24 de septiembre de 2010

Reviews: Especial Toca Rápido o Muere! - Parte 2

Por Fernando Suarez.


-Arts “Vault of heaven” (2010)
Con un prontuario directamente ligado a bandas como Charles Bronson, Das Oath, Holy Molar y Failures, Mark McCoy (el hombre detrás de Arts) tiene bien ganado su lugar en el panteón de la aceleración y el extremismo. Lo curioso es que este proyecto (del cual sólo se había registrado un demo en 2005) no viene por el lado del Powerviolence, el Noisecore o el Hardcore que caracterizaban a los grupos antes mencionados. Claro, aquellos (bueno, aunque sea los dos o tres) que siguieron los pasos musicales de McCoy en los últimos años, notarán que su atención está puesta en el Black Metal, tal como lo demostrara en otros proyectos como Hallow, Haxan y Ancestors. Arts sigue ese planteo, pero lo hace con una impronta que remite claramente a las raíces Hardcore de nuestro muchacho. Son once temas en veintitrés minutos, recubiertos de un sonido áspero y crudo, construidos sobre estructuras frenéticas y manejando un tenso equilibrio entre la violencia más desatada y visceral y las atmósferas más opresivas. McCoy tiene bien aprendida la lección de cómo una grabación austera puede incrementar el aura macabra en el Black Metal y actúa en consecuencia. Pero también sabe que ciertos elementos del Hardcore más extremo (los alaridos desgarrados, los acoples, los riffs simples y caóticos al mismo tiempo, la apabullante sensación de urgencia expresiva) pueden fundirse sin problemas y hasta intensificar el odio misantrópico del Black. En otras palabras, imaginen a No Comment versionando las horas más cáusticas de DarkThrone y estarán cerca de lo propuesto en este “Vault of heaven”. Entre blast-beats descontrolados, guitarras que se expanden saturadas de distorsión, ruidosas ambientaciones pesadillescas y chillidos que estrujan el estómago, McCoy se las arregló para entregar un material tan virulento como personal, que hará las delicias de cualquier amante de la música extrema que se precie de tal.


-Begrime Exemious “Impending funeral of man” (2010)
Con un título como “inminente funeral del hombre” queda bastante claro que lo que escucharemos en este larga duración debut de Begrime Exemious no son precisamente baladas pastorales. Ahora bien, la pregunta es ¿esto es Death o Black Metal? Yo diría que las dos cosas. ¿No fueron, en definitiva, bandas como Venom, Possessed, Slayer o Celtic Frost imprescindibles para el nacimiento de ambos géneros? ¿No comenzó su carrera DarkThrone practicando un oscurísimo Death Metal, antes de erigirse como paladines de la intransigencia Black? ¿Acaso alguien puede negar los climas de absoluta oscuridad y horror blasfemo de grupos como Morbid Angel, Order From Chaos o Incantation? Y, en última instancia, si bandas más bien modernas como Goatwhore, Portal o Mitochondrion pueden moverse entre ambas vertientes, rescatando lo mejor de cada una y esparciendo su espeso halo de energía negativa sobre el mundo, no viene mal que estos canadienses se les sumen en dicha cruzada. Las referencias mencionadas no son gratuitas, claro, aquí se pueden encontrar rastros de todas ellas, aunque el resultado final es claramente personal. Debajo de un sonido áspero y embarrado, el cuarteto se lanza sin miramientos a generar las más escabrosas visiones musicales. A veces lo hacen a toda velocidad, en un torbellino de riffs borroneados y platillos que resuenan en el inconmensurable vacío cósmico, en otras ocasiones marchan a medio tiempo como auténticos guerreros del Apocalipsis y también se animan a bajar las revoluciones en densas letanías alucinógenas capaces de inducir las más asfixiantes pesadillas. Las guitarras va alternando casi constantemente entre riffs de claro sabor noruego y otros que pondrían orgulloso a Trey Azagthoth pero también se hace un lugar para solos y machaques que viajan sin escala a los ochentas más oscuros y primitivos. La voz juega también con todas esas variantes, entre graznidos siniestros, gruñidos guturales y vómitos Celticfrosteros. El punto parece ser alcanzar un equilibrio entre las atmósferas siniestras que el Black supo lograr a fuerza de grabaciones rudimentarias y las ominosas arquitecturas Lovecraftianas que prácticamente definen al mejor Death Metal de la vieja escuela. En fin, da lo mismo en que lado del espectro prefieran ponerlo, la sobrecogedora atmósfera general de esta placa es tan intensa que supera las limitaciones genéricas. Un auténtico viaje de terror (en el buen sentido) que debería atraer a cualquiera que aprecie el Metal extremo en general.


-Beneath The Massacre “Marée noire” (2010)
A raíz de este ep de cinco temas, algunos ya están anunciando una vuelta de Beneath The Massacre al despliegue de técnica exhibido en sus dos primeros trabajos (el ep “Evidence of inequity” de 2005 y el larga duración “Mechanics of Dysfunction” de 2007), como si “Dystopia” (el disco que editaran en 2008) no contara con esas mismas características. Para aquellos no iniciados, la propuesta de estos canadienses puede inscribirse en la línea del Death Metal ultra intrincado que prácticamente define a su país de origen (en términos metaleros, claro está) y que comparten con nombres destacados como Neuraxis y auténticas leyendas del género como Gorguts y Cryptopsy. En efecto, en los escasos trece minutos que dura este “Marée noire” (un nombre que hace referencia a la polución causada por los derrames de petróleo), el cuarteto nos hecha en la cara un maremoto de riffs laberínticos, ritmos enloquecidos, estructuras caóticas, profundos gruñidos y punteos hiperquinéticos que prácticamente no dejan ni un solo resquicio de aire para respirar, salvo en los ocasionales momentos en que se lanzan a machaques trabados y etéreos arreglos de guitarra que remiten claramente a Meshuggah. Queda claro entonces que esto no es material para cazadores de hits ni para oídos con poca tolerancia hacia la sobrecarga sensorial. Hay algo de auto indulgencia en semejante despliegue de virtuosismo, eso es casi inevitable en el género, pero el punto es que toda esa precisión casi inhumana está puesta al servicio de generar sensaciones de violenta confusión y asfixia. O sea, hay un sentido musical y estético detrás de la técnica y eso se hace evidente en la energía avasallante que transmiten las composiciones. Para aquellos no familiarizados con Beneath The Massacre, “Marée noire” puede ser un buen comienzo, ya que su breve duración hace más tolerable la agresión constante y el desparramo de notas. Los demás esperamos con ansias un próximo larga duración que nos siga haciendo rechinar los dientes.


-Beyond Terror Beyond Grace “Our ashes built mountains” (2010)
Admito que a veces puedo ser prejuicioso. Nada del otro mundo, ojo, al fin y al cabo calculo que todo el mundo tiene sus propios procesos y filtros por los cuales decide darle bola o no a tal o cual banda o disco. Y, seamos honestos, un nombre como Beyond Terror Beyond Grace apesta a Metalcore pedorro. Menos mal que, en esta ocasión en particular no hice caso a ese prejuicio porque hubiese cometido un error. Si no me creen, los treinta segundos a puro blast-beat que componen “Mannequins” (el primer tema de este segundo disco de Beyond Terror Beyond Grace) deberían ser suficiente para convencerlos. Y la cosa no se detiene allí. Lo que tenemos aquí son veinte electrizantes temas que parten del Grindcore más rabioso para llegar a parajes inéditos de locura creativa sin bajar ni por un segundo el nivel de intensidad. Ojo, esto no es vieja escuela. Aquí se sienten más bien las influencias de gente como Pig Destroyer, Nasum, Discordance Axis e inclusive algo del Cephalic Carnage más contenido, por así decirlo. Tenemos, por supuesto, los vertiginosos estallidos a puro caos, construidos sobre bases frenéticas, riffs carniceros y enfermizos, y adornados con toda la gama de alaridos que una garganta abusada pueda generar. Pero también hay lugar pasa sombríos pasajes ambientales, riffs con cierto sabor Deathmetalero, abundantes y certeros cambios de ritmo (puede haber cierto tufillo a Powerviolence allí), profuso empleo de samples (no en la vena gore o divertida, sino más bien generando atmósferas de tensión psicótica y aportando texturas sutiles), rebajes provistos de un groove asesino y hasta para momentos de envolvente densidad espiralada, en algún lugar entre el Sludge y el Post-Rock. En fin, si hay algo que queda claro es que estos australianos no se conforman con simplemente seguir las reglas establecidas del género, sino que exploran y se meten en terrenos vírgenes, saliendo airosos de la faena con un álbum donde la violencia y la imaginación se dan la mano sin inconvenientes y se alían para jodernos la cabeza. Absolutamente recomendado para aquellos con ganas de escuchar algo original dentro del Grind.


-Doomed “Doomed to death and damned in hell” (2010)
Mientras aguardamos con ansias el nuevo material de los recientemente reunidos Autopsy, la gente de Aphelion Productions nos entrega en un cómodo pedazo de plástico la discografía completa (consistente de dos ep’s más un tema en vivo) de Doomed, aquel proyecto que compartieran a principios de los noventas Danny Coralles, Chris Reifert (ambos miembros de Autopsy y de Abscess) y Petri Toivonen, y en el cual también participara brevemente Eric Cutler, otro ex Autopsy. Por supuesto, con semejante prontuario, no esperarán ningún tipo de delicadezas. En efecto, lo de Doomed no se alejaba demasiado de las propuestas planteadas por Autopsy en su última época y por Abscess en sus comienzos. Esto es, una cruza entre los aspectos más rudimentarios del Grindcore y el Death Metal, entregados con una energía cruda y visceral de claros tintes Punks. La cosa podía ir a velocidad blast-beat por momentos, replegarse en los más babosos rebajes dumbetas, pasearse por machacones medios tiempos y volver a arrancar a puro tupá-tupá, en algún lugar entre Slayer y Discharge. Si a la ecuación suman algo del primer Celtic Frost, riffs que no necesitan demasiadas notas para cumplir su objetivo y esos típicos solos desquiciados y al borde de la desafinación, ya se pueden hacer una clara imagen sonora de lo que van a encontrar aquí. Resulta curioso que las riendas compositivas (así como las voces) corrieran por cuenta de Toivonen, cuando todo parece indicar que dichas tareas correspondían a Reifert. Cada una de las diez canciones aquí presentadas lleva su sello inimitable (bueno, parece que es imitable al fin de cuentas) de crudeza y putrefacción. En otras palabras, aquellos que nunca se interesaron por estas cuestiones pueden pasar de largo sin problemas ni complejos de ningún tipo. Para los que adoramos la macabra imaginación del buen Reifert y todo lo que nos remita a ella, esto es material de escucha obligatoria.


-Entrails “Tales from the morgue” (2010)
Todos los ingredientes están en su debido lugar. La banda se llama Entrañas, el disco (sucesor de “Reborn”, que en realidad es un demo pero algunos lo consideran como álbum debut) se lama “Historias desde la morgue”, el arte de tapa presenta a una especie de doctor zombie manipulando las entrañas de un cadáver (que presenta un sanguinolento hueco en la cabeza) en una siniestra morgue (claro) mientras al fondo se ve una silueta sangrando, el logo del grupo presenta casi la misma tipografía del viejo Entombed (y de Nihilist, si nos ponemos en obsesivos) y sus integrantes son unos gordos suecos que presentan reglamentarias camperas de cuero y caras de orto. Sí señor, esto es Death Metal de acá a la China y al que pretenda algo más que eso puede dejar de leer inmediatamente. Para el resto, tal vez les interese saber que Entrails nació originalmente en 1991, que se disolvieron rápidamente al no estar conformes con los demos grabados, que Jimmy Lundqvist (también conocido, o desconocido, como Bloodspill e indiscutido líder del asunto) decidió resucitar a la criatura en 2008 y que el grupo cuenta ahora con los talentos de Adde Mitroulis (también miembro de General Surgery y Birdflesh) tras los parches, aunque no llegó a grabar el disco, tarea que quedó en manos de un tal Fredrik Widigs. Bien, como podrán imaginar aquí no hay lugar para demasiadas sutilezas ni vueltas de tuerca, sólo Death Metal de la vieja escuela sueca, rescatando las inmortales enseñanzas de Entombed, Grave, Dismember, Unleashed y demás luminarias del estilo, y sin olvidar, claro, a popes americanos de la putrefacción como Autopsy, Impetigo, Necrophagia o el primer Death. Desde ya, se sacan un rotundo cero en originalidad e ideas propias (más allá de algún que otro rebaje casi dumbeta y algún que otro flirteo ocasional con la melodía, en general en plan “película de terror clase B”) pero las canciones son tan redondas y suenan tan potentes que, por una vez, podemos hacer la vista gorda. Vamos, ¿quién puede resistirse a esas guitarras gordas y rasposas, a esos vozarrones autoritarios y esas bases violentas pero siempre con el toque justo y necesaria de groove? Ok, la mayoría de los riffs suenan a cosas que ya escuchamos miles de veces pero están trabajados de forma tan certera (insisto con el sonido de esas violas, dos auténticas motosierras con insaciable sed de sangre) que se tornan sencillamente irresistibles. En fin, no es material para oídos exigentes ni para exploradores de la vanguardia metalera pero si están enganchados con todo este revival de la vieja escuela seguramente esto los hará pasar un buen rato.


-Kataklysm “Heaven’s venom” (2010)
Siempre me resultó curiosa la notable popularidad de la que goza Kataklysm dentro del universo Deathmetalero. No porque no la merecieran, sino porque se trata de un grupo con una personalidad muy marcada y, a la vez, difícil de encasillar. Pueden ser tremendamente brutales y técnicos pero también se permiten riffs y ritmos gancheros provistos de un groove casi Hardcoroso, pueden sonar épicos, casi emotivos por momentos y sin embargo siempre mantienen una impronta compositiva más bien caótica e intrincada. “Heaven’s venom” (décimo disco de los canadienses) parece presentarse, desde el arte de tapa (por cierto, hay que decir que las tapas de Kataklysm se cuentan entre las más feas del género), como una continuación de “In the arms of devastation” de 2006 y, ciertamente se inscribe en la vertiente más melódica de los creadores del Northern Hyperblast. Si bien las proezas instrumentales siguen estando allí, el foco principal parece estar puesto en riffs que pasan de machaques bien marcados a épicas armonías que por momentos rozan el Metal más tradicional. Las canciones mismas poseen un gancho bastante inmediato, relegando un poco de su costado más retorcido y supliéndolo por una emotividad más directa y visceral. Desde ya, esto no quiere decir que los tipos hayan perdido las mañas, todavía hay lugar para algún que otro cambio de ritmo inesperado, para esos blast-beats envolventes y para el habitual despliegue de musicalidad que separa a Kataklysm del soso Death melódico que tanto abunda hace demasiado tiempo. Por lo demás, no se pueden esperar sorpresas ni rumbos inesperados, Kataklysm ya tiene un sonido definido y a lo sumo van jugando con sus distintas variantes según la ocasión. Lo que es seguro es que se mantienen en un nivel parejo y es difícil que defrauden a sus seguidores.


-Machetazo “Necrocovered” (2010)
Nunca fueron los más innovadores (aunque el Grindcore ruidoso y esquizofrénico que practicaban en sus primeros demos ciertamente tenía su cuota de experimentación) ni nunca les importó serlo. Les basta con ser los más entretenidos, los que componen los temas más gancheros y los que suenan como una impiadosa patada en la entrepierna. Al fin de cuentas, mucho antes de todo este revival Deathmetalero, Machetazo ya prendía velas en el altar de Autopsy (de hecho, el logo del grupo fue diseñado por Chris Reifert, eterno líder de dicho grupo), Necrophagia y demás luminarias de la más visceral y putrefacta crudeza metalera de fines de los ochentas. De hecho, en este ep se lanzan sin pruritos a versionar a cinco de sus grupos preferidos, contando con un vocalista invitado por cada tema. Así, el mencionado Reifert nos escupe en la cara “Sex and violence” (de Carnivore, la banda Crossover que Pete Steele, QEPD, lideró antes de volverse un vampiro) y nos da la más brutal de las bienvenidas. Le sigue Johan Wallin (de General Surgery), poniendo su gruñido al servicio de “Pay to die”, de los no siempre reconocidos Master. Luego el ignoto Skrappar (de los noruegos Lobotomized) hace honor a su nación de origen chillando como un poseso en “Skald Av Satans Sol” de DarkThrone, y queda claro que el primitivismo de Fenriz y Nocturno Culto (Nocturno Bulto, para los amigos) puede contar con un buen sonido y no por eso perder cualidades. Sigue otro clásico, “Tormentor” (de Kreator) con la inconfundible garganta pedregosa de Kam Lee (ex Massacre, actualmente en Bone Gnawer) destruyendo todo a su paso. Hasta ahí el patrón “viejaescuelístico” queda bastante claro pero Machetazo siempre tiene un as bajo la manga (como queda demostrado en los experimentos Noise/Drone con los que han cerrado sus últimos discos) y esta vez viene de la mano de una espesa versión de “Arrastrándose sólo” de los japoneses Corrupted (con la voz invitada de Tim Call de los dumbetas Aldebaran), amos absolutos del Sludge más arrastrado, grave y desolador que puedan imaginar. Para concluir, nada mejor que un medley entre el Crossover oscuro y violento de Septic Death (la banda de Pushead, famoso ilustrador de remeras y artes de tapa de Metallica, aquí rescatada en su tema “Demon”) y la insuperable tenebrosidad Deathmetalera de Obituary (con su clásico “Dying”), ambos unidos en una masa de energía negativa y con los alaridos de Santi, actual miembro de los Grindcore Nashgul y anterior bajista de los mismos Machetazo. En fin, pretender más que un buen rato de amigable diversión violenta sería una necedad. Para aquellos que no tengan problemas con eso, he aquí un delicioso entremés.


-Nominon “Monumentomb” (2010)
Por si no se dieron cuenta, el Death Metal de la vieja escuela se erige actualmente como el revival de moda en el underground metálico. Viejos grupos se reforman (Asphyx, Autopsy, Pestilence, Unanimated, entre otros), otros reciben un reconocimiento que siempre les fue un tanto esquivo (Bolt Thrower, Incantation, Molested, Morgoth, Cianide), Relapse reedita viejas glorias escandinavas (Nirvana 2002, God Macabre, Convulse) y nacen nuevos grupos (Coffins, Hail Of Bullets, Ignivomous, Freakhate, Maim y la lista sigue) que rescatan esa impronta cruda, sucia y primitiva de los años formativos del género. Los muchachos de Nominon son suecos, adoran claramente el sonido embarrado y gordo de aquellos primeros discos de Entombed, Grave y Dismember (entre otros) pero hete aquí que lo vienen haciendo desde 1993, lo cual les da algo de ventaja (al menos en lo que hace a experiencia) sobre gran parte de los nuevos nombres que parecen surgir como hongos luego de la lluvia. “Monumentomb” (sí, candidato al título más pelotudo del año) es su cuarto álbum (sin contar ep’s, compilados, splits, demos y esas cosas) y ya desde la patada inicial de “Mantra reverse”, que arranca a toda velocidad se repliega en un medio tiempo machacón y hasta tiene lugar para un pasaje de tensa calma, queda claro que el quinteto suma a su adoración por la vieja escuela una importante cuota de personalidad e inventiva propia. Lo de quinteto merece una aclaración, ya que en este disco las voces corrieron por cuenta exclusiva de tres cantantes invitados: Johan "Barsk" Thornberg (ex miembro de Insision), Tore Stjerna (productor del disco) y Erik Sahlström (de General Surgery), siendo este último el encargado de poner su garganta en la mayoría de los temas. Volviendo al trabajo en sí, aquí Nominon demuestra un grado de absoluta madurez con nueve composiciones potentes, dinámicas, creativas y sumamente refrescantes. Digamos que si la mayoría de los que intentan revivir el viejo sonido sueco suelen quedarse con el “Left hand path” como referencia, Nominon avanza un poco más hacia la depuración de “Clandestine”, permitiéndose una musicalidad un tanto más intrincada y profunda sin por eso perder el gancho ni la suciedad correspondiente. Entonces, ¿esto es vieja escuela o no? Digamos que tienen el corazoncito claramente anclado en los primeros albores de los noventas pero la mirada va hacia adelante, lo cual siempre es saludable. Si les gusta el buen Death Metal (sea de la época que sea) no lo pueden dejar pasar.


-Snake Face “Ignorant youth” (2010)
“Ignorant youth” es algo así como meter la cabeza en balde de ácido lisérgico mientras alguien lo golpea con un martillo repetidas veces. La sensación de vértigo y mareo es tal que el mundo exterior se desfigura, dibujando formas similares a las que ilustran el arte de tapa de este álbum debut de estos jóvenes australianos. Los sentidos se sobrecargan y la adrenalina fluye a torrentes y, cuando ya estamos en el punto más álgido de excitación y frenesí, el viaje se termina. Sí, en sólo once minutos y medio estos muchachos apiñan catorce estallidos de puro caos surrealista con un corazón claramente Hardcore. Podemos hablar de Powerviolence, si quieren, y allí tenemos esos riffs que son como retazos del D.R.I. más cáustico, enmarcados en ráfagas que se pueden disparar en cualquier dirección. También tenemos los acoples correspondientes, los empantanados flirteos con el Sludge, los pasajes de pura cepa Hardcore/Punk que pueden remitir a Black Flag o Circle Jerks sin problemas, los machaques casi Thrashers cubiertos de mugre, los alaridos crudos y desprolijos y esa efervescencia juvenil, desprejuiciada y tremendamente energética. No por nada se suele comparar a Snake Face con nombres como Trash Talk y Ceremony. Pero esto no es ninguna copia de nadie. La espontaneidad y la frescura con que el quinteto encara sus composiciones les permite jugar con una gama de variantes bastante amplia (hasta hay breves pasajes con guitarras limpias, algo no muy común en estos terrenos), siempre puesta al servicio de hacer hervir la sangre y deformar las percepciones. En fin, se nota que todavía tienen más para dar pero un debut con tantas ideas e intensidad es un evento como para no dejar pasar.


-Sound Of Detestation “Ge Fan I Våra Liv” (2010)
Son suecos y hacen Grindcore, ¿a qué no adivinan en el tributo a qué desaparecida banda cuyo fallecido cantante solía portar continuamente una simpática gorrita participaron? Sí señor, la huella que Nasum dejó en el Grindcore sueco es imborrable y así lo demuestra la infinidad de bandas (Splitter, Gadget, Infanticide, Exhale y siguen las firmas) que surgen allí tratando de emular su particular marca registrada de Grindcore vieja escuela con sonido modernizado y altas dosis de Crust, groove y melodía. Sound Of Detestation, por supuesto, parte de esa base pero en lugar de quedarse en la mera adulación (y que conste que no tengo nada en contra de ella) ponen todo su empeño en hacer evolucionar ese sonido y llevarlo a nuevos estadíos creativos. Desde ya, nadie puede esperar que superen a los originales (porque, en definitiva, se trata de diferentes contextos) pero es saludable la intención de aportar una visión más personal al asunto. Entonces, ¿esto es como un Nasum más experimental? Podría decirse, sí. Digamos que si aquellos se destacaron, entre otras cosas, por aportarle melodías y texturas a un género como el Grindcore (por lo general, poco amigo de esas cosas), Sound Of Detestation lleva las cosas más allá, incorporando riffs disonantes, una precisión instrumental que roza el Death técnico o el Mathcore y, principalmente, atmósferas y rebajes que no desentonarían en los momentos más álgidos de bandas como Isis y Neurosis. Y lo mejor de todo es que la mezcla no suena en absoluto forzada, por el contrario, dichos elementos no hacen más que intensificar la rabia salvaje y descontrolada del disco aportándole una nueva dimensión a esas sensaciones. Y, claro, también ayuda que el sonido mantenga esa potencia física y esa claridad que hace que podamos escuchar hasta el más ínfimo detalle enterrado entre cada blast-beat. Y ni hablemos de esos alaridos que hacen hervir la sangre, de esos arranques Crustys que invitan (más bien obligan) al pogo más ensañado y de la certera versatilidad que demuestra la guitarra disparando riffs con una vasta gama de variantes e influencias pero siempre manteniendo el poder de síntesis y la impronta agresiva que el género requiere. Si son de aquellos que aprecian y siguen de cerca la constante evolución del Grindcore, yo les recomendaría que no pierdan de vista a esta gente.


-Tombstones “Not for the squeamish” (2010)
Un arte de tapa comiquero, un logo que chorrea (puede ser sangre, moco, pus o cualquier otro tipo de fluido. El blanco y negro nos abre las posibilidades), un pulpo Cthuliano empuñando una guitarra, amplificadores en llamas y una especie de doctor zombie asiendo una jeringa rellena de sangre y portando un smile en su gorrito. Sí señores, volvió la pelotudez en su mayor esplendor. Tombstones es el nuevo proyecto de Stevo Dobbins (acompañado por dos tipos que tocan en un montón de bandas que no conozco ni creo que jamás vaya a conocer), vocalista de los legendarios Impetigo y eso significa que nada puede salir mal. Esto es Death Metal crudo, cavernícola, de guitarras como motosierras que vomitan riffs tan simples que son geniales, de bases rudimentarias a las que sólo les interesa repartir palo y más palo pero no les da el cuero para tocar blast-beats. Vamos, todo aquello que hizo de Impetigo una de las bandas más atractivas y divertidas de fines de los ochentas y principios de los noventas. Hasta hay un tema llamado “Re-ORGAN-ized”, un claro guiño al clásico “Dis-Organ-Ized” de dicho grupo. Tenemos dieciséis temas en poco menos de media hora, la mayoría enmarcados entre interludios hablados al mejor estilo “Tales from the crypt”, todos construidos sobre estructuras básicas y tremendamente gancheras, con un sonido natural y mugriento, despojado de cualquier pretensión de superproducción. Justamente en esa falta de pretensiones, en ese despojo es que se encuentra la gracia de Tombstones. Aquí no hay elaboraciones sesudas, instrumentaciones complejas ni ningún tipo de profundidad conceptual o musical. Es lo más parecido a un buen disco de jodido Punk-Rock que el Death Metal pudo lograr en mucho tiempo, y lo que le pueda faltar en ideas lo suplen con una frescura sencillamente irresistible. Claro, hoy en día hay varios grupos tratando de revivir la magia simple y directa de clásicos como Celtic Frost, Autopsy, Necrophagia o el primer Death, pero pocos lo han logrado de forma tan certera como Stevo y los suyos. Diversión asegurada o le devolvemos su masa encefálica masticada por muertos vivientes.

23 de septiembre de 2010

Entrevista con Clint Conley de Mission Of Burma



Gracias la la esmerada labor de nuestro amigo Nico (actual líder de El Violinista del Amor & Los Pibes que Miraban, ex miembro de The Headache Diary, Pascow, I Suck y muchos otros proyectos), transcribimos aquí la entrevista que él mismo realizo con Clint Conley, bajista y vocalista de Mission Of Burma, auténtica leyenda viviente del Post-Punk americano de principios de los ochentas. Pronto podrán escuchar el audio de dicha entrevista en el blog del programa radial Trabajo Sucio (que se emite los sábados de 12 a 14 hs. por Radio Nacional Rock, FM 93.7). Mientras tanto, esperemos que lo disfruten.



Zann: Acerca de la reunión en 2002, leí varios artículos periodísticos que mencionaban a Mission Of Burma como una de las bandas más influyentes del siglo, y también muchos artistas conocidos los mencionan como una influencia (Graham Coxon, R.E.M. y Moby entre otros han grabado versiones de canciones suyas). ¿Eso les hizo darse cuenta de la importancia de su banda en la música de los últimos veinticinco años? ¿Fue eso determinante en la decisión de volver o fue simplemente que Roger se había recuperado de su tinnitus (Nota: una enfermedad que afecta al oído y que fue el motivo principal de la disolución del grupo en 1983) como para poder tocar en vivo, y eso fue todo?

Clint Conley: A principios de 2001, después de quince años de no escribir música o siquiera tocar la guitarra, empecé a componer música otra vez. Fue una sorpresa total. La música llegó derramándose, como si una represa se hubiera desbordado. Le pregunté a mi amigo Chris Brokaw si quería tocar algunas de esas canciones conmigo y de ahí surgió la banda Consonant. En el medio de todo eso, surgió la idea de que Mission Of Burma tocara en un show en New York como parte de un festival. Con mi “gen musical” otra vez activado, la idea no parecía tan ridícula como lo hubiera parecido durante mi inactividad musical. Al final no hicimos ese show pero el genio ya estaba fuera de la lámpara, como decimos.

Zann: Y una vez que volvieron al ruedo, y luego de haber editado tres discos aclamados por la prensa especializada, ¿se sintieron desilusionados con la recepción? ¿Esperaban algo un poco más masivo?

C.C.: No, al menos no desilusionados. Siempre supimos que nuestro atractivo para las grandes masas era limitado. Y, aún teniendo en cuenta que en los años en que nos estuvimos activos la escena musical underground se volvió un tanto más vasta, nunca nos creímos la idea de que el mundo estaba esperando nuestro regreso.



Zann: Cuando lanzaron “ONoffON” (2004) dijiste que no harían grandes giras ni promocionarían el disco todo lo que la compañía discográfica querría. También declaraste que no te dedicarías al banda full time, sino que lo harías más bien como un hobby y que mantendrías tu trabajo como productor de televisión. Sin embargo, Burma lanzó dos discos más y tocan mucho en vivo. ¿Qué pasó? ¿Era demasiado bueno para ser un trabajo parcial, el dinero era suficiente o simplemente te despidieron del canal de televisión?

C.C.: Todavía somos una banda de medio tiempo. Yo sigo trabajando como productor de televisión en la estación ABC en Boston, de hecho, se supone que estoy trabajando ahora mismo. De alguna forma nos las arreglamos para encajar las distintas partes de nuestras vidas con una semi-pseudo-tipo de banda de Rock llamada Mission Of Burma.




Zann: Consonant editó dos discos excelentes (“Consonant” en 2002 y “Love and affliction” en 2003) pero, desde el regreso de Burma, no volvimos a escuchar del grupo. ¿Fue por falta de interés o de tiempo (sé que el resto de los integrantes tenían sus ocupaciones al margen de la banda)?

C.C.: Consonant está en la oscuridad, al menos por ahora, debido a los desafíos del espacio y el tiempo. Kadane (Matt, baterista) es profesor de historia en el norte del estado de New York, Brokaw (Chris, guitarrista) se mudó a Chicago, después a Brooklyn…y encontrar tiempo para un trabajo regular, la familia, Burma y Consonant se volvió un poco demasiado. Mission Of Burma es fácil comparado con Consonant, no tengo que cantar todas las malditas canciones y las culpas son repartidas de forma pareja.



Zann: Durante la prueba de sonido de Wire en Primavera Sound, este año en Barcelona, estuviste charlando con Graham Lewis (bajista y cantante del legendario grupo británico) en el escenario. Después dejaste tu bajo al lado de su amplificador y observaste todo el show desde el costado del escenario. Parecía que ibas a tocar un tema con ellos o algo. Decinos qué pasó ahí. ¿Simplemente te pidió el bajo como backup por si se le rompía una cuerda o algo así?

C.C.: Graham había estado teniendo problemas con su bajo. Le ofrecí el mío como backup. Me desilusionó que no llegara a usarlo. Estaba esperando con mi cámara lista.

Zann: Mission Of Burma siempre fue comparada con Wire. Más allá de las diferencias entre el caos de ustedes y la precisión de ellos, ¿pensás que existe una similitud entre ambas bandas, a nivel filosófico o ético? ¿Qué clase de relación tienen ambas bandas? ¿Los conocés personalmente?

C.C.: No había nadie que admirásemos más que a Wire cuando estábamos empezando, sus discos siempre estaban sonando en la “casa Burma”. Desde entonces hemos compartido escenarios en algunos festivales y ha sido uno de los puntos más altos de nuestra “segunda venida” el poder conocerlos aunque sea un poco. Nuestros sonidos son ciertamente bastante diferentes, aún cuando parecemos compartir la creencia de que el Rock puede ser entregado con dignidad y respeto por la inteligencia de la audiencia.




Zann:
Bob Weston (encargado de la manipulación de cintas, loops e ingeniero de sonido) parece respetar el estilo de efectos utilizado por Martin Swope en los tempranos días de Burma. ¿Cómo se unió a la banda? ¿Fue primero cómo productor (en “ONoffON”) y luego como miembro estable o pensaron en él desde un principio, cuando Martin se rehusó a sumarse a la reunión?

C.C.: Weston fue una elección primaria e inmediata para el rol, poseía la adecuada mezcla de temperamento artístico y conocimiento técnico. Él ya era un viejo amigo y había tocado en Volcano Suns con Peter (Prescott, baterista). Y, a pesar de eso, dijo que sí.

Zann: Burma tiene base en Boston y él (Weston) es de Chicago. ¿Cómo se las arreglan para trabajar juntos?

C.C.: Aeropuertos, autos alquilados e internet.

Zann: Hablando de Bob, has dicho alguna vez que Shellac (la banda liderada por Steve Albini, donde Weston ocupa el rol de bajista) es la mejor banda que hay actualmente. ¿Qué otras bandas o músicos, viejos o nuevos, te gustan?

C.C.: Todos escuchamos música diferente. Últimamente, estuve escuchando lo nuevo de Autolux, lo viejo de Hot Snakes y siempre Hendrix, Captain Beefheart, Iggy Pop, etc.



Zann:
¿Qué podés recordar de aquel episodio que terminó en una batalla campal, en el recital con Negative FX allá por los ochentas? Lo que se ve en el documental “American Hardcore” es bastante atemorizante…

C.C.: No recuerdo demasiado, más que mucho caos, excitación y el pensamiento pasajero de que el show sería cancelado. Pero tendemos a ver la disrupción con ojos favorables.

Zann: Tal vez ese incidente haya sido un claro ejemplo de la diferencia entre Mission Of Burma (claramente influenciados por la literatura, la pintura y el teatro, y con música y letras mucho más complejas) y el temprano movimiento Hardcore/Punk de los ochentas (Circle Jerks, SSD, Black Flag, más urgente y visceral, que básicamente surgió como respuesta al modo de vida Reaganista y no exactamente como un movimiento artístico. ¿Sentías que estaban fuera de esa escena? ¿Tenían algún tipo de problemas en ese entonces?

C.C.: La primera escena Hardcore era increíblemente energizante y éramos grandes fans de ella. Compartimos algunos recitales y teníamos una relación amigable con Black Flag y Dead Kennedys. Pero nunca formamos parte de esa escena. Jello (Biafra, líder de Dead Kennedys) nos invitó a un show de puro Hardcore con Dead Kennedys, Circle Jerks y otros en 1982. La audiencia tenía poca paciencia para nuestras sabiondas exploraciones y simplemente nos gritaban. Jello vino después del show y nos dijo: “No es la audiencia de mente más abierta, ¿no?”. Pero fue divertido.

Zann: Cuando se te pregunta por una escena musical en Boston en los tempranos ochentas, usualmente nombrás bandas como The Girls, Human Sexual Response o La Peste, que eran contemporáneos e inclusive anteriores a Burma. Si ustedes no se hubiesen separado en 1983, ¿pensás que podrían haber compartido escena con bandas crudas y radicales como SSD, DYS, Impact Unit o se hubiesen distanciado de la escena Hardcore Striaght Edge?

C.C.: Nunca aspiramos a ser parte de la escena Hardcore. Y ciertamente tampoco de la pandilla Straight Edge. Aunque éramos grandes fans de Minor Threat, la mentalidad regimentada que sus seguidores menos iluminados adoptaron no tenía lugar en la esfera Burma.

18 de septiembre de 2010

Reviews: Especial Toca Rápido o Muere! - Parte 1

Por Fernando Suarez.


-Aborted “Coronary reconstruction” (2010)
Ya desde sus primeros trabajos discográficos (en especial en “Engineering the dead” de 2001 y “Goremageddon – The saw & the carnaje done” de 2003) Aborted dejó bien en claro su pasión por cierto cuarteto de Liverpool cuyo nombre empieza con Car y termina con cass. Lo que los diferenciaba de otros tantos clones Carcasseros era el hecho de centrarse más en el costado técnico de “Necroticism” (e inclusive algo del riffeo melódico de “Heartwork”) que en las embarradas explosiones purulentas de “Reek of putrefaction” y “Symphonies of sickness”. A partir de “The archaic abattoir” (2005), estos belgas decidieron aggiornar su propuesta con ciertos elementos, en especial en el terreno vocal, decididamente cercanos a lo que se conoce como Metalcore, dividiendo así las aguas entre los fans más ortodoxos y los más desprejuiciados. Tal camino se intensificó en sus dos álbumes posteriores (“Slaughter & apparatus: A methodical overture” de 2007 y “Strychnine.213” de 2008) y de esa forma Aborted logró desmarcarse, en cierta medida, del mote de mero clon de Carcass. Así llegamos a este nuevo ep que, ya desde el título y el arte de tapa, insinúa una vuelta a planteos más habituales dentro de esta rama particular del Death Metal. Esto no significa un completo retorno a sus raíces, sangrientas raíces, sino más bien una especie de puente entre ambas vertientes. En lo instrumental, el quinteto se muestra más salvaje que nunca, escupiendo esos riffs carnosos y sangrientos, esos solos afiladísimos y esas bases de quirúrgica violencia que hicieron de Bill Steer y compañía una leyenda indiscutida del Metal extremo en general. Sí, también hay lugar para algún que otro simple y hasta para algo de groove, pero esos son elementos que los mismos Carcass ya emplearan en sus trabajos clásicos. En lo que hace a voces, tenemos, los correspondientes gruñidos guturales atravesados por estridentes chillidos pero también hallamos modalidades rasposas de tono más “core” (por así llamarlo), aunque empleadas de forma más moderada que en las placas previas. Como cereza sobre esta breve torta (en total son cinco temas en poco más de veinte minutos), tenemos una nada despreciable versión de “Left hand path” de Entombed, lo cual no hace más que acentuar esa idea de reencuentro con el Death de la vieja escuela. En fin, habrá que esperar a un nuevo larga duración para sacar conclusiones definitivas, mientras tanto, para los amantes de Carcass y sus epígonos, he aquí un buen entremés servido entre tripas, excremento y regado con jugo gástrico.


-Cellgraft “External habitation” (2010)
Creo que lo mejor de Cellgraft es lo divertido que es imaginar las caras de horror que pondría un fan de Dream Theater (por poner un ejemplo) al escucharlos. “External habitation” es su segundo disco, contiene trece temas en poco menos de doce minutos (el debut homónimo apilaba la misma cantidad en siete minutos y medio, así que esto se podría considerar como un avance. O como que se vendieron, claro) y es una gloriosa y sudorosa oda a la urgencia catártica que caracterizaba a los primeros años del Grindcore. No por nada culminan la golpiza con una versión de “Scum” (el tema) de Napalm Death. Son sólo tres tipos (guitarra, batería y voz) y se las arreglan para hacer un ruido que pondría orgulloso (y un poco envidioso, para qué negarlo) a Seth Putnam de Anal Cunt. ¿Quieren cambios de ritmo, riffs intrincados, variantes complejas e instrumentaciones elaboradas? Bueno, busquen en otro lado porque aquí sólo hay lugar para una patada en los dientes tras otra. La batería golpea incesantemente con una potencia que lastima los huesos, la voz gruñe y chilla hasta que se percibe el gustito de la sangre en la garganta, la guitarra es una impenetrable pared de saturada distorsión donde por momentos se adivina algún que otro riff y cada tema es una violenta inyección de adrenalina que no deja tiempo para hacer nada más que sacudirse en violentos espasmos. No hay ni un mínimo resquicio para reflexionar o siquiera respirar, no tengo idea de en condiciones grabaron esto pero hacía mucho tiempo que no escuchaba un disco de Grindcore con un sonido tan corrosivo y salvaje. Como si esto fuera poco, los dos trabajos discográficos de estos nativos de Tampa (así como el ep “Revenge”, que cuenta con cuatro temas en dos minutos) se pueden descargar gratuitamente en la página web de Cellgraft, www.cellgraft.blogspot.com. Ideal para poner cuando quieran espantar de sus hogares a algún visitante molesto.


-Demeanor “The slugs throne” (2010)
Dos tipos con caras de nerds y oriundos de Kentucky (que se me hace que no debe ser un lugar muy amigable para los nerds, mucho menos para aquellos nerds apasionados por el Metal extremo) pueden reventarnos las neuronas (y los tímpanos, claro) en sólo trece minutos de caos. Si ya el ep previo (“Shoulders full of nazis”, candidato a uno de los mejores títulos de la historia del Rock) perfilaba a Demeanor como una propuesta sumamente personal, aquí la promesa se concreta a través de siete composiciones tan intensas como impredecibles. Del alguna forma, el dúo se las arregla para tomar los climas épicos y monolíticos de géneros como el Black y el Post-Metal (e inclusivo algunos de sus riffs) y condensarlos en estallidos de pura rabia Grindcorera. Cada tema es un microcosmos de odio donde todo puede ocurrir y ocurre a toda velocidad. Claro, también se pueden percibir rastros de Mathcore, Noise, Sludge y hasta algo del Death Metal más técnico y brutal pero todo está organizado de tal forma que el resultado final sólo suena a Demeanor. Y eso es más de lo que se puede decir de muchos grupos. El eclecticismo y el delirio se mantienen siempre contenidos por la constante agresión y el certero instinto dinámico de las composiciones. Para dejarlo en claro, aquí la cosa no pasa por probar diferentes géneros con sentido lúdico o en un mero zapping de influencias, cada elemento está colocado artesanalmente para lograr el efecto más potente y afiebrado, los constantes cambios de ritmo y los variados y enroscados riffs fluyen con una naturalidad pasmosa y una virulencia que deja sin aliento. Pero no se queden con mi palabra, en el myspace del dúo (www.myspace.com/demeanorgrind) podrán encontrar el link para descargar de forma gratuita este auténtico ataque a los sentidos. Una de las sorpresas más refrescantes en lo que va del año.


-Grave “Burial ground” (2010)
A la hora de definir un segundo puesto en el Death Metal sueco de la vieja escuela (o sea, el de fines de los ochentas y principios de los noventas, nada de Melodeath por aquí. Ah, y el primer puesto es claramente de Entombed, eso ni debería hacer falta aclararlo) muchos postulan a Dismember (cuyo vocalista, Matti Kärki, hace una aparición estelar en esta placa, en el tema “Dismebered mind”) como indiscutido candidato. Yo siento disentir pero, aún sin desmerecer lo hecho por David Blomqvist y los suyos, en mi corazoncito Deathmetalero Grave siempre tuvo un lugar de privilegio. No sólo porque sus dos primeros discos (“Into the grave” y “You’ll never see…”) son clásicos absolutos de ese sonido embarrado y carnoso, sino porque cuentan también con una auténtica obra maestra del Death N’ Roll (por ponerlo en una categoría, pero no tomen esto al pie de la letra) como lo fue “Soulless”, aquel discazo que editaran en 1994. Claro, luego la cosa se pondría un poco más oscura. Un sucesor de menor nivel (“Hating life” de 1996), la partida del bajista y vocalista Jörgen Sandström a las filas de, justamente, Entombed, años de silencio y un regreso (en 2002) que mantuvo al trío hasta la actualidad en un nivel parejo pero aún así lejos de sus mejores días. “Burial ground” es el décimo álbum del grupo y no esperen encontrar en él ninguna sorpresa, ningún sobresalto ni ninguna inesperada levantada de calidad (aunque, personalmente, creo que es lo mejor que hicieron estos tipos en bastante tiempo). La cosa es simple, si aprecian el Death Metal tradicional, con riffs simples y gancheros, sonido gordo y mugriento, enormes vozarrones podridos, ritmos potentes pero que nunca llegan al extremo vertiginoso del blast-beat, mucho groove violento, muchos ominosos rebajes dumbetas que obligan a alzar las manos hacia el firmamento en típico gesto metalero de sostener naranjas invisibles, y ese clima de maldad casi inocente y juguetón, entonces aquí tendrán un suculento bocado servido por gente que sabe bastante del tema. Desde ya, se trata de sabores que la mayoría de los paladares Deathmetaleros ya han saboreado infinidad de veces, con lo cual queda claro que el factor riesgo e inventiva no es el punto aquí. Pero que un disco sea genérico no quiere decir necesariamente que sea malo y tal es el caso en esta ocasión. Pocos grupos dentro del género cuentan con canciones y riffs tan memorables, de esos que invitan irresistiblemente a mover la cabeza mientras ponemos caras de malos y se nos infla el pecho a pura alegría malsana.


-Interment “Into the crypt of blasphemy” (2010)
Puede parecer oportunista y tal vez lo sea. No debe ser casualidad que en pleno rescate del Death sueco de principios de los noventas, una banda como Interment, activa inicialmente entre 1988 y 1994, decida reformarse. El primer paso fue un split con los americanos Funebrarum (editado en 2007), luego un compilado de los tres demos (el único material que registraran en estudio) que el grupo lanzara entre 1991 y 1994 (editado a principios de este año bajo el nombre de “Where death will increase”) y ahora llega, finalmente, el primer larga duración propiamente dicho. ¿Y qué tiene este cuarteto para entregarnos que justifique una vuelta luego de tantos años? Bueno, ¿les suenan discos como “Left hand path” y “Clandestine”? ¿Qué me dicen de “Into the grave” o “Like an ever flowing stream”? Sí señor, esto es Death Metal sueco de pura cepa, con las guitarras mediosas, el bajo arenoso, los tupá-tupás slayerianos, los monumentales rebajes y medios tiempos, los vozarrones autoritarios, los solos malvados y esa energía mórbida y visceral envolviéndolo todo. Es más, si alguien me dijera que se trata de un disco grabado y editado a principios de los noventas, no tendría ningún motivo para no creerlo. Ok, sí, hay una cierta mejora en el sonido, aunque se trata más un tema de masterización que otra cosa. Justamente, se nota el hincapié por recuperar esa frescura natural que tenía el sonido del viejo Death Metal, en especial en la batería (nada de triggers por aquí) y las guitarras con ese tono mugriento tan endiabladamente atractivo. Por lo demás, estamos en presencia de material convencional pero aún así convincente, siempre y cuando uno acepte la premisa netamente despojada de cualquier pretensión artística del grupo. Hablamos, en cualquier caso, de gente que sabe lo que hace (sus integrantes se pasearon por bandas como Regurgitate, Dellamorte, Centinex y Uncanny, como para exponer algunas credenciales), lo hace bien y no pretende más que pasar un buen rato haciéndolo. Ideal para nostálgicos, para los jóvenes que quieran explorar las viejas glorias Deathmetaleras siempre será mejor remitirse a los mencionados discos de Entombed, Grave y Dismember.


-Pathology “Legacy of the ancients” (2010)
Mucho se ha hablado (o escrito, mejor dicho) sobre el fichaje de Pathology a Victory Records, un sello tradicionalmente dedicado al Hardcore (o al Metalcore, a lo sumo) antes que al Death Metal. Se ha mencionado bastante, también, el abultado currículum de sus integrantes en grupos como The Locust, Cattle Decapitation, Being Killed (probablemente el único grupo de Death Metal que ha versionado a Crossed Out, la mejor banda de aquella primer camada Powerviolence), Liturgy y Disgorge, pero poco se ha dicho sobre su música. Claro, no faltará quien afirme que no hay demasiado para decir, a esta altura, de otro grupo más entregándose al más putrefacto y brutal Death Metal. Y si bien en la mayoría de los casos es probable que yo mismo esté de acuerdo con dicha sentencia, lo expuesto por Pathology en este cuarto álbum no es nada despreciable. Los entendidos en la materia utilizan denominaciones como Brutal (así, con mayúsculas) Death Metal o Slam para describir esto y no seré yo quien los contradiga pero tampoco quien los avale, desde ya. Lo que aquí tenemos son once temas (bueno, diez y una breve introducción) en poco más de media hora, plagados de blast-beats, riffs embarrados y vertiginosos, profundos gruñidos guturales, rebajes machacones, insistente doble bombo y todos los elementos que caben esperar de este tipo de propuestas. Hablar de originalidad está completamente fuera de lugar, no son esas las intenciones de Pathology, y casi me atrevería a decir que ya no lo son del género en su mayoría. Lo que distingue de alguna forma al cuarteto es, por un lado, el hecho de que sus composiciones manejan cierta noción de gancho y estructura antes que rendirse ante un rejunte riffs inentendibles y borroneados que transmiten más aburrimiento que otra cosa, sumando bastantes pasajes grooveros que ayudan a mantener una dinámica poco común en el estilo. Por otra parte, el sonido que han logrado exhibe una claridad saludable que no hace más que resaltar la potencia de las canciones, en especial en el terreno de las seis cuerdas donde inclusive es posible toparnos con algunas ideas y riffs sumamente efectivos. Insisto, se trata de material que bordea lo genérico (bueno, por momentos más que bordearlo se sumerge en él) pero ese no es el punto. Se trata, simplemente, de pasar un rato entretenido a pura podredumbre Deathmetalera. Si lo encaran sin más pretensiones que esas, les aseguro que este “Legacy of the ancients” tiene lo suyo.


-Rubufaso Mukufo “Remolab” (2010)
Primero, tomémonos unos minutos para reírnos del nombre de este grupo. Ahora sí, vamos a la review. Que Checoslovaquia cuenta desde hace años con una cantera inagotable del más enfermo y putrefacto Grindcore no es ninguna novedad para los aficionados a las vertientes más extremas del Metal. Nombres como Negligent Collateral Collapse, Ingrowing, Ahumado Granujo, Pigsty, Contrastic, Carnal Diafragma o Cerebral Turbulency, entre tantísimos otros, conforman una de las escenas más saludables del género a nivel mundial. Justamente, de la disolución de los últimas de esa lista surgen estos Rubufaso Mukufo (se dice que el nombre significaría “puto el que lee” pero no hay confirmación al respecto) que nos escupen en la cara un debut a puro Grindcore demente y refrescante como un bidón de ácido sulfúrico. Si hay algo que siempre distinguió a los mejores exponentes grinders checoslovacos fue la capacidad de combinar la pudrición habitual del género con un aire de locura tan imaginativa como espontánea. En ese sentido, este quinteto se planta sin problemas con una propuesta llena de delirio y agresión desmedida. Los elementos esperables están ahí: blast-beats, gruñidos y alaridos varios (el grupo cuenta con dos cantantes), guitarras como motosierras, rebajes Hardcorosos y toda la excitación psicótica y desbocada que el buen Grindore requiere. Pero eso no es todo. Las canciones (siempre breves y frenéticas, claro) cuentan con abundantes y abruptos cortes y cambios de ritmo, hay lugar para voces rasposas pero no podridas (más cercanas al Hardcore que al Metal) así como para importantes cuotas de groove, los riffs demuestran una saludable inventiva aún envueltos en un sonido mugriento y el clima general de la placa exhibe un aire deforme, casi psicodélico si tal cosa fuera posible. Tampoco llegan a los extremos de experimentación de unos Agoraphobic Nosebleed o al caos surrealista de Cephalic Carnage, pero no van mal encaminados. Son catorce estallidos apilados en casi veinticuatro minutos, ideales para rebotar contra las paredes como si no hubiera un mañana y capaces de tallarle a martillazos una sonrisa en la cara hasta a Santo Biasatti.


-Stargazer “A great work of ages” (2010)
¿Están cansados de esperar el tan demorado regreso discográfico de Atheist? ¿La vuelta de Pestilence (en “Resurrection macabre”) les resultó demasiado poco refinada y la de Cynic (en “Traced in air” y el ep “Re-traced”) demasiado blandita? ¿Acaso son de esos que extrañan las épocas en que un grupo enrolado en las más intrincadas filas del Death técnico aún podía concebir canciones con cierto sentido del gancho, la dinámica y la estructura y no sólo estériles ejercicios de digitación a toda velocidad? Si las respuestas a esos interrogantes son afirmativas, entonces Stargazer es la banda para ustedes. Claro, contando con el dato de que aquí hay miembros de los increíbles Portal (sí, estoy un poco reiterativo con esta gente pero les aseguro que están a la altura del hype), no es de extrañar que estemos en presencia de material sumamente personal e impregnado de una creatividad demente y surrealista. En efecto, Stargazer propone un viaje de absoluta oscuridad cósmica (y convengamos que no son muchos los grupos de Death Metal capaces de invocar vívidas imágenes siderales) construido sobre riffs laberínticos, bases cambiantes, deliciosas líneas de bajo (el trabajo de Damon Good, bajo el seudónimo de The Great Righteous Destroyer, es sencillamente excepcional, como para hacer babear a todos los amantes de Jaco Pastorius del mundo), afiebrados machaques, elegantes contrapuntos, misteriosas melodías y atmósferas que nos transportan a los más alejados confines del espacio exterior. Desde ya, este es un disco para aquellos que aprecian las instrumentaciones rebuscadas y las composiciones plagadas de detalles, marchas y contramarchas dentro del Metal extremo, pero no se trata simplemente de eso. El trío (sí, aunque parezca increíble, esta auténtica sinfonía de enfermedad fue concebida por sólo tres tipos) utiliza todo su caudal de virtuosismo no como un fin en sí mismo, sino como un medio para transmitir esa sensación de vacío cósmico, para dibujar enmarañados diagramas arquitectónicos de otros mundos, con cierto barroquismo, es cierto, pero siempre con buen gusto, variantes (hasta en la voces, en su mayoría podridas, hay lugar para algún pasaje coral de tono fantasmal), imaginación desbocada y cegadora, intensidad palpable y un hilo argumental reconocible y coherente. Sinceramente, no me alcanzan las palabras para describir la magnitud de este “A great work of ages”. Sencillamente, una obra superior de escucha obligatoria para todo amante del Metal en general que se precie de tal.


-Through The Eyes Of The Dead “Skepsis” (2010)
No debe ser fácil para los muchachos de Through The Eyes Of The Dead seguir cargando con el a esta altura despectivo mote de banda Deathcore, en especial en esta época de revival Deathmetalero de la vieja escuela. Ok, sus primeros pasos discográficos pueden acercarse a tal definición pero a partir del genial “Malice” (editado en 2007 y producido por el pequeño gran Erik Rutan) estos oriundo de South Carolina se desmarcaron de la media y dieron a luz un producto mucho más personal y ciertamente alejado del soporífero sinsentido que define a la gran mayoría de lo que se conoce como Deathcore. Tres años después, y cambio de vocalista mediante (ya van por el tercer cantante, uno por disco) llegan “Skepsis” para seguir probando que no es casualidad que esta gente lleve el nombre de uno de los mejores temas de Cannibal Corpse. Esto es Death Metal, señoras y señores, de pura cepa. El hecho de que mantengan una impronta moderna con respecto al género, en especial en lo que hace a sonido y variantes, no lo descalifica de ninguna manera. En primer lugar, lo que hay que destacar es que el quinteto se mantiene siempre atento a las canciones, equilibrando el alto grado de técnica de las instrumentaciones y su afiladísima precisión con un gancho y una intensidad palpables. Por supuesto, hay influencias (todo el mundo las tiene, no hace falta aclararlo) y allí encontramos algo de Carcass (entre “Necroticism” y “Heartwork”, en especial en los solos y los pasajes melódicos), algo del Cannibal Corpse más accesible (obviamente), algo de Suffocation (la referencia ineludible para toda una generación de jóvenes Deathmetaleros con cierto corazoncito “Core”) y hasta algo de la trabazón mecánica de un Meshuggah, pero todo ello está atravesado por una impronta actual, donde hay lugar también para riffs un tanto más exóticos y vocalizaciones que expanden al máximo las posibilidades de los diversos gruñidos y alaridos que puedan salir de una garganta. Desde ya, no se trata de material revolucionario ni nada que se le parezca pero lejos está de toda esa camada bodrios que sólo pueden atinar a apilar un montón de riffs robados a Suffocation y atravesarlos por el ocasional breakdown. “Skepsis” demuestra que se puede hacer Death Metal en 2010 con dignidad sin tener que apelar al revival.


-Toxic Bonkers “Plague” (2010)
Por sus diecisiete años de lucha ininterrumpida y por la potencia exhibida en sus cuatro álbumes previos, soy capaz de perdonar a estos polacos por haber elegido un nombre tan feo. Bueno, también por el hecho de que, aún sin ser un grupo experimental ni nada por el estilo, se las arreglaron para exponer un sonido propio dentro del Grindcore. Bueno, eso del género puede ser un tema de discusión. ¿Se puede llamar Grindcore a un grupo que prescinde casi por completo del blast-beat y que se maneja más bien entre medios tiempos? ¿Puede ser Grindcore una banda que cuente con un tecladista como miembro fijo de la formación? Las respuestas corren por cuenta del lector y, en todo caso, lo que es innegable aquí es la energía que transmiten estas diez canciones. La referencia más cercana que se me viene a la mente es el Napalm Death de mediados de los noventas, el de la era “experimental” (ya saben, discazos como “Fear, Emptiness, Despair”, “Diatribes” o “Inside the torn apart”), según sus propios miembros. En efecto, aquí hay bastante de ese groove vigoroso y por momentos trabado, de esos riffs gordos y marcados acompañados de ocasionales disonancias, de esas atmósferas tensas y casi futuristas, de esos arreglos más sutiles y elaborados y de esa violencia que ya no se apoya exclusivamente en la velocidad para manifestarse. No es curiosos, en ese sentido, que también se perciba cierto aire a Sepultura (en especial la voz de Wojtek "Grelka" Grelewski tiene un dejo al Max Cavalera más gutural, aunque los ocasionales chillidos agudos vienen con ese saborcito Grindcorero tan delicioso), casi como si tendieran un puente entre “Arise” y “Chaos A.D.” y lo tiñeran del espíritu politizado e iracundo de clásicos como Terrorizer o, por supuesto, Napalm Death. A todo eso, súmenle el particular empleo de teclados (nada de boludeces góticas, sino más bien climas envolventes con cierto aire a Meshuggah, de quienes toman prestadas también algunas de sus métricas impares) y samples, algunas texturas de guitarra muy interesantes y un no-sé-qué de espíritu Hardcore que se trasluce a lo largo de toda la placa. En fin, con todo esto se hace un tanto difícil encasillar a Toxic Bonkers en una categoría específica y eso es algo bueno, en especial cuando el resultado final está presentado en canciones tan redondas e intensas. Un disco ideal para moshear como si fuera 1994.


-Vasaeleth “Crypt born and tethered to ruin” (2010)
Admitamos, en primer lugar, que todo este asunto de sonar malvados (sea lo que sea que eso signifique) es una pretensión, cuando menos, infantil. Una vez aceptado este hecho, podemos preguntarnos qué pasó en los últimos años que el Death Metal (en su mayoría) resignó la maldad en aras de la supuesta brutalidad. ¿Dónde quedaron las atmósferas atemorizantes y los temas que daban más miedo que risa? Por suerte los ciclos musicales (al menos en el Rock) van y vienen y ahora llega el turno de una nueva generación de Deathmetaleros dispuestos a devolverle al género el aura macabra que había quedado sepultada bajo toneladas de blast-beats sin matices y aglutinamientos de notas sin sentido. Vasaeleth es un dignísimo representante de esta nueva camada que mira hacia el pasado en busca de inspiración pero no se queda en el mero revival. Tal vez la primera referencia clara para describirlos sean los australianos Portal (y les juro que no hincho más las pelotas con esta gente), con su particular combinación de agresión y técnica Deathmetalera, climas de opresiva oscuridad con cierto aire al Black más abrasivo y una impronta general de pesadilla alucinógena, casi como un surrealismo Lovecraftiano llevado al extremo de virulencia sónica. Desde ya, yendo un poco más hacia atrás podemos percibir la influencia de grupos como Incantation (en especial en lo que hace a intercalar el vértigo más caótico con los más babosos, arrastrados y opresivos rebajes dumbetas) y los poco reconocidos Molested, un viejo grupo noruego de los noventas que contara con futuros miembros de Borknagar y Gorgoroth pero que, a pesar de ello, propuso en su momento una más que interesante propuesta de la cual los mencionados Portal se nota que han tomado más de una idea prestada. En fin, volviendo a Vasaeleth y su álbum debut, lo que aquí tenemos son ocho monumentales tracks en media hora, que suenan como una auténtica muralla de maldad (en gran parte gracias al sonido áspero y expansivo, por momentos casi flirteando con el Noise), tanto en sus pasajes reptantes como en las aceleradas borroneadas y los vigorosos medios tiempos a la Bolt Thrower. Parece increíble pero semejante pared sonora está generada por sólo dos personas, donde se destaca la labor de un tal O.A., encargado de todos los instrumentos menos la batería (a cargo de un señor que se hace llamar Antinom), creador de una perfecta colección de riffs que hielan la sangre (algunos tremendamente intrincados y otros de una simpleza casi cavernícola), portador de un gruñido profundo y ominoso, y hasta generador de pasajes de auténtico horror lisérgico con sutiles teclados enterrados entre el magma de las guitarras. “Crypt born and tethered to ruin” propone ideas frescas y personales en un intenso viaje que estimula la imaginación (al menos, el lado oscuro de ésta) como pocos grupos dentro del Death pueden hacerlo. No se lo pierdan.


-Zubrowska “Zubrowska are dead” (2010)
A pesar del título de este tercer álbum (que recuerda a Refused y, yendo más atrás en el tiempo, a Born Against), este quinteto francés no está anunciando su separación. Y si les parece raro que un grupo se dé por muerto estando vivos y que encima definan a este disco como una oda a la vida, al escuchar el enfermizo despliegue de caótica violencia contenida en estos cuarenta y dos minutos y monedas, eso quedará en segundo plano. El estilo que practica Zubrowska no es fácil de definir o encasillar (la referencia más cercana que se me ocurre son los canadienses Fuck The Facts, pero aún así hay bastantes diferencias) y allí, precisamente, reside su encanto. Veamos, tenemos la histeria, los exabruptos y las disonancias del Mathcore, el vértigo violento del Grindcore, bastante de la brutalidad laberíntica de bandas como Cryptopsy o Cephalic Carnage, cambios de ritmo casi constantes, una vasta gama de voces podridas (desde los alaridos hardcorosos hasta los típicos gruñidos del Death y todo lo que haya en el medio) y hasta algunas limpias, instrumentaciones de un barroquismo asfixiante, pasajes de tensa calma que pueden remitir tanto a Neurosis como al Botch más reposado e inclusive a las atmósferas creadas por grupos como Cynic o Atheist en sus momentos más delicados, todo ello (y más) agrupado de forma impredecible en composiciones que siempre mantienen un tono entre oscuro, violento, psicótico y épico. Ok, por momentos se pasan de rosca y el oyente desprevenido puede perderse entre tanta información lanzada a tanta velocidad pero lo que les falta en gancho y concreción lo suplen con una imaginación superlativa y un afiebrado apetito creativo, por no mencionar la palpable evolución con respecto a sus dos placas previas. Ayuda, desde ya, el hecho de que haya un lugar para la melodía entre tanta agresión, sobre todo porque este aspecto está manejado con buen gusto y sin cortar la intensidad, sino más bien dosificándola con un agudo sentido de la dinámica y la tensión. Si buscan hits inmediatos van perdidos pero si les interesan las cosas complicadas, frenéticas, variadas y, por sobre todo, personales (siempre hablando dentro del espectro del Metal extremo, claro), he aquí una excelente opción.

14 de septiembre de 2010

Cadáver Exquisito, Taura, Gran Cuervo live in La Plata







De yapa, dejamos esta nota de la cobertura del show del viernes pasado.

13 de septiembre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Cauldron Black Ram “Slubberdegullion” (2010)
Los australianos de Portal no sólo se dedican sistemáticamente (desde sus primeros pasos discográficos a principios de la década pasada) a reformular las convenciones del Death Metal, creando una experiencia musical tan única como surrealista, sino que encima se dan el lujo de desparramar su talento en diversos proyectos paralelos. Por un lado tenemos a Impetous Ritual, con un sonido no tan alejado del de su banda madre (comprobable en el genial “Relentless execution of ceremonial excrescence”, editado el año pasado), por el otro aparece Stargazer (quienes se aprestan a editar “A great work of ages”, sucesor del aclamado “The scream that tore the sky” de 2005) con una propuesta mucho más ligada al Death técnico y los malabares Progresivos pero manteniendo esa impronta alucinógena de siempre. Bien, ahora llega el turno de Cauldron Black Ram y se segundo álbum, “Slubberdegullion”. Para empezar, bien vale aclarar que la propuesta de este trío poco tiene que ver con las deformidades conceptuales y sónicas de Portal y los proyectos antes mencionados. Cauldron Black Ram se retrotrae a épocas más lejanas, tomando inspiración del oscuro primitivismo de leyendas metálicas como Bathory, Venom o el primer Celtic Frost, con esa impronta parada en algún lado entre el Thrash, el Black, el Death (en sus instancias más básicas, desde ya) y hasta algún toquecito de Doom. Incluso apuntalan ese aire añejo con letras y estética dedicadas a la piratería, a la manera de un Running Wild pero sin mariconadas Powermetaleras. Los riffs y las bases manejan una simpleza entrañable, pasando de ominosos machaques a salvajes aceleradas, siempre manteniendo un sabor eminentemente ochentoso y crudo. Aún así, los tipos se hacen un lugarcito para pasajes un tanto más extravagantes, como el fantasmal recitado sobre arpegios acústicos de “Rats” o el empleo de samples que apuntalan las atmósferas de sórdida oscuridad que dominan la placa. Por momentos hasta da la sensación de que los tipos ponen todo su empeño en emular a sus viejos héroes pero, inevitablemente, se les escapa algo de esa locura característica, lo cual, en definitiva, le da a Caludron Black Ram una personalidad y una profundidad musical no muy comunes en este tipo de propuestas. A lo dicho sumen una destacada labor en las seis cuerdas (un excelente catálogo de riffs patea-culos, con un sonido mugriento y rasposo, y ocasionales pasajes de lúgubre calma alucinógena) y un instinto compositivo más elaborado de lo que a primera oída pueda parecer y obtendrán como resultado la rareza de una banda que busca inspiración en el pasado pero aún así ofrece algo más que un mero revival sin sustancia.


-Cephalic Carnage “Misled by certainty” (2010)
Oh sí, todos de pie para recibir la nueva entrega de los dementes más queribles de la historia del Grindcore. Claro, llamar simplemente Grindcore al impredecible torbellino de ideas que Cephalic Carnage nos viene entregando desde 1992 puede sonar a poco. Claro, si bien las bases del quinteto están firmemente ancladas en el Grind y el Death Metal más brutales, eso no les impide moverse entre influencias dispares (Jazz, Flamenco, Psicodelia, Noise, Funk y vaya uno a saber qué más), desplegando constantemente una inventiva extraterrestre que, sumada a sus claras tendencias alucinógenas y su particular sentido del humor, los convierten en una de las bandas más originales que el Metal extremo nos ha legado en las últimas décadas. “Misled by certainty” tiene todo lo que cabe esperar de esta gente, y eso significa excitación y sorpresas al por mayor. “The incorrigible flame” y “Warbots A.M.” nos dan la bienvenida al disco con las intrincadas vueltas rifferas y las estructuras mutantes características del grupo y ya en “Abraxas of filth” (con la voz invitada de Ross Dolan de Immolation) nos desconciertan con unas líneas de bajo imposibles (se necesita un virtuoso de la taya de Nick Schendzielos para destacarse entre el espeso entramado de las guitarras y el afiebrado repiquetear de la batería) y unos punteos desorbitados capaces de alterar las percepciones más rígidas. Treinta y siete segundos de caos es lo que nos ofrece “Pure horses” (no falta quien detecta cierto aire a Powerviolence aquí) para dar lugar a la densidad espiralada y lisérgica de “Cordyceps Humanis”, una pieza monumental que nos recuerda el amor por el Doom que ya habían expresado en aquel genial “Halls of Amenti”. El disco continúa por esos carriles de absoluta locura, tirándonos por la cabeza algo de Hardcore (los treinta y cuatro segundos de “P.G.A.D.”, con siglas y todo), atmósferas bordeando lo espacial (“Dimensional Modulation Transmogra”, un título, como corresponde, bien a la Voivod para un tema donde también se cuela algo de Meshuggah), arranques de pura efervescencia Jazzera (el comienzo de “Ohrwurm”, con el bajo de Schendzielos nuevamente tomando la posta entre ritmos frenéticos y deformes arreglos de saxofón), cambios de ritmo al borde de la esquizofrenia más aguda (prácticamente en todos los temas), voces limpias de tono casi Grunge (hacia el final de “When I arrive”) y un invencible arsenal de algunos de los mejores y más enroscados riffs que el Metal extremo jamás concibió. Y, claro, también tenemos los doce minutos finales de “Repangea”, una de las composiciones más ambiciosas de Cephalic Carnage (lo cual no es poco), donde conviven, en un clima de profunda melancolía épica, pasajes Jazzeros, ritmos aplastantes, voces melódicas (perfectamente interpretadas y alejadas de cualquier atisbo de superficialidad, bien vale aclarar), riffs tan pesados como emotivos, gruñidos monolíticos, elegantes arreglos de piano y una fluidez dinámica que hace que la duración del tema prácticamente ni se note. En fin, ¿qué más se puede decir? Los tipos lo hicieron de nuevo. Y van…


-Child Abuse “Cut and run” (2010)
El hecho de que hayan decidido nombrar a su banda “abuso infantil” ya nos habla a las claras de gente con algún que otro problemita en la cabeza. La bola de feedback, ritmos frenéticos, teclados ruidosos, riffs angulares y alaridos desencajados que abre este segundo disco de Child Abuse confirma cualquier tipo de sospechas. Y la cosa se va poniendo cada vez más jodida a medida que avanza el disco. Una batería, un bajo y un teclado (bueno, y la voz a cargo del tecladista Luke Calzonetti, un apellido propenso a más de un chiste soez) es todo lo que necesitan estos neoyorquinos para destrozar todas las neuronas que encuentren a su paso. Por momentos suenan como el primo satánico de Arab On Radar, dibujando riffs psicóticamente disonantes (aunque sin guitarras, claro) sobre bases taladrantes e irregulares y adornando la tortura sónica con lo que parecen ser los gruñidos proferidos por una bestia mutante mientras se masturba con alambres de púa. Pero eso es sólo una aproximación, les puedo asegurar que este ataque a los sentidos no tiene precedentes. Ok, algunos de los ruiditos generados por los teclados tienen un aire a The Locust en sus horas más lisérgicas, pero eso es todo. El bajo vomita los graves más mugrientos que jamás hayan escuchado, tendiendo una gruesa fundación de podredumbre sobre la cual los teclados juegan dibujar imágenes irreales y sumamente perturbadoras, ya sea en la forma de riffs intrincadísimos, retazos de melodías absolutamente bastardeadas o simplemente deshaciéndose en un crepitante maremoto de chirridos y disonancias. La batería, mientras tanto, le da cierto marco al caos con una precisión, una contundencia y un frenetismo que hará llorar a todos los aspirantes a Neil Peart del mundo. Esto no sólo es material difícil, es lisa y llanamente peligroso para la salud mental. Surrealismo violento en su máxima expresión de delirio y miradas desencajadas. Child Abuse toma los aspectos más revulsivos y abrasivos del Jazz, el Metal Extremo, el Noise y la Psicodelia y los funde en su desquiciada visión musical, llegando a alturas inéditas de imaginación pervertida y enfermiza. Ante cualquier duda consulte a su médico de cabecera.


-Gnaw Their Tongues “L'arrivée de la terne mort triomphante” (2010)
Con sólo cinco años de carrera y una titánica discografía (hablamos de más de veinte lanzamientos, entre discos, ep’s, splits y compilados), un holandés que se hace llamar simplemente Mories logró dar vida, a través de Gnaw Their Tongues, a los sonidos más oscuros, asfixiantes, tenebrosos e intensos que el Black Metal jamás pudo imaginar. “L'arrivée de la terne mort triomphante” continúa ese escabroso camino, logrando inclusive un mayor grado de profundidad, maldad y hasta refinamiento que el anterior “All the dread magnificence of perversity” (2009), un disco que ya metía bastante miedo. Claro, en lo formal es difícil llamar a esto Black Metal. En definitiva, aquí no hay ritmos vertiginosos, ni riffs metálicos borroneados entre el reverb y la velocidad, ni siquiera flirteos con ningún tipo de folklore nórdico. Sí tenemos, en cambio, los ocasionales chillidos distorsionados, enterrados en la mezcla para dar la sensación de ser proferidos por algún alma en pena ahogándose en infernales océanos de lava y excremento. Y tenemos lo más importante: un alma ennegrecida y sádica, un inquebrantable espíritu misantrópico que se corporiza en composiciones tortuosas, de una majestuosidad grotesca y revulsiva que nos confronta con nuestros peores instintos y nuestras emociones más sórdidas. Lo hace a través de samples, abrasivos colchones de ruido, ominosas percusiones y fúnebres orquestaciones que hacen quedar a los intentos Wagnerianos de un Burzum (por ejemplo) como un juego de niños. Aquí hay una riqueza musical enorme, es sólo que cada segundo de música está pensado para transmitir el más penetrante de los malestares. Ni hace falta aclarar que se trata de material de difícil digestión, demasiado experimental para el Blackmetalero medio, demasiado sinfónico para el amante del Drone o el Noise, demasiado corrosivo y violento para el refinado público avant-garde y, sencillamente, demasiado poco amigable (y me refiero en lo emocional tanto como en lo musical) para la raza humana en general. Si son de los que no se amedrentan fácilmente, denle una oportunidad. Puede que salgan lastimados de este viaje pero vale la pena experimentarlo.


-Helmet “Seeing eye dog” (2010)
A esta altura cualquiera que no esté al tanto de la importancia de Helmet en el Rock de los noventas (y de ahí en adelante) es porque estuvo mirando otro canal. Ni siquiera me siento obligado a introducirlos ante los oídos vírgenes, en tal caso siempre es mejor acudir a clásicos inoxidables como “Strap it on”, “Meantime” e inclusive el melódico “Betty” como para recuperar el tiempo perdido y, de paso, entender de dónde sacaron sus ideas el noventa por ciento de las bandas pesadas de los últimos veinte años. El punto es que el Helmet que volvió al ruedo en 2004 de la mano del flojísimo “Size matters” ya no era el mismo de antes. Y no me refiero sólo a una cuestión de integrantes, la música carecía de ese filo, de esa energía taladrante y obsesiva, de esa asfixia urbana que Page Hamilton (vocalista, guitarrista, compositor y eterno líder del cuarteto) tan bien había logrado transmitir en sus obras previas. En 2006 llegó “Monochrome” y, si bien allí el grupo levantó un poco la cabeza, la cosa seguía teniendo gusto a poco, en especial, insisto, considerando que no estamos hablando de unos segundones cualquiera, sino de Helmet, los eternos maestros del riff entrecortado. Así llegamos a este flamante “Seeing eye dog”, el cual, les soy sincero, era esperado por mí sin muchas expectativas. El principal punto a mencionar (como sucediera en los dos álbumes previos) es la voz del mismo Hamilton, que ha sufrido una extraña transformación que la apunta como principal culpable de bajar el nivel de las canciones. En efecto, donde antes había un rugido visceral y quebrado, en combinación con sobrios pasajes de amargura melódica, ahora hay un quejido débil alternado con buenas melodías pero que apenas arañan el tono maduro y certero de antaño. Por momentos da la sensación de que la voz de Hamilton se volvió más pequeña, más adolescente y, por ende, despojada de la energía compacta que requieren sus composiciones. En lo instrumental sí es posible encontrar al Helmet de siempre, haciendo gala de esa ciencia riffera y ese groove irresistible que sólo ellos pueden manejar con tanta maestría. También hay lugar para los disonantes arreglos, los solos desquiciados y las espesas texturas de la guitarra de Hamilton, que demuestran que su formación en la orquesta de Glenn Branca y los Shoegazers Band Of Susans, así como su amor por el Jazz, rindieron sus frutos. Tampoco faltan temas de neto corte melódico, con melodías casi poperas (de hecho, hasta hay un cover de “And your bird can sing” de los Beatles) envueltas en capas y capas de guitarras distorsionadas y sostenidas por un ritmo siempre firme y ajustado. En ese sentido, la mejora con respecto a “Size matters” y “Monochrome” es innegable pero ya es tiempo de resignarse al hecho de que Helmet jamás volverá a ser lo que alguna vez fue. Desde ya, no se trata de un disco desechable pero puesto al lado de los clásicos mencionados más arriba, empalidece notablemente. Tal vez si Hamilton hubiese decidido iniciar esta nueva etapa de cero, con otro nombre en lugar de Helmet, la apreciación sería diferente y seguramente más positiva. De todas formas, como siempre, lo mejor será que le peguen una escuchada y saquen sus propias conclusiones.


-Ion Dissonance “Cursed” (2010)
Las comparaciones son odiosas pero que las hay, las hay. En el intrincado universo del Mathcore, Ion Dissonance tal vez estén lejos de las alturas creativas planteadas por grandes nombres como The Dillinger Escape Plan, Converge, Playing Enemy o Knut (por sólo mencionar algunos), pero aún así siempre se las arreglaron para entregar material de interés para cualquiera que aprecie las frenéticas cualidades del género. Claro, son canadienses, así que eso de hacer Metal extremo con altas dosis de proezas técnicas, instrumentaciones rebuscadas y complejas estructuras compositivas es tan natural para ellos como ver nieve. Y es, justamente, en la soltura con que encaran su material que se pueden encontrar sus mejores virtudes. No se puede exigir mucho a nivel originalidad, este cuarto álbum del quinteto sigue, en líneas generales, las mismas pautas de los anteriores, tal vez con cierto aumento, si eso fuera posible, en lo que hace a climas oscuros, retorcidos y violentos. Acá tenemos bastante de ese caos controlado que The Dillinger Escape Plan patentara en el clásico “Calculating infinity”, sumado a esos machaques gordos y trabados tan típicos de Meshuggah (de hecho, en “Cursed” Ion Dissonance inaugura el uso de guitarras de ocho cuerdas, lo que ayuda a resaltar la saña musical a la que hacía alusión más arriba) y adornado por alguna que otra gotita de Death técnico. Si buscan variantes, estribillos coreables o algo de aire para respirar, mejor miren en otro lado. Aquí sólo hay asfixia, riffs mutantes que se enroscan a toda velocidad y diluyen neuronas a su paso, ritmos en constante movimiento que generan contracturas en el cuerpo y cortocircuitos en la mente, gargantas en llamas escupiendo bilis a puro alarido, infinidad de mareadores arreglos disonantes interpretados con una precisión inhumana y una intensidad sumamente física, aún cuando estamos hablando de música eminentemente cerebral. En fin, se supone que de eso se trata el Mathcore, de encontrar ese siempre tenso equilibrio entre agresión desbocada, imaginación demente y finísimo despliegue de virtuosismos varios. Y cuando la cosa está bien hecha, como sucede en este caso, puedo inclusive pasar por alto el hecho de que Ion Dissonance sea un grupo, en definitiva, bastante genérico. Si Dillinger se les hizo demasiado melódico, Psyopus demasiado autoindulgente y las esperas entre disco y disco de Meshuggah se les hacen insoportables, “Cursed” tal vez sea lo que andaban buscando.


-KEN Mode “Mongrel 2.0” (2010)
Nada mejor para hacer catarsis luego de una dura jornada urbana que un crujiente plato del más violento, asfixiante y disonante Noise-Rock que puedan imaginar. Estos canadienses toman su nombre de una expresión acunada por los miembros de Black Flag antes de salir al escenario, cuando se ponían en “Kill Everyone Now Mode” (Modo Matar a Todos Ahora), y qué mejor descripción para la rabia sudorosa y contacturada que transmiten. Ok, antes de seguir aclaremos algo, este “Mongrel 2.0” no es más que le reedición de su álbum debut (originalmente editado en 2003 por Escape Artists Records, hogar también de luminarias como Anodyne, Playing Enemy y Burn It Down, entre otros) con el agregado de cuatro bonus tracks tomados de viejos demos. Ahora bien, si alguna vez pensaron que las enseñanzas de Unsane jamás podrían ser transformadas en algo aún más brutal que lo expuesto por los neoyorquinos, piensen otra vez porque KEN Mode encontró la fórmula mágica para conjugar esos riffs climas de espesa tensión con un frenetismo digno del mejor Mathcore y una intensidad visceral que se siente en los huesos. El bajo gruñe amorfo generando un crepitante colchón de graves sobre el cual la guitarra se explaya con los riffs más disonantes, angulares y furiosos que se hayan escuchado desde que Steve Albini decidió colgarse una guitarra, la batería sostiene todo con un desparramo de golpes hiperquinético y salvaje, manejando a la perfección las dinámicas de las composiciones (ese afilado sentido de cuando aflojar y cuando apretar que espanta el fantasma del aburrimiento y la monotonía) y obligando al cuerpo a moverse en un constante estado de epilepsia, mientras que la voz (a cargo del guitarrista Jesse Matthewson) se encarga de escupir odio a puro ladrido distorsionado. No sería del todo correcto hablar de originalidad aquí, KEN Mode sigue claras pautas Noise-Rockeras, pero al agregar ese corazón Hardcore a punto de estallar logran un sabor propio y excitante, que se entiende más con las entrañas que con la cabeza. Y aún así, el despliegue instrumental tiene las suficientes complicaciones como para dejar conforme a cualquier amante de los sonidos intrincados. En fin, si en su momento lo dejaron pasar, he aquí una excelente oportunidad para resarcirse mientras esperamos el próximo trabajo de estudio que verá la luz a comienzos del año próximo.


-Masakari “The prophet feeds” (2010)
Viniendo de Cleveland, hogar de abanderados del Hardcore metálico más ennegrecido como Integrity, Ringworm o Pale Creation, no es de extrañar que los muchachos de Masakari traigan consigo una carga similar de bronca desbocada y pesimismo apocalíptico. Musicalmente, continúan lo expresado en su ep debut del año pasado (“Eden compromised”), donde ya mostraban una intensa combinación entre el Crust oscuro de los legendarios His Hero Is Gone y la impronta nihilista de los mencionados Integrity. En ese sentido no hay demasiadas novedades, con la excepción de un flirteo más marcado con el Sludge, algo que, a esta altura, está bastante visto (o escuchado, mejor dicho) pero que, no obstante, calza con bastante naturalidad en el esquema musical del quinteto. De hecho, es probable que esa atmósfera sombría que domina las composiciones sea lo que haya atraído a la gente de Southern Lord, que se encarga de la edición de este rabioso “The profit feeds”. En fin, no podemos hablar de originalidad ni nada por el estilo y algunos se preguntarán (no sin cierto viso de razón) qué sentido tiene escuchar esto cuando ya existen grandes discos como “Monuments to thieves” (de los mencionados His Hero Is Gone) o inclusive el reciente “The blackest curse” de Integrity. El punto es que lo que a Masakari le falta en personalidad propia lo suplen con una energía inagotable y contagiosa, con riffs como motosierras y ritmos afiebrados, con lúgubres arreglos melódicos y envolventes rebajes, con machaques masivos y gruñidos que hacen temblar la tierra misma. Por ahora vienen bien pero, para la próxima no vendría mal que sumen alguna que otra idea propia. De hacerlo, pueden llegar a dar una grata sorpresa.


-Samiam “Orphan works” (2010)
Los compilados son todo un tema. Los “grandes éxitos” prácticamente no tienen razón de ser (salvo para el grupo y/o el sello que hacen unos morlacos sin mover un pelo, prácticamente) y los discos en vivo suelen ser una especie de “grandes éxitos” con aplausos entre tema y tema. Cuando se trata de recopilar material inédito o rarezas, la cosa toma un poco más de color, aunque esto dependa del fanatismo que uno profese por el artista en cuestión. “Orphan works” queda en un lugar extraño, ya que se trata de un compilado con versiones en vivo, un par de covers (sólo disponibles anteriormente en compilados y ep’s) y algún que otro sobrante de las sesiones de grabación de “Clumsy” y “You are freaking me out”, es decir los años multinacionales de Samiam, por así llamarlos. En otras palabras, material casi exclusivamente para fans del quinteto. Bien, da la casualidad de que quien les escribe es un ferviente admirador de lo hecho por esta gente, con lo cual la perspectiva de disfrutar por enésima vez de gemas perfectas de Punk emotivo como “Capsized”, “Bad day”, “Regret”, “Full on”, “Time by the dime” (por sólo citar mis preferidas personales) es más que placentera. En definitiva, estamos hablando de una de las bandas más personales, intensas y certeras de aquella primera camada Emo-Punk (junto a otros nombres destacadísimos como Jawbreaker o Fuel) que surgió en San Francisco a fines de los ochentas. Más aún, hablamos de un grupo que cuenta en su haber con algunas de las mejores canciones en la historia del Rock americano y punto. Por supuesto, soy subjetivo y totalmente parcial, pero el que no sepa apreciar las magníficas melodías del cantante Jason Beebout (siempre entregadas con el corazón en la mano) y sus desgarradoras letras, los deliciosos arreglos de guitarra del veterano Sergie Loobkoff y la sensibilidad energética, madura y visceral de estas canciones es porque en lugar de corazón tiene un bloque de cemento. Por el mismo precio, tenemos las sublimes versiones de “Search and destroy” (de Stooges) y “Here comes your man” (de Pixies) que ponen la cereza sobre la torta. Para aquellos que hayan disfrutado hasta las lágrimas (como es mi caso) del show que Samiam dio en Buenos Aires a fines del año pasado, he aquí una excusa perfecta para revivir una vez más esos imborrables momentos.


-Superchunk “Majesty shredding” (2010)
Si tuviera que elegir un solo grupo como abanderado indiscutido del Indie-Rock de los noventas, probablemente el nombre de Superchunk sea el primero en acudir a mi mente. Aunque, claro, habría que decir que hablamos de Indie-Rock no como un compendio de amaneramientos abúlicos y poses elitistas, sino simplemente de una continuación de ese espíritu Punk sensible que definieran bandas como Hüsker Dü, The Replacementes e inclusive R.E.M. a mediados de los ochentas. En efecto, en lo musical la propuesta de Superchunk siempre estuvo más cerca de la energía contagiosa e inmediata del Punk-Rock que de las letanías drogonas o los intentos forzados por parecer freaks. Y en el terreno extra musical, sólo basta mencionar que, en los albores de la explosión del así llamado Rock Alternativo abandonaron a Matador Records (supuesto sello insignia del Indie norteamericano, hogar de bandas como Pavement, Yo La Tengo y Guided By Voices, entre tantos otros) cuando éste firmó un contrato de distribución con la multinacional Atlantic. Pero, en definitiva, esas cuestiones quedan en segundo plano (aún cuando sirvan para dejar en claro que la mayoría de los discursitos pseudo rebeldes de tanto grupo defensor de una supuesta integridad comercial no son más que una pose y, en última instancia, una mentira) ante la evidencia musical. Como corresponde, el fuerte de Superchunk está en sus canciones, en esas hermosas y emotivas melodías poperas arropadas por guitarras distorsionadas y montadas sobre ritmos potentes y contagiosos. Sí, la voz aguda y frágil de Mac McCaughan por momentos se pasa de entusiasmo y desafina, y la interpretación en el plano instrumental tampoco es un dechado de virtuosismo ni nada que se le parezca. Pero nada de eso impide que estos cuatro veteranos (ya llevan veintiún años de carrera) logren transmitir de forma certera e intensa un ardor emocional crudo y delicado al mismo tiempo, dramático por momentos (como la vida misma) pero encarado siempre desde un punto de vista maduro y con los pies sobre la tierra. En fin, se trata de once canciones redondas, gancheras, potentes, honestas, alejadas de cualquier tipo de histrionismo o exageración y sumamente conmovedoras. ¿Qué más le pueden pedir a la vida?


-Thou “Summit” (2010)
Que el sur de los Estados Unidos es un excelente caldo de cultivo para propuestas ligadas al Doom y el Sludge no es ninguna novedad a esta altura. Tal vez sea el calor, el clima húmedo de los pantanos, o simplemente ese crisol multicultural donde aparece de forma tan reiterada la figura del vudú y las religiones de tinte oscuro, por así llamarlas. Sea como sea, Thou son un claro producto de ese entorno. Avanzan con paso lento y seguro, dejando un reguero de desolación tras de ellos y envolviendo a todo lo que se les cruce en una cavernosa pesadilla alucinógena. Claro, hoy en día el universo metálico está superpoblado de barbudos panzones prendiendo velas ante el altar de Eyehategod y Melvins y suponiendo que por el sólo hecho de tocar lento y arrastrado y sonar muy graves ya están haciendo algo con valor musical. En su anterior larga duración (“Peasant”, editado en 2008), Thou ya mostraba señales de querer desmarcarse de las convenciones que hacen que hoy en día la gran mayoría del Doom y el Sludge que se edita sea netamente desechable y superficial. En “Summit” dan un paso más hacia adelante, metiéndose de cabeza en espesas aguas donde no basta un exceso de graves para conmover. Eso no quiere decir que hayan abandonado los aplastantes riffs Sabbáthicos ni los tempos moribundos ni los alaridos desgarrados que son la columna vertebral del estilo, sino que a ello suman una sensibilidad melódica que les confiere una impronta más humana, más real en última instancia. Las palmas van para el trabajo de las guitarras, que no sólo proponen ideas propias (ya sea en los riffs, como en las texturas, en los arreglos y en los macabros arpegios que aparecen aquí y allá, dibujando vívidas imágenes de desolación y angustia) y efectivas, sino que también se ponen al hombro las composiciones con un sentido de la dinámica digno de los momentos más refinados de bandas como Isis o Neurosis. Y no, antes de que siquiera lo piensen, esto no es Post-Metal. En definitiva, esto es Doom, aunque tampoco creo que esa sola palabra baste para explicar el contenido de “Summit”. Digamos que aquí conviven, con una naturalidad pasmosa, el nervio decadente del Sludge, la oscuridad riffera del Doom tradicional, algún que otro amague de minimalismo Drone y un cierto refinamiento melódico (en la parte instrumental, las voces se conforman con chillar en un estilo casi Blackmetalero) que puede asociarse a nombres tan dispares como Envy, My Dying Bride (incluso se animan a meter algún violín por allí, por no hablar también de instrumentos de viento, teclados y guitarras acústicas) o los mencionados Isis. Lo que queda demostrado es que Thou es una banda con personalidad propia y de las pocas que hoy en día parecen capaces de refrescar un género tan vapuleado como el Doom y sus aledaños.


-Venetian Snares “My so-called life” (2010)
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra extremo como aquello “que está en su grado más intenso, elevado o activo. Excesivo, sumo, exagerado”. Bien, si nos atenemos a eso, entonces no hay ninguna duda de que Venetian Snares tiene, musicalmente, mucho más de extremo que la gran mayoría de Grindcore, Death Metal, Doom o el género metálico que prefieran. Y sí, estamos hablando de Música Electrónica, nada de guitarras eléctricas, bateristas sudados ni cantantes gritones. Con dieciocho años de carrera y más de veinte trabajos editados, Aaron Funk (tal el nombre detrás de la bestia) ya no tiene necesidad de probarle nada a nadie y prácticamente cualquiera de sus discos es un perfecto ejemplo de extremismo musical en su estadío más psicótico y asfixiante. “My so-called life” fue compuesto y grabado en unos pocos días y cada uno de los diez temas que lo componen representan para Funk una suerte de “entrada de diario, más una colección de historias cortas que una novela”. Esa es la principal diferencia con el anterior “Filth” (editado el año pasado), que contaba con un concepto claro y homogéneo que se mantenía a lo largo de toda la placa. Aquí el clima de violento hermetismo se ve relativamente aliviado por una paleta sonora más amplia y cierto clima distendido que, no obstante, hace que la demencia se torne más evidente e impredecible. Los ritmos mantienen las frenéticas marchas y contramarchas de siempre (a veces un tanto más bailables, por momentos tan intrincados que son imposibles de seguir, pero siempre provistos de una virulencia que se siente en el estómago), pero el acompañamiento a éstos proviene de distintas y variadas fuentes. Tenemos sobrias orquestaciones clásicas, ocasionales tecladitos bolicheros en estado de degradación, texturas a las que palabras como deforme o surrealista les quedan chicas, alguna que otra melodía cargada de evocadora emotividad y, claro que sí, un sinfín de ruiditos, feedback, chisporroteos y cortocircuitos que se meten en el cerebro y lo van consumiendo como si se tratara de langostas famélicas. Por supuesto, no se supone que esto sea material fácil y no lo es. Pero aquellos que cuenten con un par de oídos aventureros y valientes encontrarán aquí una más que jugosa recompensa.