20 de junio de 2011

Review: Devin Townsend Project "Deconstruction" / "Ghost" (2011)

 Por Fernando Suarez.



-Devin Townsend Project “Deconstruction” / “Ghost” (2011)
El introspectivo y genial “Ki” dio el primer paso, luego vino el más luminoso “Addicted” y ahora, dos años después, la tetralogía ideada por el prodigio del Metal canadiense se cierra con estas nuevas dos entregas discográficas, que también presentan aspectos antagónicos de la personalidad musical del inquieto Devin. En primer lugar, tenemos a “Deconstruction”, que ya viene anunciado como un disco conceptual que relata la historia de un hombre que viaja al infierno a encontrarse con el Diablo, quien le presenta la promesa de revelar los secretos del universo ofreciéndole una hamburguesa con queso. Siendo el hombre vegetariano y, por ende, reclinando la oferta, su viaje es, finalmente, inútil. Bien, con eso ya tenemos una pauta del humor que encontraremos aquí y, en efecto, estamos hablando de un trabajo sumamente delirante y caótico, probablemente el disco más intrincado que Townsend jamás haya garbado, lo cual no es poco decir. De cierta forma, “Deconstruction” recupera ese amor de Devy por los grandes musicales (siempre fue un fan confeso de Andrew Lloyd Weber y un disco como “Ziltoid the Omniscient”, 2007, es buena prueba de ello) pero trasladado a un contexto claramente metálico, extremo y progresivo al mismo tiempo. Como para que se hagan una idea, el tipo invitó a una legión de invitados (la mayoría de ellos cantantes), entre los que se cuentan miembros de grupos como Soilwork, Opeth, Emperor, The Dillinger Escape Plan, Meshuggah, Between The Buried And Me, Gojira, Cynic y Gwar. Con semejante personal no es de extrañar que estos nueve temas (que abarcan un rango de los tres a los dieciséis minutos de duración) nos propongan mil y una locuras, combinaciones improbables de estilos (¿alguna vez imaginaron una especie de Morbid Angel adornado por grandes coros y enmarcado por psicótica música de circo? ¿Y un Meshuggah cubierto de teclados y orquestaciones grandilocuentes? ¿Y qué me dicen de un Mr. Bungle metalizado y recubierto de ampuloso histrionismo operístico?), curvas inesperadas, coloridas instrumentaciones y un trabajo compositivo tan minucioso (tanto en lo que hace a estructuras como al detallismo orquestal) que bordea lo enfermizo. Y sí, el buen Devin da rienda suelta a su virtuosa garganta y la explota al máximo, pudriéndola cuando es necesario o explayándose en juegos corales que harían resucitar al mismísimo Freddie Mercury, pero siempre demostrando que, más allá de sus innegables dotes técnicas, su fuerte es la capacidad que tiene para expresar emociones y encarnar diversos personajes y situaciones sin caer nunca en lugares poco elegantes ni perder su retorcido sentido del humor. En última instancia, “Deconstruction” prueba que se puede ser metalero, progresivo, virtuoso y tremendamente ambicioso en lo artístico y, aún así, mantener una impronta divertida, desfachatada y alejada de cualquier atisbo de acartonamiento o solemnidad. Bueno, y que Devin sigue siendo uno de los artistas más completos y talentosos de los últimos años, por supuesto. Como para balancear tanta locura, llega “Ghost”, el cierre de la tetralogía y un disco claramente dominado por climas reposados y paisajes reflexivos. No esperen aquí estallidos metálicos, estructuras demenciales ni ningún otro tipo de exceso musical. Lo que aquí tenemos son doce temas parados en algún lugar entre el Ambient, el Pop, el Folk, el Rock Progresivo más amable y la música New Age. Guitarras acústicas, dulces notas de piano, envolventes colchones de teclados, pastorales flautas y coros femeninos, mandolinas, banjos y demás instrumentos exóticos se suman a un Devin que desgrana melodías celestiales y cristalinas entre climas de ensoñación y calma espiritual. Por supuesto, comparado con la exhuberancia de “Deconstruction”, este “Ghost” puede sonar bastante lineal y falto de variantes pero es obvio que las intenciones pasan aquí por otro lado. O sea, sí, el álbum sigue una línea definida y clara y en ningún momento se aparta de ella. También es cierto que el andar lento y suave de las melodías les da a las composiciones una cualidad casi de arrullo pero, en el estado de ánimo y concentración indicados, es posible contemplar un despliegue musical de arrebatadora belleza y una musicalidad sutil, una profunda complejidad encarada de forma más modesta y controlada. En última instancia, lo más notable es cómo Devin se las arregla para exponer extremos casi contrapuestos de su identidad musical manteniendo siempre una impronta personal e inconfundible, casi como ayudándonos a vislumbrar un rompecabezas de su propia alma con cada disco. Desde ya, como corresponde a un músico tan prolífico y versátil, no todo su material mantendrá un mismo nivel y ese veredicto, en todo caso, estará dictado por los gustos personales de cada oyente. Lo que es innegable es que siempre vale la pena, como mínimo, darle una oportunidad a todo lo que haga este señor. Nunca se sabe con qué tipo de sorpresas podremos encontrarnos.

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