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16 de julio de 2012

Reviews Express


Por Fernando Suarez.



-Beak> “>>” (2012)
Probablemente, el primer foco de interés en este trío sea la presencia de Geoff Barrow, el cerebro creativo de Portishead. El segundo podría ser el hecho de que su álbum debut homónimo fuera editado (en 2009) por Ipecac, el sello de Mike Patton. Más allá de pergaminos y relaciones con gente importante, esta segunda placa (registrada, al igual que la primera, íntegramente en vivo en el estudio y sin sobregrabaciones) confirma que Beak> es un grupo que ha aprendido a la perfección las enseñanzas de los popes más relevantes del Kraut-Rock (Can, Neu!, Faust) y que es capaz de reinterpretarlas con soltura, buenas ideas musicales y canciones irresistiblemente hipnóticas.



-Death Grips “The money store” (2012)
Digan lo que quieran de los hipsters (últimamente, me da la sensación de que quienes más se apuran a señalarlos con el dedo, en realidad se están apuntando a ellos mismos) pero, cuando se ponen las pilas, pueden llegar a sacar discos bastante copados. Tomen como ejemplo este proyecto que Zach Hill (Hella, Crime In Choir, Goon Moon y un largo etcétera) comparte con otros Dj’s y MC’s, en el que se las arreglan para presentar un Hip-Hop corrosivo, lisérgico, agresivo, de fuerte sesgo experimental y hecho con la suficiente calidad como para dejar los prejuicios de lado.



-El Camino Más Difícil “Incendiario” (2012)
Música para sacudir los huesos y el espíritu. Sin dejar del todo de lado el Hardcore moderno y oscuro (a la American Nightmare/Give Up The Ghost) de su anterior placa, estos rosarinos redoblan la apuesta, sumando mayores variantes rítmicas y una notable creatividad en las guitarras, acercándose así a los sonidos de bandas como Refused, Unbroken o The Hope Conspiracy sin por ello resignar su ardiente (porque decir “incendiaria” sería demasiado obvio) personalidad.



-Guided By Voices “Class clown spots a UFO” (2012)
Segundo disco de estos reformados Guided By Voices (recuerden que se trata del clásico line-up que ocupó de 1993 a 1996) y, con veintiún temas en poco más de cuarenta minutos, sabrán que el respeto por aquellos caóticos discos de principios y mediados de los noventas (con sus virtudes y defectos) se mantiene intacto. Personalmente (y a riesgo de ser repudiado por la Elite Indie), me quedo toda la vida con la última etapa del grupo (a grandes rasgos, entre 1997 y 2004) pero es imposible no toparse aquí con varias de esas breves gemas Poperas que Robert Pollard y los suyos saben entregarnos con alarmante despreocupación.



-Mi Ami “Decade” (2012)
Tras la partida del bajista Jacob Long (ex miembro de los geniales Black Eyes), Mi Ami queda reducido a un dúo (todavía con Daniel Martin-McCormick, otro ex-Black Eyes) netamente electrónico, bailable y sin demasiadas luces. No está mal (al menos, en términos de trance psicodélico) pero no esperen ni un ápice de la creatividad desbocada y excitante de sus dos primeros discos.



-Microwaves “Psionic impedance” (2012)
Que un grupo de Noise-Rock haya contado alguna vez entre sus filas con la presencia de Steve Moore (miembro ocasional de Earth y líder de los Progretas Zombi) no es un dato para pasar por alto. Y, si de datos hablamos, también podríamos mencionar conexiones con grupos como Don Caballero y Creation Is Crucifixion, como para que se vayan haciendo una idea. Reducido a un dúo de guitarra y batería (ambos se hacen cargo de las voces y los samples), Microwaves nos trae, en este cuarto álbum, media hora de disonancias, ritmos imposibles de seguir, climas de lisergia histérica y riffs angulares que parecen recorrer el camino intermedio entre Arab On Radar y The Locust.



-Mission Of Burma “Unsound” (2012)
Y sí, los vejetes Post-Punks tienen cuerda para rato. ¿Y encima se las arreglan para seguir expandiendo las pautas del sonido que ellos mismos inventaron hace treinta años? No hay derecho. Como siempre, de cabeza a lo mejor del año.



-Mothlite “Dark age” (2012)
Mothlite es la criatura liderada por Daniel O'Sullivan, también miembro de Guapo, Aethenor, Ulver, Grumbling Fur y varios proyectos más. Sabiendo eso, y que el muchacho cita como influencias para este segundo disco a bandas como Talk Talk, Tears For Fears y Cocteau Twins, no es de extrañar entonces que la cosa suene como una especie de Pop-Arty-Progresivo-Electrónico-Oscuro-Experimental y cargado de elegante melancolía. O un muy buen complemento para los últimos discos de Ulver, si prefieren.



-Narrows “Painted” (2012)
El supergrupo conformado por ex integrantes de Botch, Unbroken, These Arms Are Snakes y Some Girls se mantiene firme en su afán por conservar vivo el legado de sus anteriores bandas, en especial Botch. La intensidad sigue ahí (de hecho, se nota un claro acercamiento al Sludge y un aura general más agresiva), aunque en el terreno creativo han bajado uno o dos puntos.



-Royal Thunder “CVI” (2012)
No es que haya nada de malo con esa suerte de puesta al día de la historia del Hard-Rock (de Led Zeppelin a Queens Of The Stone Age, de Blue Cheer a Soundgarden, del Rush más guitarrero al primer Pearl Jam, por poner algunos ejemplos) que practican estos vecinos de Mastodon, Baroness y Kylesa pero, seamos honestos: sin el carisma, la gran voz y las excelentes melodías de la morochaza (y también bajista) Mlny Parsonz, la cosa no sería tan interesante.

2 de junio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Alien Sex Fiend “Death trip” (2010)
Digan lo que quieran pero el Rock en general siempre estuvo (desde su incepción misma) ligado a cuestiones estéticas casi tan relevantes en su forma y contenido como el hecho musical en sí mismo. Por supuesto, hay casos puntuales en los que la parte visual ocupa un rol determinante a la hora de analizar ciertas propuestas. Desde sus inicios, allá por 1982, Alien Sex Fiend dejó una marca indeleble en la escena Post-Punk/Industrial/Gótica gracias, justamente, a una personal combinación de la teatralidad oscura de Alice Cooper y los ásperos sonidos electrónicos de grupos como Suicide o Cabaret Voltaire. En lo personal, debo decir que no soy muy amigo de los disfraces estrafalarios y los rostros maquillados como cadáveres pero también he de aceptar que la música de Alien Sex Fiend resulta ser mucho más interesante, intensa y creativa que lo que su caricaturesca imagen puede llegar a hacer suponer. Y, ciertamente, sin ellos, artistas como Skinny Puppy, My Life With The Thrill Kill Kult y, por propiedad transitiva, Rob Zombie y Marilyn Manson nunca hubieran sido lo que en algún momento llegaron a ser. “Death trip” es el doceavo álbum del grupo (reducido a un dúo desde hace algunos años) y en él encontramos diez temas que nos transportan a un siniestro viaje alucinógeno a través de corrosivos samples, bases repetitivas, guitarras chillonas, ambientaciones que parecen salidas de la más sombría película de terror en blanco y negro, teclados entre lisérgicos y juguetones, y la siempre retorcida y cavernosa voz de Nik Fiend (Nik Wade para los amigos), eterno líder del combo. Bien vale aclarar, para aquellos más fanáticos, que el foco principal en este “Death trip” está puesto en el costado electrónico de la propuesta, con sólo breves referencias a esa especie de Psychobilly/Glam Rock enfermizo de sus inicios y extensos pasajes dominados por espesas cascadas de sintetizadores y samples generando atmósferas envolventes y plagadas de interesantísimos detalles. En fin, es probable que la mayor virtud de Alien Sex Fiend siempre haya sido esa capacidad para abrazar la estética gótica con un inusual sentido del humor que los aleja de la mera pose y una profundidad musical que los coloca muy por arriba de cualquier aproximación superficial a dichas pautas. Y, en cualquier caso, que un grupo lleve tantos años de carrera con una identidad claramente única y, aún así, se empeñe en seguir creciendo musicalmente, ya es algo digno de destacar.


-Circle Of Dead Children “Psalm of the grand destroyer” (2010)
Circle Of Dead Children no sólo cuenta con uno de los mejores nombres del Grindcore, también pueden exponer con orgullo sus onces años de carrera a puro blast-beat y gruñido. Ok, hubo que aguardar cinco años desde el anterior “Zero comfort margin” pero se ve que los muchachos no perdieron el filo. Lograr una identidad propia dentro de un género, en apariencia, tan restrictivo como el Grindcore no es tarea fácil pero estamos hablando de gente que sabe bastante del tema. El cuarteto tomó buena nota de las intrincadas instrumentaciones de Cephalic Carnage y la demencia sónica de Today Is The Day (no por nada Steve Austin produjo algunos de sus álbumes previos y hasta les robó un baterista) y conjugo todo ese despliegue de disonancias, riffs angulares y estructuras caóticas en canciones que llevan impreso el sello de calidad del mejor Napalm Death. La guitarra se debate entre zumbidos borroneados, incongruentes (en el buen sentido) desparramos de notas, rebajes oscuros y arranques de mugre Hardcorosa. La base repiquetea incansablemente, con una batería que reparte golpes como si en ello se le fuera la vida misma y un bajo que cumple sin problemas la escondida tarea de extender un arenoso colchón de graves bajo las retorcidas elucubraciones de las seis cuerdas. Las voces, como corresponde, van alternando entre gruñidos guturales y chirridos que taladran los tímpanos, escupiendo rabia nihilista por los cuatro costados. También hay lugar para esos pasajes Noise con los que el grupo viene experimentando desde sus comienzos y hasta para tempos arrastrados que no hacen más que aportar una necesaria cuota de variedad a su propuesta. Es sólo Grindcore pero me gusta.


-Coma Lies N.C. “The great western basin” (2010)
Como cualquier género musical que gana algún tipo de notoriedad (y no me refiero sólo al mainstream, el undeground también tiene sus modas y tendencias), el Mathcore en algún momento pareció quedar encerrado en la trampa de los clones sin personalidad, con infinidad de jovencitos desgañitándose entre riffs contracturados, ritmos irregulares, estructuras caóticas y alaridos varios. No deja de ser una pena, puesto que se trata de un estilo con potencial casi ilimitado, algo que demuestran los más recientes trabajos de algunos de sus representantes más destacados como The Dillinger Escape Plan, Coalesce o Converge. Coma Lies N.C. (antes conocidos como Coma Lies a secas) es quinteto oriundo de Australia y, sin ser un nuevo amanecer para el Mathcore (ni mucho menos), al menos se las arreglan para proponer algunas ideas interesantes y un puñado de canciones tan intensas como intrincadas. En primer lugar, el grupo no adhiere al esquema más habitual y Dillingeresco de caos vertiginoso y dedos agiles, si no que se centra más en lo que podríamos llamar el costado Botch del Mathcore, con predominio de medios tiempos trabados, riffs retorcidos pero con groove y un afilado sentido de la dinámica que deja espacio para respirar y recargar energía entre tanto ataque a los sentidos. Desde ya, los elementos esperables están ahí, las voces gritadas, las disonancias, los tempos fracturados, las arquitecturas laberínticas, los flirteos jazzeros y las guitarras angulares. Pero también hay lugar para extensos pasajes de calma instrumental entre reflexiva y psicodélica, canciones con gancho (aún cuando no se escucha una sola voz melódica en todo el disco), rebajes que rozan el Sludge (o el Post-Metal, si tenemos en cuenta esos acordes menores generadores de envolvente tensión) y hasta algunos riffs de una simpleza inesperada que, no obstante, se complementan a la perfección con los arranques más sobrecargados de notas. Como suele suceder, lo que más se destaca aquí es la labor de los dos guitarristas, disparando un inagotable arsenal de ideas siempre puestas al servicio de transmitir emociones fuertes. Por ahora es un primer paso más que auspicioso y, yo que ustedes, no los perdería de vista. Pueden llegar a darnos gratas sorpresas.


-Dark Frequencer “The pulse of fear” (2010)
El pulso del miedo, ni más ni menos. Un sudor helado recorriendo la espina dorsal, visiones paranoicas inundando la mente y confundiendo los sentidos, pantallas descompuestas transmitiendo las elucubraciones más cavernosas del alma humana. No es Black Metal ni Drone ni nada que se le parezca pero la esencia de las sensaciones que transmite es similar. Dark Frequencer es el alias utilizado por un productor polaco también conocido (bueno, no muy conocido, qué digamos) como Dariusz y, sin ejercitar demasiado la imaginación, podríamos meterlo en la bolsa de la Música Electrónica. Sí, hay beats bailables e infinidad de texturas y arreglos digitales pero se trata de material concebido con los dientes apretados y saña psicótica. Hay sonidos Industriales, desde ya, pero tampoco sería del todo atinado encajarlo en esa categoría. Más allá de los rótulos, esto es opresión pura, atmósferas violentas y sobrecogedoras, cavernosos soundtracks para el fin del mundo. Son sólo cinco temas desplegados en poco más de veinte minutos pero con eso basta para asfixiarnos bajo densas capas sonoras. No es un viaje agradable ni placentero pero no se supone que lo sea. Y encima Dariusz tiene la delicadeza de entregar este trabajo de forma gratuita (pueden descargarlo en www.myspace.com/darkfrequencer), lo cual prueba que este tipo quiere causar el mayor daño posible en la humanidad. En definitiva, si disfrutan de la música extrema y las sensaciones fuertes y no tienen prejuicios contra las maquinitas, “The pulse of fear” es un bocado que no deberían dejar de probar.


-Kevin Seconds “Good luck buttons” (2010)
No es ninguna novedad, buenas cosas suceden cuando los viejos Punks se cuelgan la guitarra acústica. Greg Graffin, Chuck Ragan, Bob Mould y Mike Ness (entre otros) pueden atestiguarlo y lo mismo sucede con el ex líder de los legendarios 7 Seconds. Ya sus últimas entregas solistas venían mostrando este costado más bien campechano, tradicional y relajado y “Good luck buttons” no hace más que sumar once nuevas perlas al brillante catálogo de este señor de cuarenta y nueve años de edad que se mantendrá joven hasta que muera. Por supuesto, el tono acústico, adusto y maduro del disco tal vez pueda parecer contrario a aquella efervescencia Hardcore/Punk de antaño pero la emoción, la pasión, el corazón mismo de la propuesta sigue siendo el mismo. La urgencia y la intensidad no sólo se transmiten con velocidad, distorsión y voces quebradas. Por otro lado, muchas de las preciosas melodías aquí desplegadas no desentonarían en absoluto con el material más accesible de 7 Seconds, en especial discos como los magníficos “Ourselves” y “Soulforce revolution”. Y sí, la voz del mismo Kevin mantiene ese inconfundible tono, entre la inocencia, la sensibilidad y la convicción más inquebrantable, y sigue siendo capaz de anidar en el corazón y refrescarlo con cada una de sus líneas. En fin, en lo formal se trata de un disco de puro Folk/Country-Rock con cierto regusto Pop, en esencia sigue siendo el mismo Punk-Rock que se define por cuestiones que van más allá de los rótulos, las etiquetas y los supuestos manuales rockeros. En cualquier caso, se trata de canciones tan sencillas como infalibles, despojadas de todo artificio y expresadas con el corazón eternamente en llamas. No se las pierdan.


-Narrows/Heiress “Split” (2010)
No sólo de Grunge vive Seattle. Narrows es esa suerte de supergrupo conformado por miembros de Botch, Unbroken, Some Girls, These Arms Are Snakes y Nineironspitfire que nos deslumbrara el año pasado con su debut discográfico, el genial “New distances”. Aquí presentan dos nuevas composiciones que hacen hervir la sangre con sus guitarras disonantes, sus ritmos afiebrados, sus rugidos viscerales y esa impronta entre nerd y violenta que tanto recuerdan a los mencionados Botch. En sólo cinco minutos y monedas, estos tipos se las arreglan para demostrar por qué son una de las propuestas más interesantes que se pueden encontrar actualmente la música pesada en general, desparramando ideas e intensidad a granel, transmitiendo una potencia sumamente física pero con una inventiva superlativa. Por su parte, Heiress es un nuevo proyecto liderado por John Pettibone, ex vocalista de Nineironspitfire, Undertow y Himsa, y en él hallamos un perfecto complemento para Narrows. Con un sonido levemente más metálico, aquí también tenemos bastante de la impronta disonante y envolvente de Botch, esos medios tiempos caóticos, esos riffs enroscados y aplastantes, esas estructuras impredecibles pero construidas con un sabio manejo dinámico. Hasta hay lugar para breves remansos melódicos que no hacen más que amplificar los subsiguientes estallidos de adrenalina y distorsión. En fin, son cuatro canciones en total (dos por grupo, claro) y nos dejan babeando y con ganas de más. Aquellos que aprecien el Hardcore más metálico y extremo embebido de elaboración intelectualosa y equilibrado entre la fuerza bruta y el vuelo musical, no pueden dejar pasar este contundente entremés.


-Scorn “Refuse; start fires” (2010)
Para aquellos que no estén familiarizados con la historia, Mick Harris abandona su puesto como baterista (y último miembro restante de la formación que grabara el inmortal “Scum”) de Napalm Death en 1991 y, junto a Nick Bullen (otro ex Napalm Death de la primer época), funda Scorn. El sonido del grupo, en sus comienzos, era una particular combinación de Dub y Metal Industrial, algo que quedaría documentado en su debut discográfico, “Vae Solis” (1992), donde también participaría el gran Justin Broadrick (poniendo su Godfleshera guitarra), volviendo a juntar así a la formación que registró el primer lado del mencionado “Scum”. Luego de un par de trabajos que vieron a Scorn eliminar paulatinamente sus elementos metálicos y sumergirse del todo en las espesas aguas del Dubstep (o sea, una versión más oscura, grave y opresiva del Dub), Bullen se retira en 1995 y Harris queda como único integrante. A partir de ahí se suceden múltiples placas (e innumerables proyectos paralelos del ex “Human tornado”), siempre manteniendo los beats aletargados, los graves profundos y las atmósferas embotadoras. Así, llegamos a este flamante “Refuse; start fires” que encuentra al creador del término Grindcore con la magia intacta. Es más, para alegría de aquellos que amamos el ruido, aquí Scorn nos propone un viaje más áspero y corrosivo que el de sus últimas entregas discográficas, sin por ello dejar de lado esa constante sensación de mareo que producen sus composiciones. Ojo, no se trata de un regreso a la pesadez de antaño, aquí no hay riffs ni voces y predomina un clima entre urbano y narcótico, sólo que ahora está cubierto de una densa capa de óxido y herrumbre. El tempo es siempre cadencioso y letárgico, los golpes resuenan enmugrecidos como si proviniesen de grutas subterráneas, los graves provocan leves temblores en la mente y perturbadores sonidos electrónicos entran y salen como si de fantasmas se tratara. Es notable como, a pesar de la profundidad sónica que exhiben las canciones, el tratamiento de las mismas es más bien minimalista, lejos de la sobrecarga y dejando que cada sonido respire a su propio ritmo y se entrecruce de forma fluida con los demás. En conclusión, los que ya estén familiarizados con la propuesta de Scorn aquí encontrarán un álbum que se inscribe directamente entre lo más destacado de su discografía, y los que no estén aún iniciados, atrévanse a descubrir nuevas formas de encarar la idea de música extrema.


-Starkweather “This sheltering night” (2010)
Junto a otros como Lethargy y Human Remains, Starkweather representó (a mediados de los noventas) una avanzada capaz de combinar con absoluta naturalidad la rabiosa crudeza del Hardcore más extremo, la depurada técnica del Death Metal más vanguardista y una clara voluntad experimental rozando lo Progresivo. No es casualidad que, de las filas de dichos grupos, hayan surgido talentos que luego se pasearían por bandas como Today Is The Day, Mastodon, Sulaco, Brutal Truth, Discordance Axis, Burnt By The Sun o The Dillinger Escape Plan. Tras cinco años de silencio, luego de aquel magnífico “Croatoan”, el quinteto vuelve a demostrar por qué sigue siendo una de las propuestas más destacadas y ricas (musicalmente hablando) de la actualidad metálica. “This sheltering night” es una intrincada pieza musical dividida en once partes, entre las cuales se cuentan (aparte de las canciones propiamente dichas) interludios ambientales a cargo de Sophia Perennis (Elizabeth Jacobs es su verdadero nombre) y Oktopus, de los geniales Dälek. Eso puede llegar a darles una idea aproximada del clima general que maneja el disco pero si hay algo que Starkweather tiene en claro es cómo generar obras impredecibles, enroscadas y plagadas de infinitos detalles. Ningún rótulo conocido es adecuado para describirlos y, no obstante, nunca caen en el eclecticismo por el eclecticismo mismo. Yendo a las composiciones, aquí tenemos un despliegue de ideas que pondría verde envidia al más sesudo y volado de los progretas y una intensidad que rivaliza con los sonidos más brutales que puedan imaginar. Las guitarras generan espesos entramados, entre retorcidos contrapuntos, profundos riffs, punteos jazzeros, ominosos rebajes, arpegios alucinógenos, momentos ruidosos, arreglos deformes, extrañas progresiones de acordes, cuidadas texturas y un sinfín de recursos puestos al servicio de estas envolventes y enfermizas arquitecturas armónicas. La base rítmica sostiene todo con una potencia inquieta y un sentido de la dinámica casi inhumano, disparándose en todas las direcciones posibles pero siempre manteniendo una tensión nerviosa que le da forma definitiva a las laberínticas estructuras del grupo. Hasta el trabajo vocal se permite no quedar encerrado en los esquemas típicos del Metal extremo, proponiendo sinuosos pasajes melódicos de una profundidad emocional apabullante, junto a los esperables gruñidos y alaridos desgarrados. Hacer un relato pormenorizado de todo lo que sucede en esta placa podría llevar eones y aún así no sería suficiente como para explicar del todo lo que estos oriundos de Pennsylvania han logrado en esta placa. Absolutamente recomendado para todo aquel que disfrute de la música, ni más ni menos.


-Stephen Egerton “The seven degrees of Stephen Egerton” (2010)
Tan sólo por la excelencia interpretativa y compositiva que desplegó en sus años como guitarrista de Descendents y All, Stepehen Egerton ya tiene ganado su propio lugar en el Olimpo Punk-rockero. La forma única en que este calvo señor conjuga distorsión, melodías poperas y riffs intrincadísimos sirvió de inspiración para varias generaciones y en este debut como solista demuestra que todavía tiene tela para cortar. En primer lugar, Egerton grabó por su cuenta las canciones, encargándose de todos los instrumentos con absoluta maestría. Luego, conformó un seleccionado de cantantes invitados, entre los que podemos destacar a Tim McIlrath (de Rise Against), Chad Price, Scott Reynolds (ambos ex vocalistas de All de distintas épocas), Joey Cape (de Lagwagon), Chris DeMakes (de Less Than Jake), Frank Daly (de Big Drill Car), Mark Vecchiarelli (de Shades Apart) y el inmortal Milo Aukerman, líder de Descendents y emblema universal del Nerd Punk. Si se imaginan un disco de All o Descendents (de los más Punk-Poperos, vale aclarar) interpretado por voces, en su mayoría, más juveniles pero aún así atinadas, no estarán tan mal rumbeados. Es interesante cómo los respectivos vocalistas se adaptan al esquema habitual de Descendents/All sin por ello perder su impronta personal, entregando performances que, en muchos casos, superan ampliamente lo hecho en sus grupos principales. Desde ya, cada uno tendrá sus favoritos (en mi caso, escuchar a Milo es siempre un placer infinito y, bueno, es lo más cercano a Descendents que tenemos en bastante tiempo) y, en ese sentido, es más que saludable la variedad aquí desplegada, aún dentro de parámetros concretos. En fin, son dieciséis temas, todos potenciales hits (en un mundo perfecto, claro está) pero en las antípodas de cualquier aproximación superficial al Punk-Pop, plagados de melodías perfectas e interpretaciones excepcionales y capaces de levantar hasta el ánimo más sombrío. Puro deleite Punk para el alma.


-Teenage Fanclub “Shadows” (2010)
No importa cómo prefieran llamarlo (Power-Pop, Indie-Rock, Shoegaze), a la hora de componer grandes canciones del más precioso Pop guitarrero pocos se acercan a la perfección que estos escoceses vienen exhibiendo desde hace más de veinte años. Pueden ponerse con la distorsión al mango o flotar sobre esponjosos remansos de soñadora psicodelia, pueden enamorarnos y, al segundo, rompernos el corazón, pueden contagiarnos sus danzas desgarbadas y torpes mientras nos obligan a desmenuzar con atención quirúrgica la profundidad artesanal de sus melodías. No por nada eran elogiados por Kurt Cobain como la mejor banda del mundo y son considerados los Beach Boys de Bellshill, su pueblo natal. Y si piensan que es una contradicción juntar esas dos referencias es porque no entendieron nada de nada. Cinco años pasaron desde el anterior “Man-made” pero la espera valió la pena. Ok, la crudeza de sus primeros trabajos no volverá jamás pero ese es un detalle mínimo ante canciones tan redondas. En definitiva, la intensidad no tiene nada que ver con los decibeles o la suciedad, si no con las emociones. Y de eso hay de sobra aquí. Melodías vocales de una belleza enceguecedora desarrollándose sobre colchones de guitarras que van variando entre profundas texturas distorsionadas y arrullos acústicos, coros que iluminan el alma montados sobre bases contagiosas y adornados por un sinfín de sutiles arreglos instrumentales que no le temen siquiera a los teclados y los instrumentos de cuerda. Y déjenme insistir una vez más con las canciones. Cada una de las doce que componen “Shadows” es una gema única de evocación sentimental e instinto melódico en su punto más alto. Música tan bella que duele, casi como la vida misma.


-Trash Talk “Eyes and nines” (2010)
Vienen pisando fuerte, ya con su anterior álbum homónimo (oportunamente comentado aquí en Zann) y su particular combinación de Powerviolence, Sludge y Hardcore habían logrado llamar la atención a fuerza de canciones breves, dinámicas y con una energía apabullante. “Eyes and nines” mantiene esa línea y sube, si eso es posible, el nivel de intensidad. Son sólo diez temas en poco más de diecisiete minutos y, para el momento en que suena la última nota, sólo queda tomar aire y volver a sumergirse en esta caótica bola de adrenalina. Puede resultar sorprendente para algunos que el grupo incorpore algún que otro dejo de melodía (si hasta cuentan con la participación estelar del Greg Hetson, guitarrista de Circle Jerks y Bad Religion) en sus composiciones pero no teman, la rabia se mantiene intacta. De hecho, el fuerte de estos californianos está en la variedad que logran sin salirse demasiado de los esquemas más brutales del Hardcore. Las voces rugen y aúllan hasta hacer sangrar las gargantas, las bases golpean a toda velocidad (con excepción del dumbeta “Hash Wednesday” y sus cuatro minutos y medio de ominosa densidad) y se mueven incesantemente de un lado a otro entre infinitos cortes, idas y venidas, las guitarras raspan con sucesiones de riffs que conjugan como nadie primitivismo e imaginación, las estructuras son impredecibles y frenéticas pero siempre mantienen un lugarcito para el gancho. O sea, acá tienen toda la urgencia visceral y agresiva que caracteriza al Hardcore pero entregada con el grado justo de inteligencia, personalidad propia e inventiva que se requiere para no caer en la mera repetición de esquemas agotados. Y si eso no les importa, al menos tienen un mazazo tras otro capaces de romper hasta los huesos más duros. Hay casos en los que el hype es justificado, a juzgar por lo expuesto en este afiebrado “Eyes and nines”, el de Trash Talk es uno de ellos.


-Watain “Lawless darkness” (2010)
Hay bandas que no necesitan aparecerse con ideas locas y revolucionarias para llamar la atención, que sólo les basta con hacer las cosas bien. Tal es el caso de Watain. Hoy en día, con una interesantísima proliferación de bandas que experimentan combinando el Black Metal con diversos subgéneros (Post-Rock, Psicodelia, Kraut-Rock, Industrial, Noise, Sludge), estos suecos insisten en mantenerse fieles a las premisas tradicionales dictadas por próceres como Bathory, Mayhem o Dissection, sin que ello signifique entregar material falto de imaginación ni repetido hasta el hartazgo. Por supuesto, muchos de los riffs desplegados en este cuarto disco de estudio suenan similares a tantos otros que los amantes del Negro Metal ya habrán escuchado alguna vez pero, si fuera por eso, deberíamos desestimar a todas las bandas que les roban riffs a Black Sabbath, Slayer, Napalm Death, Morbid Angel, At The Gates, Neurosis o Botch (siempre hablando dentro del Metal extremo y aledaños, claro está). Una vez que establecemos y aceptamos que el fuerte de Watain no está en su originalidad, podemos entregarnos sin problemas a disfrutar de diez excelentes canciones de puro Black Metal sin aditivos. En ese sentido bien vale aclarar que, si bien el esquema del trío (para las presentaciones en vivo se suman dos músicos extra) está claramente basado en la vertiente más riffera y áspera del viejo Black, no se trata de material necesariamente crudo. En primer lugar, el sonido es claro, potente y permite apreciar el ominoso entramado de distorsión generado por las guitarras con lujo de detalle. Por otro lado, y más importante aún, las composiciones cuentan con su necesaria cuota de idas y venidas rítmicas y un definitivo respeto por la melodía que no hace más que acentuar las cualidades malignas de las mismas. En efecto, al escucharlo con el grado necesario de concentración (esto no es música para poner de fondo mientras uno hace otra cosa), “Lawless darkness” resulta una experiencia envolvente, un descenso a espirales de odio infinito plagado de sórdidas visiones pintadas con carbón y coronado por un persistente aroma a azufre. O sea, Black Metal.

20 de mayo de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Sunn 0))) “Monoliths & Dimensions” (2009)
Puntos negros latiendo sobre un lienzo sepia. Fragmentos de tejido espacio-temporal desprendiéndose en espasmódicas implosiones. La caja torácica del universo se quiebra bajo tanta presión y centenares de insectos corren por las grietas. Esqueletos crujientes, leprosas manos alzadas al más oscuro de los firmamentos. Estos monjes se rezan a sí mismos, su poder es ilimitado. Ventanas torcidas cubiertas de ancestral polvo. Pequeños ojos rojos que brillan en la impenetrable oscuridad de estas cuevas. ¿Acaso estas visiones son reales? ¿Es posible que la misa negra de “Dømkirke” haya sido sólo un preámbulo? Estas dagas melódicas que atraviesan mi cuerpo no pueden ser de este mundo. Estos temblores dejaron atrás todo atisbo de brusquedad terrenal, se elevan hacia la más sórdida de las espiritualidades. Estas arquitecturas alcanzaron tal grado de complejidad y detalle que fue necesario construirlas en otras dimensiones. Brumas dentadas danzan cadenciosamente alrededor de nuestros adormecidos sentidos. Fue necesario maximizar una propuesta minimalista para lograr la banda de sonido perfecta para la nada. Contemplen el más profundo de los vacíos y sientan como su piel se desprende con cada latido de esta renacida criatura. ¿Creían que sabían lo que era una sinfonía de destrucción? Están lejos, muy lejos. Este poder trasciende nuestras pequeñeces mundanas. Esta abstracción es lo más concreto que jamás hayamos experimentado. Nuestras entumecidas articulaciones así lo demuestran. Cada segundo de esta obra es un minucioso trabajo de artesanía sonora, cada una de las infinitas láminas musicales que componen esta odisea está colocada con objetivos certeros y aún así misteriosos. ¿Sunn 0))) era un grupo de sacerdotes negros invocando a las más abismales deidades con subterráneos gruñidos eléctricos? Ahora son algo más, algo que se escapa de nuestras manos, algo que se funde en el núcleo mismo de nuestra existencia, algo que vibra más allá de nuestros sentidos, algo que va más allá de las imágenes y los viajes y nos envuelve transformando nuestra esencia. No se lo pierdan.


-Tortoise “Beacons of Ancestorship” (2009)
“High Class Slim Came Floatin In”. Rasposos teclados setentosos juegan y se superponen sobre bases que pasan de la orgánica soltura jazzera a los golpes digitales con una fluidez implacable. La suciedad avanza y lo que, en principio, parecía un clima relajado se va saturando, cobrando amenazantes formas y hundiéndonos en un pesado mareo. “Prepare Your Coffin”. Una frenética base Kraut-Rockera adornada con riffs entrecruzados, solos desquiciados y un entramado de teclas que sería el orgullo de Robert Wyatt. Puro Rock Progresivo condensado en tres minutos y medio y sin necesidad de excesos auto indulgentes. “Northern Something”. ¿Tecno caribeño con secuencias ruidosas haciendo las veces de riffs y las batucadas más malignas del mundo incitando a una danza fracturada? Sólo estos tipos pueden lograr semejante combinación y quedar bien parados. “Gigantes”. ¿Más combinaciones extrañas? Aquí tenemos seis minutos de guitarras acústicas con un dejo de Flamenco enterradas bajo desencajados arreglos electrónicos y percusiones que se debaten entre el Free-Jazz más epiléptico y los ritmos latinos más acalorados. Los estratos sonoros van intercambiando posiciones y efectos, mutando como si se tratara de organismos vivientes y elevando el nivel de intensidad sin necesidad de apelar a baratos trucos rockeros. “Penumbra”. Un minuto y monedas de bases digitales entrecortadas y teclados que suenan como una versión pasada de ácido de Keith Emerson. “Yinxianghechengqi”. Un bajo saturado y una base de puro Punk Rock. Guitarras chirriantes aportando arreglos disonantes. Se incorporan teclados al riff principal y en lugar de suavizarlo, lo ensucian. Las guitarras también se acoplan y si alguna vez pensaron que Robert Fripp, el Dub y Steve Albini no tenían nada en común, piensen otra vez. Un final a pura tensión flotante y ruidosa así lo confirma. “The Fall of Seven Diamonds Plus One”. Una perversa Bossa-Nova a la que sólo le faltaría la voz de Mike Patton para ser digna de aquel glorioso “California” de Mr. Bungle. Una mini orquesta de guitarras, teclados y percusiones varias para transformar las cálidas brisas veraniegas en noches de sórdida reflexión y misteriosos acontecimientos. “Minors”. Un ritmo sincopado para que guitarra, bajo y teclados jueguen en contrapuntos, construyendo imágenes abstractas, deformes geometrías musicales. Demostrando, de paso, cómo ser complejos basándose exclusivamente en la repetición y las sutiles alteraciones de pequeños detalles. “Monument Six One Thousand”. Una cadenciosa marcha Industrial donde logran convivir un bajo Funky y una guitarra que no para de escupir arpegios, punteos y acordes disonantes sin necesidad de apelar a la distorsión. Y ese zumbido en el fondo tornando el aire aún más tenso e incómodo. “de Chelly”. Una miniatura melódica de teclados entre sinfónicos y espaciales, acompañados por la más melancólica de las guitarras. Un breve paseo por profundidades cósmicas insondables. “Charteroak Foundation”. Un arpegio exactamente igual al de “Zombie eaters” de Faith No More (¿será casualidad?) se deforma poco a poco junto a una batería que marca un ritmo firme y sólido y a teclados que raspan los puntiagudos ángulos de la canción. Un lento proceso de descomposición hecho música. Sólo se trata de eso, de música. Aquí tienen once nuevas canciones de Tortoise, eso es lo único que debería importar. Nada de Post-Rock, Punk-Progresivo o pavadas por el estilo. Música en estado puro, con un apabullante conocimiento del pasado pero la vista siempre puesta en el futuro. Tal como nos lo vienen ofreciendo desde hace diecinueve años. Sería criminal desaprovechar semejante oferta.


-Last Lights “No past, no present, no future” (2009)
“No past, no present, no future” (un título no exento de cierto macabro sentido del humor) reúne la totalidad del material registrado por este quinteto oriundo de Massachusetts, cuya carrera se vio bruscamente interrumpida por el fallecimiento de su líder, el cantante Dominic Mallary. No se trata de un catálogo extenso, son sólo once temas en poco más de veinte minutos, pero con eso basta para lamentarse por la pérdida de un músico con un enorme potencial, aún en los márgenes estrictos del Hardcore. La música de Last Lights era el resultado de una personal combinación de diversos elementos del Hardcore de todas las épocas. El grupo absorbió la frescura inocente y desbocada de Minor Threat, la oscura densidad de Unbroken, la frustración agobiante de Black Flag, la efervescencia moshera de Gorilla Biscuits, la emoción desgarrada del viejo Hüsker Dü y hasta algunos de los rasgos musicales más disonantes de bandas modernas como The Hope Conspiracy, fundiendo todos esos elementos en canciones breves y contundentes, con una energía avasallante a flor de piel y sin bajar ni por un segundo la intensidad. Con un trabajo de guitarras ubicado en los parámetros del género pero siempre dispuesto a condimentar lo suyo con ideas poco tradicionales. Con estructuras que privilegian la velocidad pero no cierran la puerta a variantes rítmicas con mayor dinámica. Y con un cantante que sabía suplir su falta de matices con una energía salvaje y visceral y con letras tan inteligentes como incendiarias y emotivas. Vamos, esto es Hardcore, no Rock Progresivo ni experimentos sonoros de vanguardia. Cálcense las bermudas y, en lugar del solemne minuto de silencio, ofréndenle unos cuantos gritos al aire con el puño en alto a una de las promesas truncas más interesantes y conmovedoras de los últimos tiempos.

-Coalesce “Ox” (2009)
Diez años tuvimos que esperar desde aquel glorioso “0:12 Revolution in just listening”, pero finalmente tenemos nuevo material de Coalesce para deleitarnos. Claro, hablamos de una de las bandas pilares del Mathcore. Sí, de aquellas que lo empezaron todo. Curiosamente, estos kansenses nunca fueron una banda tan imitada como Botch, Converge o The Dillinger Escape Plan. Probablemente sea porque esa combinación de furia Hardcore, precisión metálica, groove setentoso, psicosis Noise-Rockera y complejidad progresiva sólo funciona en sus manos. En cualquier caso, la expectativa era alta y también lo era mi ansiedad por saber si los tipos se mantenían en forma. “The Plot Against My Love” arranca con la energía de siempre, los medios tiempos trabados, los riffs circulares y reptantes y los eternamente desgarrados gruñidos de Sean Ingram. Le sigue “The Comedian in Question” con un paso más lento y la primera sorpresa, Ingram se manda con voces limpias y una melodía casi oriental que calza a la perfección con los sinuosos surcos que dibujan los instrumentos. Si con eso no les bastó, “Wild Ox Moan” comienza con un pasaje acústico de puro Blues sureño y la voz vuelve a sorprender. Ingram no sólo canta más que bien, si no que lo hace sin que dichas melodías suenen forzadas o toscas. En seguida entra la distorsión y Jes Steineger se encarga de demostrar por qué es uno de los mejores guitarristas de los últimos tiempos. Acordes entrecortados, disonancias, erupciones de ruido, punteos esquizofrénicos, texturas psicodélicas y demás recursos se dan cita en esos prodigiosos dedos. Más laberínticos devaneos guitarrísticos se suman a “Designed to Break a Man” y también notamos que el bajo de Nathan Ellis cumple una función importante, sosteniendo todo con su grave rugir pero también proponiendo contrapuntos y apuntalando la demencia rítmica que Nathan "Jr." Richardson despliega tras los parches. “Where Satire Sours” es un descanso instrumental de delicados arpegios que pintan un atardecer rural sin caer necesariamente en típicos modismos Folk. Vuelve la rabia con “The Villain We Won't Deny” y sus vaivenes rítmicos, demostrando que no hace falta ir a toda velocidad para resultar frenéticos y desquiciados. Una importante lección para bandas como Psyopus o aquellas que sólo se apoyan en el exceso de notas y golpes sin respiro. Y si quieren groove, violencia e ideas, nada mejor que “The Purveyor of Novelty and Nonsense”. No es casualidad que el cuarteto alguna vez versionara a Led Zeppelin, temas como éste llevan las enseñanzas rifferas de Jimmy Page a nuevas dimensiones. Chequeen el épico pasaje al final de la canción, si no me creen. Ruiditos agudos y fantasmales falsetes nos dan la bienvenida a “In My Wake, For My Own”, hasta que la bestia se desata en una amorfa bola de distorsión y rugidos. Le sigue un pasaje tenso y entrecortado que deviene en atmosféricos cánticos rituales, sólo para retomar la agresión inicial con más bríos. “New Voids in One's Resolve” podría ser un típico tema Coalesce, con el bajo dibujando riffs atravesados por las afiladas intervenciones de la guitarra y manteniendo siempre ese ritmo irregular y flotante. Vamos, casi una versión con coraza metálica y corazón Hardcore del Noise-Rock de Shellac o The Jesus Lizard. Llega el segundo interludio instrumental en la forma de “We Have Lost Our Will”, y esta vez se trata de una suerte de vals siniestro y casi Jazzero, donde la guitarra acústica se hace acompañar por pianos y campanas para lograr otra de esas pinturas tan bellas como descorazonadoras. Los dedos de Steineger siguen encontrando combinaciones irreales en “Questions To Root Out Fools”. Si creían que todo estaba dicho en materia de riffs rockeros es porque nunca escucharon a este tipo. Desde las más punzantes disonancias hasta los más robustos machaques y sin olvidar esas melodías angulares que pegan en el estómago. Todo eso tenemos en “By What We Refuse”. E insisto con la base, les aseguro que pocas veces van a encontrar un grupo tan complejo y pesado con semejante manejo del swing. “Dead is Dead” ve interrumpida su brusca e indecisa caminata en zig zag por un tenue pasaje entre heroico y campechano, adornado por cristalinos punteos, arpegios y una suave brisa percusiva. Casi como una pequeña marcha fúnebre que culmina con los riffs y los gritos más aplastantes de los últimos tiempos. Cierra la placa “There is a Word Hidden in the Ground”, entre enroscados riffs Zeppelianos pasados de ácido, épicos coros, gritos distorsionados y un tempo lento y contundente. Nada más que agregar, Coalesce volvió en excelente forma con un disco que logra ponerse a la altura de sus propios clásicos e inclusive abre nuevas puertas creativas para el (esperemos que lo haya, aunque con esta gente nunca se sabe) futuro. Imprescindible para todo aquel que aprecie la música pesada.

-Black Math Horseman “Wyllt” (2009)
¿Ya habíamos hablado de la vuelta de los noventas? En fin, todo va en ciclos en el mundo del Rock y ahora es el turno de aquellos años. Black Math Horseman sería algo así como lo que pasaría si la P.J. Harvey más oscura y decadente hubiera tenido en su banda a miembros de The Jesus Lizard y Melvins. Las guitarras se debaten entre riffs graves y rasposos y arreglos desencajados, pero no pierden de vista esas humeantes melodías sacadas del más turbio de los barsuchos. Las bases juegan con cadencias blueseras pervertidas cuando las turbias aguas se calman y no temen desplegar un Sabbathero arsenal de golpes cuando los bríos arrecian. Siguiendo la tradición Noise-Rockera, la voz de Sera Timms está enterrada en la mezcla, dando la sensación de que estos son sus últimos suspiros antes de ahogarse definitivamente. Claro, siendo una chica al frente de un grupo actual con referencias al Noise-Rock de la década pasada, es lógico que las comparaciones con Julie Christmas (Made Out Of Babies, Battle Of Macie) se hagan presentes. Bueno, olvídenlas. En primer lugar, la música de este cuarteto es mucho menos pesada que la de las bandas lideradas por Christmas. Digamos que la densidad de este “Wyllt” tiene que ver más con brumosas atmósferas que con atronadoras guitarras. Por otro lado, Timms se presenta como una cantante menos histriónica, dándole a sus melodías un aire de hipnótico mantra suicida. Para qué negarlo, aquí todavía resuenan ecos del Post-Punk más oscuro y arty de los ochentas y hasta ciertos pasajes remiten ineludiblemente a la narcótica parsimonia sexual de The Velvet Undeground en canciones como “Venus in furs”. Bueno, tal vez no sea del todo acertado meterlos en la bolsa del revival noventero, especialmente si a todo lo expuesto le sumamos una fuerte presencia psicodélica (algo que no es de sorprender si tenemos en cuenta que el encargado de producir el disco es ni más ni menos que Scott Reeder, ex mimebros de The Obsessed, Kyuss y Goatsnake) y hasta ciertos trucos minimalistas típicos del Kraut-Rock. En conclusión, más allá de la ensalada de influencias, estos californianos logran resultados tan compactos como embriagadores y personales, proponiendo de paso uno de los viajes más tenebrosos y asfixiantes en lo que va del año.



-Toundra “Toundra” (2009)
Postales grises moviéndose en cámara lenta, descubriendo detalles ocultos que disparan las más profundas sensaciones. Guitarras como cámaras fotográficas retratando silenciosos paisajes con colores opacos. Cascadas de distorsión que se elevan hacia el firmamento, melodías punzantes que se enroscan sobre la mente y la hacen girar. ¿Post-Rock? Sí, por qué no. Algo sucede en la península ibérica para que aparezcan bandas de este tipo que resultan todavía interesantes aún cuando, en líneas generales, se apegan a las lecciones de pilares como Mogwai, Slint, Explosions In The Sky o Pelican. Ahí tienen a OdeOnDreams, Hand Of Fatima o (en menor medida) The Happiness Project como ejemplos. Y a Toundra, claro. Siete canciones instrumentales donde mandan las seis cuerdas y sin embargo no escucharán ningún solo. Siete viajes donde esos típicos arpegios se entrecruzan empapados en delay, colocando los cimientos para monolíticos estallidos. Siete sólidas esculturas plagadas de misteriosos recovecos. Toundra maneja a la perfección el manual de dinámica del género, con todas sus subidas y bajadas de intensidad, y no teme adentrarse en terrenos de explosiva pesadez rockera. Por momentos rescatan esa calurosa densidad desértica que poseían los legendarios Kyuss, en especial cuando los riffs gordos y firuleteados dicen presente. Y eso sucede con bastante frecuencia. No sería del todo erróneo afirmar, entonces, que Toundra pone el énfasis en el Rock antes que en el Post, sin por ello perder de vista las texturas, la emotividad y los contrapuntos que exige el género. O sea, esto no se trata simplemente de remansos introspectivos que se transforman en volcánicos guitarrazos, esta gente explora los terrenos en el medio de esos extremos y hasta se animan con temas que en ningún momento bajan la energía ni la distorsión. Y lo mejor es que dichas características no hacen más que delinear la identidad del grupo e intensificar la nitidez de las imágenes evocadas. En definitiva, si necesitan una buena dosis de guitarras voladoras y contundentes al mismo tiempo, si disfrutan de esos trips musicales que se sienten tanto en el cuerpo como en la mente y el alma, he aquí una excelente opción.



-Narrows “New distances” (2009)
Punzantes sonidos en lo más agudo del diapasón, esa inconfundible voz rasposa y salvaje, y un riff simple, disonante y entrador. Así arranca “Chambered”, el primer tema de este disco debut de Narrows, dos minutos y monedas de pura epilepsia nerd desatada y explosiva. Sin respiros llega “Sea Witch” con su acalorada marcha Punk, su bajo arenoso y mugriento, sus rebajes desencajados y sus guitarras punzantes dibujando ángulos imposibles. Ok, déjenme respirar. Había muchas fichas puestas para este álbum, y no es para menos. Para los que no estaban al tanto, Narrows es la banda donde Dave Verellen (ex cantante de los inmortales Botch) vuelve a la música extrema, luego de sus flirteos Indie-Folk en Roy. Y encima lo hace acompañado por miembros de These Arms Are Snakes (banda donde milita Brian Cook, casualmente ex bajista de Botch. Todo queda en familia), Unbroken y Some Girls, entre otras. Está claro que esperar una secuela de aquel glorioso “We are the romans” estaría fuera de lugar, más teniendo en cuenta el carácter distendido con el que esta gente ha encarado el proyecto. De hecho, estamos en presencia de material notablemente visceral, aún cuando el pedigree de los músicos hace imposible dejar de lado esa visión casi intelectualizada del Hardcore, el Punk o el Rock en general. Luego de tan brutal comienzo, “A Restoration Effort” calma las aguas con épicos rasgueos y arpegios que dan vueltas amenazantes sobre nuestras mentes en una hipnótica letanía. Sabrán disculparme si peco de fanático, pero esta atmósfera embotadora y envolvente tiene mucho de los mencionados Botch. Y eso es un elogio, desde ya, y una inevitable referencia. “I Give You Six Months” retoma los ritmos frenéticos y es imposible no sacudirse como un poseso con cada golpe, cada uno de esos geniales riffs. Los dientes apretados con cada taladrante punteo y Verellen dejando en claro que no ha perdido ni un poquito así de rabia, cada uno de sus gritos se sienten en lo más profundo de las entrañas. ¿Y qué decir de ese pasaje casi silencioso que cierra el tema? Efectivamente, cuando la violencia Hardcore es manejada con una dinámica inteligente, sus resultados son mucho más concisos. Las guitarras crean una pared de distorsión melódica en “Changing Clothes” y el hecho de que los ritmos resulten entradores y convencionales (por así llamarlos) no va en detrimento del vuelo creativo ni de la potencia. Pero si querían esos tiempos lentos y mareantes de antaño, ahí tienen a “Newly Restored”, con las seis cuerdas multiplicándose en un denso entramado de melodías evocadoras y malvadas. ¿Es eso una descarga de catarsis Neurosiesca lo que escucho en la sección intermedia de la canción? Pocos pueden alcanzar semejante grado de intensidad sin sonar exageradamente teatrales, y este es uno de esos casos excepcionales. Emoción al rojo vivo y cascadas de guitarras ruidosas enchufadas a una torre de alta tensión es lo que encontramos en “Gypsy Kids”. Algo así como el matrimonio ideal entre la sensibilidad Post-Hardcore de Washington DC y la locura enfermiza del Noise-Rock de principios de los noventas, todo llevado a un nuevo nivel de virulencia expresiva. Para recuperar el aliento, llega la lentitud bluesera/espacial de “The Fourragere”, que mantiene su atmósfera noctámbula y melancólica aún cuando las guitarras rugen y la garganta se rasga en cada alarido. Y el que no siente un nudo en el estómago es porque está muerto en vida. “Marquis Light” nos despide continuando esa misma sensación a través de delicados arpegios atravesados por un insistente zumbido y voces que resuenan lejanas, como si el mundo nos dejara atrás mientras nos sumergimos en estas hermosas melodías. En definitiva, más allá de comparaciones y pergaminos, lo que aquí tenemos son treinta y dos minutos de pura imaginación violenta desplegada con la magistral soltura que sólo poseen aquellos con ideas musicales claras. Firme candidato a lo mejor del año.



-Graves Of Valor “Salarian gates” (2009)
La cosa siempre es cíclica en el mundo del Rock, y en especial en el Metal, donde la incesante carrera por la extremidad siempre toma nuevos matices. Hace algunos años, la única salida que parecía haber encontrado el Death Metal para subsistir fue incrementar la técnica y la brutalidad a cualquier precio. A eso se le sumaron ciertos ingredientes provenientes del Metalcore y tuvimos como resultado el tan mentado Deathcore. Bueno, hoy en día pocas cosas resultan más aburridas que dicha combinación, en especial teniendo en cuenta el hecho de que la mayoría de las bandas enroladas en dichas categorías son incapaces de concebir algo que no sea un amontonamiento de intrincados riffs y blast-beats sin sentido, sin siquiera contar con la locura o la amplitud de miras que sí poseen otros géneros extremos como el Grindcore o el Mathcore. Tal vez como una reacción ante esto es que parecen estar surgiendo (aunque aún de forma tímida) bandas que, sin dejar de lado la brutalidad, rescatan el valor de una buena canción. Sin dudas, una idea refrescante. Así resulta este álbum debut de Graves Of Valor, que se las ingenia para trazar algunas miradas propias sin salirse nunca del libreto Deathmetalero. Ok, esto tampoco es un rescate de la simpleza casi minimalista de próceres como Obituary o Autopsy, pero ciertamente está lejos de ser una mera exhibición de pirotecnia guitarrística. De alguna forma podríamos decir que estos ex miembros de Through The Eyes Of The Dead (banda que, en su disco “Malice”, ya había intentado un camino similar con resultados bastante atendibles) se mueven entre el malvado sentido épico de Morbid Angel, las melodías más violentas de Carcass y At The Gates (no teman, dichas influencias están tratadas con buen gusto y sin caer en la copia burda), el gancho retorcido y embarrado de Cannibal Corpse y ese no sé qué de variedad Core (en especial en el terreno vocal, que aporta una amplio rango de gruñidos, chillidos, alaridos y demás torturas gargantísticas que exceden la tradicional voz de monstruo) que aportaron bandas como The Red Chord o Premonitions Of War. Lo bueno de todo esto es que logran condensar sus ideas en canciones propiamente dichas, con riffs retorcidos y memorables al mismo tiempo, y con estructuras que entienden bastante de dinámica. Aquí hay aire para respirar, algo que parecía olvidado hacía bastante tiempo. El quinteto no teme inclusive meterse en terrenos absolutamente ajenos al Death, como bien lo demuestran los interludios instrumentales de “Letter On The Blind” y “Diderot”, e inclusive ese tema final llamado “No Gods Left” que suena como una versión Deathmetalrea del Killing Joke más tenebroso. Claro, no se trata de una revolución musical ni mucho menos. Pero, para un género como el Death (a esta altura tan manoseado), poder encontrar una vuelta de tuerca, por más pequeña que ésta sea, es algo bastante meritorio. Esperemos que los muchachos no pierdan el entusiasmo.



-Black Sea “It’s all about our silence” (2009)
Los tecermundistas nos conformamos con poco y más si de Rock se trata. En Argentina, por ejemplo, todavía hay quienes creen que el Metalcore es “la sangre nueva del Metal” o que una banda como The Black Dahlia Murder es material de vanguardia. En ese contexto, decir que Black Sea son los Isis brasileños es todo un halago, aunque en principio no lo parezca. Claro, hoy en día se supone que ciertas barreras se han cruzado gracias a la tecnología. Es cierto, con sólo una buena computadora uno puede grabar cosas más que decentes. Y no menos cierto es que este tipo de música exige un sonido perfecto y orgánico al mismo tiempo, algo que no se logra con tanta facilidad. Entonces, que un grupo de tercermundistas logren resultados tan auspiciosos como los desplegados en este debut discográfico, es algo digno de admiración. Ok, no pretendan originalidad ni nada por el estilo. Salvado ese pequeño detalle, deslúmbrense con esas guitarras que van de los etéreos punteos Post-Rockeros a las masivas erupciones rifferas, con esa batería inquieta y siempre sólida, con esos gruñidos que hacen temblar las entrañas. Sumérjanse en estas mareas compositivas y finjan cara de sorpresa con los vaivenes dinámicos y los arreglos lisérgicos. Cierren los ojos y contemplen visiones celestiales, oceánicas o de las que prefieran. Les aseguro que, en lo que hace a resultados concretos, estos muchachos no tienen nada que envidiarle a nadie. Como primer paso es más que alentador y si, en lo sucesivo, logran despegarse de la atenta mirada de Aaron Turner y compañía pueden llegar a dar mucho que hablar. Por ahora, obsérvenlos desde el panóptico.

-Glorior Belli “Meet us at the southern sign” (2009)
Desde hace un tiempo ya hemos presenciado como el Black Metal ha ido dejando de lado varios de sus prejuicios más cabezaduras y se atrevió a incorporar diversos elementos ajenos en pos de refrescar su siempre maligno sonido. Hoy en día yo no resulta tan extraño que términos como Post-Rock, Industrial, Sludge, Progresivo, Noise, Psicodelia, Punk e inclusive Grunge se inmiscuyan en las reviews de los más diversos exponentes del Negro Metal. ¿Acaso las formas tradicionales del género han sido dejadas de lado? Por supuesto que no, si hay algo que le sobra a éste, y a todos los géneros en general, es un incesante flujo de grupos repitiendo hasta el hartazgo las mismas ideas que ya venimos escuchando desde hace años. Lo que no abunda son bandas que logren encarar dichas tradiciones con miradas personales y cierto grado de frescura y entusiasmo. Glorior Belli llegan de Francia (tierra de, justamente, bandas tan vanguardistas como Deathspell Omega o Blut Aus Nord) y se niegan a incluir ningún Post en sus canciones. “Meet us at the southern sign” es su tercer álbum y resulta un delicioso bocado para aquellos que alguna vez disfrutaron de bandas como DarkThrone, Mayhem, Immortal, Khold e inclusive los primeros Dissection, pero que se niegan a tragar otra comida con mucho Corpsepaint y poco sabor. ¿Y cómo logran semejante cosa? En primer lugar, con un sonido excepcional que, en lugar de intentar esconder la falta de vuelo creativo con toneladas de reverb y suciedad, resalta los instrumentos (¡hasta el bajo se escucha bien!) y los convierte en sólidos bloques sonoros, sin por ello resignar los climas ominosos y opresivos que el género exige. Pero, claro, eso es sólo la cáscara. El núcleo, como siempre, está en las canciones. Once desquiciados himnos a la más penetrante de las oscuridades, construidos sobre excelentes riffs y dotados de una dinámica muy particular. Los temas suenan compactos y coherentes a pesar de los cambios de ritmo y la abundancia de riffs y arreglos. El trabajo de guitarras se destaca, rescatando la melodía como un valor imprescindible a la hora de generar sensaciones verdaderamente abyectas y malvadas y sin necesidad de apoyarse en teclados para erigir monumentos satánicos de pura distorsión. También ayuda el hecho de que, si bien seguimos hablando de puro y estricto Black Metal, la variedad dice presente en forma de diversos ritmos (cubren toda la gama, desde los blast-beats desbocados hasta los babosos rebajes dumbetas, y sin olvidar los medios tiempos cargados de tensión) y hasta alguna que otra voz limpia que, por suerte, elude el almibarado goticismo y las pretensiones histriónicas de bandas como Dimmu Borgir o el último Emperor. En definitiva, Glorior Belli logra invocar paisajes alucinógenos de profunda misantropía sin necesidad de salirse de los nerviosos estamentos del Black más tradicional. Sólo con buenas ideas y un afilado instinto compositivo. Para salir a quemar iglesias como si fuera 1992.



-Limp Wrist “Limp Wrist” (2009)
Empecemos por las obviedades formales. Limp Wrist es un cuarteto que cuenta en sus filas con ex miembros de los legendarios Los Crudos, aquella banda que le dio un empujón de intensidad al Hardcore/Punk más acelerado, extremo y activista a principios de los noventas. Con semejante curriculum, es lógico que Limp Wrist mantenga la línea de las composiciones cortas, directas y brutales, al tiempo que acentúan su compromiso político asumiendo abiertamente su condición homosexual sin por ello dejar de lado otros tópicos donde desplegar sus visiones en contra del sistema. Lo que aquí tenemos es un ep de siete temas en poco más de diez minutos y, cómo podrán imaginar, todo sigue en su sitio. La energía rebalsa de los parlantes y se corporiza con riffs como motosierras con esa suciedad Crusty tan característica, bases vertiginosas y gritos a viva voz. No hay lugar para sutilezas ni demasiadas vueltas, aunque es posible notar un leve descenso de velocidad en pos de tempos Punkrockeros que remiten al Black Flag más enojado y, claro, crudo. En cualquier caso, este cuarteto encarna de forma intransigente el espíritu revolucionario que el género alguna supo tener, transformando cada canción en un manifiesto de pura bronca dirigida de forma estratégica y no como mero vehículo de odio por el odio mismo. Nada de poses pandilleras ni superficialidad, Limp Wrist invita al mosh pero lo sostiene con ideas y eso hace que su propuesta suene siempre fresca y contagiosa. No hay más que agregar, si realmente aman el Hardcore (y más si aman a los chicos Hardcore), Limp Wrist es un requisito de indispensable escucha. Y si no les gusta, que les den por culo.



-Heirs “Alchera” (2009)
“Plague Asphyx” cae sobre nuestras cabezas como una tonelada de cemento sólido, con bajos y guitarras que retumban en su hipnótica repetición, con estruendosos golpes de batería que se confunden con graves zumbidos apocalípticos. Ok, queda claro que estos australianos tomaron su dosis de Swans y Godflesh, y no están dispuestos a dar concesiones. También pueden ponerse ruidosamente melódicos, como en “Mockery”, donde conjugan los bajos profundos y mugrientos de las bandas mencionadas con etéreas brisas guitarrísticas que no desentonarían en el repertorio de My Bloody Valentine. Entonces, tenemos Justin Broadrick, tenemos Michael Gira y tenemos algo de Shoegaze. ¿Es esta otra banda siguiendo los pasos de Jesu, Nadja y demás representantes de esa suerte de subgénero que la prensa ha dado en llamar Metalgaze? La cosa no es tan simple, digamos que hay momentos donde el cuarteto cae sin dudarlo en dicha categoría, pero aún así cuentan con ciertas inflexiones propias que los alejan de la mera copia. En primer lugar, hablamos de música totalmente instrumental, hecho que, en los pasajes más melódicos, los acerca indefectiblemente al Post-Rock. Si el Post-Rock contara con bajos que rajan la tierra y bases que pondrían verde de envidia al más barbudo de los dumbetas, claro. “Cabal” es un buen ejemplo de esto. Por otro lado, una intensa marcha fúnebre como la desplegada en “Mandril” no resulta de fácil categorización. Una guitarra lanzando mortuorios arpegios, la otra aportando un impenetrable colchón de graves, el bajo dominando la situación con su inmenso crepitar y la base marcando un duro paso marcial. ¿Qué decir de un tema cien por ciento melódico como “The White Swell”, donde las ambientaciones macabras conviven con las celestiales guitarras? ¿Y qué decir del gutural océano de lava ruidosa que cierra el disco en “Russia”? En fin, no estarán inventando la pólvora, pero al menos se las arreglan para darle su propio sabor a la cosa. Amantes de los graves, la lentitud y los climas opresivos, a por ellos.



-Brutality Will Prevail “Forgotten soul” (2009)
No sólo de dientes torcidos y malos émulos de los Beatles vive Gran Bretaña. Tal vez no sea un país con una gran tradición de Hardcore metálico y oscuro a la Integrity, pero eso a los chicos de Brutality Will Prevail no parece importarles. Tampoco tienen intenciones de seguir al pie de la letra el manual de Slayer con bermudas impuesto por la mencionada banda de Cleveland. Sí, la influencia es clara y estas visiones apocalípticas le deben bastante a los eternamente liderados por Dwid Hellion, pero aquí el quinteto se concentra específicamente en los ritmos lentos y los medio tiempos, manteniendo siempre una violenta tensión a base de riffs gordos y aplastantes. No se puede decir que estén descubriendo la pólvora, de hecho en el recientemente editado “Paranoid Delusions/Paradise Illusions”, Pulling Teeth ya ensayó esta especie de acercamiento dumbeta al Hardcore más pesado y enojón con resultados deslumbrantes. No podría afirmar que el quinteto que nos ocupa alcanza tal nivel de excelencia, pero se las arregla para entregar un material más que auspicioso. Ocho temas en veinticinco minutos donde la oscuridad nos agarra del cuello y no nos suelta hasta que nuestros huesos se vean reducidos a polvo. Breves interludios instrumentales pintan los desoladores paisajes que se corporizan cuando entran las guitarras arrasando con todo. Hasta es posible notar algún que otro guiño Blackmetalero en el departamento de los riffs, en la forma de disonantes arpegios escondidos entre los graves machaques y los gruñidos que hacen temblar el centro mismo de la tierra. Inclusive un tema como “No conviction”, que cierra el álbum a pura densidad épica/monolítica, no hubiera desentonado en los discos más abrasivos de bandas como Isis o Cult Of Luna. Y, como si esto fuera poco, todo este despliegue de opresiva misantropía musical está entregado con una convicción apabullante y una energía que nunca decae. Tal vez resulte demasiado lento y ominoso para el público Hardcore, demasiado violento para el Doom y, ciertamente, poco teatral y chillón para los seguidores del Black Metal, pero si son capaces de apreciar una buena combinación de virtudes de esos géneros, “Forgotten soul” es un disco para no dejar pasar.



-Maudlin Of The Well “Part the second” (2009)
En 2003 y luego de editar tres discos, esa especie de pequeña orquesta extrema conocida como Maudlin Of The Well decidía cambiar su nombre por el de Kayo Dot, llevando, de paso, su sonido a nuevos estratos de experimentación metálico/vanguardista. Seis años y otros tres discos después, Toby Driver (mente maestra detrás de estas elucubraciones) decide revivir Maudlin Of The Well en formato estrictamente digital y ofreciendo su nuevo material en forma gratuita a través del website www.maudlinofthewell.net. Hasta ahí la frialdad de los datos, ¿qué pasa con la música? Bien, si alguna vez se interesaron por las propuestas de esta gente sabrán que hablamos de material que, a pesar de sus claras raíces en el Metal extremo, gusta de explayarse en barrocas composiciones de infinitos matices sonoros y estilísticos. Para ponerlo de forma clara, no era de extrañar que un mismo disco de Maudlin Of The Well convivieran géneros como el Death, el Jazz, la Música Clásica, el Doom, la Psicodelia y diversas corrientes de vanguardia contemporáneas. La experiencia de Kayo Dot sirvió para adentrarse en terrenos no tan eclécticos pero mucho más abstractos y difíciles de categorizar. Así, este “Part the second” es ni más ni menos que lo que sucede cuando juntamos los caóticos paseos compositivos de los primeros con el cuidadísimo manejo de texturas y dinámicas de los segundos. Pocos rastros quedan de los gruñidos Deathmetaleros y las graves erupciones guitarrísticas, lo cual no es de extrañar si seguimos la línea de sus últimos álbumes. De ninguna manera piensen que eso les quita fuerza, habría que ser demasiado obtuso para creer que la única forma de lograr intensidad es a través de la distorsión y los decibeles. Aquí hay música, mucha música y de la buena. Podrán acusarlos de pretenciosos y artys, pero lo cierto es que no hay rastros de superficialidad ni de insulsa pirotecnia instrumental en estas canciones. Melodías lisérgicas guían este viaje de formas irreales, enroscándose sobre estructuras mutantes que nos abren las puertas a un universo musical desconocido. Todo puede suceder aquí pero nada está librado al azar. No me alcanzan las palabras para empezar siquiera a describir la inmensa cantidad de detalles y sutilezas que componen esta obra, y no pienso aburrirlos con un pormenorizado recuento de las imágenes que evoca en mi mente semejante despliegue de ideas, sonidos y sensaciones. Si se sienten de humor como para viajar hacia donde ningún otro hombre había llegado antes, denle una oportunidad. Maudlin Of The Well es un viaje de ida.