16 de marzo de 2011

Review: Defeater "Empty days and sleepless nights" (2011)

Por Fernando Suarez.


-Defeater “Empty days and sleepless nights” (2011)
Ese vacío, ese dolor, esa angustia que anticipa el título se siente en cada surco de este segundo álbum de Defeater. Y, si los anteriores “Travels” (2008) y el ep “Lost ground” (2009) ya perfilaban a estos bostonianos como una de las propuestas más personales y desgarradoramente emotivas del Hardcore actual, aquí se destapan completamente con un disco que remueve las entrañas al tiempo que desafía más de una noción estilística. La raíz Hardcore sigue allí, la pasión, esas voces que se quiebran en cada grito, ese empuje físico y visceral. Pero aquí no hay límites. Delicados arpegios, envolventes cascadas de texturas distorsionadas, arrebatadores arreglos melódicos, versatilidad y caos rítmico, introspección, liberación. En los papeles esto no sería Emo (aunque las definiciones siempre son algo esquivas. ¿En qué categoría pondrían a bandas como Deftones o Glassjaw?) pero pocas veces el Hardcore sonó tan rabiosamente emotivo. El punto es que aquí no hay el más mínimo espacio para ningún tipo de pose, artificio o superficialidad. La honestidad y la entrega absoluta de estas catorce canciones se adhieren al alma y la raspan hasta exponer lo que realmente llevamos adentro. Ok, en términos de variantes rítmicas, dinámica y vuelo creativo (en especial las guitarras) esto podría acercarse al Post-Hardcore pero, en lo que hace a energía desatada, alaridos desgarrados y hasta cierta pesadez casi metálica, la cosa termina tomando un color muy particular. Mencioné más arriba a Deftones y Glassjaw y, desde ya, algo de eso hay aquí pero imaginen a esas bandas enchufadas a generadores de alta tensión y con las venas estallando a cada segundo, imagínenlas dobladas con los huesos en tensión sobre un charco de su propio sudor y lágrimas. Y, como si todo eso no fuera suficiente, tenemos otro punto álgido en los cuatro temas acústicos que cierran la placa a puro Folk, demostrando que la intensidad no tiene nada que ver con los decibeles o el envase, sino con el corazón. Por supuesto, hay que despojarse de la coraza y estar preparado para dejarse envolver por semejante torrente de sensaciones e imágenes. El viaje puede ser doloroso (se supone que lo sea) pero la recompensa es invaluable.

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