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12 de octubre de 2012

Reviews Express.


Por Fernando Suarez.


-Cecimonster Vs. Donka “Adentro afuera” (2012)
Estos peruanos no dejan de asombrarme con el altísimo nivel de su propuesta. Post-Hardcore que resulta tan intenso y emotivo como inteligente y dotado de una profunda musicalidad que no se priva de flirtear con el Math-Rock y el Post-Rock. Ah, y lo pueden descargar gratis en el sitio del grupo: www.cecimonstervsdonka.com.



-Dinosaur Jr. “I bet on sky” (2012)
Tercer disco luego de la reunión de la formación legendaria (Mascis, Barlow, Murph) de Dinosaur Jr. y el nivel sigue en alta, con la guitarra en llamas, las melodías más emotivas, la inevitable actitud slacker y las siempre bienvenidas intervenciones compositivas y vocales de Lou Barlow.



-Enslaved “RIITIIR” (2012)
No es ninguna sorpresa si les digo que los noruegos de Enslaved se van poniendo un poco más Progresivos con cada disco. Esta doceava placa los encuentra alcanzando picos de complejidad y profundidad musical realmente dignos de atención.



-Gaza “No absolutes in human suffering” (2012)
Ufff, estos pibes están más enojados que Aníbal Fernández cada vez que le mencionan la palabra “prófugo”. Lo interesante es que, a la virulenta cruza de Mathcore, Grindcore y Sludge que venían exponiendo en sus dos discos previos, le han sumado algunas gotitas de melodía que no hacen más que incrementar la intensidad del producto final.



-Mountain Man “Two” (2012)
Cuatro nuevos temas en poco más de trece minutos conforman este nuevo ep de uno de los grupos más interesantes que ha dado la música extrema en los últimos años. Aquí los muchachos bajan la velocidad y siguen poniendo toda la inventiva para estrujar huesos y corazones con una especie de Hardcore/Sludge/Noise oscuro (“And live in the past”, el tema que cierra el disco, suena como unos Swans con corazón Hardcore), rabioso, emotivo y tremendamente intenso.



-Propagandhi “Failed states” (2012)
Los canadienses anarquistas mantienen en alto el nivel compositivo de siempre, con quince nuevas bombas de puro Hardcore/Punk rabioso y melódico al mismo tiempo, interpretado con variantes y virtuosismo instrumental y unas letras de la concha de la lora.



-Scott Kelly “The forgiven ghost in me” (2012)
Sólo con su guitarra acústica y su cavernosa voz (bueno, ahora sumó algunos condimentos sónicos ausentes en la austeridad de sus dos primeras entregas solistas), Scott Kelly sigue avivando esas llamas que arden en sus entrañas. Una prueba más de que la intensidad y el fuego no tienen nada que ver con los decibeles ni las formas, sino con el alma.



-The Gathering “Disclosure” (2012)
Para su segundo disco sin Anneke, los holandeses retoman los caminos experimentales de discazos como “How to measure a planet?” o “If_Then_Else”, condimentando su habitual Rock melancólico con gotas de Trip-Hop, Post-Rock, Shoegaze y un innegable vuelo Progresivo que nunca pierde de vista la emotividad.



-Ufomammut “Oro – Opus alter” (2012)
Como era de prever, esta segunda parte de “Oro” viene con los riffs más obesos, los ritmos más aplastantes y los climas de mayor densidad cósmica que estos tanos tienen para ofrecernos.



-Yagya “The inescapable decay of my heart” (2012)
El arte de tapa y el título del cuarto disco de este islandés conocido como Yagya dan la impresión de un profundo (casi gótico) romanticismo. En efecto, se trata de una suerte de Dub-Techno muy relajado y preciosamente adornado por voces femeninas cantando las más melancólicas melodías.

3 de junio de 2011

Review: Enslaved "The sleeping gods" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Enslaved “The sleeping gods” (2011)
Tranquilos, todavía no salten hasta el techo de la alegría, esto es sólo un ep, un entremés si se quiere. De todas formas, hablamos de Enslaved, un grupo que hace que los platos principales de muchas otras bandas sepan a mierda en comparación inclusive con sus entremeses. Bien, lo que tenemos aquí es un ep de cinco temas, redondeando un poco menos de media hora duración y pletórico de esa magia nórdica a la que esta gente nos tiene acostumbrados, esos paseos sobrenaturales por montañosos parajes cósmicos, esas intrincadas arquitecturas musicales construidas con detallismo quirúrgico pero siempre intensas y conmovedoras. Tenemos el magistral trabajo de orquestación, con las guitarras raspando (o, a veces, acariciando con rasgueos acústicos) y generando laberínticos paisajes donde da gusto perderse, los teclados adornando cada mínimo resquicio con un buen gusto y un sentido de la ubicación poco común en terrenos tan Progresivos, la base rítmica sosteniendo estos rebuscados recorridos con una solidez expansiva y un sentido de la dinámica que deja sin aliento, y las voces poniendo la cereza sobre la torta con su certera alternancia entre alaridos Blackmetaleros y suntuosos trabajos corales. Tenemos también esa labor compositiva de avanzada, esa capacidad de constante movimiento que, no obstante, no resulta nunca agobiante ni forzada, esa profundad casi sinfónica que logra transmitir sus visiones épicas con una claridad y una elegancia pasmosas. Es que estos tipos pueden pasar del vértigo Black a ambientaciones espaciales y de ahí a brillantes alturas de emotividad melódica, todo ello sin perder nunca el filo metálico, la inventiva demente ni la impronta eminentemente oscura y grandilocuente que los caracteriza. En fin, otro desparramo de excelente Música (así, con mayúsculas) a cargo de una de las bandas más relevantes y creativas del Metal de los últimos años. No se lo pierdan.

12 de octubre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Bad Religion “The dissent of man” (2010)
A esta altura Bad Religion no necesita ninguna introducción, así que vamos a los bifes. “The dissent of man” es el disco número quince de los californianos y, como suele suceder, mantiene ciertos elementos típicos del grupo (las sublimes melodías vocales, las impenetrables murallas de coros, los ritmos firmes y efervescentes, el cuidado trabajo de guitarras, las letras de iluminadora lucidez escritas con corazón poético) al tiempo que no descuida esa impronta de que cada álbum posea una identidad propia, cierta atmósfera particular que lo distinga del resto de la extensa discografía previa. Así, lo primero que se nota es que, en contraposición con la rabia, el vértigo y la oscuridad del anterior “New maps of hell”, este “The dissent of man” es un trabajo mucho más amigable en el departamento melódico y con mayor variedad en lo que hace a ritmos, climas y texturas. No teman, las canciones veloces siguen estando allí, no sería Bad Religion de otra forma. De hecho, el comienzo a pura marcha de “The day that the earth stalled” (un minuto y veintitrés segundos de pura dicha) nos propina un buen puntapié en la mandíbula, como “Supersonic” lo hiciera en “The process of belief” o, yendo más atrás en el tiempo, “Change of ideas” en “No control”. Pero, a medida que la placa avanza, se van notando más ingredientes. En el plano instrumental se destacan, por un lado, la labor de Brooks Wackerman tras los parches (con un despliegue de potencia, una versatilidad y un sentido del swing sencillamente irresistibles), y, por el otro, el triunvirato de guitarras conformado por Brett Gurewitz, Greg Hetson y Brian Baker, demostrando una vez más que cada uno de ellos juega un rol imprescindible en el entramado sonoro del sexteto, proponiendo una vasta gama de ideas melódicas tan certeras como elegantes, que dejan en ridículo esa obsoleta noción de que el Punk-Rock es un género desprovisto de profundidad musical. A Graffin ni siquiera lo menciono porque ya es sabido que su voz, sus líneas vocales y sus letras son el alma misma de Bad Religion. Sólo basta decir que en canciones de tono un tanto más reposado (como “The devil in stitches”, “Cyanide”, “Turn your back on me” o la estremecedora “I won’t say anything”) alcanza niveles de tal intensidad emotiva que ponen la piel la de gallina. En fin, el empleo de bases un tanto más cadenciosas, el sutil armazón de texturas distorsionadas de las guitarras y las melodías de claro tinte Folk acercan esta entrega al espíritu de aquel “Recipe for hate”, como para que tengan una referencia. O sea, es Bad Religion al tope de su juego, pasándole el trapo a varias generaciones de aspirantes a Punkrockers y manteniendo siempre la llama interna ardiendo con máxima intensidad. Desde ya, esto va de cabeza a los discos del año.


-Black Kites “Songs written while things were changing” (2010)
“Advancement to ruins” (el debut discográfico de Black Kites) fue uno de los trabajos más intensos que se editaron en 2009, sin ninguna duda. Cómo hacen estos tres muchachos oriundos de New Jersey para mantener ese nivel de urgencia en este sucesor es algo que escapa a mi entendimiento. Tal vez ayude el hecho de que no se andan con demasiadas vueltas a la hora de expresarse (el álbum anterior apenas superaba los veinte minutos de duración y éste cuenta algo más de dieciocho), tal vez sea la dieta vegetariana que los llena de bronca por no poder disfrutar de un buen churrasco, tal vez sea que tienen bien aprendidas las lecciones de popes como Deadguy, 108 o His Hero Is Gone, pioneros en eso de elevar la rabia del Hardcore a inéditos estadíos de creatividad y entrega. Sea como sea, lo cierto es que cada una de las nueve canciones que componen este “Songs written while things were changing” es una durísima lección de cómo se puede condimentar l típica visceralidad del Hardcore con riffs disonantes (acá se nota que los muchachos también mamaron su buena cuota de Noise-Rock), atmósferas de desgarradora tensión emocional, intrincadas variantes rítmicas y hasta algún que otro toque de melodía que, lejos de aportar aires tranquilizadores, no hace más que intensificar aún más la sensación de absoluta histeria. Desde ya, esto no es material fácil. No por una cuestión de complejidad musical (aunque, claro, hay lugar para experiencias bastante retorcidas aquí), sino más bien por la enorme carga de frustración y angustia que transmiten las canciones. En ese sentido, es imperioso mencionar la influencia de Black Flag (salvando las distancias que marcan más de veinte años desde su disolución), probablemente la piedra angular en eso de hacer que el Hardcore más furibundo haga una dolorosa examinación introspectiva antes que andar señalando a los demás con el dedo acusador. En fin, esto no se trata de ser los más rudos ni los más llenos de odio ni ninguno de esos clichés que tanto mal le hacen al Hardcore. Esto es pasión al rojo vivo, intensidad que se siente en los huesos y penetra el alma como una aguja oxidada. No se lo pierdan.


-Enslaved “Axioma ethica odini” (2010)
Hace tiempo ya que Enslaved trascendió el Black Metal. No, empecemos de nuevo. Hace tiempo ya que Enslaved trascendió cualquier tipo de definición genérica y se adentró en un viaje absolutamente único sin por ello abandonar del todo sus raíces nórdicas (el título de este onceavo disco así lo confirma) y blackmetaleras. Algunos se aventuran a usar el término Progresivo y, ciertamente, si dicho apelativo tiene que ver con complejidades instrumentales y compositivas y una férrea voluntad de explorar constantemente nuevos confines musicales, entonces bien le cabe a lo expuesto en este sublime “Axioma ethica odini”. Ahora, si están pensando en meros exhibicionismos de técnica interpretativa y una pompa pretenciosa que no lleva a ningún lado, entonces mejor sigan buscando por otra parte. Enslaved ya no es la misma criatura furibunda de la época de “Frost” o “Eld”, eso es obvio, pero eso no significa que hayan sacrificado la intensidad ante la elegancia, sino más bien que utilizan la segunda para incrementar la primera. Siempre tuvieron su impronta épica pero en sus últimos trabajos esa grandilocuencia adquirió un carácter más extraño, más personal. Las visiones que ahora generan sus composiciones ya no se quedan en meras geografías montañosas o en paisajes helados como único recurso. Se expanden hacia la impenetrable negrura del espacio exterior y retornan para adentrarse en los recovecos más intrincados del espíritu humano. Y, si bien en lo formal todavía mantienen claros elementos del Black (los alaridos, la oscuridad, el profuso empleo de tonos menores, el nervio rítmico), en ningún momento siquiera asoma esa suerte de gestualidad malvada caricaturesca que tantas veces abarata al género. Lo mismo sucede con la parte Psicodélica/Progresiva del quinteto, aquí la complejidad no está puesta como un juego académico sino como una expresión certera y palpable de profundas emociones. De más está aclarar que aquí no encontrarán hits ni melodías fáciles ni estructuras predecibles. De más está aclarar también que el grado de imaginación desplegado en cada riff, en cada ritmo, en cada línea vocal, en cada arreglo es absolutamente elevado y elevador. Y, por último, de más está aclarar que se trata de uno de los mejores discos del año.


-Five Star Prison Cell “Matriarch” (2010)
Son inteligentes estos australianos. Tal vez demasiado inteligentes. Se formaron en el mismo año en que The Dillinger Escape Plan daba vuelta las nociones del Mathcore con “Miss Machine” (2004) y, evidentemente, eso los marcó a fuego. Sí, estos muchachos se devoraron las manuales de enfermedad, locura y caos controlado de Mike Patton y los devolvieron masticados en forma de Metal/Hardcore extremo, psicótico, intrincado y absolutamente impredecible. Eso los pone en un lugar extraño, porque por un lado las influencias son clarísimas e innegables, pero por el otro semejante despliegue de imaginación, de intensidad y de variantes no es algo que se escuche todo los días. Cada una de las doce canciones de este tercer álbum es un viaje frenético y afiebrado, entre riffs enroscadísimos, abruptos cambios de ritmo y atmósfera, violentas erupciones de notas y golpes, melodías psicóticas y una asfixiante sensación de que cualquier cosa puede suceder. Queda más que claro que los cuatro músicos son eximios virtuosos (todos se destacan en algún momento u otro, inclusive el cantante, que no sólo gruñe y chilla sino que también canta…en claro estilo Mikepattoniano, claro está), queda claro también que sus cerebros van a mil por hora y tienen, como mínimo, un sentido bastante retorcido de lo que es una canción. Tal vez les falte algo de esa chispa mágica que sí tienen sus mentores musicales, porque digamos que hace falta algo más que los tics en el bocho y el talento como intérpretes para igualar el nivel de gente como Mr. Bungle y los mencionados Dillinger. De todos modos, no se puede negar que Five Star Prison Cell va por la buena senda y que, en términos de creatividad, le pasan el trapo a unos cuantos aspirantes al trono de la demencia extrema. Para fans del estilo será una escucha más que agradable.


-Horror Show “Notes from the night that never ended” (2010)
Con diversas historias que involucran muertes de integrantes y un cantante preso por apuñalar a otra persona, tanto el nombre del grupo como el título de este álbum cobran un nuevo significado. Primero, aclaremos que este “Notes from the night that never ended” compila en su totalidad el material registrado por Horror Show en su corta existencia (el debut “Our desing”, de 2002, y el ep “The Holiday” de 2004), una existencia, por cierto, llena de tropiezos y angustias. No es de extrañar entonces que se perciba un tono de oscuridad emocional entre la rabia Hardcore desplegada por el grupo. Desde ya, no se trata de ningún dechado de originalidad ni de nada especialmente renovador. Esto es Hardcore en la vena de grupos como American Nightmare/Give Up The Ghost, Killing The Dream, Go It Alone o Another Breath, es decir espíritu vieja escuela refrescado por sonido e ideas (alguna intro de piano por aquí, alguna extravagancia rítmica por allá) un tanto más actuales. Lo que hace (más bien, hacía) único a este quinteto oriundo de Philadelphia es, justamente, la oscura pasión, la desesperación emocional que imprimían a sus canciones. Horror Show transmite con estremecedora exactitud las sensaciones más extremas, las decepciones, los desengaños, la locura urbana, la soledad, y lo hace a grito pelado, con la sangre en ebullición, interpretando cada acorde como si fuera lo último que harán en sus vidas. Lo interesante es que, a pesar de tanta pesada carga emocional, el resultado final no es deprimente, más bien todo lo contrario. Es algo así como extraer renovadas energías de los peores momentos, algo que más de uno podría ver como la definición misma del Hardcore. Queda claro entonces que hace falta, como mínimo, cierta apreciación por el Hardcore para disfrutar plenamente de este trabajo pero, para aquellos que ya cuenten con ese gusto, se trata de material de especial interés.


-Jimmy Eat World “Invented” (2010)
Muchos seguramente odien a Jimmy Eat World por el simple hecho de haber sido una de las bandas directamente responsables de llevar el Emo de mediados de los noventas al mainstream, tanto a través de su afiliación con un sello multinacional como con sus canciones pletóricas de gancho Pop. Por supuesto, esa es una discusión que, en definitiva, no tiene mucho que ver con la calidad musical de su material, por lo tanto aquellos que se crean defensores del “verdadero Emo” (sea lo que sea que eso signifique. Aunque la verdad es que no me imagino que pueden tener en común Manowar y Rites Of Spring) pueden dejar de leer ahora mismo y retornar a su cómodo elitismo underground. “Invented” (séptimo larga duración del cuarteto) deja en claro una vez más que, como alguna vez dijera Guy Picciotto, el término Emo no tiene demasiado sentido. Sí, cada una de las doce canciones aquí presentadas cuenta con una importante cuota emotiva y un enorme caudal de melodías sensibles pero, vamos, lo mismo puede decirse de Bad Religion, Johnny Cash, R.E.M., Foo Fighters o los Beatles (por sólo poner algunos ejemplos) y a nadie se le ocurriría llamarlos Emo. Básicamente, estamos hablando de un Pop/Rock que apunta claramente al corazón, de aire más bien melancólico pero sin llegar nunca a sonar desgarrado, con cierto regusto Punk en sus momentos más álgidos pero manteniendo siempre una delicada pulcritud interpretativa y una versatilidad sonora y compositiva que tal vez sean demasiado amigables para quien espere crudeza y golpes viscerales. En ese sentido, “Invented” es claramente un trabajo que exuda madurez y temple reflexiva antes que confusión o desesperación emocional. Y no me refiero sólo al profuso empleo de teclados, múltiples coros, guitarras limpias y arreglos de cuerdas, sino a las composiciones mismas, la mayoría construidas sobre medios tiempos reposados y arropadas por melodías dulces y atildadas. En fin, todo se reduce a las buenas canciones, como siempre, y allí Jimmy Eat World (aún reconociendo que no parecen poder igualar sus mejores momentos de antaño) sabe muy bien lo que hace.


-Kylesa “Spiral shadow” (2010)
Pesados, extremos, creativos, psicodélicos, crudos, monolíticos, inquietos, enroscados. Con la particular cruza de densidad Sludge, mugre Crust y vuelo Psicodélico que Kylesa viene practicando desde el año 2000 (y que puede rastrearse en Damad, la banda previa de varios de sus integrantes), todos esos adjetivos se pueden aplicar a su propuesta. Como si eso fuera poco, se dan el lujo de contar con un sonido propio en una época donde la mencionada mezcla de estilos ya no resulta tan fuera de lo común, y encima cuentan con ese fuego que arde en las entrañas y los obliga a moverse siempre hacia adelante. Así, este “Spiral shadow” (quinto larga duración del quinteto) suma a las virtudes de Kylesa otras que hasta ahora sólo se intuían: el gancho, la profundidad melódica y el poder de síntesis. Sí, estamos en presencia de su trabajo más accesible, aquel donde las voces melódicas (tanto la de Laura Pleasants como la de Phillip Cope, ambos también guitarristas) adquieren una preponderancia y una elegancia inéditas, aquel donde las guitarras se permiten explayarse más sobre texturas limpias y arreglos sutiles y emotivos (algunos inclusive rozando el Pop. Chequeen la hermosa “Don’t look back” si no me creen), aquel que conjuga como nunca los ataques más asfixiantes y sobrecargados de distorsión con pasajes de asombroso minimalismo, aquel donde las canciones mismas van al grano de forma inmediata y urgente sin por ello resignar complejidad ni profundidad. Por supuesto, los gruñidos, los riffs aplastantes, el sonido gordo y corrosivo, las complejidades rítmicas (tengan en cuenta que el grupo cuenta con dos bateristas, a la manera de los Melvins) y los habituales climas de Psicodelia violenta y pesada siguen estando allí. Es sólo que Kylesa agrega ingredientes a la propuesta, propone nuevas inquietudes y se salen con la suya entregando un material que desborda emoción, potencia, creatividad y personalidad propia por los cuatro costados. Seguramente los fans más rudos pondrán el grito en el cielo ante la belleza melódica de esta placa pero sería una pena perderse semejante obra de arte por mera tozudez.


-Manorexia “The mesopelagic waters” (2010)
El reportaje recientemente realizado al gran J.G. Thirlwell me exime de tener que extenderme en una interminable introducción explicando la enorme importancia de este músico australiano actualmente radicado en New York. Sólo por el afán de simplificar, podemos decir que, en el universo Thirlwell, Foetus (el más cercano al Rock, de cierta forma) representa al cuerpo, Steroid Maximus (el proyecto que creó expresamente para hacer música instrumental, en especial con aires de soundtrack) sería la mente y Manorexia (con su impronta más abstracta y minimalista) el espíritu. Desde ya, no se trata de categorías rígidas, en Foetus pueden convivir las tres ideas, así como en Steroid Maximus se puede percibir una sensualidad netamente carnal y en Manorexia una cuidadísima elaboración cerebral. “The mesopelagic waters” (primer disco que nuestro héroe edita por Tzadik, el sello de John Zorn) básicamente aglutina composiciones de los dos primeros discos de Manorexia (“Volvox turbo” y “The radiolarian ooze”) pero reinterpretadas por una orquesta entera, con pianos, violines, percusiones, coros, violoncelo, viola y ocarina. Desde ya, Thirlwell mismo interpreta algunos de esos instrumentos y suma también sus samples y teclados varios. El resultado es una pieza de Música que desafía las categorizaciones fáciles y que requiere de un grado de concentración especial para poder apreciarla en toda su magnitud. Vamos, algo común en la obra de Thirlwell en general. No hay referencias directas, aunque bien podríamos colocar este material en el vasto mundo de la Música Contemporánea. Pero esos son sólo rótulos. La belleza, la tensión, las imágenes fluctuantes que evocan estas composiciones van más allá de esas cuestiones terrenales. Por momentos se generan atmósferas de envolvente y angustiante oscuridad que pueden desembocar en sobrecogedoras subidas de intensidad o en delicados remansos reflexivos. Cada melodía, cada arreglo, cada movimiento revela formas inéditas y sensaciones ocultas. Desde ya, los parámetros rockeros no sirven para analizar este tipo de trabajos pero tampoco los más académicos. En definitiva, todo se trata de despojarse de prejuicios y dejarse llevar por uno de los discos más interesantes y envolventes en lo que va del año.


-Paper Arms “Days above ground” (2010)
Hay pocas chances de que un disco producido por Walter Schreifels (actual solista, ex miembro de Gorilla Biscuits y líder de Quicksand y Rival Schools, dos de las mejores cosas que le pasaron al Post-Hardcore en toda su historia) no sea, como mínimo digno de mi atención. Por suerte, este debut de Paper Arms no rompe el encanto. El dato del productor ya nos pone en situación: aquí tenemos Post-Hardcore del más melódico y emotivo y con claro regusto noventoso (casi Grunge, en especial en algunas guitarras). Son diez temas en poco más de media hora, lo cual también nos habla del poder de síntesis de las composiciones, de cómo pueden evocar profundas emociones sin necesidad de irse por las ramas en devaneos innecesarios. En efecto, aquí no artilugios pirotécnicos ni crípticas vueltas de tuerca. Simplemente canciones hermosas, adornadas con guitarras distorsionadas pero nunca extremas (los arpegios y arreglos varios son dignos de especial atención), sostenidas por una base rítmica potente y versátil, y coronadas por melodías vocales sencillamente irresistibles, entregadas con una mezcla de delicadeza emocional y absoluta entrega pasional que también puede remitir a nombres como Hot Water Music (de hecho, los edita No Idea Records, el sello que nos trajera las primeras entregas de dicho grupo), Jawbreaker o Small Brown Bike. Para cualquiera que aprecie el Post-Hardcore o lo que en otros tiempos se conocía como Emo (antes del maquillaje, las poses excesivamente adolescentes y la imaginería gótica), esas son referencias que obligan a para el oído. Y no es para menos. En definitiva, estamos hablando de perfectos himnos Punkrockeros para acompañar los momentos más sensibles, canciones que se meten en el corazón a fuerza de intensidad y que nos hacen sentir, aunque sea por un rato, acompañados. No hay mucho más que se le pueda pedir a un jodido disco de Rock.


-Shihad “Ignite” (2010)
Para muchos son unos completos desconocidos pero en su país natal (Nueva Zelanda, aunque actualmente están radicados en Australia) son una de las bandas de Rock más populares que existen. Pero eso no importa. Ni siquiera importa demasiado el hecho de que lleven más de veinte años de carrera ininterrumpida y cuenten con una discografía impecable, con puntos altísimos en “Churn” (el debut, producido por Jaz Coleman de Killing Joke), “Killjoy” y “The general electric”. Si el dicho establece que un grupo es tan bueno como su último disco, entonces Shihad no tiene nada de qué preocuparse. “Ignite” es su octava placa de estudio y en ella no sólo tenemos todas las virtudes que siempre caracterizaron al cuarteto, sino que encima es palpable la voluntad de continuar expandiendo su sonido, de nunca quedarse anquilosados en fórmulas pre-establecidas. En líneas generales, tendríamos que hablar de Rock noventoso, guitarrero, potente, de grandes riffs y melodías estelares. Hay bastante de Grunge aquí, claro, tanto del más pesado y riffero como del más melódico y emotivo. Pero eso no basta. También tenemos una importante cuota de arreglos que bordean la Electrónica, un gancho melódico casi Pop, cierto filo cercano al Metal (no por nada dieron sus primeros pasos emulando al viejo y querido Thrash de la Bay Area de San Francisco), algo de nerdismo tensionante en algún lugar entre el Post-Hardcore y el Noise-Rock, y un no-sé-qué de extravagancia que remite inevitablemente a los momentos más cancioneros de Faith No More. De hecho, la voz de Jon Toogood (Juan Demasiadobueno, también guitarrista y cara visible del grupo) tiene un aire al Patton menos experimental, con un tono más grave (menos nasal) pero sin nada que envidiarle al ex Mr. Bungle en términos de proyección, inventiva, buen gusto y sensibilidad. Por supuesto, suenan ajustadísimos, por momentos casi grandilocuentes (bueno, en su hogar suelen tocar en grandes estadios, con lo cual es comprensible que compongan con ese marco en mente) pero siempre maduros y con los pies sobre la tierra. Como corresponde, su fuerte está en las canciones mismas y allí no fallan nunca. Pueden ponerse más oscuros, más violentos, más acaramelados, más misteriosos, más bailables, más introspectivos, más luminosos, más psicodélicos o más retorcidos pero nunca pierden de vista el gancho, la energía ni las certeras melodías que se adhieren a la memoria y al corazón de forma inmediata e irresistible. En fin, pura dicha noventosa asegurada o le devolvemos su camisa a cuadros.


-The Black Angels “Phosphene dream” (2010)
Los ángeles negros nos llevan de viaje. Primero, nos hacen viajar en el tiempo y nos plantan en los sesentas más psicodélicos y coloridos, nos enamoran con melodías sinuosas y dulces coros, nos hacen contonear el cuerpo con ritmos tan básicos como irresistibles, presentan ante los ojos de nuestras mentes un continuo ondular de imágenes ácidas con esas guitarras elegantes y esos teclados desorbitados. Después nos invitan a recorrer paisajes oníricos, envuelven nuestra percepción en un manto de electricidad y nos abren los ojos a formas al mismo tiempo desconocidas y familiares. Está claro que crecieron con una dieta estable de Beatles, Velvet Undeground (de quienes tomaron su nombre), Rolling Stones y hasta The Doors, está más que claro que necesitan a la psicodelia tanto como al aire que respiran pero lo queda más claro en este tercer disco es que pueden (y por suerte, lo hacen) encerrar esa pulsión alucinógena en canciones certeras, altamente melódicas y de tono claramente Pop. Claro, aquellos que prefieran la densidad setentosa de sus anteriores placas tal vez se sientan decepcionados pero, a esta altura, ya hay bastantes bandas deshaciéndose en eternas zapadas marihuaneras que no llevan a ningún lado y es saludable que estos texanos decidan concentrarse en las canciones antes que en el estilo o las formas. Y, en cualquier caso, no han perdido ninguna de sus cualidades, sólo las han afilado, han quitado la grasa para lograr resultados más concretos y mejores composiciones, que es lo realmente importante al final del día. No falta la voz nasal de Alex Maas, las ocasionales erupciones sonoras que los arriman al Shoegaze, el sutil entramado de texturas y arreglos, el sonido crudo, valvular y añejo, ni esa sensación cadenciosa y envolvente que el quinteto tan bien sabe transmitir. Tampoco se puede decir que estemos en presencia de un trabajo absolutamente alegre o luminoso, hay suficientes momentos sombríos y humeantes como para mantener la cosa equilibrada, aunque un tema como “Telephone” parezca especialmente diseñado para inducir al más efervescente baile a-go-go. Desde ya, hace falta cierto gusto nostálgico por un Rock de otras eras para apreciar esto en toda su magnitud, para los que no tengan problemas con eso, he aquí una excelente opción.


-Torche “Songs for singles” (2010)
Antes de que se ilusionen más de la cuenta, aclaremos que este “Songs for singles” no es la esperada continuación del maravilloso “Meanderthal” (sin duda alguna, el mejor disco de 2008), sino más un bien un ep que sirve de distendido puente mientras el ahora trío prepara un nuevo disco en regla. Bueno, pero si ustedes también encuentran irresistible la personalísima mezcla de gordísimas guitarras Sludge y preciosas melodías Pop practicada por Torche, entonces no querrán dejar pasar estos veintidós minutos de absoluto deleite. El disco arranca con seis temas que no llegan a los tres minutos de duración cada uno, y en los cuales Steve Brooks (cantante, guitarrista, líder y ex miembro de los geniales Floor) se luce con riffs asesinos y enroscados (y siempre con ese sonido grueso y atronador), arreglos certeros y líneas vocales que lo confirman como uno de los mejores compositores de la actualidad rockera. Casi sin respiro se suceden esas canciones, variando entre afiebrados tempos Punks y trabados delirios rítmicos que pondrían orgullosos a los Melvins, siempre adornados por ese iluminado sentido melódico y esa locura compositiva que distinguen a Torche de…bueno, que los distinguen de todo el mundo, porque la verdad es que nadie suena como Torche. Y que una banda de Metal (o de Rock Pesado, Stoner o cómo diantres quieran llamarlo) logre tal grado de originalidad hoy en día es algo más que una buena noticia, es un evento que ilumina el espíritu y destruye sin concesiones cualquier anquilosado argumento de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Para el final dejaron las piezas más largas (“Face the wall” y “Out again”, entre los cuatro y los seis minutos y monedas) y si la primera parte era pura adrenalina (gracias B.O.D.), en estas dos canciones brillan las atmósferas más soñadoras, los climas de pesadez más envolventes, las texturas más enmarañadas, la emotividad más elevada y el sublime sentido de dinámica de esta gente. En fin, son sólo veintidós minutos y dejan con ganas de más pero si este “Songs for singles” es indicador de los caminos a recorrer por el grupo, entonces las expectativas quedan altísimas para una próxima entrega. Por ahora, por más que se trate de un ep, le alcanza y sobra para colocarse entre los mejores discos del año.

24 de agosto de 2008

Reviews domingueras


Por Fernando Suarez.


-Salome “Salome” (2008): Imagino un sótano. Un pequeño y polvoriento antro donde retumben estos riffs tamaño elefante. Donde la enfermedad de estos gritos infecte mi cabeza de manera irreversible. Donde cada golpe del redoblante contraiga mi estómago. Imagino a ese nerd con su Gibson blanca colgada, doblándose con cada tortuoso acorde, llevando las riendas desbocadas de este océano de alquitrán sonoro. Imagino dos brazos sin rostros escondidos detrás de esa batería que te obliga a moverte, aunque sea en la más lenta de las cámaras. Imagino, claro, a esa rubia de rostro casi angelical transformándose en la personificación de la desesperación con cada gruñido, invocando las imágenes más negras del peor viaje de ácido que jamás hayan soñado con cada alarido. Por momentos trato de imaginar un bajista, pero Salome parece no necesitar tal cosa. Y no por eso pierden graves, de hecho la masterización a cargo de James Plotkin se encarga de eliminar dicha posibilidad. Ok, no están descubriendo la pólvora, pero si el Doom/Sludge agobiante de bandas como Burning Witch o 13 te provoca sueños húmedos, he aquí un nuevo motivo para despertarte con los calzones mojados.




-Sinaloa “Oceans of islands” (2008): Ella observa desde una ventana. Una casa de madera pintada con colores chillones. En los días de lluvia, ella permanece en su cama, soñando con viajes en alta mar, océanos rebeldes y barcos que se tambalean. Otras veces recuerda las multitudes apiladas en escaleras mecánicas, espaldas grises, rostros sin rostro y el ritmo constante de las masas avanzando con una coordinación casi deprimente. Ella se observa a sí misma desde una ventana dentro de una ventana enmarcada en una casa de madera. La lluvia humedece las paredes y los colores que las cubren parecen moverse en espirales. Pero ella no los puede ver desde su cama. A veces recuerda. Un rostro que solía tener rostro pero ahora sólo es un cuerpo. Y duele. Su memoria es selectiva, pero aún así duele. Ella se encuentra cada vez más lejos de sí misma, escondida detrás de un calidoscopio infinito de ventanas dentro de ventanas. A veces ella quisiera vivir en una casa de madera pintada con colores chillones. La lluvia la hace desear las cosas equivocadas. Como cuando deseaba en su cama a ese rostro claramente definido en su memoria. Y lo veía a su lado observando desde una ventana en una casa de madera.

-Enslaved “Vertebrae” (2008): Cada vez más lejos de las montañas y los bosques. Cada vez más lejos de cualquier lugar que crean conocer. Enslaved sigue dibujando nuevos universos en blanco y negro. Y las pequeñas preocupaciones mundanas de aquellos que habitamos éste mundo chato y gris desaparecen. La cosmogonía de Enslaved desconoce palabras como Black, Metal, Viking, Progresivo y demás paparruchadas. Y si un grupo como Nachtmystium logró con sus últimos trabajos juntar de forma impecable la psicodelia drogona de los 70’s con la fría misantropía del Black Metal, es porque estos noruegos ya habían pavimentado el camino con obras maestras como “Monumension” (2001) o “Below the lights” (2003). Y, como buenos pioneros, siguen uno o dos pasos adelante del resto. “Vertebrae” es la prueba. Estructuras laberínticas, remansos soñadores, ritmos de dientes apretados y puños en alto, cuadros de oscuridad sobre oscuridad pintados con rayos cósmicos robados a soles muertos. Enslaved redescubre los secretos de la naturaleza a través de la negra densidad del espacio exterior y nos los muestra envolviéndonos en sus pequeñas sinfonías distorsionadas. Oh sí, son pretenciosos, rebuscados y casi “grasas”, como suele suceder con cualquier grupo de Metal metiéndose en terrenos Progresivos. Y nada de eso importa, sólo queda rendirse ante tanta MÚSICA y sumergirse en las más elevadas profundidades.

-Playing Enemy “My life as the villain” (2008): Todo lo que conocías desapareció. Algo acecha detrás de esta farsa de comodidad. Desvariados del mundo, regocijaos, he aquí sus nuevos himnos de perdición. Juegos de gente adulta con serios tics en el bocho. Sí, el Mathcore puede ser algo más que un entretenimiento de nerds con bermudas. Y Playing Enemy sabe mucho del tema. Descienden directamente de Deadguy y Kiss It Goodbye, dos de los pilares indiscutidos del asunto. Y siempre poniendo la urgencia por delante de la frialdad calculadora. Nunca un acorde mayor, nunca un ritmo en cuatro por cuatro, esto es pura incomodidad. Sin aceleradas ni corridas innecesarias. Esta bestia lanza fuego por sus orificios nasales a un paso lento y contenido. Más que caos controlado esto es taquicardia controlada. Y se siente tan bien. Y tan, pero tan mal. La banda de sonido para todas las pequeñas desgracias cotidianas habidas y por haber. El espíritu más angustiado de Black Flag despojado de todo resquicio de luz. Los desvaríos más incongruentes de The Jesus Lizard atacados por electroshocks. El fin del mundo revolviéndose en tu estómago. No es de extrañar, entonces, que este disco sea una despedida. Ciertos niveles de intensidad nunca vuelven a alcanzarse. Y se necesitarían motosierras industriales para cortar al aire de tensión en estas canciones. Riffs construidos con alambres de púas, voces que parecen entender el sinsentido de las cosas y lo traducen en ásperos mantras de perdición, golpes (a)rítmicos que destrozan pechos y exhiben corazones ennegrecidos. Atrévanse a saborear la más amarga de las amarguras.



-Ufomammut “Idolum” (2008): Pocas veces el nombre de un grupo calzó tan bien como en este caso. Efectivamente, esto es una nave espacial mamut. Podés flotar en la espesura cósmica, bailando en cámara lenta con las estrellas en un trance lisérgico infinito…hasta que el espacio se vuelva sólido como millones de rocas concentradas en sólo riff. A ver si se entiende, estas guitarras hacen que Crowbar parezca Green Day en comparación, así de gordas son. Y, luego, de vuelta a la oscuridad sideral. Tenues sonidos arrullándote, arreglos misteriosos augurando que esta calma no durará por siempre. Entonces, comienza otra cabalgata cósmica, montados a los peludos lomos de estos mamuts. Tal vez no quedó claro, me refiero a riffs más grandes que el ego de Lars Ulrich, más graves que un coro de truenos y lentos como una babosa moribunda. Y, si en los momentos colgados, Ufomammut remite a viejos lobos psicodélicos como Hawkwind, Can o el primer Pink Floyd, cuando pisan los pedales suenan como unos Sunn 0))) reconciliados con la estructura y el ritmo, o como el Sleep de “Jerusalem” en proceso de desintegración. Esto es DOOM, con mayúsculas y arrastrado a la máxima expresión de gordura, pesadez y cuelgue psicodélico. Pruébenlo con moderación, puede resultar altamente adictivo.



-Joan Of Arc “Boo human” (2008): Después de once años de carrera tal vez ya no sorprendan como en sus primeros trabajos, con esos cambios de dirección impredecibles y esa insistente actitud desafiante. Ya todos sabemos que el vasto universo de Joan Of Arc no sabe de los límites genéricos que impone el Rock en general. Entonces, ya no hay sobresaltos si escuchamos texturas de ruido electrónico entrelazadas entre guitarras acústicas y melodías melancólicas. Y sin embargo, más allá de la sorpresa se encuentra el riesgo de lograr un conjunto de perfectas canciones, sensibles y hermosas canciones. Y, claro, aún así enroscadas y jodidas en su sórdido encanto. Esto sigue siendo Joan Of Arc. Aquí pueden convivir sin problemas el Folk más tierno y el ruido más abrasivo, las voces más frágiles y las guitarras que son un trabalenguas para los dedos, los climas más densos y apesadumbrados y las más etílicas celebraciones. Cada canción (porque, insisto, estamos hablando de CANCIONES) es un mundo en sí mismo, plagado de arreglos sutiles, una eterna paleta de colores tímbricos y una destreza melódica inigualable. “Boo human” es otro gran ejemplo de que no siempre la intensidad en el Rock tiene que ver con la distorsión, la velocidad o el volumen.


-Helms Alee “Night terror” (2008): Podría resolverlo fácil y tirar nombres: Harkonen, Botch, Melvins, Jesu, Torche, Jucifer, Pixies…Y aún así no sería suficiente. Sí, las guitarras pueden sonar como turbinas de avión descompuestas, pero también pueden acariciar arpegios paisajistas o trazar irregulares líneas psicóticas en el aire. Las voces pueden paralizarte con esos gritos bestiales o embrujarte con una dulzura adictiva. Y sí, por momentos la sensación de que los 90’s están de vuelta es bastante fuerte. Pero estos muchachos son de Seattle, así que no es de extrañar que hayan mamado su buena dosis de guitarras fuzzeras, groove desalineado y camisas a cuadros. Pero esto no es un revival de nada. Digamos que si el Grunge tomó claras referencias de los 70’s y las reinterpretó a su manera, Helms Alee repite ese proceso pero veinte años después y mirando hacia delante. Entonces, la intelectualidad de la “generación Hydrahead” se encuentra con el culto a la canción redonda del Rock noventoso y suma la nueva sensibilidad melódica de los exponentes más interesantes del Metal actual (Torche, Jesu, Jucifer, etc.). Y sigo quedándome corto. Porque, ¿dónde encajarían entonces los momentos dónde este “Night terror” suena como la perfecta banda de sonido rockera para una película como “The Shining”? ¿Y qué me dicen entonces del final con “Wild notes”, donde un piano repite un riff acolchonado por acoples y feedback e iluminado con voces casi fantasmales? Y así me quedarían más aristas y enfoques, pero justamente ahí también reside la gracia de este tipo de discos, el poder volver a ellos y encontrar cada vez cosas nuevas. Por supuesto, los 90’s van a volver, pero es más probable que el interés esté puesto en lo meramente anecdótico (como suele suceder con los revivals) o inclusive que aberraciones como Spin Doctors o Hootie And The Blowfish se reúnan con éxito comercial asegurado y que el tipo de Blind Melon sea visto ahora como un “artista” o algo por el estilo. No importa, para aquellos que busquen algo más que cáscaras vacías y nostalgia adolescente, he aquí una muy buena opción.

-Zozobra “Bird of prey” (2008): El universo se quiebra. Las ondas expansivas acarician las grietas que conforman la piel de nuestro mundo y lentamente las abren en un coro de estallidos sísmicos. El cielo se tiñe de ningún color y, por primera vez, somos capaces de ver. Espectros de lava palpitante se retuercen en danzas de victoria. Enormes rocas rojas se reagrupan tomando la forma de gritos ancestrales. El vasto estómago de la tierra se queja, ensanchándose en convulsiones irregulares. Paredes hechas de océanos avanzan como una procesión de elefantes sobre un hormiguero. El concreto que nos resguardaba tiembla y se convierte en nuestra tumba. El asfalto se derrite lentamente y se funde con nuestras últimas esperanzas. El fin camina sobre estas ruinas con pasos monumentales y sigue su camino. Nada más ha de crecer en este desierto.