26 de julio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-The Hated “Everysong” (1989)
A la hora de determinar los orígenes del Emo la mayoría pone a Rites Of Spring como indiscutidos creadores del género. Otros, aún sin desmerecer la tangible influencia de aquella legendaria banda liderada por un joven Guy Picciotto entre 1984 y 1986, sostienen que fue Hüsker Dü, en especial su disco doble “Zen arcade” (editado en 1984) quien sentara las bases fundacionales de lo que luego se conocería como Emo. Como para conformar a ambas posturas tenemos la opción presentada por The Hated. Nacidos en 1985, estos oriundos de Maryland fueron de los primeros en hacerse eco de la sensibilidad de los mencionados grupos, de esa nueva forma de entender el Hardcore que, sin abandonar la intensidad que lo caracteriza, ahora admitía no sólo melodías más cuidadas y emotivas, si no también desarrollos instrumentales de mayor profundidad, variantes rítmicas y armónicas más abiertas y, por sobre todas las cosas, cambiaba el tono acusador por uno más bien introspectivo. “Everysong” sería el último trabajo de estudio del cuarteto (luego vendrían infinidad de reediciones, compilados y demases) y en él encontramos un resumen perfecto de lo que la palabra Emo significaba por aquellos años. Por supuesto, las influencias estaban ahí, de Rites Of Spring tomaron ese sentido aventurero de las guitarras y la base rítmica y ese nuevo entendimiento (para los parámetros Hardcore de la época) de la dinámica compositiva, de Hüsker Dü heredaron el perfecto gancho melódico (las voces suenan tan similares a las de Bob Mould que da miedo) y los flirteos sin complejos con el Pop. De ambos, claro, rescataron la urgencia emotiva, el empuje visceral y esa intensidad que se clava en el corazón de forma indeleble. Pero eso no es todo. El empleo de guitarras acústicas, ciertas melodías de tinte casi psicodélico y algunas sinuosas líneas de bajo podrían asociarse sin problemas a nombres como Pixies e inclusive los primeros R.E.M., y en más de un pasaje, The Hated anticipaba muchos de los modismos que marcarían el Emo en los 90’s, en especial en lo que hace a la construcción de complejas composiciones de climas cambiantes y adornadas de bellísimos arpegios y líneas vocales. La influencia que estas composiciones ejercerían sobre pilares noventosos del género como Sunny Day Real Estate, Jawbreaker o The Promise Ring es sencillamente innegable y evidente. En definitiva, más allá de pergaminos e influencias, “Everysong” se sostiene por el peso emocional y melódico de sus perfectas siete canciones. Eso sólo ya debería ser motivo suficiente para rescatarlos del olvido.


-Crawlpappy “Deluxe” (1992)
New York no sólo es la capital del costado más arty y snob del Rock en general, también puede ser una ciudad muy sucia. Y no me refiero estrictamente al Hardcore oriundo de dicha ciudad, aunque ciertamente gran parte de la mugre tuvo sus orígenes en esa escena. Crawlpappy, de hecho, contó entre sus filas con miembros de Agnostic Front, Absolution y Raw Deal (la banda que luego sería conocida como Killing Time) pero poco hay en su propuesta que los asocie directamente con ese sonido moshero y primitivo. Claro, también tuvieron miembros de los delirantes Alice Donut (quienes llegarían a dedicarle una canción en su disco “Mule”), lo cual nos puede acercar un poco más al sonido de estos neoyorquinos. Hablamos de New York y de Hardcore que ya no es tan Hardcore, entonces también podemos mencionar a Helmet y Prong (en especial de la época de “Beg to differ”) y la cosa va tomando color. Pero si hay algo que caracterizaba a Crawlpappy es su personalidad. Aquí tenemos algo de los riffs entrecortados de Page Hamilton y ese aire de oscuridad Post-Punk aplicada al Hardcore más metálico que Tommy Victor tan bien supiera invocar pero eso no es todo. Sumen una atmósfera densa, de riffs embarrados y disonantes, esa sensación de encierro tan típica del Black Flag más pesado y hasta un aire de Sabbáthica mugre garagera que bien podría emparentarse con los primeros albores del Grunge, en especial a nombres como Tad, Skin Yard, el primer Soundgarden y los aplastantes Willard, y allí podrían empezar a delinear lo que “Deluxe” encierra en sus trece canciones. Las composiciones se manejan en tempos más bien hipnóticos y envolventes (algo de Melvins también puede haber por ahí, aunque las ocasionales aceleradas también tienen su lugarcito), generando climas espesos a través de riffs que conjugan a la perfección contundencia, roña y un enroscado vuelo creativo, y coronados por una voz (la de Brian Childers, fallecido en 2007 debido a una falla renal) rasposa y pendenciera que, no obstante, comprende el valor y el poderío de una buena melodía. En fin, se trata de material de difícil categorización, que utiliza la energía cruda del Hardcore como marco para elevarse musicalmente y no como fin en sí mismo, que toma la densidad de Black Sabbath pero la despoja de florituras y la tiñe de un realismo desgarrador y que hasta tiene lugar para absorber ciertos modismos más exóticos que podríamos definir como Post-Hardcore. Una gema perdida de los noventas que merece ser rescatada por cualquiera que aprecie la música pesada (en la forma que sea) hecha con ideas propias y originales.


-16Volt “American porn songs//Remixed” (2010)
Con más de veinte años al frente de 16Volt y habiendo colaborado con diversos miembros de bandas como Ministry, Nine Inch Nails, KMFDM, Skinny Puppy, Chemlab, Killing Joke, Prong, Pig y Front Line Assembly (entre tantas otras), Eric Powell tiene sus credenciales Industriales al día. Si encima tenemos en cuenta que todo el catálogo del grupo anterior a 2007 se puede descargar de forma gratuita en su propia página web (www.16volt.com), eso también ayuda a que Powell nos caiga más simpático. Pero vayamos a la música. Como su título lo indica, “American porn songs//Remixed” no es más que el correspondiente disco de remixes del anterior “American porn songs”, que fuera editado el año pasado. Suele suceder que este tipo de trabajos sirven para que el artista en cuestión pruebe variantes más experimentales de sus propias composiciones, en especial por el lado de una electrónica un tanto más amable y no tan corrosiva. Algo de eso hay aquí pero no del todo. Tengan en cuenta que, debajo de los samples, los beats mecanizados, las voces distorsionadas y los climas de violencia futurista, 16Volt siempre fue básicamente una banda de Rock pesado, sudoroso, ganchero y con las guitarras bien al frente. Aún en sus trabajos menos guitarreros (aquellos donde se hacía más notable la impronta de Nitzer Ebb y Front 242), las composiciones mantenían siempre una energía física de corte netamente rockero y un absoluto respeto por la estructura tradicional de canción. En ese sentido, estos remixes no se van tan lejos de los originales, manteniendo en casi todo momento el nervio, la intensidad y los estribillos memorables característicos del grupo. Desde ya, con dieciocho temas hay lugar, de todas formas, para variantes un tanto más exóticas, así tenemos flirteos con el Jazz, el Drone, el Pop y variantes electrónicas más deformes y experimentales. Pero, en definitiva, esas tangentes sirven más bien como respiro lisérgico entre los momentos más agresivos de la placa, que siguen siendo predominantes. Insisto, si las despojaran de la maquinaria Industrial, estas canciones seguirían sosteniéndose por peso propio pues se trata, justamente, de canciones propiamente dichas antes que de experimentos sonoros. Y, claro que sí, cuando hay buenas canciones todo lo demás queda en segundo plano.


-Alpha & Omega “Life swallower” (2010)
Con un nombre tomado de uno de los discos más metálicos de Cro-Mags (y uno de los peores, en mi opinión), este quinteto californiano ya deja bien en claro por dónde pasan sus inquietudes musicales. En efecto, más allá de su origen, estos chicos parecen amar los sonidos más arquetípicos y metaleros del Hardcore neoyorquino y lo expresan en once breves canciones (el disco en total dura media hora) donde lo que falta en originalidad es suplido con energía y contundencia. Poco encontrarán aquí que no hayan escuchado antes en tantas bandas que tendieron un puente entre los machaques Thrashers y la crudeza del Hardcore pero al menos se trata de material hecho con innegable convicción y resultados sólidos. La banda suena ajustadísima, las guitarras escupen riff tras riff (algunos bastante buenos, otros no tanto) sin bajar nunca la intensidad, la base maneja un atendible equilibrio entre precisión metálica y soltura Hardcore, y la voz se destaca logrando articular ciertas melodías de tono casi sureño (bueno, sureño a la Phill Anselmo) sin por ello resignar rabia. Como ya dijimos, los temas son bastante simples y directos, lo que también contribuye a hacer la escucha del disco más dinámica, y hasta hay lugar para un interludio instrumental acústico que no hubiese desentonado como introducción para algún tema de “Master of puppets”. A eso súmenle ciertos toques de oscuridad Blacksabbathera (vamos, sin Sabbath nunca hubiese existido el Thrash Metal, así que no se trata de una combinación tan extraña) como para terminar de cerrar con moño el paquete. En fin, no le va a cambiar la vida a nadie pero aquellos que disfruten del costado más Thrasher del Hardcore y del más Hardcore del Thrash aquí encontrarán una buena y actual opción.


-Blut Aus Nord “What once was…Liber I” (2010)
No es tarea fácil seguir los pasos de estos franceses. Arrancaron (allá por mediados de los noventas) como un aceptable (aunque no muy estimulante) exponente del Black Metal más atmosférico, luego fueron mutando a una entidad propia a partir de la incorporación de importantes influencias provenientes de bandas como Godflesh y Killing Joke, y de una mirada netamente vanguardista del género y la música en general. De esta etapa se desprenden sus tres obras maestras, el violento “The work which transforms god”, el opresivo y amorfo “MoRT” y el genial “Odinist” que tendía un puente entre ambos. Luego volvería la impronta épica de la mano de la segunda parte de su “Memoria Vetusta”, aunque con notable mejoras en lo que hace a sonido y dinámicas compositivas. Y ahora llega esta serie de “Libers” que, según los propios implicados, representan una cara más cruda y primitiva del dúo que irá en paralelo con sus discos principales. Bueno, no nos han mentido. Ya desde el sombrío arte de tapa se nota que la cosa viene por el lado más jodido, y una vez que comienza el disco las sospechas se confirman. En primer lugar hay que decir que aquí no hay teclados ni samples ni nada por el estilo, sólo guitarras, bajo, batería y voz a la vieja usanza. Ahora bien, lo curioso es que, con este esquema, Blut Aus Nord no pierde sus cualidades atmosféricas ni la capacidad de generar profundas visiones en la mente. En efecto, el trabajo de guitarras (empapadas de reverb) logra corrosivas y envolventes texturas que esconden un espeso y caótico entramado de riffs y melodías tenebrosas sostenido por el casi constante repiquetear de la base rítmica. De alguna forma, el dúo se las arregló para recuperar la sensación asfixiante de su etapa Industrial pero con elementos básicos y sumando las complejidades armónicas de sus primeros (bueno, y del anterior también) discos. El hecho de que la placa esté presentada como un único tema dividido en dos partes también contribuye a percibirla como un relato de pura oscuridad épica. En fin, estamos hablando de un grupo con un inagotable apetito creativo y una imaginación superlativa puesta siempre al servicio de las emociones más bajas del espíritu humano. Y, aún sin ser su álbum más destacado, este “What once was” se erige como uno de los mejores discos de Black Metal del año.


-Ehnahre “Alpha/Omega” (2010)
Yo sé que hay gente que en este momento puede estar considerando seriamente la posibilidad de experimentar con drogas alucinógenas. Desde ya, cada uno está en su derecho de hacer lo que le plazca y no es mi intención impartir ningún tipo de enseñanza pero, si consideramos el potencial riesgo que dichas sustancias pueden acarrear, es mucho más práctico tomarse una dosis de Ehnahre y les aseguro que con eso se van a pegar un viaje tremebundo. Con sólo dos temas en dieciséis minutos, estos exiliados de Kayo Dot (otro buen substituto para el mezcal) son capaces de generar una realidad musical paralela donde todo puede ocurrir. “Leda the swan” (la primera de dichas composiciones) derrite las percepciones con irregulares ritmos moribundos, riffs que se arrastran graves y disonantes como gusanos que dejan una babosa estela de ácido a su paso, alaridos que se transforman en risas histéricas, ocasionales torbellinos de velocidad caótica y enmarañada que transforman el Death Metal en pura lisergia, profundos gruñidos guturales, ruiditos que crean cortocircuitos en la mente, impredecibles cambios de ritmo y un clima de tensión hipnótica bordeando la psicosis más desencajada. Hasta ahí ya basta para abrir las puertas de la percepción a visiones de un infierno surrealista y amenazador pero todavía nos falta “The second coming”, la segunda mitad de este ep. Arpegios fantasmales y misteriosos silencios van aumentando lentamente su intensidad, adornados por disonantes arreglos de cuerdas, y hacen implosión entre cascadas casi Blackmetaleras de distorsión y ritmos estáticos. Acto seguido, se suceden aceleradas y frenadas abruptas con las guitarras disparándose hasta los límites de la más sórdida imaginación, trenzándose en angulares batallas de riffs y punteos laberínticos. Vuelve la engañosa calma inicial pero esta vez con un lúgubre aire Jazzero, mientras la voz se desgañita entre espasmos casi escatológicos. Allí culmina la travesía y ni una neurona se ha perdido en el proceso. Bueno, casi. Si alguna vez soñaron con un John Zorn rabioso dirigiendo una mini orquesta de Metal extremo conformada por miembros de Khanate, Morbid Angel, Swans y DarkThrone, he aquí su sueño hecho realidad.


-Gangland Buries Its Own “The city loves you to death” (2010)
La ciudad te ama hasta la muerte. Tu muerte, claro. La ciudad se mete debajo de tu piel y mueve tus huesos como un titiritero. La ciudad te abre los ojos hasta que estalle la retina. Una ciudad delineada con riffs angulares y ritmos inquietos y sudorosos. Una ciudad explicada entre gritos de dolor y melodías agridulces. Términos como Post-Hardcore, Indie-Rock o Noise-Rock no me bastan para hablar de este retrato urbano hecho música. Aunque, claro, referencias como Drive Like Jehu, Sonic Youth, Jawbox, Unwound o Archers Of Loaf nos lleven en esa dirección. Sí, esto es Rock noventoso, con las guitarras al frente tan cargadas de distorsión como de ideas, tan intrincadas como viscerales y espontáneas, con la base rítmica latiendo en espasmos de liberación y abandono, con las voces (una femenina y una masculina) relatando lo absurdo de nuestros días a través de melodías que estrujan el corazón para hacerlo más fuerte. Zoey Rawlins (la chica) en particular deja el alma sin por ello perder la compostura, con un tono endiabladamente atractivo, rescatando el espíritu de pioneras del Post-Hardcore como Fire Party o Mary Timony pero aportando su propia identidad cargada de una sensibilidad entre amargada y maliciosa y un instinto melódico inapelable. Ben Reese (el chico, ambos se encargan de las seis cuerdas) acompaña con desplantes absolutamente viscerales y, cuando los dos coinciden en algún pasaje, la intensidad se torna tan punzante que lastima. De eso se trata este disco debut, energía física y movilizadora expresada con altas cuotas de profundidad musical e inteligencia. Retratos de la ciudad dibujados con guitarras sobre la piel, música que se corporiza y se transforma en parte de uno mismo, laberintos emocionales que representan mucho más que meros garabatos sobre un pentagrama. Una clase magistral de Rock en cuarenta y ocho minutos.


-Octaves “Greener pastures” (2010)
Que Botch fue una de las bandas más imaginativas e influyentes de los últimos tiempos es un hecho evidente para cualquiera con un par de oídos. Gran parte de lo que aquellos cuatro fantásticos de Seattle crearon entre 1993 y 2002 constituyó un perfecto manual para incontables bandas deseosas de amigar la violencia inmediata del Hardcore con un vuelo creativo y una amplitud de miras de claro tinte vanguardista. Octaves es un quinteto oriundo de Baltimore que se incribe sin problemas en la categoría de seguidores de Botch. Partiendo de ese punto, queda claro que tal vez la originalidad no sea su fuerte pero de ninguna manera significa esto que estén desprovistos de buenas ideas y, claro, una intensidad arrasadora. Con ocho temas compactados en veintitrés minutos y medio, “Greener pastures” representa un delicioso bocado de ese Mathcore que no pretende deslumbrar a fuerza de velocidad y precisión caótica (a la The Dillinger Escape Plan o Pyopus) si no que se mueve más bien entre medios tiempos irregulares y riffs que no por angulares y disonantes pierden de vista la necesidad de cierto aire para respirar. Claro, no se trata simplemente de agresión y psicosis, también hay lugar para emociones y hasta para algún que otro amague melódico que nos recuerdan que Botch prefería seguir (en palabras de su bajista Brian Cook) “la idea Fugazi del Hardcore”. Por lo demás, aquí tenemos guitarras que vuelan y juegan sin perder nunca de vista la energía bruta y visceral, una base rítmica ajustada, versátil y siempre atenta a las idas y venidas compositivas, un cantante que se desgarra las entrañas a grito pelado y ese aire de intelectualidad violenta, ese tenso equilibrio entre intrincada musicalidad y urgencia expresiva que, en definitiva, es casi lo que define al Mathcore en general. Desde ya, si nunca se interesaron por este tipo de propuestas, Octaves poco hará por convertirlos pero si alguna vez disfrutaron de discazos como “American nervoso” y “We are the romans”, aquí encontrarán un aliciente para la falta de Botch.


-Reaching Away “Push away the moon” (2010)
Habiendo formado parte de The Pine durante la primera mitad de la década pasada, Roger King tiene bien acumulada su experiencia en el terreno de lo que antes se conocía como Emo y hoy llamaríamos Post-Hardcore. Reaching Away es su nueva aventura musical y en ella mantiene ciertas pautas de aquel sonido pero sumando importantes cuotas de Folk que no hacen más que acrecentar la profunda emotividad que exponen las trece canciones de este álbum debut. No esperen material extremo ni experimental aquí, simplemente canciones, de hermosas melodías que apuntan al corazón antes que a la mente, de ritmos simples y contagiosos pero con un claro sentido de la dinámica, de guitarras predominantemente acústicas que, de todas formas, se las arreglan para mantener siempre alto el nivel de intensidad. Claro, no hablamos aquí de intensidad como sinónimo de violencia, el punto, como es de esperar, está en las emociones. Ojo, tampoco se trata de esa afectación histriónica en la que se ha transformado el Emo en los últimos años. Así como en The Pine brillaban las influencias de pioneros del género como The Hated y Evergreen, aquí se suma cierto aire al R.E.M. más melancólico (en especial la voz de King recuerda por momentos a Michael Stipe) y, como ya dijimos, una fuerte impronta de aridez Folk que le sienta perfectamente al alto octanaje emocional de las composiciones. Así, de forma austera y sin artificios, Reaching Away nos habla de la vida misma, nos confronta con los sentimientos más profundos pero sin ningún atisbo de pretenciosidad, nos habla del dolor cotidiano pero no como un regodeo masoquista ni una excusa para el nihilismo si no como una forma de exorcizarlo y transformarlo en algo mejor. Reaching Away busca, justamente, sus propias respuestas y desnuda su alma en el proceso, y ello representa un poderío que trasciende géneros y formas, un fuego que es primal y nunca se apagará. No teman quemarse.


-Ruined Families “Four wall freedom” (2010)
Son cinco, son griegos, reconocen influencias tan dispares como las de Cursed, Celtic Frost, Orchid, Nirvana, Rorschach, Integrity y DarkThrone, entre otras, y se definen en algún lugar entre el Hardcore, el Indie y el Black Metal. Con esos datos debería bastar para que se hagan una idea de la falta de respeto por las convenciones genéricas que tienen estos muchachos, yo podría dejar de escribir aquí mismo, dedicarme a hacerme una paja y todos felices. Lo que los fríos datos no nos dicen es que esto es material no sólo sumamente personal, si no también intenso y atrapante. Aunque parezca imposible, Ruined Families logra conjugar elementos de los grupos mencionados (y algunos más) en canciones compactas, sin necesidad de caer en pastiches sin forma ni en eclecticismos poco elegantes. Desde ya, la faceta que más se destaca es la que viene del Hardcore, en especial en lo que hace a la visceralidad aquí transmitida. Pero cuando también encontramos riffs angulares, melódicas texturas distorsionadas, cambios de ritmo inesperados, soltura rockera, un peso que roza el Sludge, blast-beats entrecortados y una fuerte sensación de oscura emotividad, entonces los encasillamientos fáciles se van por la borda. Por supuesto, son jóvenes y allí reside, seguramente, gran parte de la frescura que exponen en este debut discográfico, así como cierto exceso de entusiasmo que, sin duda alguna, el tiempo se encargará de poner en su lugar. Por ahora son una promesa más que interesante y recomendaría no perderlos de vista.


-The High Confessions “Turning lead into gold with the high confessions” (2010)
Lo bueno de escribir sobre los así llamados supergrupos es que la mejor introducción suele ser simplemente mencionar a los implicados y sus respectivos curriculums. En el caso de The High Confessions tenemos a Chris Connelly (ex vocalista de Ministry, Revolting Cocks, Murder Inc. y The Damage Manual, poseedor también de una más que interesante carrera solista), Steve Shelley (baterista de Sonic Youth), Jeremy Lemos (mitad del dúo experimental White/Light) y Sanford Parker (Minsk, Nachtmystium, Twilight, Buried At Sea), lo cual nos da una mezcla de gente un tanto inesperada. También resulta curioso que este debut discográfico del cuarteto sea editado por Relapse Records, en especial si tenemos en cuenta que el resultado final poco y nada tiene que ver con el Metal extremo en general. Sí, hay una cierta influencia del Drone y un claro tono de oscuridad experimental pero siempre desde una óptica más bien cercana al Post-Punk, el Kraut-Rock y el Rock Industrial. La placa arranca con los machacantes cuatro minutos de “Mistaken for cops”, donde Connelly parece trazar un puente entre sus días en Ministry y sus incursiones solistas más cercanas a Scott Walker o David Bowie. Sobre un ritmo taladrante y repetitivo (donde Shelley parece dejar en claro su admiración por Killing Joke) hallamos un bajo que gruñe amenazador, una guitarra que dibuja humeantes punteos distorsionados, efectos sonoros alucinógenos que entran y salen como fantasmas, y una melodía vocal tan simple como tensa y maliciosa. Pero si pensaban que este iba a ser un viaje fácil, ahí llegan los diecisiete minutos de “Along come the dogs”, con sus atmósferas cavernosas, sus collages de voces superpuestas, sus ritmos entre marciales y azarosos, sus subidas y bajadas de intensidad, sus flirteos con el Kraut-Rock más repetitivo y deforme, sus infinitas texturas y arreglos corrosivos y su clima general de asfixiante paranoia y encierro. Y la cosa no se pone más amigable en “The listener”. Un groove cadencioso (casi como de Trip-Hop pero con una energía claramente sanguínea), ominosas notas de piano resonando en un enorme cuarto vacío, acoples zumbando como insectos y perturbando la percepción, una línea de bajo casi subterránea que pondría verde de envidia al mismísimo Paul Barker (de hecho, lo de “Lead into gold” del título, ¿no será una alusión a aquel proyecto solista que el bajista de Ministry tuviera a principios de los noventas?), y un Connelly inspiradísimo dando rienda suelta a su más sentido arsenal melódico. Sobre eso, se van apilando muy lentamente arreglos que se mueven entre el Noise y el Dub, y que nos mantienen en vilo soportando durante once minutos y medio una tensión que raspa la piel y esperando un estallido liberador que nunca llegará. Y si todavía están esperando un gesto amable, “Dead tenements”, con sus once minutos de violenta oscuridad, se encarga de barrer toda esperanza. Sobre cascadas de envolvente ruido y sombrías resonancias, Shelley va armando paulatinamente una base que, esta vez sí, nos regalará un explosivo final a pura catarsis, mientras que el buen Chris se pone un traje más rasposo y enseña los dientes con malas intenciones pero sin perder nunca el sentido de la melodía. Y sí, la segunda mitad del tema estalla entre ritmos tribales y voces declamatorias, con una intensidad que hiela la sangre y manteniendo, eso sí, la sensación de opresión lisérgica que viene recorriendo el disco entero. El final llega de la mano de “Chlorine and cristal”, nueve minutos y medio de absoluta desazón, con un Shelley exultante en sus golpes igualmente sólidos y contracturados, con el bajo haciendo temblar las paredes, las guitarras pintando escenas de angustia con hermosos rasgueos y punteos, los teclados sugiriendo negras nubes sobre la canción, y Connelly demostrando definitivamente que lo suyo es de excepción, un despliegue vocal que se siente en las entrañas y las retuerce en una mezcla de amor psicótico y virulenta confusión espiritual. En fin, como para continuar la buena racha de supergrupos iniciada en 2009 (GreyMachine, Jodis, Celan, Them Crooked Vultures), The High Confessions nos ofrece uno de los discos más personales (¿cómo definir esto? ¿Post-Punk ruidoso concebido en una caverna subterránea? ¿Kraut-Rock remachado con golpes Industriales y teñido de impenetrable oscuridad? ¿Rock Industrial empapado en LSD y despojado de su coraza emocional?) e intensos en lo que va del año. Sencillamente imprescindible.


-Zeller “Turbulences” (2010)
Ya con su álbum debut (“Audio vandalism”, editado en 2008) este francés conocido como Zeller había deslumbrado con una particular forma de encarar lo que se conoce como IDM (o sea Intelligent Dance Music, o sea Música Electrónica para nerds antes que para amantes de las pistas de baile) tiñendo las intrincadas estructuras y juegos sónicos típicos del género de una espesa capa de herrumbrosa mugre Industrial y logrando un resultado tan imaginativo como intenso. “Turbulences” es la continuación de dicho trabajo y profundiza aún más la cuestión. Esta vez los ritmos son un tanto menos frenéticos y se nota la inclusión de serios elementos provenientes del Dubstep más cavernoso, en especial en lo que hace a beats aletargados y graves profundos y retumbantes. Por otro lado, el clima general de la placa es notablemente más oscuro que el de su predecesora, con cada ínfimo sonido llevado hasta el límite de la saturación de forma sádica, generando asfixiantes paisajes post-apocalípticos que serían la envidia de cualquier aspirante a Justin Broadrick y manteniendo una constante tensión que bordea la paranoia más extrema y agotadora. Cada composición nos traslada a un desolador futuro no tan lejano, nos hace caminar por grandes ciudades en ruinas, nos relata fragmentos del fin de la civilización a través de transistores descompuestos, dibuja con carbón las esqueléticas formas de las amenazantes criaturas que surgirán luego del holocausto. Por supuesto, se trata de material complejo (en ese sentido, Zeller no tiene nada que envidiarle a gente como Aphex Twin, Skinny Puppy o Venetian Snares), recargado de detalles y espesas texturas digitales que se entrometen en los procesos sinápticos y generan cortocircuitos en ellos, abriendo así las puertas de la percepción a nuevos horizontes sensoriales. Y se trata de un disco recomendable no sólo para los amantes de la Electrónica y lo Industrial, si no para cualquiera que aprecie la profundidad compositiva puesta al servicio de las sensaciones más oscuras y opresivas.

23 de julio de 2010

Este es Genaro, el nuevo integrante de Milica





¡Felicidades Leíto y Daniela!
y como diría Roman Polanski
"zu padre no ez Guy... zu padre ez Zatán, ¡zalve Zatán!"

16 de julio de 2010

Rhetoric Disguise - Tales from the City of the Midgets



Diez retazos de dura corteza urbana. Diez piezas de frustración humana, retorcidas sobre hierro y cemento. Durmiendo en la basura, sobre basura ideológica ennegrecida por basura humana. Diez paisajes de horror cotidiano en el que vive esta ciudad inhumana. Sobre un paisaje deforme y artificial, envuelto en capas sobre capas sobre capas de mentira.
Basura ideológica. Cotidiana.
Estos diez pasos al abismo de la ciudad de los enanos, nos acompañan en la miseria de la vida diaria, un perfecto reflejo de cómo elegimos vivir los seres humanos. Diez transmisiones ideológicas distorsionadas en el tiempo sobre un canal físico que no permite la transmisión de información más que de una sola forma: la informe. En este río de masa encefálica en descomposición por el que se sumergen sus habitantes circulan estas diez historias de la ciudad de los enanos. Nos envuelven y se retuercen sobre el alma como una continua ola de frustración y deshumanización.
Esta vez incursionando en el negro nihilismo de Scorn, Throbbing Gristle, Psychic TV, Vex’d, Blackmouth o Echoes of Yul, Rhetoric Disguise irradia diez historias, al mismo tiempo de afuera y desde dentro de la ciudad de los enanos.

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15 de julio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Antisect “In darkness, there is no choice” (1983)
El lugar común (Santo Patrono de la prensa rockera) establece que el Crust es un género donde las ideas políticas prevalecen por sobre las musicales. Claro, el lugar común dicta lo mismo con respecto a aquella primera camada Anarco-Punk de fines de los setentas y principios de los ochentas (el antecedente directo del Crust), y sólo basta una escucha a leyendas como CRASS, Flux Of Pink Indians o Rudimentary Peni para comprobar que el vanguardismo de sus propuestas no se limitaba a lo ideológico. Antisect deslumbraba en 1983 con un álbum debut que, de cierta forma, servía como puente entre aquellas exploraciones sónicas de discos como “Christ – The Album” o “The fucking cunts treat us like pircks” y los primigenios ataques del Crust practicado en esos años por grupos como Discharge y Amebix. En efecto, aquí ya encontramos los ritmos acelerados, las voces quebradas, los riffs simples y mugrientos, los flirteos con el Metal (en especial lo más crudo de Motörhead y Venom), los alegatos anti bélicos y los climas apocalípticos que caracterizarían al Crust. Pero también hay lugar para guitarras disonantes, coros ominosos, amagues melódicos, ritmos tribales (en este punto hace su aparición la impronta de Killing Joke, que también tocaría a los mencionados Amebix y su subsiguiente encarnación bajo el nombre de Zygote), oscuros pasajes ambientales, cascadas de feedback, momentos bordeando una suerte de psicodelia sombría, ocasional empleo de pianos y teclados, y hasta rudimentarios experimentos con la utilización de samples y cintas, todos estos elementos claramente heredados de la mencionada vanguardia Anarco-Punk. El resultado final es una obra profunda y compacta, dividida en once temas que nos envuelven en negras visiones de un mundo en decadencia. Es interesante notar que, más allá de ciertas cuestiones lógicas de sonido, “In darkness, there is no choice” se mantiene fresco, vital, creativo y relevante (tanto en lo musical como en lo político) aún hoy en día. Tal vez nunca reciban el reconocimiento merecido, en definitiva Discharge y Amebix tuvieron en Napalm Death y Neurosis, respectivamente, dos excelsos promotores de sus sonidos que alcanzaron una notable popularidad, mientras que las bandas que continuaron el camino estilístico de Antisect (podemos mencionar a los geniales Antischism en los noventas y a Witch Hunt y October File como exponentes actuales) todavía se mantienen en la oscuridad, donde, claro, no hay elección. En definitiva eso tiene poca importancia cuando un disco se sostiene por peso propio ante la historia.


-Impetuous Ritual “Relentless execution of ceremonial excrescence” (2009)
El año pasado, mientras editaban el genial “Swarth” con Portal (uno de los mejores discos de Death Metal de los últimos diez años y de las pocas luces de esperanza para el futuro del género), Ignis Fatuus y Omenous Fugue, baterista y bajista respectivamente de dicho grupo, se daban el gusto de presentar otra obra maestra escondida del género, en la forma de este opresivo debut discográfico de Impetuous Ritual. En líneas generales, su propuesta no dista demasiado de lo que expuesto por Portal en sus primeros trabajos, es decir una particular cruza de los riffs más enroscados y embarrados del Death, las atmósferas más sórdidas del Black, un sonido general tendiente a una envolvente suciedad y una constante y asfixiante sensación alucinógena. Citan influencias como Incantation o Disembowelment que, si bien pueden ser detectadas en determinados pasajes del disco (en especial en aquellos en que los tempos se arriman al Doom y los riffs se simplifican en una impenetrable muralla de graves), nunca llegan a opacar su innegable personalidad. La forma retorcida en que construyen estas ominosas composiciones, sumado al increíble trabajo de guitarras aquí desplegado (un sonido grave, mugriento, expansivo, profundo y, sin embargo, sin perder del todo la claridad necesaria para apreciar los laberínticos riffs y las crepitantes erupciones de puro ruido) y los atrapantes climas que provee ese sonido cavernoso, ponen a Impetuous Ritual en un lugar de privilegio en el Death actual, el de aquellos que proponen explorar nuevos terrenos, sin por ello abandonar sus raíces, sangrientas raíces. Por supuesto, también pueden verlos como unos hermanitos menores (y un tanto menos intrincados) de Portal y eso no sería del todo incorrecto, en definitiva fueron ellos quienes inauguraron este estilo único que se nutre tanto de las complejidades de Morbid Angel como de las atmósferas aportadas por el costado más Lo-Fi del Black Metal y un dejo de experimentación Noise/psicodélica que trasciende el mero ghetto metalero. En fin, si pensaban que el Death ya no era capaz de entregar auténticas obras de arte (crueles, revulsivas, enfermizas pero obras de arte al fin), chequeen este genial “Relentless execution of ceremonial excrescence” para llevarse una grata sorpresa.


-To Mega Therion “The blood rituals” (2009)
El nombre To Mega Therion remite inequívocamente a Celtic Frost, a esto súmenle un título como “The blood rituals” y un arte de tapa que muestra a una especie de Cthulhu tallado en carne viva, y lo más probable es que estemos en presencia del más blasfemo despliegue de puro Black Metal. Error. Se trata, no obstante, de material que puede competir, en términos de violencia, misantropía y extremismo musical, con el más ferviente pirómano de iglesias noruego. To Mega Therion cae en la categoría de Power-Noise, es decir la combinación de duras bases bailables con abrasivas capas de puro ruido digital. En efecto, los temas pueden invitar a frenéticas danzas pero sus beats se encuentran tan enmugrecidos y golpean con tal fuerza que más bien parecen reproducir inhumanos martillazos sobre el cuerpo. Como para complementar semejante hostilidad rítmica, tenemos un espeso entramado de samples corrosivos y atmósferas ominosas que infectan la mente y el espíritu con sórdidas inquietudes y herrumbrosas visiones post-apocalípticas. Hasta hay pasajes que remiten a la agresión de grupos como Ministry o Atari Teenage Riot, aunque reemplazando las diatribas politizadas por un nihilismo psicópata y sanguinario. El disco en sí está dividido en dos partes, seis composiciones originales y seis remixes a cargo de otras luminarias del género como W.A.S.T.E. y Alter Der Ruine, pero en ningún momento baja el nivel de rabiosa intensidad. Se trata de música electrónica empujada violentamente hasta los límites de la tolerancia sonora, absolutamente contraindicada para oídos frágiles y especialmente recomendada para amantes de las sensaciones y los sonidos extremos, sean de la forma que sean.


-Good Riddance “Capricorn one” (2010)
Mientras muchos de sus colegas generacionales y estilísticos seguían casi al pie de la letra las lecciones de Hardcore/Punk melódico, despreocupado y soleado de NOFX o No Use For A Name, Good Riddance se destacó en dicha escena de principios de los noventas por sus filosas letras políticas y por un sonido que, si bien mantenía fuertes lazos con el melodicismo mencionado (herencia directa de Bad Religion, Descendents y Youth Brigade, entre otros) también lo hacía con los crudos sonidos de otros como Minor Threat, Black Flag o los primeros 7 Seconds, dando a luz así una especie de puente entre dos formas de encarar el Hardcore que, en ese momento, parecían irreconciliables. Se disolvieron en 2007, luego de veintiún años de carrera ininterrumpida, dejando como legado una discografía pareja y unos cuantos himnos para corear con los puños en alto y la garganta destrozada. “Capricorn one” es un recopilatorio póstumo que reúne material de diversos ep’s, compilados e inclusive algunos demos inéditos, redondeando en veintiún temas (¿será casualidad?) todas las facetas del cuarteto, desde los Hardcores más furibundos hasta esas maravillas melódicas que bien podrían ser consideradas canciones Pop tocadas a toda velocidad. Vamos, casi lo mismo que se decía de los Ramones en sus inicios, así que todo cierra y queda en familia. Desde ya, dada la naturaleza del material, es de esperar algún que otro altibajo pero tal vez la mejor forma de apreciarlo sea como una muestra de la evolución del grupo. En especial, es notable como, hacia el final de su carrera, lograban un ajustadísimo equilibrio entre su faceta más dura y una líneas melódicas sencillamente excepcionales, algo que Russ Rankin (cantante y líder ideológico y espiritual de la banda) exploraría más a fondo en Only Crime, el estupendo grupo que comparte, desde 2003, con miembros de Bane, Black Flag, Descendents, All, Rise Against y Modern Life Is War. En fin, no hay mucho más que agregar. Los fans estarán de parabienes, aquellos que nunca tuvieron interés en Good Riddance o el Hardcore melódico en general seguirán de largo y aquellos que sí tengan interés pero no sepan por dónde empezar, aquí encontrarán una más que adecuada guía.


-Intestinal Disgorge “Depravity” (2010)
Es menester destacar ciertos puntos a la hora de hablar de Intestinal Disgorge. Tienen un disco llamado “Vagina”, todos los larga duración que editaron desde 2005 hasta la fecha (luego de un breve parate de tres años) cuentan con no menos de cuarenta temas que rara vez superan el minuto de duración, lograron una visión propia del Gore-Grind sumando elementos del Noise, la Electrónica y empleando una forma de chillido agudo y punzante que ellos mismos denominan, con un delicioso despliegue de buen gusto, “bitch scream”. ¿Ya les dije que tienen un disco llamado “Vagina”? Bien, “Depravity” es su sexto álbum (sin contar ep’s, splits y excreciones por el estilo) y resulta ser el último que contará con Pissy (un sobrenombre que nos sigue confirmando la elegante refinación de esta gente) como encargado de los mencionados “bitch screams”, así que habrá que ver cómo se las arreglan Jacob y Ryan, los miembros restantes del grupo, para no perder uno de sus sellos distintivos. Bueno, bastaría con que alguno de ellos se pellizque un huevo con fuerza para reproducir esos alaridos pero en fin. Lo que aquí tenemos son sesenta tracks vomitados en poco más de cuarenta y siete minutos, un despliegue de purulenta imaginación musical enmarcada en blast-beats frenéticos, riffs caóticos y zumbantes, samples desorbitados, marrones salpicadas de puro ruido y toda la gama de sonidos escatológicos que un par de gargantas puedan reproducir. Por supuesto, esto no es King Crimson ni Neurosis y el que espere ese tipo de solemnidad va muerto, desmembrado y violado, en ese orden. Pero, más allá del evidente sentido del humor, estos texanos exhiben ideas musicales que trascienden su nicho genérico y proponen un saludable (bueno, es una forma de decir) clima de delirio general que resulta tan estimulante como impredecible. No es casualidad que, al tope de su lista de amigos en Myspace, figuren Naked City y Trevor Dunn junto a Circle Of Dead Children, Macabre y Cock And Ball Torture. En ese sentido, se ponen en un lugar tan difícil como interesante, ya que su música seguramente resulte demasiado deforme y experimental para el metalero medio y aún así está atada a muchos modismos típicos del Metal extremo (en especial en la parte lírica y estética) que, seguramente, les cierren las puertas a un público más avant-garde, por así llamarlo. De cualquier forma, queda claro que las intenciones de estos muchachos no tienen nada que ver con agradar y hacer amigos, así que no hay problemas por ese lado. Y, aparte, tienen un disco llamado “Vagina”. Si eso no los convence, nada lo hará.


-Ital Tek “Midnight colour” (2010)
Uno podría pensar, en principio, que el color de la medianoche no es más que un espeso negro apenas adornado con el brillo de ocasionales estrellas o los trazos grises de las nubes. Ital Tek nos trae esos colores pero también propone nuevas formas de observar la profunda infinidad cósmica. Sus composiciones (enroladas en un personal tipo de música electrónica que toma tanto del Dubstep como de la I.D.M.) se mueven lentamente y van dando pinceladas sutiles que, sólo al alejarnos del cuadro, se aprecian debidamente. Los ritmos cadenciosos nos relajan, los bajos subterráneos nos arrullan, las melodías comienzan a elevarnos y el cuidadoso entramado de arreglos termina de darle forma a un viaje tan emotivo como, bueno, colorido. En efecto, aquí hay un importante componente psicodélico/espacial pero que, al verse complementado por la constancia inquebrantable de los ritmos programados y la profundidad sentimental, casi melodramática de la mayoría de las melodías, evita caer en el mero cuelgue drogón y autoindulgente. De hecho, algo que parece distinguir a Ital Tek de muchos de sus pares electrónicos, es el hecho de que aquí encontramos canciones propiamente dichas antes que simplemente ritmos y texturas agrupadas de forma casi aleatoria. Por supuesto, no se trata de material extremo ni ruidoso ni nada por el estilo, aunque no por eso está exento de intensidad. Sólo hace falta cerrar los ojos y dejarse llevar, les aseguro que el viaje vale la pena.


-Kris Force & Jarboe “The path” (2010)
Dos potencias se saludan para confeccionar la banda sonora de un particular video juego de claros tintes lóbregos llamado “The path”. De Jarboe hemos hablado bastante aquí, lo cual nos exime de presentarla. Si no, chequeen su trabajo junto a Swans, sus discos solistas, su fugaz proyecto Blackmouth o sus geniales colaboraciones con Justin Broadrick y Neurosis para hacerse una idea del enorme talento de esta auténtica bruja sureña. Kris Force esa una compositora y multi instrumentista que viene liderando el ensamble Dark Ambient/Avant-Folk/Neoclásico Amber Asylum desde 1996 y ha paseado sus talentos como invitada de artistas tales como Swans, Neurosis, Steve Von Till (y sí, todo queda en familia), Morne, Giant Squid, Today Is The Day o Bastard Noise, entre muchos otros. Como es de esperar, cuando estas dos señoras se juntan el resultado es un embriagador viaje por los paisajes más sombríos y atemorizantes del corazón humano. Force despliega su vasta gama de recursos, que van desde delicadas construcciones de cuerdas casi sinfónicas al empleo de samples y texturas electrónicas varias, para sentar las bases de estas pinturas tan encantadoras como claustrofóbicas, mientras que Jarboe da las pinceladas finales con su inigualable voz, por momentos acompañando las melodías con líneas de un romanticismo doloroso pero también dejando lugar para sus modismos más rasposos y demoníacos. Con sólo mencionar que aquí se incluye una tenebrosa versión recitada del cuento “Caperucita roja”, ya deberían hacerse una idea de los carriles por los que se mueve la placa. Kris Force y Jarboe desnudan la belleza descarnada que se esconde debajo de las visiones más oscuras que la imaginación pueda invocar y lo hacen con una musicalidad profunda e hipnótica que trasciende los meros rótulos y encasillamientos musicales.


-Loma Prieta “Life less” (2010)
Probablemente debido a sus lazos directos con el Emo, el término Screamo ha compartido el escarnio y la desaprobación general que aquel arrastra consigo en los últimos años. Por supuesto, no pretendo de ninguna manera entrar en discusiones sobre verdadero y falso Screamo (vamos, ya estamos grandes y esos argumentos ya eran ridículos en la época de Manowar) pero basta sólo una escuchada a grupazos como Pg.99, Neil Perry, Mara’Akate, Orchid, Hot Cross, Union Of Uranus o Waifle para comprobar que no estamos hablando de musiquita superficial para adolescentes conflictuados. Aquí hay intensidad, inventiva, profundidad y, claro, emoción para tirar al techo. Y si quieren un ejemplo actual y fresco de dichas cualidades, este tercer disco de Loma Prieta viene como anillo al dedo. Oriundos de San Francisco, este cuarteto viene trazando, desde 2005, una más que interesante identidad sónica manejando un sabio equilibrio entre calmos pasajes de extracción casi Post-Rockera y estallidos de puro caos disonante y gritón. Claro, los conocedores del tema dirán que dicha combinación de elementos ya fue llevada casi a la perfección por otros como Saetia, City Of Caterpillar o los japoneses Envy y, en ese sentido, es importante destacar que lo de Loma Prieta pasa por otro lado. El punto clave es la virulencia con la que encaran las composiciones. Aquí no hay demasiado lugar para extensos desarrollos instrumentales plagados de melodías entre épicas y melodramáticas, las canciones son breves y certeras (los diez temas que componen la placa se apiñan en poco más de diecisiete minutos) aún dentro de sus caóticas estructuras y siempre mantienen una sensación de catarsis visceral e inmediata, un vértigo que, de cierta forma, los mantiene cerca de las raíces Hardcore del género. Esto no significa, ni por un segundo lo piensen, que aquí falte el vuelo creativo o las buenas ideas. Las guitarras se trenzan en espesas batallas de disonancias y acoples pero siempre tienen a mano alguna que otra melodía arrebatadora, las bases rítmicas se mueven inquietas entre blast-beats desatados, golpes trabados y remansos cargados de tensión, todo con un despliegue que ahuyenta la palabra aburrimiento a base de huevos y una imaginación desbocada y salvaje. Digamos que Loma Prieta se las arregla para dotar de una saludable vitalidad al costado más extremo y violento del Screamo (ese que casi se confunde con el Grindcore, el Mathcore o el Noisecore) y, de paso, nos regala un puñado de canciones que se clavan directamente en el alma luego de rompernos algunos huesos. No se lo pierdan.


-Mothboy “Bunny” (2010)
El disco se llama “Bunny” (o sea, conejito) y la tapa nos muestra, justamente, a un conejo con su patas delanteras y el frente del buzo que viste cubiertos de sangre. Esa misma idea de un animalito más bien tierno e indefenso transformado en algo violento es lo que parece representar la música de estos londinenses. En efecto, parten de una base eminentemente electrónica y bailable, inclusive incorporan algunos de los elementos más accesibles del Hip-Hop, el Jazz y el Lounge pero debajo de ese supuesto clima distendido se esconde una malicia de tintes psicóticos y sumamente retorcidos. No por nada han contado con ocasionales colaboraciones de gente como Mick Harris (primer baterista de Napalm Death, luego líder de los maravillosos Scorn y propulsor de infinidad de proyectos paralelos) y Ted Parsons (legendario baterista de Swans, Prong, Godflesh y Jesu), entre tantos otros. Desde ya, Mothboy ve la música como un todo y poco interés tiene por calzar en ningún género específico. En ese sentido, se me hace inevitable sentir cierto espíritu afín a un tipo como Mike Patton. No porque la música de Mothboy recuerde necesariamente a la del ex líder de Mr. Bungle, si no porque ambos comparten ese eclecticismo desmedido y esquizofrénico, y esa forma perversa de apoderarse de estilos y modismos que se suponen amigables. Así, pueden pasar de un Hip-Hop netamente fiestero a polvorientos paisajes de oscuridad ambiental, de flirteos con el costado más Lo-fi y melancólico del Indie-Rock a frenéticas estructuras rítmicas y sónicas, de espesos viajes lisérgicos a un refrescante swing Jazzero y así hasta el infinito. Claro, según los propios implicados se trata del disco final de Mothboy (a partir de ahora Simon Smerdon, su líder, se concentrará en Smerdon, su propio grupo de Indie-Rock), por lo que no resulta sorprendente que pongan toda la carne al asador y no dejen ni una sola idea sin probar. Y lo mejor es que, a pesar de la importante cuota de delirio que exudan las composiciones, el álbum mantiene una coherencia interna y una identidad bien definida. Para disfrutar sin prejuicios.


-Norma Jean “Meridional” (2010)
Muchos prejuicios se apilan sobre la espalda de Norma Jean. Que si son cristianos, que si son una mera copia de Botch, que si tienen un look demasiado Emo, que si grabaron con Ross Robinson (el otrora productor estrella del Nú-Metal), que si emplean demasiadas melodías y vaya uno a saber qué otras cosas. Con trece años de carrera y cinco discos plagados de intensidad y buenas ideas musicales, estos oriundos de Georgia no parecen hacerse demasiado problema por dichas cuestiones. Y, por si hiciera falta, “Meridional” viene a confirmar que se trata de un grupo con evidente sustancia musical. Inicialmente promocionado como una suerte de vuelta a sus raíces más frenéticas, este quinto álbum en realidad se trata de una profundización del camino iniciado en el anterior “Anti-Mother”, el disco donde se hacía más claro que nunca su acercamiento entre las disonancias y las contracturas heredadas de Botch y una profundidad melódica más comparable a un grupo como Deftones, cuyo vocalista, Chino Moreno, casualmente, prestó su garganta como invitado en dicho trabajo. Aquí la cosa sigue por carriles similares pero se suma un espeso aire de oscuridad y una complejidad (aún cuando se trata de una complejidad más madura, no tan histérica y caótica como la de antaño) mayor en las composiciones, sin por ello resignar los pasajes melódicos que, de todas formas, parecen haber adquirido un grado mayor de amargura y desazón. El hecho de que a los tradicionales instrumentos rockeros se sumen otros como pianos, guitarras acústicas, órganos, percusiones varias y lap steel guitar, y la gama de diferentes afinaciones empleadas a lo largo de la placa, demuestran las ansias de los muchachos por expandir su paleta sónica y escapar de cualquier tipo de restricción estilística. Se trata, entonces, de un material intrincado y plagado de detalles, con grandes composiciones que nacen de las entrañas pero se ordenan con una inteligencia superlativa, con un trabajo de guitarras excepcionalmente creativo y versátil, con una base rítmica sólida y dinámica, y con un cantante que maneja a la perfección el equilibrio entre alaridos, melodías y todo lo que haya en el medio. Hasta hay lugar para una aparición estelar de Shelby Cinca, ex vocalista de los legendarios y geniales Frodus, algo que, de cierta forma, le da a Norma Jean credibilidad en los círculos más nerds del Post-Hardcore. Desde ya, si aprecian el Metal en general, hecho con altas dosis de imaginación, emotividad y vuelo creativo y con una visión más bien a futuro del género, yo recomendaría que dejen de lado los prejuicios y le den una oportunidad a esta placa.


-The Effort “Wartime citizens” (2010)
Puños en alto y corazones palpitando rabiosamente. The Effort llega a este tercer larga duración con ansias de ganarse un lugar propio en el podio del Hardcore actual y lo logra a fuerza de intensidad, buenas ideas (musicales y de las otras) y una pasión que trasciende barreras. El punto fuerte está en el trabajo de guitarras, capaz de generar melodías sumamente emotivas sin por ello resignar ni un ápice de energía en el proceso. Por supuesto, también ayuda el pulso rítmico del quinteto, sólido pero con el grado justo de versatilidad como para no quedar encerrado en esquemas demasiado gastados. Digamos que aquí parece convivir la madurez del Post-Hardcore con la furia urgente y visceral de los sonidos de la vieja escuela, sumados a una vuelta tuerca rozando lo experimental (tenemos lugar para alguna que otra guitarra acústica, algún pasaje con interesantes arreglos percusivos, ciertos acoples y amagues disonantes y hasta una suerte de balada gritada como lo es “Digital snow (Analog sirens)”) que terminan de delinear un resultado final tan personal como desgarrador. La primera y única referencia que se me viene a la cabeza es el último disco de Verse (el genial “Aggression”), al menos en lo que hace a explorar nuevas formas de encarar el Hardcore de siempre, amplificando su faceta emocional (y esto no significa Emo, no sean cabezaduras) hasta niveles que se sienten profundo en el alma y el cuerpo. En cualquier caso, la identidad del quinteto está a salvo en sus canciones, en esa entrega absoluta y descarnada que, no obstante, no pierde de vista la inteligencia y la creatividad a la hora de componer. El Hardcore mantiene la cabeza en alto y sigue entregando material de calidad, sólo basta pegarle una oída a “Wartime citizens” para comprobarlo.


-The Subhumans “Same thoughts, different day” (2010)
Los viejos Punks perderán el pelo pero nunca las mañas. ¿Qué hace una banda pionera del Punk canadiense de principios de los ochentas cuando quiere reeditar su disco debut (el inoxidable “Incorrect thoughts” de 1981) y se ve impedida por mezquinas cuestiones contractuales? ¿Acaso contrata una legión de abogados para recuperar los derechos de dicha placa? ¿Lloran y patalean ante managers y ejecutivos discográficos? No, se meten en el estudio, regraban todas las canciones del disco, le suman algunas rarezas y temas inéditos y editan dicho material con el beneplácito de Jello Biafra y su sello Alternative Tentacles. Y a otra cosa, mariposa. Claro, el temor en estas situaciones es que la crudeza del original se pierda en pos de una inevitable madurez sonora. Pues bien, aquí el sonido más claro (pero nunca diluido) y las interpretaciones más ajustadas (en especial en el terreno vocal) no hacen más que enaltecer estos inmortales himnos de puro Punk-Rock. Claro, estos Subhumans (no confundir con los británicos anarquistas de igual nombre) nunca estuvieron del lado más reventado (por así llamarlo) del Punk, su sonido es comparable al de clásicos californianos como T.S.O.L., Adolescents o los primeros Bad Religion, es decir que la melodía juega aquí un rol tan importante como los riffs mugrientos y los ritmos aptos para el pogo. Ojo, tampoco se trata de Punk-Pop propiamente dicho, las líneas vocales son absolutamente memorables y coreables pero vienen balanceadas con una muralla de distorsión generada por la guitarra e interesantísimos arreglos instrumentales que nos recuerdan constantemente el hecho de que esta gente tuviera un disco (“No wishes, no prayers”, de 1983) editado por SST, el sello de Greg Ginn de Black Flag. Tampoco es casualidad que algunas de sus canciones fueran en su momento versionadas por exponentes tan variados del Punk en general como D.O.A., Screeching Weasel o NoMeansNo, entre otros. En fin, lo que aquí tenemos es casi una hora de pura dicha Punk-rockera, un infalible recargador de energía anímica y un puñado de canciones sencillamente redondas e irreprochables. A disfrutarlo.

Zann Sessions, Volume 5



Hacia finales del 2008 (mas precisamente el 21 y 25 de Noviembre), los Motociclistas Suicidas (en este caso no necesariamente en el Círculo de la Muerte) se reunieron a hacer lo que mejor saben: pelotudear. Con la ayuda de Mariano Platino (de ALI) en batería, juntaron sus deformes cuerpos en una sala de ensayo en Buenos Aires y grabaron una serie de hermosas melodías que aquí recopilamos en esta Zann Session No. 5.
Cualquier persona que alguna vez haya escuchado a estos cuatro (esta vez 5 con Mariano en batería) inadaptados musicales haciendo lo que ellos llaman música sabrá que esperar de este disco. Recomendamos escucharlo bajo su propio riesgo.

Para descargar esta Zann Sessions Vol. 5 por Motociclistas Suicidas en el Círculo de la Muerte hacer click aquí
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5 de julio de 2010

Desobediencia Debida en La Plata



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(Hacer click en la imagen para agrandar)


Se proyectará el documental Desobediencia Debida en el espacio del INCAA del Pasaje Dardo Rocha (Calle 50 entre 6 y 7) en La Plata, todos los miércoles de Julio a las 20hs.
Las proyecciones en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) en Buenos Aires continuarán durante este mes también, todos los sábados a las 19hs.

1 de julio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Boris “Variations” (2010)
“Variations” es un buen nombre para un compilado de Boris. Porque, claro, más allá de que sus guitarras atronadoras y afinadas bien abajo, su nombre tomado de un tema de Melvins, su adoración por el feedback y sus constantes asociaciones con la gente de Sunn 0))) los acerquen a lo que se conoce como Drone, estos japoneses lejos están de quedarse quietos en un género en particular. En este caso, se trata de un trabajo que recopila canciones que bien podríamos enmarcar como el costado más rockero y accesible del ahora cuarteto, centrándose especialmente en discos como “Heavy rocks”, “Akuma no uta”, “Pink”, “Mabuta no ura” y “Smile”. Esto deja afuera los extendidos experimentos sónicos y dinámicos de otros como “Flood”, “Absolutego” o “Dronevil” (que, en cualquier caso, serían difíciles de reducir para hacerlos entrar en un compilado sin que pierdan sus particulares desarrollos) pero nos permite apreciar en toda su magnitud el talento compositivo de esta gente, a veces escondido debajo de las densas capas de distorsión y delirio. Algunas de las versiones aquí entregadas son de hecho regrabaciones de viejos temas (chequeen como “Naki Kyoku”, de “Akuma no uta”, pasa de durar poco más de dos minutos a extenderse por doce minutos de los cuales más de la mitad son sentidos solos de guitarra) con la flamante incorporación de Michio Kurihara (quien ya se desempeñara como guitarrista en vivo y junto a quien realizaran colaboraciones como “Rainbow” en 2006 y “Cloud chamber” en 2008) como guitarra extra, lo cual, sumado a la aparición del tema “Floor shaker” (extraído del simple “Statement”), hace que este material tenga un interés extra aparte de volver a disfrutar de canciones ya conocidas. Insisto, “Variations” hace especial hincapié en las canciones. Pueden ser más pesadas, un tanto más ruidosas (aunque, aquí, se trate de un ruido estilizado, más cercano al Shoegaze ), a veces cercanas a la Psicodelia (y hasta con vueltas que sólo podríamos definir como Progresivas), en otros momentos replegadas sobre una dulce calma introspectiva e inclusive contar con un desparpajo en algún lugar entre el Stoner-Rock y el viejo y querido Punk-Rock, pero siempre mantienen un gancho melódico irresistible y poco común en grupos con semejante nivel de experimentación. En ese sentido, también es probable que este disco sea más apto como iniciación para aquellos que no estén familiarizados con la propuesta de Boris, antes de meterse de lleno en sus elucubraciones más complicadas, por así decirlo. En cualquier caso, ya se sabe, estos tipos nunca fallan.


-D.O.A. “Talk-action=0” (2010)
Los punkys memoriosos recordarán la oración “Talk minus action equals zero” como el título de un disco en vivo editado en 1991 por estos canadienses amigotes de Jello Biafra. De ahí en más dicha frase se convirtió casi en un leitmotiv del grupo y decidieron reflotarla (en una forma ligeramente distinta) para titular su nueva entrega de estudio. ¿Y qué tienen esta vez Joey “Shithead” Keithley (eterno líder de la banda) y compañía para ofrecernos? Ni más ni menos que catorce nuevos himnos de puro Punk-Rock, como siempre. Pocos grupos pueden mantener semejante vitalidad después de treinta y dos años de carrera, especialmente en un género tan marcado por una energía eminentemente juvenil como lo es el Punk en general. En ese sentido, D.O.A. no tiene nada que envidiarle a nadie, y encima cuentan con la soltura y el desparpajo que les da su vasta experiencia en la materia. Pueden ponerse más rockeros, a veces inclusive flirtear con el Metal, pueden acercarse al Hardcore (un género que ellos mismos ayudaron a inventar) e inclusive meter guiños a sus bandas preferidas pero su impronta es absolutamente inconfundible. Y, en esta ocasión, el trío parece enfocado en su faceta más abiertamente Punk-rockera, plagada de estribillos memorables, ritmos contagiosos y riffs simples y directos. La voz rasposa pero siempre ubicada de Keithley guía las composiciones con melodías que incitan constantemente a levantar el culo y hacer algo pero en ningún momento se viste de predicador, más bien rescata ese punzante y lúcido sentido del humor político tan típico del mencionado Jello Biafra. Y lo mejor es que esa carga política está envuelta en canciones redondas, gancheras, dinámicas, hasta les diría divertidas. Desde ya, en este caso diversión no es sinónimo de estupidez, casi todo lo contrario. D.O.A. deja de lado las poses y expone con absoluta naturalidad su visión del mundo, de forma madura pero nunca acartonada o solemne. Sí, los viejitos Punks tienen cuerda para rato y bienvenido sea.


-End Of A Year “You are beneath me” (2010)
Pasión. Una pasión inocente, tal vez. Pero con una honestidad que duele, que raspa en el alma. Toman su nombre de un tema de Embrace (aquella banda que Ian MacKaye lideró entre Minor Threat y Fugazi) y de allí también toman su inspiración. Pero no se trata de una cuestión de estilo si no de espíritu. Aquí brilla esa misma intensidad, esa urgencia emotiva y visceral. Las frustraciones, el peso de una vida que nunca termina de ser cómo debería, las miradas silenciosas, los gestos mezquinos y todo aquello que nunca entenderemos del todo. Los dedos que señalan, claro que sí, pero ya no sólo lo hacen hacia afuera. End Of A Year también reconoce a la bestia en el espejo. Podemos hablar de Post-Hardcore, claro. Esas guitarras que dibujan melodías entrecruzadas así lo habilitan, lo mismo que las sinuosas líneas del bajo, el pulso firme pero dinámico de la batería y la voz quebrada pero siempre con un dejo melódico de Patrick Kindlon. Pero, en definitiva, eso no nos dice demasiado. Al menos, no nos dice tanto sobre nuestras vidas como sí lo hace “You are beneath me”. Estoy hablando de música, claro, pero se trata de música que trasciende la música misma. Notas, escalas, acordes, ritmos, todo eso no tiene significado si no hay nada para decir. ¿Quieren hablar de originalidad? Bueno, End Of A Year no inventa nada nuevo (sus pautas estilísticas siguen estando en los sonidos surgidos en Washington D.C. a mediados de los ochentas) y sin embargo no suena como ninguna otra banda. No pretenden hacerse los locos o los experimentales pero tampoco venden ninguna pose de rudeza Hardcore. Desnudan sus emociones sin tapujos pero nada saben de histrionismos adolescentes. Poseen un evidente sentido del humor pero no por eso se escudan detrás de una muralla de ironía. No parecen atraídos por los extremos y, en definitiva, no tienen por qué estarlo. La vida no suele tratarse sobre extremos. No tengo palabras que expliquen lo que estas canciones significan para mí, no creo que mis pobre divagues le hagan justicia a las sensaciones que ellas generan. Once canciones, treinta y dos minutos de emociones que se clavan en el corazón y lo ventilan, sin escapismos ni artificios, sin poses innecesarias ni discursos vacíos. No las dejen pasar.


-Front Line Assembly “Improvised electronic device” (2010)
Los metaleros probablemente los tengan más presentes por sus asociaciones con Devin Townsend y Fear Factory pero cualquiera que alguna vez haya tenido, aunque más no sea, un mínimo interés en la Música Industrial, debería reconocer el nombre de Front Line Assembly como una institución dentro del género. Veinticuatro años de carrera ininterrumpida y un catálogo de más de veinte discos en los que el grupo se las arregló siempre para estar al tanto de los avances tecnológicos sin por ello abandonar su impronta personal, así lo certifican. Y si eso no les basta, aquí tienen su nuevo trabajo, que los encuentra en plena forma y hasta recuperando la energía virulenta que, a mediados de los noventas, exhibieran en discazos como “Millennium” o “Hard wired”. En efecto, sin nunca dejar de lado sus habituales beats bailables y sus pegadizas melodías de teclados, aquí los eternamente liderados por el ex Skinny Puppy Bill Leeb nos presentan diez canciones cargadas de una actitud sombría y malhumorada, donde inclusive hay lugar para machacantes riffs de guitarra que se funden sin problemas al denso entramado electrónico que los sostiene. No es casualidad, entonces, que nos topemos en esa especie de Cyber-Thrash que es “Stupidity” con una voz familiar, la del gran Al Jourgensen repartiendo odio por los cuatro costados. Pero más allá de invitados y guitarras distorsionadas, lo que pesa son las canciones. Y, en ese sentido, Front Line Assembly siempre tuvo en claro cómo conjugar las elucubraciones más experimentales de sus tempranos héroes Industriales (Cabaret Voltaire, Throbbing Gristle, S.P.K.) con un gancho irresistible que no sólo se basaba en el poderío rítmico de sus bases, si no también en un cuidadoso instinto melódico que, de todas formas, nunca cae en obviedades o premisas superficiales. Entonces, tenemos los ritmos que nos trasladan a la más jodida discoteca del más desolado futuro post-apocalíptico, tenemos las voces agresivas y recubiertas de efectos, tenemos las guitarras metálicas aplicadas con precisión quirúrgica, tenemos las secuencias que se adhieren a la memoria como si de un virus se tratara, y tenemos el profundo e impenetrable muro de sonidos electrónicos que lanza constantes estímulos a la mente hasta entumecerla. Lo que tenemos, entonces, es un nuevo disco de Front Line Assembly. Tal vez sin demasiadas novedades pero con la magia intacta y la energía en su punto más alto.


-Hell Militia “Last station on the road to death” (2010)
Que Francia cuenta con una más que interesante cantera de Black Metal no es ninguna novedad. Tan sólo nombres como Deathspell Omega, Blut Aus Nord o Alcest bastan para condensar algunas de las mejores ideas (musicalmente hablando, claro está) que el género tuvo en los últimos años. Hell Militia vendría a ser algo así como el supergrupo que representa la cara un tanto menos experimental del Black francés. Conformados por miembros de bandas como Mütiilation, Arkhon Infaustus, Temple Of Baal y Vorkeist, debutaron en 2005 con “Cannonisation of the foul spirit” y recién ahora se decidieron a presentar su secuela. Cualquier parecido con Twilight (el supergrupo del Black norteamericano) es pura coincidencia. De hecho, como ya dijimos, la propuesta de este quinteto no apunta necesariamente a la vanguardia. Aquí no hay teclados, ni samples, ni flirteos con géneros ajenos a la ortodoxia Blackmetalera. Nada de Post-Rock, Shoegaze, Noise, Industrial, Sludge o Cumbia. Esto es Black Metal hecho y derecho, con las guitarras recreando infiernos Wagnerianos a fuerza de distorsión chillona y reverb, las voces aullando desde los abismos más profundos del alma humana y las bases atacando con vertiginosos beats casi constantes. También hay lugar para algún que otro rebaje de velocidad (como en la versión que hacen de “Shoot knife strangle beat & crucify” de G.G. Allin) que ayuda a disipar la monotonía y propone las necesarias atmósferas de asfixia y desesperación. El sonido mantiene cierta crudeza pero no se trata de lo-fi bajo ningún punto de vista, todo puede escucharse con claridad y en ningún momento deja decaer la energía negativa. Ni hace falta aclarar que aquí no hay novedades ni experimentos revolucionarios y, de hecho, muchos riffs suenan a déjà vu (como para mantener la cosa francesa) y las estructuras privilegian la contundencia antes que el despliegue. No obstante, no se puede decir tampoco que esté desprovisto de ideas. Los climas que logran las guitarras con su inmutable crepitar distorsionado ciertamente alcanzan una intensidad envidiable y las composiciones en general logran un efecto envolvente, casi narcótico que suple su falta de originalidad. Un buen paralelo podría ser lo hecho por Watain en sus más recientes entregas, aunque en Hell Militia prácticamente no hay lugar para esas melodías a la Dissection que tanto les gustan a los suecos. En fin, si el Negro Metal es jodidamente guerra, “Last station on the road to death” es un perfecto soundtrack para comenzar las hostilidades.


-Lantlôs “.Neon” (2010)
Si Neige pretende ser considerado algo así como el cabecilla de toda esta camada de Post-Black-Metal actual va por el buen camino. Al frente de Alcest dio uno de los puntapiés iniciales en eso de combinar las cascadas de distorsión melódica del Shoegaze, las dinámicas del Post-Rock más melodramático y la maldad innata del Black, con Amesoeurs tiñó ese sonido de oscuridad urbana y ahora, en este segundo álbum de Lantlôs (el proyecto que comparte con el alemán Herbst) sigue explorando las posibilidades que dicha cruza puede ofrecer. Todo lo que uno puede esperar de este tipo de propuestas está aquí: las murallas de guitarras empapadas de efectos que generan envolventes texturas melódicas, los alaridos desgarrados, las ocasionales alzas de velocidad, los pasajes de introspección melancólica, las subidas y bajadas de intensidad, los evocativos punteos cargados de delay, el cuidadoso tratamiento sonoro a la hora de apilar capas y capas de arreglos, y toda esa impronta que nos hace pensar que, al fin de cuentas, DarkThrone y My Bloody Valentine estaban más cerca de lo que jamás hubiésemos imaginado. El punto que separa a Lantlôs de los otros proyectos de Neige (y de las tantas bandas similares que siguen surgiendo día a día) es, por un lado, la utilización de ciertos acordes y modismos rítmicos típicos del Jazz que se funden con absoluta naturalidad al denso entramado sónico de las canciones y le dan un sabor sumamente particular. Es casi como si esos elementos le dieran un marco más humano y cotidiano (a falta de una mejor definición) a las atmósferas necesariamente épicas que suelen tener este tipo de bandas. Por otro lado, se hace evidente que Herbst (encargado de interpretar en su totalidad la parte instrumental del disco) posee un instinto melódico más desarrollado que el de la mayoría de sus pares, logrando así picos emotivos de una intensidad abrumadora con elementos tan simples como contundentes. En ese sentido Lantlôs también da vuelta algunas convenciones, desbaratando las concepciones habituales de simpleza y complejidad, simplemente concentrados en entregar buenas canciones. Y con eso sólo ya debería bastar para darles una oportunidad.


-Leng Tch’e “Hypomanic” (2010)
Sus fans más intransigentes y conservadores podrán patalear todo lo que quieran pero el salto de calidad que Leng Tch’e va dando disco a disco es tan innegable como refrescante. Lejos quedaron los tics infantiloides y el Gore de sus inicios (que, de todas formas, era más que destacable en su terreno) y, tal como se venía anticipando en sus trabajos previos, hace su entrada una madurez compositiva poco común en un género tan dado a los excesos como el Grindcore. De ninguna manera quiere decir esto que los belgas hayan diluido su propuesta, de hecho me arriesgo a decir que este “Hypomanic” supera en virulencia a su inmediato predecesor, el groovero “Marasmus” de 2007. En efecto, si en aquel álbum faltaba un poco de la potencia arrolladora de “The process of elimination” para acompañar las nuevas variantes instrumentales y rítmicas, aquí el equilibrio es prácticamente perfecto. Cada canción suena con los dientes apretados y los huesos en tensión, la guitarra derrite paredes escupiendo riff tras riff, uno más rabioso que el anterior y, no obstante, desplegando una imaginación que escapa a los márgenes estrictos de la ortodoxia grindcorera, la base rítmica mantiene la necesaria cuota de salvaje nerviosismo pero también aprovecha ese repiqueteante doble bombo para emular el groove violento de Vinnie Paul con grandes resultados, y hasta la voz se permite algún que otro respiro entre alarido y alarido, recordando a aquellos pasajes hablados que Barney Greenway (casualmente, lo tenemos de invitado rugiendo en “Totalitarian”) inaugurara en el genial “Diatribes” de Napalm Death. De hecho, es probable que aquella etapa “experimental” (así la llaman ellos, yo la llamaría accesible, sin que dicho término sea leído como algo peyorativo. De hecho, se trata de una de las mejores épocas de los británicos, en mi opinión) de Napalm Death sea una buena referencia a la hora de describir lo practicado por Leng Tch’e en la actualidad. Por supuesto, también se puede notar que el marcado costado Hardcore los acerca un tanto a Nasum y hasta ciertos riffs disonantes y enroscados no hubieran desentonado en algún disco de Pig Destroyer o Discordance Axis, inclusive hasta se puede detectar algún que otro pasaje que remite a nombres aún más extraños como Voivod y Meshuggah. Pero más allá de las influencias, se impone la identidad del cuarteto, a fuerza de buenas ideas (insisto con el trabajo de las seis cuerdas, sin desperdicios), frescura (¿hacía cuánto que un disco de Grindcore les hacía mover la patita?) y una energía inagotable y contagiosa. Serio candidato a mejor disco Grindcore del año.


-Odd Nosdam “Vol. 9” (2010)
Algunos de ustedes tal vez retengan el nombre Odd Nosdam (pseudónimo utilizado por David P. Madson en su labor como músico, Dj y productor) por su colaboración con Mike Patton en su proyecto Peeping Tom. Otros tal vez recuerden su participación en el combo de Hip-Hop experimental cLOUDDEAD o los remixes que realizó para artistas como Boards Of Canada o Genghis Tron. En cualquier caso, sólo con esas referencias ya debería quedar en claro que este muchacho no es precisamente de aquellos que se apegan a ningún tipo de convención genérica a la hora de hacer música. “Vol. 9” es un disco editado por él mismo (y obvio sucesor del “Vol. 8” de 2006, también autoeditado) que reúne diversas grabaciones instrumentales de entre 2004 y 2007 y constituye, con veintiún temas en poco más de treinta y seis minutos, un excelente ejemplo de la delirante creatividad que guía sus pasos. Las raíces de Odd Nosdam están el Hip-Hop, eso es innegable, pero la forma en que encara el género tiene que ver más con artistas experimentales como John Zorn, Aphex Twin o el mismo Patton que con la habitual falta de vuelo creativo que inunda dicho género desde hace unos cuantos años. Sobre bases siempre cadenciosas y provistas de irresistible groove, Madson despliega un inagotable arsenal de samples, cintas, grabaciones, efectos y sonidos salidos de vaya uno a saber dónde, conformando así espesos entramados sónicos ideales para llevar la mente de paseo por mundos irreales y desconocidos. A diferencia de los geniales Dälek (otro de los pocos ejemplos de Hip-Hop que vale la pena escuchar hoy en día) que mantienen siempre una impronta oscura, cáustica y agresiva, Odd Nosdam no deja variante en el tintero. Puede atacar con pasajes ruidosos pero, por lo general, mantiene una atmósfera más bien lisérgica inclusive logrando momentos de sesuda abstracción que pondrían verde de envidia al mismísimo Robert Fripp. De cualquier forma, su fuerte está en la forma absolutamente desprejuiciada con la que encara sus composiciones, dotándolas así de un halo constante de sorpresa y misterio que nos mantienen en vilo aún en sus períodos más melódicos y amigables, que también los hay. Como carta de presentación para no iniciados, “Vol. 9” representa una opción casi ideal, ya que maneja un buen equilibrio entre el caos descontrolado de sus primeros trabajos discográficos y las formas un tanto más estilizadas y concretas de los más recientes. Cualquiera con ganas de escuchar material absolutamente original y único (sin importar géneros ni categorías musicales) debería darle, al menos, una oportunidad.


-Robot Ronin “Robot Ronin” (2010)
Desde Múnich, Alemania (calculo que aquí debería hacer algún comentario relacionado al mundial de fútbol pero no lo voy a hacer), llega Robot Ronin con un debut discográfico más que interesante y personal. Ok, artistas como Pitch Shifter, Curse Of The Golden Vampire, Cubanate o The Berzerker ya ensayaron en su momento diversas cruzas entre el Metal extremo y géneros electrónicos igualmente extremos como el Drum & Bass y el Gabber. Lo que diferencia a Robot Ronin, que parten de una idea similar, es que aquellos eran grupos con claras raíces en el Metal Industrial y desde esos parámetros era que se acercaban a otras formas de violencia digital. Aquí queda claro que el camino recorrido es inverso y pocos rastros hay de sonidos que pudiéramos llamar industriales. Por otro lado, en su combinación de elementos analógicos y digitales, estos germanos echan mano a ciertos aspectos del Metal que, durante los noventas, no eran muy bien vistos. Así, entre frenéticos beats programados e infinidad de samples y teclados deformes, podemos llegar a encontrar heroicos solos de guitarra y machacantes cabalgatas rifferas que tienen más que ver con el Thrash de los ochentas que con su versión noventosa (ya saben, Pantera, Prong, Sepultura, Machine Head), sin por ello sonar fuera de lugar o forzadas. Desde ya, ayuda el hecho de que las diez canciones (y hablo de canciones, a pesar de todo se mantienen estructuras más bien tradicionales) sean íntegramente instrumentales y de que los instrumentos de carne y hueso (por así llamarlos) sirvan más bien como condimento antes que como guía principal de las mismas. En ese sentido Robot Ronin es más un grupo Electrónico con cierto gusto por el Metal, que uno de Metal con toques electrónicos, bien vale aclararlo. Y eso no hace más que probar, una vez más, que el Metal (al contrario de lo que creen muchos de sus seguidores más acérrimos) no tiene el monopolio de la intensidad ni la brutalidad. Si quieren comprobarlo, no tienen más que visitar www.robotronin.bandcamp.com, donde pueden descargar de forma gratuita este álbum.


-Scott Hull “Audiofilm II” (2010)
Sólo doce minutos le bastan al gran Scott Hull (por si viven debajo de una roca, es el guitarrista de Pig Destroyer y Agoraphobic Nosebleed, y uno de los músicos más destacados del Metal extremo en general de los últimos diez años) para jodernos la cabeza. Lo curioso tal vez sea que esta vez no necesite blast-beats ni riffs ni alaridos para lograr tal cosa. En efecto, “Audiofilm II”, como su título lo indica, es la segunda parte de esta serie de ep’s editados por Curcial Blast, donde nuestro héroe da rienda suelta a la faceta ambiental/cinematográfica que inaugurara en su disco de 2008, “Requiem”. Lo que aquí tenemos es un único tema que, de cierta forma, podría emparentarse con Japanese Torture Comedy Hour, aquel proyecto de puro Noise que Hull liderara en paralelo a sus bandas principales. Ojo, dije que puede emparentarse, no que sea lo mismo. Aquí las cosas son bastante menos abrasivas, aunque también hay lugar para ruidos que generan una histeria al borde de lo insoportable. La cosa de va moviendo entre punzantes chirridos, atmósferas embotadoras, graves resonancias, pulsos fantasmales, crepitantes texturas electrónicas y un clima general de mal viaje lisérgico tan intenso como atrapante. Es notable como el tipo, con elementos bastante simples, logra trasladarnos a vívidos paisajes y envolvernos en una historia imaginaria con un sentido del desarrollo y la dinámica poco común en este tipo de trabajos. Desde ya, si sólo les gusta la faceta grindcorera del tatuado Scott, esto no es para ustedes. Ahora bien, si aprecian la música extrema como un todo sin limitaciones genéricas, he aquí un buen bocado para atragantarse.


-Stephen Brodsky “Here’s to the future” (2010)
Stephen Brodsky es un muchacho inquieto, de eso no hay ninguna duda. Quince años al frente de Cave In (con su guitarra siempre imaginativa y su personal voz que logró sin inconvenientes el pasaje del gruñido Hardcore a las sentidas melodías entre espaciales y Poperas) y siempre se hizo lugar para diversos proyectos paralelos. Así, hemos disfrutado de su presencia en grupos más que recomendables como Kid Kilowatt, Pet Genius, New Idea society y The Octave Museum y, no satisfecho con eso, cada tanto el bueno de Stephen (a veces bajo el nada sutil seudónimo de Stove Bredsky) nos lanzaba por la cabeza algún trabajo solista grabado en la intimidad de su hogar. De eso se trata este “Here’s to the future”, editado en cassette de forma limitada por sus amigotes de Hydrahead Records, hogar discográfico también de Cave In y la mayoría de los proyectos que de allí se desprenden. Nueve canciones construidas sobre gruesos rasgueos acústicos y adornadas con las melodías siempre voladoras que la voz de Brodsky tiene para regalarnos, eso es lo que hallarán aquí. Nueve gemas donde el gancho melódico, el vuelo Psicodélico, la espontaneidad y la elegancia emotiva van de la mano sin problemas y dibujan sentidos paisajes de formas irreales. Por supuesto, el carácter casero de la grabación no significa ningún tipo de deficiencia sonora, si no simplemente una saludable economía de recursos. El líder de Cave In no tiene problemas en incorporar teclados, algún que otro sonido distorsionado, extrañas afinaciones e infinidad de perfectos coros que pondrían verde de envidia al más avanzado aspirante a Beach Boy, todo siempre en función de resaltar las hermosas melodías que dan vida a sus canciones. En cualquier caso, se trata de un trabajo de bajo perfil que no pretende más que deleitarnos, sin necesidad de estridencias innecesarias y con la aplastante sencillez de las buenas canciones.


-Ultra Dolphins “Alien baby” (2010)
¿Puede un grupo de Rock ser al mismo tiempo intrincado, virtuoso y divertido sin tener que caer en la parodia? Este segundo larga duración de Ultra Dolphins (sucesor de “Mar”, que viera la luz en 2006) parece responder que sí a los gritos. Ni siquiera necesitan demasiados artilugios, una guitarra, un bajo, una batería y dos voces (a cargo del bajista y el guitarrista) son suficientes para complicarnos la cabeza con enroscadas composiciones que eluden a toda costa cualquier atisbo de acartonamiento o excesiva sobriedad. Insisto, esto no quiere decir que se trate de un grupo humorístico ni nada que se le parezca, se trata simplemente de una actitud fresca y despreocupada que los mantiene firmes en sus raíces Punks, más allá de la frenética complejidad de las composiciones. Y sí, hablo de Punk y virtuosismo sin que sean ítems excluyentes, a esta altura cualquiera que piense lo contrario es porque necesita urgentes lecciones de historia rockera en general. Estos oriundos de Richmond cargan en sus espaldas con una tradición que va desde Minutemen hasta Hella, pasando por Drive Like Jehu y The Jesus Lizard, y se las arreglan para regurgitar dichas influencias en forma sumamente personal e intensa. Cuentan con un baterista completamente atacado y epiléptico, que reparte golpes a diestra y siniestra con una soltura y un swing apabullantes, y sienta así las inquietas bases sobre las que se construyen sus canciones. El bajo cumple una labor sutil pero aún así imprescindible, haciendo de nexo entre los malabares rítmicos de la batería y las angulares elucubraciones de la guitarra. Y, claro, la guitarra (como era de esperar) es la que se lleva las palmas con un despliegue desenfrenado de riffs disonantes, cascadas de feedback, envolventes rasgueos y arpegios, extrañas progresiones de acordes, deformes punteos, ruiditos varios y arreglos tan certeros como ricos en profundidad musical. Las voces varían entre alaridos rabiosos, agudas declamaciones Post-Hardcore y hasta algún que otro pasaje teñido de melodías casi psicodélicas. Todo entregado con un sabio equilibrio entre cruda urgencia Punk y laberínticas estructuras que desafían todo intento de categorización. Puesto en otras palabras, esto es Rock tan apto para rebotar contra las paredes entre fuertes espasmos como para analizar sesudamente con el monóculo debidamente colocado en el rostro.