22 de junio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Architect “Consume adapt create” (2010)
El título del disco y, en menor medida, el nombre del grupo me hicieron pensar en Meshuggah inmediatamente. Por supuesto, fans de los suecos amantes de las rítmicas impares, no se ilusionen. Aquí no hay riffs cortantes ni alaridos desgarrados. Sí hay ritmos trabados pero acá no hay Metal, ni siquiera Rock propiamente dicho. Ahora bien, si aprecian los paisajes urbanos post-apocalípticos, las sensaciones opresivas y los despliegues musicales de profundidad cinematográfica, entonces aquí tendrán bastante para masticar. Architect es el nombre elegido por el alemán Daniel Myer para dar rienda suelta a sus más oscuras elucubraciones electrónicas y se nota que el tipo sabe lo que hace. En primer lugar, no se circunscribe a ninguna rama específica de la Música Electrónica, si no que toma elementos de diversos géneros y los funde en pos de generar vívidas imágenes y atmósferas envolventes y sobrecargadas. Por momentos puede irse al lado del Drum & Bass más frenético, en otros baja las revoluciones y se sumerge en espesas aguas Dubstep, después nos ofrece una engañosa sensación de relax a través de beats, en apariencia, más amigables para luego ensuciarlos con capas y capas de óxido y crujidos metálicos y siempre tiene a mano alguna textura distorsionada o alguna melodía sombría para mantener intacto el hilo argumental del disco. Más allá de que no haya nada claro al respecto, la sensación que da “Consume adapt create” (quinto álbum de Architect) es la de relatar una historia de forma musical. Y se trata de un relato que bien podría haber sido concebido por Philip Dick, Aldous Huxley, George Orwell o William Gibson en sus momentos más oscuros. Desde ya, todo esto es lo que yo imagino pero bien vale la pena que cada uno haga su propio viaje. Lo único que necesitan es mantener la mente abierta y los oídos concentrados en aprehender el enorme caudal musical/visual que se les vendrá encima.


-Coffinworm “When all became none” (2010)
No será una idea muy innovadora pero qué bien que quedan el Sludge y el Black Metal fundidos. Durante muchos años, ambos subgéneros extremos recorrieron caminos paralelos, casi sin tocarse, lo cual no deja de ser curioso dadas sus naturalezas oscuras, misantrópicas y nihilistas en común. Coffinworms es un quinteto oriundo de Indiana que, en este debut discográfico, nos pinta una desesperanzadora visión de la raza humana basada en guitarras gordas y monolíticas, alaridos desgarrados, atmósferas ominosas y bases que pasan del blast-beat al rebaje arrastrado casi sin inmutarse. Una banda como Unearthly Trance ya había ensayado una combinación similar pero a su pasión por DarkThrone, Eyehategod y Khanate sumaban importantes cuotas de Hardcore, Noise y una impronta claramente vanguardista y experimental. Coffinworms sería algo así como su hijo mogólico. Su combinación de Black y Sludge es a todas luces más cruda e inmediata y deja de lado cualquier tipo de rebusque, innecesario o no. Sus temas son bastante largos (a un promedio de siete minutos y monedas cada uno) pero en ellos no hay curvas inesperadas. Esos típicos acordes menores del Black vienen acompañados de ritmos babosos y graves retumbantes, la voz alterna entre gruñidos guturales y chirridos distorsionados, hay lugar para demoníacas cabalgatas y violentas subidas de velocidad que hubiesen puesto orgulloso a Euronymous y cuando la cosa se pone lenta (que es la mayoría del tiempo, bien vale aclarar) pueden sentir los cimientos mismos del universo resquebrajarse ante el peso de esos riffs monumentales y esos titánicos golpes de batería. Todo, desde ya, teñido de esa asfixiante negrura entre mística y alucinógena, de ese violento desprecio por la vida y de esa sensación de odio casi épica que caracteriza a ambos géneros aludidos. En fin, no le va a cambiar la vida a nadie pero si andan buscando algo con lo que descargar energía negativa, esto viene como anillo al dedo.


-Coliseum “House with a curse” (2010)
Su aparición en 2004, de la mano de un debut homónimo, representó una saludable brisa de aire fresco para el Hardcore/Crust con su particular combinación de Discharge, Motörhead y melodías seguramente heredadas de su conexión directa con Black Cross, un grupo más cercano a Hüsker Dü y el Washington D.C. de fines de los ochentas que al Crust. El siguiente paso, el genial “No salvation” de 2007 (por supuesto, estoy obviando los varios splits y ep’s en el medio), incrementó aún más las cualidades del trío, proponiendo al mismo tiempo un despliegue de imaginación poco común en el género. Así, llegamos a este tercer larga duración y, ya desde la introducción de tono clásico y el primer y sumamente melódico riff de “Blind in one eye”, queda claro que los liderados por el vocalista/guitarrista Ryan Patterson pusieron toda la carne al asador sin temor al qué dirán. Antes hice referencia a Black Cross (donde Patterson compartía tiempo junto a miembros de bandas como Endpoint, The National Acrobat, Young Widows y Breather Resist) y, justamente, en “House with a curse” el sonido de Coliseum se acerca notablemente a esa suerte de Post-Hardcore rasposo, oscuro y rockero, sin por ello abandonar del todo su corazoncito Crusty. Por supuesto, los fans más radicales pondrán el grito en el cielo, los ritmos acelerados, los alaridos quebrados y los machaques virulentos de antaño casi han desaparecido por completo, dejando al descubierto una carga emotiva (aquí detectamos algo de la impronta de leyendas como Black Flag y Fugazi) que resulta tan o más intensa que dichas cabalgatas vertiginosas. Digamos que, si en sus anteriores trabajos la cosa pasaba por dotar de una soltura claramente Rockera al latir rabioso del Hardcore, aquí se trata de refinar aún más dicha premisa, incrementando la melodía (Patterson mantiene su tono rasposo pero ahora parece capaz de llegar a más lugares con él), bajando las revoluciones (en el proceso, el trabajo rítmico y de las guitarras ganó enormemente en inventiva y complejidad) y proponiendo una profundidad emocional y creativa que deja sin aliento. Insisto, se trata de un álbum más lento, oscuro e introspectivo pero, al mismo tiempo, mucho más impredecible, rico en variantes musicales y, en última instancia, atrapante. En fin, muchas veces cuando un disco me emociona y estimula profundamente, me quedo sin palabras adecuadas para describirlo cabalmente. Tal es lo que me sucede con este monumental “House with a curse”, sencillamente uno de los discos del año.


-Grails “Black tar prophecies, vol. 4” (2010)
Llega la cuarta entrega de estas “Black tar prophecies” con las que los muchachos de Grails se dan el gusto de experimentar de forma más distendida que en sus discos oficiales, por así llamarlos. Claro, para un grupo como este, siempre impredecible, imaginativo y de insaciable apetito creativo, la palabra experimentación es cosa seria. Sólo cinco temas en poco más de veinte minutos le bastan a este cuarteto oriundo de Portland para demostrar que el rótulo de Post-Rock no les hace en absoluto justicia. Vamos, los experimentos sonoros de “I want a new drug” y “New drug II” (en algún lugar entre el Ambient y el Drone más perturbadores y profundos), esa suerte de Blues-Rock-Progresivo-Setentoso de “Self-hypnosis”, las melodramáticas melodías de piano de “A mansion has many rooms” y el Lounge noctámbulo y melancólico de “Up all night” poco y nada tienen que ver con lo que habitualmente se conoce como Post-Rock. Tal vez lo que más sorprenda a los familiarizados con la banda sea el hecho de que las canciones se mantienen cada una dentro de sus propios parámetros, sin ensayar salidas inesperadas ni retorcidas fusiones estilísticas, pero supliendo su habitual locura con una sobriedad melódica tan emotiva como embriagadora. En fin, a esta altura la música de Grails habla por sí misma, sin necesidad de definiciones ni explicaciones de supuestos expertos rockeros. Mientras esperamos su próxima larga duración (y la quinta parte de estas mismas “Black tar prophecies”. Sí, se trata de gente inquieta), he aquí un delicioso, aunque breve aperitivo.


-Early Graves “Goner” (2010)
No siempre van de la mano y hasta, algunas veces, se excluyen mutuamente pero fuerza bruta e inventiva pueden llegar a ser dos excelentes aliados a la hora de hacer Metal extremo. Early Graves ya había dado pruebas de ello en su debut discográfico (“We: The guillotine”, editado en 2008) con su personal combinación de Grindcore, Sludge, Thrash, Death y Noise-Rock y una potencia inhumana. “Goner” sigue esos pasos sin achicarse y entrega patada tras patada, con guitarras gordas embarradas, gruñidos desbocados, acoples y disonancias por doquier, y un afiebrado pulso rítmico. Excitación parece ser la palabra clave aquí, cada tema nos envuelve en un terremoto de riffs que rescatan con absoluta naturalidad los legados de bandas como Napalm Death, Entombed, Today Is The Day, Eyehategod, Carcass y Motörhead, fundiendo esas influencias en compactas bolas de odio montadas sobre bases frenéticas y contundentes al mismo tiempo. Claro, la primera impresión es que se trata de material netamente agresivo y despojado de cualquier tipo de sutileza, tal es el grado de intensidad y la sensación de salvajismo que transmite el disco pero una escucha atenta revela que debajo de las capas de distorsión, alaridos y blast-beats varios se esconden ideas más que interesantes, en especial en lo que hace al trabajo de guitarras (la forma en que pasan de un riff de pura cepa Deathmetalera a un acople ensordecedor, de ahí hay un empantanado machaque Thrasher, de ahí a un rebaje Sludge, de ahí a algún punteo casi melódico y de ahí a angulares contracturas Noise-Rockeras, resulta digna de atención) y batería. En fin, hablar de originalidad tal vez sería una exageración pero, sin duda alguna, aquí hay una asimilación de influencias variadas absolutamente personal, por no hablar de una brutalidad (que nada tiene que ver con tocar muchas notas muy rápido sin que se entienda un carajo) que deja sin aliento. Ideal para descargar frustraciones o salir a la calle a patear viejas de mierda.


-Elliott Sharp/Carbon “Void coordinates” (2010)
Treinta y tres años de carrera ininterrumpida, más de ochenta discos editados y un inagotable apetito creativo certifican a Elliott Sharp como uno de los músicos más relevantes y completos de los últimos tiempos. Reconocido principalmente como guitarrista y compositor (aunque también interpreta instrumentos como el saxofón, el clarinete, el piano y la computadora), Sharp formó parte de aquel downtown neoyorquino que, a principios de los ochentas y junto a nombres como John Zorn o Arto Lindsay, dio vuelta varias de las nociones existentes sobre el Rock, el Jazz y la música en general, experimentando con infinidad de géneros y técnicas (entre sus trabajos podemos hallar desde asaltos de Noise abrasivo hasta piezas orquestales, improvisaciones Jazzeras e incursiones electrónicas) y trazando un perfil que puede asociarse tanto a la vanguardia más sesuda como al Punk más frenético, hecho que queda demostrado, entre otras cosas, por sus colaboraciones con Melt Banana (en Chipfarm) y Minutemen (en el fugaz proyecto Bootstrappers) y sus álbumes editados por SST, el legendario sello de Greg Ginn de Black Flag. “Void coordinates” marca el regreso de Carbon, una agrupación nacida en 1983 con el objetivo de cristalizar, justamente, el gusto del calvo guitarrista por la improvisación y el Hardcore/Punk. Así, aquí tenemos a la formación que registró cinco discos entre 1991 y 1996, en la cual, aparte de Sharp (encargado de las guitarras y el saxofón), encontramos a la arpista Zeena Parkins, el bajista Marc Sloan, el baterista Joseph Trump y el encargado de samples y sintetizadores, David Weinstein. Bien, hasta aquí las presentaciones, ahora vamos a lo que realmente importa. Ocho temas instrumentales en poco más de una hora es lo que el quinteto nos ofrece y en ellos es posible hallar un universo musical único y de proporciones astronómicas. El pulso entre tenso y virulento de la base rítmica se entrecruza con estructuras impredecibles pero siempre coherentes, la batería maneja su virtuosismo con la sabiduría de un monje Shaolin, el swing Jazzero más intoxicante y la fuerza de mil Hardcores, el bajo genera densos entramados de graves que se mueven constantemente como placas tectónicas a toda velocidad, la guitarra y el saxofón se deshacen entre riffs laberínticos, arreglos disonantes y angulares, y erupciones hirientes de puro ruido, el arpa y los samples y teclados varios aportan profundas texturas y contrapuntos que ayudan a redondear los bordes más ríspidos de las composiciones, dotando a la energía más bien física del resto de los instrumentos de una envolvente tridimensionalidad que nos sumerge en abstractas alucinaciones. Desde ya, no se trata de música que pueda ser definida o clasificada según los parámetros rockeros tradicionales, aún cuando su intensidad y su pulsión eléctrica sean netamente rockeras y su impronta corrosiva y oscura hasta los aproxime a ciertas formas de Metal experimental. Digamos que si fuera posible trazar un hilo conductor entre Miles Davis, Foetus, el Frank Zappa menos amigable, un Naked City tribal y en cámara lenta, el Black Flag volcado a la improvisación, los climas de un grupo como Neurosis y la agresión nerd de la No-Wave neoyorquina, eso podría acercarnos bastante a lo escuchado aquí. No sería suficiente, claro, al fin de cuentas se trata de música que necesita ser experimentada en carne propia para poder aprehender todo su poderío y su vasta riqueza creativa. Imprescindible para mentes abiertas y oídos aventureros.


-Riverdales “Tarantula” (2010)
En ocasión de comentar el previo trabajo discográfico de Riverdales (“Invasion U.S.A.”, pueden leer la review aquí), ya habíamos anticipado esta continuación llamada “Tarantula”, que el propio grupo anunciaba como provisto de una fuerte influencia de “Subterranean jungle” de sus adorados Ramones. Se trata del primer disco en que los liderados por Ben Weasel (ex líder de los legendarios Screeching Weasel y aquí usando su apellido real, Foster) cuentan con dos guitarras, lo cual no representa un gran cambio, salvo por algunos que otros solos rockeros aquí y allá. Vamos, en definitiva seguimos hablando de viejo y querido Punk Ramonero de pura cepa, con los riffs de tres acordes, las bases simples y contagiosas, y esas irresistibles melodías chiclosas de ayer, hoy y siempre. Inclusive hay lugar para temas como “Soultaker” o el hermoso “Crash of the moons” (candidato a mejor tema del año), donde el ahora cuarteto emula aquellas preciosas semi-baladas como “I wanna be your boyfriend” o “I Won’t let it happen”, guitarras acústicas y tecladitos incluidos, con resultados sencillamente arrebatadores. En fin, ni vale la pena entrar en discusiones sobre originalidad, ideas propias o vanguardias de cualquier tipo. Riverdales jamás oculta su amor por los Ramones pero nunca dejan de sonar a Riverdales, aunque parezca contradictorio. Aquí tenemos catorce temas en media hora, todos potenciales hits, todos aptos para tararear, bailar, poguear y mover la patita despreocupados, todos capaces de refrescar el espíritu y poner una sonrisa en el rostro aún en las jornadas más jodidas. Disfrutarlos o no depende de ustedes, yo, sin lugar a dudas, me quedo con la primera opción.


-Take “Only mountain” (2010)
Nacido en Francia y radicado en Los Angeles, California desde hace algunos años, Take es uno de los aliases (tiene otros como Sweatson Klank, DJ Take) elegidos por Thomas Wilson para mostrarse en público. Como podrán adivinar se trata de un Dj y productor, de esos que el difunto Pappo no consideraba como músicos. Ciertamente, al menos en este caso, se trata de alguien que ofrece mucha más música que la misma escala pentatónica tocada de la misma forma por enésima vez, así que, en ese sentido, no tienen por qué preocuparse. La música practicada por Take suele asociarse a géneros electrónicos como el Dubstep, el Trip-Hop y el Hip-Hop instrumental, o sea que aquí encontrarán beats cadenciosos y climas envolventes por doquier. Pero eso no es todo. Lo que distingue notablemente a Take de varios de sus pares es la Psicodelia. Sí, se trata de material que se encuentra más a gusto entre alucinaciones multicolores y formas irreales que entre grises paseos urbanos o danzas decadentes. Por supuesto, no faltan los graves masivos ni las espesas construcciones de texturas, el punto es que también hay lugar para teclados cósmicos que pondrían orgulloso al mismísimo Vangelis y melodías siderales que no hubieran desentonado en los momentos más elevados (si entienden a lo que me refiero) de un grupo como Hawkwind. En fin, no es un trabajo agresivo ni estridente pero tampoco fácil de digerir. Es necesaria una concentración dedicada para sumergirse del todo en estos viajes sónicos de tonalidades siempre cambiantes. Sumamente recomendado para cualquiera que ande con ganas de proponerle un desafío a las neuronas.


-The Austerity Program “Backsliders and apostates will burn” (2010)
Tres años puede parecer mucho tiempo para esperar por sólo cuatro temas nuevos, en especial si tenemos en cuenta el nivel demencial que este dúo neoyorquino exhibió en “Black Madonna”, su álbum anterior. En fin, dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y estos jodidos cuatro temas son de lo mejor que escuché en lo que va del año. ¿Les suena Big Black? Bueno, The Austerity Program aprendió sus lecciones de discazos como “Atomizer” y “Songs about fucking” y las regurgitó en canciones aplastantes y con un sonido tan masivo y vicioso que parece salirse de los parlantes y agarrarnos del cuello hasta dejarnos sin aire. En efecto, se trata de composiciones construidas sobre ritmos programados que golpean como martillos hidráulicos pero que, al mismo tiempo, manejan un sentido de la dinámica inquieto y exasperante. ¿Les suena Godflesh? Bien, algunos de los beats también guardan cierta relación con lo hecho por el gran Justin Broadrick en dicho grupo y a eso le pueden sumar un bajo que hace temblar la tierra con gruñidos tan corrosivos como quirúrgicos. Ahora bien, aquí hay algo más que la mera suma de las influencias. Una voz desesperada y esquizofrénica, una guitarra que dispara riffs deformes y rasposos, ocasionales melodías alucinógenas, estructuras absolutamente impredecibles pero cuidadosamente elaboradas, atmósferas de envolvente psicosis y una extraña combinación de demencia, rabia, emociones malsanas, retorcido sentido del humor y tensión casi insoportable son algunas de las cualidades que Thad Calabrese y Justin Foley (tales los nombres de los implicados) despliegan con una soltura pasmosa y una creatividad envidiable. Y sí, los tipos no serán prolíficos (de hecho, tampoco tocan en vivo y acomodan sus actividades musicales alrededor de sus regulares vidas cotidianas) pero ante resultados tan intensos y personales no hay queja posible. Para escuchar en repeat hasta que no quede ni una sola neurona activa.


-This Is Hell “Weight of the world” (2010)
Ok, la idea del “peso del mundo” sobre los hombros no es precisamente nueva dentro del Hardcore. Si vamos al caso, no se puede decir que la propuesta de This Is Hell sea necesariamente innovadora pero sí personal. Viniendo de New York no debería sorprendernos que cuenten con la cuota mínima y necesaria de Metal en su propuesta, aunque sonar más influenciados por Cro-Mags que por Agnostic Front ya los pone en un lugar un tanto más interesante. Por otro lado, aquellos que estén familiarizados con las anteriores entregas discográficas del ahora cuarteto (“Sundowning” y “Misfortunes”, editados en 2006 y 2008 respectivamente), sabrán que las referencias más fuertes en su sonido venían por el lado de Gorilla Biscuits y su reinterpretación moderna de la mano de American Nightmare y Give Up The Ghost. Entonces, tenemos Hardcore neoyorquino con machaques casi Thrashers (por momentos hasta me recuerdan a esos viejos discos de Anthrax, al menos en lo que hace a los riffs. Aunque sería un error de mi parte no mencionar también a los gloriosos D.R.I. como innegable influencia) y toda esa impronta de violencia urbana, tenemos también el toque de melodía y emoción aportado por la estirpe de Gorilla Biscuits, tenemos un guitarrista sólido y que, sin ser un derroche de imaginación, se las arregla para escupir algunos riffs más que interesantes y hasta algún que otro solo con chapa de guitar-heroe, tenemos una base rítmica firme y contundente que sabe que su labor es pegar duro donde más duele y tenemos un cantante que deja el alma y la garganta en cada grito, transmitiendo una pasión desesperada que poco tiene que ver con las típicas poses rudas del Hardcore de su ciudad natal. Si hasta hay lugar para arpegios limpios y melodías sensibles entre tanta invitación al mosh descontrolado. En fin, This Is Hell se las arregló para tomar algunos de los clichés más tradicionales del Hardcore y darles nueva vida a fuerza de frescura, intensidad y buenas canciones. Si las bermudas, los puños en alto y los dedos acusadores son lo suyo, no lo pueden dejar pasar.


-Tideland “Asleep in the graveyard” (2010)
A calzarse las camisas a cuadros que aquí llega otra saludable pieza de nostalgia noventosa a cargo de este trío con integrantes que alguna vez formaron parte de bandas como Pg. 99 o Forensics. Ok, el retro en general suele apestar casi por definición y no se puede decir que Tideland aporte alguna vuelta de tuerca revolucionaria a lo hecho en décadas pasadas por grupos como Mudhoney, Sonic Youth, Nirvana, Screaming Trees o My Bloody Valentine pero lo que hacen lo hacen con tal nivel compositivo y convicción que no queda otra que rendirse ante estas doce canciones pletóricas de riffs simples, rasposos y pegadizos, bases energéticas pero siempre al borde de la desprolijidad, y líneas vocales agridulces. Por supuesto, si este tipo de sonidos nunca fue de su agrado, “Asleep in the graveyard” poco y nada hará por convertirlos pero eso está bien. Si una cualidad sobresaliente se desprende de este álbum debut es, justamente, la naturalidad, la falta de pretensiones con las que el grupo encara su música. Por otro lado, queda claro que estos muchachos no son clones de nadie. Las influencias están allí (tenemos la mugre Stoogera de Mudhoney, las texturas embotadoras de My Bloody Valentine, las melodías emotivas de Dinosaur Jr., el guiño psicodélico y deforme de Pixies, los climas áridos de Screaming Trees, el rabioso empuje Punk de Nirvana y las extrañas armonías de guitarra del Sonic Youth más rockero, entre otras referencias más o menos obvias) pero están fundidas de tal manera que terminan dando forma a una identidad distintiva, ya que no original o innovadora. El secreto parece estar en mantener un siempre frágil equilibrio entre la energía visceral y desprolija del Punk y la delicadeza melódica y tímbrica del Pop, y entregar el resultado final con una actitud entre sensible, enojada y desaprensiva. Vamos, Grunge ni más ni menos. No les voy a mentir, en otros casos probablemente desplegaría todos mis prejuicios en contra de las bandas que sólo se dedican a rescatar glorias del pasado pero aquí estamos hablando de un tipo de música que, por lo general, toca fibras sensibles de mi ser y me despoja de cualquier atisbo de imparcialidad. Si, como yo, sienten que aquella primera mitad de los noventas fue una época mágica para el Rock, no pueden perderse este disco.


-Walls “Stare at the walls” (2010)
Tres temas en seis minutos. Un cover de Die Kreuzen. Miembros de Iron Lung. Una voz gritona, casi como un Henry Rollins en sus peores ataques de rabia. Un bajo arenoso y podrido. Una guitarra descontrolada y disonante. Corazón Hardcore, envoltura de Noise-Rock. Una golosina difícil de tragar pero sumamente adictiva. Energía sudorosa, inmediata, visceral. Acoples, riffs angulares, bases frenéticas y contundentes al mismo tiempo. Un sonido crudo y potente que se siente en el cuerpo. Cierta desprolijidad necesaria. Si quieren refinamientos, pueden quedarse con sus discos de Jethro Tull. Aquí hay sangre en ebullición y ni una sonrisa. Bueno, tal vez alguna mueca desencajada que se asemeje a una sonrisa, pero no más que eso. ¿Influencias? Black Flag, The Jesus Lizard, Born Against, Swans, Flipper. Los mencionados Die Kreuzen, por supuesto. Un ep que nos deja babeando y con ganas de más. Un despliegue de brutalidad y saña que lacera la piel, entumece los huesos y perturba la mente. Inteligencia y creatividad al servicio de los instintos más bajos y primitivos. Se recomiendo fervientemente la escucha de su debut homónimo editado en 2008. No hay necesidad de mayores explicaciones o análisis. Si disfrutan del Rock en su forma más salvaje, virulenta y enfermiza, Walls debería ser una parada casi obligatoria.

18 de junio de 2010

Rhetoric Disguise - Fix the Damage by The Psyhcho Dandy


Cansado de estar relegado al mero rol de remixador, The Psycho Dandy toma las riendas compositivas de Rhetoric Disguise y nos presenta su primera obra integrada en su totalidad por composiciones propias. Catorces temas que se pasean por diversos géneros electrónicos (Hip-Hop, House, I.D.M., Reggaeton, Industrial, E.B.M.) y no tanto (Jazz, Pop, Punk, Lounge, Psicodelia) manteniendo siempre una impronta de policial negro, entre alucinógena y perversa.

Descargar Fix the Damage by The Psycho Dandy por Rhetoric Disguise aquí.
Download Fix The Damage by The Psycho Dandy by Rhetoric Disguise here.

16 de junio de 2010

Disco de la semana: Blackmouth "Blackmouth" (2000)

Por Fernando Suarez.


Que Jarboe es una artista cargada de misterio y talento inconmensurable no es ninguna novedad a esta altura. Sus años en los inmortales Swans le dieron estatus de leyenda viviente, sus trabajos solistas perpetuaron su mito y sus colaboraciones con músicos provenientes del espectro metálico más extremo (desde Justin Broadrick a Attila Csihar, pasando por Cattle Decapitation, Neurosis, Phil Anselmo, Byla y Cobalt, entre otros) la mantuvieron en forma y adaptándose sin problemas a nuevas sonoridades. Blackmouth fue un fugaz proyecto encarado por nuestra heroína junto a John Bergin y Brett Smith, ambos miembros de los oscuros y ambientales Tertium Non Data y Trust Obey, y encargados aquí de componer e interpretar la música sobre la cual ella pueda desplegar sus sinuosas y hechiceras líneas vocales. Lo que encontramos son catorce temas que bien podríamos definir como Trip-Hop, si dicho género fuera concebido por los más maliciosos demonios escapados de las más asfixiantes pesadillas de un irrecuperable paciente psiquiátrico. En efecto, sobre beats siempre cadenciosos y aletargados, Bergin y Smith despliegan un vasto y espeso arsenal de texturas, sonidos y arreglos cavernosos, envolventes y tétricos, coronados por una labor excepcional de Jarboe que nos hipnotiza con sus melodías y se entromete de forma perturbadora en nuestras mentes y almas. Desde ya, el tema de los rótulos es más bien esquivo, en especial si tenemos en cuenta que el clima general del disco es de una densidad atrapante y ominosa, capaz de rivalizar con géneros como el Doom o el Black, aunque usando, claro está, otras armas. Les puedo asegurar que el resultado final hiela la sangre, cada canción es un viaje profundo hacia los rincones más sórdidos de la imaginación, una revelación teñida de negras inquietudes y misticismo oculto. Vamos, el tipo de sensaciones a las que esta nacida en New Orleans (¿le vendrá de la oscura tradición de dicha ciudad su impronta fantasmal?) nos tiene acostumbrados hace muchos años ya.

11 de junio de 2010

The Black Meat Procession - Neon High



“Neon High” es lo que sucede cuando cuatro amantes del Grindcore obsesionados con el consumo de azúcar y la literatura de William S. Burroughs se introducen en la subcultura nocturna del baile y la música electrónica y toman inspiración tanto de sus métodos de creación como del asco que les provoca dicho entorno.


Inspirados esta vez por artistas como Curse Of The Golden Vampire, Libido Airbag, Atari Teenage Riot, The Berzerker o S.M.E.S., The Black Meat Procession nos oferce cuarenta nuevas explosiones de ruido, todas menores al minuto de duración.

Descargar Neon High por The Black Meat Procession aquí

Download Neon High by The Black Meat Procession here

Disco de la Semana: Lengua Mortuoria "I" (2009)

Por Manuel Platino.




"No importa cuantas armas poseas sino como empleas las que posees". Esto encontramos leyendo la parte interna del booklet de este "I". Una frase que bien pudo haber sido acuñada por el maestro militar Sun Tzu, se ajusta a este interesante disco que nos trae desde Córdoba Hristo, mente maestra detrás de este acto unipersonal Lengua Mortuoria.

La música de este "I" podría clasificarse de maneras diferentes, ya sea ambient, música de soundtracks, drone doom, noise, pero dejemos etiquetas de lado por un momento. Ya desde el vamos podremos notar que la propuesta va a ser oscura y retorcida, si sos como yo de los que les gusta escuchar los discos leyendo el booklet (bueno, en este caso uno virtual), las aterradoras imágenes del arte ya nos aclimatan antes de que suene la primer cascada de estática.

Las tres canciones que componen "I" tienen la extraña cualidad de dejarnos con una molesta sensación detrás de la espalada, como si alguien estuviera mirando sin que podamos saber cómo o desde dónde. Las construcciones generalmente evolucionan desde pasajes minimalistas hacia tormentas de estática que se van sumando sobre variaciones de una o dos melodías de base. Este recurso, que parece ser extremadamente sencillo, es en realidad puesto en práctica de forma tan efectiva, que las canciones entregan el mensaje casi inmediatamente. Como dije antes, este disco no posee grandes despliegues compositivos, ni una producción ultra elaborada que dejaría muertos de envidia a James Plotkin o a Devin Townsend, pero siguiendo la premisa que planteara el mismo Hristo, en efecto, no importan cuantas armas poseas…



Además de lo cuidado de los arreglos y su orden en pos de la canción, creo que también vale la pena destacar los pasajes drone que construye Hristo, que si bien no representan una gran innovación ni una vuelta de tuerca al género, los riffs sobre los que se construyen tienen la característica propia de ser excelentes, lo cual para un género en el que en general es el mismo riff que suele repetirse por decenas de minutos, esto es casi un requisito indispensable.

Todo aquel interesado en seguirle el rastro a Hristo recomiendo su blog donde puede descargarse el disco. También chequear el netlabel BPM Front para mas data.

10 de junio de 2010

Gran Cuervo Live in La Plata





9 de junio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Lymphatic Phlegm “Show-off cadavers - The anatomy of self display” (2007)
El así llamado Gore-Grind puede ser un universo musical superpoblado de bandas que poco y nada aportan a lo hecho por los primeros discos de Carcass pero aún en la mugre más abyecta y maloliente es posible encontrar alguna que otra gema. Lymphatic Phlegm es un dúo brasilero que logró, en este segundo larga duración (en medio de infinidad de ep’s y splits), algo poco común, una identidad propia y distintiva que expande los estrictos márgenes del género. Por supuesto, las referencias a los cuatro forenses de Liverpool están ahí, desde el nombre del grupo, hasta el título del disco y las canciones (auténticos trabalenguas medicinales que, en muchos casos, tardan más en leerse de lo que duran los temas en sí), pasando por el arte de tapa y ciertos elementos musicales, en especial en lo que hace a gruñidos y guitarras putrefactas. Tampoco se puede decir que el hecho de contar con ocasionales samples y baterías programadas sea lo que distingue a estos cariocas de otras agrupaciones similares, aunque bien vale aclarar que dicha cualidad les aporta cierto gustito distintivo. El punto de inflexión está en el genial trabajo de guitarras realizado por Rodrigo Alcantara (también encargado del resto de los instrumentos, dejando en manos de Andre Luiz la tarea de gruñir sus sanguinarios textos de enfermedad), generando riffs que se salen del manual estricto del clon Carcassero y hasta del Grindcore en general. Sin bajar nunca la intensidad, las seis cuerdas dibujan paisajes alucinógenos, con una claridad pasmosa (a pesar del siempre grave y corrosivo sonido) y un vuelo creativo y una profundidad musical poco comunes en estos contextos. Si hasta hay lugar para pasajes que se sumergen en melodías casi psicodélicas, provistas de un sorprendente gancho y aún así siempre evocadoras de imágenes mortuorias y nauseabundas. En fin, más allá del placer inmediato que proporciona descerebrarse cada tanto con un buen disco de Gore-Grind sin más pretensiones, tampoco está de más que el género aporte componentes musicales de peso sin por ello perder su esencia pútrida. En ese caso, Lymphatic Phlegm es una excelente opción.


-Flowering Blight “The perfect pair” (2008)
Que Al Jourgensen es un genio ya lo sabe todo el mundo y no admito discusión posible al respecto. Ahora bien, no por eso deberíamos ignorar el talento de Paul Barker, quien fuera su mano derecha en Ministry y todas sus bandas satélites (Revolting Cocks, Lard, 1000 Homo Dj’s, Pailhead, P.T.P., Pigface, etcétera) durante los años más celebrados del grupo. De hecho, ya en 1990 (siendo aún miembro de los mencionados grupos) se había despachado con el magnífico “Age of reason”, disco solista que firmó como Lead Into Gold y que mostraba toda su capacidad para concebir grandes canciones, siempre en ese marco de Rock Industrial apocalíptico y virulento y adornado con sus irresistibles líneas de bajo. Tras su convulsionado divorcio artístico con Jourgensen, Barker formó parte de Pink Anvil (proyecto de tinte experimental concebido junto a Max Brody, otro ex Ministry, y editado por Ipecac Records, el sello propiedad de Mike Patton) y de los geniales U.S.S.A., un, aparentemente, efímero proyecto compartido con el legendario Duane Denison (guitarrista de The Jesus Lizard y Tomahawk) que dejó como legado un más que recomendable álbum llamado “The Spoils” y editado en 2007. Un año después, el buen Paul retomó las riendas de su actividad artística y fundó este Flowering Blight que, de cierta forma, rescata a aquel Lead Into Gold. En primer lugar, porque se trata también de una incursión solista, llegando inclusive a editarlo por sus propios medios. Pero también en lo musical resuenan los ecos de aquel disco. Las canciones están basadas en ritmos mecánicos pero más bien lentos y aplastantes, con guitarras zumbando disonantes y machacantes (según se lo requiera), infinidad de teclados y samples dibujando atmósferas entre corrosivas y ominosas, el bajo retumbando de forma casi subterránea (esa sería la mayor sorpresa, el hecho de dejar un tanto de lado sus habituales riffs pegadizos) pero contundente y la voz desgañitándose en nasales diatribas cargadas de tensión y distorsión. El clima general del disco es sumamente oscuro y opresivo, por momentos incluso recordando a los primeros trabajos de los legendarios Swans, aunque con una terminación más prolija, desde ya. Por otro lado, ciertas melodías vocales y riffs un tanto más volados (pero aún así sombríos) remiten inevitablemente al Voivod de “Phobos” pero con una dosis menor de Metal. Ok, si de referencias se trata, también es menester mencionar a Killing Joke pero eso es casi una obviedad en este contexto. En cualquier caso, el resultado final es cien por ciento Paul Barker y deja en claro cuál era su aporte al universo musical relacionado a Ministry y aledaños, más cerca de temas como “Cannibal song”, “Scare crow” o “The fall” que de “Thieves”, “Just one fix” o “Jesus built my hotrod”. Como primer paso es irreprochable (y hasta me animo a decir que supera a los últimos trabajos de Ministry) y sólo queda esperar que no nos haga aguardar demasiado por nuevo material.


-16Pad Noise Terrorist “Utopia” (2010)
Con semejante nombre, queda bastante claro que esto no es un apacible paseo por campiñas floreadas. 16Pad Noise Terrorist es el apelativo que ha elegido el alemán Candy Schlüer para presentar sus entrópicas pinturas de desolación post-apocalíptica. Sí, aquí hay máquinas rechinando y soltando chispas que queman la piel, engranajes que marcan el ritmo hipnótico y opresivo de nuestras vidas urbanas. Sí, ya sé, están pensando en Música Industrial, ¿no? Algo de eso hay, claro. Texturas abrasivas, ominosos samples, ritmos mecánicos y atmósferas grises y herrumbrosas. Pero eso no es todo. El dulce Schlüer también se adentra en diversos terrenos electrónicos, abarcando los beats frenéticos del Drum N’ Bass, las sutilezas sónicas y rítmicas del IDM (Intelligent Dance Music. Sí, ya sé, es un rótulo chotísimo pero yo no lo inventé), el Funk endurecido y sincopado de la EBM (Electronic Body Music. Y seguimos con los nombres pedorros), las secuencias caóticas y entrecortadas del Breakcore y hasta el vértigo digital del Gabber, fundiendo todo eso en composiciones de tono más bien virulento, infectadas por un sinfín de ruidos crepitantes y sensaciones agobiantes. También hay lugar para elementos que le confieren cierto aire humano (por llamarlo de alguna manera) a la placa, en especial a través de ocasionales pasajes cantados (bueno, gritados en realidad) y ciertas melodías de tono casi sinfónico que, de todas formas, sirven también para resaltar las cualidades angustiantes de las composiciones. Puesto a buscar referencias, podrían mencionarse nombres como Black Lung o Gridlock, en especial en lo que hace a combinar el espíritu revulsivo de la Música Industrial con variantes electrónicas, en teoría, más refinadas o amigables. Asimismo, vale la pena destacar que la temática del proyecto gira en torno a cuestiones políticas y sociales encaradas de forma sorprendentemente lúcida y hasta permitiéndose mantener una actitud positiva (que no es sinónimo de ingenuidad ni de zoncera, no sean cínicos) aún dentro de un contexto más bien sombrío. Una más que acertada pintura musical del mundo en que vivimos, ni más ni menos.


-Burning Love “Songs for burning lovers” (2010)
Tras la separación de Cursed (una de las primeras y mejores bandas en eso de combinar la rabia absoluta del Crust, con el groove embarrado de Entombed y la profunda densidad de Neurosis) en 2008, el vocalista Chris Colohan no perdió el tiempo y se juntó con otros cuatro desquiciados con la clara intención de seguir pateando culos a diestra y siniestra. Se bautizaron Burning Love (como aquel recordado tema de Elvis Presley) y debutan con este “Songs for burning lovers” capaz de contagiarle su adrenalina hasta al más abúlico de los oyentes. Musicalmente, el quinteto retoma la propuesta donde Cursed la había dejado y la hace avanzar un par de casilleros hacia el costado rockero. En efecto, lo que aquí tenemos es Hardcore/Crust furioso e intenso pero envuelto en gordas guitarras que escupen riffs ideales para musicalizar la más insensata pelea de bar y provisto de una soltura y un desparpajo que parece remitirse tanto a los orígenes del Punk (The Stooges a la cabeza) como al Rock And Roll brutalizado del mejor Motörhead. El sonido final podría ser comparable a lo hecho por grupos como Coliseum (con quienes, casualmente, compartirán una inminente gira), Disfear o Doomriders, en especial en lo que hace a reconciliar la virulencia típica del Hardcore (tengan en cuenta que, antes de Cursed, Colohan ya había prestado sus alaridos en bandas como Left For Dead y The Swarm, ambas de lo mejor que Canadá nos legó en la materia) con una impronta netamente rockandrollera. Si hasta hay lugar para punteos y solos de guitarra que pondrían verde de envidia a los mismísimos Hellacopters, aunque reemplazando cualquier atisbo de glamour por una mugre visceral y pendenciera. No se trata, claro está, de ninguna revelación y ni siquiera tiene sentido intentar compararlos con Cursed. Trece canciones, poco más de media hora de incesantes ganchos a la mandíbula, tan aptos para el mosh como para la más desenfrenada de las danzas. No es una oferta como para andar despreciando.


-Castevet “Mounds of ash” (2010)
Ya sé que, a esta altura, no debería sorprenderme. Al fin de cuentas, en los años recientes el Black Metal se ha fusionado con diversos géneros (Post-Rock, Psicodelia, Industrial, Noise, Crust, Ambient, etc.) que, en otros tiempos, hubieran sido considerados casi como una herejía. Pero todavía hay lugar para otra vuelta de tuerca. Ok, tampoco nos engañemos, Tombs en aquel genial “Winter hours” ya había desplegado una personal y tremendamente intensa combinación de Black, Hardcore, Shoegaze y Sludge pero vamos por partes. Castevet es un trío neoyorquino que cuenta en sus filas con un ex miembro de los Mathcore Anodyne (actualmente también en los Grindcore Defeatist), grupo del que, casualmente, también surgirían los mencionados Tombs, así que todo queda en familia. Ahora bien, más allá de las similitudes, tampoco se puede decir que lo de Castevet sea una mera copia. En efecto, lo que aquí tenemos es una reinterpretación del Black Metal más envolvente a través del espíritu torturado y disonante de grupos como Anodyne (claro), Playing Enemy o los legendarios Kiss It Goodbye. O sea, es como si tomaran el costado más opresivo del viejo Mathcore, con sus ritmos trabados pero cadenciosos (es necesario destacar la excelsa labor del baterista Ian Jacyszyn, casi una especie de Brann Dailor poseído por Satanás), sus riffs enroscados y angulares, sus voces rugidas y sus climas densos y enfermizos, y los trasladaran a épicos parajes montañosos de desolación misantrópica. Sé que suena extraño pero les aseguro que funciona. De hecho, si uno analiza con detenimiento los riffs de un grupo como Deathspell Omega (uno de los referentes indiscutidos del Black actual) encontrará que no son tan diferentes a los empleados en el Mathcore y, justamente, Castevet parece estar recorriendo ese camino intermedio. Pero eso no es todo. También hay lugar para masivas cascadas de guitarras distorsionadas que traen a la mente los sonidos pergeñados por exponentes modernos como Krallice o Wrath Of The Weak, al tiempo que ciertas melodías sumergidas en reverb remiten inevitablemente al Post-Black de otros como Wolves In The Throne Room o Caïna, lo cual aporta el toque de emoción necesaria como para respirar entre tanta atmósfera asfixiante. Como verán no se trata de un sonido fácil de describir ni encasillar y eso demuestra, precisamente, que estamos en presencia de material original. Si eso no les basta, también vale la pena mencionar que el experimento se da de forma absolutamente fluida y natural, en canciones atrapantes e intensas, capaces de evocar ominosas imágenes en la mente al tiempo que retuercen las entrañas con saña e invitan a descubrir con suma concentración los infinitos detalles musicales que las componen. Un debut más que promisorio.


-Ceremony “Rohnert park” (2010)
No quisiera pecar de fanático (aunque, sinceramente, tampoco me quita el sueño hacerlo) pero hay algo en los sonidos propuestos hace más de veinte años por grupos como Black Flag, Negative Approach, Circle Jerks o Minor Threat que se me hace atemporal e imperecedero. Una potencia urgente que raspa las entrañas y hace del dolor y la frustración un combustible creativo sumamente explosivo. Tal vez sea por eso que un grupo como Ceremony, basándose principalmente en dichas influencias, puede rescatar toda aquella furia visceral de los primeros años del Hardcore sin por ello sonar obsoletos o faltos de frescura. No necesitan complicarse demasiado a la hora de componer, un par de acordes roñosos, una base firme y nerviosa, y un cantante que escupe espuma por la boca es todo lo que necesitan para conmover. Claro, son intensos y crudos pero no estúpidos, entonces también se permiten algún que otro hipnótico flirteo melódico (inclusive guitarras acústicas) que remite inevitablemente a luminarias de la oscuridad Post-Punk como The Birthday Party o el primer Public Image Limited. Tan sólo lo necesario como para mantener equilibrada la balanza entre la energía inmediata y la profundidad musical. De hecho “Rohnert park” encuentra al quinteto un tanto más aplacado (por así decirlo) en comparación con sus rabiosas entregas previas. Entonces, tal vez se extrañe el vértigo de antaño (que, por momentos, rozaba el Powerviolence) pero se ve excepcionalmente suplido por una soltura heredada de aquellos legendarios primeros pasos de Black Flag. No teman, de ninguna manera significa esto que hayan diluido la propuesta (todavía hay espacio para esas aceleradas que dejan sin aliento) ni nada por el estilo. Simplemente se trata de seguir avanzando musicalmente, de no conformarse con ningún tipo de límites autoimpuestos. Y si eso no calza a la perfección con el espíritu siempre indomable del Hardcore, entonces no sé de qué carajo estamos hablando.


-Clubroot “II – MMX” (2010)
Clubroot es el alias que ha elegido Dan Richmond para mostrarnos sus emociones más profundas. Sí, hablo de emociones aún cuando se trata de un disco concebido de forma absolutamente electrónica. A esta altura ya deberíamos tener en claro que no se trata de ninguna contradicción. Ya desde su debut homónimo (editado el año pasado), este proyecto de Richmond fue insistentemente comparado con Burial, al menos en lo que hace a generar un Dubstep envolvente y de profundidad casi cinematográfica. Esta segunda entrega no hace demasiado por ahuyentar las comparaciones pero, al mismo tiempo, logra resultados tan conmovedores y certeros que dejan en segundo plano esas otras cuestiones. Once temas ideales para cerrar los ojos y trasladarse a vívidos paisajes urbanos, once engañosas construcciones que esconden sutiles recovecos debajo de su aparente minimalismo, once escenas que van dando forma a una imaginaria película que se desarrolla sin fisuras a través de beats aletargados, graves submarinos, teclados sobrecogedores y un sinfín de arreglos que se entrometen en las neuronas y las confunden hasta abrirse paso hacia las zonas del cerebro que controlan los sentimientos más desoladores. También hay lugar para alguna que otra pequeña subida de tempo y hasta para melodías un tanto más livianas, al fin de cuentas ninguna historia daría resultado del todo sin sus necesarios contrastes dinámicos. Pero no se dejen engañar por eso, lo que aquí predomina son los climas espesos, las sensaciones apesadumbradas, las reflexiones sombrías y las visiones evocadoras de una soledad desgarradora, aún inmersas en ominosas mareas urbanas. En ese sentido, hasta podríamos decir que Clubroot (bueno, tal como hiciera Burial antes, no lo vamos a negar) subvierte el orden natural del Dubstep, poniendo en segundo plano el factor rítmico y privilegiando la elaborada edificación melódica de las composiciones. Ideal para contemplar la ciudad un domingo a la tarde en todo su gris esplendor.


-How To Destroy Angels “How to destroy angels” (2010)
No les voy a mentir, más allá de haber pergeñado algunos discos más que destacables al mando de Nine Inch Nails, Trent Reznor siempre me cayó bastante mal. Tal vez fuera esa insistente pose entre depresiva y psicótica, tal vez el hecho de que la prensa musical lo viera como una especie de semi-dios del Rock Industrial sin nunca darle crédito a los artistas verdaderamente innovadores que lo inspiraron en primer lugar. En fin, todo eso, desde ya, es problema mío y no debería ser impedimento para disfrutar de su obra musical. De hecho, en este nuevo proyecto (acompañado por su esposa Mariqueen Maandig y el afamado productor Atticus Ross), Reznor comienza por homenajear a una de sus principales musas, Coil (pioneros británicos de la Música Industrial desde principios de los ochentas), bautizándolo como uno de sus discos más celebrados. En este ep debut de seis temas no encontrarán referencias que les recuerden (bueno, al menos no demasiado) a lo hecho por Nine Inch Nails, así que si eso estaban buscando, ni se molesten. El grupo, al margen de los mencionados Coil, cita influencias como Cabaret Voltaire, Public Image Ltd., My Bloody Valentine y Can, dando claras pistas de por dónde se mueven las composiciones. En efecto, tenemos bases mecánicas y repetitivas, climas alucinógenos, guitarras ruidosas pero sutiles, infinidad de teclados dibujando sinuosas líneas melódicas, impronta minimalista y una hipnótica sensación de trance siempre coronada por corrosivos samples y envolventes texturas. La voz de Maandig aporta un componente entre etéreo, oscuro y sensible (según se lo requiera) y es de agradecer que Reznor no arruine esas atmósferas con sus limitadas dotes vocales. En fin, personalmente, me resulta un trabajo infinitamente más interesante y creativo que las últimas entregas de Nine Inch Nails (con excepción del genial “Ghosts I-IV”) y, para coincidir conmigo o no, sólo basta visitar la página web del trío (www.howtodestroyangels.com) para descargarlo de forma absolutamente gratuita, una práctica que Reznor (como buen hombre de negocios inteligente que es) ya viene adoptando desde hace unos años.


-Knut “Wonder” (2010)
Nacidos en Suiza en 1994, Knut representó para Europa lo que otros como Deadguy, Botch o Coalesce fueron en Estados Unidos, es decir pioneros absolutos de lo que luego se conocería como Mathcore o Noisecore. No por nada sus entregas discográficas del 2001 hasta la actualidad vienen de la mano de Hydrahead Records, propiedad de Aaron Turner (de los recientemente disueltos Isis) y uno de los principales promotores de la vanguardia metálica extrema en general. Justamente, hablando de ediciones, estos muchachos se toman un buen tiempo entre un disco y otro. Cinco años pasaron desde el anterior “Terraformer” (aunque en 2006 tuvimos el genial disco de remixes, “Alter”, donde luminarias como Justin Broadrick, Mick Harris, K.K. Null, Dälek y Spectre llevaban las densas y caóticas composiciones del quinteto a nuevas alturas sónicas) y aquí tenemos, finalmente, material fresco de Knut para saciar nuestra sed de Metal nerd de la mejor cepa. Ya desde el comienzo, con “Leet”, a puro ritmo contracturado y riffs gordos y enroscados, queda claro que la cosa viene con todo. Desde aquel monumental “Challenger” (2002), el grupo había comenzado a incorporar elementos del Drone y el Sludge que complementaban a la perfección sus tradicionales arranques frenéticos. Aquí la fusión de ambos espectros se hace aún más profunda y solida, dando a luz canciones donde conviven sin problemas el habitual despliegue de disonancias, caos y excentricidades rítmicas que, a esta altura, son su marca registrada, con un clima monolítico, profundo y envolvente que no desentonaría en los momentos más álgidos de un grupo como Neurosis. Todo entregado con una imaginación superlativa y una intensidad que hiela la sangre, por supuesto. La labor de las guitarras es sencillamente excepcional, generando paisajes superpoblados de imágenes angulares e intrincadas pero con una soltura y una frescura poco habituales en el género. Y encima vienen complementadas por una base rítmica que se deshace en golpes constantes, marcando un pulso enardecido pero siempre atento a las idas y venidas dinámicas de las canciones. En fin, se trata de un trabajo a la altura de sus pergaminos y que se da el raro lujo (tras tantos años de carrera) de ponerse en lo más alto de su discografía con argumentos tan sencillos y contundentes como buenas canciones e indomable creatividad artística. No se lo pierdan.


-Nachtmystium “Addicts: Blackk Meddle Pt.2” (2010)
Uno anda tranquilo (bueno, es un decir) por la vida y, de repente, “oia, disco Nuevo de Nachtmystium”. Ahí ya se empiezan a acumular las expectativas porque, al fin de cuentas, estamos hablando de uno de los más destacados exponentes del Black Metal de los últimos años, qué tanto. Para peor, Blake "Azentrius" Judd (eterno e indiscutido líder del grupo) admite que este “Addicts” (sucesor del maravillosamente lisérgico “Assassins”, primera parte de estos Black Meddles) cuenta con fuertes influencias de bandas como Big Black, Fields Of The Nephilim y Ministry, y con eso sólo ya basta para mojarme los calzones de alegría. Tal vez la pregunta es cómo harán para conjugar sin problemas su, a esta altura, marca registrada de Black Metal Psicodélico con estos nuevos aires Post-Punks/Industriales. La respuesta es con absoluta naturalidad y en canciones redondas. Ok, prepárense para algunos cambios. Han bajado las revoluciones, las voces suenan más melódicas que nunca (aún cubiertas de efectos futuristas), las guitarras dibujan espesos entramados de distorsión con sinuosos arpegios y delicados arreglos y punteos, los teclados rellenan cada mínimo espacio con texturas subliminales, las composiciones mantienen su impronta alucinógena y espesa pero se estructuran de forma mucho más simple y tradicional. O sea, como canciones. Por supuesto, todavía hay lugar para algún que otro elemento habitual del Negro Metal (alguna acelerada por allí, alguna voz chillona por allá) pero, en líneas generales, este quinto (sin contar compilados, ep’s ni discos en vivo) álbum de Nachtmystium propone, al menos en lo formal, un sonido que poco y nada tienen que ver con lo que uno podría esperar del género. Y digo en lo formal porque, en esencia, en el núcleo mismo de las canciones, todavía late ese corazón ennegrecido y pérfido, ese desprecio por la vida en general, ese misticismo nihilista y enfermizo, ese espíritu corrosivo y pendenciero. En cualquier caso, el resultado final es tan original (les aseguro que la forma en que estos tipos logran fundir la mugre del Black con elementos Piscodélicos, Industriales y esa elegante oscuridad de principios y mediados de los ochentas, es absolutamente innovadora) y embriagador que los rótulos y las definiciones quedan en cómodo segundo plano ante semejante despliegue de intensidad y buenas ideas. Con “Addcits”, Nachtmystium se escapa definitivamente del ghetto Blackmetalero y se adentra en terrenos vírgenes de inventiva y oscuridad. Yo que ustedes no los perdería de vista.


-Ocrilim “Sacreth” (2010)
“Sacreth” es la segunda parte (junto a “Ixoltion”, la primera, y “Hymns”, la tercera) de una trilogía creada en 2007 por este alter ego del guitarrista Mick Barr que recién ahora ve la luz editada de forma casera por su propio creador. Para aquellos que no estén al tanto, Mick Barr es un virtuoso instrumentista que ha dado a luz proyectos tan diversos y experimentales (siempre dentro del amplio espectro del Metal extremo) como Orthrelm o Krallice y colaboraciones con artistas como Zach Hill (baterista de Hella) y los geniales The Flying Luttenbachers. Ocrilim es una de sus dos variantes como solista (la otra es Octis) y en ella Barr acompaña sus afiebradas elucubraciones guitarrísticas con el repiquetear frenético de una batería electrónica. Hasta ahí las presentaciones formales, lo que sigue son cuatro extensas composiciones (de entre siete y nueve minutos y medio de duración cada una) que, precisamente, desechan cualquier tipo de formalidad y nos sumergen en un viaje tan agitado como surrealista y confuso. Sobre ritmos absolutamente impredecibles y caóticos, Barr despliega un infinito arsenal de guitarras distorsionadas que se superponen en texturas, armonías y contrapuntos de profundidad sinfónica, generando laberínticos paisajes que van mutando de forma como si de un caleidoscopio musical se tratase. Es interesante remarcar que, a pesar de tratarse de material sumamente complejo e intrincado, no hay aquí ni un solo rastro de autoindulgencia o exhibicionismo gratuito. El norte de Ocrilim está puesto en las composiciones y los climas antes que en la interpretación (insisto, por más virtuosa que esta sea. Y créanme que lo es) y es por ello, tal vez, que jamás encontrarán un solo de guitarra en los treinta y cinco minutos que dura el disco. Desde ya, no existe en los manuales rockeros ninguna definición clara para describir lo que este tipo crea pero, a fines de darles una idea aproximada, arriesgaría algo así como una suerte de Black Metal instrumental y lisérgico embebido del espíritu vanguardista y cerebral de compositores académicos como Iannis Xenakis y Karlheinz Stockhausen. O algo así. En cualquier caso, si aprecian la música interpretada y compuesta de forma impecable y que intenta incesantemente romper barreras y desafiar convenciones, esto es material de escucha obligatoria.


-Ten Volt Shock “78 hours” (2010)
Andaba necesitando mi dosis de revival Noise-Rockero, así que ¿qué mejor que tres alemanotes escupiendo bilis y retorciéndose mientras rescatan las enseñanzas de Shellac, The Jesus Lizard y el preciado catálogo de Amphetamine Reptile? Sí, señor, nada de medias tintas, guitarras disonantes y angulares, bases frenéticas (siguiendo esa combinación ganadora de complejidad Jazzera y potencia rockera al rojo vivo), un bajo con alambres de púa en lugar de cuerdas y un cantante que deja la garganta en cada intervención. Claro, también hay lugar para esa especie de Funk convulsionado que remite tanto a Gang Of Four como a Fugazi en sus estadíos más virulentos pero eso no hace más que añadir el saborcito personal mínimo y necesario. En definitiva, esto no se trata de vanguardia ni experimentación, si no de Rock. Retorcido, furioso, inteligente en su visceral manejo de las dinámicas, emocionalmente tenso pero Rock al fin de cuentas. Con el corazón Punk latiendo en su costado más revulsivo y cotidiano pero sin necesidad de atenerse a ninguna fórmula establecida. Aquí hay sudor, cuerdas (vocales y de las otras) abusadas, latidos epilépticos y riffs que laceran la piel al tiempo que proponen intrincadas pinturas musicales. Un sonido claro, crudo, natural y potente al mismo tiempo para envolver nueve canciones que se sienten en el estómago con una intensidad inspiradora y contagiosa. “78 hours” (tercer álbum de Ten Volt Shock) es otra excelente prueba de que se puede rockear hasta desfallecer sin por eso resignar la inventiva y la emoción ni caer en poses estúpidas. Tan necesario como el podrido aire que respiramos.


-Thedowngoing “Iambecome” (2010)
Sólo dos tipos (australianos, para ser más precisos) con serios problemas de adaptación y una visión musical dedicada a los recovecos más retorcidos de la mente humana. Dieciséis minutos de la más desencajada de las locuras es lo que ofrece Thedowngoing en este álbum debut y no hay escapatoria. ¿Grindcore? Sí, tenemos abundancia de blast-beats, riff borroneados, alaridos varios y mucho ruido. Pero también tenemos estructuras caóticas e impredecibles, rebajes babosos, una guitarra masiva y amorfa, ocasionales samples y deformidades varias al por mayor. Digamos que, dentro del género, esto tiene que ver más con Pig Destroyer o Discordance Axis que con Napalm Death o Terrorizer. Aunque, claro, también hay lugar para la necesaria dosis de mugre Crust. La sutil diferencia estriba en que el dúo nunca se queda quieto en un mismo lugar, se disparan hacia todas las direcciones posibles y penetran la piel como esquirlas metálicas. Dije que Thedowngoing estaba integrado por dos personas pero, en honor a la verdad, suenan como si fueran una orquesta de mogólicos en pleno trip violento de ácido. La batería reparte palazos como un torbellino fuera de control, recordando más al Mick Harris de Painkiller que al de “Scum”, la guitarra rellena cada mínimo resquicio sonoro con riffs, disonancias, acoples, feedback y una vasta gama de erupciones al borde de la saturación, las voces aúllan, gruñen, chillan y se retuercen ocasionalmente deformadas por efectos (aquí se cuela cierta influencia de Today Is The Day) y los mencionados samples terminan de darle color a este espeso entramado psicótico concebido por el grupo. Una experiencia adrenalínica y ardua y firme candidato al disco más demente del año.

3 de junio de 2010

Caracol Rojo Discos: Milica - La Canción de Teresa



"La historia es así: No nos aguantábamos la espera de la salida del disco que estamos terminando, entonces decidimos juntarnos un fin de semana en nuestra sala caracol y grabar algunas cosillas de forma casera.
Lo que salió es La Canción de Teresa un ep de 4 canciones (¿canciones?) que ya se pueden descargar de la pagina de Caracol Rojo."

Como bien lo contara Leíto, aquí hay mas mercancía de Milica, mientras esperamos que se termine el disco nuevo.

Bajate la Canción de Teresa de Milica aquí

2 de junio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Alien Sex Fiend “Death trip” (2010)
Digan lo que quieran pero el Rock en general siempre estuvo (desde su incepción misma) ligado a cuestiones estéticas casi tan relevantes en su forma y contenido como el hecho musical en sí mismo. Por supuesto, hay casos puntuales en los que la parte visual ocupa un rol determinante a la hora de analizar ciertas propuestas. Desde sus inicios, allá por 1982, Alien Sex Fiend dejó una marca indeleble en la escena Post-Punk/Industrial/Gótica gracias, justamente, a una personal combinación de la teatralidad oscura de Alice Cooper y los ásperos sonidos electrónicos de grupos como Suicide o Cabaret Voltaire. En lo personal, debo decir que no soy muy amigo de los disfraces estrafalarios y los rostros maquillados como cadáveres pero también he de aceptar que la música de Alien Sex Fiend resulta ser mucho más interesante, intensa y creativa que lo que su caricaturesca imagen puede llegar a hacer suponer. Y, ciertamente, sin ellos, artistas como Skinny Puppy, My Life With The Thrill Kill Kult y, por propiedad transitiva, Rob Zombie y Marilyn Manson nunca hubieran sido lo que en algún momento llegaron a ser. “Death trip” es el doceavo álbum del grupo (reducido a un dúo desde hace algunos años) y en él encontramos diez temas que nos transportan a un siniestro viaje alucinógeno a través de corrosivos samples, bases repetitivas, guitarras chillonas, ambientaciones que parecen salidas de la más sombría película de terror en blanco y negro, teclados entre lisérgicos y juguetones, y la siempre retorcida y cavernosa voz de Nik Fiend (Nik Wade para los amigos), eterno líder del combo. Bien vale aclarar, para aquellos más fanáticos, que el foco principal en este “Death trip” está puesto en el costado electrónico de la propuesta, con sólo breves referencias a esa especie de Psychobilly/Glam Rock enfermizo de sus inicios y extensos pasajes dominados por espesas cascadas de sintetizadores y samples generando atmósferas envolventes y plagadas de interesantísimos detalles. En fin, es probable que la mayor virtud de Alien Sex Fiend siempre haya sido esa capacidad para abrazar la estética gótica con un inusual sentido del humor que los aleja de la mera pose y una profundidad musical que los coloca muy por arriba de cualquier aproximación superficial a dichas pautas. Y, en cualquier caso, que un grupo lleve tantos años de carrera con una identidad claramente única y, aún así, se empeñe en seguir creciendo musicalmente, ya es algo digno de destacar.


-Circle Of Dead Children “Psalm of the grand destroyer” (2010)
Circle Of Dead Children no sólo cuenta con uno de los mejores nombres del Grindcore, también pueden exponer con orgullo sus onces años de carrera a puro blast-beat y gruñido. Ok, hubo que aguardar cinco años desde el anterior “Zero comfort margin” pero se ve que los muchachos no perdieron el filo. Lograr una identidad propia dentro de un género, en apariencia, tan restrictivo como el Grindcore no es tarea fácil pero estamos hablando de gente que sabe bastante del tema. El cuarteto tomó buena nota de las intrincadas instrumentaciones de Cephalic Carnage y la demencia sónica de Today Is The Day (no por nada Steve Austin produjo algunos de sus álbumes previos y hasta les robó un baterista) y conjugo todo ese despliegue de disonancias, riffs angulares y estructuras caóticas en canciones que llevan impreso el sello de calidad del mejor Napalm Death. La guitarra se debate entre zumbidos borroneados, incongruentes (en el buen sentido) desparramos de notas, rebajes oscuros y arranques de mugre Hardcorosa. La base repiquetea incansablemente, con una batería que reparte golpes como si en ello se le fuera la vida misma y un bajo que cumple sin problemas la escondida tarea de extender un arenoso colchón de graves bajo las retorcidas elucubraciones de las seis cuerdas. Las voces, como corresponde, van alternando entre gruñidos guturales y chirridos que taladran los tímpanos, escupiendo rabia nihilista por los cuatro costados. También hay lugar para esos pasajes Noise con los que el grupo viene experimentando desde sus comienzos y hasta para tempos arrastrados que no hacen más que aportar una necesaria cuota de variedad a su propuesta. Es sólo Grindcore pero me gusta.


-Coma Lies N.C. “The great western basin” (2010)
Como cualquier género musical que gana algún tipo de notoriedad (y no me refiero sólo al mainstream, el undeground también tiene sus modas y tendencias), el Mathcore en algún momento pareció quedar encerrado en la trampa de los clones sin personalidad, con infinidad de jovencitos desgañitándose entre riffs contracturados, ritmos irregulares, estructuras caóticas y alaridos varios. No deja de ser una pena, puesto que se trata de un estilo con potencial casi ilimitado, algo que demuestran los más recientes trabajos de algunos de sus representantes más destacados como The Dillinger Escape Plan, Coalesce o Converge. Coma Lies N.C. (antes conocidos como Coma Lies a secas) es quinteto oriundo de Australia y, sin ser un nuevo amanecer para el Mathcore (ni mucho menos), al menos se las arreglan para proponer algunas ideas interesantes y un puñado de canciones tan intensas como intrincadas. En primer lugar, el grupo no adhiere al esquema más habitual y Dillingeresco de caos vertiginoso y dedos agiles, si no que se centra más en lo que podríamos llamar el costado Botch del Mathcore, con predominio de medios tiempos trabados, riffs retorcidos pero con groove y un afilado sentido de la dinámica que deja espacio para respirar y recargar energía entre tanto ataque a los sentidos. Desde ya, los elementos esperables están ahí, las voces gritadas, las disonancias, los tempos fracturados, las arquitecturas laberínticas, los flirteos jazzeros y las guitarras angulares. Pero también hay lugar para extensos pasajes de calma instrumental entre reflexiva y psicodélica, canciones con gancho (aún cuando no se escucha una sola voz melódica en todo el disco), rebajes que rozan el Sludge (o el Post-Metal, si tenemos en cuenta esos acordes menores generadores de envolvente tensión) y hasta algunos riffs de una simpleza inesperada que, no obstante, se complementan a la perfección con los arranques más sobrecargados de notas. Como suele suceder, lo que más se destaca aquí es la labor de los dos guitarristas, disparando un inagotable arsenal de ideas siempre puestas al servicio de transmitir emociones fuertes. Por ahora es un primer paso más que auspicioso y, yo que ustedes, no los perdería de vista. Pueden llegar a darnos gratas sorpresas.


-Dark Frequencer “The pulse of fear” (2010)
El pulso del miedo, ni más ni menos. Un sudor helado recorriendo la espina dorsal, visiones paranoicas inundando la mente y confundiendo los sentidos, pantallas descompuestas transmitiendo las elucubraciones más cavernosas del alma humana. No es Black Metal ni Drone ni nada que se le parezca pero la esencia de las sensaciones que transmite es similar. Dark Frequencer es el alias utilizado por un productor polaco también conocido (bueno, no muy conocido, qué digamos) como Dariusz y, sin ejercitar demasiado la imaginación, podríamos meterlo en la bolsa de la Música Electrónica. Sí, hay beats bailables e infinidad de texturas y arreglos digitales pero se trata de material concebido con los dientes apretados y saña psicótica. Hay sonidos Industriales, desde ya, pero tampoco sería del todo atinado encajarlo en esa categoría. Más allá de los rótulos, esto es opresión pura, atmósferas violentas y sobrecogedoras, cavernosos soundtracks para el fin del mundo. Son sólo cinco temas desplegados en poco más de veinte minutos pero con eso basta para asfixiarnos bajo densas capas sonoras. No es un viaje agradable ni placentero pero no se supone que lo sea. Y encima Dariusz tiene la delicadeza de entregar este trabajo de forma gratuita (pueden descargarlo en www.myspace.com/darkfrequencer), lo cual prueba que este tipo quiere causar el mayor daño posible en la humanidad. En definitiva, si disfrutan de la música extrema y las sensaciones fuertes y no tienen prejuicios contra las maquinitas, “The pulse of fear” es un bocado que no deberían dejar de probar.


-Kevin Seconds “Good luck buttons” (2010)
No es ninguna novedad, buenas cosas suceden cuando los viejos Punks se cuelgan la guitarra acústica. Greg Graffin, Chuck Ragan, Bob Mould y Mike Ness (entre otros) pueden atestiguarlo y lo mismo sucede con el ex líder de los legendarios 7 Seconds. Ya sus últimas entregas solistas venían mostrando este costado más bien campechano, tradicional y relajado y “Good luck buttons” no hace más que sumar once nuevas perlas al brillante catálogo de este señor de cuarenta y nueve años de edad que se mantendrá joven hasta que muera. Por supuesto, el tono acústico, adusto y maduro del disco tal vez pueda parecer contrario a aquella efervescencia Hardcore/Punk de antaño pero la emoción, la pasión, el corazón mismo de la propuesta sigue siendo el mismo. La urgencia y la intensidad no sólo se transmiten con velocidad, distorsión y voces quebradas. Por otro lado, muchas de las preciosas melodías aquí desplegadas no desentonarían en absoluto con el material más accesible de 7 Seconds, en especial discos como los magníficos “Ourselves” y “Soulforce revolution”. Y sí, la voz del mismo Kevin mantiene ese inconfundible tono, entre la inocencia, la sensibilidad y la convicción más inquebrantable, y sigue siendo capaz de anidar en el corazón y refrescarlo con cada una de sus líneas. En fin, en lo formal se trata de un disco de puro Folk/Country-Rock con cierto regusto Pop, en esencia sigue siendo el mismo Punk-Rock que se define por cuestiones que van más allá de los rótulos, las etiquetas y los supuestos manuales rockeros. En cualquier caso, se trata de canciones tan sencillas como infalibles, despojadas de todo artificio y expresadas con el corazón eternamente en llamas. No se las pierdan.


-Narrows/Heiress “Split” (2010)
No sólo de Grunge vive Seattle. Narrows es esa suerte de supergrupo conformado por miembros de Botch, Unbroken, Some Girls, These Arms Are Snakes y Nineironspitfire que nos deslumbrara el año pasado con su debut discográfico, el genial “New distances”. Aquí presentan dos nuevas composiciones que hacen hervir la sangre con sus guitarras disonantes, sus ritmos afiebrados, sus rugidos viscerales y esa impronta entre nerd y violenta que tanto recuerdan a los mencionados Botch. En sólo cinco minutos y monedas, estos tipos se las arreglan para demostrar por qué son una de las propuestas más interesantes que se pueden encontrar actualmente la música pesada en general, desparramando ideas e intensidad a granel, transmitiendo una potencia sumamente física pero con una inventiva superlativa. Por su parte, Heiress es un nuevo proyecto liderado por John Pettibone, ex vocalista de Nineironspitfire, Undertow y Himsa, y en él hallamos un perfecto complemento para Narrows. Con un sonido levemente más metálico, aquí también tenemos bastante de la impronta disonante y envolvente de Botch, esos medios tiempos caóticos, esos riffs enroscados y aplastantes, esas estructuras impredecibles pero construidas con un sabio manejo dinámico. Hasta hay lugar para breves remansos melódicos que no hacen más que amplificar los subsiguientes estallidos de adrenalina y distorsión. En fin, son cuatro canciones en total (dos por grupo, claro) y nos dejan babeando y con ganas de más. Aquellos que aprecien el Hardcore más metálico y extremo embebido de elaboración intelectualosa y equilibrado entre la fuerza bruta y el vuelo musical, no pueden dejar pasar este contundente entremés.


-Scorn “Refuse; start fires” (2010)
Para aquellos que no estén familiarizados con la historia, Mick Harris abandona su puesto como baterista (y último miembro restante de la formación que grabara el inmortal “Scum”) de Napalm Death en 1991 y, junto a Nick Bullen (otro ex Napalm Death de la primer época), funda Scorn. El sonido del grupo, en sus comienzos, era una particular combinación de Dub y Metal Industrial, algo que quedaría documentado en su debut discográfico, “Vae Solis” (1992), donde también participaría el gran Justin Broadrick (poniendo su Godfleshera guitarra), volviendo a juntar así a la formación que registró el primer lado del mencionado “Scum”. Luego de un par de trabajos que vieron a Scorn eliminar paulatinamente sus elementos metálicos y sumergirse del todo en las espesas aguas del Dubstep (o sea, una versión más oscura, grave y opresiva del Dub), Bullen se retira en 1995 y Harris queda como único integrante. A partir de ahí se suceden múltiples placas (e innumerables proyectos paralelos del ex “Human tornado”), siempre manteniendo los beats aletargados, los graves profundos y las atmósferas embotadoras. Así, llegamos a este flamante “Refuse; start fires” que encuentra al creador del término Grindcore con la magia intacta. Es más, para alegría de aquellos que amamos el ruido, aquí Scorn nos propone un viaje más áspero y corrosivo que el de sus últimas entregas discográficas, sin por ello dejar de lado esa constante sensación de mareo que producen sus composiciones. Ojo, no se trata de un regreso a la pesadez de antaño, aquí no hay riffs ni voces y predomina un clima entre urbano y narcótico, sólo que ahora está cubierto de una densa capa de óxido y herrumbre. El tempo es siempre cadencioso y letárgico, los golpes resuenan enmugrecidos como si proviniesen de grutas subterráneas, los graves provocan leves temblores en la mente y perturbadores sonidos electrónicos entran y salen como si de fantasmas se tratara. Es notable como, a pesar de la profundidad sónica que exhiben las canciones, el tratamiento de las mismas es más bien minimalista, lejos de la sobrecarga y dejando que cada sonido respire a su propio ritmo y se entrecruce de forma fluida con los demás. En conclusión, los que ya estén familiarizados con la propuesta de Scorn aquí encontrarán un álbum que se inscribe directamente entre lo más destacado de su discografía, y los que no estén aún iniciados, atrévanse a descubrir nuevas formas de encarar la idea de música extrema.


-Starkweather “This sheltering night” (2010)
Junto a otros como Lethargy y Human Remains, Starkweather representó (a mediados de los noventas) una avanzada capaz de combinar con absoluta naturalidad la rabiosa crudeza del Hardcore más extremo, la depurada técnica del Death Metal más vanguardista y una clara voluntad experimental rozando lo Progresivo. No es casualidad que, de las filas de dichos grupos, hayan surgido talentos que luego se pasearían por bandas como Today Is The Day, Mastodon, Sulaco, Brutal Truth, Discordance Axis, Burnt By The Sun o The Dillinger Escape Plan. Tras cinco años de silencio, luego de aquel magnífico “Croatoan”, el quinteto vuelve a demostrar por qué sigue siendo una de las propuestas más destacadas y ricas (musicalmente hablando) de la actualidad metálica. “This sheltering night” es una intrincada pieza musical dividida en once partes, entre las cuales se cuentan (aparte de las canciones propiamente dichas) interludios ambientales a cargo de Sophia Perennis (Elizabeth Jacobs es su verdadero nombre) y Oktopus, de los geniales Dälek. Eso puede llegar a darles una idea aproximada del clima general que maneja el disco pero si hay algo que Starkweather tiene en claro es cómo generar obras impredecibles, enroscadas y plagadas de infinitos detalles. Ningún rótulo conocido es adecuado para describirlos y, no obstante, nunca caen en el eclecticismo por el eclecticismo mismo. Yendo a las composiciones, aquí tenemos un despliegue de ideas que pondría verde envidia al más sesudo y volado de los progretas y una intensidad que rivaliza con los sonidos más brutales que puedan imaginar. Las guitarras generan espesos entramados, entre retorcidos contrapuntos, profundos riffs, punteos jazzeros, ominosos rebajes, arpegios alucinógenos, momentos ruidosos, arreglos deformes, extrañas progresiones de acordes, cuidadas texturas y un sinfín de recursos puestos al servicio de estas envolventes y enfermizas arquitecturas armónicas. La base rítmica sostiene todo con una potencia inquieta y un sentido de la dinámica casi inhumano, disparándose en todas las direcciones posibles pero siempre manteniendo una tensión nerviosa que le da forma definitiva a las laberínticas estructuras del grupo. Hasta el trabajo vocal se permite no quedar encerrado en los esquemas típicos del Metal extremo, proponiendo sinuosos pasajes melódicos de una profundidad emocional apabullante, junto a los esperables gruñidos y alaridos desgarrados. Hacer un relato pormenorizado de todo lo que sucede en esta placa podría llevar eones y aún así no sería suficiente como para explicar del todo lo que estos oriundos de Pennsylvania han logrado en esta placa. Absolutamente recomendado para todo aquel que disfrute de la música, ni más ni menos.


-Stephen Egerton “The seven degrees of Stephen Egerton” (2010)
Tan sólo por la excelencia interpretativa y compositiva que desplegó en sus años como guitarrista de Descendents y All, Stepehen Egerton ya tiene ganado su propio lugar en el Olimpo Punk-rockero. La forma única en que este calvo señor conjuga distorsión, melodías poperas y riffs intrincadísimos sirvió de inspiración para varias generaciones y en este debut como solista demuestra que todavía tiene tela para cortar. En primer lugar, Egerton grabó por su cuenta las canciones, encargándose de todos los instrumentos con absoluta maestría. Luego, conformó un seleccionado de cantantes invitados, entre los que podemos destacar a Tim McIlrath (de Rise Against), Chad Price, Scott Reynolds (ambos ex vocalistas de All de distintas épocas), Joey Cape (de Lagwagon), Chris DeMakes (de Less Than Jake), Frank Daly (de Big Drill Car), Mark Vecchiarelli (de Shades Apart) y el inmortal Milo Aukerman, líder de Descendents y emblema universal del Nerd Punk. Si se imaginan un disco de All o Descendents (de los más Punk-Poperos, vale aclarar) interpretado por voces, en su mayoría, más juveniles pero aún así atinadas, no estarán tan mal rumbeados. Es interesante cómo los respectivos vocalistas se adaptan al esquema habitual de Descendents/All sin por ello perder su impronta personal, entregando performances que, en muchos casos, superan ampliamente lo hecho en sus grupos principales. Desde ya, cada uno tendrá sus favoritos (en mi caso, escuchar a Milo es siempre un placer infinito y, bueno, es lo más cercano a Descendents que tenemos en bastante tiempo) y, en ese sentido, es más que saludable la variedad aquí desplegada, aún dentro de parámetros concretos. En fin, son dieciséis temas, todos potenciales hits (en un mundo perfecto, claro está) pero en las antípodas de cualquier aproximación superficial al Punk-Pop, plagados de melodías perfectas e interpretaciones excepcionales y capaces de levantar hasta el ánimo más sombrío. Puro deleite Punk para el alma.


-Teenage Fanclub “Shadows” (2010)
No importa cómo prefieran llamarlo (Power-Pop, Indie-Rock, Shoegaze), a la hora de componer grandes canciones del más precioso Pop guitarrero pocos se acercan a la perfección que estos escoceses vienen exhibiendo desde hace más de veinte años. Pueden ponerse con la distorsión al mango o flotar sobre esponjosos remansos de soñadora psicodelia, pueden enamorarnos y, al segundo, rompernos el corazón, pueden contagiarnos sus danzas desgarbadas y torpes mientras nos obligan a desmenuzar con atención quirúrgica la profundidad artesanal de sus melodías. No por nada eran elogiados por Kurt Cobain como la mejor banda del mundo y son considerados los Beach Boys de Bellshill, su pueblo natal. Y si piensan que es una contradicción juntar esas dos referencias es porque no entendieron nada de nada. Cinco años pasaron desde el anterior “Man-made” pero la espera valió la pena. Ok, la crudeza de sus primeros trabajos no volverá jamás pero ese es un detalle mínimo ante canciones tan redondas. En definitiva, la intensidad no tiene nada que ver con los decibeles o la suciedad, si no con las emociones. Y de eso hay de sobra aquí. Melodías vocales de una belleza enceguecedora desarrollándose sobre colchones de guitarras que van variando entre profundas texturas distorsionadas y arrullos acústicos, coros que iluminan el alma montados sobre bases contagiosas y adornados por un sinfín de sutiles arreglos instrumentales que no le temen siquiera a los teclados y los instrumentos de cuerda. Y déjenme insistir una vez más con las canciones. Cada una de las doce que componen “Shadows” es una gema única de evocación sentimental e instinto melódico en su punto más alto. Música tan bella que duele, casi como la vida misma.


-Trash Talk “Eyes and nines” (2010)
Vienen pisando fuerte, ya con su anterior álbum homónimo (oportunamente comentado aquí en Zann) y su particular combinación de Powerviolence, Sludge y Hardcore habían logrado llamar la atención a fuerza de canciones breves, dinámicas y con una energía apabullante. “Eyes and nines” mantiene esa línea y sube, si eso es posible, el nivel de intensidad. Son sólo diez temas en poco más de diecisiete minutos y, para el momento en que suena la última nota, sólo queda tomar aire y volver a sumergirse en esta caótica bola de adrenalina. Puede resultar sorprendente para algunos que el grupo incorpore algún que otro dejo de melodía (si hasta cuentan con la participación estelar del Greg Hetson, guitarrista de Circle Jerks y Bad Religion) en sus composiciones pero no teman, la rabia se mantiene intacta. De hecho, el fuerte de estos californianos está en la variedad que logran sin salirse demasiado de los esquemas más brutales del Hardcore. Las voces rugen y aúllan hasta hacer sangrar las gargantas, las bases golpean a toda velocidad (con excepción del dumbeta “Hash Wednesday” y sus cuatro minutos y medio de ominosa densidad) y se mueven incesantemente de un lado a otro entre infinitos cortes, idas y venidas, las guitarras raspan con sucesiones de riffs que conjugan como nadie primitivismo e imaginación, las estructuras son impredecibles y frenéticas pero siempre mantienen un lugarcito para el gancho. O sea, acá tienen toda la urgencia visceral y agresiva que caracteriza al Hardcore pero entregada con el grado justo de inteligencia, personalidad propia e inventiva que se requiere para no caer en la mera repetición de esquemas agotados. Y si eso no les importa, al menos tienen un mazazo tras otro capaces de romper hasta los huesos más duros. Hay casos en los que el hype es justificado, a juzgar por lo expuesto en este afiebrado “Eyes and nines”, el de Trash Talk es uno de ellos.


-Watain “Lawless darkness” (2010)
Hay bandas que no necesitan aparecerse con ideas locas y revolucionarias para llamar la atención, que sólo les basta con hacer las cosas bien. Tal es el caso de Watain. Hoy en día, con una interesantísima proliferación de bandas que experimentan combinando el Black Metal con diversos subgéneros (Post-Rock, Psicodelia, Kraut-Rock, Industrial, Noise, Sludge), estos suecos insisten en mantenerse fieles a las premisas tradicionales dictadas por próceres como Bathory, Mayhem o Dissection, sin que ello signifique entregar material falto de imaginación ni repetido hasta el hartazgo. Por supuesto, muchos de los riffs desplegados en este cuarto disco de estudio suenan similares a tantos otros que los amantes del Negro Metal ya habrán escuchado alguna vez pero, si fuera por eso, deberíamos desestimar a todas las bandas que les roban riffs a Black Sabbath, Slayer, Napalm Death, Morbid Angel, At The Gates, Neurosis o Botch (siempre hablando dentro del Metal extremo y aledaños, claro está). Una vez que establecemos y aceptamos que el fuerte de Watain no está en su originalidad, podemos entregarnos sin problemas a disfrutar de diez excelentes canciones de puro Black Metal sin aditivos. En ese sentido bien vale aclarar que, si bien el esquema del trío (para las presentaciones en vivo se suman dos músicos extra) está claramente basado en la vertiente más riffera y áspera del viejo Black, no se trata de material necesariamente crudo. En primer lugar, el sonido es claro, potente y permite apreciar el ominoso entramado de distorsión generado por las guitarras con lujo de detalle. Por otro lado, y más importante aún, las composiciones cuentan con su necesaria cuota de idas y venidas rítmicas y un definitivo respeto por la melodía que no hace más que acentuar las cualidades malignas de las mismas. En efecto, al escucharlo con el grado necesario de concentración (esto no es música para poner de fondo mientras uno hace otra cosa), “Lawless darkness” resulta una experiencia envolvente, un descenso a espirales de odio infinito plagado de sórdidas visiones pintadas con carbón y coronado por un persistente aroma a azufre. O sea, Black Metal.