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19 de junio de 2013

Reviews Express

Por Fernando Suarez.


-Deathfix "Deathfix" (2013)
Más conocido como el exhimio baterista de leyendas del Punk washingtoniano como Rites Of Spring, One Last Wish, Happy Go Licky y Fugazi, Brendan Canty deja las baquetas de lado y le pone voz y guitarra a este nuevo grupo que nace cuando él y Rich Morel (aquí tecladista y cantante también) descubren (durante una gira como integrantes del grupo de Bob Mould) un amor en común por "los sonidos de 1972, especialmente el Glam y el Rock Progresivo", en sus propias palabras. Completando la formación con Mark Cisneros en bajo y Devin Ocampo (ambos miembros de Medications) en batería, Deathfix hace honor a la mencionada época con más de una referencia a nombres como David Bowie, Queen, Big Star, Marc Bolan o Pink Floyd pero sin olvidar una cierta esencia noventosa (piensen en los momentos más armoniosos de Screaming Trees y Sonic Youth, por poner un par de ejemplos) y explayándose en un eclecticismo que, a pesar de todo, nunca pierde la coherencia. O sea, Punks adultos haciendo Rock clásico y elaborado pero con una soltura y una desfachatez que les quita cualquier atisbo de acartonamiento o superficialidad. De cabeza a lo mejor del año.


-Jello Biafra And The Guantanamo School Of Medicine "White people and the damage done" (2013)
Bueno, todo lo que haga Jello está siempre bien. Y más cuando viene acompañado de este Punk Psicótico tan a la Dead Kennedys.


-Low "The invisible way" (2013)
Con veinte años a cuestas, la banda insignia del así llamado Slowcore mantiene intacta su capacidad para emocionar y encantar con canciones tan delicadas (esas armonías vocales que quitan el aliento) como profundas y dolorosamente hermosas.


-Meat Puppets "Rat farm" (2013)
Los hermanos Kirkwood no detienen su marcha y nos traen otro desparramo de grandes canciones, siempre con ese tono entre rural y psicodélico y con ese espíritu entre revulsivo y juguetón que los caracteriza.


-No Joy "Wait to pleasure" (2013)
Tres años fueron, para mí, una larga espera desde aquel genial debut que fuera "Ghost blonde". Pero,a no desesperar, estas dos chicas (y un chico) canadienses nos vuelven a entregar una deliciosa golosina sonora a puro Shoegaze y Noise-Pop ensoñador y encantador.


-Red Hare "Nite of midnites" (2013)
Primero deberíamos hablar de Swiz. Tras ser despedido de la primera formación de Dag Nasty en 1986, el vocalista Shawn Brown se juntó con unos jovencitos inquietos (entre ellos, Nathan Larson, luego guitarrista de Shudder To Think) para expresar una visión del Hardcore washingotniano que parecía tender un puente entre la crudeza y la agresión de la vieja escuela y las nuevas sensibilidades post-Revolution Summer (imaginen algo así como una cruza entre Black Flag, Dag Nasty y cierto condimento casi metálico). En 1990, Swiz deja de existir y de sus filas surgen grupos como Bluetip, Retisonic (ambos liderados por el guitarrista Jason Farrell), Fury (una fugaz colaboración entre miembros de Swiz y Chris Thomson de Ignition y Circus Lupus), Jesuseater y Sweetbelly Freakdown, éste último una suerte de reunión de Swiz con otro nombre y un sonido un tanto menos virulento. Así, llegamos a Red Hare, básicamente una segunda re-encarnación de Swiz (con excepción del puesto de baterista, aquí ocupado por Joe Gorelick de Garden Variety, Bluetip y Retisonic. Todo queda en familia) pero con sus integrantes bien plantados en la adultez antes que en el desenfreno juvenil (aunque ciertas aceleradas, ciertos machaques y ciertos, nada despreciables, Blackflaguismos se mantienen ahí). Ojo, esto no significa que hayan perdido el fuego, por el contrario, aquí arde con renovada intensidad, al tiempo que se nutre de ideas y dinámicas mejor desarrolladas, dando como saldo un material que no tiene nada que envidiar a popes Post-Hardcoreros como Jawbox (casualmente, J. Robbins se encarga de la mezcla), SoulSide o Fugazi (casualmente, Dischord se encarga de la edición). En lo que a mí respecta, estamos ante el disco del año.


-Rival Schools "Found" (2013)
Esto no es material nuevo, se trata de aquel segundo disco (sucesor del genial "United by fate") que quedara inédito tras la disolución de Rival Schools y que hoy, diez años después, ve la luz del día de forma oficial. Sea cómo sea, es otra panzada del más delicioso Post-Hardcore al que Walter Schreifels y los suyos nos tienen acostumbrados.


-Alice Donut "Mule" (1990)
Jello Biafra (uno de los principales promotores de Alice Donut desde su sello Alternative Tentacles) los describió como una cruza entre Butthole Surfers y R.E.M. pero también podríamos agregar nuestras propias mezclas bizarras, como Jane's Addiction y NoMeansNo, Pixies y Tad o Meat Puppets y Scratch Acid (aún antes de que Nirvana llegara al estrellato ensayando fórmulas similares). Y, en definitiva, sólo estaríamos tratando de decir que estos dementes neoyorquinos son una de las bandas más personales y creativas en la historia del Punk y el Rock en general.


-Filter "Short bus" (1995)
No es por hacerme el pistola pero éste es el único disco de Filter que realmente me gusta. Y tampoco es que sea nada para volverse loco. Digamos que Richard Patrick y Brian Liesegang (cabecillas del grupo) aprendieron bien las lecciones de sus años en Nine Inch Nails (allá por principios de  los noventas) como para despacharse con su propia marca de Rock Industrial noventoso y guitarrero, en el cual, debajo de las ásperas distorsiones, los ritmos maquinosos y los climas desesperados, se podía hallar un gancho melódico que no hubiera desentonado en nombres como Jane's Addiction, Nirvana o Failure.


-Nerf Herder "How to meet girls" (2000)
Un nombre (Nerf Herder) tomado de Star Wars, canciones que suenan como el punto intermedio entre Weezer y Descendents, letras plagadas de loserismo y referencias a la cultura Pop, y producción a cargo de Joey Cape (cantante de Lagwagon) aseguran media hora de Power-Pop-Punk con el nerdismo en sus niveles más altos.

31 de marzo de 2011

Review: Low "C'mon" (2011)

Por Fernando Suarez.

-Low “C’mon” (2011)
Ser considerados exponentes destacados de un subgénero conocido como Slowcore o Sadcore (sí, yo sé que son términos que suenan imbéciles pero cumplen, como todos, su función de orientación mínima) pone a Low en una situación bastante particular. Por un lado, son la banda más longeva de dicho estilo, la única que logró sobrevivir al paso del tiempo y encima con hidalguía y un temple inquebrantable. Por otro lado, contando con discos como “I could live in hope” (1994) o “Things we lost in the fire” (2001) en su haber, considerados piezas fundamentales del Indie-Rock en general, bien podrían dormirse en sus laureles y repetir hasta el hartazgo los mismos esquemas que ellos (junto a otros como Galaxie 500, Codeine o Bedhead) ayudaron a definir en su momento. O, como a veces sucede, podrían renegar por completo de sus raíces y meterse a explorar terrenos en los que no saldrían demasiado airosos. El trío resuelve estas cuestiones de la forma más simple y honesta posible, sencillamente poniendo toda su energía en componer buenas canciones y mantener siempre un nivel alto de emotividad y delicadeza interpretativa. Entonces, “C’mon” (novena placa del grupo, sin contar ep’s, discos en vivo ni rarezas por el estilo) bien podría ser considerado como un disco más de Low, con la salvedad de que se trata de uno cargado de excepcional belleza melódica, de una sensibilidad que lastima y reconforta al mismo tiempo, y de profundidad musical tan sencilla como elegante. Ahí están los ritmos suaves y cadenciosos, las melancólicas orquestaciones, la guitarra despojada y expansiva al mismo tiempo, las voces etéreas pero nunca desganadas, los arreglos sutiles, los coros parados en algún lugar entre el Folk y el Gospel, y todo ese caudal melódico que flota a la vez que genera una fuerte sensación de pesadez emocional, tan intensa y envolvente como la del Sludge más reventado pero alcanzada a través de otros métodos. De hecho, si imaginan estas canciones tocadas con toneladas de distorsión arriba y golpes de batería atronadores, el resultado no diferiría demasiado de lo hecho por un grupo como Jesu. Desde ya, escuchar este álbum en un atardecer de domingo puede llegar a resultar devastador hasta para el ánimo más burbujeante pero eso es gran parte del encanto imperecedero de Low.