Mostrando entradas con la etiqueta Xasthur. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Xasthur. Mostrar todas las entradas

14 de mayo de 2012

Reviews Express

Por Fernando Suarez.




-Clubroot “III-MMXII” (2012)
Melancolía urbana, beats aletargados, graves casi subliminales, climas embotadores...sí, estamos hablando de Dusbtep. Del más melódico (por así llamarlo) y emocional, con más de una deuda a Burial (¿quién, dentro de este sub-género, no la tiene?) y una prominente labor de teclados que van de la abstracción al melodrama casi sin inmutarse.





-Earth “Angels of darkness, demons of light II” (2012)
Si la primera parte de este “Angels of darkness, demons of light” (editada el año pasado) ya había encendido una pequeña luz de alarma en lo que respecta a ideas frescas, gancho e intensidad, aquí la cosa se pone un tanto preocupante. No me quejo de que Dylan Carlson y los suyos se mantengan dentro de parámetros estilísticos bastante rígidos (al fin y al cabo, son los mismos parámetros que nos dieron obras maestras como “Hex: Or printing in the infernal method” y “The bees made honey in the lion’s skull”), sino de la falta de chispa que exponen estas nuevas composiciones. Insisto, no es un mal disco pero, a esta altura, uno espera más de un grupo como Earth.





-JK Flesh “Posthuman” (2012)
¿Puede ser qué a este tipo todo le salga bien? El nombre de este nuevo proyecto ya trae (para los seguidores del buen Justino) reminiscencias de Techno Animal y si imaginan una cruza entre los momentos más opresivos de aquel grupo, algo del Godflesh más experimental (digamos de la época de “Us and them”), la corrosión extrema de GreyMachine y un claro interés por los exponentes más brutales del Dubstep de los últimos años, no estarán mal rumbeados. Otra de esas delicias agridulces a las que Don Broadrick nos tiene mal acostumbrados, que se mete de cabeza en lo mejor del año.





-Loincloth “Iron balls of steel” (2012)
¿Metal matemático? ¿Y no es Meshuggah ni nada que se le parezca? Bueno, sabiendo que aquí hay gente que militó en bandas como Confessor y los legendarios Breadwinner (si no los conocen, pregúntenle a los muchachos de Don Caballero), podemos llegar a comprender un poco mejor por dónde vienen los tiros en estas “bolas de hierro de acero” (les juro que así se traduce el título del disco). Otra referencia, sólo para entendidos, podrían ser The Fucking Champs pero (por suerte) sin esos ridículos acercamientos al Metal clásico. En fin, para amantes del virtuosismo (vale aclarar que se trata de material enteramente instrumental) puesto al servicio de la contundencia y la enfermedad es un buen bocado pero tampoco esperen grandes voladuras de peluca.





-Ministry “Relapse” (2012)
El tío Al nos viene mintiendo hace bastante con eso de que Ministry se termina y, la verdad, es que desde “Houses of the Molé” (2004) sus trabajos discográficos son, en el mejor de los casos, un jovial ejercicio de nostalgia y, en el peor (discos en vivo, remixes, discos de covers, grandes éxitos), un choreo a mano armada. “Relapse” cae en la primera categoría y se balancea entre temas energéticos pero sin imaginación, bodrios que rozan el bochorno y un simpático cover del “United forces” de S.O.D.. Qué sé yo, podría ser peor pero, si lo comparamos con cualquier disco de Ministry editado entre 1986 y 1996, éste directamente no existe.





-Pharaoh Overlord “Lunar jetman” (2012)
La criatura lisérgica del finlandés Jussi Lehtisalo no detiene su marcha cósmica. Con más de diez años sobre sus espaldas, y habiendo explorado diferentes facetas del Rock más volado (desde el Kraut al Hard Rock, pasando por el Stoner, ciertos experimentos ruidosos y hasta el Free-Jazz), Pharaoh Overlord resume, en esta décima placa, varias de sus inquietudes musicales: el minimalismo, la repetición, el riff, la distorsión, el equilibrio entre abstracción armónica y contundencia rítmica, y, desde ya, el envolvente trance psicodélico que lleva a la mente de paseo por paisajes irreales. Todo esto tocando, en algún punto, los diversos estilos antes mencionados y fundiéndolos en un todo que enmarca la identidad del grupo. Tengan a mano algunos chocolates.





-Tragedy “Darker days ahead” (2012)
Es una pena que el estilo de Crust imbuido de oscuridad melódica y épica apocalíptica que Tragedy viene perfeccionando desde 1999 (y que ya habían patentado en His Hero Is Gone, su anterior encarnación) se haya vuelto un lugar común dentro del underground extremo (por llamarlo de alguna forma. Y sí, por si no lo habían notado, el hipsterismo también afecta al Metal y al Hardcore) de los últimos años. No es nada nuevo, alguien tiene una buena idea y, luego, miles de peleles sin talento ni fuego en el alma la repiten hasta vaciarla de contenido e intensidad. Es una suerte, no obstante, que Tragedy siga en actividad (aunque se hayan tomado seis años desde el anterior “Nerve damage”) y lo haga con la ardiente vitalidad que los caracteriza, aún cuando el tipo de música que practican ya no genere el impacto de antaño (me debo estar poniendo viejo).





-Whirr “Pipe dreams” (2012)
Nick Bassett, guitarrista de los Neo-Blackemtaleros Deafheaven, se junta con otra gente para jugar a My Bloody Valentine y, la verdad, le sale más que bien. Es más, hasta se puede decir que se animan con alguna que otra idea propia, algo no muy habitual en esta suerte de revival Shoegazero de los últimos años. Mucha distorsión, muchas guitarras con muchos efectos y melodías que estallan de pura belleza etérea.





-Xasthur “Nightmares at dawn” (2012)
¿Noventa minutos de Black Metal depresivo, asfixiante y atmosférico? Hay que tener resistencia para tragárselo de un saque pero, seguramente, el mundo tenga suficientes masoquistas que sabrán apreciarlo. Para los interesados en Xasthur, mejor atenerse a la etapa que va de “Telepathic with the diseased” a “All reflections drained”. Es que...noventa minutos, te la regalo.





-Zombie Western “The great migration” (2012)
Post-Rock instrumental, bastante atmosférico (o sea, más cerca de Mogwai o Godspeed You! Black Emperor que de Slint o Tortoise) y con claros guiños soundtrackeros, en especial por el lado de los Westerns (obviamente) de Ennio Morricone. Música para imaginarse sentado en una mecedora, contemplando un eterno atardecer en un rural páramo desolado.

19 de abril de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Breadwinner “Burner” (1994)
Más que eslabón perdido, Breadwinner podría ser considerado el eslabón olvidado del Math-Rock. Por algún motivo que desconozco, estos oriundos de Richmond nunca recibieron por parte de la prensa especializada (¿prensa qué?) el mismo tipo de reverencia que algunos de sus contemporáneos y seguidores como Bastro, Don Caballero, Slint o Rodan. Nacidos en 1990, el legado entero de Breadwinner está compilado en este disco póstumo. No se trata de cantidad (son sólo nueve temas en veinte minutos), si no de calidad. Las canciones son breves pero en ellas suceden tantas cosas que no hay necesidad de estirarlas al pedo. “Burner”, grabado por Steve Albini, es casi un catálogo de casi todos los riffs contracturados y los ritmos angulares que generaciones futuras de nerds con corazón Punk utilizarían en su música. Inclusive hay lugar para cierto filo metálico que demuestra de dónde sacaron sus ideas bandas como Watchtower, Confessor, Meshuggah, Dysrhythmia o las de Mathcore en general. Sólo con una formación básica de guitarra, bajo y batería, estos tipos eran capaces de pintar los más intrincados paisajes musicales sin por ello bajar ni por un segundo el nivel de intensidad. La guitarra y el bajo se trenzan en duelos de riffs y contrapuntos laberínticos, mientras la batería sostiene todo con un sentido del swing tan sutil como enfermizo. La sensación general es la de una tensión de dientes apretados que nunca se corta del todo, predominan los medios tiempos pero es imposible intentar un headbanging coherente con estos patrones rítmicos. En fin, estoy hablando de un clásico indiscutible que suele pasar por debajo del radar de los medios, inclusive los que se supone que saben del tema. Si alguna de las bandas antes mencionadas son de su agrado o, simplemente, si aprecian el Rock que conjuga con maestría virtuosismo, potencia, imaginación y crudeza, esto es material sencillamente indispensable en sus discotecas.


-Rainbow Of Death “Rainbow of death” (2007)
Monarch! es un cuarteto francés que, desde hace ocho años, se dedica a entregar una cruda combinación de acoples y lentitud Sludge, minimalista ruido Drone y asfixiantes alaridos Blackmetaleros, todo envuelto en una estética desprolija y de aires infantiles. Rainbow Of Death sería algo así como el negativo exacto de Monarch!. Con una estética similar (inclusive usan como logo una versión de las cuatro barras de Black Flag adornadas con un corazoncito sangrante), casi los mismos integrantes (voz, bajo y batería se repiten en ambos grupos) y la misma aspereza sonora, dejan de lado los tempos aletargados y los climas opresivos y los reemplazan por una velocidad salvaje y desbocada, y un desparpajo sumamente frenético. Con el mismo sonido primitivo y saturado de siempre, apiñan trece estallidos en diez minutos, donde conviven sin problemas el Hardcore, el Grindcore, el Powerviolence y hasta algún que otro guiño al Rock And Roll más cavernícola. La guitarra vomita riffs básicos que suenan como una motosierra cortando carne humana, envuelta en incontrolables acoples y feedback. La batería se apura para seguir el ritmo vertiginoso de las canciones y la voz (a cargo de Emilie Bresson, también conocida como Eurogirl. Sí, es una chica) aúlla, chilla, se retuerce de dolor y hasta se permite modismos menos extremos y más afines al viejo y querido Punk-Rock. En fin, no es ninguna revolución (Monarch! tampoco lo es, si vamos al caso) y si buscan valores musicales elevados están meando afuera del tarro. Si sólo están buscando una breve descarga de adrenalina y diversión violento, no lo pueden dejar pasar.


-The Killing “Día del enemigo” (2008)
The Killing debutó en 2005 con un aceptable pero no muy brillante ejercicio de Grindcore Napalmdeathero en aquel “América sangrienta”. Tres años después, “Dïa del enemigo” nos muestra el innegable crecimiento del grupo, al menos en el plano musical (en lo que hace a las letras, todavía falta encontrar una vuelta de tuerca un tanto más personal y elaborada. Y no es que les esté pidiendo que sean Shakespeare, pero contando el Grindcore con grandes letristas como Barney Greenway, J.R.Hayes, Kevin Sharp o Jon Chang, sería una pena no aspirar a ese nivel) que, en estos casos al menos, es el que más importa. Desde ya, la impronta de Shane Embury y los suyos sigue diciendo presente pero se suman nuevas variantes rítmicas y un mayor empleo de alaridos agudos que le dan otro sabor a la cosa. Hasta en los riffs y las estructuras de las canciones se percibe una voluntad, todavía no desarrollada del todo pero aún así bien clara, de búsqueda creativa siempre en función de la agresión más despiadada y enferma. Al fin de cuentas, esto sigue siendo Grindcore de pura cepa. Aunque, ¿cuántos grupos del género conocen que se animen a versionar a Pink Floyd sin quedar mal parados? En efecto, The Killing se mete con “In the flesh” y, a base de alaridos desgarrados y arreglos casi Industriales, se las arregla para acrecentar el clima opresivo del tema. En fin, Argentina tal vez no sea el país más amigable para el Grindcore en general, y todavía están faltando bandas que se animen a encarar propuestas más audaces dentro del género, pero este portentoso “Día del enemigo” puede llegar a ser un buen comienzo.


-Avernal “Miss Mesías” (2009)
Con diecisiete años de carrera sobre sus espaldas, Avernal no sólo es la banda más longeva del Death Metal vernáculo, también es la más inquieta. Claro, lo de Death Metal, a esta altura, suena a poco a la hora de describir la propuesta del quinteto. Ni siquiera estoy seguro de que un término como Death N’ Roll sea suficiente. “Miss Mesías” es el quinto disco del grupo y en él encontramos, al fin, un sonido (claro y potente sin perder de vista la necesaria cuota de pudrición y mugre extrema) que le hace justicia a sus canciones. Y eso no es todo. La voz de Christian se manda de cabeza y sin complejos a probar nuevas variantes para escapar de la monotonía de las habituales voces de monstruo, que tampoco faltan, claro. Lo interesante es que, al bajar el extremismo en el terreno vocal, han ganado no sólo en variantes, si no también en intensidad y furia. Por supuesto, todavía quedan aristas por pulir en este campo, en especial en lo que hace a las letras (demasiado infantiles y repetitivas, por momentos) y al alcance de las notas más agudas pero, de todas formas, es otra buena prueba de que el apetito creativo de Avernal se mantiene saludable y en movimiento. Por lo demás, lo que aquí tenemos son diez temas (bueno, nueve más una intro) que conjugan con absoluta soltura groove y brutalidad, que resultan lo suficientemente variados como para no aburrir y dejan en claro la innegable identidad musical del grupo, al tiempo que aplastan cabezas como es debido.


-Bile “Hate radio” (2009)
¿Se sienten enfermos y perversitos? ¿Andan con ganas de dar y recibir un buen par de latigazos y de saborear unas brillantes brillantes botas de cuero? ¿Tal vez prefieren encerrarse en retorcidas cavilaciones sobre lo desdeñable que resulta ser la raza humana en general y regodearse en un morbo psicótico de visiones bañadas en ácido y teñidas de rojo? ¿O su imaginación los traslada a frenéticas pistas de baile donde las luces estroboscópicas causan cortocircuitos en la mente? Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, sírvanse acompañar dichas impresiones con una ración del mejor Metal-Industrial que sólo Bile sabe servir desde sus inicios, allá por 1992. Ok, no se puede decir que hayan inventado la pólvora, ciertamente las referencias a nombres como Ministry, KMFDM, My Life With The Thrill Kill Kult, Malhavoc, Throbbing Gristle o Skinny Puppy son inevitables pero sirven como marco donde Krztoff (el hombre detrás de Bile) puede desarrollar su delirante personalidad. Ciertamente, con tantos años de carrera y una discografía bastante destacada (el monumental “Teknowhore”, de 1996, es una pieza imprescindible del Rock Industrial de los noventas), este tipo tiene muy claro lo que hace. Siete años después del anterior “Demonic electronic”, “Hate radio” encuentra a Bile en perfecta forma y con toda la enfermedad intacta. Lo mejor de ellos es que siempre parecen tratar de llevar todo a los extremos, aún dentro de las limitaciones impuestas por el tipo de música que practican. Cuando se ponen violentos, pueden competir con cualquier melenudo Deathmetalero y romperle el culo a base de corrosivos ritmos taladrantes, machaques como ametralladoras, alaridos infernales y capas y capas de puro y envolvente ruido digital. Cuando se ponen sutiles, alcanzan un grado de detallismo y profundidad que rozan lo sinfónico, cuando quieren hacernos bailar lo hacen con beats tan infecciosos que pondrían verde de envidia a Rob Zombie. Y, desde ya, cuando se ponen en juguetones son capaces de transformar hasta un tema Country en un jodido viaje lisérgico por los recovecos más siniestros de la mente humana. Si a todo eso le suman diversos incidentes donde miembros del grupo golpearon a Yngwie Malmsteen (luego de ver como éste golpeaba a su novia) y rociaron con bombuchas a Jani Lane (autor arrepentido del himno “Cherry pie”) y Bobbie Brown (la novia de Lane en ese momento, y protagonista del video clip de dicho tema), entonces es imposible no quererlos.


-Sajjanu “Pechiku!!” (2009)
Esto no es ninguna novedad pero bien vale repetirlo: los japoneses están locos. Y si encima vienen apadrinados por John Zorn y su sello, Tzadik, entonces cualquier cosa puede suceder. De cierta forma, lo de Sajjanu es más o menos predecible, si así podemos llamar al más frenético despliegue de Rock-Noise-Jazz-Core-Progresivo que puedan imaginar. Claro, referencias como Ruins, Naked City, Don Caballero o Boredoms ya no son precisamente una novedad, mucho menos viniendo de la tierra del sol naciente y muchísimo menos con el visto bueno de Don Zorn. El punto es que lo hacen tan bien. Son sólo tres tipos (dos guitarristas y un baterista) y se las arreglan para sonar como una estampida de fugitivos de un manicomio de máxima seguridad. Como para que se hagan una idea, si Mr. Bungle les resulta demasiado caótico, Sajjanu va al triple de revoluciones por minuto y cambia de registro y ritmos de forma mucho más abrupta e inesperada. Por momentos hasta es demasiado agobiante, como si juntaran fragmentos inconexos de temas de King Crimson, Mahavishnu Orchestra, Magma y Miles Davis y los reinterpretaran a toda velocidad y de forma absolutamente azarosa. En el estado de ánimo adecuado, puede llegar a ser una experiencia extremadamente intensa. Si no, bueno, es lo ideal para generarle un ataque de histeria a cualquiera. O sea, la expresión caos controlado no le hace justicia al grado de demencia, vértigo y precisión de estos nipones. Desde ya, se necesita, al menos, cierta tolerancia al virtuosismo más desbocado y esquizofrénico, así como a la experimentación Rockera más violenta y a la constante sobre estimulación de los sentidos. Si cuentan con esos requisitos, “Pechiku!!” les representará uno de los manjares musicales más suculentos de los últimos tiempos.


-Acid Tiger “Acid tiger” (2010)
Acid Tiger es un cuarteto neoyorquino que debuta discográficamente en las filas de Deathwish Inc. (hogar de grupos como Converge, 108, Blacklisted o Killing The Dream, entre otras luminarias del Hardcore de los últimos tiempos) y cuenta en sus filas con la presencia del baterista de Converge, Ben Koller (ex miembro de los geniales Forcefedglass), y el guitarrista de Thursday y United Nations, Lukas Previn. Ya les aviso, no esperen Hardcore rompehuesos, Mathcore frenético ni Screamo chillón. El mismo grupo define su propuesta como un híbrido de Punk y Rock Progresivo y reconoce influencias de bandas como Drive Like Jehu, Descendents y The Cult. Una descripción bastante acertada, vale decir. Efectivamente, detrás del corazón claramente Punk que guía la energía de Acid Tiger encontramos riffs pesados e intrincados, variantes rítmicas que van desde la marcha aplastante y setentosa a rebusques más enroscados e impredecibles, una voz potente y melódica a la vez, con un sabor casi sureño (los ocasionales toques Blueseros ayudan a reforzar este elemento) y una cierta tendencia a los agudos Robertplantianos, climas entre místicos y lisérgicos, y una refrescante sensación de libertad creativa y diversión que no sabe de décadas y encasillamientos musicales. Tal vez ese sea el punto en el cual estos vecinos de Biohazard (también son del jodido Brooklyn, donde mejor que mires tu puta espalda) se distinguen de tantas bandas que ensayan combinaciones similares. Los muchachos encaran la faena de forma claramente distendida y sin más pretensiones que pasar un buen rato rockeando con sus amigos. Al menos, esa es la sensación que transmiten los siete temas (desplegados en poco más de cuarenta minutos) que componen la placa. Si encima el producto final resulta ser sumamente personal e inclasificable, mucho mejor. Ojo, tampoco se trata de la octava maravilla pero, si el acercamiento entre la crudeza del Punk y la voladura de los setentas se les presenta como una buena idea, entonces este material los dejará más que satisfechos.


-Black Francis “Nonstoperotik” (2010)
Con los Pixies reunidos, Frank Black volvió a dar vuelta su seudónimo a Black Francis, el que usaba cuando lideraba dicha banda y, mientras esperamos nuevo material de estudio, nuestro querido gordito sigue editando disco tras disco en su faceta de solista. Tal vez los discos de The Breeders (la banda liderada por Kim Deal, bajista de Pixies) sean más apetitosos pero, en cualquier caso, la comparación está fuera de lugar. Desde el primero momento fuera de su ex-ex banda, Francis estuvo decidido a mostrar una faceta diferente, más íntima y cercana aún sin perder del todo el nervio rockero y la voladura psicótica de siempre. “Nonstoperotik” es un disco inspirado en el sexo, según palabras del propio protagonista. Y si están pensando en las referencias sexuales más bien violentas a las que nuestro hombre echaba mano en temas de los Pixies como “I’ve been tired” o “Dead”, olvídenlo. Como ya dijimos, el Black Francis solista es un hombre más sensible y sobrio, y su visión del erotismo tiene un tinte claramente romántico antes que agresivo. De la misma forma, sus melodías resultan más reposadas. Aún cuando en varios pasajes de la placa recuerde al Rock efervescente y Punky de antaño, el sonido cálido y austero y, principalmente, las melodías de tono Folk (hasta hay un cover de Fliyng Burrito Brothers) marcan una clara diferencia. A pesar de todo, es probable que este sea el disco más cercano a los Pixies que su cantante edita en más o menos quince años, lo cual no es nada despreciable, desde ya. En cualquier caso, ya sea un su faceta más calmada y emotiva o en aquella plagada de imágenes deformes y sonidos punzantes, estamos en presencia de uno de los pocos tipos que fue capaz de generar una revolución en el Rock sin siquiera proponérselo y que, aún hoy en día, a los cuarenta y cinco años de edad, mantiene intacta su creatividad, su talento y su intensidad. Cualquiera que aprecie las buenas canciones debería estar atento a todo lo que este hombre proponga.


-Mike Patton “Mondo Cane” (2010)
Venía amagando hace unos años y, finalmente, aquí tenemos el primer disco oficial de esta nueva locura de Mike Patton llamada “Mondo Cane”, como aquel film de Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi de 1962. Para aquellos que no estén familiarizados con el asunto, se trata, básicamente, de Miguel versionando canciones Pop italianas de los años cincuenta y sesentas, en su idioma original y secundado por una orquesta de más de treinta músicos, dirigida por el prestigioso Aldo Sisillo y con la participación de Roy Paci, otro destacado músico italiano. A esto se le suma una versión del tema “Deep down” de Ennio Morricone, como para dejar en claro la pasión de Patton por la cultura italiana en general. Desde ya, estoy incapacitado para comparar estas versiones con los originales porque jamás los escuché. Lo que sí puedo decir es que el mismo Patton admite que, aún con esfuerzo, trató de ser lo más respetuoso posible. Sea cómo sea, se trata a todas luces de un trabajo de música sumamente compleja e intrincada, aún cuando son, en esencia canciones de Pop pegadizo y alegre. Por momentos, no voy a mentir, resulta sencillamente hilarante escuchar a Patton cantando en italiano esas melodías a las que no les cabe otra definición más que la de grasas, y en otros el dramatismo alcanzado es cualquier cosa menos gracioso. Claro, con una orquesta detrás nuestro héroe se dio finalmente todos los gustos que en aquel recordado “California” de Mr. Bungle no pudo. Lo interesante, como suele suceder con todo aquello que involucra a este tipo, es cómo universos que se suponen opuestos o poco conciliables, aquí se funden sin problemas dando a luz nuevas perspectivas y miradas musicales. Lo simple y lo complejo, lo agradable y lo repulsivo, lo culto y lo popular, lo divertido y lo angustiante, lo superficial y lo profundo, todo eso se da cita en “Mondo Cane” y hasta es posible que, por momentos, no estén del todo seguros de qué sensaciones les generan estas canciones. Y eso sin si quiera mencionar lo que se canta el muy turro de Patton. En fin, tal vez a los fans más Rockeros les cueste un poco adaptarse a este esquema pero les aseguro que vale la pena el esfuerzo de abrir la mente a otras formas musicales.


-Pollution “120608” (2010)
Los miembros de Unearthly Trance son gente inquieta, de eso no cabe duda. No sólo se dieron el lujo, con su grupo principal de dar vuelta varias de las convenciones del Doom y el Sludge (dejando como legado uno de los mejores discos de la década pasada, “The trident”), también cuentan con una vasta gama de proyectos paralelos, la mayoría relacionados a diversas ramas del Black Metal. Tenemos la magia negra experimental de Thralldom (que luego devino en Drifting Collision y después en The Howling Wind, todas con el mismo nivel de excelencia), la crudeza primitiva, etílica y Dakrthronera de Villains y el punto intermedio de Glorior Belli como ejemplos. Pollution cuenta también con la presencia del guitarrista/vocalista Ryan Lipynsky pero poco y nada tiene que ver con el Negro Metal. La palabra Black sí se puede encontrar aquí pero seguida de Flag. Efectivamente, este cuarteto se dedica a recrear las inmortales enseñanzas de Greg Ginn y compañía pero lo hace con un grado extra de virulencia que lo aleja de la mera copia. “120608” cierra la trilogía (precedida por los geniales “nasty.DNA” y “n.s. DRUGS”) de vinilos y casetes (eso es ser true) que el grupo viene editando desde 2008 y sirve como remanso mientras preparan material nuevo. La placa consta, como se estilaba en los viejos tiempos, de dos lados. El primero es un registro en vivo de siete temas que dejan indudable testimonio del poderío visceral de Pollution. El sonido es crudo, ruidoso y por momentos roza la saturación. Pero, ¿a quién le puede molestar eso ante semejante despliegue de intensidad, frustración y emociones fuertes? Las composiciones van desde densas letanías montadas sobre riffs angulares que remiten a la asfixia total de aquel glorioso “My war” hasta salvajes arranques casi Hardcore donde la impronta Blackflaguera se acerca a los sonidos de bandas como Rorschach o Born Against. Vamos, si hay algo que tienen estos tipos es buen gusto a la hora de elegir influencias. Lo que nos lleva a la cara B (parece irreal usar estos términos hoy en día). Allí tenemos dos covers, comenzando con “The crazy girl” de (claro que sí) Black Flag, que demuestra ser una elección tan acertada como inesperada, ya que pocos grupos se han animado a versionar temas de la última etapa de la Bandera Negra y mucho menos a hacerlo con semejante respeto por el original. El segundo es “Familiar and plain” de los ignotos, pero aún así muy recomendables, Honor Role, una banda oriunda de Richmond, activa entre 1983 y 1989, que fue mutando del Hardcore primigenio a un sonido más enroscado y personal (casi adelantando ciertas pautas de lo que luego se conocería como Post-Hardcore y Math-Rock) y de cuyo seno surgirían nombres destacados del underground como Breadwinner, Kepone o Labradford. Nueve temas, veintidós minutos de Punk disonante, ruidoso, imaginativo e inspirador. Esperemos que no tarden mucho en sacar un larga duración.


-Rotten Sound “Napalm” (2010)
La cosa es simple, los finlandeses Rotten Sound (probablemente la banda más avanzada en eso de seguir los pasos de los difuntos Nasum) han editado, vía Relapse Records, este ep de seis temas mientras preparan material para un próximo larga duración. Tenemos tres temas nuevos…empecemos otra vez. Tenemos tres bombazos nuevos con la impronta característica del cuarteto: blast-beats atronadores, ocasionales rebajes Hardcorosos, guitarras masivas, voces que incitan a la violencia más extrema, estructuras caóticas y esa constante sensación de vértigo y adrenalina que pone los pelos de punta. Vamos, un festín para los amantes del buen Grindcore. Luego viene la parte que justifica el título y el arte de tapa del disco, tres covers de Napalm Death (“The kill”, “Missing link” y “Suffer the children”) en versiones para chuparse los dedos, respetuosas de los originales pero adaptadas al sonido moderno, claro y corrosivo al mismo tiempo de Rotten Sound. En fin, es sólo un pequeño entremés mientras esperamos nuevo material pero basta para que la expectativa se mantenga alta. Comentario cortito como tema de la banda.


-Sick Of It All “Based on a true story” (2010)
No les voy a mentir. Por lo general cargo con una importante cuota de prejuicio hacia la impronta típica del Hardcore neoyorquino. Ya saben, esa cosa de pandilleros rudos, tatuados y con eterna expresión de pocos amigos. Por supuesto, se trata de una generalización y, como tal, es algo injusta pero, bueno, nadie dijo que los prejuicios (y todos tenemos alguno) fueran un hecho racional. El caso de Sick Of It All es un tanto complicado. Por un lado, comparten bastantes de las pautas antes mencionadas pero, por el otro, siempre estuvieron dispuestos a asociarse con músicos ajenos a su círculo (Napalm Death, NOFX, Sepultura), exhibiendo una saludable apertura mental alejada de la ortodoxia sectaria de cierta parte del Hardcore. En lo musical, si bien mantuvieron (en mayor o menor medida) su sonido característico a lo largo de sus veinticuatro años de carrera ininterrumpida, cuentan con la ventaja de ser uno de los grupos que ayudó a definir los parámetros musicales del New York Hardcore, lo cual, de cierta forma, los separa también de la mera pose superficial. La evidencia, como corresponde, está en los discos. Ni siquiera hace falta irse hasta clásicos como “Blood, sweat and no tears” o “Just look around”, pueden comprobar con una oída a este flamante “Base don a true story” que el cuarteto no ha perdido no un ápice de energía con el paso de los años. Desde ya, no podemos hablar de evolución, salvo en el plano sonoro (ahí sí logran resultados excepcionales y actuales) la banda parece detenida a principios de los noventas. Lo cual no es algo necesariamente malo, en especial si se entregan a lo suyo con semejante grado de pasión e intensidad. Lou Koller grita hasta quedarse afónico, su hermano Pete regurgita esos riffs de siempre, a veces más Punkys, a veces con ese regusto metálico, siempre vibrantes y eléctricos, Craig Setari (bajo) y Armand Majidi (batería) sostienen todo con un pulso firme, contagioso y ajustadísimo y todos se juntan para aullar sus tradicionales coros gritados. A pesar de todo, se las arreglan para proponer algo de variedad a lo largo de los catorce temas que componen la placa, manteniendo un equilibrio entre aceleradas, machaques mosheros, estribillos tribuneros, medios tiempos y hasta ciertos pasajes trabados y emotivos que nos hacen intuir que los muchachos estuvieron escuchando algo más que el “Victim in pain” de Agnostic Front. En fin, no quisiera caer en el lugar común pero lo voy a hacer de todas formas. Los fans no se sentirán defraudados y aquellos a los que la propuesta de Sick Of It All nunca les llamó la atención seguirán con sus vidas como si nada.


-The Bled “Heat fetish” (2010)
La pérdida de tres miembros (dos de ellos originales) en la formación de The Bled, tras la decisión en 2007 de bajar el ritmo de las giras, en lugar de debilitar al quinteto parece haberlo revivido. No es que “Heat fetish” sea un nuevo amanecer de la música pesada pero, para un disco que se mueve entre el Mathcore, el Metalcore y el Post-Hardcore, el producto final resultó ser sorpresivamente refrescante y creativo. Esta vez el costado melódico del grupo se ve desarrollado con mayor madurez y profundidad que en el anterior “Silent treatment”, sonando más afín a bandas como Deftones o Vision Of Disorder que al Emo-Core. De todas formas, lo que predomina en este cuarto disco del grupo son los riffs disonantes y enroscados, los ritmos trabados, los machaques secos y las voces gritonas. Lo importante es que estos sureños manejan de forma balanceada conceptos como dinámica, diversidad, gancho e inventiva, dando a luz canciones tan energéticas como complejas, variadas y emotivas sin quedar mal parados en ninguna de esas facetas. Desde ya, las influencias están presentes (a los mencionados Deftones sumen nombres como Converge, Poison The Well, el primer Cave In y Botch) pero adaptadas con buen gusto e ideas propias. Agreguen a todo esto un gran trabajo en las guitarras (tanto en la parte riffera como en lo que hace a texturas y arreglos), un cantante que elude la monotonía y la superficialidad a base de fuerza, imaginación, caudal y afinación y una base rítmica tan sólida como versátil. Y, claro, doce canciones que se sostienen por peso propio. En definitiva, eso es lo que cuenta.


-The Get Up Kids “Simple science” (2010)
Digan lo que quieran, The Get Up Kids no sólo son probablemente los mejores representantes de lo que en los noventas se consideraba Emo, si no, sencillamente, los mejores creadores de canciones de su generación. No importa que hayan influenciado a un sinfín de bandas olvidables (lo mismo puede decirse de los Beatles, Slayer y Black Sabbath, por ejemplo, y no por eso los vamos a desmerecer) ni que hayan caído en el viejo truco de la seguidilla “separación-expectativa-aniversario-reunión”. Cada una de las melodías creadas por las guitarras y las voces de Matt Pryor y Jim Suptic (inclusive aquellas que mostraron en sus respectivos proyectos paralelos y post-separación, The New Amsterdams y Blackpool Lights) son alimento para el espíritu y eso pesa más que cualquier otro tipo de elucubración. “Simple science” es el primer registro de estudio luego de aquel magnífico “Guilt show” de 2004 y se trata más bien de un aperitivo de sólo cuatro temas. Arrancamos con uno de esos típicos medios tiempos movedizos del quinteto en la forma de “Your petty pretty things”, con pasta de hit inmediato y ese sublime entramado de guitarras, voces y teclados (estos últimos, como siempre, a cargo del ex baterista de Coalesce, James Dewees) sostenido por una de las bases rítmicas (el bajo y la batería de los hermanos Rob y Ryan Pope) con mejor manejo del swing en la historia del Rock en general. Le sigue “Keith Case”, con un clima mucho más extraño, psicodélico y oscuro, aún sin perder la impronta melódica necesaria. Un ritmo insistente, un bajo distorsionado hasta la saturación y colchones de ominosos teclados sirven de plataforma para sutiles apariciones guitarrísticas y un Pryor manejando la intensidad como sólo él sabe hacerlo. Nos relajamos con la dulce melodía de “Tommy Gentle”, montada sobre una base trabada, arpegios soñadores y exquisitos arreglos. Tal vez esté pecando de fanático pero es imposible no caer rendido ante la absoluta belleza de este tema. Como cierre, los seis minutos de “How you’re bound” proponen otro viaje más bien introspectivo y profundo, donde un envolvente juego de texturas y arreglos instrumentales hacen las veces de marco tridimensional para una melodía tan hermosa como desgarradora, desarrollándose lentamente en un crescendo gradual. En fin, es poco, ya lo sé, pero se supone que en un futuro no muy lejano tendremos más material nuevo. Por ahora, a disfrutar aunque más no sea de estos cuatro nuevos temazos.


-Xasthur “Portal of sorrow” (2010)
“Portal of sorrow” no es un disco más en la carrera de Xasthur, es el último. Sí, Malefic (Scott Conner según su documento de identidad, “el nene” según su mamá, “el pelotudo que se pinta la cara y todavía vive en el sótano de su mamá” según fuentes poco confiables), ha confirmado públicamente que aquí termina el apesadumbrado viaje musical del proyecto con el que, desde mediados de los noventas, ayudó a revitalizar el Black Metal norteamericano. ¿Y qué nos trajo el deprimido muchacho para despedirse de nosotros? Ni más ni menos que casi una hora de mórbidas alucinaciones y asfixiantes pesadillas suicidas. Siguiendo la línea de su anterior álbum (el genial “All reflections drained”, editado el año pasado), “Portal of sorrow” sigue explorando terrenos ambientales, aunque esta vez el clima es más abiertamente depresivo antes que opresivo o terrorífico. Hay un claro predominio de teclados y orquestaciones pomposas, así como una gran presencia de voces femeninas (a cargo de Marissa Nadler) y melodías reflexivas y embotadoras. Por supuesto, los chillidos distorsionados de Malefic todavía resuenan ocasionalmente como si los profiriera desde la más profunda de las catacumbas y sus ásperas murallas de guitarras están ahí, es sólo que ahora no cumplen papeles protagónicos. El resultado dista de ser desdeñable, es sólo que se torna un tanto monótono y ni siquiera logra un efecto tan intenso como el de sus últimos trabajos. De todas formas, Xasthur bajando un poco el nivel sigue siendo superior a la mayoría de sus pares genéricos. La profundidad de las composiciones y el exhaustivo trabajo de texturas y armonías puestas al servicio de la más espesa y dolorosa de las oscuridades siguen siendo excepcionales. Y, pensándolo fríamente, tiene cierta coherencia que su disco de despedida tenga un tono principalmente entre melancólico y majestuoso. Y no deja de resultar curioso que, justamente en el año en que Burzum (la fuente de inspiración principal en los primeros trabajos de Xasthur) vuelve al ruedo y con un disco claramente metálico, Malefic decida retirarse con su disco más etéreo y la promesa de un próximo proyecto completamente alejado del Metal.

4 de abril de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.

-Fucked Up “Singles collection” (2009)
El título no deja lugar a segundas lecturas, esto es un compilado. Algo así como el complemento perfecto para aquel “Epics in minutes” que también recolectaba material de diversos ep’s de estos canadienses. Analizarlo como un álbum propiamente dicho es, entonces, incorrecto. Para aquellos que no están familiarizados con la propuesta de Fucked Up, vale aclarar que hablamos de una de las bandas que se ha encargado de revitalizar el Hardcore/Punk en la década actual. Un sonido que rescata las raíces más crudas del género (Circle Jerks, Black Flag, Minor Threat) y las expone a diversos sonidos e influencias (Psicodelia, Garage Rock, Jazz, Noise, experimentos sonoros varios) enalteciendo así su esencia de eterna e incorruptible confrontación. Un espíritu que también se traslada a las letras, los manifiestos y las acciones del grupo. Homenajes a los anarquistas de la guerra civil española y al situacionismo de los 60’s, crípticas desviaciones místicas, juicios a la Rolling Stone y diversos actos de vandalismo se cuentan en su curriculum Punk. Con la salvedad de que, al igual que los suecos Refused y los neoyorquinos Born Against (otros bastiones del costado más lúcido y radicalizado del Punk), esta gente no se queda en la superficie del asunto y escarba siempre con la intención de que arte y mensaje se fundan en un todo conceptual sin grumos. No por nada han acompañado a leyendas vivientes como Jello Biafra y Keith Morris sobre las tablas. Entonces, lo que aquí tenemos son diecinueve canciones llenas de energía, con voces crudas y rasposas, guitarras al rojo vivo, un gancho irresistible (la virulencia no se choca con la melodía, pero no esperen estribillos poperos) y una insistente efervescencia rítmica, tan apta para el baile como para el pogo más descontrolado. Un trabajo de guitarras excepcional, donde los riffs más simples y directos se cruzan con inéditas texturas y arreglos sin perder nunca el objetivo que sigue siendo pegar duro y donde más duele. Si no los conocían, apúrense, se están perdiendo una de las apariciones más iluminadas y honestas de los últimos tiempos, en lo que a Punk se refiere. Y si ya los tenían, deberían estar en este mismo instante sacudiéndose al ritmo de estas revoluciones encapsuladas en canciones.


-Silversun Pickups “Swoon” (2009)
Comienza “There’s no secrets this year” y recordamos por qué esa reinterpretación americana de My Bloody Valentine que Smashing Pumpkins ensayó en “Siamese dream” fue, por lejos, el punto más alto de la carrera artística del insoportable Billy Corgan. Pero no piensen que esto es una copia de nada. Ahí llega “The royal we” con su ritmo trabado, sus psicodélicos arreglos de cuerdas y las inevitables guitarras que estallan en el estribillo. Ah sí, a desempolvar las camisas a cuadros y los anteojos de marco grueso, los noventas más sensibles y estilizados están de vuelta. Y no voy a ser yo el que se oponga mientras tengamos discos con tan buenas canciones como las de esta segunda entrega discográfica de Silversun Pickups. La voz de Brian Aubert tiene un tono entre tímido y cansado, apunta a los agudos pero completamente alejado de cualquier tipo de exceso Hardrockero. En algún lugar entre Matthew Pryor (The Get Up Kids, The New Amsterdams), Kim Deal y una especie de Billy Corgan afinado y sin tantas afectaciones se podría encontrar su particular sonido. Pero es sólo una referencia como para ubicarnos. Ciertamente el clima soñador de “Growing old is getting old” (aún cuando culmine en un magma de distorsión ruidosa) no desentonaría en viejos Noise-Poperos como Lush o Slowdive, mientras que “It’s nice to know you work alone” combina ese aire entre juguetón y malicioso de The Breeders con un estribillo rebosante de descarnada emoción melancólica, pianos y cuerdas incluidas. Vamos, hasta hay una chica en el bajo como para que la cosa quede bien clara. “Panic witch” pone una base funky sobre melodías que flotan y amenazan, y guitarras empapadas de efectos expandiéndose, raspando y acariciando al mismo tiempo. La tristeza más épica se hace presente en “Draining”, un paseo imaginario por negros nubarrones de la mano de suaves guitarras entrecruzadas que, por supuesto, culminan deformadas por la distorsión. La energía sube para “Sort of”, casi un reclamo hecho canción y una excelente conjugación de riffs duros y delicadeza Pop. “Substitution” tiene un dejo a Post-Hardcore, en especial en el juego entrecruzado de guitarras y batería, y hasta las líneas melódicas no se alejan tanto del material más accesible de grupos como Jawbox o Braid. Intelectualidad y emoción fundidas por un corazón punky. Un corazón que se rompe en “Catch & release”, un derroche de dramatismo en forma de balada. Para no irnos con mal sabor de boca, los californianos nos traen las melodías luminosas sobre guitarras sucias de “Surrounded”. Antídoto infalible para cualquier mal día y suculento alimento para la mente y el alma. Eso es, de hecho, lo que hay en este conmovedor “Swoon”.


-Paria “The Barnacle Cordious” (2009)
Complicado es la palabra que mejor le calza a este segundo disco de Paria. No me refiero simplemente al asfixiante despliegue instrumental ni a las laberínticas composiciones. Los tipos son virtuosos y no tienen miedo de refregártelo en la cara. Los dedos vuelan sobre las cuerdas con enroscadas trayectorias, el ritmo no es más que una excusa para generar agudos dolores de cuello. Hasta el trabajo de Dustin Treinen en las cuatro cuerdas es relevante, dejando en claro que el muchacho tiene aprendida su cuota de Les Claypool. Las canciones son torbellinos de riffs entrecortados, arreglos desencajados y constantes cambios rítmicos. Sin embargo, antes que tirar miles de riffs como ametralladoras, prefieren agotar todas las variantes que uno o dos de esos puedan aportar. Chequeen si no los dos extensos instrumentales (“Pish Posh” y “I've Never Been Here Before In A Long Time”, que cierra el disco), donde la banda parte de idílicas melodías (aquí también hay algo complicado. Y es que dichas melodías están en algún lugar entre el King Crimson de principio de los ochentas y el A.O.R. más elaborado. Así como lo leen) y van subiendo la intensidad hasta llegar a un frenético climax de dedos enroscados. Ojo, no es que no haya temas con miles de partes sucediéndose en un esquizofrénico entramado de taladrantes notas y alaridos. El tema que da nombre a la placa conjuga blast-beats, maldad a la Morbid Angel, delirio Dillingeriano, breakdowns disonantes, atmósferas espaciales y un bajo a puro slapping. “Bomb” suena como si metieran en una licuadora a Robert Fripp, Melt Banana, Pantera y Psyopus y “Circus” (como su nombre lo indica) es casi una reinterpretación en clave de Metal extremo actual del primer disco de Mr. Bungle, voces Mikepattonescas incluidas. En fin, si algo no les falta son ideas. Si tuviera que mencionar un problema sería que, en algunos casos, las canciones se alargan demasiado, atentando contra el vertiginoso fluido de imágenes que invade la mente. Por lo demás, aquí tienen un derroche de musicalidad en su estado más enfermo y delirante. Si son gente complicada se sentirán como en casa.


-Neila “Danza de niebla” (2009)
La palabra épico no les hace justicia a estos españoles. Ellos pretenden algo más que un viaje, una aventura. Quieren que sus guitarras logren fotografías exactas de las más imponentes montañas, detallando cada pequeña fractura, cada ángulo, cada grieta. Apuntan con sus melodías a resquebrajar la más sólida de las corazas metálicas pero a fuerza de intensidad, nada de mariconadas superficiales. Como si fueran sabios barbudos, se toman su tiempo para construir lentamente estas sus sórdidas y recargadas pinturas musicales. Evocan las más oscuras visiones de Hieronymus Bosch con riffs cubiertos de carbón y neblinosas atmósferas sonoras. Claro, repasaron hasta la exasperación los manuales de dinámica de Neurosis, Isis y demás exponentes del así llamado Post-Metal, sin privarse siquiera de teclados, arpegios soñadores y cierta crudeza Crust tomada de bandas como His Hero Is Gone. Si bien todavía quedan deudas en el departamento de sonido propio, la fuerza y la calidad desplegadas en este tercer álbum son innegables. Un exacto equilibrio entre introspectivos climas de negra psicodelia y sobrecogedoras murallas de distorsión que se elevan hasta perderlas de vista. Te sacuden el cuerpo con guitarras rocosas y gruñidos bestiales, te estrujan el alma con profundas melodías grandilocuentes y te encienden la mente con una vasta gama de arreglos y detalles ideales para regodearse en el nerdismo musical. ¿Otra vez sopa? Sí, pero está tan rica que sería una pena pasar al segundo plato sin haberla probado.


-Bob Mould “Life and times” (2009)
Esa guitarra acústica inconfundible. Esa voz robusta y sensible al mismo tiempo. “Life and times”, nuevo disco del mejor compositor del Rock americano abre con el tema homónimo y con sólo saborear esa melodía cargada de evocaciones y reproches ya sabemos que todo está más que bien. Y qué decir de ese orgásmico momento en el que pisa la distorsión y esa misma melodía se eleva a las alturas que el ex gordito nos tiene acostumbrados. Como en sus últimos trabajos la cosa arranca con esos sucios medios tiempos Neilyoungueros y continúa con las guitarras limpias al frente. En este caso, “The breach” con sus enroscadas melodías aporta un aire de cálida intimidad, recordando tal vez que este álbum festeja los veinte años de aquel “Workbook”, debut solista de Roberto. Pero esto no es un show de autoindulgencia complaciente. El cuidado trabajo de guitarras, coros y teclados de la noctámbula “City lights (days go by)” demuestra que todavía queda mucha tela por cortar. Y que el día que este buen hombre se quede sin excelentes melodías se acaba el mundo. Para aquellos que todavía extrañan el Power-Pop cargado de texturas distorsionadas de Sugar, acá tienen a “MM 17”, con esa dinámica rítmica tan particular e irresistible, esas capas de guitarras crujientes y esas melodías que incitan al movimiento. E inclusive es posible detectar algún que otro sonidito electrónico colándose sin entrometerse en la canción. Ahora bien, si querían ir más atrás, a los dorados años de Hüsker Dü, estarán conformes con el Punk melodioso y efervescente de “Argos” y con su explícita letra. Sin duda alguna, yo lo estoy. Las aguas se calman y se tiñen de negro en “Bad blood better”. La voz de Mould raspa, casi quebrándose sobre el denso entramado de cuerdas, guitarras acústicas y eléctricas. Ciertamente, algo se rompe en ese increíble solo de guitarra pasada la mitad del tema. “Wasted world” es un sutil e irónico ataque a las generaciones criadas por internet y es imposible resistirse a su cadencioso balanceo rítmico y esas texturas tridimensionales de las seis cuerdas. “Spiraling down” se postula al podio de hit del año y decir eso en un contexto dónde todas las canciones podrían ser hits es bastante. Pero, sin duda, el ritmo rockero y directo, la melodía casi victoriosa y esas guitarras dotadas de la única e inimitable distorsión Bobmouldera, merecen una mención aparte. Sigue otro de los puntos altos de este noveno disco solista, el bellísimo primer corte “I’m Sorry Baby, But You Can’t Stand In My Light Anymore”. Y yo no sé cómo hace este tipo, pero siempre logra conmoverme hasta lo más profundo (inserte su chiste soez aquí) con estas melodías. Esas cuerdas dibujando fotografías en blanco y negro, esas guitarras acústicas envolventes y esa voz a la que es imposible no creerle cada palabra. El corazón abierto de par en par y el alma iluminada por ese instinto melódico superlativo. Llega el final con la extraña “Lifetime”, una densa atmósfera psicodélica cargada de sonidos irreales. Un ritmo lento y letárgico, una profunda celebración musical cargada de sobriedad y, como siempre, esas melodías que pueden iluminarnos o destrozarnos, según dónde se encuentre nuestro ánimo al momento de escucharlas. Siempre insisto con las buenas canciones, lo cual en este caso sería en extremo redundante. Esto es la perfección hecha canción. Las emociones planteadas de forma cruda y hermosa al mismo tiempo. Honestidad sin concesiones y un vuelo creativo celestial. Una intensidad que deja en evidencia a tanta pose vacía disfrazada de rudeza y un brillo melódico que enceguece y ridiculiza a todo intento de Pop prefabricado. Otra obra imprescindible para sumar al catálogo de Roberta. Y van…

-Mechanism “Inspired horrific” (2009)
La escuelita Devin Townsend para jóvenes metaleros les da la bienvenida a nuestros más recientes alumnos. Se ve que el gordo Gene Hoglan se cansó de esperar que el buen Devin se decidiera a grabar material nuevo con Strapping Young Lad y decidió formar su propio grupo en esa línea. Ahora bien, imitar dicho estilo no es tarea fácil y no es casualidad que, a pesar de resultar uno de los artistas más influyentes del Metal extremo, no se encuentren demasiados clones suyos. Mechanism tiene, en lo formal, todo lo que hay que tener. Mucho Thrash, mucho Death, algunos samples, unas gotas de Black, algo de sentido del humor, prolijidad exasperante, abundancia de machaques ultra precisos, voces de mostro, alaridos taladra-tímpanos, voces melódicas de tono épico, excesos histriónicos y esas caóticas construcciones compositivas tan típicas de S.Y.L.. No sólo de esas influencias bebe el grupo, claro. También hay bastante groove noventoso (a veces de escuela Panterosa, a veces del lado mecánico de Fear Factory), tempos trabados a la Meshuggah y pasajes que remiten inequívocamente a Lamb Of God. Aún así, hablar de sonido propio no sería correcto, todavía les falta para llegar a eso. Obviamente sería injusto comparar la voz de Chris "The Heathen" Valagoa con la de Townsend. Valagoa trata de imitarlo lo mejor posible y pierde por knock out pero, en fin, casi todos perderían en dicha contienda. El problema no es con la técnica, que estos tipos dominan a la perfección. El problema se presenta cuando a la mitad del disco uno está pensando en otra cosa. Aburrimiento, que le dicen. Por supuesto, si ustedes también son seguidores de todo aquello que se relaciona con el ex joven prodigio de Canadá, denle una oportunidad. Tal vez tengan mejor suerte que yo.

-Xasthur “All reflections drained” (2009)
Malefic no descansa. Sin que se le corra el corpsepaint, el bueno (es una manera de decir) de Scott Conner se da el lujo de editar esta placa número siete (hablando sólo de lp’s, sin contar splits, ep’s ni cosas por el estilo) a través de Hydrahead y en cassette, el formato trve por excelencia. Por suerte, detrás de la infinita pelotudez Blackmetalera se esconde bastante talento. Si bien la música de Xasthur siempre se caracterizo por los tempos lentos, los teclados depresivos al borde de la desafinación, las guitarras que parecen derretirse y los chillidos más estridentes que se han escuchado desde Varg Vikerness a esta parte, “All reflections drained” logra amplificar todos esos elementos. El sonido mantiene su tozudez low-fi y ello sin duda alguna es de gran ayuda a la hora de generar atmósferas embotadoras. En algunos temas las teclas parecen invocar fantasmas suicidas, sombras que intuimos pero no podemos asegurar haber visto. Por otro lado, el sonido de batería mantiene la gordura que había logrado en el anterior “Defective epitaph”. El mayor cambio se da en el pronunciado protagonismo que han ganado los teclados con respecto a las guitarras. No teman, mis leales al kvlto, esto no es Dimmu Borgir. Si tuviera que forzar una comparación sería con lo más minimalista de los reyes del Funeral-Doom, Skepticism. Aunque, insisto, lo primitivo del sonido le aporta una capa de suciedad extra que termina de despojar a la música de cualquier atisbo de grandilocuencia heroica. Las guitarras no se han ido, sólo han bajado el habitual nivel de distorsión, reemplazándola por cascadas de reverb y delay, sumergiéndonos en el más jodido de los viajes lisérgicos. Esas melodías brumosas y nunca claras oprimen el pecho como tenazas. Al punto de que los momentos en que vuelve la distorsión resultan casi liberadores en comparación con la asfixia que transmiten los otros. También ayuda que los alaridos estén aún más enterrados en la mezcla y deformados por extraños ecos. Si logran abstraerse de la parafernalia extramusical podrán ingresar a un universo eternamente cubierto de cenizas, una realidad enmarcada por grises muros que se ciernen amenazantes sobre nuestras cabezas, visiones de almas ensangrentadas reptando sobre océanos de huesos secos. Queda claro que el acercamiento a Aaron Turner, así como sus colaboraciones con Sunn 0))) han dejado una marca en los métodos compositivos de Xasthur. El manejo de texturas superpuestas lo aleja del tradicionalismo Blackmetalero, rozando por momentos los modismos más tensos y oscuros del Ambient, el Drone y el Noise. Por favor, ni siquiera osen sugerir que esto es como esos intentos baratos que han hecho otros exponentes del género por lograr un clima de película épica o de terror. Xasthur crea sus imágenes musicales no como mera fábula para asustar adolescentes, si no con un fuerte componente emocional y tiene (aunque lo disimule) la inteligencia suficiente como para lograr resultados contundentes aún con medios restringidos. Restricciones que el mismo se impone y que, como ya dije, no hacen más que terminar de darle forma a su personal propuesta. Amantes de la música opresiva en cualquiera de sus formas, no dejen pasar esta maravilla.


-50 Foot Wave “Power + light” (2009)
Se ve que aquella reunión en 2003 de los legendarios Throwing Muses (que dio como resultado un excelente disco homónimo) renovó las ganas de Kristin Hersh de hacer Rock eléctrico y distorsionado, luego de años de performances acústicas. Así, formó este power trío con los cuales ya lleva editados cuatro discos, todos ellos disponibles para bajar de forma gratuita en 50footwave.cashmusic.org/freemusic. “Power + light” es el trabajo número cinco y la particular energía psicodélica no decae. Claro, es difícil no asociar el sonido del grupo a lo hecho por Throwing Muses en su extensa carrera desde principios de los ochentas. Melodías retorcidas, oscuras, lisérgicas, encantadoras, siempre comandadas por la personalísima voz de Hersh, cargada de dulzura, insanidad y autoridad al mismo tiempo. Bases inquietas, capaces de desatar ataques de epilepsia rockera o de crear espesas tensiones, paseándose por contracturas matemáticas pero sin perder nunca el groove. Bajo y guitarra se alternan el protagonismo, siempre dibujando riffs en forma de espirales, logrando esas deformes construcciones tan típicas de Hersh. Aquí hay psicodelia y locura para regalar pero de ninguna manera se trata de retro setentoso ni de soporíferas zapadas porreras. Es posible detectar el espíritu revulsivo de los Pixies (aunque bien podría decirse que los liderados por Frank Black tomaron ese espíritu prestado de Throwing Muses) pero teñido de negro y despojado de la alegría desencajada y juguetona de aquellos. También hay algo de esa profundidad casi cinematográfica que logra en sus mejores momentos Patti Smith, aunque los fantasmas de Hersh nada tengan que ver con pomposos poetas franceses ni mesiánicas visiones heroinómanas. Y, por supuesto, tenemos el omnipresente espíritu Post-Punk americano que inundó el mejor Rock de los noventas. Las guitarras ruidosas, las canciones directas y retorcidas al mismo tiempo, las bases sólidas sin perder fluidez y ese aura de eterno inconformismo que prácticamente definió a una generación entera de músicos y oyentes. En cualquier caso, aquí tienen casi veintiséis minutos de puro Rock adorando con grandes melodías, lleno de buenas ideas y siempre respetuoso de las canciones. Tal como se hacía en los noventas y como nunca debió dejar de hacerse.


-Church Of Misery “Houses of the unholy” (2009)
No le busquen demasiadas vueltas. Son japoneses, adoran a Black Sabbath y lo más oscuro de los setentas y cantan sobre asesinos seriales. Esto es Church Of Misery, entregando Doom de calidad desde 1995 y listos para lanzar otra tonelada de riffs sobre nuestras cabezas. No hay sorpresas ni sobresaltos. “El Padrino (Adolfo De Jesus Constanzo)” abre las hostilidades con un catálogo de riffs gordísimos y hasta ciertos juegos con feedback y texturas ruidosas no muy lejanos a lo hecho por sus compatriotas Boris. Y así se suceden temas de ritmos frenéticos donde el corazoncito punky de los nipones sale a relucir (“Shotgun Boogie (James Oliver Huberty)”, “Born To Raise Hell (Richard Speck)”), otros donde el groove manda y el baile a la Lee Dorrian se impone (“Master Heartache” con sus riffs desorbitados y “The Gray Man (Albert Fish)” que bien podría ser un outtake de “The ethereal mirror”) y, claro que sí, densos paseos chorreando pura maldad y ácido lisérgico (el pendenciero “Blood Sucking Freak (Richard Trenton Chase)” y el alucinógeno “Badlands (Charles Starkweather & Caril Fugate)”, que cierra el disco con uno de los estribillos más simples y efectivos de la historia del Doom). En todos los casos retumban los graves más podridos del universo, los riffs que ya escuchamos mil veces pero nos siguen enganchando, las voces ásperas y desprolijas (por momentos rozan el Sludge, pero en general suenan como un Lee Dorrian Punk) y los largos y drogados solos de guitarra. Se nota un énfasis particular por lograr un sonido extremadamente sucio, sin por ello comprometer el gancho de las canciones. Nada nuevo, por supuesto, pero hecho por una de las bandas que mejor comprende el terreno dumbeta. A mover las barbas.


-Ulcerate “Everything is fire” (2009)
Este viaje duele. Entumece los huesos y oprime el cerebro hasta revolver el rompecabezas de nuestras ideas. Un Cthulhu mecánico se cierne sobre nosotros. ¿Debería llamar a esto Death Metal sólo porque hay gruñidos guturales y guitarras podridas? Cualquier intento de explicar lo que lograron estos neocelandeses en este tercer disco se me hace injusto e incompleto. ¿Una cruza entre la gordura trabada de Meshuggah, la hiperactividad instrumental de Cryptopsy y la opresiva oscuridad de Neurosis? ¿Suffocation empapado en ácido lisérgico y tratando de entender los patrones rítmicos del Free-Jazz? ¿Gojira pintado de negro y llevado al extremo más extremo de asfixia y sobrecarga de los sentidos? ¿Godflesh sin las máquinas y en medio de un ataque de epilepsia? Nada de eso alcanza. No tengo dónde poner esos blast-beats jazzeados que dan una sensación de estática antes que de velocidad ni esos constantes contrapuntos entre graves riffs retorcidos y disonantes arreglos. ¿Y qué decir de esos rebajes donde la música ondula con un groove perfectamente irregular? ¿Y de los sórdidos pasajes ambientales que se entrometen aquí y allá? Sí, esto es material intrincado, recargado, denso y sumamente enfermizo. Los ritmos son inquietos y desafían las leyes de la gravedad, las guitarras se entrecruzan en impenetrables tejidos armónicos y aún así no necesitan sobrecargar de notas cada riff. Chequeen el solo de una nota al final de “Soullessness Embraced” si no me creen. Claro, aún en la simpleza son enfermos y disonantes, de eso se trata este juego. No hay lugar para sensaciones agradables, no hay respiro posible. Ni siquiera hay tiempo para aburrirnos con limitaciones genéricas. Si les gusta el Metal verdaderamente extremo, tírense de cabeza en este infierno.


-Obits “I blame you” (2009)
El poder de las guitarras, el alma pura del Rock en su máxima expresión. Sudorosas y elegantes. Sutiles y torpes. Enroscadas y directas. Teniendo en cuenta el linaje musical de Rick Froberg no debería sorprenderme. Hablamos del tipo que prácticamente fundó lo que hoy conocemos como Punk-Progresivo al frente de los legendarios Drive Like Jehu y que luego experimentaría un serio romance con las raíces más crudas del Rock And Roll en Hot Snakes. Antes de que siquiera lo sugieran, no, esto no es una secuela de dichas bandas. Sin embargo, no hay forma de hacer que esa inquieta guitarra deje de juguetear con riffs vuelteros y arreglos disonantes. Y bienvenido sea. Tal vez yo no sea un gran conocedor del tema, pero no recuerdo ningún grupo que haya encarado el Rock más garagero y surfer con tal grado de vuelo creativo instrumental. Las cuerdas raspan con el toque justo de suciedad y reverb, manejan a la perfección el alfabeto Rockandrollero tradicional y lo reivindican subvirtiéndolo con modismos oscuros y retorcidos. La base rítmica juega el juego. Mantiene una energía fluida y apta para el baile y se adapta sin problemas a las extrañas curvas que, de tanto en tanto, lanzan las guitarras. La voz de Froberg sigue siendo pura urgencia, una especie de Iggy Pop pasado por un filtro de desbocada emoción a la Guy Piccioto. Aún con más de cuarenta años este tipo suena con la frescura de un adolescente. Por suerte nunca compuso como tal. Esto queda más que claro en este disco debut de Obits. La elegancia salvaje del viejo y querido Garage-Rock, la efervescencia del Surf, la crudeza y la inmediatez del Punk, gotas de Blues retorcido, y el espíritu nerd del Indie-Post-Hardcore fundidos en un todo indisoluble y tremendamente efectivo. Con la soltura canchera de los que saben perfectamente lo que quieren y cómo lograrlo. Con la energía punzante (y sexual, claro) de aquellos que todavía sienten el fuego en sus entrañas pero no se dejan marchitar por el mismo. Con referencias al pasado pero la vista puesta firmemente en el presente. Con un sonido crudo y natural que, no obstante, no pierde ni uno sólo de los múltiples detalles aquí desplegados. ¿Cuándo fue la última vez que escucharon un disco de puro Rock And Roll que los hiciera bailar al tiempo que los estimulaba intelectualmente? A sacudirse sin culpas.

-Celan “Halo” (2009)
No tengo idea de lo que pueda contener este disco debut de Celan pero estoy muy bien predispuesto. Cómo no estarlo sabiendo que estamos en presencia de una especie de supergrupo craneado por Ari Benjamin Meyers (de Einstürzende Neubauten) y Chris Spencer (eterno líder de Unsane), al que se suman Niko Wenner (guitarrista de Oxbow) y la base rítmica de flu.ID. Sí, acá tenemos a algunos de los músicos más creativos y relevantes de la historia del Noise-Rock (aún viniendo de backgrounds bien diferenciados) trabajando en conjunto. “Safety recall notice” nos da la bienvenida con cuarenta y cinco segundos de tensión electrónica y nos pone a tiro para recibir la distorsionada voz de Spencer en “A Thousand Charms”, entre arpegios como telas de arañas y riffs como martillazos en las rodillas. Difícil tarea es determinar si la ominosa orquestación Industrial que adorna el tema es sólo producto del arsenal sonoro de Meyers o si las guitarras contribuyen con sus correspondientes efectos. No hay tiempo de discernir esos detalles, “All This And Everything” cae como un meteorito y deja un humeante cráter en la tierra. Y el insistente colchón de crepitantes sonidos no hace más que agregarle una nueva dimensión a tanta pesadez. Para que no pensemos que esto no es más que una versión arty de Unsane llega “One Minute” con sus ritmos trabados, sus arreglos minimalistas entrecruzados, sus riffs desencajados…y la inevitable impronta desesperante de los neoyorquinos. Un juego de arpegios, acoples, riffs, delicadas campanitas, gritos desgarrados y transmisiones rotas. Vuelve a sonar un bajo gordo, rasposo y profundo en “Sinking”, pero esta vez es acompañado por resonancias mínimas y la voz ensayando líneas de reposada desazón. Todo se disuelve en un estribillo que transforma el Blues en un baño de sangre y entran cuerdas y pianos relatando una plegaria que jamás será oída. Una danza contracturada desde el espacio exterior nos entrega “Weigh Tag”. ¿Alguna vez soñaron con un Frankenstein que contara con partes de The Jesus Lizard (los ritmos espásticos), Einstürzende Neubaten (el tratamiento de texturas y sonidos de diversas procedencias), Unsane (los riffs densos, angulares y repetitivos) y Hawkwind (los efectos espaciales)? Despierten y gócenlo. Casi un minuto de absoluto silencio digital y, de forma muy tenue, un evocativo piano se une a límpidas guitarras y suaves percusiones para teñir de enfermiza melancolía el clima Folk casi rural de “Washing Machine”. Un remanso de paz fingida que da paso a la tormenta de feedback y samples que abre “Train Of Thought”. Un desértico paisaje post-nuclear que se ve interrumpido por intermitentes ataques Noise-rockeros que van sumando capas de estridencias a sus retorcidos riffs con cada aparición. No podían faltar los golpes de chapas, y así comienza “It's Low”, otro de los temas donde Spencer prueba, con excelentes resultados, modismos más oscuros y relajados. Al menos hasta el cortocircuito del estribillo, donde vuelan chispas entre riffs serpenteantes, alaridos angustiados y una sinfonía de cables de alta tensión dando el toque final de dramatismo. El espíritu psicótico de The Jesus Lizard dice presente nuevamente en “Wait and See”, aunque no sería del todo erróneo mencionar la amarga rabia contenida de Cop Shoot Cop. Si disfrutan del Noise-Rock tanto como yo, ya deberían estar bañados en baba con sólo leer esa descripción. Si no, no sé que hacen todavía leyendo esto. En fin, “Halo” culmina con los doce minutos y pico de “Lunchbox”, un final que te deja temblando. Esporádicas notas de piano se repiten contando la más triste historia que puedan imaginar. Sin previo aviso entran las guitarras distorsionadas, obligando a subir la intensidad y el dramatismo de la melodía inicial. La batería compaña este proceso con un lento ritmo funerario y el bajo adorna con sutiles líneas armónicas. El aire se enrarece y se hace casi imposible contener el llanto. Sobrias cuerdas llegan para apuntalar aún más esta insondable tristeza a punto de quebrarse. Más capas de sonido se van sumando hasta llegar al paroxismo total y desvanecerse de golpe, tal como llegaron, dejándonos solos nuevamente con ese viejo y destartalado piano. Ok, sé que voy a sonar exagerado y es lógico. Vamos, se trata de un tremendo discazo concebido por miembros de algunas de mis bandas preferidas. Más allá de esto, les aseguro que el nivel de creatividad, imaginación y energía cruda aquí desatados no se encuentra hoy en día así no más. Escúchenlo y aprendan de los que saben.

-Reflections Of Internal Rain “Last flood” (2009)
De esto debería tratarse el Hardcore. Fuera las poses forzadas, el gesto pendenciero y esa farsa de enojo sin dirección. Bienvenidas la energía cruda, la emoción desgarrada y la pasión ardiendo en las entrañas. Reflections Of Internal Rain (R.O.I.R., detalle para entendidos) viene de Serbia y trae, en este primer trabajo, catorce sólidos argumentos para creer en ellos. La aproximación al género del quinteto no se ve restringida al manual de las bermudas y la homosexualidad reprimida. Hay ritmos a toda velocidad, gargantas en llamas y riffs directos como un gancho a la mandíbula, sí. Pero también hay melodías entre oscuras y emotivas, variedad rítmica, atmósferas apocalípticas, guitarras con ideas más que interesantes y energía suficiente como para iluminar ciudades enteras. ¿Influencias? Sí, cómo no. Bastante de la escuela más melódica del Crust (His Hero Is Gone, Tragedy, From Ashes Rise), algún que otro machaque metalizado entre Integrity y Earth Crisis, algo del caos epiléptico del costado más violento del Screamo (Orchid, Ampere), ciertos contrapuntos guitarrísticos en plan Washington D.C., un toque de densidad monolítica a la Fall Of Efrafa o Remains Of The Day e inclusive punteos tarareables que no desentonarían en los repertorio de Bad Religion o Iron Maiden, según la ocasión. No están reinventando la rueda, pero saben perfectamente dónde hay que pegar para que duela y empapan sus frenéticas composiciones con un dinamismo que evita a toda costa que la cosa se vuelva monótona o aburrida. La intensidad no baja nunca pero está manejada con sabiduría a pesar de la corta edad que ostentan los integrantes del grupo. Reflections Of Internal Rain demuestra que el Hardcore puede mantener su espíritu fresco y juvenil sin por ello caer en la estupidez ni en las bravuconadas sin sustancia.


-Unanimated “In The Light Of Darkness” (2009)
Desultory, Dismember, General Surgery, Merciless, Regurgitate, Entombed, Face Down, Murder Squad. Nombres destacados (en mayor o menor medida) del Metal extremo sueco. Bandas por las que pasaron (en algunos casos, todavía pasan) los miembros de Unanimated. De hecho, este proyecto data de fines de los ochentas, cuenta con dos discos anteriores y este “In the light of darkness” es el producto de la reunión que se dio en 2007, luego de once años de separación. Esto no es Grindcore Carcassero ni Death N’ Roll ni Thrash ni un revival del sonido vieja escuela de Estocolmo. Pero sigue siendo Metal extremo de pura cepa. La melodía sueca no es propiedad exclusiva de Gotemburgo y, de alguna forma, Unanimated logra ser un puente entre ambos epicentros del Death nórdico con el agregado de una fuerte influencia de la épica oscuridad de los legendarios Bathory. ¿Entonces esto es un híbrido de Death melódico y Black Metal? De alguna forma sí, pero acá hay bastante tela para cortar. Las voces mantienen el tono malvado del Black, el sonido es claro y potente pero carece de la suciedad “mediosa” tan característica de aquella primera camada de Death sueco, las guitarras tiran melodías pero no se quedan en la mera adoración Maidenesca si no que van por caminos mucho más oscuros y, por momentos, intrincados. Rítmicamente tenemos de todo, desde blat-beats desbocados hasta babosos rebajes, pasando por infalibles medio tiempos a puro doble bombo. Las guitarras no se quedan atrás con su arsenal de riffs. Vertiginosos construcciones obre escalas menores para invocar al demonio, grooveros machaques para mover la cabecita con cara de malo, emotivas melodías para tararear con el puño en alto, desencajadas disonancias con un lejano regusto jazzero, armonizaciones varias, secuencias de acordes simples a la Celtic Frost, sórdidos y helados arpegios, delicados pasajes acústicos, algún que otro espiral de notas que recuerda más a Emperor que a Morbid Angel y hasta solos que aportan un sentido melódico a las composiciones antes que apelar a la velocidad por la velocidad misma. O sea, variedad no es lo que falta. Aún así, el gran logro de la banda es conseguir que todos esos elementos se fundan de forma homogénea en sólidas canciones y sin comprometer su fuerte identidad. Y ahí es, tal vez, donde la influencia old school salga a relucir con más intensidad. El eterno arte de componer verdaderas canciones antes que incoherentes amasijos de riffs y cortes eternos. Por lo demás, el clima del disco es siempre oscuro y maligno, cosa que no es de extrañar si notamos que el logo del grupo es casi un homenaje al de los noruegos Mayhem. En fin, no quiero parecer un viejo quejoso, pero cada vez queda más en evidencia como las nuevas generaciones dedicadas al Death Metal (en todas sus variantes y con las excepciones del caso, que siempre las hay) han dejado de lado el instinto compositivo en pos del despliegue instrumental. Si quieren comprobar como los señores grandes siguen pateando culos, no se pierdan “In the light of darkness”.


-Supermachiner “Rust” (2009)
Jacob Bannon es un tipo inquieto, por decir lo menos. Lleva casi veinte años al frente de Converge, una de las bandas más relevantes de la música extrema de los últimos tiempos, tiene su propio sello discográfico independiente (Deathwish Inc., donde ha editado a grupazos como Trap Them, Pulling Teeth, Blacklisted, 108 o Coliseum, entre muchos otros), ha diseñado artes de tapa para numerosas bandas (Goatwhore, Modern Life Is War, Disfear, Cave In, Integrity, etc.) y encima se da el gusto de mandarse con proyectos musicales paralelos como el que hoy nos ocupa. En rigor de la verdad, Supermachiner nace en 1994 como una forma de plasmar influencias que, en ese momento, no calzaban con el sonido de su banda principal. “Rust” compila en dos cd’s todo el material discográfico del grupo (junto a Bannon está Ryan Parker), es decir el único larga duración (“Rise of the great machine”, originalmente editado en el año 2000 y ya descatalogado desde hace bastante tiempo) y once temas sueltos que nunca habían llegado a ver la luz del día. Antes de que pregunten, no, esto no tiene nada que ver con el Mathcore que Converge ayudó a crear. De alguna forma, Supermachiner se adelantó unos cuantos años a la tendencia actual que rescata los sonidos del Shoegaze y el Post-Rock desde una perspectiva más abrasiva y pesada. Pero eso no es todo. Predomina un componente Noise-electrónico que toma tanto de las cascadas de estática de Merzbow como de las inquietantes texturas de los legendarios Swans. El material inédito es una buena muestra de ello. Atmósferas entre lúgubres y lisérgicas, plagadas de deformes orquestaciones y construidas de forma meticulosa, apuntando siempre a las sensaciones más oscuras e introspectivas. Por momentos es posible notar un parecido con los trabajos más ambientales de Ulver. Un tema como “Grant me the strenght”, por ejemplo, no hubiera desentonado para nada en “Lyckantropen Themes”, con esas escuetas notas de piano resonando en un negro vacío de misteriosas resonancias. También hay cosas como “Avalanche” que, ya desde el título, nos remite a los apocalípticos sonidos industriales de Godflesh, aunque trabajados de forma más abstracta, pero no por eso menos intensa. “Rise of the great machine” presenta resultados un tanto más concretos y el costado amorfo de la propuesta se intercala con canciones propiamente dichas (donde la voz de Bannon suena limpia y fantasmal, completamente alejada de sus típicos alaridos, salvo contadas excepciones) y una mayor variedad rítmica. Es en temas como “I am legend” o “By the roadside” que podemos toparnos con un fiel reflejo de lo que hoy en día la prensa metalera llama Metalgaze. Es decir, bellas melodías que se entrecruzan hasta ser enterradas bajo capas y capas de distorsión, ritmos pesados y adornadas por evocadores arreglos e instrumentaciones variadas. Calculo que los fans más cerrados de Converge se les hará cuesta arriba tragar un material tan experimental. Aquellos que realmente entienden el alma de la propuesta de los bostonianos, no deberían perderse este esclarecedor documento.


-Black Kites “Advancement to ruins” (2009)
Todo el odio que entra en veintiún minutos y medio. Las guitarras más sucias, los gritos más desgarrados, los ritmos más aplastantes. ¿Cómo etiquetar semejante paliza a los sentidos? Acá hay algo de esos riffs disonantes y enfermos de los legendarios Deadguy pero esto es demasiado crudo y salvaje para llamarlo Mathcore. Tenemos suciedad Crust pero el incesante cúmulo de ideas se lleva las cosas a terrenos aún más crípticos. Hay generosas cuotas del costado más rabioso del Noise-Rock pero el corazón que late desenfrenado en estas canciones sin dudas tiene su origen en el Hardcore. Se puede detectar esa pantanosa densidad del Sludge, pero este Black es más Flag que Sabbath. Y, ciertamente, el hecho de que estos tres tipos sean straight edge no los convierte en émulos de Earth Crisis. Baños de distorsión, golpes frenéticos, alaridos con la sangre en la garganta y una increíble colección de excelentes riffs de escuela Blackflaguera. Retorcidos, mugrientos, desesperantes, liberadores, angulares, acelerados o espesos, según el tema así lo requiera. Canciones como bombas que lanzan esquirlas afiladísimas en todas las direcciones. Urgentes, directas y viciosas sin por ello perder de vista la dinámica y la variedad necesarias. Cada segundo de este disco debut está pensado para hacer rechinar los dientes, para sacudir estómagos e incendiar mentes. Y lo logran con tal intensidad que ni siquiera encuentro motivos para seguir tratando de explicarlo. Imprescindible para cualquiera que aprecie las emociones fuertes.