el espíritu y un inevitable disparador de las más disparatadas danzas. Si no los conocían, es una excelente oportunidad para hacerlo (también pueden chequear “Broke up”, el disco que compila en su totalidad el material registrado en sus años previos) y, en caso contrario, ya deberían estar disfrutando de esta maravilla. Por cierto, si visitan www.metastasisrecords.com (la página web del sello que edita el disco), podrán descargarlo de forma gratuita. No sé que más le pueden pedir a la vida, realmente.


-1349 “Demonoir” (2010)
No es la primera vez que pasa y, ciertamente, no será la última. Un grupo de Metal da un brusco timonazo en su propuesta, logra resultados excepcionales que trascienden los nichos genéricos, la prensa y los fans los defenestran por ello y el grupo en cuestión decide replegarse, retomar algo de su anterior sonido y administrar con cuentagotas los elementos experimentales. Tal es el caso con 1349. Luego del genial (y, evidentemente, incomprendido) “Revelations of the black flame”, donde el cuarteto se metía de cabeza a explorar texturas Industriales, ritmos lentos y climas psicodélicos, llega este “Demonoir”, anunciado de entrada como un regreso a las fuentes. Puesto así no suena muy auspicioso, dado que los trabajos previos de estos noruegos son prácticamente desechables en su totalidad, pero la cosa no es tan lineal. Sí, la mayoría de los temas recrean el viejo esquema de blast-beats vertiginosos, riffs técnicos y violencia al por mayor pero, a lo largo de toda la placa (de hecho, están ubicados entre tema y tema), hay lugar también para interludios ambientales que, sin duda alguna, guardan la impronta más abstracta (por llamarla de alguna manera) de su anterior placa. En ese sentido, se percibe también una mayor variedad en las voces y un cuidadoso trabajo de texturas debajo de las persistentes oleadas de agresión que hacen que “Demonoir” no sea una absoluta pérdida de tiempo. En fin, no puedo evitar compararlo con “Cause for conflict” de Kreator, aquel disco donde los alemanes intentaban reconciliar su marca registrada de Thrash histérico con la profundidad vanguardista de su antecesor, el magnífico “Renewal”, otro trabajo que no fue cabalmente apreciado en su momento. Para mi gusto, sin ser del todo un mal disco, “Demonoir” es un paso atrás, aunque es probable que los fans más radicales y conservadores se sientan más a gusto con él. Como siempre, será cuestión de que escuchen y saquen sus propias conclusiones.


-Altar Of Plagues “Tides” (2010)
Bueno, la cosa es simple. Luego de un prometedor álbum debut (“White tomb”, editado el año pasado), los irlandeses (si lo ven a Bono, lo escupen en la cara de mi parte, ¿sí?) de Altar Of Plagues regresan con este ep de sólo dos temas para seguir esparciendo su oscura visión del mundo y de la vida en general. Para aquellos que no estén familiarizados con su propuesta, digamos que se trata de esa combinación, tan en boga hoy en día, de rabioso Black Metal con la densidad y las texturas monolíticas del así llamado Post-Metal. O sea, el hijo bastardo que, inevitablemente, tendrían DakrThrone, Isis y Godflesh, por así decirlo. Como ya dijimos, se trata de dos canciones pero, entre las dos, suman más de treinta y cinco minutos, así que hay bastante para masticar aquí. El cuarteto se mantiene en forma, con sus murallas de oscura distorsión flanqueando todo, sus climas herrumbrosos y asfixiantes, sus pasajes de introspección nihilista aportando respiros (o algo así) y sus épicos desarrollos envolviéndonos en un agitado viaje por el fin de los tiempos. Sin pestañear pueden pasar de aceleradas cabalgatas por heladas montañas a aplastantes marchas sobre ruinas urbanas y de ahí a exploraciones místicas del costado más siniestro del alma humana. Todo con una cohesión envidiable y un ajustado sentido de la dinámica que evita que nos quedemos dormidos a los cinco minutos de arrancado el disco. Si andan necesitando una buena cucharada de energía negativa y emociones desagradables (en el buen sentido, si tal cosa es posible), Altar Of Plagues está listo para obligarlos a tragársela.


-At Half-Mast “Flight patterns” (2010)
Tres temas, doce minutos y toda la emoción que cabe en el alma. Una voz que grita no para asustarnos si no para expresar su dolor. No hay vergüenza en exponer estas heridas. Y no hace falta disfrazarse de Emo para conmover. Esto es Hardcore con la pasión al rojo vivo. Guiado por una energía inagotable que transforma la frustración en combustible. Y no piensen que se trata de material genérico o falto de ideas. Las guitarras dibujan vívidas imágenes con una gama de recursos que tira por la borda la idea de que el Hardcore es un género cuadrado o falto de variantes, la base rítmica mantiene la intensidad en alto sin perder de vista la sabia dosificación de subidas y bajadas, las canciones mismas se erigen como sólidas construcciones donde la emotividad, la furia y la inteligencia se dan la mano y se enfocan hasta clavarse directo en el corazón. Sí, aquí hay melodía pero ni por un segundo piensen en adolescentes tontuelos montando skates bajo el sol californiano. Tal vez la comparación más atinada sea con Shai Hulud y eso no es poco. Ambos comparten esa mezcla de empuje visceral, intrincada elaboración instrumental y el toque justo y necesario de preciosismo melódico. Pueden llamarlo Hardcore Progresivo, si quieren. Sin duda alguna, aquí hay suficiente material para que cualquier estudioso de la complejidad rockera se despache a gusto. Y lo mejor es que todo ese despliegue de inventiva y precisión está presentado en canciones urgentes y descarnadas, casi como si la potencia que llevan dentro estos tipos se llevara por delante las sutilezas y el virtuosismo. Insisto con el excelente nivel que está exponiendo el género en los últimos tiempos y At Half-Mast es buena prueba de ello.


-Bipol “Fritter away” (2010)
¿Será esta la auténtica rebelión de las máquinas? Se infiltran en nuestras neuronas a través de nuestros oídos y las van infectando, poco a poco, con corrosivos virus sonoros, hasta que de ellas sólo queda un lejano recuerdo. Andreas Brinkert (tal el verdadero nombre que se esconde detrás de Bipol) no tiene ni un rastro de piedad. Absorbió hasta la psicosis las lecciones de los popes más virulentos del Noise y la Música Industrial, las masticó hasta hacer sangrar sus encías y ahora (bueno, ya lo había hecho con su anterior placa, la muy recomendable “Ritual” de 2007) nos devuelve el resultado con saña homicida. Aquí no hay lugar para el más mínimo gesto de redención. Los ritmos mecanizados y latosos marcan un paso opresivo, nos trasladan a un mundo transformado en una enorme y ominosa fábrica de pesadillas. La marea incesante de texturas abrasivas nos ahoga bajo toneladas de óxido, hierros retorcidos y densas polvaredas metálicas. Las voces aúllan desde transistores descompuestos, casi ininteligibles pero claras en su mensaje de desesperación y asfixia. ¿Quieren material bailable? No me hagan reír. El cuerpo asiste paralizado y amordazado a esta tortura sónica y cualquier intento de su parte por liberarse sólo lleva a su inevitable aniquilación. ¿Quieren comparaciones? Imaginen un GreyMachine (sí, aquel monstruoso proyecto de Justin Broadrick junto a Aaron Turner y un par de desquiciados más) despojado de su costado metálico/rockero y aún así estarán lejos. ¿No lo entienden? No importan los géneros ni los rótulos. Ni siquiera importa la música. “Fritter away” es una experiencia extrasensorial, no sólo unos minutos de esparcimiento y gozo masoquista. Es mucho más que unos garabatos sobre un pentagrama, es un millón de agujas abriéndose paso entre nuestras entrañas, es un malestar tangible y adictivo. ¿Quieren variantes? Aquí sólo existe la noche que generan estas grises murallas de ruido. Y, sin embargo, les llevaría una vida entera terminar de analizar la profundidad de estas composiciones. ¿Quieren música extrema? ¿Música que genere sensaciones realmente extremas y no meras fábulas de cine clase B? Si la respuesta es afirmativa, no pierdan el tiempo. “Fritter away” los espera con los dientes apretados y la inquebrantable voluntad de testear sus límites hasta las últimas consecuencias.


-Deathbound “Non compos mentis” (2010)
No solo de Rotten Sound vive el fan del Grindcore Nasumero finlandés (¿el qué?), Deathbound ya lleva diez años pateándonos la sien con su cáustica reinterpretación de las enseñanzas de Napalm Death y Terrorizer. Hasta comparten baterista con sus mencionados compatriotas. “Non compos mentis” es el cuarto disco del ahora trío y no hay objeciones a la vista. La guitarra suena como una motosierra oxidada y no para de escupir esos riffs mugrientos (a veces más Crustys, a veces más Deathmetaleros) y gancheros, las bases repiquetean constantemente entre blast-beats, rebajes Hardcorosos y el necesario toque de groove brutalizado, y la voz chilla y gruñe contagiando un odio irrefrenable. Ok, no es nada nuevo pero está tan bien hecho que podemos dejar pasar ese detalle. Ni siquiera temen incluir esos flirteos con la melodía que la banda del desaparecido Mieszko Talarczyk nos hizo apreciar en sus mejores momentos. Por lo demás, aquí tenemos catorce temas en poco más de media hora, uno más violento que el otro, envueltos en un sonido excepcional e interpretados con un desarrollado instinto de cuándo sacar el pie del acelerador y cuando arremeter con toda la furia. Dinámica que le dicen. En fin, si “Napalm” (el reciente ep de Rotten Sound) los dejó con ganas de más, aquí está “Non compos mentis” para saciar su sed de puro y jodido Grindcore.


-Enduser “1/3” (2010)
Con ocho años de inquieta carrera y una pila así de discos bajo el brazo, Lynn Standafer (bajo el alias de Enduser) se ha ganado un lugar en el vasto universo del Drum And Bass a base de una personalidad tan marcada como esquizofrénica. “1/3” es un ep (¿alguien lleva la cuenta de cuántas placas lleva editada este señor? Porque yo ya me perdí) de cuatro temas que confirma las dotes creativas de este oriundo de Cincinnati, Ohio. Tenemos, entonces, dos reversiones de temas viejos y dos nuevas composiciones. El viaje arranca con “2/3”, uno de los nuevos, donde Standafer se las arregla para combinar evocadoras melodías Soul (sampleadas de “Sleeping satellites” de Tasmin Archer) con frenéticas bases Drum And Bass y una densa capa de sonidos bordeando lo Industrial, logrando un efecto de envolvente melancolía a pesar de la violencia rítmica del tema. La sigue la nueva versión de “Death vest” (aquí con el sufijo 09), donde las voces sampleadas de Lush (las chicas abanderadas del Shoegaze inglés de los noventas) se funden en una marcha entre mística y siniestra, con beats que van del reposo al ataque fracturado y abrasivas melodías que intercalan climas soñadores con una profunda desesperación. Llega luego el segundo estreno, “1/3”, y allí el contraste se vuelve mucho más pronunciado. Por un lado, tenemos delicadas melodías de teclado pero estas pronto se ven arrastradas a un infierno de ritmos contracturados, climas opresivos y texturas corrosivas. Bien vale aclarar que estamos hablando de un tipo que nombra a bandas como Godflesh, Swans, Skinny Puppy, Pig Destroyer, Napalm Death, Melvins y The Young Gods como influencias, entre otros, con lo cual queda claro que la intención aquí no es pasar un rato agradable en las pistas de baile. El cierre llega de la mano del remix de “Interruption 4” a cargo de Cardopusher, compañero de sello de Enduser. La virulencia rítmica da lugar a un paso más cadencioso, cercano al Dub pero el clima alucinógeno, tenso y casi pesadillesco se mantiene intacto. En un fin, es sólo un pequeño entremés pero bien vale la pena saborearlo si están en busca de emociones fuertes.


-Minus The Bear “Omni” (2010)
En nueve años de carrera y a fuerza de tenacidad, talento y voluntad de superarse, Minus The Bear arribó a un logro nada desdeñable: que se hable de ellos como entidad propia y no como “el nuevo grupo del tipo que tocaba la guitarra en Botch”. Claro, ayuda que la propuesta musical sea casi diametralmente opuesta a la de la ex banda de Dave Knudson y que, disco a disco, el quinteto afiance un poco más sus capacidades como compositores de perfectas canciones Pop. Por supuesto, tratándose de quien se trata tampoco esperarán material falto de sustancia musical. Knudson sigue demostrando por qué es uno de los guitarristas más destacados de las últimas generaciones, un consumado virtuoso que, sin embargo, pone sus talentos al servicio de las canciones y no al revés, un tipo capaz de concebir los riffs más intrincados y luego adornarlos con melodías tan preciosas que parecen venir de otro mundo. Pero no sólo de ex miembros de Botch está hecho Minus The Bear. Tan primordial como la guitarra resulta también la labor vocal de Jake Snider (también guitarrista, vale aclararlo), con su tono siempre reposado y enemigo de los excesos y un instinto melódico sencillamente envidiable. El truco en Minus The Bear siempre consistió en conjugar de forma natural y fluida el gancho inmediato y la sensibilidad del Pop con las complejidades instrumentales del Math-Rock y el Rock Progresivo y arreglos provenientes del costado más elegante de la Música Electrónica. Grandes músicos en la búsqueda constante de la canción perfecta, ni más ni menos. Este cuarto disco (sin contar ep’s, discos de remixes y cosas por el estilo) se presenta de entrada como el menos contracturado y epiléptico, en comparación con los anteriores y, al mismo tiempo, resulta ser su trabajo más profundo y complejo. Por un lado, sí, las melodías mantienen la riqueza de siempre y se ponen bien al frente, con un Snider pletórico de sensualidad y emotividad nerd, y los riffs y los ritmos suenan menos enroscados y angulares que antaño (un proceso que, de todas formas, se venía insinuando paulatinamente en los discos anteriores) pero cualquiera con un par de oídos podrá notar que el trabajo de texturas, armonías, contrapuntos y arreglos se tornó mucho más detallado y vasto, tremendamente imaginativo pero sin perder nunca el foco. Madurez, que le dicen. Y lo importante es que “Omni” viene con toda esa inventiva y ese inabarcable vuelo creativo en forma de canciones redondas, memorables, emotivas, tan aptas para tararear como para apreciar sus infinitos detalles, auriculares de por medio. No se lo pierdan.


-Ramesses “Take the curse” (2010)
Me da pena admitirlo pero hoy en día parece haber una sobrepoblación de bandas dedicadas a cubrir el espectro del Doom/Sludge/Post-Metal o cómo diantres quieran llamarlo. Ustedes se preguntarán qué hay de malo en eso, y debo decir que, en mi caso, cuando un género musical se llena de arribistas sin demasiado que aportar y todo empieza a oler a pura pose sin sustancia, comienzo a perder el interés en él. Ramesses no es una banda nueva (ya llevan siete años en esto) y, ciertamente, están por delante de los imitadores y de aquellos que sólo pueden atinar a repetir (sin demasiada gracia, vale aclarar) esquemas conocidos hasta el hartazgo. Vamos, dos de sus miembros cuentan con la experiencia de haber formado parte de los gigantescos Electric Wizard, eso ya debería colocarlos en otra categoría. Lo bueno es que, lejos de dormirse en sus laureles o apoyarse únicamente en su curriculum, el trío insiste en una búsqueda personal y creativa. El truco es simple y, sin embargo, no mucho grupos pueden realizarlo de forma correcta: componer buenas canciones (sí, canciones y no sólo riffs o desarrollos épicos), mantener siempre alto el nivel de intensidad y no quedarse demasiado en ningún lugar específico. Pueden rompernos el corazón con melodías a la Crowbar o aplastarnos con guturales letanías a la Disembowelment, obligarnos a confrontar nuestros demonios internos como Neurosis, hacernos mover la patita como Cathedral, pintar oscuras catedrales como My Dying Bride (sin los teclados, muchas gracias), llenarnos de odio nihilista como Eyehategod, confundirnos y enfermarnos como Khanate, llevarnos de paseo por las más densas alucinaciones como Sleep, jugar con otros géneros como Unearthly Trance o, simplemente, hundirnos en un infierno sórdido y monolítico que lleva su marca registrada. Hasta se permiten alguna que otra acelerada de pura cepa Blackmetalera que no hace más que acentuar el clima maligno de la placa. Sí, en definitiva todo se reduce en los dedos de Tony Iommi pero, a esta altura, no nos vamos a quejar por eso. En cualquier caso, “Take the curse” demuestra que, aún en los géneros superpoblados, se puede encontrar material de calidad.


-Sabertooth Zombie “Human performance” (2010)
Si hay un adjetivo que le cae como anillo al dedo a este quinteto californiano es el de raros. Con un corazón firmemente anclado en la tradición más cruda y politizada del Hardcore, no temen irse por las ramas y experimentar con cuanto género musical se les cruce. Pueden adoptar los machaques y la pirotecnia guitarrística del Thrash y sin embargo nunca caen en el mero revival ochentoso. Pueden pasearnos por densos riffs Sabbáthicos sin necesidad de adoptar el tono épico del Doom ni la pose chauvinista del Stoner y sin sonar necesariamente a Sludge. Pueden adornar sus punzantes diatribas con marcados elementos psicodélicos pero aquí no hay lugar para devaneos drogones ni zapadas sin sentido. “Human performance” es el flamante ep de sólo dos temas con el que Sabertooth Zombie continúa el camino de aquel genial “...And Your Fathers Are Dead In The Ground” del año pasado. Y sólo con eso queda más que claro que estamos en presencia de un grupo con identidad propia. Ok, las voces rasposas, el nervio netamente rockero y las estructuras impredecibles pueden recordar lejanamente a Fucked Up pero se trata sólo de una mínima referencia como para ubicarnos. Su propio sello discográfico los promociona recomendándolos para fans de Electric Wizard, Metallica y Black Flag, eso ya debería darles una idea de por dónde vienen los tiros. No los pierdan de vista, nunca se sabe con qué van a salir en el futuro.


-Walter Schreifels “An open letter to the scene” (2010)
Este tipo de comparaciones por lo general no funciona pero, en mi mente, Walter Schreifels siempre fue algo así como el equivalente neoyorquino de Ian MacKaye, al menos en términos estrictamente musicales. Ayudó a fundar la escena Straight Edge en dicha ciudad en su paso por Youth Of Today y Project X y luego llevó ese sonido hacia la estratósfera con los geniales Gorilla Biscuits. Pasada la fiebre Hardcore, colaboró con CIV (una banda de talante melódico conformada por algunos de sus ex compañeros en Gorilla Biscuits), tuvo un breve proyecto llamado Moondog y fundó Quicksand, una de las bandas más relevantes e influyentes del Post-Hardcore (si así podemos llamara a la personal cruza de emoción, ruido, riffs contundentes, inteligencia y melodía practicada por el cuarteto) de los noventas. Gracias a discos imprescindibles como “Slip” (1993) y “Manic compression” (1995), Quicksand elevó la figura de Schreifels a la altura de visionario y, con esa experiencia bajo el brazo, fundó el sello independiente Some Records, donde editó a bandas sumamente recomendables como Hot Water Music, Errortype: 11 y Beyond, entre otras. Luego vino el turno de Rival Schools, donde nuestro hombre tomó lo aprendido en Quicksand y lo trasladó a terrenos aún más accesibles con resultados impecables. En 2003 sale al ruedo al frente de Walking Concert, con un sonido definitivamente más cercano al Indie-Rock y el Pop, casi sin rastros de su herencia Hardcore pero aún así manteniendo siempre alto el nivel compositivo. Este grupo tampoco duro demasiado y, tras varios años de silencio (y reunión de Rival Schools mediante) el buen Walter nos entrega su primer trabajo como solista. En primer lugar, y como para despejar cualquier tipo de duda, aclaremos que se trata de un disco casi íntegramente acústico, siguiendo una clara (y saludable) tradición de cantautor de tono entre Folk y Pop. Sí, los días de las bermudas y el mosh están cada vez más lejos pero aún así Walter los recuerda con dos geniales covers, “Don’t gotta prove it” de los mencionados CIV (aunque el tema fue compuesto por el mismo Schreifels) y “Sucker city” de los rudos Agnostic Front, en una versión que dejará boquiabiertos (en el buen y en el mal sentido, según cómo lo vean) a los fans de Roger Miret y compañía. Fuera de eso, lo que aquí tenemos son diez canciones guiadas por las magníficas melodías vocales de Schreifels, siempre emotivas y memorables pero alejadas de cualquier tipo de histrionismo innecesario, montadas en ritmos cadenciosos que invitan a mover la cabecita y adornadas por rasgueos tan sencillos como efectivos. El tono de las composiciones alterna entre la melancolía y una alegría siempre medida y reflexiva, con la impronta noventera siempre presente aunque sin tanta ironía, sin miedos de mostrarse desnudo emocionalmente ni de entonar las melodías más preciosas. En fin, no hay mucho más que agregar. Simplemente un puñado de canciones perfectas a cargo de uno los tipos más talentosos que ha escupido el mundo del Rock en general.

25 de abril de 2010

A Blink of Brahma - Destruction... Creation... CD



Finalmente el CD ZM43 (La primera edición en CD de Zann's Music) esá listo.
En edición limitada de 50 copias disponibles a $20 (argentinos).
El interesado contactarse por email a la dirección que aparece en Contact from Beyond ubicado en la izquierda de esta página.


Finally ZM43 CD (First CD release by Zann's Music) is ready.
We did a limited edition of 50 copies available, u$s 5 each.
Anyone interested should contact us by email us to the address in the Contact from Beyond banner on the left.













23 de abril de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Blood From The Soul “To spite the gland that breeds” (1994)
Es probable que tanto los fanáticos de Napalm Death como los de Sick Of It All ya estén al tanto de este viejo proyecto conformado por Shane Embury de los primeros y Lou Koller de los segundos. Recién durante los noventas Embury pudo dar rienda suelta al amor que, ya en los primeros años de Napalm Death, profesaba por grupos como Skinny Puppy, Swans, Killing Joke, Slab!, Throbbing Gristle o el primer Public Image Ltd., a través de proyectos paralelos como Meathook Seed (de sabor Metálico/industrial y junto a Mitch Harris y miembros de Obituary), Malformed Earthborn (de corte más experimental y con gente de Brutal Truth y Exit 13. Aboslutamente recomendado para todo aquel que aprecie el costado más corrosivo, espeso y caótico de la Música Industrial) y el que nos ocupa. Resulta curioso (o no tanto) que las referencias más inmediatas a la hora de describir el sonido de Blood From The Soul sean dos bandas lideradas por ex miembros de Napalm Death: Godflesh y el primer Scorn. Efectivamente, lo que aquí tenemos es una violenta combinación de aplastantes ritmos mecanizados, guitarras de sonido gordo y comprimido, envolventes arreglos disonantes, un bajo que raja la tierra, atmósferas de absoluta opresión, amagues de melodía entre oscura y psicodélica, borrosas visiones apocalípticas y densas capas de envolvente y monstruoso ruido electrónico. Hay una diferencia, por supuesto, y allí es donde entra el menor de los hermanos Koller. No sólo sus crudas vocalizaciones (no muy diferentes a sus habitual faena en Sick Of It All) le imprimen un claro latir Hardcore a las composiciones, también da la sensación de que fue su influencia (aunque esto sólo sea una especulación. En definitiva, por esa misma época, Napalm Death comenzaba a experimentar con ritmos similares a los que se encuentran en esta placa) la que hizo que el buen Shane se centrara en los tempos más frenéticos y contracturados del manual Godfleshero, antes que en los más lentos. El resultado final no sólo es extremadamente intenso y personal, si no que, directamente, se erige como una de las piezas más destacadas del Metal extremo de los noventas. Desde ya, es una pena que Blood From The Soul sólo haya dejado este álbum como legado (aunque hubo rumores de un segundo disco que Embury planeaba junto a Mirai Kawashima de Sigh y sin Koller, pero nada se sabe hasta el momento sobre eso) pero, ante la posibilidad de que hubieran bajado el nivel, tal vez sea mejor de esta forma. Indispensable para fans de Napalm Death (especialmente entre 1994 y 1997), Sick Of It All, Godflesh y el Metal Industrial en general.


-Rachel’s “Music for Egon Schiele” (1996)
Sin ser un entendido en la materia, ni mucho menos, debo decir que la mayoría de los intentos de acercamiento entre el Rock y la mal llamada Música Clásica me resultan pastiches pretensiosos y mal terminados. O sea, poner a una orquesta entera a interpretar temas básicos de Rock como “Smoke on the wáter” o “Enter sandman” (por sólo mencionar dos de los ejemplos más conocidos), junto a cuatro o cinco pelilargos aporreando sus instrumentos, termina diluyendo las cualidades de ambos géneros en vez de resaltarlas. El Rock pierde su crudeza y visceralidad, mientras que se extrañan, al mismo tiempo, la profundidad y riqueza tímbrica, armónica y dinámica que suele caracterizar a lo que conocemos como Música Clásica. Por supuesto, hay excepciones y ellas se suelen dar en artistas que, en lugar de buscar inspiración en el barroquismo de Bach y Mozart o la pompa bombástica de Wagner, adoptan estilos más desestructurados, experimentales y cercanos a la atonalidad como los de Claude Debussy, Igor Stravinsky o Béla Bartók. Dentro del Rock, probablemente el género que mejor maneja estas pautas sea (al margen de gente como Frank Zappa o King Crimson, claro, instituciones en sí mismo en el campo) el Post-Rock, en especial grupos como Talk Talk (en sus dos últimos discos, “Spirit of Eden” de 1988 y “Laughing stock” de 1991), A Silver Mt. Zion, Gastr Del Sol o Tarentel. Con una asociación directa a nombres grandes del espectro del Post-Rock y el Math-Rock como Rodan, June Of 44, Shipping News o The Sonora Pine, Rachel’s cuenta con sus credenciales en orden. El núcleo mismo del grupo lo componen Jason Noble (en guitarra, bajo y cintas), Christian Frederickson (en viola) y Rachel Grimmes (en piano) pero a ellos se suman en sus discos (este es el segundo de ellos, precedido por “Handwriting” y seguido por “The sea and the bells”, “Selenography” y “Systems/Layers”), una multitud de músicos interpretando instrumentos tales como el contrabajo, el violoncelo, el vibráfono, la batería, el violín, los timbales, la trompeta y el clarinete, entre otros. “Music for Egon Schiele”, dada su naturaleza mucho más austera (la instrumentación se reduce a piano, viola y violoncelo) e intimista, tal vez no sea la placa más representativa de Rachel’s, aunque sí la más efectiva y aquella que demuestra que no hace falta caer en la sobrecarga al pedo para concebir música “culta”. El trabajo fue concebido como banda sonora para una producción teatral que relataba la vida y obra del pintor austríaco al que alude el título y que fue representada por el Itinerant Theater Guild en la Universidad de Illinois, Chicago, en mayo de 1995. Como podrán imaginar, las composiciones poco y nada tienen que ver con las sonoridades y las estructuras típicas del Rock pero, ojo al piojo, tampoco les van a sonar parecidas a la novena sinfonía de Beethoven. En su mayor parte se trata de piezas breves (a un promedio de cuatro minutos por tema), delicadas, cargadas de espesa melancolía romántica y cegadora belleza, guiadas por el piano (Grimmes figura como compositora de la obra en su totalidad) y adornadas de forma sutil por el resto de los instrumentos. El trabajo melódico puede recordar a Maurice Ravel (compositor del famoso “Bolero”) e inclusive a Astor Piazzolla en su faceta más contemplativa, aunque la influencia que el grupo admite como más fuerte es la del compositor minimalista inglés Michael Nyman, autor de (entre innumerables obras) la banda sonora de la película “La lección de piano”. Pero, claro, esas son referencias que sólo unos pocos pueden entender. Lo importante es que se trata de música inspiradora y elevadora, generadora de imágenes vívidas y evocadoras, de sentimientos punzantes y desgarradores, capaz de alcanzar la misma intensidad emocional del Rock pero a través de vías diferentes y con una profundidad musical que a éste le suele ser ajena, al menos en términos académicos. Desde ya, mi intención no es desmerecer al Rock (que sigue siendo mi música preferida), tan sólo se trata de no ser necio y poder apreciar otras formas de música, de aceptar que, muchas veces, las pretensiones de complejidad en su seno resultan auténticos bochornos cuando son comparadas con música realmente compleja. En fin, todo eso, en cualquier caso, quedará para otra discusión, lo importante aquí es abrir la cabeza y el corazón y dejarse inundar por todo este incesante y embriagador caudal de música. Les aseguro que vale la pena.


-El Guapo “The geography of dissolution” (2000)
A diferencia de muchos de sus compañeros de escudería en Dischord Records, El Guapo (no confundir con Guapo, el trío británico de similar impronta experimental pero resultados más oscuros) no representa necesariamente esa impronta de nerds con corazón Hardcore/Punk rockeando hasta dejar la última gota de sudor sobre las tablas. Ellos son nerds que van por más y generan un universo de ríspidas formas musicales que, probablemente, sólo sea apreciable por otros nerds como ellos. Luego de un simple homónimo, un ep (“The burden of history”) y un disco de estudio (“The phenomenon of renewal”), “The geography of dissolution” (el único disco del grupo editado por su propio sello, Mud Memory y también el único registro del mismo como cuarteto) muestra a El Guapo casi cortando amarras definitivamente con el Rock y metiéndose de cabeza en las convulsionadas aguas de la improvisación libre. El disco consiste en dos sets grabados en vivo en 1999, el primero en Washington D.C. y el segundo en New York, en ese antro de la vanguardia más vanguardista conocido como Tonic. La primera mitad resulta ser la más caótica e impredecible, aquella donde los músicos parecen dar rienda suelta a un costado más bien lúdico aunque siempre con un dejo de malicia asomándose. De alguna manera, se pueden hallar similitudes con el Free-Jazz más abstracto y con los experimentos deformes de próceres como Derek Bailey y John Zorn, aunque el núcleo claramente Punk se hace sentir en todo momento. En ese sentido, la segunda parte, con un clima mucho más tenso y oscuro, se acerca más a los viejos sonidos de la No-Wave neoyorquina. Desde ya, el núcleo sonoro sigue siendo la tradicional formación rockera (guitarra, bajo y batería) pero a eso se le suman teclados, acordeón, oboe, cuerno inglés, glockenspiel y voces a cargo de los cuatro integrantes, lo cual expande la paleta tímbrica de forma notable y refuerza la sensación de que todo es posible aquí. En su posterior entrega de estudio (“Super/System”, que daría nombre a la siguiente encarnación de El Guapo, tras su partida al sello Touch & Go) tomarían lo experimentado aquí y le darían una forma un tanto más reconocible, borrando aún más las distinciones entre la experimentación sin límites y la visceralidad Punk. Luego llegaría la despedida con el extraño y melódico “Fake french”, un disco más volcado a la electrónica y plagado de excelsos juegos vocales que marcaría el camino a recorrer en el futuro, ya bajo el nombre de SuperSystem. En fin, no se trata de material fácil ni accesible pero, al mismo tiempo, resulta inesperadamente ajustado y enfocado si tenemos en cuenta que se trata en su totalidad de improvisaciones. Indispensable para aquellos que busquen propuestas desafiantes dentro del Rock.


-Revolting Cocks “Cocktail Mixxx” (2007)
Sí, ya sé. Con los Revolting Cocks a punto de ditar una nueva placa de estudio (sutilmente titulada “Got cock?”) puede parecer absurdo ocuparnos de un disco de remixes de hace tres años y que ni siquiera corresponde a su más reciente entrega discográfica (me refiero claro, a “Sex-O Olympic-O”, un álbum que, de hecho, contó con sus propios remixes agrupados en “Sex-O MiXXX-O”, ambos lanzados el año pasado) pero, ¿a quién le importan esos detalles? Por lo general, este tipo de trabajos no suelen ser más que un divertido (en el mejor de los casos) ejercicio de deformación electrónica sin demasiado valor artístico. “Cocktail Mixxx” bien puede ser considerado como la excepción que confirma la regla. Más que remixes, estas son versiones mejoradas y amplificadas de los temas aparecidos en “Cocked and loaded”, el disco que marcó el regreso de Revolting Cocks luego de trece años de silencio discográfico. Y no es que aquel no fuera un gran disco en sí mismo, es sólo que aquí, gracias a la afiebrada labor de Phildo Owens (ex Skatenigs), Luc Van Acker (miembro fundador de Revolting Cocks y colega de Front 242) y, especialmente, Clayton Worbeck (a cargo de nueve de los once remixes), esas excelentes canciones se transforman en perfectas mini-sinfonías de Música Industrial con pulso Punk y desconcertante vuelo lisérgico. Los elementos característicos del grupo están allí: beats martilleantes y repetitivos (tan aptos para el baile como para el pogo más frenético), las irresistibles, pegadizas y omnipresentes líneas de bajo, el delirante sentido del humor, los oxidados (en el buen sentido) riffs metálicos, las voces deformadas por la distorsión, las infinitas capas de samples que chorrean ácido y el desfile de luminarias como Jello Biafra, Gibby Haynes (de Butthole Surfers), Billy Gibbons (de ZZ Top), Rick Nielsen y Robin Zander, ambos de Cheap Trick. La diferencia es que aquí adquieren, gracias a un detallismo rozando lo exasperante, una profundidad musical inédita que, no obstante, nunca entra en conflicto con el espontáneo desparpajo que caracteriza a las huestes de Al Jourgensen. Con que el inminente “Got cock?” tenga un cuarto de la intensidad y la inventiva de este disco, yo ya me considero conforme.


-Black Breath “Heavy breathing” (2010)
No hace falta darle demasiadas vueltas, lo que Black Breath propone es, ni más ni menos, que lo que sucedería si Entombed tuviera un hijo Crust y Lemmy de Motörhead fuera el padrino. Y no me refiero sólo al Entombed rockero de “Wolverine blues” en adelante, también a aquel de pura cepa Deathmetalera de principios de los noventas. Efectivamente, aquí tenemos a cinco barbudos (bueno, no todos son barbudos pero bien podrían serlo) mugrientos, enfundados en jeans zaparrastrosos y con un amor infinito por los riffs embarrados, las guitarras crujientes y mediosas, la oscuridad caricaturesca, las poses rockeras y las voces cascadas. Por supuesto, a esta altura no es ninguna novedad que un grupo de muchachos de extracción Hardcore/Crust se dedique a revisitar riffs Sabbáthicos a través de un filtro de suciedad Death y, si me pongo estricto, debería decir que estos oriundos de Seattle no ofrecen nada que Disfear no haya superado con su portentoso “Live the storm” de 2008. Ok, si logramos dejar de lado la falta de originalidad y el hype (ah sí, los chicos están en Southern Lord), lo que este debut discográfico (precedido por el ep “Razor to oblivion”) presenta son diez canciones potentes, relativamente gancheras, con un sonido impecable y sin más pretensiones que pasar un rato entretenido a puro headbanging. Hasta tienen el buen tino de ir alternando entre los elementos que componen su propuesta (¿otra vez? Crust, Death Metal sueco de la vieja escuela, Motörhead y Black Sabbath) de forma tal que la cosa no resulte demasiado monótona. En fin, a mí, personalmente, me resultó un trabajo un tanto superficial (toda esa postura de rockeros pesados “sucios y desprolijos” realmente me resulta patética) pero, desde ya, esa es una apreciación absolutamente subjetiva. Hagan la prueba, tal vez ustedes puedan encontrarles la chispa que yo no.


-Capsule “Capsule” (2010)
Tras haber deslumbrado con aquel larga duración debut de 2008, “Blue”, Capsule revisita sus orígenes y compila en este disco homónimo todo su material previo. Esto es, un demo, dos ep’s y los temas de su Split con Devices. No podemos, entonces, hablar de evolución o ponderar cómo el trío ha desarrollado su propuesta pero sí podemos retorcernos y disfrutar como animales rabiosos con estos quince temas pletóricos de intensidad, emoción, rabia y caos. La propuesta de estos floridenses se para en algún lugar entre el Mathcore, el Noisecore y el Screamo más virulento representado por bandas como Orchid, Pg.99, Saetia o Hot Cross. Como es de esperar, abundan los alaridos desgarrados, las guitarras disonantes y ruidosas, los abruptos cambios de clima, los pasajes introspectivos seguidos de estallidos distorsionados, los ritmos trabados y esa envolvente sensación de catarsis emocional violenta. No se puede decir que se trate de algo necesariamente original o innovador pero, aún dentro de esos márgenes, Capsule se las arregla para proponer ideas propias y una efervescente inventiva. Las estructuras impredecibles y laberínticas están tratadas con una espontaneidad que las aleja de cualquier atisbo de calculada frialdad y la labor de las seis cuerdas se las arregla para conjugar de forma equilibrada y energética el despliegue de técnica y riffs angulares y la expresividad más urgente y salvaje. Todo entregado con una saludable variedad compositiva y una energía que nunca decae. Ahora sí, a esperar con ansias algo de material nuevo.


-Heathens “II” (2010)
Heathens no viene a revolucionar nada, sólo quieren patearte la mandíbula. Son algo así como lo que sucedería si Eyehategod le diera más espacio al Hardcore en su propuesta y con un argumento así de simple les basta para lograr buenos resultados. Intercalan entre riffs densos y ritmos monolíticos y aceleradas de pura cepa Crust. Tienen una guitarra y un bajo que suenan como una impenetrable pared de mugre, un baterista que no sabrá de virtuosismos pero golpea con la fuerza de mil mogólicos en celo y un cantante que deja el alma y las cuerdas vocales en cada grito. Componen canciones cortas y directas, con riffs básicos pero efectivos y un inteligente manejo de las dinámicas que aleja cualquier atisbo de aburrimiento. Se regodean en los sentimientos más oscuros del alma humana y los exorcizan a martillazos eléctricos. Insisto, si están buscando originalidad aquí no la van a encontrar. Ahora, si lo que quieren es música que transmita un enojo palpable, físico y envolvente, estos oriundos de Richmond saben exactamente dónde clavar el cuchillo para hacernos sangrar.


-Kayo Dot “Coyote” (2010)
Lo bueno de un grupo como Kayo Dot es que pueden hacer lo que se les canta el orto y nadie se va a escandalizar. Siguiendo la estirpe delirante de Maudlin Of The Well y debutando con una genialidad deforme como fuera aquel “Choirs of the eye” (2003), editado por el mismísimo John Zorn en su sello, Tzadik, Toby Driver y los suyos (siendo la violinista Mia Matsumiya el único otro miembro estable a lo largo de la historia del grupo) ya sentaron las bases de un universo musical propio donde la única regla es que no hay reglas. Así, pueden darse el lujo de lanzar un disco conceptual basado en los textos de Yuko Sueta (una amiga cercana a la banda que padece una enfermedad terminal) y de tono principalmente gótico y melodramático. Claro, olvídense de los preconceptos que puedan tener asociados a esas dos palabras porque esta gente no es precisamente amiga del lugar común y el camino fácil. El álbum está pensado como una pieza única, dividida en cinco partes, y todo el énfasis está puesto en generar sensaciones de alucinación y miedo, según los propios implicados. Objetivo cumplido, desde ya. Contando en esta ocasión con una orquesta más modesta que la de su anterior “Blue lambency downward” (en esta ocasión sólo tenemos guitarra, bajo, violín, batería, saxo tenor, saxo alto, teclados, trompeta, voces y percusiones varias) el grupo mantiene esa impronta parada en algún lugar entre el Metal extremo, el Free-Jazz, el Rock Progresivo y las corrientes más vanguardistas de la Música contemporánea. O sea, material impredecible, rico en matices y variantes de todo tipo (estructurales, dinámicas, rítmicas, armónicas, sonoras), intrincado, desafiante, provisto de una imaginación superlativa y una libertad creativa absoluta. Queda claro, entonces, que “Coyote” no es una placa para cazadores de hits ni oídos con poca paciencia. Para aquellos que acepten el desafío, la recompensa puede llegar a ser sumamente estimulante.


-Leatherface “The stormy petrel” (2010)
Un par de guitarras mugrientas, una voz rota y un millón de emociones. Canciones perfectas, himnos entregados con el corazón en la mano y las entrañas en ebullición. Siempre liderados por el eterno Frankie Stubbs, Leatherface ya lleva veintidós años (con alguna que otra pausa en el medio) desnudando su alma a ritmo de crudo, sencillo y siempre refrescante Punk Rock. Vienen de Inglaterra pero tienen más en común con bandas como Hüsker Dü, Hot Water Music, Jawbreaker o Dillinger Four que con las crestas y los alfileres de gancho. “The stormy petrel” es su disco de estudio número ocho y todo se mantiene en su lugar. La garganta destruida de Stubbs (como una cruza entre Lemmy Kilmister y Bob Mould) sigue siendo capaz de erigir melodías que se clavan directo en el corazón, demostrando (una vez más) que cuando hay algo para decir las limitaciones técnicas quedan en segundísimo plano. Desde ya, hablamos de canciones que, detrás de su crudeza Punk, esconden aristas de otros géneros como el Pop, el Folk y hasta el Reggae, y que no pretenden quedarse ancladas en ninguna prisión genérica. En definitiva, hablamos de canciones, ni más ni menos. No hay lugar para miradas superficiales ni para ideas a medio cocinar, cada uno de los doce temas que componen la placa es una cuidada pieza de artesanía rockera que alcanza picos elevadísimos de intensidad sin necesidad de apelar a ningún artificio ni truco barato. Un puñado de acordes, arreglos certeros, un ritmo sólido y contagioso y un alma en llamas, eso es todo lo que Leatherface necesita para conmover. Sinceramente, no hay mucho más para agregar. Si la idea de un Punk maduro, sensible y cargado de un profundo octanaje melódico está dentro de sus preferencias, “The stormy petrel” (así como los trabajos anteriores del grupo) es un ítem de escucha obligatoria.


-Medications “Completely removed” (2010)
El Indie-Rock puede ser algo más que un mero cúmulo elitista de afectaciones snobs y poses abúlicas. El Rock Progresivo puede ser una idea ligada a la exploración de nuevas formas antes que una prisión estilística de rígidos márgenes. La idea, justamente, de Punk Progresivo puede tener algo más de sustancia que simplemente juntar riffs fracturados de King Crimson, bases frenéticas y cantantes desafinados. Medications hace de todas estas especulaciones una realidad. Y, como si eso fuera poco, demuestra que todo eso se puede hacer a través de grandes y hermosas canciones. Cinco años y algunas turbulencias internas (el renacimiento de su anterior encarnación en Faraquet, el alejamiento del baterista Andrew Becker, reemplazado por el multi-instrumentista Mark Cisneros) desde aquel genial debut, “Your favorite people all in one place” y aquí el trío logra reinventarse con una frescura y una naturalidad envidiables. Cada canción es un universo en sí mismo, basadas en la formación básica de trío rockero (guitarra, bajo y batería) pero adornadas con pianos, órganos, vientos, percusiones y unas líneas vocales y coros (a cargo de los tres integrantes) sencillamente perfectos, tan sentidos como elegantes, ubicados y elaborados. Lo mismo puede decirse de la parte instrumental, intrincada y sutil pero siempre con la vista puesta en el desarrollo melódico de las canciones y pletórica de un buen gusto superlativo. El tono general del disco es más bien reflexivo, por momentos melancólico, en otros más relajado e inclusive alegre, a veces tenso y siempre manteniendo un impecable equilibrio entre emoción urgente, belleza melódica y sesuda complejidad. En fin, algunos podrán extrañar el enfoque un tanto más agresivo de antaño pero, para esos despliegues de contracturada angularidad ya tenemos a Faraquet (por otro lado, aquí todavía hay lugar para más de un riff de esos que nos dejan rascándonos las cabezas mientras tratamos de seguirlos), y, en definitiva, ante canciones tan maravillosas (aquí hay magia en estado puro, señores) no hay queja posible. Sin duda alguna, de lo mejor en lo que va del año.


-Mona De Bo “Nekavējies, šīs ir spēles ar tevi” (2010)
Letonia. ¿Alguien sabe dónde queda Letonia? Yo no tengo idea y, sin embargo, de allí viene Mona De Bo. Y si su procedencia les parece extraña, esperen a escuchar su música. Nacieron en 2005 como un dúo conformado por Edgars Eihmanis en batería y Edgars Rubenis en guitarra y con esa formación grabaron su debut homónimo (editado en 2008) donde desplegaban una más que interesante y personal incursión por los terrenos más experimentales del Math-Rock, el Noise y el Post-Rock con una impronta cruda y casi garagera. Para la concepción de este segundo disco (que puede descargarse de forma gratuita visitando la página web del grupo, www.monadebo.com) convocaron a varios amigos para edificar una suerte de pequeña orquesta (no reincidente, por suerte) con instrumentos tales como órganos, trombones, cuernos franceses, contrabajos y más guitarras. Según sus propias palabras, la fuente de inspiración principal para este trabajo reside en el vasto universo del Drone, por ende la intención del grupo es explorar los tempos lentos (inclusive la ausencia de tempo) y los sonidos de forma mucho más enfocada. Claro, ya dijimos que esta gente no es del todo convencional, qué digamos, por lo que no esperen una simple orgía de graves retumbantes y riffs minimalistas adornados con resonancias y texturas abstractas. Bueno, hay pasajes que calzan en esa descripción pero también hay referencias a los últimos trabajos de Earth, las orquestaciones más oscuras de Kayo Dot, la exploración sónica de la guitarra eléctrica de Sonic Youth, y el costado más épico y experimental de Godspeed You! Black Emperor. Y menciono esos nombres sólo como una suerte de guía, les puedo asegurar que el resultado final es absolutamente personal. A cada momento se respira una sensación de libertad absoluta y, no obstante, nada parece librado al azar. Cada pequeño detalle, cada sutileza, el denso entramado de texturas y contrapuntos, el paso cadencioso, casi tectónico, de las composiciones y la profundidad casi cinematográfica que transmiten, exponen una exhaustiva labor compositiva de tintes casi sinfónicos. En ese sentido, “Nekavējies, šīs ir spēles ar tevi” (cuya traducción sería algo así como “No hesites, ya sos parte de ello”) es un trabajo ideal para taparle la boca a cualquier viejo choto que insista con eso de que ya no hay bandas que hagan “buena música”.


-No “Diagone” (2010)
Son franceses, se hacen llamar No y cuentan con una formación de siete músicos que se encargan de instrumentos tales como el clarinete, el violín, la viola de gamba, el clavicordio, el piano, los sintetizadores y samples, y los habituales guitarra, bajo y batería. Nacieron en 2007 bajo el liderazgo del vocalista y programador Sebastien Casino, quien se encargó específicamente de buscar músicos provenientes de backgrounds tan dispares como la Música Barroca, el Hip-Hop, el Noise o el Metal. Como podrán intuir, la cosa viene por el lado de la experimentación. Lo interesante es que, debajo del eclecticismo y las deformidades sónicas, “Diagone” es básicamente un disco de Hip-Hop. Por supuesto, se trata de una visión del género que tiene que ver más con artistas como Dälek, Justin Broadrick o Disposable Heroes of Hiphoprisy que con el insufrible desfile de paracaidistas sin talento que inunda Mtv desde hace unos años. En primer lugar, aquí las bases suenan orgánicas y sanguíneas, con un pulso claramente humano. Y, claro, a pesar de que los ritmos y las voces rapeadas mantengan, en su mayoría, la impronta cadenciosa del Hip-Hop, las instrumentaciones se disparan hacia todas direcciones, combinando guitarras distorsionadas con delicados arreglos de piano, suaves arrullos de tono clásico con climas de oscura intoxicación, cascadas de puro ruido con suntuosas cuerdas, humeantes atmósferas Jazzeras con arranques de pura violencia, sonidos electrónicos de otro mundo con evocadoras melodías de arrebatadora belleza y mil variantes más. El clima general del disco es de tensión y oscuridad, algo que también se traduce en la forma de rapear de Casino que, bien vale la aclaración, escribe la totalidad de sus textos en su idioma natal, algo que tal vez pueda resultar chocante en primera instancia para oyentes como yo, acostumbrados a escuchar música en inglés. En cualquier caso, se trata de un trabajo sumamente personal y con una clara voluntad de explorar terrenos desconocidos con resultados más que auspiciosos. Muy recomendable, inclusive si el Hip-Hop no se cuenta entre sus preferencias musicales. (El disco se consigue en http://www.confetti-noir.com).


-Surroundings “Surroundings” (2010)
Violencia alucinógena. Rápido y lento pero siempre salvaje y furioso. Surroundings hace su aparición triunfal en el mundo del Hardcore extremo (pueden llamarlo Powerviolence si quieren, aunque no estoy seguro de que el término se aplique del todo aquí) con once temas especialmente diseñados para joder mentes y quebrar huesos. Se tragaron su buena ración de Man Is The Bastard, Infest y Haymaker pero también saborearon al Neurosis más crudo, al His Hero Is Gone más oscuro y al Integrity más apocalíptico. El resultado es tan intenso como personal. Pueden pasar de explosivos ataques a toda velocidad a densas letanías cargadas de feedback y en todo momento lo que prima es una asfixiante sensación de psicodelia violenta y maligna. Si escucharon el genial “Unsilent death” de Nails, esto va por un camino similar. Tal vez Surroundings le dé más espacio al costado Sludge de la propuesta, aunque la cosa viene bastante equilibrada. Tenemos algún que otro blast-beat, un guiño a Discharge por allá, un rebaje a la Eyehategod por acá y mucha pero mucha mala onda. Vamos, este es el tipo de descendencia más rabiosa a la que el Hardcore y el Metal pueden aspirar. Con el grado justo y necesario de ruido pero despojados de cualquier tipo de elitismo intelectual, con profundidad lisérgica pero en las antípodas del cuelgue hippie, con todo el odio desmedido pero sin necesidad de andar señalando con el dedo. Surroundings es un viaje violento y agitado que cualquier amante de la música extrema en general que se precie de tal debería transitar al menos una vez en la vida.


-Sweet Apple “Love & desperation” (2010)
Líder (durante dieciocho años) de Dinosaur Jr., miembro de diversos proyectos como Witch, Upsidedown Cross (ambos de neto corte Doom-metalero), Gobblehoof, Ciccone Youth y Beachwood Sparks, solista por momentos (a veces acompañado por The Fog) y colaborador de artistas como Thurston Moore, Kevin Drew, The Lemonheads, Cobra Verde, The Breeders, Jad Fair o G.G. Allin, entre otros. Y todavía hay gente que piensa que J. Mascis es un holgazán. Como para seguir refutando esa idea (seguramente basada en su eterna impronta de slacker despistado), aquí llega Sweet Apple, otro proyecto que cuenta con su presencia, aunque esta vez (más allá de que nos regale algunos de sus característicos solos de guitarra y líneas vocales) en el rol de baterista. Siendo estrictos, el cabecilla del grupo es el vocalista/guitarrista John Petkovic, miembro de Cobra Verde, The Fog y, en el pasado, Guided By Voices, quien compuso las doce canciones que componen este álbum debut mientras lidiaba con la muerte de su madre. Y lo mejor es que, en lugar de exorcizar sus demonios a través de lánguidas baladas o climas sombríos, lo hizo con un disco cien por ciento rockero y estimulante. Con una clara impronta noventosa, desde ya, guitarras bien al frente, riffs sucios, ritmos potentes y contagiosos y melodías crudas, sensibles pero nunca exageradas o histriónicas. Vamos, material ideal para calzarse la camisa a cuadros, los jeans gastados y contemplar el mundo con irónico desconcierto mientras bebemos eternas tazas de café. Ok, en los momentos más emotivos se hace muy notoria la similitud con Dinosaur Jr. y su “Ear bleeding Country” pero eso no es ningún problema. De hecho, la voz de Petkovic (por momentos similar a la de Greg Dulli de Afghan Whigs. Sí, más referencias noventeras para este boletín) dista bastante del tono nasal y cansado de Mascis, lo cual aporta otro tipo de energía a las melodías vocales. Pero eso no es todo. También hay temas donde el cuarteto saca a relucir un costado setentoso casi Hard-Rockero donde terminan sonando casi como una cruza exacta entre Mudhoney y un Led Zeppelin con la sexualidad amplificada y despojado de ñoñismo épico. Sumen a eso algún que otro pasaje más reposado, toques de puro Rock And Roll cincuentoso y hasta ciertos guiños psicodélicos como para ponerle variedad al asunto. En fin, ninguna revolución por aquí, tan sólo un puñado de canciones redondas capaces de levantar hasta el ánimo más decaído pero sin pasarse nunca al lado del optimismo desmedido. Los amantes de los noventas y del buen Rock en general, agradecidos.


-Time Of Defeats “Time of defeats” (2010)
Desde Ucrania y con la estampita de Integrity junto a la guitarra llegan estos muchachos, dispuestos a chantarnos en la cara su renegrida visión de la humanidad. Tienen las guitarras afiladas y los dientes apretados, comprenden que una melodía bien puesta puede resultar tan malvada como todos los machaques del mundo pero tampoco se engolosinan. Por supuesto, hablé de Integrity pero bien vale aclarar uno o dos puntos. En primer lugar, Time Of Defeats se apoya más bien en medios tiempos y ritmos lentos antes que en aceleradas Slayerescas, lo cual no hace más que incrementar la sensación de apocalipsis inminente que transmiten las composiciones. O sea, que la comparación viene más por el lado del espíritu misántropo y las visiones lóbregas y no tanto por un calco al pie de la letra del sonido de Dwid Hellion y compañía. En ese sentido, también se los puede emparentar con nombres como Pulling Teeth, Shipwreck A.D. y los viejos Disembodied en lo que hace a Hardcore metálico de riffs súper pesados, voces rabiosas, ritmos más bien cadenciosos y opresivos, y oscuras atmósferas de absoluta perdición. Y hasta se permiten ciertos juegos de texturas y disonancias en las guitarras que no están tan lejos de bandas como Isis o Neurosis, sólo que en versión Hardcore. La verdad, para ser un trabajo debut (que, encima, lo entregan de forma gratuita. Sólo basta con visitar www.myspace.com/timeofdefeats), el resultado es más que auspicioso. Lo que todavía faltaría pulir en el departamento de la personalidad (que no es tanto tampoco) se suple sin problemas con la intensidad y la profunda rabia que transmiten las canciones. Una auténtica sorpresa.

21 de abril de 2010

Fechas y Estrenos




Este viernes 23 de Abril estará tocando en El Oráculo, nuestra banda amiga Cruz de Sal, con thereminista invitado robado directamente de Zann's Music. La fecha es organizada por los locos lindos de Mottaytiro. El viernes a las 21:30hs (debe terminar a las 24hs.) en Congreso 4045, Buenos Aires.


Luego de un par de intentos frustrados por los avatares de la naturaleza, ALI finalmente se dispone a debutar en vivo, musicalizando el corto Elephant´s Dream, en fecha organizada por Lima. El evento tendrá lugar el Sábado 24 de Abril en el Centro Cultural "Marco del Pont" en Gral Artigas 202, Buenos Aires.

Y finalmente, el largometraje Desobediencia Debida ya tiene fecha de estreno y proyección regular. Esto será a partir del Sábado 8 de Mayo, todos los sábados de Mayo, Junio y Julio a las 19 hs. en el Microcine del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, Buenos Aires. El estreno será por invitación, pero para todas las proyecciones siguientes la entrada será libre y gratuita.

19 de abril de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Breadwinner “Burner” (1994)
Más que eslabón perdido, Breadwinner podría ser considerado el eslabón olvidado del Math-Rock. Por algún motivo que desconozco, estos oriundos de Richmond nunca recibieron por parte de la prensa especializada (¿prensa qué?) el mismo tipo de reverencia que algunos de sus contemporáneos y seguidores como Bastro, Don Caballero, Slint o Rodan. Nacidos en 1990, el legado entero de Breadwinner está compilado en este disco póstumo. No se trata de cantidad (son sólo nueve temas en veinte minutos), si no de calidad. Las canciones son breves pero en ellas suceden tantas cosas que no hay necesidad de estirarlas al pedo. “Burner”, grabado por Steve Albini, es casi un catálogo de casi todos los riffs contracturados y los ritmos angulares que generaciones futuras de nerds con corazón Punk utilizarían en su música. Inclusive hay lugar para cierto filo metálico que demuestra de dónde sacaron sus ideas bandas como Watchtower, Confessor, Meshuggah, Dysrhythmia o las de Mathcore en general. Sólo con una formación básica de guitarra, bajo y batería, estos tipos eran capaces de pintar los más intrincados paisajes musicales sin por ello bajar ni por un segundo el nivel de intensidad. La guitarra y el bajo se trenzan en duelos de riffs y contrapuntos laberínticos, mientras la batería sostiene todo con un sentido del swing tan sutil como enfermizo. La sensación general es la de una tensión de dientes apretados que nunca se corta del todo, predominan los medios tiempos pero es imposible intentar un headbanging coherente con estos patrones rítmicos. En fin, estoy hablando de un clásico indiscutible que suele pasar por debajo del radar de los medios, inclusive los que se supone que saben del tema. Si alguna de las bandas antes mencionadas son de su agrado o, simplemente, si aprecian el Rock que conjuga con maestría virtuosismo, potencia, imaginación y crudeza, esto es material sencillamente indispensable en sus discotecas.


-Rainbow Of Death “Rainbow of death” (2007)
Monarch! es un cuarteto francés que, desde hace ocho años, se dedica a entregar una cruda combinación de acoples y lentitud Sludge, minimalista ruido Drone y asfixiantes alaridos Blackmetaleros, todo envuelto en una estética desprolija y de aires infantiles. Rainbow Of Death sería algo así como el negativo exacto de Monarch!. Con una estética similar (inclusive usan como logo una versión de las cuatro barras de Black Flag adornadas con un corazoncito sangrante), casi los mismos integrantes (voz, bajo y batería se repiten en ambos grupos) y la misma aspereza sonora, dejan de lado los tempos aletargados y los climas opresivos y los reemplazan por una velocidad salvaje y desbocada, y un desparpajo sumamente frenético. Con el mismo sonido primitivo y saturado de siempre, apiñan trece estallidos en diez minutos, donde conviven sin problemas el Hardcore, el Grindcore, el Powerviolence y hasta algún que otro guiño al Rock And Roll más cavernícola. La guitarra vomita riffs básicos que suenan como una motosierra cortando carne humana, envuelta en incontrolables acoples y feedback. La batería se apura para seguir el ritmo vertiginoso de las canciones y la voz (a cargo de Emilie Bresson, también conocida como Eurogirl. Sí, es una chica) aúlla, chilla, se retuerce de dolor y hasta se permite modismos menos extremos y más afines al viejo y querido Punk-Rock. En fin, no es ninguna revolución (Monarch! tampoco lo es, si vamos al caso) y si buscan valores musicales elevados están meando afuera del tarro. Si sólo están buscando una breve descarga de adrenalina y diversión violento, no lo pueden dejar pasar.


-The Killing “Día del enemigo” (2008)
The Killing debutó en 2005 con un aceptable pero no muy brillante ejercicio de Grindcore Napalmdeathero en aquel “América sangrienta”. Tres años después, “Dïa del enemigo” nos muestra el innegable crecimiento del grupo, al menos en el plano musical (en lo que hace a las letras, todavía falta encontrar una vuelta de tuerca un tanto más personal y elaborada. Y no es que les esté pidiendo que sean Shakespeare, pero contando el Grindcore con grandes letristas como Barney Greenway, J.R.Hayes, Kevin Sharp o Jon Chang, sería una pena no aspirar a ese nivel) que, en estos casos al menos, es el que más importa. Desde ya, la impronta de Shane Embury y los suyos sigue diciendo presente pero se suman nuevas variantes rítmicas y un mayor empleo de alaridos agudos que le dan otro sabor a la cosa. Hasta en los riffs y las estructuras de las canciones se percibe una voluntad, todavía no desarrollada del todo pero aún así bien clara, de búsqueda creativa siempre en función de la agresión más despiadada y enferma. Al fin de cuentas, esto sigue siendo Grindcore de pura cepa. Aunque, ¿cuántos grupos del género conocen que se animen a versionar a Pink Floyd sin quedar mal parados? En efecto, The Killing se mete con “In the flesh” y, a base de alaridos desgarrados y arreglos casi Industriales, se las arregla para acrecentar el clima opresivo del tema. En fin, Argentina tal vez no sea el país más amigable para el Grindcore en general, y todavía están faltando bandas que se animen a encarar propuestas más audaces dentro del género, pero este portentoso “Día del enemigo” puede llegar a ser un buen comienzo.


-Avernal “Miss Mesías” (2009)
Con diecisiete años de carrera sobre sus espaldas, Avernal no sólo es la banda más longeva del Death Metal vernáculo, también es la más inquieta. Claro, lo de Death Metal, a esta altura, suena a poco a la hora de describir la propuesta del quinteto. Ni siquiera estoy seguro de que un término como Death N’ Roll sea suficiente. “Miss Mesías” es el quinto disco del grupo y en él encontramos, al fin, un sonido (claro y potente sin perder de vista la necesaria cuota de pudrición y mugre extrema) que le hace justicia a sus canciones. Y eso no es todo. La voz de Christian se manda de cabeza y sin complejos a probar nuevas variantes para escapar de la monotonía de las habituales voces de monstruo, que tampoco faltan, claro. Lo interesante es que, al bajar el extremismo en el terreno vocal, han ganado no sólo en variantes, si no también en intensidad y furia. Por supuesto, todavía quedan aristas por pulir en este campo, en especial en lo que hace a las letras (demasiado infantiles y repetitivas, por momentos) y al alcance de las notas más agudas pero, de todas formas, es otra buena prueba de que el apetito creativo de Avernal se mantiene saludable y en movimiento. Por lo demás, lo que aquí tenemos son diez temas (bueno, nueve más una intro) que conjugan con absoluta soltura groove y brutalidad, que resultan lo suficientemente variados como para no aburrir y dejan en claro la innegable identidad musical del grupo, al tiempo que aplastan cabezas como es debido.


-Bile “Hate radio” (2009)
¿Se sienten enfermos y perversitos? ¿Andan con ganas de dar y recibir un buen par de latigazos y de saborear unas brillantes brillantes botas de cuero? ¿Tal vez prefieren encerrarse en retorcidas cavilaciones sobre lo desdeñable que resulta ser la raza humana en general y regodearse en un morbo psicótico de visiones bañadas en ácido y teñidas de rojo? ¿O su imaginación los traslada a frenéticas pistas de baile donde las luces estroboscópicas causan cortocircuitos en la mente? Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, sírvanse acompañar dichas impresiones con una ración del mejor Metal-Industrial que sólo Bile sabe servir desde sus inicios, allá por 1992. Ok, no se puede decir que hayan inventado la pólvora, ciertamente las referencias a nombres como Ministry, KMFDM, My Life With The Thrill Kill Kult, Malhavoc, Throbbing Gristle o Skinny Puppy son inevitables pero sirven como marco donde Krztoff (el hombre detrás de Bile) puede desarrollar su delirante personalidad. Ciertamente, con tantos años de carrera y una discografía bastante destacada (el monumental “Teknowhore”, de 1996, es una pieza imprescindible del Rock Industrial de los noventas), este tipo tiene muy claro lo que hace. Siete años después del anterior “Demonic electronic”, “Hate radio” encuentra a Bile en perfecta forma y con toda la enfermedad intacta. Lo mejor de ellos es que siempre parecen tratar de llevar todo a los extremos, aún dentro de las limitaciones impuestas por el tipo de música que practican. Cuando se ponen violentos, pueden competir con cualquier melenudo Deathmetalero y romperle el culo a base de corrosivos ritmos taladrantes, machaques como ametralladoras, alaridos infernales y capas y capas de puro y envolvente ruido digital. Cuando se ponen sutiles, alcanzan un grado de detallismo y profundidad que rozan lo sinfónico, cuando quieren hacernos bailar lo hacen con beats tan infecciosos que pondrían verde de envidia a Rob Zombie. Y, desde ya, cuando se ponen en juguetones son capaces de transformar hasta un tema Country en un jodido viaje lisérgico por los recovecos más siniestros de la mente humana. Si a todo eso le suman diversos incidentes donde miembros del grupo golpearon a Yngwie Malmsteen (luego de ver como éste golpeaba a su novia) y rociaron con bombuchas a Jani Lane (autor arrepentido del himno “Cherry pie”) y Bobbie Brown (la novia de Lane en ese momento, y protagonista del video clip de dicho tema), entonces es imposible no quererlos.


-Sajjanu “Pechiku!!” (2009)
Esto no es ninguna novedad pero bien vale repetirlo: los japoneses están locos. Y si encima vienen apadrinados por John Zorn y su sello, Tzadik, entonces cualquier cosa puede suceder. De cierta forma, lo de Sajjanu es más o menos predecible, si así podemos llamar al más frenético despliegue de Rock-Noise-Jazz-Core-Progresivo que puedan imaginar. Claro, referencias como Ruins, Naked City, Don Caballero o Boredoms ya no son precisamente una novedad, mucho menos viniendo de la tierra del sol naciente y muchísimo menos con el visto bueno de Don Zorn. El punto es que lo hacen tan bien. Son sólo tres tipos (dos guitarristas y un baterista) y se las arreglan para sonar como una estampida de fugitivos de un manicomio de máxima seguridad. Como para que se hagan una idea, si Mr. Bungle les resulta demasiado caótico, Sajjanu va al triple de revoluciones por minuto y cambia de registro y ritmos de forma mucho más abrupta e inesperada. Por momentos hasta es demasiado agobiante, como si juntaran fragmentos inconexos de temas de King Crimson, Mahavishnu Orchestra, Magma y Miles Davis y los reinterpretaran a toda velocidad y de forma absolutamente azarosa. En el estado de ánimo adecuado, puede llegar a ser una experiencia extremadamente intensa. Si no, bueno, es lo ideal para generarle un ataque de histeria a cualquiera. O sea, la expresión caos controlado no le hace justicia al grado de demencia, vértigo y precisión de estos nipones. Desde ya, se necesita, al menos, cierta tolerancia al virtuosismo más desbocado y esquizofrénico, así como a la experimentación Rockera más violenta y a la constante sobre estimulación de los sentidos. Si cuentan con esos requisitos, “Pechiku!!” les representará uno de los manjares musicales más suculentos de los últimos tiempos.


-Acid Tiger “Acid tiger” (2010)
Acid Tiger es un cuarteto neoyorquino que debuta discográficamente en las filas de Deathwish Inc. (hogar de grupos como Converge, 108, Blacklisted o Killing The Dream, entre otras luminarias del Hardcore de los últimos tiempos) y cuenta en sus filas con la presencia del baterista de Converge, Ben Koller (ex miembro de los geniales Forcefedglass), y el guitarrista de Thursday y United Nations, Lukas Previn. Ya les aviso, no esperen Hardcore rompehuesos, Mathcore frenético ni Screamo chillón. El mismo grupo define su propuesta como un híbrido de Punk y Rock Progresivo y reconoce influencias de bandas como Drive Like Jehu, Descendents y The Cult. Una descripción bastante acertada, vale decir. Efectivamente, detrás del corazón claramente Punk que guía la energía de Acid Tiger encontramos riffs pesados e intrincados, variantes rítmicas que van desde la marcha aplastante y setentosa a rebusques más enroscados e impredecibles, una voz potente y melódica a la vez, con un sabor casi sureño (los ocasionales toques Blueseros ayudan a reforzar este elemento) y una cierta tendencia a los agudos Robertplantianos, climas entre místicos y lisérgicos, y una refrescante sensación de libertad creativa y diversión que no sabe de décadas y encasillamientos musicales. Tal vez ese sea el punto en el cual estos vecinos de Biohazard (también son del jodido Brooklyn, donde mejor que mires tu puta espalda) se distinguen de tantas bandas que ensayan combinaciones similares. Los muchachos encaran la faena de forma claramente distendida y sin más pretensiones que pasar un buen rato rockeando con sus amigos. Al menos, esa es la sensación que transmiten los siete temas (desplegados en poco más de cuarenta minutos) que componen la placa. Si encima el producto final resulta ser sumamente personal e inclasificable, mucho mejor. Ojo, tampoco se trata de la octava maravilla pero, si el acercamiento entre la crudeza del Punk y la voladura de los setentas se les presenta como una buena idea, entonces este material los dejará más que satisfechos.


-Black Francis “Nonstoperotik” (2010)
Con los Pixies reunidos, Frank Black volvió a dar vuelta su seudónimo a Black Francis, el que usaba cuando lideraba dicha banda y, mientras esperamos nuevo material de estudio, nuestro querido gordito sigue editando disco tras disco en su faceta de solista. Tal vez los discos de The Breeders (la banda liderada por Kim Deal, bajista de Pixies) sean más apetitosos pero, en cualquier caso, la comparación está fuera de lugar. Desde el primero momento fuera de su ex-ex banda, Francis estuvo decidido a mostrar una faceta diferente, más íntima y cercana aún sin perder del todo el nervio rockero y la voladura psicótica de siempre. “Nonstoperotik” es un disco inspirado en el sexo, según palabras del propio protagonista. Y si están pensando en las referencias sexuales más bien violentas a las que nuestro hombre echaba mano en temas de los Pixies como “I’ve been tired” o “Dead”, olvídenlo. Como ya dijimos, el Black Francis solista es un hombre más sensible y sobrio, y su visión del erotismo tiene un tinte claramente romántico antes que agresivo. De la misma forma, sus melodías resultan más reposadas. Aún cuando en varios pasajes de la placa recuerde al Rock efervescente y Punky de antaño, el sonido cálido y austero y, principalmente, las melodías de tono Folk (hasta hay un cover de Fliyng Burrito Brothers) marcan una clara diferencia. A pesar de todo, es probable que este sea el disco más cercano a los Pixies que su cantante edita en más o menos quince años, lo cual no es nada despreciable, desde ya. En cualquier caso, ya sea un su faceta más calmada y emotiva o en aquella plagada de imágenes deformes y sonidos punzantes, estamos en presencia de uno de los pocos tipos que fue capaz de generar una revolución en el Rock sin siquiera proponérselo y que, aún hoy en día, a los cuarenta y cinco años de edad, mantiene intacta su creatividad, su talento y su intensidad. Cualquiera que aprecie las buenas canciones debería estar atento a todo lo que este hombre proponga.


-Mike Patton “Mondo Cane” (2010)
Venía amagando hace unos años y, finalmente, aquí tenemos el primer disco oficial de esta nueva locura de Mike Patton llamada “Mondo Cane”, como aquel film de Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi de 1962. Para aquellos que no estén familiarizados con el asunto, se trata, básicamente, de Miguel versionando canciones Pop italianas de los años cincuenta y sesentas, en su idioma original y secundado por una orquesta de más de treinta músicos, dirigida por el prestigioso Aldo Sisillo y con la participación de Roy Paci, otro destacado músico italiano. A esto se le suma una versión del tema “Deep down” de Ennio Morricone, como para dejar en claro la pasión de Patton por la cultura italiana en general. Desde ya, estoy incapacitado para comparar estas versiones con los originales porque jamás los escuché. Lo que sí puedo decir es que el mismo Patton admite que, aún con esfuerzo, trató de ser lo más respetuoso posible. Sea cómo sea, se trata a todas luces de un trabajo de música sumamente compleja e intrincada, aún cuando son, en esencia canciones de Pop pegadizo y alegre. Por momentos, no voy a mentir, resulta sencillamente hilarante escuchar a Patton cantando en italiano esas melodías a las que no les cabe otra definición más que la de grasas, y en otros el dramatismo alcanzado es cualquier cosa menos gracioso. Claro, con una orquesta detrás nuestro héroe se dio finalmente todos los gustos que en aquel recordado “California” de Mr. Bungle no pudo. Lo interesante, como suele suceder con todo aquello que involucra a este tipo, es cómo universos que se suponen opuestos o poco conciliables, aquí se funden sin problemas dando a luz nuevas perspectivas y miradas musicales. Lo simple y lo complejo, lo agradable y lo repulsivo, lo culto y lo popular, lo divertido y lo angustiante, lo superficial y lo profundo, todo eso se da cita en “Mondo Cane” y hasta es posible que, por momentos, no estén del todo seguros de qué sensaciones les generan estas canciones. Y eso sin si quiera mencionar lo que se canta el muy turro de Patton. En fin, tal vez a los fans más Rockeros les cueste un poco adaptarse a este esquema pero les aseguro que vale la pena el esfuerzo de abrir la mente a otras formas musicales.


-Pollution “120608” (2010)
Los miembros de Unearthly Trance son gente inquieta, de eso no cabe duda. No sólo se dieron el lujo, con su grupo principal de dar vuelta varias de las convenciones del Doom y el Sludge (dejando como legado uno de los mejores discos de la década pasada, “The trident”), también cuentan con una vasta gama de proyectos paralelos, la mayoría relacionados a diversas ramas del Black Metal. Tenemos la magia negra experimental de Thralldom (que luego devino en Drifting Collision y después en The Howling Wind, todas con el mismo nivel de excelencia), la crudeza primitiva, etílica y Dakrthronera de Villains y el punto intermedio de Glorior Belli como ejemplos. Pollution cuenta también con la presencia del guitarrista/vocalista Ryan Lipynsky pero poco y nada tiene que ver con el Negro Metal. La palabra Black sí se puede encontrar aquí pero seguida de Flag. Efectivamente, este cuarteto se dedica a recrear las inmortales enseñanzas de Greg Ginn y compañía pero lo hace con un grado extra de virulencia que lo aleja de la mera copia. “120608” cierra la trilogía (precedida por los geniales “nasty.DNA” y “n.s. DRUGS”) de vinilos y casetes (eso es ser true) que el grupo viene editando desde 2008 y sirve como remanso mientras preparan material nuevo. La placa consta, como se estilaba en los viejos tiempos, de dos lados. El primero es un registro en vivo de siete temas que dejan indudable testimonio del poderío visceral de Pollution. El sonido es crudo, ruidoso y por momentos roza la saturación. Pero, ¿a quién le puede molestar eso ante semejante despliegue de intensidad, frustración y emociones fuertes? Las composiciones van desde densas letanías montadas sobre riffs angulares que remiten a la asfixia total de aquel glorioso “My war” hasta salvajes arranques casi Hardcore donde la impronta Blackflaguera se acerca a los sonidos de bandas como Rorschach o Born Against. Vamos, si hay algo que tienen estos tipos es buen gusto a la hora de elegir influencias. Lo que nos lleva a la cara B (parece irreal usar estos términos hoy en día). Allí tenemos dos covers, comenzando con “The crazy girl” de (claro que sí) Black Flag, que demuestra ser una elección tan acertada como inesperada, ya que pocos grupos se han animado a versionar temas de la última etapa de la Bandera Negra y mucho menos a hacerlo con semejante respeto por el original. El segundo es “Familiar and plain” de los ignotos, pero aún así muy recomendables, Honor Role, una banda oriunda de Richmond, activa entre 1983 y 1989, que fue mutando del Hardcore primigenio a un sonido más enroscado y personal (casi adelantando ciertas pautas de lo que luego se conocería como Post-Hardcore y Math-Rock) y de cuyo seno surgirían nombres destacados del underground como Breadwinner, Kepone o Labradford. Nueve temas, veintidós minutos de Punk disonante, ruidoso, imaginativo e inspirador. Esperemos que no tarden mucho en sacar un larga duración.


-Rotten Sound “Napalm” (2010)
La cosa es simple, los finlandeses Rotten Sound (probablemente la banda más avanzada en eso de seguir los pasos de los difuntos Nasum) han editado, vía Relapse Records, este ep de seis temas mientras preparan material para un próximo larga duración. Tenemos tres temas nuevos…empecemos otra vez. Tenemos tres bombazos nuevos con la impronta característica del cuarteto: blast-beats atronadores, ocasionales rebajes Hardcorosos, guitarras masivas, voces que incitan a la violencia más extrema, estructuras caóticas y esa constante sensación de vértigo y adrenalina que pone los pelos de punta. Vamos, un festín para los amantes del buen Grindcore. Luego viene la parte que justifica el título y el arte de tapa del disco, tres covers de Napalm Death (“The kill”, “Missing link” y “Suffer the children”) en versiones para chuparse los dedos, respetuosas de los originales pero adaptadas al sonido moderno, claro y corrosivo al mismo tiempo de Rotten Sound. En fin, es sólo un pequeño entremés mientras esperamos nuevo material pero basta para que la expectativa se mantenga alta. Comentario cortito como tema de la banda.


-Sick Of It All “Based on a true story” (2010)
No les voy a mentir. Por lo general cargo con una importante cuota de prejuicio hacia la impronta típica del Hardcore neoyorquino. Ya saben, esa cosa de pandilleros rudos, tatuados y con eterna expresión de pocos amigos. Por supuesto, se trata de una generalización y, como tal, es algo injusta pero, bueno, nadie dijo que los prejuicios (y todos tenemos alguno) fueran un hecho racional. El caso de Sick Of It All es un tanto complicado. Por un lado, comparten bastantes de las pautas antes mencionadas pero, por el otro, siempre estuvieron dispuestos a asociarse con músicos ajenos a su círculo (Napalm Death, NOFX, Sepultura), exhibiendo una saludable apertura mental alejada de la ortodoxia sectaria de cierta parte del Hardcore. En lo musical, si bien mantuvieron (en mayor o menor medida) su sonido característico a lo largo de sus veinticuatro años de carrera ininterrumpida, cuentan con la ventaja de ser uno de los grupos que ayudó a definir los parámetros musicales del New York Hardcore, lo cual, de cierta forma, los separa también de la mera pose superficial. La evidencia, como corresponde, está en los discos. Ni siquiera hace falta irse hasta clásicos como “Blood, sweat and no tears” o “Just look around”, pueden comprobar con una oída a este flamante “Base don a true story” que el cuarteto no ha perdido no un ápice de energía con el paso de los años. Desde ya, no podemos hablar de evolución, salvo en el plano sonoro (ahí sí logran resultados excepcionales y actuales) la banda parece detenida a principios de los noventas. Lo cual no es algo necesariamente malo, en especial si se entregan a lo suyo con semejante grado de pasión e intensidad. Lou Koller grita hasta quedarse afónico, su hermano Pete regurgita esos riffs de siempre, a veces más Punkys, a veces con ese regusto metálico, siempre vibrantes y eléctricos, Craig Setari (bajo) y Armand Majidi (batería) sostienen todo con un pulso firme, contagioso y ajustadísimo y todos se juntan para aullar sus tradicionales coros gritados. A pesar de todo, se las arreglan para proponer algo de variedad a lo largo de los catorce temas que componen la placa, manteniendo un equilibrio entre aceleradas, machaques mosheros, estribillos tribuneros, medios tiempos y hasta ciertos pasajes trabados y emotivos que nos hacen intuir que los muchachos estuvieron escuchando algo más que el “Victim in pain” de Agnostic Front. En fin, no quisiera caer en el lugar común pero lo voy a hacer de todas formas. Los fans no se sentirán defraudados y aquellos a los que la propuesta de Sick Of It All nunca les llamó la atención seguirán con sus vidas como si nada.


-The Bled “Heat fetish” (2010)
La pérdida de tres miembros (dos de ellos originales) en la formación de The Bled, tras la decisión en 2007 de bajar el ritmo de las giras, en lugar de debilitar al quinteto parece haberlo revivido. No es que “Heat fetish” sea un nuevo amanecer de la música pesada pero, para un disco que se mueve entre el Mathcore, el Metalcore y el Post-Hardcore, el producto final resultó ser sorpresivamente refrescante y creativo. Esta vez el costado melódico del grupo se ve desarrollado con mayor madurez y profundidad que en el anterior “Silent treatment”, sonando más afín a bandas como Deftones o Vision Of Disorder que al Emo-Core. De todas formas, lo que predomina en este cuarto disco del grupo son los riffs disonantes y enroscados, los ritmos trabados, los machaques secos y las voces gritonas. Lo importante es que estos sureños manejan de forma balanceada conceptos como dinámica, diversidad, gancho e inventiva, dando a luz canciones tan energéticas como complejas, variadas y emotivas sin quedar mal parados en ninguna de esas facetas. Desde ya, las influencias están presentes (a los mencionados Deftones sumen nombres como Converge, Poison The Well, el primer Cave In y Botch) pero adaptadas con buen gusto e ideas propias. Agreguen a todo esto un gran trabajo en las guitarras (tanto en la parte riffera como en lo que hace a texturas y arreglos), un cantante que elude la monotonía y la superficialidad a base de fuerza, imaginación, caudal y afinación y una base rítmica tan sólida como versátil. Y, claro, doce canciones que se sostienen por peso propio. En definitiva, eso es lo que cuenta.


-The Get Up Kids “Simple science” (2010)
Digan lo que quieran, The Get Up Kids no sólo son probablemente los mejores representantes de lo que en los noventas se consideraba Emo, si no, sencillamente, los mejores creadores de canciones de su generación. No importa que hayan influenciado a un sinfín de bandas olvidables (lo mismo puede decirse de los Beatles, Slayer y Black Sabbath, por ejemplo, y no por eso los vamos a desmerecer) ni que hayan caído en el viejo truco de la seguidilla “separación-expectativa-aniversario-reunión”. Cada una de las melodías creadas por las guitarras y las voces de Matt Pryor y Jim Suptic (inclusive aquellas que mostraron en sus respectivos proyectos paralelos y post-separación, The New Amsterdams y Blackpool Lights) son alimento para el espíritu y eso pesa más que cualquier otro tipo de elucubración. “Simple science” es el primer registro de estudio luego de aquel magnífico “Guilt show” de 2004 y se trata más bien de un aperitivo de sólo cuatro temas. Arrancamos con uno de esos típicos medios tiempos movedizos del quinteto en la forma de “Your petty pretty things”, con pasta de hit inmediato y ese sublime entramado de guitarras, voces y teclados (estos últimos, como siempre, a cargo del ex baterista de Coalesce, James Dewees) sostenido por una de las bases rítmicas (el bajo y la batería de los hermanos Rob y Ryan Pope) con mejor manejo del swing en la historia del Rock en general. Le sigue “Keith Case”, con un clima mucho más extraño, psicodélico y oscuro, aún sin perder la impronta melódica necesaria. Un ritmo insistente, un bajo distorsionado hasta la saturación y colchones de ominosos teclados sirven de plataforma para sutiles apariciones guitarrísticas y un Pryor manejando la intensidad como sólo él sabe hacerlo. Nos relajamos con la dulce melodía de “Tommy Gentle”, montada sobre una base trabada, arpegios soñadores y exquisitos arreglos. Tal vez esté pecando de fanático pero es imposible no caer rendido ante la absoluta belleza de este tema. Como cierre, los seis minutos de “How you’re bound” proponen otro viaje más bien introspectivo y profundo, donde un envolvente juego de texturas y arreglos instrumentales hacen las veces de marco tridimensional para una melodía tan hermosa como desgarradora, desarrollándose lentamente en un crescendo gradual. En fin, es poco, ya lo sé, pero se supone que en un futuro no muy lejano tendremos más material nuevo. Por ahora, a disfrutar aunque más no sea de estos cuatro nuevos temazos.


-Xasthur “Portal of sorrow” (2010)
“Portal of sorrow” no es un disco más en la carrera de Xasthur, es el último. Sí, Malefic (Scott Conner según su documento de identidad, “el nene” según su mamá, “el pelotudo que se pinta la cara y todavía vive en el sótano de su mamá” según fuentes poco confiables), ha confirmado públicamente que aquí termina el apesadumbrado viaje musical del proyecto con el que, desde mediados de los noventas, ayudó a revitalizar el Black Metal norteamericano. ¿Y qué nos trajo el deprimido muchacho para despedirse de nosotros? Ni más ni menos que casi una hora de mórbidas alucinaciones y asfixiantes pesadillas suicidas. Siguiendo la línea de su anterior álbum (el genial “All reflections drained”, editado el año pasado), “Portal of sorrow” sigue explorando terrenos ambientales, aunque esta vez el clima es más abiertamente depresivo antes que opresivo o terrorífico. Hay un claro predominio de teclados y orquestaciones pomposas, así como una gran presencia de voces femeninas (a cargo de Marissa Nadler) y melodías reflexivas y embotadoras. Por supuesto, los chillidos distorsionados de Malefic todavía resuenan ocasionalmente como si los profiriera desde la más profunda de las catacumbas y sus ásperas murallas de guitarras están ahí, es sólo que ahora no cumplen papeles protagónicos. El resultado dista de ser desdeñable, es sólo que se torna un tanto monótono y ni siquiera logra un efecto tan intenso como el de sus últimos trabajos. De todas formas, Xasthur bajando un poco el nivel sigue siendo superior a la mayoría de sus pares genéricos. La profundidad de las composiciones y el exhaustivo trabajo de texturas y armonías puestas al servicio de la más espesa y dolorosa de las oscuridades siguen siendo excepcionales. Y, pensándolo fríamente, tiene cierta coherencia que su disco de despedida tenga un tono principalmente entre melancólico y majestuoso. Y no deja de resultar curioso que, justamente en el año en que Burzum (la fuente de inspiración principal en los primeros trabajos de Xasthur) vuelve al ruedo y con un disco claramente metálico, Malefic decida retirarse con su disco más etéreo y la promesa de un próximo proyecto completamente alejado del Metal.