30 de noviembre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Bamboo Diet “DSM-VI” (2010)
Un grupo musical que menciona a The Jesus Lizard, King Crimson, Fugazi, Can, Melvins, Meshuggah, Boris y Sonic Youth (entre otros) como influencias puede llegar a sonar pretencioso o demasiado ávido de credibilidad undeground para algunos. Ahora, cuando esas influencias son ciertas y no una mera pose snob y cuando, encima, sirven para construir un producto final que rebosa personalidad e intensidad por los cuatro costados, entonces cualquier tipo de prejuicio u objeción queda agendada para otra ocasión. Bamboo Diet es un trío canadiense que aquí debuta con un álbum plagado de inventiva instrumental, riffs angulares, bases contundentes y frenéticas al mismo tiempo, y una energía sudorosa, visceral y dolorosamente física. En efecto, se pueden rastrear elementos de los nombres antes mencionados. A saber: las voces desencajadas y los climas psicóticos de The Jesus Lizard, los riffs laberínticos del King Crimson más rockero, el equilibrio entre emoción desgarrada e inteligente musicalidad de Fugazi, la impronta hipnótica y la absoluta libertad creativa de Can, la densidad malvada y ruidosa de Melvins, la rítmica seca y matemática de Meshuggah (aunque sacada de su contexto metálico, claro está), las atmósferas voladas y el aire impredecible de Boris y las disonantes exploraciones guitarrísticas de Sonic Youth. Y aún así me estoy quedando corto con la descripción. El grupo maneja un grado de complejidad instrumental y compositiva que no tiene nada que envidiar a los más aplicados nerds Progresivos pero, al mismo tiempo, mantiene en todo momento una crudeza, una urgencia y una espontaneidad de clarísima raíz Punk. Y, aún así, no me conformaría con meterlos en la bolsa del Punk-Progresivo. De hecho, términos como Noise-Rock, Post-Hardcore o Math-Rock tampoco son suficientes a la hora de hacerle justicia a este material, aún cuando algo de todos ellos se pueda percibir aquí. En definitiva, esto es Rock, con huevos e ideas, virtuoso y rabioso, psicodélico y terrenal, ajustado y catártico, retorcido y, aún así, cotidiano. Y todas esas supuestas contradicciones son, precisamente, el corazón en llamas de Bamboo Diet. No se lo pierdan.


-Brad “Best friends?” / Satchel “Heartache and honey” (2010)
Se preguntarán por qué dos reviews juntas de dos discos distintos de dos bandas distintas. La explicación es simple. Brad es el proyecto que Stone Gossard (guitarrista de Pearl Jam, ex Green River y Mother Love Bone) fundó en 1992 para explorar una veta rockera más sosegada y cercana al Funk y al Soul que la de su banda principal. Satchel es el grupo que los restantes miembros de Brad fundaron cuando dicho proyecto tuvo un alto en su actividad. Lo curioso es que, en Satchel, la búsqueda era la de un sonido un tanto más crudo y rockero (y no tan Soul/Funk) que el de Brad. Lo cual no significa Pearl Jam, aunque la ecuación así parezca demostrarlo. En ambos caos la figura principal es la del cantante y tecladista Shawn Smith, un tipo que nunca disimulo su incondicional amor por “ese enano homosexual conocido como Prince”, como diría el gran John Waters. En efecto, y sin desmerecer el mérito del resto de los músicos (que cumplen una tarea más que atendible, en especial en lo que hace a groove, dinámica, arreglos y cuidadas texturas), es la voz de Smith la que brilla inconfundiblemente en ambos grupos, con sus elegantes inflexiones souleras, su virtuosismo siempre controlado, y su emotividad a flor de piel. En ese sentido, “Best friends?” (el trabajo de Brad), presenta, justamente, su costado más emocional, casi melancólico, más allá de algún que otro acercamiento al Hendrix más Funkoso y psicodélico. De hecho, habría que mencionar que fue grabado en 2003, casi inmediatamente después del previo “Welcome to Discovery park” (2002) que los mostraba adentrándose definitivamente en terrenos más intimistas y suaves, por así decirlo. No esperen nada extremo, el material de Brad se mantiene siempre cercano al costado más dulce y reposado del Rock y el Pop de los setentas (la abundancia de coros, guitarras acústicas, arreglos de piano y teclado, los guiños al Blues y el Folk, y las soñadoras líneas vocales de Smith así lo prueban), sólo que esta vez suma un cierto sentido de urgencia que antes apenas se intuía en su propuesta. Por el lado de Satchel y su “Heartache and honey”, la cosa viene claramente más rockera. Las guitarras distorsionadas ganan en prominencia, los ritmos se ponen un tanto más picantes y sólidos y la impronta general es más cruda y desfachatada, con más de una referencia al Neil Young más eléctrico y hasta ciertos pasajes no muy lejanos a lo hecho por Jane’s Addiction a fines de los ochentas. Por supuesto, la melodía sigue siendo un elemento primordial y, como ya dijimos, la voz de Smith no se priva de explayarse con delicadeza sobre los riffs sucios y las bases contundentes. Si no fuera por los ocasionales samples y baladas, bien podríamos decir que “Heartache and honey” rescata la otra parte de los setentas que Brad deja de lado, esa más bien Hard-rockera, más sensual que intimista, más desgarrada que sensible. El hecho de que la tapa de Satchel muestre a un lobo, mientras que la Brad es ilustrada por un entrañable perrito, parece un chiste interno acerca de la diferencia entre ambas bandas. En fin, en ambos casos estamos hablando de Rock tradicional, impecablemente compuesto e interpretado, nunca estridente o agresivo pero indudablemente honesto y capaz de agradar a un público más bien amplio.


-Brobdingnagian “Pretty Magoo cancer” (2010)
Sí, el nombre parece un trabalenguas armenio (en realidad es la tierra de los gigantes de “Los viajes de Gulliver”) y hasta puede provocar algo de risa. Bueno, una vez que los cincuenta y dos minutos de tortura auditiva que componen su segundo disco culminan, la única sonrisa que podrán esbozar es más bien una similar a la de Jack Nicholson en “El resplandor”. Poco se sabe de esta gente, más allá del hecho de que son norteamericanos y están absolutamente del moño. De hecho, nunca termina de quedar en claro del todo si este enfermizo despliegue de feedback, vómitos, ritmos taladrantes, guitarras saturadas, chillidos distorsionados, climas opresivos y ruidos varios es un chiste del más fétido humor negro o no. O tal vez las dos cosas, quién sabe. Lo cierto es que no le viene nada mal un aire de frescura y desparpajo a toda esta corriente reciente de Black Metal/Noise/Industrial en la cual parece enrolarse, al menos en lo que hace a estilo, Brobdingnagian. Sí, dije Black Metal y, en efecto, los alaridos agudos, los riffs malignos, las bases frenéticas, las ocasionales melodías épicas y grotescas al mismo tiempo y las atmósferas de profunda perdición espiritual los ponen en ese terreno. Aunque, por otro lado, el sonido cargado de insistentes capas de ruido, las composiciones totalmente deformes e impredecibles, los asfixiantes crujidos y martilleos mecánicos, los descensos a cavernosos pulsos rítmicos casi marciales y la espesa sensación de mal viaje psicodélico que recorre toda la placa, los ponen en otra categoría. Por momentos me recuerdan a lo hecho por los canadienses Wold, aunque pasado por un filtro delirante y más variado, en especial en el aspecto rítmico. Hasta hay pasajes donde suenan como unos Butthole Surfers noruegos y enojadísimos, con el cerebro achicharrado de ácido en mal estado, grabados en un refugio nuclear y mezclados en una licuadora descompuesta. Ni hace falta aclarar que esto no es material para oídos delicados ni almas extremadamente sensibles. Es muy probable que inclusive gran parte de los amantes del Negro Metal (o del Metal extremo en general) no estén dispuestos a someterse a semejante tormento sónico. Para aquellos que busquen experiencias musicales realmente extremas, sin importar géneros o clasificaciones estériles, éste es un bocado que se les atorará en la garganta con sumo placer sádico.


-Carpathian “Wanderlust” (2010)
Los australianos de Carpathian son un raro ejemplo de ese tipo de bandas que están constantemente al borde de lo trillado o lo burdo y, finalmente, logran salirse con la suya proponiendo alguna que otra idea inesperada y entregándose a lo suyo con una convicción y una intensidad inapelables. “Wanderlust” es sólo un ep con cuatro temas en poco más de once minutos y aún así sirve como muestra de lo dicho. Por momentos, los riffs machacones, los gritos rudos y las bases mosheras invocan en la mente las imágenes más caricaturescas que el Hardcore nos ha legado, los tipos gordos y tatuados, los uniformes reglamentarios (bermudas, gorritas, más tatuajes), los gestos pendencieros y el exceso de testosterona. Por otro lado, el groove ganchero y contagioso, los ocasionales arreglos melódicos, el trabajo de texturas, la precisión instrumental y el clima más bien oscuro e introspectivo que transmiten las canciones los acercan a las propuestas más avanzadas, dentro del género, de grupos como Verse, Defeater o More Than Life. Es decir, Hardcore duro (valga la casi redundancia), potente, agresivo y con claro respeto por las tradiciones pero, al mismo tiempo, emocional, personal y con el suficiente grado de inventiva como para no quedar atrapados en esquemas caducos o faltos de sustancia. Y, claro, a todo eso se suma la energía incontenible y visceral con la que cualquier grupo Hardcore que se precie de tal debería contar. En definitiva, si logran capitalizar todo su potencial y sus mejores momentos en un próximo larga duración, serán capaces de volar más de una peluca.


-Fitful “Concerning deterioration” (2010)
Diez temas en diez minutos. ¿Grindcore? ¿Hardcore? No, Screamo. Del más caótico, furioso, espástico, esquizofrénico, disonante, ruidoso y asfixiante pero Screamo al fin. Con el grado suficiente de refinamiento y vuelo creativo como para destacarse pero sin necesidad de apelar al, a esta altura ya gastado, truco de condimentar su propuesta con extensos pasajes Post-Rockeros. Desde ya, nombres clásicos como Orchid, Pg. 99, Reversal Of Man o Jerome’s Dream sirven como referencia pero les aseguro que estos muchachos no son clones de nadie. Y eso es bastante decir para un álbum debut. Cada canción es absolutamente impredecible, aún en su taquicárdica brevedad, y aún así la placa mantiene un hilo casi conceptual que aporta un necesario marco de coherencia e intensidad. Las guitarras se disparan en infinidad de riffs, arreglos, texturas, melodías y explosiones de pura distorsión, pintando paisajes tan espesos como coloridos, generando visiones de extrema violencia emocional, hermosas y repulsivas al mismo tiempo. La base rítmica sostiene todo ese despliegue incesante de ideas con múltiples e inesperados cortes, quebradas, aceleradas y repliegues, con un manejo enfermizo de la dinámica y una potencia avasallante. La voz pone la cereza con algunos de los alaridos más desgarrados que se escucharon en los últimos tiempos, contrastando con la vasta gama de recursos instrumentales pero, de otra forma, dirigiéndolos directamente a las entrañas. Cada tema es turbulento un microcosmos sónico y emocional plagado de ásperos detalles, donde los sentidos se exponen al rojo vivo y las percepciones se retuercen en brutales espasmos mientras la mente trata, infructuosamente, de aprehender el incesante flujo de música que se dispara como si de imparables corrientes de agua derribando una represa se tratara. Especialmente recomendado para cualquiera que aprecie las emociones fuertes.


-Intronaut “Valley of smoke” (2010)
Siempre es de destacar cuando una banda crece y logra encontrar su propia voz. Intronaut dio sus primeros pasos siguiendo la estela de Neurosis y Mastodon, apenas sumando el toque Progresivo/jazzero que aportaba con su virtuoso bajo Joe Lester. A partir del anterior “Prehistoricisms” (2008), y tras la partida de Leon del Muerte (a quien encontrarán en la review de Murder Construct), los californianos comenzaron a explorar nuevas variantes para su monolítico sonido, profundizando aún más el mencionado costado Progresivo, sin por ello perder contundencia ni densidad. “Valley of smoke” es la victoriosa culminación de ese camino, un disco refinado, plagado de sutilezas, profundamente creativo y, aún así, aplastante como una tonelada de concreto sobre la cabeza e intrincado como la peor pesadilla Kafkiana. Ok, vamos a decirlo sin anestesia: también es su material más accesible y melódico. Las voces abandonaron casi por completo los modismos más extremos y nos regalan etéreas armonías que flotan sobre el intrincado magma de las guitarras y el frenético repiquetear de la batería, las guitarras mismas se permiten jugar con texturas limpias y complejos arreglos de clara cepa Kingcrimsoniana, siempre acompañadas por deliciosas y atinadas líneas de bajo, y hasta las bases escapan a la repetición de dinámicas rítmicas (en este caso hablamos del típico recurso de empezar tranquilos para ir subiendo de a poco la intensidad hasta alcanzar un clímax explosivo y épico) con un sabio manejo del virtuosismo y una inventiva tan desbocada como cerebral. En ese sentido, si bien la impronta de sus referentes primarios todavía es palpable (en especial en los momentos más agresivos, que también los hay), no resulta para nada sorpresiva la colaboración de Justin Chancellor, bajista de Tool. Y no es que ahora se hayan transformado en un clon de la banda liderada por Maynard James Keenan, sino que este elegante renacer melódico los acerca más a ellos y a otros nombres como Voivod, Cynic y, claro, el Mastodon de “Crack the Skye”. O sea, antes que hablar de Sludge o Post-Metal (géneros que, no obstante, aparecen ahora como complementos más que como foco principal) deberíamos hablar de Metal Progresivo hecho y derecho. “Valley of smoke”, en definitiva, prueba que, a veces (y sólo a veces) el virtuosismo desmedido puede dar a luz resultados intensos y conmovedores.


-Jesu “Heart ache & Dethroned” (2010)
Casi como acompañando la movida de crear Pale Sketcher (el proyecto donde se centrará, de ahora en más, el costado más electrónico de Jesu), Justin Broadrick decidió reeditar sus primeros pasos como Jesu. Lo interesante de este combo es que no sólo incluye el ep “Heart ache” (bueno, un ep que dura cuarenta minutos y con el que Justino presentó en sociedad lo que sería su principal actividad post-Godflesh), sino que también nos exhibe, por primera vez, a “Dethroned”, otro ep grabado en 2003 (aunque Broadrick terminó de darle forma este mismo año) y que nunca había visto la luz hasta ahora. Podríamos decir que, si “Heart ache” (con sus dos temas de veinte minutos cada uno y su espeso aire experimental) casi se proponía como un método para ahuyentar oídos y preconceptos facilistas (en especial con respecto al pasado musical inmediato de Justino), “Dethroned” era su con contracara amable, por así llamarla. Si bien son cuatro temas que no bajan de los seis minutos de duración, en ellos encontramos estructuras de canción más bien tradicional, ritmos y riffs bien definidos, cierta pesadez que todavía podía asociarse a Godflesh y, principalmente, esa impronta sensible y melódica que luego se elevaría a alturas insospechadas de desasosegante belleza en discos como “Jesu” y “Conqueror”. Pero lo más importante, como siempre, es que se trata de cuatro canciones sencillamente maravillosas, con ese particular equilibrio entre melancolía, liberación, graves capas de distorsión y líneas vocales capaces de conmover hasta al corazón más endurecido. En fin, a esta altura el estilo de Jesu está claramente definido y, más que sorpresas, lo que cabe esperar es que Broadrick mantenga ese nivel compositivo que siempre lo distinguió. “Heart ache & Dethroned” es una excelente prueba (y, al mismo tiempo, un recordatorio) de por qué este hombre sigue siendo uno de los artistas de Rock más relevantes de las últimas décadas.


-Ministry “Undercover” (2010)
Desde 2007 (con la edición de “The last sucker”, el último disco con material original de Ministry) Al Jourgensen viene anunciando una separación que nunca parece llegar del todo. Tuvimos las giras de despedida, un disco de covers (el flojo “Cover Up”), uno en vivo (“Adios…Putas madres”, acompañado por un DVD registrando dicha gira despedida), un grandes éxitos (“Every day is Halloween: Greatest tricks”), dos de remixes (“The last dubber”, correspondiente a “The last sucker” y “MiXXXes of the Molé”, correspondiente a “Houses of the Molé”) y ahora, como si fuera poco, un nuevo álbum de covers y reversiones de temas viejos propios. Sí, todo suena a exprimir billeteras antes de que la burbuja explote definitivamente pero, a favor del tío Jourgensen, hay que decir que, al menos, este “Undercover” levanta notablemente el nivel en relación a “Cover Up”. Lo que fallaba en aquel no era la elección de temas a versionar sino más bien que las interpretaciones en general carecían de la energía y la magia a la que Ministry nos acostumbró a lo largo de su accidentada carrera. Aquí se redimen y nos entregan una despedida digna, a la altura de la gran banda que siempre fueron. Por el lado de los covers, hay que destacar la potencia inhumana de “Iron man” (Black Sabbath) y “Stranglehold” (Ted Nugent), el denso groove psicodélico de “Purple haze” (Jimi Hendrix, en una versión que no hubiera desentonado en el genial y subestimado “Filth pig”), el desparpajo rockero de “Thunderstruck” (AC/DC), esa especie de clima de bar futurista de “Sharp dressed man” (ZZ Top), el Hardcore cibernético y rabioso de “Rehab” (sí, el de Amy Winehouse) y la ampulosa oscuridad de “Paint it black” (Rolling Stones). Pero lo que realmente entusiasma son las reversiones propias, algunas vueltas a grabar (“N.W.O.”, “Stigmata”, “Every day is Halloween”), otras simplemente remixadas (“Jesus built my hotrod”, “Khyber Pass”), todas exhibiendo la fuerza mecanizada y certera de siempre, y la inventiva desbocada que le da profundidad musical a dicha fuerza. De todas formas, se trata del típico material “sólo para fans”, lo cual no es ni bueno ni malo, es lo que es. Ahora sí, Ministry puede decir adiós con la frente bien alta, como debió hacerlo en primer lugar.


-Murder Construct “Murder construct” (2010)
Luego de idas y venidas de grupos como Impaled, Exhumed, Phobia e Intronaut, el guitarrista Leon Del Muerte (vaya nombre apropiado para tocar Death Metal) decidió abocarso por completo a su proyecto Murder Construct. A tales efectos, convocó a un seleccionado de bestiecitas, entre los que se cuentan miembros de Cattle Decapitation, Fetus Eaters, Bad Acid Trip, Uphill Battle y Bastard Noise, entre otros. Con semejante plantel, podrán imaginarse que este nuevo supergrupo extremo no viene, precisamente, a acariciar nuestros oídos. Tampoco viene a desafiarlos con propuestas renovadoras, simplemente se concentra en darles una contundente paliza a lo largo de los siete temas que conforman este ep debut. El quinteto expone sin tapujos su amor por nombres grandes del Grindcore como Napalm Death, Terrorizer, Brutal Truth y hasta Nasum, y enfoca su ataque entre blast-beats que revientan parlantes, rebajes Hardcorosos, gruñidos y alaridos varios, y guitarras que levantan sólidas paredes de concreto sónico. Claro, también hay lugar para más de una referencia al Death Metal (de hecho, habría que decir que Murder Construct más bien parece concentrarse en los puntos en común entre dicho género y el Grind) y no faltan algunos juegos un tanto más exóticos (riffs disonantes, elaboradas texturas de guitarras, arreglos casi melódicos, cambios de ritmo inesperados, climas opresivos, ocasionales samples y hasta guiños Blackmetaleros) que le aportan al grupo una saludable voluntad de moverse hacia adelante sin por ello perder de vista las raíces, sangrientas raíces. De hecho, a un promedio de dos minutos y medio de duración por tema, queda claro que estos californianos no tienen problemas en explorar a fondo nuevas posibilidades para el Grindcore más brutal. A todo ello sumen una labor excepcional en las guitarras (potencia asesina, precisión quirúrgica, inventiva y virtuosismo puestos al servicio de la más inclemente carnicería auditiva) y un sonido sencillamente perfecto, y lo que dará como resultado es una de las placas más promisorias que el Metal extremo nos haya dejado este año. Esperemos que mantengan el mismo nivel en un larga duración.


-Oceansize “Self preserved while the bodies float up” (2010)
Luego de la delicadeza expuesta en el previo ep acústico (“Home and minor”) que Oceansize editara el año pasado, resulta al menos sorprendente que abran esta nueva placa con un tema tan pesado, oscuro y aplastante como “Part cardiac”, una auténtica oda al Sabbathismo más espeso y siniestro. Pero, claro, cuando se trata de un grupo tan inquieto como Oceansize, cualquier cosa es posible. Con doce años de carrera ininterrumpida, estos británicos siguen desafiando las categorizaciones fáciles y los caminos trillados. Porque, así como pueden sonar pesados y monolíticos (casi emulando a una suerte de Neurosis con una cuota extra de melodía), también pueden desgranar estribillos poperos que pondrían verde de envidia a Dave Grohl y sus Foo Fighters, o enroscarse en sinuosos paseos psicodélicos plagados de detalles y sutilezas que no desentonarían en el más sesudo ámbito Progresivo, o explayarse en evocadores paisajes melodramáticos que harían las delicias del más melancólico de los Post-Rockeros. Y aún así, estoy dejando aristas sin mencionar. Tal vez nombres como Tool o Cave In (a partir de “Jupiter”) sean los referentes que más se les aproximan, en especial en lo que respecta a una particular combinación de Rock pesado (por momentos más metálico, en otros rozando el Grunge), complejidades Progresivas, cuidadísima profundidad melódica, texturas y dinámicas casi épicas (en algún lugar entre el Shoegaze y el Post-Rock), cierto necesario toque de oscuridad y una visión más bien vanguardista y experimental pero siempre anclada al nervio rockero. Así, este cuarto álbum (sin contar ep’s) del quinteto nos presenta sus composiciones más concisas y directas, aún sin abandonar el toque intrincado que es su marca registrada. Al mismo tiempo, se nota un incremento en la pesadez de las guitarras y una disminución en el uso de teclados, ambos hechos que apuntalan lo expuesto anteriormente. De todas formas, siempre hay lugar para el riquísimo arsenal melódico de siempre, para los arreglos elegantes, los climas soñadores, la variedad tímbrica, la reflexiva emotividad y las líneas vocales (juegos corales e inflexiones souleras incluidas) siempre atinadas de Mike Vennart. En fin, para los no iniciados, “Self preserved while the bodies float up” sería casi una carta de presentación ideal, ya que presenta los elementos típicos del grupo con un poder de síntesis y una intensidad inéditas. Para los demás es, sin duda alguna, el mejor trabajo de Oceansize hasta la fecha. Lo cual no es poco.


-Off! “First four ep’s” (2010)
En medio de los preparativos para un nuevo disco de Circle Jerks, el vocalista Keith Morris (también primer cantante de Black Flag) y el productor Dimitri Coats (también guitarrista y cantante de Burning Brides) decidieron usar algunas canciones que habían compuesto juntos en un nuevo proyecto al que bautizaron Off!. Convocaron luego a Steven McDonald (de Redd Kross) como bajista y a Mario Rubalcaba (un tipo con un largo currículum que va del Hardcore de 411 al Noise-Rock de Clikatat Ikatowi, pasando por la psicodelia de Earthless y el Rock Garagero y crudo de Hot Snakes y Rocket From The Crypt) como baterista, dejaron el arte de tapa en manos de Raymond Pettibon (hermano de Greg Ginn, creador del logo de Black Flag e ilustrador también de Minutemen, Saccharine Trust y Sonic Youth, entre otros popes del underground Punk americano de los ochentas) y, como para redondear el concepto, titularon a éste compilado de sus primeros ep’s con una clara referencia al viejo Black Flag. Si con toda esa data no les bastó para hacerse una idea, aquí tienen estas dieciséis bombas de adrenalina desplegadas en poco más de dieciocho minutos de pura dicha Punk/Hardcore. Desde ya, no faltarán las comparaciones con Circle Jerks y el primer Black Flag pero les puedo asegurar que la energía que desprenden estas canciones poco tiene que ver con ningún tipo de nostalgia. Sí, estos señores no le hacen caso a las arrugas que surcan sus rostros y se entregan en cuerpo y alma a una faena sumamente intensa, salvaje, espontánea, vigorizante y refrescante. No necesitan redescubrir la pólvora porque ellos estaban allí en el momento exacto y todavía saben cómo hacerla detonar con el máximo de potencia. Riffs simples y certeros, una base rítmica nerviosa y con una soltura envidiable, y la inconfundible voz de Morris, rasposa, movilizadora, con ese tono entre sardónico y rabioso que hace hervir la sangre sin necesidad de trucos baratos o pantomimas de extremismo sin sustancia. Canciones directas, urgentes y capaces de rejuvenecer hasta al espíritu más alicaído. Sencillamente imprescindible.


-Phobia “Unrelenting” (2010)
Decir que un grupo (o un disco, en este caso) es implacable puede sonar a lugar común, de la misma forma en que la forma más bien ortodoxa de encarar el Grindcore de Phobia puede parecerlo para muchos. El punto es que, con veinte años de carrera sobre sus espaldas, estos californianos son de los tipos que mejor conocen el terreno por dónde se mueven, musicalmente hablando. Con diecisiete temas en menos de quince minutos, “Unrelenting” muestra al cuarteto en plena forma, escupiendo todo su amor por el primer Napalm Death con una potencia avasallante y un sonido al cual el adjetivo violento le queda chico. Implacables, entonces, son estos estallidos de adrenalina que se suceden casi sin pausas e invaden los sentidos con torrentes de rabia descontrolada. Implacables los blast-beats que martillan la mente incansablemente y los ocasionales rebajes Hardcorosos que invitan a cagarse a patadas con lo primero que se nos cruce. Implacable esa guitarra que serrucha constantemente, vomita riffs carniceros (a veces más simples y Punkys, a veces más metálicos y enroscados) y hasta se permite algún que otro mínimo solito. Implacables los gruñidos y alaridos de Shane Mclachlan, interpretados con esa intensidad apabullante que sólo alcanzan aquellos que se sienten obligados por su fuego interno a gritar todas sus frustraciones. De eso se trata este asunto, aquí no hay lugar para sutilezas, sesudas elucubraciones ni mensajes crípticos, esto es puro fuego que arde hasta lastimar, que entra en constante combustión y hace explotar todo a su paso. Esto es Grindcore, sin adulterar, tradicional pero entregado con una urgencia y una convicción que arrasan con cualquier posible objeción.

29 de noviembre de 2010

Asilo, live in Buenos Aires



A falta de fehas de fin de año, tenemos una más.
Según palabras del amigo Sebaxxx:
"Asilo somos manu (vox / noise / loops) - fahsbender125 (bass) - nacho (drums) - sebaxxxtian (bass).
Hacemos lo que nos salio cuando empezamos a zapar en la sala: doom/sludge metal con crust y algo de noise y post punk. Hablamos de todo lo que nos mosquea del mundo, el orden económico, la opresión, la falta de libertad y la autoextincion a la que se aferra la humanidad."

Esto es, algunos ex-Voightkampff y obviamente quien les escribe. Así que sale fecha con los amigos de Taia, Escupen Serpientes y Psiko Trio. El 12/12 desde las 17 hs en la Federación Libertaria Argentina, sita en Brasil 1551, en el barrio de Constitución.

Para +info de la fecha, escribir a estoesasilo (at) gmail.com

23 de noviembre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Anal Cunt “Fuckin’ A” (2010)
El saber popular dicta que “yerba mala nunca muere” y nadie mejor que Seth Putnam para probarlo. A pesar de sus numerosos excesos (que lo llevaron a pasar un mes en coma en 2004, luego de ingerir una combinación de alcohol, crack, heroína y un frasco de pastillas para dormir. Niños, no intenten esto en sus casas), el eterno líder de Anal Cunt le hizo un corte de manga a la parca y se mantuvo en píe (bueno, durante un buen tiempo estuvo en silla de ruedas) para continuar con su infatigable campaña para ofender a todo aquel que se le cruce. “Fuckin’ A” es el primero de dos lanzamientos planeados por el grupo (inicialmente todo el material iría en un solo disco pero luego decidieron dividirlo en dos, el segundo se llamará “The same old shit” y contendrá temas en su tradicional estilo ruidoso) y, ya desde el arte de tapa (una parodia a “Too fast for love” de Mötley Crüe) y el título, deja en claro por dónde vienen los tiros. En efecto, se trata de la versión Anal Cunt del Hard-Rock (o Hair-Rock o Cock-Rock, como prefieran) de los ochentas, con temas como “Whiskey, coke and sluts”, “All I give a fuck about is sex” o “I'm gonna give you AIDS” que dejan poco lugar para la especulación. Sí, se trata de diez canciones rockeras, desvergonzadas, rifferas, gancheras, divertidas pero despojadas de cualquier atisbo de glamour, recubiertas por un sonido sucio y desprolijo (en especial esas guitarras que chorrean distorsión por los cuatro costados), y con el bueno de Putnam chillando como sólo él sabe hacerlo, hasta que la sangre se le acumule en la garganta. De cierta forma, este trabajo puede ser comparable a aquel “Picnic of love” de 1998 (un disco compuesto en su totalidad por baladas románticas), en el sentido de que aquí también la banda centra su sátira en un estilo particular, al tiempo que confronta a sus propios fans, sacándolos del confort del Grindcore/Noise que se espera de ellos. En fin, en última instancia es un álbum de puro Rock And Roll hecho con el desparpajo y el violento sentido del humor que son marca registrada de Putnam y los suyos, ni más ni menos. Ideal para ponerlo con el volumen en once mientras aspirás una raya de merca y un par de putas te chupan la pija.


-Bars Of Gold “Of gold” (2010)
“Terrorhawk” fue una despedida insuperable para Bear Vs. Shark, y una de las piezas más elevadas que el Post-Hardcore nos legó en la última década, de eso no hay ninguna duda. La pregunta en esos casos es ¿qué hubiese pasado si el grupo no se hubiera disuelto? ¿Podrían haber superado semejante obra maestra o era mejor retirarse dejando el listón bien alto? La respuesta siempre es incierta pero, al menos como aliciente, aquí tenemos el debut discográfico de Bars Of Gold, el nuevo grupo liderado por el ex cantante, guitarrista y tecladista de Bear Vs. Shark, Marc Paffi, donde también encontramos a su viejo baterista Brandon Moss. Bueno, en realidad habría que aclarar que este proyecto nace cuando los dementes Noise-Rockers de Wildcatting incorporan a Paffi y Moss a su formación, ganando en el proceso algo de estructura y solidez para sus delirios de improvisación rockera. Y si están pensando en una versión más caótica, deforme e impredecible del último Bear Vs. Shark no están tan alejados. Paffi mantiene su impronta vocal de siempre, logrando sonar frenético, emotivo, visceral y melódico al mismo tiempo. El punto es que las canciones donde ahora despliega toda su energía vienen con una carga extra de efervescencia, sostenidas sobre ritmos taquicárdicos y casi bailables (de una forma más bien espástica, similar al Funk Punkeado y nervioso de leyendas como Minutemen y Fugazi, o inclusive a nombres más cercanos en el tiempo como Q And Not U y The Dismemberment Plan), atravesadas por riffs angulares y arreglos rasposos parados en algún lugar entre el Post-Hardcore, el Indie y el Noise-Rock, y adornadas por una vasta gama de arreglos, texturas e instrumentaciones (banjos, mandolinas, teclados) que les dan un aire colorido y desprejuiciado. Dentro de ese esquema conviven no sólo una exhaustiva entrega física y una inteligentísima elaboración musical, sino también flirteos con géneros diversos como el Jazz, el Folk, el Pop, el Blues, la Psicodelia y otros más difíciles de clasificar. Y lo mejor es que toda esa locura está sintetizada en canciones redondas y tremendamente intensas, donde el gen Punk impide que el vuelo creativo se transforme en aburrida autoindulgencia. De cabeza a los discos del año.


-Black Lung “The soul consumer” (2010)
El caso de Black Lung es, como mínimo, curioso. Lleva dieciséis años de carrera ininterrumpida, diez discos (contando sólo los larga duración de material original) editados de forma independiente que exhiben un nivel de creatividad superlativo y, aún así, parece ser un nombre reservado sólo para un pequeño círculo de conocedores. Desde ya, es entendible que no obtenga ningún suceso masivo (la compleja densidad de su música, el hecho de que ésta sea instrumental y el clima por lo general oscuro y opresivo que exhibe atentan contra ello) pero resulta extraño que ni siquiera reciba el crédito merecido en los mundillos de la Música Electrónica e Industrial. Tal vez tenga que ver el absoluto desdén que David Thrussell (el hombre detrás de todo esto) demuestra por las convenciones y los manuales genéricos, tal vez resulte demasiado asfixiante y abrasivo para aquellos que sólo buscan diversión bailable, tal vez sea demasiado experimental, refinado y poco rockero para el público más extremo o tal vez, simplemente, se trate de que, por vivir en Australia, no cuenta con los contactos adecuados para acceder al siempre amiguista estrellato underground. No importa, todo eso queda en cómodo segundo plano ante el enorme caudal de música contenido en este magnífico “The soul consumer”. Como ya establecimos, se trata de música instrumental basada principalmente en elementos electrónicos (aunque la vasta gama de sonidos utilizados trasciende también ese rótulo), por momentos creando climas de insoportable tensión y paranoia, en otros deshaciéndose en abstracciones sónicas dignas del minimalismo más cerebral, luego tendiendo espesos colchones de crujidos eléctricos que alteran las neuronas y siempre guardando un lugar para subidas de intensidad rítmica que pueden adaptarse a un febril clima discotequero, a misteriosos e hipnóticos paseos noctámbulos o al mismísimo fin del mundo. Es necesario mencionar que Thrussell es un señor obsesionado por las teorías conspirativas, con lo cual esa sensación de incertidumbre, nerviosismo, persecución y laberintos insondables se hace presente a lo largo de toda la placa, apuntalada por una arquitectura sonora sumamente intrincada y plagada de perturbadores detalles que requieren escuchas concentradas para apreciarlos en toda su magnitud. Ni hace falta aclarar que se trata de un viaje difícil, exigente (tanto en el plano intelectual y musical como en el emocional), que envuelve los sentidos y juega con ellos con punzante malicia pero que, al mismo tiempo, estimula la imaginación hasta límites insospechados, proponiendo constantes sorpresas y aventuras musicales. No son cualidades como para andar despreciando.


-Crucified “Coldest winter; darkest reaches of the mind” (2010)
El título del disco no desentonaría en un grupo de Black Metal pero, sin embargo, estamos hablando de Hardcore. Claro, estos californianos absorbieron los discos de Integrity con innegable pasión, por lo que su forma de encarar el género tiene más que ver con visiones apocalípticas, violento nihilismo, machaques casi Slayerosos y una constante nube de oscuridad sobre la raza humana que con cantos a la hermandad o proclamas vegetarianas. Y, la verdad, es que hacen esa reinterpretación con tal convicción, con tal potencia (el sonido que lograron es sencillamente aplastante, en especial para un disco debut) que las discusiones sobre originalidad o positivismo las podemos dejar para otra ocasión. Las guitarras serruchan sin compasión, la base golpea duro y donde más duele, la voz grita toda su desesperación como si la vida le fuera en ello y cada canción es una certera patada en la mandíbula que invita a un desenfrenado mosh entre edificios derruidos y un penetrante aroma a azufre. Y, con once temas en poco más de veintitrés minutos, no hay lugar para aburrimiento, delicadezas ni quejas. Los temas van variando entre aceleradas rabiosas y rebajes como martillazos, permitiéndose algún que otro medio tiempo casi Thrasher y hasta cierto mínimo flirteo con el Doom, pero sin salirse nunca de los esquemas más agresivos y oscuros del Hardcore más metálico de los noventas. En fin, no es material revolucionario y, ciertamente, no le va a cambiar la vida a nadie pero, como excusa para liberar algo de odio cotidiano, es un trabajo irreprochable.


-Hooded Menace “Never cross the dead” (2010)
Al igual que Machetazo, estos finlandeses toman su inspiración lírica de la serie española de films de horror de los setentas conocida como “The blind dead” del director Amando de Ossorio. También, como Machetazo, exponen una indisimulada pasión por el Death Metal de la vieja escuela pero, a diferencia de ellos, lo hacen a paso lento, moribundo y agonizante. Las referencias más claras para describir el material de Hooded Menace son nombres como Winter, Asphyx y Autopsy en sus pasajes más dumbetas y, especialmente, el Cathedral de “Forest of equilibrium”, con lo cual las pautas quedan más que claras de entrada. Las guitarras crean babosas murallas de graves adornadas con punteos alucinógenos, las bases se mueven en una hipnótica cámara lenta y la voz gruñe guturalmente desde cavernosas profundidades. Las composiciones son extensos (la mayoría supera los seis minutos de duración) paseos de horror que llevan las enseñanzas Sabbáthicas a su estadío más putrefacto, arrastrado y grotesco, dejando de lado cualquier atisbo de colorida psicodelia en pos de un aire siniestro y enrarecido. O sea, si buscan originalidad y sonidos renovadores, mejor vayan por otro lado. Esto es ni más ni menos que un suculento plato de nostalgia, servido con sonido levemente actualizado (lo suficiente como para ganar potencia y claridad sin perder naturalidad) y un innegable conocimiento del terreno escogido. En un punto, esto podría verse, simplemente, como un grupo de Doom tradicional (Pentagram, el primer Candlemass) filtrado por un sonido más gordo y trocando las voces melódicas por los habituales gruñidos del Death Metal. O sea, prácticamente el mismo esquema con el que, a principios de los noventas, surgió como subgénero el Doom-Death. En fin, nada nuevo bajo el sol pero se trata de una recreación bien hecha. Los fans del estilo no saldrán defraudados.


-Just Like Vinyl “Just like vinyl” (2010)
Habiendo pasado la mayor parte de la última década al frente de The Fall Of Troy (una de las bandas responsables por la revalorización del Rock Progresivo dentro del underground metálico más extremo), no es de extrañar que, tras la disolución de los mismos, la nueva aventura musical de Thomas Erak todavía retenga bastante de esa impronta intrincada y retorcida. Ojo, no es que se trate de Fall Of Troy Parte 2, de hecho el despojado arte de tapa y que Erak mismo defina a Just Like Vinyl como “explosive guitar wild Rock” ya nos marca alguna diferencia. En primer lugar, aquí tenemos dos guitarras (en The Fall Of Troy sólo estaba el pobre Thomas) lo cual abre enormemente el juego de arreglos, contrapuntos y punteos laberínticos. Por otro lado, si bien la parte Progresiva es prominente, el cuarteto se planta con un sonido natural y espontáneo (casi garagero por momentos) y una energía sumamente física y visceral, logrando transmitir con sudorosa fidelidad la sensación de estar tocando en vivo. A raíz de esto surge otra diferencia, la soltura con que Just Like Vinyl interpreta estas once canciones hace que el resultado final sea un tanto menos metálico y más rockero pero aún así intenso. De todas formas, es imposible no notar los puntos de contacto con el pasado. Las composiciones manejan estructuras complejas e impredecibles, la base rítmica se enrosca en angulares elucubraciones conjugando con maestría elegancia y nerviosismo (hasta hay lugar para una serie de mini-solos de batería en, justamente, “D.R.U.M.S.”), las guitarras dibujan riffs inverosímiles y variados (oscuros, pesados, románticos, psicodélicos, refinados, ruidosos, ustedes pidan y ahí lo tienen), hay lugar tanto para melodías dulces como para punzantes disonancias y estallidos gritones, y la voz de Erak conserva ese particular tono, mezcla de Geddy Lee (Rush) y Daryl Palumbo (Glassjaw), y siempre emotivo. Así, lo más interesante de este debut se encuentra en sus dicotomías: la capacidad de sonar complicados y Progresivos y, al mismo tiempo, directos y potentes, la habilidad para rescatar elementos de otras épocas rockeras (en especial de los setentas) y adaptarlas a un sonido cien por ciento actual, las ansías de experimentación y el respeto por las canciones y las melodías gancheras. Un disco que pueden disfrutar tanto el abuelo progreta, como el tío noventista fanático de Faith No More o el atribulado sobrino Emo de la familia.


-Miles Away “Endless roads” (2010)
Miles Away es uno más de tantos ejemplos de que el Hardcore puede evolucionar y renovarse sin por ello dejar de lado sus fundamentos tradicionales. Estos australianos también son un modelo de evolución dentro de un género que no siempre es amigo de tales cosas. Sus primeros trabajos los encontraban con una interpretación del Hardcore potente pero no demasiado personal pero, con el anterior “Rewind, repeat…” (2007), el quinteto incorporó importantes cuotas de melodía e ideas menos ortodoxas, dejando un auspicioso sabor de boca. “Endless roads” (cuarto larga duración del grupo) es ni más ni menos que la culminación triunfante de ese camino. El sonido actual de Miles Away bien puede ser comparable con el de otros adalides modernos como Defeater, More Than Life, Dead Swans o Reconcile, es decir una combinación de la furia intrínseca del Hardcore de la vieja escuela con arreglos melódicos tremendamente emotivos, variantes rítmicas y un trabajo de guitarras que trasciende los tres o cuatro acordes de siempre para adentrarse en armonías y texturas de una profundidad inédita. Claro, es innegable que, en ese terreno, se respire cierto aire a todo aquello que lleva el prefijo Post pero el truco consiste en adaptar esa sensibilidad melódica y esos rebusques más elaborados a la pasión y el empuje visceral del viejo y querido Hardcore de siempre. El resultado final logra un excelente equilibrio entre introspección, rabia (la voz de Nick Horsnell se encarga de que el nivel de adrenalina no decaiga nunca), inventiva (insisto con esas guitarras) y urgencia, transmitiendo una emotividad desgarrada e intensa, que se desangra con cada riff y no sabe de poses artificiales. Ni siquiera importa si les gusta o no el Hardcore, si aprecian la música hecha con honestidad, creatividad y pasión, deberían, como mínimo, darle una oportunidad.


-Nekrasov “Extinction” (2010)
Extinción. Cómo a veces una sola palabra puede resumir de forma tan certera el contenido de un disco es algo que nunca deja de maravillarme. Ok, no es que se trate de un concepto demasiado original, en especial si hablamos de Black Metal pero, de todas formas, lo de Nekrasov tampoco es material trillado o falto de personalidad. Siendo éste un proyecto unipersonal craneado por Bob Nekrasov (ex guitarrista de los Sludge/Drone Whitehorse) no es de extrañar que su forma de encarar el género le escape a la ortodoxia y al lugar común. Básicamente, la propuesta de Nekrasov está más bien cercana a nombres como Thralldom, Wrath Of The Weak, Gnaw Their Tongues o Wold, conjugando la rabia, el nihilismo y la maligna oscuridad del Black Metal con espesas capas de puro ruido, chirridos Industriales, taladrantes bases programadas y hasta cavernosas ambientaciones de claro sabor Drone. Lo interesante es que, a pesar de la experimentación, en “Extinction” sigue habiendo lugar para furibundos ataques sónicos, donde los samples y texturas varias sirven como complemento para los riffs vertiginosos, los ritmos frenéticos y los alaridos desgarrados. Por lo general el disco va enmarcando las composiciones más agresivas y convencionales (bueno, es una manera de decir) entre extensos recorridos del más macabro Ambient/Drone/Noise/Industrial lo cual, por un lado, le da algún respiro a los oídos pero, al mismo tiempo, acrecienta la envolvente sensación de desolación y horror que se respira a lo largo de toda la placa. Y aquí vuelvo a la idea del principio acerca del título. El vaivén entre temas coléricos y acelerados y su contraparte ambiental recrea, en los primeros, el momento exacto en que las ciudades son engullidas por llamas infernales y legiones de demonios dejan caer bombas y ríos de napalm sobre la humanidad y, en los segundos, el desértico paisaje post-apocalíptico que sobreviene luego de tales acontecimientos. Vamos, el tipo de imágenes que cualquier Blackmetalero de ley debería saber apreciar a la hora de escuchar un disco. Así que, amantes del Black, el ruido y misántropos en general, a por él.


-None More Black “Icons” (2010)
Se separaron en enero de 2007 y en julio del año siguiente ya anunciaban una reunión definitiva y la preparación de nuevo material de estudio. Y, a juzgar por lo expuesto en “Icons”, es una suerte que las cosas se hayan dado así. Demasiadas ideas y buenas canciones hubieran quedado en el tintero de otra forma. Para los desprevenidos, None More Black es la banda que el cantante y guitarrista Jason Shevchuk formó luego de la disolución de los legendarios Kid Dynamite (uno de los pilares del Hardcore/Punk de los noventas) y de un período de introspección y estudio universitario. Si todavía siguen perdidos y piensan que esto es una repetición de los veloces himnos de Kid Dynamite bien vale la aclaración de que, ya desde sus inicios, None More Black planteaba una baja de velocidad y una incursión definitiva en terrenos más relajados, melódicos y desprejuiciados. En ese sentido, “Icons” no hace más que confirmar al cuarteto como una propuesta extremadamente personal dentro del Punk de los últimos años. La voz de Shevchuk conserva cierta rasposidad de antaño pero ha ganado en gancho melódico y madura emotividad, las guitarras escapan a los esquemas habituales y se disparan en diversas direcciones (desde rabiosos riffs angulares a la Black Flag hasta progresiones de acordes que rozan el Folk) sin perder nunca de vista la urgencia y la intensidad, la base rítmica mantiene un nivel de energía constante pero con el swing suficiente como para obligar a mover la patita, y las canciones mismas eluden los rótulos facilistas de forma tan natural y espontánea que da gusto, sin necesidad de forzar excentricidades artificiales o poses acartonadas y simplemente concentrándose en su poderío emocional. Y, si el anterior “This is satire” (2006) brillaba por su gancho melódico, aquí el cuarteto gana en variantes sin por ello resignar esa capacidad casi artesanal para construir estribillos irresistibles. Si siguen por este camino, es de esperar que esta reunión dure por un buen tiempo.


-Sailors With Wax Wings “Sailors with wax wings” (2010)
¿Quieren un supergrupo multitudinario de Metal moderno, experimental y ambiental? A ver qué les parece esto: Ted Parsons (Swans, Prong, Godflesh y Jesu, entre otros), Aidan Baker (Nadja), R. Loren (Pyramids, Mamiffer), Colin Marston (Dysrhythmia, Krallice, Behold…The Arctopus, Byla, Infidel? / Castro!, entre otros), Dominick Fernow (Prurient, Ash Pool), Aaron Stainthorpe (My Dying Bride), Jonas Renkse (Katatonia), Hildur Gudnadottir (Múm, Throbbing Gristle), Vern Rumsey (Unwound), Simon Scott (Slowdive) y un par de ignotos más conforman este conglomerado algo excesivo, conocido como Sailors With Wax Wings. Con semejante seleccionado de luminarias, y teniendo en cuenta sus pergaminos, lo primero que uno imagina es una especie de Doom/Ambient/Drone/Shoegaze/Post-Metal espeso, recargado de infinitas texturas y capas sonoras, de aire entre melancólico, psicodélico y soñador, plagado de extensos pasajes ambientales, montado sobre bases aletargadas e hipnóticas, adornado con graves atronadores, dramáticos punteos empapados de delay y melodías etéreas que flotan sobre ese océano de distorsión. Bueno, eso es lo que encontrarán en estos ocho extensos temas que conforman este álbum debut. A esta altura no se puede decir que sea algo demasiado innovador o fresco pero, al menos, queda claro que se trata de un trabajo hecho a conciencia, con una cuidadísima atención al detalle y una innegable profundidad musical. Ok, por momentos suena como una versión más refinada y orgánica de Nadja, en otros como una cruza entre el Jesu más épico y el Katatonia más frágil, y en más de una ocasión remite a un modelo de Shoegaze/Post-Rock que ya hemos escuchado casi hasta el hartazgo en los últimos años. Hasta asoma algo de esa suerte de Post-Black a la Krallice o Pyramids pero con el eje siempre puesto en la melodía. Como dije antes, lo que pueda faltar en originalidad está suplido por una elaboradísima musicalidad, por un afilado instinto melódico y dinámico, y por una producción ampulosa que logra recrear auténticas murallas de sonido sin fisuras, monolíticas pinturas donde diversos trazos armónicos y tímbricos se entrecruzan describiendo imágenes siempre sobrecogedoras y emotivas. En definitiva, para los que todavía no se aburrieron de tanto Post-Lo-Que-Sea esto es material obligatorio y extremadamente disfrutable. Para el resto, sigue siendo una buena opción para relajar el cuerpo y dejar que la mente y el espíritu vuelen sobre cascadas sónicas.


-Shipping News “One less heartless to fear” (2010)
Cinco años después de su última entrega discográfica (el sublime “Flies the fields”), esta especie de supergrupo del Math-Rock de Chicago (cuentan con gente que pasó por Slint, Rodan, The For Carnation, June Of 44 y demás luminarias del género) vuelve al ruedo con un disco grabado en vivo que contiene siete temas nuevos y dos reversiones de viejas canciones. Hasta ahí todo marcha por los carriles de cierta normalidad, lo que resulta absolutamente inesperado es el abrupto cambio estilístico del cuarteto. Donde antes predominaban las composiciones con largos desarrollos y juegos dinámicos, y una cierta introspección atravesada por estallidos de distorsión angular, ahora manda un Noise-Rock muscular, agresivo y con claras referencias a Shellac. Y esto último es un eufemismo, Shipping News suena aquí prácticamente igual a Shellac. Las guitarras raspan con riffs espaciados y arreglos disonantes, el bajo gruñe líneas amenazantes pero siempre controladas, la batería marca esa especie de groove irregular que genera una fuerte sensación de mareo y la voz suena absolutamente idéntica a la de Steve Albini (bueno, en algún momento se asemeja más a la de Mark E. Smith, de The Fall, pero tampoco es que sea tan diferente), con esa tradicional mezcla de rabia, tensión, amargura y asco. Desde ya, todavía hay lugar para las complejidades instrumentales y ciertos climas de antaño (en especial, teniendo en cuenta que aquí hay dos guitarras, lo cual deja más espacio para jugar con contrapuntos y texturas. Aunque todo esto se hace más presente en las composiciones viejas, claro) pero hasta en los pasajes más reposados suenan más cercanos al Shellac más sosegado que al Math-Rock oscuro de sus placas previas. Y en un tema como “The delicate” el mimetismo es tal que da escalofríos. Por supuesto, aquí habría que discutir si hacen bien en dejar de lado su sonido distintivo en pos de emular a un héroe de la adolescencia pero la frescura, la espontaneidad y la solidez exhibidas en estas nueve canciones barren con cualquier tipo de queja. En última instancia, con el tiempo que Shellac se suele tomar entre disco y disco (siete años fue el último período), este “One less heartless to fear” sirve como perfecto aliciente para la espera.


-Vile Intent “Shadow of the skull” (2010)
Punzantes acoples seguidos por tres acordes tocados a velocidad zombie (de los zombies viejos, no los merqueados post-28 days later) nos dan la bienvenida. Luego todo estalla en un torbellino de velocidad y riffs borroneados, sólo para replegarse, segundos después, en otra hipnótica y asfixiante letanía. En el medio, una voz grita descontrolada, como si tratara de seguir el caos rítmico de sus compañeros en medio de un ataque de epilepsia. Ok, esto es Powerviolence. Casi de manual les diría. Los temas son breves, caóticos, urgentes, varían constantemente entre blast-beats frenéticos y rebajes del más espeso Sludge, suenan crudos y mugrientos, y transmiten esa clara sensación de ser interpretados en un sótano polvoriento con el foco puesto en la intensidad antes que en el preciosismo o la claridad. Puede resultar monótono y ya escuchado, claro, pero si nos preocupamos por esas cosas es porque estamos perdiendo el punto. Y, en definitiva, con sólo once minutos de explosiones de ruido, no queda lugar para el aburrimiento ni para reflexiones demasiado profundas. Por otro lado, estos canadienses ofrecen su material (este ep y el demo de 2008) para descargar de forma gratuita en su website (vileintent.likeweeds.org), con lo cual ni siquiera tienen que gastar plata para disfrutar de esta auténtica descarga de adrenalina. Por ahora, la cosa funciona sin problemas, en el futuro es de esperar que se animen a condimentar su amor por los popes del género con alguna que otra idea propia.

18 de noviembre de 2010

17 de noviembre de 2010

Festival Osito Cariñoso





En las propias palabras del sr. Leo Aguilera:

"No sabemos muy bien de donde viene esa asociación constante entre el rock, metal y aledaños con las calaveras, la muerte y todo tipo de osamentas. Siendo que la muerte es una cosa natural, tambien podria por analogía asociarse al rock con nacimientos, panzas de embarazadas, fetos, bebes y pañales. Pero no.

No nos parece aterrador ni el principio, ni el final, no nos espantan los nacimientos, ni la muerte, ni las calaveras, ni los bebes...
... lo que nos aterra de verdad es ...





... un osito cariñoso!"

Fijate que no te toquen estos ositos cariñosos:




De todas formas para no perturbar al lector y hacer que cuestione su sexualidad (al menos a mi se me llenó el culo de preguntas), mejor usemos este flyer y ya:




15 de noviembre de 2010

Rhetoric Disguise - Wasted Pop in the Face of Adversity





Volviendo a sus raíces industriales (de donde salió Rhetoric Disguise originariamente), Fernando nos trae este Wasted Pop in the Face of Adversity. Esta vez las clásicas influencias de siempre (Ministry, Big Black, Killing Joke, Foetus, etc) conviven musicalmente con la energía del hardcore (Black Flag, Minor Threat, Refused, Converge), creando un engendro a la vez mecánico y espástico, como un cyborg sudado gritando en calzoncillos los chirridos de sus articulaciones oxidadas. A no perdérselo.



Download Wasted Pop in the Face of Adversity by Rhetoric Disguise here
Descargá Wasted Pop in the Face of Adversity de Rhetoric Disguise aquí

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Atheist “Jupiter” (2010)
No creo exagerar si digo que este “Jupiter” era el disco más esperado dentro del Metal extremo en general de los últimos años. Y no es para menos si tenemos en cuenta que se trata del regreso, luego de diecisiete años de silencio discográfico (sin contar reediciones, discos en vivo y esas cosas), de la banda que, con sólo tres discos, prácticamente definió la idea de Death técnico para varias generaciones. A esto, súmenle el hecho de que “Jupiter” cierra el triángulo que empezaron a conformar las vueltas de Cynic y Pestilence, y las expectativas seguramente estén descontroladas y por el techo, al igual que el temor a que el cuarteto no esté a la altura de las circunstancias. Bien, si Cynic decidió desligarse del extremismo en pos de un sonido netamente Progresivo y Pestilence se recubrió de una capa extra de agresión, Atheist prefirió mantenerse cerca de su propio legado, entregando un trabajo que bien podría haber sido el puente entre la inabarcable complejidad de “Unquestionable presence” y los intentos de composición más tradicional de “Elements”, pero con una calidad sonora que ninguno de ellos tuvo en su momento. En ese sentido no hay reproches porque, si bien queda claro que Kelly Shaefer y los suyos no están explorando nuevos terrenos, también es innegable que en lo suyo son insuperables y que, de todas formas, cuentan con un vasto arsenal de ideas como para seguir componiendo material relevante y excitante. Las canciones manejan arquitecturas intrincadísimas, plagadas de idas y venidas, vueltas enroscadas y un sinfín de detalles que estimulan la imaginación hasta límites insospechados pero, al mismo tiempo, retienen un cierto sentido del gancho y la melodía que las separa del mero pastiche de riffs y golpes sin sentido. Y, si hablamos de interpretaciones destacadas, no queda otra más que remarcar el increíble trabajo de las guitarras (cada riff, cada arreglo, cada contrapunto, cada solo es un manjar para todos los nerds musicales del mundo) y el apabullante despliegue de técnica, potencia, inventiva y swing de Steve Flynn tras los parches que hacen que no nos preocupemos demasiado por el hecho de que el bajo haya perdido el rol prominente que ocupaba antaño. En fin, con discos de estas características es más que lógico que haya opiniones diversas y encontradas. En lo personal, creo que “Jupiter” es un trabajo sumamente sólido y capaz de competir sin problemas con los discos clásicos de Atheist, aún teniendo en cuenta que el impacto inicial de aquellas obras es irrepetible. Pero, como siempre, lo mejor sería que lo comprueben por su propia cuenta antes que hacerme caso a mí.


-Crime In Stereo “I was trying to describe you to someone” (2010)
Es raro analizar un disco nuevo (bueno, fue editado en febrero pero entienden a lo que me refiero, ¿no?) de un grupo que ya no existe como tal. Más si se trata de una banda como Crime In Stereo, siempre ávida de explorar nuevos caminos y variantes, siempre cambiante de disco a disco. Como testamento, “I was trying to describe you to someone” es una clara muestra de la evolución del quinteto desde el Hardcore melódico y acelerado de sus inicios hasta esa suerte de Post-Hardcore rockero, melódico, contundente y elaborado expuesto en el previo “Crime In Stereo is dead”. Ese trayecto se profundiza aún más en esta placa final, con composiciones que muestran un vasto rango dinámico y melódico, yendo de calmos pasajes introspectivos a desgarradas explosiones de emotividad distorsionada, con una cuidadísima labor en las guitarras (siempre potentes pero, al mismo tiempo, provistas de una imaginación sin límites), una base rítmica sólida y versátil, y un despliegue melódico que encuentra un equilibrio casi perfecto entre delicada sensibilidad, emoción cruda y urgente, y grandilocuencia épica. En efecto, en más de un momento la elegante interacción de las guitarras, los arpegios y punteos y las dramáticas subidas de intensidad tienen un cierto sabor a Post-Rock, aunque siempre filtrado por la energía claramente Hardcore/Punk del grupo. Pero si algo que queda definitivamente claro aquí, es que Crime In Stereo es una banda con marcada personalidad propia, capaz de moverse entre géneros e influencias dispares pero manteniendo a rajatabla un afilado sentido de coherencia y homogeneidad. En ocasiones el tono heroico de ciertos estribillos y la furibunda desfachatez de algunos riffs puede remitir a una suerte de Refused (del último Refused, bien vale aclarar) endulzado, en otras oportunidades se cuela un claro aire Grunge de absoluto despojo y rabia desgañitada, y hasta hay melodías por las cuales cualquier grupito Emo/Pop pedorro daría un brazo y otras que se sentirían más a gusto en un ambiente de adusta melancolía rural. Insisto, dicha enumeración (y estoy dejando afuera aristas más sutiles, como el ocasional empleo de samples) puede sonar a pastiche infame pero la magia de estos neoyorquinos consiste (más bien consistía) en adaptar todas esas variantes a su propia identidad musical, con una intensidad que no permite dejar cabos sueltos. Es una pena que ya no estén entre nosotros pero con semejante despedida no hay de qué quejarse.


-Deathspell Omega “Paracletus” (2010)
Luego de un disco dedicado a dios (“Si Monumentum Requires, Circumspice”, 2004), uno al diablo (“Fas - Ite, Maledicti, in Ignem Aeternum”, 2007) y varios ep’s en el medio, aquí llega finalmente la última parte de la trilogía propuesta por estos enigmáticos franceses desde que decidieron plantarse como una de las propuestas más originales e imaginativas ya no sólo del Black sino del Metal extremo en su totalidad. “Paracletus” es, entonces, el trabajo que se centra en el hombre y, como tal, no es de extrañar que sea el que presenta el sonido más crudo y directo de los tres. Lo cual no significa, de ninguna manera, que Deathspell Omega haya retrocedido a la impronta primitiva de sus primeras entregas, sino que aquí las composiciones están centradas principalmente en la básica formación rockera de guitarra, bajo, batería y voz, sin aquellos aditamentos (coros gregorianos, samples, pasajes ambientales) que asomaran en las dos primeras partes de la trilogía. Dejando de lado ese pequeño detalle, no hay nada aquí que nos haga temer por la salud creativa del grupo. Desde el primer momento la música nos envuelve en un viaje tan sórdido como onírico, sobrecargando los sentidos de estímulos que lastiman al tiempo que se hacen adictivos, dibujando visiones de oscuridad surrealista con una intensidad que genera cortocircuitos en la mente. Las desbocadas riendas son manejadas por las guitarras, desplegando un universo propio de riffs laberínticos, arreglos disonantes, envolventes texturas, melodías sobrecogedoras y terroríficos arpegios que, en cuanto a complejidad y elaboración, bien podrían arrimarse a géneros como el Mathcore, el Death técnico e inclusive el Rock Progresivo, aunque nunca pierden el sabor ominoso, grotesco y majestuoso que corresponde a sus raíces Blackmetaleras. Por supuesto, también ayuda que tanto la base rítmica como la parte vocal sepan acompañar tal nivel de inventiva con potencia y un saludable sentido de la versatilidad que ayuda a mantener un desarrollo siempre fluido a lo largo de la placa. Desde ya, esto es material difícil, cada tema está ligado al siguiente casi como si se tratara de movimientos de una gran sinfonía de enfermedad, las composiciones manejan arquitecturas de una densidad agobiante y predomina una sensación palpable de nihilismo psicótico, enfermizo, desesperado y violento, una que, antes que evocar fantasías épicas o pseudo-satánicas, nos confronta con las más desagradables elucubraciones espirituales que esconde el alma humana. Deathspell Omega no ha venido al mundo para complacer ni para alegrarle el día a nadie, ha venido para plantar negras larvas de duda en nuestras mentes y espíritus, para exponer ante nuestros temerosos ojos la inabarcable belleza de lo horrible.


-Electric Wizard “Black masses” (2010)
Bueno, acá no hay mucho para analizar, es un disco Nuevo de Electric Wizard y eso ya debería bastar para que cualquier dumbeta de ley derrame hectolitros de baba mientras el resto asiste indiferente al espectáculo. A esta altura Jus Oborn y sus muchachos (bueno, y una muchacha, la ex 13 y Sourvein, Liz Buckingham) no tienen nada que demostrarle a nadie y cada tanto editan un álbum como para confirmar por qué son una banda indispensable al hablar de Doom en general. No esperen sorpresas ni vuelcos inesperados, “Black masses” es puro Electric Wizard, con sus riffs gordos y arrastrados, sus ritmos monolíticos y aletargados, la voz eternamente agónica y alucinada de Oborn (la similitud con un tal Ozzy no se reduce sólo a un par de letras de diferencia en el apellido), los climas de espesa psicodelia demoníaca, los punteos malignos, los ocasionales flirteos Melvinescos con el feedback y el Noise, y toda esa caricaturesca oscuridad heredada del primer Black Sabbath que prácticamente define la idea básica de Doom. Los temas son extensos (de los seis a los diez minutos de duración) pero en vez de aburridos resultan más bien hipnóticos y envolventes, lo cual no es punto menor. Hilando fino, tal vez se perciba en esta séptima placa de los británicos un incremento de su costado psicodélico/alucinógeno, una constante sensación de mareo que, por momentos, los acerca a lo hecho por los italianos Ufomammut. Sólo que aquí las visiones no se elevan hasta el espacio sideral sino que dibujan rituales de diabólico erotismo ocultos bajo espesas nubes de humo. Sí, hay algo sensual en este groove en cámara lenta, una sensación orgiástica e intoxicante que invade los sentidos y estimula la libido a través de gruesas capas de distorsión. Lo cual, a mi entender, es mucho más interesante que la pose forzada de malvados o satánicos de postal. En fin, no quisiera sonar demasiado prosaico pero “Black masses” cae perfectamente en la bolsa de “discos ideales para garchar”. Y eso sólo ya debería ser motivo suficiente para que le den una oportunidad.


-Everything Went Black “Altars & arsonists” (2010)
Si un grupo toma su nombre del título de un disco de Black Flag (aún cuando sea un compilado de material viejo), es de esperar que, al menos, retenga algo de esa legendaria y furibunda intensidad que caracterizó a los liderados por Greg Ginn. Bien, en ese punto, estos jóvenes oriundos de Missouri pasan el test con sólo cuatro temas en poco más de diez minutos, entregados con una fiereza envidiable y contagiosa. Pero lo interesante, al margen de esto, es que también aprendieron la sabia lección de que el Hardcore puede ser mucho más que un tupá-tupá, tres acordes y un par de poses ensayadas, y que el Metal (despojado de sus vicios más pomposos e infantiloides) puede ser un buen aliado en dicha campaña. Este segundo ep de Everything Went Black (el anterior, “Pathogens” puede descargarse gratuitamente en la página del grupo, www.everythingwentblackstl.blogspot.com) abre el fuego con “Digital wilderness” y, entre riffs monolíticos, aceleradas casi Thrashers, cambios de ritmo, ocasionales disonancias y contrapuntos, atmósferas ominosas y un despliegue vocal que hace hervir la sangre, deja en claro que estamos en presencia de material personal y con una energía avasallante. Le sigue “The mountain of man”, donde hace su aparición el costado Crust del grupo, con un sonido gordo y carnoso que puede remitir al primer Coliseum (de hecho, Ryan Patterson, líder de dicho grupo, es el encargado del arte de tapa), y con más frenadas, rebajes y guitarras cargadas de maldad. “The coming of age” expone variantes rítmicas más sueltas y Punkys, al tiempo que las guitarras se animan con melodías de tinte emotivo pero reteniendo la oscuridad, casi como si Neurosis versionara algún tema del “Damaged” de Black Flag e invitara a los muchachos de Unbroken a participar en la faena. Y les aseguro que el tema está a la altura de la descripción. La placa cierra con “Oleander”, donde las guitarras ensayan un entramado de punteos y riffs casi épicos, entre ritmos sincopados pero cadenciosos y más de esos gritos que transmiten rabia y frustración con una potencia superlativa. En fin, por ahora es lo que hay y deja con ganas de más, lo cual es bueno. Esperemos que el larga duración debut (anunciado tentativamente para fines de este año) logre mantener, y acrecentar, este nivel.


-Gin Blossoms “No chocolate cake” (2010)
No hace falta ser muy observador para notar que los noventas están de vuelta entre nosotros. Y esto abarca todos los espectros, desde el undeground más recalcitrante (donde los revivals de géneros como el Noise-Rock y el Death Metal de la vieja escuela se han vuelto moneda corriente) hasta el mainstream más lustroso (con los regresos de nombres exitosos como Soundgarden, Rage Against The Machine o Alice In Chains, entre otros). Gin Blossoms está en un lugar extraño y, de cierta forma, su derrotero puede ser comparado con el de Soul Asylum, en el sentido de que ambas bandas tenían claras raíces en la escena Punk independiente americana de mediados de los ochentas pero, debido al suceso comercial y los hits de Mtv, quedaron catalogados (por puro prejuicio) como material de descarte(o One Hit Wonders) junto a las olvidables propuestas de gente como Spin Doctors o Hootie And The Blowfish. También como Soul Asylum, estos oriundos de Arizona fueron trocando, con el paso de los años, sus claras influencias de The Replacements por una suerte de Pop/Rock emotivo, guitarrero y con cierto tinte Folk. Y bien vale aclarar que, si bien se disolvieron en 1997, su regreso se dio en 2002, bastante antes de que todo este rescate noventoso comenzara a ocurrir. Pero, en última instancia, nada de eso es importante ante una colección de canciones tan redondas como las que presenta este “No chocolate cake”. Aquí no hay excesos, poses forzadas ni histrionismos innecesarios. No hay necesidad de experimentos sonoros ni rebuscados golpes de efecto. Tres o cuatro acordes bien colocados, una base rítmica ubicada y con un sentido del swing extremadamente contagioso, arreglos elegantes y sentidos, y unas melodías vocales capaces de ablandar hasta al corazón más endurecido. Y si eso les parece demasiado simple o falto de peso, intenten ustedes componer canciones tan memorables, emotivas y personales sin caer en sosos lugares comunes. Esta gente ya tiene unos cuantos años encima y han alcanzado un manejo sublime de la artesanía cancionística, logrando transmitir profundas emociones sin artificios, sin más argumento que la belleza dolorosa de sus melodías. Y sí, en todo momento se hace presente ese espíritu melancólico característico de la década de las camisas a cuadros pero, en definitiva, se trata de una tradición de Rock americano que va desde Big Star y Tom Petty hasta R.E.M. y Bob Mould y que trasciende las eras y los rótulos rockeros. Buenas canciones, sin ellas todo lo demás es superfluo.


-Ladder Devils “Forget english” (2010)
A pesar de su corta existencia (2002-2007), The Minor Times se las arregló a fuerza de intensidad y buenas ideas para dejar su marca personal en el campo del Mathcore post-Botch, por así llamarlo. Sus tres entregas discográficas (un ep y dos larga duración) exhiben, aún hoy en día, un nivel de inventiva comparable al de los mencionados creadores de “We are the romans”, lo cual no es poco. De las cenizas de The Minor Times surge Ladder Devils y aquí presentan este ep debut de cinco temas que puede ser descargado de forma gratuita en la página web del grupo, www.ladderdevils.com. El groove trabado y los riffs disonantes de “Get ok” nos dan la bienvenida y, a medida que el tema avanza entre voces declamativas de aire Post-Hardcore, se van sumando diversos arreglos de guitarra (algunos melódicos, otros más ruidosos) que dejan en claro que, si bien esta es otra banda, la imaginación y la energía permanecen intactas. Los riffs serpenteantes y entrecortados de “Divorce drugs” (el tema siguiente) y sus punteos casi espaciales no hacen más que confirmar esa primera impresión. Habría que decir, entonces, que Ladder Devils queda parado más cerca del Post-Hardcore y el Noise-Rock que del Mathcore. O sea, menos frenetismo e histeria, más aire en las composiciones pero la misma impronta de muchachos nerds haciendo música enojada. Las voces son obviamente menos extremas pero retienen la crudeza y la intensidad necesarias, las guitarras no necesitan apilar tantas notas para lograr su objetivo pero aún así no se privan de lanzar disonancias varias y, al mismo tiempo, se despachan con texturas y arreglos que brillan por su imaginación, la base rítmica baja las revoluciones a efectos de lograr una contundencia que se siente en los huesos y provoca cadenciosos espasmos. Buscando una referencia fácil, podríamos decir que se trata de algo así como un Shellac (en especial la parte rítmica) enfurecido filtrado a través de guitarras paradas en algún lugar entre Fugazi y Cave In. Yo no sé a ustedes pero a mí semejantes referencias me provocan una erección inmediata y unas ansias irrefrenables por escuchar un álbum entero de esta gente. Por ahora, “Forget english” es un entremés sumamente delicioso.


-Master “The human machine” (2010)
Bueno, esto no debería ser muy difícil de explicar, al fin de cuentas se trata de un disco nuevo de una banda que tendría que ser legendaria para cualquier metalero que se precie de tal. Digamos que si aprecian el Thrash en su estado más violento y corrosivo (Slayer, Possessed, Celtic Frost, Sodom, el primer Kreator) y el Death Metal en sus variantes más primarias y mugrientas (Autopsy, Obituary, el primer Death, y me refiero a la banda) y nunca escucharon a Master, entonces tienen un hueco importante en su educación metálica. Precisamente, la propuesta del trío siempre se movió entre esos dos carriles (a veces volcándose más hacia el costado Thrasher, es cierto), manteniendo los machaques más cavernícolas y los solos más desquiciados del Thrash pero sumando la podredumbre y la velocidad del Death a unas canciones para las cuales la palabra brutalidad es algo más que un mero rótulo vacío de sustancia. Y todo lo hicieron bastante antes de que las aguas entre ambos géneros quedaran bien divididas. Claro, gran parte de su personalidad reside en la particular voz del veterano Paul Speckmann (eterno líder del grupo desde principios de los ochentas), un gruñido crudo y pedregoso pero aún así articulado. Más allá de todo eso, lo que resulta sorprendente es que, luego de tantos años, los tipos mantengan la energía y la vitalidad intactas. Musicalmente no se salen del libreto pero lo que les pueda faltar en ansías de exploración lo suplen con una contundencia y una rabia que hacen detonar los sentidos. Los riffs logran ser simples y gancheros sin caer en la tosquedad, sostenidos sobre una base rítmica que tal vez no sepa mucho de variantes pero sí sabe cómo aplastar cabezas con cada golpe, y coronados por los infatigables alaridos de Speckmann. Lo que se evidencia es que aquí hay una clara conciencia de cómo hacer buenas canciones de Metal sin necesidad de caer en poses exageradas ni en estériles demostraciones de virtuosismo. En fin, esto no es material para paladares delicados ni para oídos aventureros, esto es para aquellos que aprecien el viejo y querido “palo y a la bolsa”. Para alzar los cuernitos sin vergüenza.


-Smoke Or Fire “The speakeasy” (2010)
Smoke Or Fire debería aparecer en los diccionarios como ejemplo de la palabra superación. Desde esa especie de Emo-Hardcore-Melódico (como si mezclaran NOFX y los primeros Get Up Kids) crudo y desprolijo de sus inicios (cuando se hacían llamar Jericho RVA, nombre que terminaron desechando en 2003) a este Punk potente, emotivo, maduro, perfectamente interpretado y de tintes Folkys que vienen perfeccionando desde “Above the city” (2005) mucha agua parece haber corrido bajo el puente. Desde ya, no perdieron ni un ápice de ese empuje visceral y refrescante que los caracteriza, es sólo que ahora logran expresarlo en canciones mucho más redondas, sólidas y memorables. Sostenidos por una base rítmica de excepción, conformada por Justin “Gwomper” Burdick en bajo (ex miembro de los geniales Avail) y Ryan Parrish en batería (de los no tan geniales Darkest Hour), el cuarteto desgrana trece himnos capaces de exaltar hasta al corazón más abatido, plagados de riffs y arreglos gancheros (a veces con cierto regusto al Post-Hardcore más melodioso), melodías siempre agridulces y de una sensibilidad tan visceral como entrañable, una saludable versatilidad rítmica (desde tempos Hardcorosos hasta remansos acústicos bien campechanos, y en el medio bastantes cortes y cambios más bien inesperados pero siempre ubicados según lo que la canción requiere) y un instinto compositivo afiladísimo. Podría decirse que la voz de Joe McMahon (también guitarrista) ha logrado un buen equilibrio entre entrega desbocada y elegancia melódica pero es en temas más reposados (como la preciosa “Honey, I was right about The war”) que demuestra todo su potencial con un tono rural que toca fibras sensibles en el alma. No es ninguna revolución, desde ya, y es necesario cierto gusto tanto por el Punk como por las lindas melodías para poder apreciar este cuarto disco en toda su magnitud pero si las buenas canciones significan algo para ustedes, entonces deberían, al menos, darle una oportunidad.


-Squarepusher “Shobaleader One: d'Demonstrator” (2010)
En su incesante camino de exploración musical, Tom Jenkinson (el hombre detrás del nombre Squarepusher) ha decidido dar un nuevo vuelco en su carrera, formando un misterioso cuarteto (salvo el mismo Jenkinson, el resto de las identidades permanece en el anonimato, escondidos debajo de capuchas) al que denominó Shobaleader One y con el cual planea abocarse a una suerte de Pop/Rock Electrónico, predominantemente melódico y con claros tintes de Funk y R&B. De entrada, es probable que los seguidores del costado más experimental, abrasivo y frenético del británico se sientan un tanto desilusionados. Lo que aquí tenemos son nueve canciones (diez en la edición japonesa) de tono agradable, montadas sobre bases sintéticas de suaves cadencias bailables, adornadas por teclados y arreglos varios con una elegancia melódica que roza lo grasa (perdón pero es el término que mejor se aplica en este caso) y coronado por voces absolutamente sintetizadas. Si piensan en una suerte de versión más musical de Daft Punk no estarán tan alejados. Claro, más allá de la simpleza de las composiciones, Squarepusher mantiene algunos de sus trucos habituales. La vasta gama de arreglos y texturas (desde teclados vintage, a sonidos distorsionados, guitarras acústicas y ruidines varios) conserva la complejidad de siempre, sólo que esta vez de una forma más sutil y no como un ataque a los sentidos. De hecho, ciertos pasajes me remiten a algunos de los primeros trabajos solistas del gran Robert Wyatt pero con menos demencia psicodélica. Por otro lado, también hay lugar para que Jenkinson haga sus habituales despliegues de virtuosismo con el bajo, enroscándose los dedos en frenéticas carreras Jazzeras/Progresivas o haciendo gala de una depurada técnica de slapping que calza a la perfección con el groove reposado que domina la mayor parte de la placa. En fin, se trata claramente del material más accesible que Squarepusher jamás haya editado, lo cual puede dejar un cierto sabor a poco, especialmente en comparación con sus intrincadas entregas previas. Aún así, su alto grado de musicalidad y su clima distendido y espontáneo hacen de este “Shobaleader One: d'Demonstrator” una experiencia al menos interesante.


-The Human Quena Orchestra “A natural history of failure” (2010)
Detrás de ese nombre simpático y más bien ridículo se esconde algo bastante jodido. Un mundo (anti) musical construido con esqueletos de edificios derruidos, un organismo sónico traído a la vida entre chispazos eléctricos y cortocircuitos, una envolvente pintura del fin del mundo trazada sobre océanos de estática y delineada con pinceles hechos de puro ruido. Ryan Unks (cabecilla del grupo y ex miembro de los Anarco/Mathcore/Noise Creation Is Crucifixion) se hace acompañar en este tercer disco por varios ignotos invitados y aún así el resultado es mucho más minimalista y tenso que el de sus anteriores entregas. Donde antes todavía había rastros de los martillazos rítmicos de Godflesh, ahora sólo quedan lejanos pulsos y tenues percusiones que resuenan esporádicamente en un desierto post-apocalíptico. Donde antes podía intuirse algún que otro riff y estructuras un tanto más definidas, ahora se desatan cascadas de feedback, zumbidos ominosos y graves gruñidos provenientes de un bajo al que le bastan una o dos notas para lograr su objetivo. Queda claro, entonces, que el asunto se ha movido cada vez más a terrenos de abstracción Ambient/Noise/Drone/Industrial, con lo cual la banda gana en atmósferas desoladoras y opresivas, en visiones cubiertas de hollín y cables pelados. Por otro lado, sigue habiendo lugar para esos ocasionales chillidos casi Blackmetaleros que no hacen más que acrecentar el angustiante clima de desesperación que recorre toda la placa. También es de destacar que la duración concisa de los temas y el vasto arsenal de ruidos y texturas empleados en su construcción hacen que el resultado final, más allá de las obvias influencias de gente como Throbbing Gristle, Merzbow, Khanate o Earth, tenga un gusto sumamente personal. Ideal para imaginar el colapso final de la humanidad en un oxidado blanco y negro.


-The Young Gods “Everybody knows” (2010)
No todo el mundo lo sabe pero deberían: The Young Gods (sí, su nombre está tomado de aquel viejo ep de Swans) es una de las mejores bandas en la historia del Rock. Veinticinco años de carrera ininterrumpida y una discografía impecable e inclasificable así lo certifican. Por supuesto, no es extraño encontrarlos asociados a la Música Industrial (tanto Trent Reznor como David Bowie, en la época de “Outside”, los reconocen como influencia, al igual que gente como Mike Patton, Devin Townsend, Dälek e inclusive The Edge de U2), ya que fueron pioneros en la utilización de samples y ruidos varios en un contexto rockero, casi metálico, a mediados de los ochentas. Pero sus incursiones en diversos terrenos musicales (Música Clásica, Punk, Folk, versiones de Kurt Weill, Hip-Hop, Psicodelia, Rock tradicional, Ambient y hasta canciones acústicas), la marcadísima personalidad de su voz líder (Franz Treichler, único miembro estable en la historia del grupo), el uso poco ortodoxo de instrumentos electrónicos y la impronta siempre profunda e investigadora de sus composiciones ponen a estos suizos en una categoría propia. “Everybody knows” es su octavo álbum (sin contar compilados, remixes y etcéteras) y encuentra a estos veteranos en excelente forma, sumando por primera vez un guitarrista fijo (Vincent Hänni, quien hubiera colaborado anteriormente con la banda) a la formación y, como siempre, explorando nuevos terrenos compositivos y sonoros. Tenemos una vasta gama de cuidadísimas elucubraciones musicales (desde espesos y amenazantes pasajes ambientales y cadenciosas caravanas noctámbulas de Rock Psicodélico a sinuosas melodías casi folklóricas montadas sobre breakbeats, siseos electrónicos y rasgueos acústicos, pasando por nerviosos ataques de epilepsia rítmica, entre tantas otras) puestas al servicio de nueve canciones (más una intro) pletóricas de reflexiva emotividad, intrincada elaboración, sabio manejo de la dinámica y una atención al detalle que le confiere al disco una profundidad tridimensional. Más allá de algún que otro ritmo bailable y alguna que otra levantada de energía, se trata de un trabajo para apreciar con los ojos cerrados, dejándose envolver por las vívidas imágenes y áridas emociones que éste dispara, saboreando cada sutil recoveco de estas arquitecturas con los sentidos en éxtasis. Por supuesto, debido a su complejidad y a la atención que requiere del oyente, este material puede ser catalogado como pretencioso, aunque el despojo casi minimalista de un tema como “Introducing” (guitarras acústicas, melodías hermosas, la voz grave y reposada de Treichler, percusiones casi tribales y arreglos seleccionados de forma casi quirúrgica) contradeciría dicha afirmación. En cualquier caso, si algo queda claro es que aquí no hay lugar para miradas superficiales ni gestos complacientes. Sencillamente, uno de los discos del año.