28 de agosto de 2009

The Lists: Tonight Crashes at the Corner



Las camisas a cuadros, la ciudad, las interminables charlas regadas de café y cigarrillos, los amigos, las noches de insomnio y los abrazos. La vida misma traducida a canciones con dulces melodías, guitarras ruidosas y corazón Punk, sobrevoladas por los fantasmas de Bob Mould, Dinosaur Jr., The Breeders, Ian MacKaye, Sebadoh y Jawbreaker, entre otros.

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Milica Live in La Plata





27 de agosto de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Far “Water & solutions” (1998)
Hoy en día el blanco fácil para hacer bromas despectivas dentro del Metal es el Metalcore. Hace no muchos años atrás dicho lugar lo ocupaba el Nü-Metal, ¿se acuerdan? La ropa de adidas, los gestos de adolescente conflictuado, el Rap y los riffs de dos notas afinadas bien abajo. Lamentablemente, la prensa en general (y la rockera en particular) suele ser bastante holgazana y, en su afán de categorizar superficialmente (todo sea para acelerar el proceso de consumo que, en definitiva, es lo que alimenta a dicha prensa) condenó a bandas realmente interesantes a convivir con la marea de arrivistas que plagaban dicho género. El tiempo nos ofrece algo de perspectiva y ahora sí podemos percibir que grupos como Deftones, Dog Fashion Disco, Amen o Human Waste Project poco tenían en común con bodrios despersonalizados y carentes de alma como Limp Bizkit, Coal Chamber, Crazy Town o Papa Roach, por sólo nombrar algunos. Lo mismo es aplicable a este cuarteto oriundo de Sacramento (igual que los Deftones) que en la actualidad es apreciado como uno de los pilares en eso de combinar guitarras pesadas, melodías emotivas e inteligencia Post-Hardcore. En primer lugar, habría que tener en cuenta que se formaron en 1991, lo que nos habla de un largo camino recorrido en soledad y lejos de cualquier tipo de tendencia puramente mercantilista. En segundo lugar, y más importante aún, está el hecho de que musicalmente no sólo sentaron bases importantes (a más de diez años estos temas suenan tan actuales como los que más), si no que lo hicieron a través de canciones perfectas donde la energía, la pasión, la inventiva y el gancho no estaban reñidos entre sí. Los muchachos tenían bien aprendidas las lecciones de Helmet (en lo que hace a riffs entrecortados y groove pesado) y Sunny Day Real Estate (en las tremendamente emocionales líneas vocales) pero no renegaban de sus raíces Hardcore ni temían adentrarse en terrenos de elaborada oscuridad que hoy en día asociaríamos a Tool. En fin, pueden llamarlo Nü-Metal si quieren (como si eso fuera relevante) aunque en ese caso estaríamos hablando de un trabajo que supera ampliamente la media en ese terreno. Más allá de rótulos y comparaciones, sería una verdadera pena que dejen pasar a una de las bandas más personales e influyentes del Metal de la década pasada cuyo legado trascendió hasta la actualidad.


-Young Ginns “Young Ginns” (1998)
Esto es casi un sueño hecho realidad para mí. Diversas luminarias del Post-Hardcore (miembros de Unwound, The Nation Of Ulysses y Worst Case Scenario, entre otras bandas) se juntan con el noble objetivo de homenajear al más grande guitarrista Punk de todos los tiempos, Greg Ginn. De ahí el nombre del proyecto, por si no lo habían notado. El resultado, como no podía ser de otra manera, es explosivo. Si alguna vez soñaron (y sé que yo sí lo hice) con una cruza perfecta entre los desenfrenados sonidos paridos por Black Flag y la trabada ebullición del Post-Hardcore washingtoniano, abran los ojos y entréguense a esta maravilla. Este disco homónimo compila la discografía completa del cuarteto, con trece canciones cargadas de tensión, riffs enroscados, sudor, acoples, voces crudas y secas, frustración, disonancias, rabia, y ritmos por momentos hipnóticos y en otros absolutamente salvajes. No se puede hablar de originalidad aquí (las influencias están expuestas sin tapujos) pero, por otro lado, no son muchos los grupos que logran recrear con semejante grado de intensidad y fidelidad las lecciones del maestro Ginn. Young Ginns rescata el imaginario Blackflaguero en su totalidad, desde los gritos primitivos de sus primeros trabajos hasta los flirteos Jazzeros del final, sin olvidar la retorcida densidad de monolitos como “My war” o “Slip it in”. Lo interesante es que, a todo ese despliegue de urgencia al rojo vivo, le suma ciertos modismos nerds típicos de su estirpe Post-Hardcorera que no hacen más que demostrar la fuerte conexión entre ambas vertientes. Ok, probablemente esté enceguecido por mi fanatismo pero cualquiera que haya sentido discos como “Damaged”, “The process of weeding out” o el mencionado “My war” como parte indispensable de su existencia debería entender de qué estoy hablando.

-Dread Full “Day off” (2001)
Grabado en 1999, este segundo disco de los brasileros Dread Full resume perfectamente la idea de Post-Hardcore. Esto no quiere decir que “Day off” pueda competir de igual a igual con glorias como “Repeater”, “Novelty” o “Slip” (por sólo mencionar algunas), si no que, al ponerlo en perspectiva junto a sus pasos discográficos previos, se puede comprender a la perfección el pasaje emocional que ocurre cuando un grupo de músicos criados en tradiciones Hardcore/Punk alcanzan la madurez de forma natural y sin forzar dicho cambio de piel. Una escucha a su anterior disco (“Wonder fool people”) revelaba a un grupo absolutamente inmerso en la efervescencia melódica del Hardcore californiano, con claros guiños a bandas como Bad Religion, Face To Face o Lagwagon. Un par de años después, la energía se conserva intacta pero donde antes había desenfreno e inocencia, ahora encontramos introspección, amargura y un grado de elaboración musical inédito. Las voces se mantienen melódicas pero ya no suenan adolescentes, las bases abandonan el tradicional tupá-tupá y se adentran en complejos terrenos de tensión y dinámica, las letras crecen en profundidad poética sin que ello signifique resignar tópicos políticos ni la típica angustia del Punk en general, y las guitarras despegan de los tres acordes de siempre, sumando el vasto catálogo de disonancias, contrapuntos, texturas e intrincados arreglos legados por pioneros como Fugazi o Unwound. Por supuesto, no se trata de un trabajo especialmente renovador ni original, su encanto reside en la intensa sensación de honestidad que transmiten estas once canciones. Dread Full se encuentra con sus nuevas influencias no como parte de una búsqueda intencional, si no como un proceso completamente natural, fluido y hasta lógico, lo que da como resultado composiciones con un altísimo grado de emotividad pero sin exageraciones ni histrionismos innecesarios. Vamos, nada que cualquier persona no haya sentido en ese pasaje entre la adolescencia y la temprana adultez. Toda esa pesada carga emocional se encuentra representada con sincera fidelidad en “Day off”.


-The Lack “The Lack” (2001)
¿Están con ganas de sentirse mal? ¿Se encuentran dispuestos a proporcionarles a sus neuronas un buen baño de ácido? Es hora de darle vacaciones a la comodidad y meterse de cabeza en el universo de The Lack. Ok, tranquilamente podríamos meterlos en la bolsa de la Música Industrial más desquiciada, con bandas como Skinny Puppy, Foetus o Killing Joke como referentes ineludibles, pero eso sería omitir de forma casi criminal la enorme personalidad de estos muchachos. Sin caer en ningún momento en un eclecticismo superficial y forzado, The Lack se las arregla para proponer una vasta gama de variantes a un género siempre ávido de nuevas experiencias sonoras. Tenemos un trabajo rítmico a dos baterías (por momentos recuerda a lo hecho por Course Of Empire, otra de esas gemas ocultas de los noventas) sencillamente apabullante, combinando sonidos analógicos y digitales con maestría, construyendo complejas paredes polirítmicas y hasta permitiéndose pasar al frente cuando la acción así lo requiere. Y eso no es todo. Tensas melodías de pura oscuridad cósmica, frenéticos estallidos de violencia lisérgica (casi como un The Locust cibernético), voces que chillan, entonan, recitan inanimadas y se disuelven en deformes efectos, tenues ambientaciones al borde del silencio, samples y sequencers programados para achicharrar los sentidos, impenetrables collages de pulsos eléctricos rotos, guiños al Drum & Bass más taladrante (rozando el Grindcore) y a una suerte de Trip-Hop suicida y angustiante, y miles de detalles sónicos que entran por los oídos y se hacen un festín con nuestra mente. Todo cubierto por crepitantes capas de ruido y describiendo un viaje noctámbulo de desesperación narcótica. Queda claro que esto no es música para animar cumpleaños de quince o corear en la cancha pero si estaban buscando una propuesta original (aún sin salirse de los parámetros Industriales), intensa y atrapante, esto es para ustedes.


-Jack Endino “Permanent fatal error” (2005)
Cualquiera mínimamente interesado en el Grunge debería estar familiarizado con el nombre Jack Endino. No sólo produjo discos seminales de bandas como Nirvana (no sé si les suena de algún lado), Soundgarden, Green River, Mudhoney, Tad, Screaming Trees, L7 o Blood Circus (por sólo nombrar algunos) si no que también puso una piedra fundamental en la fundación del género con su labor como guitarrista en los geniales Skin Yard. Justamente, en los intervalos que su banda y su trabajo tras la consola le permitían, Endino se despachó con tres discos solistas, “Angle of attack” en 1989, “Endino’s earthworm” en 1992 y el que ahora nos ocupa. Para dicha labor se rodeó de miembros de Screaming Trees, Coffin Break y The Accüsed y, al contrario de lo que se podría esperar dado su curriculum, dejo un tanto de lado los espiralados riffs Sabbáthicos de siempre en pos de un sonido más veloz e inmediato. Muchos de los temas cuentan con bases de pura cepa Hardcore/Punk sobre las cuales Endino deja volar su guitarra con un grado imaginación que trasciende los habituales tres acordes del género. Al mismo tiempo, su voz (junto con ese sonido áspero y natural que domina toda su labor discográfica) es lo que más claramente lo acerca a lo que se conoce como Grunge, con un tono rasposo pero que nunca violento y dibujando excelentes melodías sin caer por ello en facilismos superficiales. Por supuesto, tampoco faltan variantes. Tenemos temas donde la impronta riffera, pesada y surrealista de Skin Yard se hace presente, instrumentales plagados de enroscados juegos guitarrísticos, flirteos con una especie de Blues Psicodélico empapado de distorsión y toques de Funk enmugrecido y deforme. En cualquier caso, se trata de un disco repleto de excelentes canciones donde la melodía y la distorsión conviven en perfecta armonía con una naturalidad pasmosa, permitiendo, al mismo tiempo, un vuelo musical que nunca cae en la autoindulgencia ni la dispersión. Obligatorio para cualquier amante de las camisas a cuadros que se precie de tal.


-D.O.A. “Northern avenger” (2008)
¿Qué puedo decir sobre una auténtica leyenda viviente como D.O.A.? ¿Qué llevan más de treinta años de carrera, siempre fieles a sus ideales Punks? ¿Qué fueron de las primeras bandas en acelerar y endurecer su sonido dando paso a lo que se conocería como Hardcore? ¿Qué su asociación con el mítico Jello Biafra los llevó a trabajar con él en el magnífico “Last scream of the missing neighbors”? ¿Qué, a lo largo de los años, fueron condimentando su sonido con diversos elementos de Metal, Reggae, Noise, Ska, Pop y el más crudo Rock And Roll? ¿Qué su eterno líder, el guitarrista y cantante Joey "Shithead" Keithley es prácticamente el padrino absoluto del Punk canadiense? Eso es pura data, lo que realmente importa es la energía que estos veteranos desparraman a diestra y siniestra, casi como si el tiempo no hubiese hecho ningún tipo de estrago en sus cuerpos y ánimos. Claro, todavía mantienen esa efervescencia que los lleva a escupir himno tras himno del más infeccioso Punk-Rock como si nada. Con melodías simples y certeras y la variedad suficiente como para no aburrir nunca. Tenemos algo de esa esquizofrenia histérica de los Dead Kennedys, estribillos gancheros de pura cepa Ramonera, enroscados riffs que se acercan al Crossover, épicas aceleradas melódicas a la Bad Religion, bombas rockeras que pondrían orgullosos a los Stooges, saltarines Reggaes con más de un guiño a (me cuesta admitirlo) The Clash y hasta un genial cover del “Who will stop the rain” de Creedence Clearwater Revival. “Northern avenger” deja un tanto de lado la veta “experimental” que D.O.A. abrazó en los noventas y se aboca exclusivamente al costado más inmediato de su propuesta, contando de paso con un sonido claro y prolijo, cortesía de su compatriota Bob Rock. Sí, ese mismo Bob Rock. En fin, no le va a cambiar la vida a nadie y queda claro que ni siquiera pretenden competir con sus discos clásicos, pero cualquiera que aprecie el viejo y querido Punk-Rock hecho con convicción y conocimiento de causa, no puede dejar pasar este trabajo.

-Cable “The failed convict” (2009)
Dieron sus primeros pasos, allá por mediados de los noventas con esa bomba Noise-Core que fue “Variable speed drive”, un disco reverenciado por el mismísimo Steve Austin de Today Is The Day quien produciría algunos de sus trabajos posteriores. Pulieron ese sonido y se metieron en un viaje aún más oscuro, emocional y extravagante con el imprescindible “Gutter queen”, uno de los discos más intensos y perturbadores que jamás escucharán. A partir del siguiente “Northern failures” mutaron su piel a una especie de Sludge/Stoner todavía con claras reminiscencias de sus disonantes comienzos pero con un latir eminentemente sureño y pendenciero. Desde ese punto en adelante mantuvieron esa línea e incorporaron (en los discos “Never trust a Gemini” y “Pigs never fly”) texturas ambientales y ciertos toques de psicodélica melodía. Se separaron en 2005 (bueno, en el medio hubo incontables separaciones y reuniones en breves períodos de tiempo), editaron el compilado póstumo “Last call” un año después y ahora vuelven con nuevo material bajo el brazo y la magia intacta. Riffs gordos y enroscados, por momentos pesados como una tonelada de concreto, en otros entrecortados y enfermizos, y a veces hasta flirteando con rockeras melodías. Cable resume de forma absolutamente fluida y natural la extrema densidad del Sludge, el groove Sabbathero y desértico del Stoner, el nerdismo crudo y emotivo del Post-Hardcore, las discordancias rítmicas y armónicas del Noise-Rock, la sensibilidad mugrienta del Grunge, y la urgencia pasional del mejor Hardcore. Todo en sólidas canciones donde las guitarras mandan y el abundante peso rockero no se choca con la imaginación ni el vuelo creativo. Inclusive las voces, siempre dentro de tonos rasposos, se adaptan a las diferentes dinámicas manejadas por el grupo, descargando pura rabia o sentidas melodías según se lo requiera. Pero lo mejor es que en ningún momento suenan a un pastiche forzado de los diversos elementos mencionados. De alguna forma, este “The failed convict” resume todas las etapas del quinteto y hasta pule cuidadosamente el costado melódico, por momentos hasta acercándose a los sonidos actuales propuestos por bandas como Torche o Helms Alee. Ojo, Cable no se sube a ninguna tendencia (de hecho, anticiparon algunas de ellas con sus primeros álbumes), si no que marcan su propio camino sin por ello renegar de sus influencias. En cualquier caso, es otro discazo a cargo de una de las bandas más relevantes para entender el Metal contemporáneo.


-Gulaggh “Vorkuta” (2009)
En 2007 Stalaggh completó su trilogía compuesta por “Projekt Nihil”, “Projekt Terrror” y “Projekt Misanthropia”, dando así paso a su nueva encarnación bajo el nombre de Gulaggh, que planea una nueva trilogía aquí inaugurada con este perturbador “Vorkuta”. Cabe aclarar que Stalag era la denominación que recibían ciertos campos de concentración nazis para prisioneros de guerra durante la segunda guerra mundial y Gulag era algo así como su equivalente en la Rusia stalinista. La GH al final es por Global Holocaust. Gente simpática, ¿no? Podrán intuir que aquí hay algo de Black Metal y, si entendemos al género como una propuesta estética antes que como un rígido manual de formalismos estilísticos, están en lo cierto. Aquí no hay blast-beats, de hecho casi no hay baterías (salvo por algún que otro azaroso golpe arítmico), tampoco riffs ni guitarras, nada de teclados épicos, ni siquiera tenemos a algún joven de blonda cabellera y sendo corpsepaint exorcizando demonios por la garganta. Ni siquiera se puede hablar de canciones, cuando “Vorkuta” consta de una única composición de cuarenta y cinco minutos de duración. En esta ocasión, estos misteriosos muchachitos (la identidad de sus integrantes se mantiene en el mas riguroso de los secretos y rodeada de leyendas de dudosa credibilidad) basaron el total de la instrumentación en violines, trompetas y demás instrumentos “clásicos”, por así llamarlos. Claro, no esperen escuchar nada parecido a lo que solemos asociar con Música Clásica. Cada uno de los instrumentos parece haber sido minuciosamente desafinado y torturado hasta arrancarle los más desgarradores chillidos y las más cáusticas texturas. Inclusive la estructuración se acerca bastante a los trabajos de improvisación más abstractos de John Zorn, pero con una cuota extra de maldad y revulsión. Ahora bien, el punto fuerte (si decidimos creer en los involucrados) es el hecho de que las voces de este disco fueron grabadas por diversos pacientes (adultos y niños) de institutos de salud mental, o sea manicomios. Es poco probable que semejante cosa sea verdad pero si uno se deja llevar por la fantasía, les aseguro que este leproso coro de alaridos desencajados es capaz de inducirles las más angustiantes pesadillas. Especialmente recomendado para escuchar en la más absoluta oscuridad.


-Masters Of Reality “Pine/Cross Dover” (2009)
Reducir a Masters Of Reality al mero rótulo de Stoner Rock sería absurdo para cualquiera con un par de oídos. Sí, toman su nombre de uno de los mejores discos de Black Sabbath y desde hace tiempo que mantienen fuertes lazos con bandas como Kyuss y Queens Of The Stone Age pero, en rigor de verdad, la música del quinteto siempre hizo gala de un eclecticismo y un vuelo melódico que los alejaba del limitado catálogo de Riffs Sabbáthicos saturados de graves y marihuana. Chris Goss (eterno líder del grupo) profesa un indisimulado amor por el Rock de los setentas pero de ninguna manera deja que ello se torne una restricción a la hora de componer. Este sexto disco de estudio está planteado como un cruce de influencias entre Public Image Limited (aquel pilar del Post-Punk más experimental liderado por el Sex Pistol John Lydon) y la Mahavishnu Orchestra de John McLaughlin, de allí la subdivisión en dos partes del mismo. Así, la primera sección (“Pine”) rinde un claro homenaje a los ritmos repetitivos (casi Kraut-Rockeros) y los bajos profundos de P.I.L., al tiempo que suma a ese hipnótico entramado su marca registrada de melodías vocales Pop/Psicodélicas y hasta algún que otro riff siguiendo la tradición de dinosaurios como Cream o Led Zeppelin. Todo, como corresponde, envuelto en espesas brisas de sórdida Psicodelia, por momentos inclusive arrimándose al Dub. La segunda porción (“Cross Dover”) retoma algo del típico sonido rockero del grupo (esa particular mezcla entre rasposos riffs pentatónicos, melodías Beatlescas, climas volados y corazón Punk) aunque aquí deberíamos hacer otra subdivisión. Por un lado, tenemos un par de canciones que se dedican a rockear sin demasiadas vueltas, con riffs simples, melodías gancheras y todos esos rústicos modismos concebidos para mover la patita sin resistencia. En la otra mano, aparece la influencia de McLaughlin y los suyos, con sus típicos enrosques Jazzeros, sus riffs contracturados, sus ritmos desenfrenados, sus alocadas improvisaciones (chequeen el final con “Alfalfa” y sus sinuosos veinte minutos de delirio instrumental) y sus climas de mística efervescencia. Otra vez, esto no significa que Masters Of Reality se dedique aquí simplemente a recrear lo hecho por sus referentes, si no que absorbe esa influencia y la transforma a través de su propio y particular prisma, algo que se nota especialmente en las voces que insisten en recordarnos de dónde sacó Josh Homme la mayoría de sus ideas. En fin, no es sólo un disco más de Masters Of Reality, es uno que marca un sutil pero pronunciado enroque de influencias que refrescan su propuesta al tiempo que conforman uno de los puntos más altos de su discografía.


-Sax Ruins “Yawiquo” (2009)
El baterista/vocalista Tatsuya Yoshida lleva catorce años al frente de los delirantes Ruins, una de esas bandas pilares a la hora de asociar a Japón con las más frenéticas combinaciones de Jazz, Hardcore, Noise y Rock Progresivo. Ono Ryoko es una multifacética saxofonista que ha llegado al punto de inventar técnicas y lenguajes musicales propios para expresarse. Juntos conforman Sax Ruins y, claro, son dinamita. “Yawiquo” es el debut discográfico del dúo y presenta diecisiete composiciones originales de Ruins aquí reformuladas a partir del formato de saxo y batería y con resultados tan sorprendentes como excitantes. Por momentos suena como una de esas viejas Big Bands jazzeras en pleno ataque de epilepsia, por momentos es como si King Crimson, Black Sabbath, Glenn Miller y John Zorn hubieran tenido un hijo mutante con dos cabezas. Efervescentes melodías se chocan con ritmos frenéticos entre laberínticas estructuras que serían el sueño húmedo de cualquier nerd musical. El caos nos marea en su vertiginosa alternancia de notas y golpes pero siempre termina encontrando su marco en el excelso trabajo melódico de Ryoko. Por supuesto, esta gente ya se sabe de memoria todas las combinaciones habidas entre el Jazz y el Rock más virulento y aquí se las arregla para reformular dicha cruza de forma absolutamente refrescante y original. Por supuesto, se trata de material extremadamente intrincado, enardecido y desquiciado pero el dúo elude con gracia los recursos fáciles y no busca el shock gratuito, demostrando un grado de musicalidad del que pocos pueden hacer alarde. No hay mucho más que agregar, esto es pura música que trasciende los rótulos, las limitaciones y las explicaciones. Energía extrema, frescura jazzera y un vuelo creativo al que la palabra progresivo le queda chica. No se lo pierdan.

24 de agosto de 2009

Gabe Toxic con Al-Queen, Live in Buenos Aires





"Este Jueves 27 de Agosto en Uniclub.
Me calzo el vestidito, las medias de red, toco el bajo, y hacemos gala de nuestra desfachatez con los Al-Queen y encima City Rockers... no te niegues un Jueves rockero. Hay cosas más importantes que estar lúcido y alerta un Viernes para ir a trabajar. Te pagan igual, y tarde o temprano te van a echar."

Gabe.

Gabrielito sos un pibe hermoso.

Miasma, Robot, Cadáver Exquisito live in La Plata





Esta fecha debería haber sido de Gran Cuervo, pero como tenemos el baterista averiado, Robot (la banda de nuestro amigo Fernando Quintela) nos salva las papas.
Y de paso aprovechen para escuchar a los Cadáver Exquisito que patean culos gordos.

22 de agosto de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Last Exit “Köln” (1986)
Seamos honestos, no siempre los acercamientos entre el Jazz y el Rock dan buenos resultados. En algunos casos, con la excusa de la improvisación nos clavamos con soporíferos devaneos drogones y en otros (aún más graves) el preciosismo interpretativo ahoga todo tipo de alma que la música pudiera contener. Nada de eso afectaba a este legendario cuarteto. Sí, sus raíces estaban en el Free-Jazz y hacían de la improvisación casi una regla inquebrantable pero de ninguna manera resultaban lábiles o faltos de concentración y objetivos claros. También eran consumados virtuosos pero si hay algo que no se encuentra ausente es un abrasador fuego ardiendo en las entrañas de estos músicos. Ronald Shannon Jackson golpeaba su batería con la fuerza y la determinación de una estampida de mastodontes y sin embargo no era ajeno a intrincadas sutilezas rítmicas y estratégicos silencios, al tiempo que oficiaba como ocasional y desquiciado vocalista. Bill Laswell (sí, el mismo de Painkiller y tantos otros proyectos) generaba sus clásicos y abrumadores colchones de graves con su desbocado bajo, siempre atento a sostener las laberínticas estructuras armónicas del cuarteto. Sonny Sharrock fundía su alma en latigazos eléctricos con su guitarra, extrayéndole sonidos inverosímiles con dedos que eran perfectas máquinas de matar, retorciéndose en febriles punteos y pintando visiones surrealistas con progresiones de acordes sencillamente asombrosas. Peter Brötzmann (padre del guitarrista Caspar Brötzmann, que tendría una más que destacada carrera en el terreno del Noise-Rock más cavernoso y abrasivo) demostraba que, luego de Coltrane y Coleman, todavía quedaban varios alaridos que arrancarle al saxofón. Los cuatro confluían en taquicárdicos paseos musicales (este disco, así como gran parte de su discografía, está grabado enteramente en vivo) con una intensidad digna del Hardcore más virulento y un vuelo creativo al que la palabra vanguardia le queda chica, pavimentando de paso el camino para las posteriores experiencias de grupos como Naked City, Boredoms o Prelapse. En fin, pura energía que se caga en las afectaciones de esos típicos Jazzeros de conservatorio al tiempo que deja en ridículo a tanto pelele con cara de malo tratando de resultar extremo sólo en base a decibeles y formalismos genéricos.


-Treponem Pal “Aggravation” (1991)
Fall Of Because fue la primera encarnación de Godflesh y tomaba su nombre del segundo disco de los míticos Killing Joke. Paul Raven (fallecido bajista de Killing Joke) fue miembro de Prong en los noventas y hasta tuvo su breve paso por Godflesh. Ted Parsons, luego de su estadía en Swans, fue baterista de Prong durante sus diez primeros años, luego ingresó a un Godflesh ya cercano a la disolución y mantuvo su relación musical con Justin Broadrick en Jesu. Queda claro, entonces, que el nexo entre Killing Joke, Prong y Godflesh va más allá de objetivos estéticos similares. Los franceses Treponem Pal no tenían lazos directos con dichas bandas pero su sonido (especialmente en este segundo disco) bien podría ser descripto como el resumen perfecto de las tres. Opresivas atmósferas Industriales, secos machaques metaleros, voces quebradas, guitarras disonantes, bajos profundos, bases durísimas y esa oscura visión del mundo tan típica del Post-Punk es lo que ofrecía el quinteto con una intensidad y una solidez que nada tenía que envidiarle a sus mentores. Hasta contaban con la producción de Roli Mosimann, que había trabajado previamente con Swans. Así, se despacharon con nueve corrosivas canciones que iban desde la más asfixiante densidad (“Love”, “You got what you deserve”) hasta los más frenéticos ataques (“TV Matic”, “Rest is a war”, “Fugitive soul”), y hasta se permitían coverear el clásico “Radioactivity” de Kraftwerk en una versión que hiela la sangre. Sus posteriores pasos discográficos los acercarían al Ministry más agresivo (en “Excess & Overdrive” de 1993) y, luego, a un híbrido entre KMFDM y el Reggae en el desparejo “Higher” de 1997. El año pasado retornaron con “Weird machine”, un disco que los encontraba ensayando una suerte de Hard-Rock-Industrial y en el que participaron, oh casualidad, Paul Raven y Ted Parsons, con lo cual (como diría Darth Vader) el círculo se completa. En cualquier caso, “Aggravation” encontró a los franchutes en su momento más álgido de virulencia, imaginación y mala onda y se erigió (al menos en selectos círculos de culto) como una de las piezas fundamentales del Metal-Industrial de principios de los noventas.


-No More Lies “][” (2002)
Todos tenemos nuestras debilidades, musicalmente hablando. Quiero decir, no todo lo que escuchamos se puede catalogar de sublime o imprescindible, aún cuando lo disfrutemos a rabiar. Yo tengo varias de esas debilidades y en general se manifiestan en bandas con referentes clarísimos (esto es un eufemismo por choreos), bandas que, aún a costa de su propia identidad se lanzan a adorar a sus héroes sin miramientos. Bueno, tal vez en el caso de este trío español esté exagerando. Sí, aprendieron al pie de la letra las lecciones de Fugazi (y sólo eso ya hace que los ame incondicionalmente) pero tampoco se trata de un clon exacto. Ok, la voz tiene ese gustito crudo y emotivo a la Ian MacKaye, las bases hacen gala de ese groove contracturado tan típico de los washingtonianos y las guitarras despliegan un vasto arsenal de disonancias, riffs y melodías típicamente Fugaziescas. Todos estos elementos que, por cierto, también pueden rastrearse en miles de bandas, en especial en el campo del Post-Hardcore, lo cual igualaría un tanto el contador. Por otro lado, la energía aquí desplegada y cierta densidad enroscada que presentan las instrumentaciones (son tres pero suenan como un pelotón) guardan estrecha relación con el Noise y el Math-Rock. Las influencias son innegables pero también lo es la voluntad por encontrar esquemas propios. No siempre lo logran, claro, pero aún en esos momentos la intensidad no decae. Y cuando dan en la tecla con alguna idea realmente propia son capaces de dejarnos boquiabiertos. Es la ventaja de tener como principal referente a una de las bandas más creativas y honestas de la historia del Rock. En cualquier caso, lo que No More Lies ofrece en este segundo disco (que hace de sandwich entre el debut “Seeds of entusiasm” y el posterior “41º46.5'N 3º1.9'E”) son once geniales canciones donde las buenas ideas, la inteligencia y la imaginación conviven sin problemas con la urgencia Punk y las melodías agridulces. En mi libro, eso es motivo más que suficiente para darles una oportunidad.


-The JJ Paradise Players Club “Wine cooler blowout” (2002)
Unsane son los amos indiscutidos del Noise-Rock más pesado y riffero parido desde las mugrientas entrañas de las calles neoyorquinas. Kiss It Goodbye fue la banda que surgió de las cenizas de Deadguy, donde profundizaron su marca registrada de Mathcore obsesivo, agobiante, ruidoso y a medio tiempo. Glazed Baby era un quinteto oriundo de Massachusetts que, entre 1991 y 1999, se dedicó a ensuciar aún más las enseñanzas de los mencionados Unsane, llegando inclusive a compartir integrantes con ellos. Ahora bien, si juntamos a diversos miembros de esas bandas con el simple objetivo de rockear al palo y patear culos sin piedad es de esperar que el resultado no tenga nada que ver con esa suerte de revival rockandrollero estilizado de bandas como The Hellacopters. Dicho y hecho, entonces. En este disco debut los muchachos dejan de lado cualquier tipo de intención experimental y se abocan a un Rock pesado, crudo, directo y con unos huevos enormes. Por supuesto, aquí mandan los riffs y en eso esta gente tiene algo de experiencia. De alguna forma, es como si tomaran el costado más primitivo del Noise-Rock y mantuvieran al mínimo las disonancias y los tics nerds, empleándolos sólo cuando las canciones así lo requieren y sumando un groove Sabbathero entre relajado y pendenciero. Por momentos hasta suenan como una cruza de los momentos más rudos de Clutch y los más Punkys de Unsane, de hecho las voces remiten a un híbrido entre el tono rasposo de Neil Fallon y el quejido distorsionado de Chris Spencer. Las guitarras rescatan el más aplastante catálogo de riffs y punteos setentosos y lo fuerzan a través de un filtro de saturada distorsión, el bajo retumba apuntalando dichos riffs con un sonido masivo y gruñidor y la batería mantiene un swing sólido, ideal para mover la cabecita mientras ponemos cara de oler caca. También es posible toparse con momentos donde se cuelan ciertas extravagancias rítmicas y armónicas típicas de su experiencia Noise-Rockera, pero eso no hace más que aportar un condimento extra a la receta. En definitiva, si están buscando material rockero, entretenido pero no estúpido, siempre energético y hasta con alguna que otra idea distintiva, esto es para ustedes.

-Xanopticon “The silver key” (2007)
Sólo tres temas le bastan a Xanopticon para generar severos ataques de epilepsia en sus oyentes. Les puedo asegurar que en los veintiún minutos que dura este frenético “The silver key” no encontrarán respiro y los huesos les temblarán tiempo después de que el disco haya dejado de sonar. Ritmos entrecortados, taquicárdicos y salvajes pero construidos con la precisión sanguinaria de un asesino a sueldo. Texturas cáusticas que se mueven vertiginosamente por los laberínticos recovecos que Ryan Friedrich (tal el nombre detrás de la bestial criatura) concibe como si de un científico loco se tratara. Siniestras visiones transmitidas a toda velocidad como fragmentos del peor viaje de ácido jamás imaginado. Por supuesto, esto es material caótico pero nada está librado al azar. Cada detalle, cada chirrido, cada abrupta pausa, cada erupción sonora, cada uno de los infinitos detalles que plagan este disco está colocado con la firme intención de trastocar neuronas. No hace falta ser un entendido en cuestiones electrónicas para sentir las entrañas en llamas y el constante martilleo en la cabeza. No importa si esto es Drum & Bass, Breakcore, Drill & Bass o lo qué carajo sea. Los pocos (y estratégicamente ubicados) remansos ambientales le deben más a la tradición opresiva de la Música Industrial que a la relajada coolez del Chill-out. Y, ciertamente, intentar bailar estas contracturas rítmicas es una tarea sólo recomendable para psicóticos peligrosos. Sin siquiera proponérselo, este tipo tiende un puente entre el costado más intelectual de la Electrónica y las vertientes más extremas y violentas del Rock en general, sin necesidad de caer en trucos obvios o híbridos sin sustancia. En cualquier caso, si se sienten listos para una experiencia musical auténticamente febril, “The silver key” no los va a defraudar.

-Bloody Panda “Summon” (2009)
Masoquistas del mundo, regocijaos, Bloody Panda vuelve a descargar sobre nuestros gastados ánimos la más angustiante y terrorífica forma de Doom que jamás imaginaron. El debut, “Pheromone” de 2007, ya había resultado un manjar auspicioso donde la más enfermiza densidad Melvinesca se juntaba con los delirios vocales de la japonesa Yoshiko Ohara, pero “Summon” lleva las cosas un poco más lejos, si eso es posible. En primer lugar, Ohara no sólo no pierde las mañas (ni los pelos, que yo sepa) si no que encima ha ganado en versatilidad y sentimiento, estirando su garganta hasta límites insospechados. Ella grita como si le estuvieran raspando las encías con navajas oxidadas y al segundo desprende una frágil melodía que, poco a poco, se va enroscando hasta descubrir sus verdaderas intenciones, luego recita alguna misteriosa invocación y vuelve a disolverse en fantasmales alaridos. También posee un agudo sentido de la ubicación y sabe cuando dejar que el silencio haga lo suyo, contribuyendo así a la siempre escalofriante dinámica del quinteto. Pero no sólo de deformes excelencias vocales se compone esta pesadilla. Los cuatro músicos restantes también afinaron la puntería y se despacharon con composiciones mucho más sórdidas, envolventes y personales. La guitarra truena cuando tiene que hacerlo pero también se permite agudas disonancias, hipnóticos arpegios y punteos, y un manejo rítmico sumamente tenso y desesperante. Las bases son, como corresponde, lentas y mortuorias (aunque es posible encontrar alguna acelerada casi Blackmetalera por ahí), sirviendo de perfecto lienzo sobre el cual pintar estas macabras visiones. Pero es el sublime trabajo de teclados, samples y órgano lo que ayuda a crear esta sobrecogedora sensación tridimensional. Desde ominosos colchones armónicos (con una fijación morbosa por los tonos menores) hasta penetrantes ruiditos de dudosa procedencia, el incesante vaivén de arreglos entre cinematográficos y esotéricos es lo que, junto a la voz de Yoshiko, le da a Bloody Panda su sello distintivo. Sin esos elementos serían una banda más tratando de emular a Khanate, Melvins y Sunn 0))). Justamente, en un ámbito tan saturado como lo es hoy en día el del Doom más extremo (y aquí englobo Sludge, Post-Metal, Drone, etc.), resulta absolutamente refrescante un disco tan personal y certero como este inquietante “Summon”. Si están de humor para más de una hora del más tortuoso viaje musical, esto no los va a defraudar.


-Echoes Of Yul “Echoes Of Yul” (2009)
Si el Doom en general (a través de todas sus subcorrientes) se trata de ir a paso lento, como cargando el peso del fin del mundo sobre los hombros, entonces nada mejor que cruzarlo con otros géneros ajenos al Metal pero que también hacen de los ritmos letárgicos y las atmósferas embotadoras casi una religión. El caso de este dúo polaco es bastante singular ya que, teniendo como principal y evidente referente a Godflesh, se las arreglan para entregar un resultado personal simplemente profundizando ciertas aristas que la ex banda de Justin Broadrick usaba sólo como acompañamiento en su monolítica propuesta. Así, Echoes Of Yul mantiene los ritmos babosos, los climas opresivos y la espesa maraña de ruiditos y texturas de toda procedencia. Lo que aquí se acentúa es la influencia del Dub, un género que Godflesh solía abordar sólo en remixes. De esta forma, tenemos extensos pasajes hipnóticos donde hasta los estallidos rifferos suenan como encapsulados en su propio viaje cósmico. O sea, todos los elementos están ahí (acoples, resonancias, samples, efectos deformes, ecos lejanos, bajo arenosos y ultra grave, riffs gordos y Sabbatheros, riffs disonantes, voces podridas), pero la sensación no es de aplastamiento u opresión, si no que se asemeja más bien a desprendernos de nuestros propios cuerpos y contemplar pausadamente los resultados del Apocalipsis. También hay lugar para algún que otro pasaje melódico que no hace más que reforzar los lazos entre las creaciones de Broadrick y paladines del Slow-Core como Codeine o Low. Ojo, tanta referencia al líder de Jesu puede hacer suponer que lo de Echoes Of Yul es una mera copia cuando de ninguna manera es así. Sólo se trata de un punto de partida desde donde desarrollar su propia visión musical. Una visión que logra su mayor pesadez alejándose de la virulencia del Metal y hundiéndola en esa profundidad lisérgica tan típica del Dub. Todo esto en atrapantes composiciones con arduos desarrollos y un sinfín de detalles sonoros que entran y salen de la pintura como fantasmas, con los necesarios elementos electrónicos pero sin abandonar nunca el latir orgánico en la interpretación. Sin duda alguna, una de las apariciones más auspiciosas e interesantes del año.


-Eels “Hombre lobo” (2009)
Que el mundo está lleno de freaks no es ninguna novedad, sobre todo si hablamos de Rock. No sólo en los artistas, también en el público suele encontrarse esa pulsión por ser extravagantes y “distintos” a toda costa. Claro, en la mayoría de los casos se trata de una pose tan forzada como patética y las acciones (o las músicas) que, en esos contextos, se suelen considerar fuera de lo común resultan ser tan ordinarias como ir a comprar el pan o tomarse un colectivo. Lo interesante, al menos en términos musicales, sucede cuando ese componente freak aflora de forma espontánea y natural antes que como un adolescente llamado de atención. Tomen si no el ejemplo de Mark Oliver Everett (también conocido como E.) quien, luego de un par de intentos solistas fallidos, formó Eels en 1995 y desde entonces nos ofrece su singular visión de la vida a través de canciones que esconden, detrás de su tradicional apariencia, un universo de deformidades varias y extraños tics en el bocho. Sin salirse nunca de su marca registrada de Rock-Pop de clara extracción Beatlesca, el tipo se las arregló para concebir una discografía donde cada álbum apunta a objetivos particulares y distintivos. Así, tuvimos el Pop malicioso del debut “Beautiful freak”, la tristeza infinita de “Electro-shock blues”, la efervescencia a-go-go de “Daisies of the galaxy”, los aires rústicos de “Shootenany!” o el eclecticismo cancionero y reposado del doble “Blinking lights and other revelations”, por poner algunos ejemplos. “Hombre lobo” (el título hace alusión al tupido vello facial que invade el rostro de E.) es su séptimo disco y la temática que lo recorre es el deseo como motor de situaciones capaces de alterar la vida misma. Partiendo de esa base, no extraña que estemos en presencia de un álbum más animado, donde predominan los tempos movedizos y los riffs rockeros, aunque siempre condimentados con esa frágil sensibilidad Pop que es la marca distintiva del grupo. También se nota un incremento de influencias aún más ancestrales, como el Blues y el Folk, que calzan a la perfección con la grave y sentida voz de Everett. No faltan, como corresponde, los flirteos con el Funk, la Psicodelia, la Electrónica, el Noise y demás tangentes que aparecen de forma sutil pero certera, apuntalando ese freakismo que mencionaba antes. El punto es que todos esos elementos fluyen confortablemente a través de las doce canciones que componen el álbum, sin ensuciar nunca el desarrollo melódico de las mismas ni interferir con su alto nivel emotivo. Más allá de tanto análisis, lo que Eels ofrece es una panzada de hermosas canciones ideales para tararear sin preocupaciones pero con el corazón al rojo vivo.


-Polvo “In prism” (2009)
Nacieron en 1990 como adoradores de los experimentos guitarrísticos de Sonic Youth y fueron puliendo su sonido hasta lograr una síntesis casi perfecta entre el nervio de la canción tradicional rockera (siempre con la impronta noventosa presente) y las más sesudas elucubraciones vanguardistas aplicadas a las seis cuerdas. Alguna vez hasta llegaron a ser descriptos como una cruza entre los mencionados neoyorquinos y Voivod, aunque, claramente, no estemos hablando de Metal aquí. Obligados a usar rótulos, podríamos decir Math-Rock, un género del cual son pioneros aún sin calzar al cien por ciento en sus contracturados modismos. Luego de diez años separados, Polvo vuelve a la carga con un disco que los encuentra al tope de sus habilidades como compositores e intérpretes. Se nota que el cuarteto aún guarda un gran cariño por los liderados por Thurston Moore, los momentos más relajados de “In prism” presentan estrechos lazos con lo expuesto en discos como “Murray street” o “Sonic nurse”. Es decir, medios tiempos de suaves melodías vocales construidas sobre intrincados contrapuntos armónicos que, no obstante, no rompen la fluidez melódica de la canción. Por otro lado, encontramos magníficas canciones donde la energía rockera se retuerce a pura distorsión entre enroscados riffs y angulares ritmos mutantes, con estructuras laberínticas y un sentido de la dinámica que los acerca más a los diseños quebrados de los míticos Slint. Ojo, de ninguna manera piensen que las influencias tapan la indiscutida personalidad del grupo, sólo se trata de referencias como punto de partida. Polvo logra que toda esa maraña de excentricidades instrumentales se manifieste en perfectas canciones donde el gancho siempre dice presente, aún dentro de los complejos vaivenes y las místicas atmósferas de las mismas. Aquellos que tengan predilección por las instrumentaciones rebuscadas e imaginativas pero detesten a los virtuosos sin alma o a los meros exhibicionistas, tienen en “In prism” un suculento manjar. El trabajo de Ash Bowie y Dave Brylawski con sus guitarras y sus melodías vocales es sencillamente excepcional, un ejemplo de que siempre hay lugar para que el Rock ofrezca cosas que nunca antes habíamos escuchado. Si ya los conocían, “In prism” tiene la pasta para competir con los momentos más logrados de su discografía, y si no, es una perfecta excusa para descubrir a una de las bandas más creativas de la década pasada que se planta firme en la actualidad sin perder ni una sola de sus cualidades. De cabeza a lo mejor del año.

-Soulsavers “Broken” (2009)
“Broken” es la noche. No cualquier noche, sólo aquellas donde el asfalto desprende una tenue luminosidad y los pasos solitarios son acompañados por una constante llovizna. Aquellas noches donde el placer y el dolor se confunden y se trenzan en batallas bañadas de alcohol y lágrimas, donde el pasado, el presente y el futuro se ven como una mala película en blanco y negro, donde hasta el corazón más vigoroso cede ante el peso de sus propias miserias. Noches de miradas perdidas y andares erráticos, habitadas por fantasmas de suave piel e intenciones borrosas. Noches de redención, al fin. Y si hay alguien que sabe de esas turbias excursiones noctámbulas es Mark Lanegan, que aquí (así como lo hiciera en el anterior “It’s not how far you fall, It’s the way you land”) pone su cavernosa voz al servicio de este dúo de productores conocidos como Soulsavers. Y eso no es todo, también tenemos las participaciones estelares de gente como Jason Pierce (Spiritualized, Spacemen 3), Gibby Haynes (Butthole Surfers), la ignota Rosa Agostino (aquí conocida como Red Ghost) y el siempre impredecible Mike Patton. En este tercer disco, el grupo reduce al mínimo indispensable los elementos electrónicos de su propuesta (en general alineados en una suerte de Trip-Hop borracho y melancólico), poniendo al frente las guitarras (acústicas y eléctricas) y los pianos al tiempo que profundizan sus fuertes lazos con el Soul, el Blues y el Gospel. Por supuesto, hay temas que no desentonarían en el repertorio solista del ex Screaming Trees, esos áridos remansos de Folk teñidos de una oscuridad casi suicida. Queda claro que esto no es material para animar fiestas ni para corear en la cancha pero de ninguna forma piensen que esta calma introspectiva está exenta de intensidad, es sólo que no necesita apoyarse exclusivamente en la distorsión ni el volumen atronador para ponernos la piel de gallina.


-Squarepusher “Solo electric bass 1” (2009)
Squarepusher (Tom Jenkinson es el nombre detrás de la acción) es el perfecto ejemplo para chantarle en la cara a aquellos que todavía piensan que los músicos electrónicos no son músicos. No sólo por su impredecible discografía (donde es posible encontrar desde frenéticos ejercicios de Drum & Bass, hasta relajados grooves Funkys, abstracciones sonoras emparentadas con la Música Concreta e inclusive excursiones de pura cepa Jazzera), si no, principalmente, por el hecho de que Jenkinson suele adornar sus intrincadas construcciones electrónicas con virtuosos pasajes de bajo y guitarra interpretados por él mismo con una maestría que haría que el mismísimo Pappo se levantara de la tumba sólo para volver a morirse de la vergüenza. Y que conste que esto no es ninguna defensa al gordito Dj Dero que, efectivamente, es un ladrón. En fin, más allá de polémicas estériles, lo que tenemos en esta nueva entrega de Squarepusher son doce tracks grabados en vivo en 2007 durante una performance en París. La particularidad (que se puede adivinar desde el título mismo del disco) es que en esta ocasión el inglés deja de lado su arsenal multi-instrumental, quedándose sólo con un bajo y un amplificador. Y así, despojado y en plan intimista, el tipo se despacha con bellísimas composiciones en plan Jazzero donde, sólo con sus dedos, se las arregla para generar tanto melodías de absoluta dulzura como visones fracturadas y deformes. La grabación es absolutamente cruda y realista, por momentos hasta escuchamos el repiquetear de los dedos sobre las cuerdas, lo cual es interesante contraste con sus cuidadísimas producciones de estudio. En los momentos calmos, la cosa va por carriles Jazzeros tradicionales, con canciones melódicas entre románticas y soñadoras. Y, cuando la energía sube, se cuelan erupciones que recuerdan a los primeros trabajos de improvisación planteados por John Zorn. Lo bueno es que en ningún momento se trata de un mero ejercicio de autoindulgencia interpretativa, esto es material disfrutable aún para aquellos que no poseen conocimientos musicales académicos ni les interesa tenerlos. En fin, un trabajo inesperado a cargo de un músico que nos tiene acostumbrados a movimientos inesperados.

21 de agosto de 2009

Fragmented Landscape Collapse: The Process of Weeding Out



Con extremo orgullo presentamos nuestra primer colaboración con Rore García de Barbarian Brothers y Sebaxxxtián de Distroiart en un nuevo disco de Fragmented Landscape Collapse. Compuesto de grabaciones en vivo y en estudio, The Process of Weeding Out (cualquier referencia a cierta canción de cierta banda es totalmente fortuita y no nos hacemos cargo de ella) consta de tres secciones ambient/noise en las que el trío (en este disco quinteto) construye y destruye sus composiciones yendo del orden al caos y de vuelta al orden.

Descargar The Process of Weeding Out de Fragmented Landscape Collapse aquí
Download The Process of Weeding Out by Fragmented Landscape Collapse here

Caracol Rojo Discos: Hongo - X, Milica - En su Salsa



Y siguiendo con la tradición colaborativa que nos caracteriza, en este humilde post quisiera desviar su atención a dos discos de Caracol Rojo.



Hongo es una banda platense que yace entre la psicodelia setentosa y la experimentación electrónica de este nuevo milenio, logrando un resultado mas que interesante plasmado en X, su disco editado en el 2008, que tranquilamente puede pelear el puesto de los mejores discos vernáculos del año pasado.

Descargar / download X




Y no, este no es el disco nuevo de Milica que se viene cocinando de hace rato, ya. En su Salsa es un entremés para los ansiosos que plasma la performance en vivo realizada en el Centro Cultural Zaguán Sur (ZAS) en Buenos Aires el 27 de diciembre de 2008.

Descargar / download Milica en su Salsa

18 de agosto de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Treepeople “Something vicious for tomorrow/Timewhore” (1992)
Treepeople es un buen ejemplo de que reducir la escena de Seattle de fines de los ochentas y principios de los noventas a lo que se conoce como Grunge es un grave error. Claro, Grunge es un término demasiado abarcativo y permite que en su seno convivan propuestas tan disímiles como las de Nirvana, Soundgarden, Screaming Trees o Tad, por sólo nombrar algunos ejemplos. En ese sentido la particular cruza de virulencia Punk, melodías Pop melancólicas y deformidad psicodélica que proponía este cuarteto bien podría ser metido en dicha bolsa. Por otro lado, el impecable trabajo de guitarras de Scott Schmaljohn y Doug Martsch (quien luego ganaría cierta notoriedad en el mundo del Indie al frente de Built To Spill), con sus casi constantes contrapuntos, riffs contracturados y melodías entrecruzadas los acercaba más a los momentos más elaborados del Post-Hardcore de bandas como Fugazi, Jawbox o Hoover. Las voces, también a cargo de los mencionados guitarristas, se alejaban de la cruda aridez de las referencias antes mencionadas y se ponían del lado de clásicos Punks con sensibilidad Pop como Hüsker Dü, Angst o Pixies, de quienes también toman esa suerte de psicodelia demente y despojada de hippismo. En líneas generales estamos hablando de un grupo que calzaba a la perfección con su época (Punks adultos de extracción nerd que mantienen la energía intacta pero se permiten un vuelo creativo sin ataduras y una emotividad más refinada) pero con la personalidad suficiente como para no encajar del todo en ninguna categoría específica. Y todo eso traducido en canciones perfectas, con melodías gancheras y emotivas y un dinamismo irresistible. Este álbum en particular reúne dos mini lp’s (“Something vicious for tomorrow” fue grabado en 1989 y vio la luz recién en 1992, mientras que “Timewhore” es de 1990) y sirve como ideal introducción a otra de esas tantas gemas injustamente olvidadas de la década de las camisas a cuadros.


-The Joykiller “Three” (1997)
¿Pensarían que es una imperdonable herejía que un prócer del Punk americano como Jack Grisham (cantante de T.S.O.L.) haya grabado un disco de claras inclinaciones Pop? ¿Son de esos que se comieron el verso de que el Punk debe ser “peligroso”? Bueno, si quieren peligro pueden visitar cualquier noche del conurbano bonaerense y ahí tendrán de sobra, en especial si lo hacen vistiendo el reglamentario disfraz Punkrocker. Por otro lado, no sean necios. ¿Quién no se encontró en algún punto de su vida tarareando alguna pegadiza melodía Pop? ¿Acaso nunca escucharon a los Ramones? En fin, más allá de polémicas, a esta altura, sin sentido, este tercer y último disco de The Joykiller se erige como una pieza perfecta de refinada sensibilidad Pop revestida de efervescente energía Punk. Grisham lleva los temas con su seductora voz, con un registro claramente limitado que, de todas formas, no le impide emocionar y entusiasmar a gusto y placer. Pero lo que realmente distingue a este “Three” es el excelso trabajo de Ronnie King con sus pianos y teclados varios, aportando una dimensión armónica extra a las canciones. Por supuesto, sus arreglos y colchones melódicos le restan crudeza al material y por momentos rozan la grasada total, pero esa es la idea. Nada de poses rudas, intelectualizaciones cargadas de ironía ni incomodidades sonoras, el quinteto se despoja de prejuicios (y de la influencia de T.S.O.L. que todavía resonaba en sus dos discos anteriores) y mantiene la intensidad a base de grandes melodías. Como ejemplos tienen la amargura sonriente de “What it’s worth”, la melancolía Folk/Western de “The doorway” (con una orquestación que recuerda a la versión de “Midnight cowboy” de Faith No More), los cambios de clima de “Ordinary” (comienzo a todo Rock Stoogero, estribillo en clave de Jazz relajado y un puente a puro dramatismo), la increíble combinación de riffs Ramoneros y arreglos de piano de “Another girl”, los aires Beatlescos de “Your girlfriend” o el intimismo de “Once more”, la suave balada que cierra el disco. Por supuesto, tampoco faltan bombazos Punks con la energía en once como “Know it all”, “Promises” o “Sex attack” que, de todas formas, no dejan de lado las melodías gancheras. Como corresponde, aquí es donde insisto con eso de que las buenas canciones siempre ganan, un concepto que resultará un tanto simplista pero que, en mi experiencia al menos, es sencillamente irrefutable.


-Plasmalamp “Void travelling” (1999)
Más que un viaje por el vacío, este único larga duración de Plasmalamp (un nombre horrible, he de admitir) se asemeja a un viaje por el abismo. Y no me refiero al abismo en un sentido simbólico o bíblico, hablo de las más oscuras profundidades oceánicas, esas donde la única luz es el brillo fosforescente de alguna de las deformes criaturas que las habitan. La música de este canadiense (Paul Verma es su verdadero nombre), totalmente electrónica e instrumental, cuenta con tres ejes básicos. Melodías embotadoras que se enroscan lentamente en el entramado de la mente como anillos de humo, inquietantes arreglos (a veces armónicos, a veces atonales) que parecen describir las angulosas anatomías de peces abisales como el Melanocetus Johnsoni o el Anoplogaster Cornuta (googleen estos nombres y verán a qué me refiero), y un arsenal de ritmos sinuosos e irregulares que provocan la impresión certera de flotar sumergidos en espesas aguas negras. Por momentos, hasta da la sensación de que las complejidades matemáticas que le dan vida a estas composiciones están basadas en el ondulante movimiento del agua. Ciertas estructuras rítmicas aparentan ser azarosas pero un análisis más detallado revela patrones que se corresponden con la sensación acuática antes descripta. Dicho clima (entre opresivo y relajante) se sostiene a lo largo de toda la placa con una tenacidad asombrosa y atrapante. Para disfrutar sin distracciones.

-Disengage “Obsessions become phobias” (2000)
¿Stoner Rock para intelectuales? ¿Post-Hardcore para borrachos pendencieros y rockeros drogones? ¿Grunge metalizado y sensible? Elijan la opción que prefieran, cualquiera podría ser correcta. Ojo, no se trata de ninguna revolución musical ni nada por el estilo. Unos años antes los geniales Only Living Witness nos habían demostrado que la mezcla de graves riffs Sabbatheros, cierta crudeza Hardcore/Punk, líneas vocales rebosantes de pura emoción melódica y un dejo de críptica sofisticación era una combinación ganadora. Al menos en términos creativos, en lo comercial nunca recibieron ni un poquito así de reconocimiento. En fin, este cuarteto oriundo de Cleveland bien podría calzar en tal definición, aunque lejos estén de ser una copia de nadie. En este, su segundo disco, resuenan influencias como Quicksand (por momentos asoma en mi cabeza la tentación de describir este material como Quicksand con Tony Iommi a cargo de las seis cuerdas), Soundgarden, Helmet, Kyuss, Fugazi o Fudge Tunnel, junto a clásicos como Led Zeppelin, Black Flag o los mencionados Sabbath. Sin embargo toda esa ensalada de nombres da un resultado sumamente personal, con canciones contundentes, pesadas, gancheras y emotivas. Se imponen el groove y los riffs con más onda que despliegue técnico, pero aún así no faltan las buenas ideas ni algún que otro ritmo que se sale de la norma estrictamente rutera. Y es la voz de Jason Byers la que se impone con logradísimas melodías que levantan hasta los momentos más quedados del disco. Tal vez ahora que bandas como Torche, Jucifer o Disappearer parecen estar recuperando el gusto por las buenas melodías y las canciones con gancho en el contexto de la vanguardia pesada, Disengage pueda sembrar algo de lo que vienen cosechando desde hace quince años. Si no, igual seguirán constituyendo un delicioso bocado para los amantes del buen Rock pesado, con huevos, emoción e inteligencia.


-Levellers “Green blade rising” (2002)
Existe un fuego que nunca se extinguirá, una llama que arde en las entrañas de determinados artistas, más allá de rótulos y géneros musicales. Los Levellers saben mucho de ese fuego, llevan más de veinte años desparramándolo y no tienen intenciones de dejar que la llama se extinga. Sus canciones no son sólo una colección de notas dispuestas para el goce estético, sus melodías respiran con contagioso vigor y dejan marcas indelebles en el alma. “Green blade rising” expone la habilidad incesante de estos tipos para componer canciones perfectas, con melodías capaces de exaltarnos, sumirnos en las más oscuras reflexiones, alegrarnos, trasladarnos a vastas campiñas esmeralda, invitarnos a descontroladas danzas o hacernos hervir la sangre según se lo propongan. Pueden hacerlo a ritmo de épico Punk como en “Come on” (un himno y un llamado a dejar de ser meros espectadores de nuestras vidas), “Aspects of spirit” o “A chorus line”. Puede ser con un Rock movedizo como el que exponen en la majestuosa “Four winds”, “Pretty target” (casi un Grunge con adornos celtas), la soñadora “Not what we wanted” o la Beatlesca “Wild as angels”, o bien con desgarradoras baladas como la Bluesera “Pour”, la tremendamente emotiva “Believers” o la amarga “Wake the world”. Todo esto condimentado con su marca distintiva de Folk tradicional inglés, una cualidad que se cuela no sólo en sus melodías si no, especialmente, en el magnifico trabajo del violinista Jonathan Sevink que logra fundirse sin problemas tanto con las guitarras distorsionadas como con las acústicas. Por supuesto, si alguien aventura que la voz de Mark Chadwick suena como un John Lennon anarquista, no seré yo quien lo niegue. En cualquier caso, Levellers enfoca su enorme talento compositivo e interpretativo con esa precisión artesanal que se clava indefectiblemente en el corazón y es en esa absoluta entrega emocional que se encuentra su irresistible atractivo.

-Areola 51 “Areola 51” (2004)
Hay muchos grupos dentro del Noise-Rock que tienen a Scratch Acid y Butthole Surfers como referencias obligadas para describir su sonido. Tampoco faltan los que cuentan con algún punto de contacto con los momentos más reventados de Ministry. Ahora bien, si hablamos de un grupo conformado por Brett Bradford (ex Scratch Acid), Jeff Pinkus (ex Butthole Surfers) y Max Brody (ex Ministry), entonces es de esperar que los ecos de dichas bandas resuenen a lo largo y ancho de éste, su único disco hasta el momento. Guitarras deformes y quilomberas, ritmos duros, frenéticos y pletóricos de un groove entrecortado y alcoholizado, desorbitados arreglos de achicharrada psicodelia, voces desafinadas y de un histrionismo psicótico, instrumentos de viento sacados del tugurio más siniestro, riffs que suenan como la peor pesadilla lisérgica de Hendrix y un envidiable despliegue de ideas tan atemorizantes como divertidas. ¿Predecible? Por supuesto, es exactamente lo que uno se imagina al conocer a los implicados. Pero eso no le resta mérito, en definitiva, esto señores tienen todo el derecho de beber de sus propias fuentes. Ellos ayudaron a escribir el manual Noise-Rockero cuando este revival del género hubiese sido sencillamente impensable. Por otro lado, se nota a la legua (ya desde el nombre del proyecto) que la intención es pasar un buen rato haciendo lo que mejor les sale. O sea, puro Rock degenerado, mutante, ácido y con unos cuantos tornillos perdidos en el camino. Nada de innovaciones, ni experimentos extraños. Aún cuando hablamos de un género que es, en sí mismo, un experimento extraño. Entonces, Areola 51 no suena tan opresivo como Scratch Acid, ni tan ecléctico como los Butthole Surfers y ni por asomo se acerca a la violencia de Ministry, pero supera a los tres en términos de diversión insana y nervio rockero sin mayores pretensiones. Y la guitarra de Bradford sigue entregando algunas de las ideas más interesantes y retorcidas del Rock en general. Un supergrupo imprescindible para cualquier amante del Noise-Rock que se precie de tal.

-The Sea And Cake “Car alarm” (2008)
A pesar de contar con fuertes lazos con la avanzada Math-Post-Rockera de Chicago de principios de los noventas (Bastro, Gastr Del Sol, Tortoise, Jim O’Rourke), The Sea And Cake siempre se mantuvo al margen de los sonidos contracturados y el eclecticismo experimental. Su fuerte son las canciones, con un corazón entre el Pop más refinado y ciertas brisas de sofisticación que resultan ser el único elemento que los asocia musicalmente con las bandas antes mencionadas. Claro, pedirle al baterista John McEntire que abandone por completo sus síncopas jazzeras y su fascinación por la música brasilera sería como pretender Death Metal sin voces podridas. La diferencia es que aquí el tono es siempre distendido, las guitarras juegan entre suaves rasgueos a la Pavement (aunque infinitamente más prolijos) o los Sonic Youth más melódicos y más de una referencia a la Bossa Nova, la voz de Sam Prekop se mantiene inalterable en su calma intimista, dibujando hermosas melodías con una facilidad pasmosa. Ahí reside el truco del cuarteto, se despachan con canciones que, a primera oída, suenan como simples ejercicios de Indie-Pop relajado, pero detrás de eso se esconde un enorme caudal musical, una vasta gama de sutilezas armónicas, melódicas y rítmicas que pondrían verde de envidia al más sesudo de los progretas. Se trata de no forzar los diversos elementos musicales que componen cada una de estas pequeñas gemas, los tipos son virtuosos consumados pero comprenden a la perfección la dinámica del trabajo de equipo que se requiere para lograr perfectas canciones Pop y al mismo tiempo, por su propia naturaleza musical, no pueden evitar embellecer de forma detallista y cuidadosa dichas composiciones. “Car alarm” es su octavo disco y no se aparta del camino habitual del grupo (Indie, Pop, Jazz, Bossa Nova y algún que otro toquecito electrónico), lo cual es un acto de claridad en sus objetivos antes que de pereza. Interpretaciones sublimes y fluidas, talento compositivo superlativo, nada de estridencias y un infinito respeto por la melodía como motor creativo y emocional, eso es lo que siempre ofreció The Sea And Cake y, si realmente les interesa la música más allá de géneros y etiquetas, sería una pena que se lo pierdan.

-Burnt By The Sun “Heart of darkness” (2009)
Muchos metaleros se quejan de la presente década aduciendo una supuesta falta de propuestas renovadoras o de discos “clásicos”. Lo cierto es que, entre fines de la década pasada y principios de la actual, el Metal vivió un necesario recambio generacional que abrió las puertas a diversas propuestas (Mathcore, Metalcore, Post-Metal, etc.) que hoy en día ya son moneda corriente en el undeground (y no tanto. Algunos como Mastodon o Lamb Of God ya se acercan bastante al mainstream) extremo. La aparición de Burnt By The Sun allá por 1999 fue toda una revelación. En primer lugar, se trataba de algo así como la continuación de los geniales Human Remains (una de esas bandas de culto que anticiparon mucho de lo que sucedería luego en términos de virulencia metálica), contando con varios ex miembros de dicha banda y ahondando en esa particular combinación de rabia Hardcorosa, desenfreno Grindcore, complejidades rítmicas y armónicas casi Progresivas, brutalidad Deathmetalera, algún que otro guiño Thrasher y una visión poco convencional del género que les valió el ridículo (pero acertado) mote de Metal Inteligente. Tras cinco años de separación (y diversos cambios de formación), el grupo vuelve a la carga con lo que será, según sus propias palabras, su último trabajo discográfico. Obviamente, la combinación de estilos antes mencionada, hoy en día ya no resulta tan sorprendente como hace diez años atrás. Lo que tal vez sí sorprenda es el hecho de que el quinteto logre sonar fresco, intenso e imaginativo sin salirse de sus propios parámetros. Mike Olender sigue escupiendo sus letras (de una lucidez asombrosa, especialmente para un grupo de Metal) entre berridos varios, con una energía que hace que jamás imaginemos que se trata de un señor adulto e ilustrado que alguna vez trabajó en el equivalente norteamericano de defensa al consumidor. El gran Dave Witte sigue siendo el sostén rítmico de la banda, dando clases magistrales de inventiva, fuerza bruta y virtuosismo bien entendido. Pero, claro, esto es Metal y, por ende, la figura indiscutida son las guitarras. John Adubato y Nick Hale (ex Premonitions Of War) se despachan con un catálogo riffero de un nivel superlativo, técnicos y enroscados pero sin perder de vista el gancho, grooveros sin sonar burdos y ordinarios, brutales sin necesidad de embarrar todo en una marea de dedos sin sentido, con respeto por la melodía pero sin mariconadas ni trucos berretas. Vamos, eso de la inteligencia no pasa por complicar todo al pedo (hola Psyopus) ni por expulsar a las calaveras y los monstruos de los artes de tapa. Se trata de componer de forma inteligente, con estructuras que se salen de lo convencional pero con objetivos claros, con toda la agresión necesaria pero sin exagerar los gestos rudos. En otras palabras, se trata de hacer Metal de pura cepa sin por ello caer en los clichés más toscos y aburridos del mismo. En fin, ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que repetí la palabra Metal en este comentario, lo que significa que la idea debe haber quedado clara. Si buscaban algo de música donde el headbanging no se interpusiera con otras actividades de la cabeza, esto es para ustedes.


-Laudanum “The coronation” (2009)
No hay sonrisas ni luz en el mundo de Laudanum. Las únicas almas que habitan estas cavernas eternamente nocturnas son fantasmas condenados a una eternidad de suplicios. Los ritmos se mueven como un estrangulamiento en cámara lenta marcando el paso moribundo y leproso de esos riffs que sólo necesitan un par de notas para aplastarnos. Por supuesto, esto es Doom/Sludge con todas las letras (la d, la o, la otra o…y así), con la guitarra y el bajo fundidos en un impenetrable magma de graves y las voces (a cargo del ex Graves At Sea, Nathan Misterek) quebrándose en punzantes alaridos y guturales gruñidos bestiales. Sin embargo, estos californianos profesan más amor por las atmósferas opresivas y la densidad ruidosa y disonante de Swans que por el catálogo riffero de Black Sabbath. De hecho gran parte del disco transcurre entre tensas secciones Noise/Ambientales que anticipan y enmarcan las ocasionales erupciones de distorsión. Todo envuelto por una espesa capa de desesperante oscuridad que nos encadena a mugrientas catacumbas donde seremos testigos de los más abyectos rituales. Queda claro que el objetivo del cuarteto es lograr climas cinematográficos de pura maldad antes que simplemente invitar a un cadencioso headbanging pero, a pesar de que los resultados son auspiciosos, todavía no logran helar la sangre como los mencionados Swans o sus más destacados discípulos, los inmortales Godflesh. Todo está en su lugar (desde la música hasta la estética manejada por el grupo) pero falta ese empujoncito extra, esa cuota de magia que separa a las grandes obras de las que están bien y nada más. De todas formas, no deja de ser admirable el esfuerzo de Laudanum por correrse de las tendencias predominantes del Doom actual, aquí no hay Post-Rock ni Shoegaze ni Crust ni afanos a Celtic Frost, ni siquiera sería del todo correcto meterlos en la bolsa del Drone. No los pierdan de vista, con sólo ajustar un par de perillas estos tipos pueden llegar a darnos grandes satisfacciones.

-Morne “Untold wait” (2009)
¿Les gusta el Crust? ¿Lo prefieren cuando viene con grandes dosis de Doom apocalíptico? ¿Y qué me dicen de algún que otro machaque Thrasher de pura cepa Celticfrostera? Bien, ¿acaso también pretenden que todo ese despliegue de oscura agresión y climas ominosos esté adornado por teclados entre majestuosos y psicodélicos? ¿Les suenan nombres como Grief, Disrupt y Noosebomb? Bueno, aquí hay gente que se paseó por dichas bandas, lo cual ya debería ponernos en situación. ¿Están familiarizados con Neurosis? ¿Sabían que los liderados por Steve Von Till y Scott Kelly son fanáticos de Amebix, una de las bandas pioneras en eso de pintar el Crust con negros tonos metálicos? Lo menciono porque Morne suena, en más de una ocasión, como una versión actualizada de Amebix. Y, cuando digo actualizada me refiero a que está pasada por un épico filtro Neurosiesco. ¿Cómo dicen? ¿Qué, a esta altura del partido, ya escucharon cientos de bandas haciendo exactamente lo mismo? No lo dudo y, ciertamente, no pretendo convencerlos de que este “Untold wait” sea la octava (ni la novena, ni la décima) maravilla. Entonces, si dejamos de lado la cuestión de la originalidad, lo que sí nos queda es un trabajo fresco e intenso dentro de un panorama que, últimamente, sólo nos ofrecía clones con mucha seriedad y poca excitación. Está claro que si comparamos a Morne con los mencionados Neurosis y Amebix, los primeros salen perdiendo por goleada y hasta nos cuestionaríamos el sentido mismo de su existencia. Pero lo mismo es aplicable a cualquier banda dentro de este estilo. En fin, la única defensa honesta que puedo esbozar es el hecho de que “Untold wait” me resultó bastante más entretenido (bueno, es una forma de decir. Esta música no se supone que sea entretenida en el sentido tradicional del término) que el noventa y cinco por ciento de las bandas actuales que he escuchado practicando esta misma combinación de Sludge/Crust/Apocalíptico. ¿Todo se reduce a una cuestión de gustos? Por supuesto, siempre es así. Pero si alguno de los nombres aquí expuestos es de su agrado, yo recomendaría prestar atención a este material. Sólo es cuestión de no alimentar expectativas demasiado altas.


-Soul Control “Cycles” (2009)
Casi parece intencional el título de este disco junto al nombre de esta banda. Claro, si la música se mueve en ciclos y, en este momento, asistimos al regreso de los añorados (al menos por quien les escribe) noventas, es lógico que el Hardcore también revisite aquellos años. Y si es de la mano de un grupo que toma su nombre de un disco inédito de Into Another (una de esas bandas que, justamente, ingresaron a los noventas despegándose de las restricciones estilísticas de su pasado Hardcore y expandiendo su propuesta hacia terrenos hasta ese momento impensados) y que cuenta con ex miembros de los geniales Verse, entonces no hay nada por lo que preocuparnos. De alguna forma, este cuarteto oriundo de Providence rescata los primeros pasos de lo que podríamos dar en llamar Post-New York-Hardcore (con bandas como Burn, Quicksand, Supertouch, Sons Of Abraham o Mind Over Matter como buenos ejemplos que los diferencian del sonido de Washington) y lo pasa por un prisma de violencia extra que mantiene aún fuertes lazos con los sonidos más virulentos de clásicos del Hardcore tradicional como Bad Brains o Youth Of Today. Por supuesto, si hablamos de Hardcore de la década pasada, es imposible no mencionar esa necesaria cuota de groove pesado con la que también cuentan estas canciones. En líneas generales, este “Cycles” mantiene la furia y la pasión que corresponden a todo correcto exponente del género, pero en vez de quedarse en los mismos riffs e ideas de siempre y en las poses fáciles, se animan a cargar sus canciones con ideas musicales exóticas (en especial en las seis cuerdas, que ensayan texturas, riffs y melodías de una imaginación poco común en el mundo de las bermudas, los tatuajes y las equis en los puños) y emociones más profundas que el mero reproche (recuerden que, como decía Agnostic Front, el error es siempre de los demás, nunca propio) o la ilusión de hermandad Hardcore. Es gracias a bandas como esta (entre tantas otras, claro) que el Hardcore todavía se mantiene como una expresión válida de rabia honesta y sin adulterar.


-Wolf Eyes “Always wrong” (2009)
En general, los artistas dedicados a esa rama musical conocida como Noise son vistos como gente excesivamente intelectual que aprovecha la absoluta libertad sonora del género para abocarse a crípticos e intrincados conceptos. No voy a negar que tal descripción es cierta en muchas ocasiones, pero, en el caso de Wolf Eyes la cosa pasa por otro lado. ¿Cómo podríamos decir que esto es material sofisticado cuando lo que están haciendo es manipular el sonido en su estadío más puro y primitivo? Ciertamente, la energía que se desprende de estas composiciones es absolutamente visceral y urgente. Aquello que se retuerce en las entrañas de estos muchachos es escupido sin filtros ni meditaciones de por medio. El mismo grupo define este “Always wrong” como “una negación a la conformidad y el triunfo de recorrer un camino solitario”. Un concepto no muy complejo, mucho más cercano a ideales Punks que a sesudas elucubraciones filosóficas, políticas o estéticas. Por supuesto, el oyente medio podría pensar que hace falta un grado de intelectualización importante para concebir las virulentas arquitecturas disonantes que ocupan esta placa, cuando en verdad lo único que se necesita es una visión personal y alejada de las convenciones. No hay requisitos culturales previos para entender el ardiente poderío de estas canciones, es sólo cuestión de dejarse llevar, de enfocar la mente, el cuerpo y el alma para sumergirse en un áspero viaje de pura liberación. No es agradable ni tranquilizador, la vida misma no lo es y no hace falta ser ningún genio para darse cuenta de ello. Olvídense de todos los prejuicios que puedan tener con respecto al espectro más ruidoso de la música, Wolf Eyes golpea con una intensidad y una imaginación que pocos músicos (sean del género musical que sean) pueden lograr.

16 de agosto de 2009

Milica Live in Uruguay







Milica estará tocando en Montevideo el Sábado 15 de Agosto. No se los pierdan.

10 de agosto de 2009

Sarghuma Incoxis Vs. Stilte en Vivo - SUSPENDIDO

POR RAZONES AJENAS A LAS BANDAS ESTA FECHA SE HA SUSPENDIDO. IGUAL DEJO EL FLYER PORQUE ESTÁ BASTANTE LINDO, ¿NO?

9 de agosto de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.
-Electric Kettle “Faster ceremony and ultra discipline” (2003)
Hubo una época donde los rockeros en general (entiéndase esto como gente que escucha Rock en todas sus variantes) creíamos que la Electrónica era sinónimo de música desprovista de alma, intensidad, talento y personalidad. Por supuesto, mucha agua ha corrido bajo el puente y hoy en día habría que ser un necio o un sordo para no encontrar dichas virtudes en artistas abocados a la creación digital. En ese sentido, Electric Kettle bien podría competir, en términos de virulencia, frenetismo, imaginación y complejidad, con el más desquiciado de los Mathcores. Claro, la existencia de grupos como Noism, Drumcorps o Whourkr con sus híbridos de Death Metal técnico sobre frenéticas construcciones electrónicas y el hecho de que The Dillinger Escape Plan (junto a Mike Patton) haya versionado al pionero Aphex Twin ya nos da una pauta del nexo existente entre ciertas vertientes del Drum & Bass y las propuestas más violentas y caóticas de lo que se conoce como Metal extremo. El vértigo y la esquizofrenia rítmica aquí desplegados hacen que los blast-beats suenen como un bostezo, la infinidad desorbitada de samples, distorsiones y ruiditos que infectan cada resquicio de las composiciones reemplazan sin problemas a los riffs y, ciertamente, no hace falta ningún tipo gritando como si le doliera la panza para entender que esto no es material para distenderse. Y si me dicen que este enfermizo despliegue de ritmos imposibles de seguir y arreglos atonales tiene más de un punto de comparación con las vertientes más agresivas del Free-Jazz (o, al menos, con ciertos híbridos como Naked City, DNA o los italianos Zu. Hasta se podría trazar algún que otro paralelo con pioneros experimentales como Frank Zappa o The Soft Machine), no me quedará otra opción más que darles la razón. Por supuesto, no se trata de desmerecer a otros géneros musicales (tan válidos como cualquier otro), si no de reconocer virtudes que, muchas veces, los propios prejuicios impiden apreciar, aún cuando son más que evidentes. Si estaban buscando material ideal para apretar los dientes y descargar las frustraciones a las patadas, esto es ideal para ustedes.

-Xanopticon “Liminal space” (2003)
La ciudad extiende sus esqueléticos brazos de metal hacia el cielo, ocultando el sol bajo cegadoras luces intermitentes. Los cuerpos se chocan, incapaces de controlar sus movimientos. Cubiertas por una membranosa piel amarillenta, estas criaturas avanzan torpemente por corredores de neón. El disfraz de la realidad se derrite en ciclos irregulares desnudando una palpitante anatomía de desechos y electricidad. Pantallas que sólo transmiten estática. Encías que crujen y miradas carmesí. Un flujo de visiones inconexas acelera nuestros sentidos hasta aletargarlos. Máquinas humanas en eterno cortocircuito. Una espesa red de sujetos atravesados por cables. Flotando sobre ruinas, acariciados por ráfagas de polvo que rompen nuestros poros como pequeñas navajas. Movimientos involuntarios, sinapsis mal traducidas. Sombras inertes palpando los bordes de una ventana rota, dibujando líneas rojas que se devoran los recuerdos. Pesadillas en forma de laberintos. Impulsos eléctricos rebotando a toda velocidad hasta implotar. Cámaras descompuestas retratando este gris infierno urbano, esta violencia rígida e impenetrable. Parásitos del suicidio letárgico. Venas que laten mientras transportan cascadas de alquitrán, huesos transparentes secos de médula. “Liminal space” es un viaje entre puntos inconexos, una experiencia que se siente en el cuerpo y deja irrecuperables secuelas en la mente. Xanopticon (Ryan Friedrich es su verdadero nombre) ha construido una de las obras musicales más densas, intrincadas, opresivas y frenéticas de los últimos tiempos, y reducirla a meras definiciones genéricos sería un acto casi criminal. Si aman la música extrema (e, insisto, hablo de música verdaderamente extrema, sin importar los rótulos) no pueden dejar pasar esta maravilla.

-Hot Snakes “Audit in progress” (2004)
¿Quién dijo que los nerds no sabían rockear? ¿Dónde está escrito que la mugre y la intensidad del Rock And Roll más energético tiene que coincidir con un nivel intelectual casi nulo? ¿Acaso el despliegue de sudor infinito tiene que ser propiedad exclusiva de trogloditas y pendencieros? Hot Snakes tiene (bueno, tenía, la banda ya no existe más) Rock. Mucho Rock. Pueden competirle, en términos de efervescencia y salvajismo, al Motörhead más reventado y primitivo. Y, sin embargo, al tratarse de ex miembros de Drive Like Jehu (uno de los pilares indiscutidos del Post-Hardcore más intrincado de los noventas), hacen gala de una inteligencia que nada tiene de artificial o distante. Adoran a los Stooges pero se contorsionan más como Guy Piccioto (de Fugazi) que como Iggy Pop, sus guitarras raspan con un absoluto conocimiento del alfabeto rockero tradicional pero de ninguna manera se conforman con el mero regurgitar de pentatónicas y riffs cuadrados. Tienen un lugar reservado para la melodía, claro, pero la palabra clave en ese departamento es urgencia. Las voces se quiebran y reclaman, y sin embargo la cosa no pasa por sonar frágiles ni rudos si no honestos. El ritmo invita a una danza frenética y hasta hay espacio para ciertos guiños Surf-Rockeros pero el clima de las canciones no es precisamente soleado. En definitiva, lo que estoy diciendo es que Hot Snakes se las arregló para refrescar los modismos más inmediatos del Rock And Roll a base de una inteligencia punzante y maliciosa, dejando como legado un catálogo de impecables canciones con el nivel de energía en lo más alto de la escala. Si alguna vez sintieron que esto de las guitarritas, los sótanos mugrientos y los sonidos valvulares les proporcionaban algo más que mero entretenimiento, he aquí una excelente excusa para reconciliarse con esas ilusiones.

-Converge “No heroes” (2006)
La palabra pasión se encuentra tan bastardeada hoy en día (especialmente gracias a esa especie casi humana conocida como “creativos” publicitarios) que uno trata de ser selectivo a la hora de aplicarla a un grupo musical. Pero con Converge no hay otra opción. Inventaron el Mathcore (junto con Botch, Deadguy y Coalesce) hace poco más de diez años y siguen inclaudicablemente sin achancharse ni convertirse en una auto parodia. Y, claro, el nivel de inventiva y visceralidad que transmiten se mantiene en lo más alto de la escala. Con un énfasis puesto en las raíces Hardcore del cuarteto, este sexto lp es un compendio de canciones espásticas y disonantes, que se sienten tanto en el cuerpo como en la mente y el alma, y ya no se apoyan exclusivamente en la pericia técnica para sorprender, apabullar y confundir. Y, como si eso no bastara, los bostoniano se permiten excursiones por los pantanosos terrenos del Sludge, como en el genial y extenso “Grim Heart/Black rose”, con Jonah Jenkins (ex vocalista de Only Living Witness) como invitado. Converge entrega el corazón en cada disco y sería un acto de abrumadora insensibilidad no aceptar esa ofrenda con los brazos (y las mentes) abiertas.


-Melvins “(A) Senile animal” (2006)
Ellos mismos se verán como un animal senil, y sus más de veinte años de influyente e ininterrumpida carrera lo confirmarían. Pero no. Los Melvins se niegan a perder virtudes aunque el afro de King Buzzo esté cada día más grisáceo. A Buzz y el baterista Dale Crover (alguna vez miembro de Nirvana) se suman a partir de este disco el gordo Jared Warren (en bajo y voz) y el flacucho e hiperkinético Coady Willis (en batería. Sí, dos baterías), ambos miembros de Big Business. Y si están pensando que los viejos se alimentan de la sangre fresca de los jóvenes, no están mal encaminados. Aquí encontramos un énfasis en el costado más rockero y pesado del ex trío, dejando de lado los divagues experimentales de discos como “Prick”, “Stag” o “The Crybaby”, pero manteniendo el espíritu revulsivo y demente del que siempre hicieron gala. Entonces, con uno o dos riffs por tema (esos gloriosos riffs que sólo ellos saben construir) basta para lograr estas 10 canciones inquietas, sinuosas, por momentos siniestras, y en otros pegajosamente densas y siempre energéticas. Claro, el hecho de contar ahora con dos hombres tras los parches hace que las rítmicas ganen en complejidad y presencia, como bien lo prueban los tres solos de batería que se encuentran a lo largo del álbum. A esta altura (y más luego de haber presenciado en vivo su enorme poderío) ya deberían saberlo, los Melvins nunca defraudan.

-Sunn 0))) & Boris “Altar” (2006)
¿Querían Drone? Bueno, si no lo querían se joden y se lo tragan porque acá tenemos la unión de las dos bandas más populares del género. En un rincón, desde Estados Unidos y con las guitarras más graves y ruidosas, Sunn 0))). En el otro, desde Japón, con más de diez años de esquizofrénica carrera y el delirio intacto, Boris. Como árbitros, encontramos una extensa lista de invitados, entre los que podemos destacar a Joe Preston (Melvins, Earth, High On Fire, Thrones, Harvey Milk), Alan Dubin (Ex O.L.D. y Khanate, actualmente en Gnaw), Steve Moore (de Earth, los creadores del Drone) y el ex Soundgarden Kim Thayil. Seguramente piensen que, con semejantes implicados, este “Altar” ha de ser un amasijo de de riffs Doom minimalistas cubiertos de feedback y llevados a la lentitud máxima. Error. Si bien el disco empieza y termina en esa frecuencia (con “Etna” y “Blood swamp” respectivamente), también tenemos misteriosas piezas ambientales (“N.L.T.”, “Fried Eagle mind”), un delirio en clave de Space-Rock ruidoso (“Akuma no kuma”) y hasta una exquisita balada cargada de amargura y desazón (“The sinking belle (Blue sheep)”). Rara vez este tipo de colaboraciones da resultado. Esta, sin dudas, es una de esas excepciones.

-Aluk Todolo “Finsternis” (2009)
Que Francia cuenta con algunos de los exponentes más destacados del Black Metal actual no es ninguna novedad. Gente como Blut Aus Nord y Deathspell Omega han demostrado que la mejor forma de reivindicar la oscura misantropía inherente al género es saliéndose de los márgenes del mismo y explorar variantes que, en otras épocas, hubieran resultado impensadas. Vamos, ¿qué otro género si no el Black está en la obligación de cometer constantes herejías sonoras? “Finsternis” es el segundo disco de este trío instrumental y les puedo asegurar que jamás escucharon una representación tan fiel del más negro de los rituales paganos. La primera mitad del álbum consiste en una suerte de zapada donde, sobre una insistente (y no exagero, es el mismo ritmo a lo largo de los casi dieciocho minutos que dura esta parte) marcha fúnebre de batería, se apilan misteriosas líneas de bajo y una guitarra que se sumerge en las más recónditas espesuras cósmicas a puros acoples, resonancias, feedback y ocasionales rasgueos disonantes. Si están pensando en una versión satánica y ruidosa del Kraut-Rock más minimalista, no están mal rumbeados. Sin pausas, sobreviene luego un tenso intervalo donde el bombo marca moribundos latidos mientras los demás instrumentos generan cavernosas atmósferas sonoras. La imagen se quiebra y entramos en la recta final. Aquí la batería mantiene el paso lúgubre pero sube notablemente la intensidad de sus golpes. La guitarra acompaña vomitando cascadas de feedback debajo de las cuales se pueden intuir sórdidas melodías. Por momentos, ésta se retrae en terroríficos ecos y apreciamos el grave gruñido del bajo emergiendo como una bestia desde el más profundo y abyecto de los infiernos. Las seis cuerdas vuelven a la carga con texturas que bien podríamos definir como Post-rockeras, si no fuera porque chorrean maldad y distorsión por los cuatro costados. A todo esto, la base rítmica no se ha movido ni un milímetro del patrón inicial, acentuando así el denso clima hipnótico de los temas. Sólo hay una pequeña pausa en la última canción, que nos introduce en la sección final del disco. Aquí la batería retoma los golpes contenidos de la primera parte y los instrumentos bajan los decibeles, esbozando ahora melodías reconocibles pero aún así abstractas, fragmentadas y sumamente oscuras. El viaje termina bruscamente y lo único que queda es una sensación de absoluta e impiadosa desolación. Ok, admito que poco y nada hay de Metal en este “Finsternis”, pero es justamente esa libertad creativa (y la falta de burdos clichés y exageraciones teatrales e infantiloides) la que lo hace tan interesante. Y, en cualquier caso, la intensidad y la absoluta malignidad aquí desplegadas hacen que eso sea un dato menor. Olvídense de las poses, el maquillaje y la pavada, y tírense de cabeza al vacío más profundo.

-GreyMachine “Disconnected” (2009)
Aaron Turner (Isis, Old Man Gloom, House Of Low Culture, Lotus Eaters, Drawing Voices, fundador de Hydrahead Records), Diarmuid Dalton (Jesu, Final, Godflesh), Dave Cochrane (Head Of David, God, Ice, Sweeth Tooth, todos estos proyectos donde también participó la persona que nombraré a continuación) y Justin Broadrick (si a esta altura no saben quién es, todo mi trabajo fue en vano) conforman esta máquina gris. Ni hace falta aclarar que, con semejantes implicados, mis expectativas estaban en lo más alto de la escala. ¿Cumplieron? Bueno, sólo basta decir que este “Disconnected” es probablemente el disco más abrasivo, violento y mala onda en el que hayan participado estos muchachos. Sí, aún teniendo en cuenta mazazos como “Scum” y “Streetcleaner”. Cada resquicio sonoro está cubierto de una impenetrable suciedad, las guitarras y los bajos lanzan disonantes latigazos eléctricos mientras se funden en un océano de feedback y se enroscan alrededor de cáusticos sonidos de diversa procedencia (radios, cintas, teclados y vaya uno a saber qué más), la batería (de sangre y hueso, por cierto, e interpretada por el inefable Justino) gruñe entre golpes tribales, apocalípticas letanías y platillos resquebrajados, las voces chillan deformes y saturadas, enterradas en espesas marañas de distorsión como si transmitieran los últimos gritos de agonía de la humanidad desde radios descompuestas. Ojo, no se trata de un ejercicio de abstracción ruidosa (algo que Turner y Broadrick han demostrado que saben hacer en más de una ocasión), las canciones mantienen formas definidas, principalmente basadas en ritmos repetitivos y erupciones sónicas que hacen las veces de riffs. El álbum se regodea sin piedad en climas asfixiantes e histéricos, pintando grises (claro que sí) visiones de entrópica desolación que se clavan en las neuronas como esquirlas de metal oxidado. Cada tema es una pequeña sinfonía de aspereza auditiva, todas ellas concebidas con un grado de detallismo inhumano puesto al servicio de las sensaciones más jodidas y desesperantes. Si extrañaban los días de Godflesh y los agresivos primeros pasos de Isis, olvídense. Esto va mucho más allá. Prepárense para uno de los discos más extremos (y, sin duda alguna, de los mejores) de lo que va del año.


-Thrice “Beggars” (2009)
Muchos no querrán reconocerlo, pero hace un buen tiempo que Thrice viene luchando, musicalmente hablando, por escapar de la asfixiante bolsa que hoy en día constituye el Emo-Core. La profundidad melódica y la voluntad de experimentación que mostraron en sus “Alchemy Index” deberían bastar para alinearlos con grupos como Poison The Well o Glassjaw, antes que con bodrios superficiales como Funeral For A Friend. De hecho, la experiencia adquirida en dichos discos aquí se ve aprovechada al máximo, logrando un resultado más sólido y eludiendo con clase ciertos aires erráticos que todavía se percibían en aquellos. Entonces, sin perder ese corazón entre el Post-Hardcore y el Metal, el grupo suma melodías de una madurez abrumadora (por momentos con claros tintes Folks) y una gama de arreglos tan imaginativos como certeros y personales. La voz de Dustin Kensrue se afianza definitivamente con líneas de una emotividad que nada tiene de artificial ni forzado, desplegando una madurez que acentúa su intensidad y las hace sencillamente irresistibles. El trabajo instrumental también se ve enriquecido, no sólo por el ocasional empleo de pianos, teclados y guitarras acústicas, si no por una interacción impecable, con cada miembro proponiendo ideas musicales elaboradas pero siempre en función de la canción. Y así llegamos al núcleo (duro) de la cosa, las jodidas canciones. Es en ese campo donde la impronta del grupo es irreprochable. Pueden acercarse a la abrumadora melancolía de Sunny Day Real Estate, al frenetismo emotivo de Fugazi, al refinamiento Pop de The Police e inclusive a los nublados climas de Soundgarden, y en ningún momento dejan de ser ellos mismos. Por supuesto, puedo entender todos los prejuicios que puedan tener contra un grupo de estas características pero, si son capaces de hacerlos un lado por un rato, les puedo asegurar que este “Beggars” constituye en sí mismo una más que suculenta recompensa.

-Xela “The illuminated” (2009)
Ambient. Drone. Noise. Black. Pueden llamarla como quieran, la música de Xela tiene objetivos claros que trascienden los rótulos y las elucubraciones pseudo periodísticas. Opresión, terror, angustia, oscuridad, vacío. Esas son las sensaciones que escapan como fantasmas aullantes en “The illuminated”. Corrosivas pinturas sonoras que se degradan lentamente entre murallas de melodías distorsionadas empapadas de delay y sinuosas cascadas de feedback y acoples. Un ritmo moribundo marcado por estallidos subterráneos de graves. Texturas que van y vienen en un entramado tan cáustico como misterioso. Lejanas resonancias de piel suave e intenciones perversas. Sórdidos eventos capturados en sonidos de procedencia incierta, historias relatadas en silencio por una orquesta de espíritus condenados. Voces retransmitidas desde cavernas, diálogos sicóticos deformados por la estática. Lo que en otros casos sería un ejercicio intelectual de abstracción musical, aquí se corporiza en la forma del más punzante de los horrores. Los rituales más abyectos, las visiones más asfixiantes, los desenlaces más desafortunados. Todo eso contiene esta película sonora. Cada movimiento está cuidadosamente enfocado en función de mantener la tensión y el inquietante desarrollo de los acontecimientos. Un ennegrecido hilo argumental que nos guía por polvorientos pasadizos, sabiendo que el viaje concluirá inevitablemente teñido de rojo. Si hasta el único pasaje que se acerca a formas “convencionales” (noten las comillas, por favor) está estratégicamente colocado como claro momento álgido de la narración. Ponderar esta obra bajo un prisma rockero es, a todas luces, una tarea infructuosa y contraproducente, aquí lo orgánico y lo cerebral no se contraponen si no que se complementan y se funden con un serpenteante erotismo que poco y nada tiene que ver con la linealidad del Rock en general.


-Yo La Tengo “Popular songs” (2009)
Pavement y Yo La Tengo probablemente sean las dos bandas que mejor encarnan el ideario rockero de lo que significa el Indie-Rock como género musical. Pavement tenía la ironía, la irreverencia y la sensibilidad quebrada del loser. Yo La Tengo, la dulzura, el eclecticismo y la timidez nerd. Ambos comparten el gusto por Lou Reed y The Velvet Underground, Sonic Youth, el costado más arty del Post-Punk inglés (The Fall, Wire), la melancolía Folky, las melodías Poperas de extracción sesentosa, el Kraut-Rock y cierto grado de experimentación sin salirse de los márgenes de la canción tradicional. Todo eso podemos encontrarlo en este doceavo disco de los neoyorquinos, tal vez con cierto énfasis en los climas reposados (algo bastante común en ellos, por otro lado) pero siempre con la variedad a la que nos tienen acostumbrados. Lánguidas baladas entre melancólicas y reflexivas, coloridas gemas de Pop efervescente, excursiones por los primeros acercamientos del Rock y la Psicodelia, encantadoras canciones que suenan como sacadas de una comedía romántica de los años cincuenta, Folks ideales para contemplar la nada desde una mecedora, extensas letanías lisérgicas, catárticas cascadas de ruido guitarrístico y demás variaciones compositivas se dan cita, siempre con la belleza melódica como eje central. No le pidan mucho más, el trío nunca se caracterizó una afiebrada búsqueda de nuevos horizontes o por sus rupturas de esquemas, si no más bien por absorber sus múltiples influencias y reinterpretarlas a través de ese prisma entre retraído y eternamente sensible. Un disco ideal para hacer cucharita.