10 de julio de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.

-Wormrot “Abuse” (2009)
No nos pongamos demasiado exigentes, al fin de cuentas esto es Grindcore. Y no precisamente de la vertiente experimental. Vamos, los tipos se llaman Wormrot, no vamos a pretender entonces que nos salgan con las rebuscadas elucubraciones de Discordance Axis o Pig Destroyer. A lo sumo un poquito de Brutal Truth como para condimentar el ataque con alguna que otra idea musical. Pero está bien, el trío maneja con altura los clichés del género y se las arregla para no resultar aburrido. Bueno, al menos durante gran parte del disco. Los riffs son más o menos los que ya escuchamos desde que “Scum” destruyó la música tal y como la conocíamos, las bases se debaten entre explosivos blast-beats, frenéticos tupá-tupás Hardcoreros y hasta algún que otro rebaje groovero bien colocado y la voz (a cargo del baterista del grupo) alterna gruñidos graves y alaridos agudos como corresponde a todo buen Grinder que se precie de tal. Inclusive se permite algunos modismos que recuerdan a lo más jocoso de Spazz. Bien vale aclarar que esta gente viene desde Singapur, un país no muy conocido por sus propuestas musicales extremas, así que eso les suma un par de puntos. Por lo demás, el disco es breve y certero (veintitrés temas en casi la misma cantidad de minutos), cuenta con un sonido impecable (pero sin pasarse de limpio) y logra mantener la excitación aún sin proponer ideas renovadoras ni nada por el estilo. Un más que aceptable bocado de bronca y pudrición para los amantes del género.


-Bergraven “Till Makabert Väsen” (2009)
Este es un disco complicado. Claro, si tuvieron algún contacto con el anterior “Dödsvisioner” sabrán que eso no es ninguna novedad. Más si tenemos en cuenta que ambos discos fueron editados por Hydrahead, un sello claramente apuntado hacia la vanguardia dentro del Metal extremo. Pär Gustafsson (tal el nombre real del hombre detrás de este proyecto) avanza aún más sobre su Progresiva y enroscada concepción de la asfixia Blackmetalera, presentando aquí siete tracks en cincuenta y tres minutos. Si me viera obligado a mencionar una referencia rápida para ubicarlos, tendría que mencionar al Enslaved más progreta, pero en una versión aún más cerebral y enfermiza. Aunque, ciertamente, la sensación de alienación y encierro tiene más en común con el trabajo de gente como Leviathan o Xasthur, aún cuando el sonido de Bergraven es mucho más orgánico y pulido. En lo formal, “Till makabert väsen” recorre intrincados laberintos Kingcrimsonianos plagados de imágenes desencajadas y tensas geometrías, con un trabajo de guitarras sumamente creativo (aquí hay de todo, riffs disonantes y contracturados, con y sin distorsión, métricas imposibles, cascadas de texturas casi Post-Rockeras, punteos psicodélicos, contrapuntos varios, densos entramados de misteriosos arpegios, melodías emotivas, deformidades sonoras, momentos de groove rockero a la Satyricon o Khold, limpios rasgueos Pinkfloydianos, guitarras acústicas con un lejano tufillo a Flamenco y más, todo puesto siempre en función de la más sórdida de las oscuridades) y una estructuración rítmica (la batería corre por cuenta de Perra Karlsson, y lo menciono sólo porque tiene un nombre de lo más gracioso) acorde a semejante despliegue de inventiva compositiva. Tal vez las voces no estén a la altura del trabajo instrumental, aún cuando ensayen su buena cuota de variantes, desde los típicos graznidos Blackmetaleros hasta majestuosas inflexiones limpias que, otra vez, traen a la mente a los noruegos Enslaved. El problema es que no logran despegar de esa suerte de histrionismo exagerado tan propio del género (eso de querer ser siempre los más malvados y los más deprimidos y los más épicos según el caso), lo cual no hace más que restarle algo de seriedad al producto final. Nada demasiado grave, por cierto, y en definitiva se trata más de un rasgo identificatorio del Black antes que de un defecto específico de Bergraven. En cualquier caso, si están enganchados con esta nueva camada de Black Metal…experimental (por así llamarlo), aquí tienen a uno de los exponentes más avanzados e imaginativos.


-Nihilitia “Nihilist militia” (2009)
En la variedad está el gusto, afirman muchos. Si los resultados vienen con este nivel, no seré yo, entonces, quien niegue dicha máxima. Si yo les tirara nombres como The Jesus Lizard, Black Sabbath, Hendrix, My Bloody Valentine, Mastodon, Shellac, Godspeed You! Black Emperor, Minutemen, Led Zeppelin, Rush, Fugazi, Helmet, Black Flag y Screaming Trees y luego les dijera que este debut de Nihilitia aglutina diversos elementos de todos esos grupos, ustedes seguramente pensarán que se trata de un pastiche infame sin pies ni cabeza. Les juro que yo pensaría lo mismo, si no fuera porque ya escuché el disco y me dejó convencido de la sólida personalidad de este trío Washingtoniano. Son siete temas (dos de ellos instrumentales) construidos de tal forma que logran ser sumamente gancheros aún contando con estructuras deformes y mutantes. Las bases se debaten entre contracturas Noise-Rockeras, groove setentoso, efervescencia Funk, remansos psicodélicos y volcánicos estallidos de pura densidad metálica. La guitarra hace y deshace a su gusto, con riffs disonantes, punteos volados, delicadas texturas, referencias Sabbáthicas, desérticos guiños Grunge, rebusques casi Jazzeros/Progresivos, corazón Punk y un sinfín de efectos espaciales inundándolo todo. Pero la cereza sobre la torta (aunque no sé nada sobre su orientación sexual) es la sobresaliente voz de Sara Hussain. Con un timbre que, por momentos, recuerda al de Geddy Lee (de Rush. Lo cual da pie a incontables chistes, pero me voy a abstener), esta muchacha se despacha con un arsenal de melodías excelentes, con la emoción a flor de piel (hasta se manda un par de gritos nada despreciables) y una habilidad única para transformar las enroscadas elucubraciones instrumentales en canciones memorables. El truco, como suele suceder, está en mantener una fluidez orgánica, de tal forma que las combinaciones que antes parecían improbables (por ejemplo, guitarras setentosas sobre trabados ritmos de Noise-Rock y una melodía de voz casi popera) aquí se presenten con toda naturalidad. Por supuesto, se trata de un debut y, por ende, todavía pueden detectarse ciertas aristas para pulir (en especial en lo que hace al sonido. O sea, nada grave), pero con semejante personalidad y despliegue de buenas ideas, esta Milicia Nihilista está destinada a darnos gratas sorpresas.


-White Static Demon “Decayed” (2009)
Revisando viejas grabaciones de Final (editadas en cassette entre 1984 y 1987), Justin Broadrick (creo que alguna vez lo hemos nombrado por aquí, ¿no?) se reencontró con los abrasivos sonidos inspirados por los trabajos de pioneros de la tortura electrónica como Whitehouse o Maurizio Bianchi, entre otros. Munido entonces de su propia voz (enterrada y desfigurada bajo una tonelada de efectos que la vuelven irreconocible) y diversos generadores analógicos de sonido, nuestro héroe da vida a este nuevo proyecto que debuta aquí con este opresivo “Decayed”. Como podrán imaginar, aquí no hay canciones ni melodías ni riffs, ni siquiera ritmos, puras cascadas de ruido manipuladas para lograr atmósferas de enfermiza desesperación es lo que Justino nos propone en esta obra. Tres extensas composiciones (el disco dura poco más de cincuenta minutos) que nos envuelven en climas de asfixiante aspereza sonora y emocional, tensos recorridos dignos de la más aterradora de las pesadillas, sádicos viajes narcóticos por los recovecos más cavernosos de nuestra propia psiquis. Claro, a esta altura no es ninguna novedad que este señor sabe cómo generar dichos climas, lo sorprendente tal vez sea que en ningún momento suena a improvisado o a un mero elogio del ruido por el ruido mismo. Por el contrario, cada segundo del álbum parece pensado con extremo cuidado, con un lento devenir que invoca sórdidas visiones fílmicas en la mente, casi como si Broadrick estuviera musicalizando una inexistente película de terror que él mismo imaginó. Lo interesante es que, dada la naturaleza abstracta de este tipo de propuestas, cada uno puede visualizar su propio argumento para dicha película. Aunque queda claro que, de ninguna forma, ésta puede contar con un final feliz. Desde ya, este es material sólo recomendable para oyentes afines a todo tipo de experimentación ruidosa o, en su defecto, para curiosos empedernidos o fanáticos incondicionales del trabajo de Justin. El resto puede conformarse con algo de Metal de segunda línea o con cualquiera de las bazofias sin alma con las que las radios y los canales de música (por así llamarlos) nos bombardean diariamente.


-Martyrdöd “Sekt” (2009)
Tienen dreadlocks pero no son rastafaris, vienen de Suecia pero no hacen Death Metal de ningún tipo, suenan violentos, apocalípticos y a toda velocidad pero lejos están del Corpsepaint y el satanismo, tienen letras políticas e iracundas (y gritadas en sueco) pero no son otro clon de Nasum. ¿Sacaron la adivinanza? Sí señor, se trata de Crust sueco con toda la mugre y el odio contra el sistema encima, y hasta con lazos directos con los legendarios Skitsystem. Pero no es sólo eso. Cuatro años pasaron desde el anterior “In extremis” y el cuarteto se las ingenió para capitalizar todo el potencial expuesto en aquel disco (bueno, y en su debut autotitulado), escupiéndonos en la cara estas doce bombas cargadas de pura rabia. Si bien, como ya establecimos, la propuesta de Martyrdöd se puede enmarcar sin duda alguna en los parámetros del Crust, de ninguna forma se trata de un grupo genérico o falto de personalidad. Ya el oscuro rebaje al final del primer tema (“Livets Strängar Dödsackord”) nos avisa de las ganas de trascender barreras estilísticas por parte de la banda. Claro, la batería golpea incansablemente, las voces rugen con la sangre en la garganta y las guitarras (el sonido que lograron en este departamento es sencillamente increíble) generan una impenetrable pared de suciedad distorsionada. Pero los riffs no se quedan en el conocido catálogo de dos o tres notas, introducen punteos de oscura emotividad melódica (a veces hasta prescinden de la distorsión), texturas que rozan el Black Metal, cierto groove entre rockero y monolítico e inclusive varios pasajes embebidos en una retorcida y mugrienta psicodelia. Todo esto sin perder nunca la furia desatada y salvaje que caracteriza el género. De alguna forma (y más allá de lo que dije más arriba) podríamos afirmar que “Sekt” es algo así como la versión Des-Grindcorizada del Nasum más experimental, si es que eso tiene algún sentido. Con el espíritu siempre en llamas, Martyrdöd demuestra en este álbum que sólo bastan un par de buenas ideas y la habilidad suficiente para llevarlas a cabo con maestría, para refrescar y revitalizar a un género como el Crust, siempre al límite del estancamiento creativo.

-Pansy Division “That’s so gay” (2009)
¡Volvió la alegría, shegua! Seis años después del anterior “Total entertainment!”, Pansy Division nos entrega su octavo disco y segundo para Alternative Tentacles, el sello de Jello Biafra quien, por cierto, hace una aparición estelar aquí en el tema “Average man”, haciendo gala de su infeccioso y punzante sentido del humor. Por si no lo sabían, estos muchachos son gays y hacen de dicha elección sexual el centro de su temática a la hora de escribir letras. Ahora bien, no faltara quien crea (aún con buenas intenciones) erróneo hacer de tal cosa una bandera, pero si tantos grupos hablan de una supuesta “forma de vida rockera” (aplíquese esto a cualquier subgénero rockero, desde ya) y ensalzan ítems al menos discutibles como el reviente, la misoginia, el nihilismo o la estupidez lisa y llana, no veo por qué Pansy Division debería privarse de plantear los temas que son importantes para ellos. Al fin de cuentas, todos esos rockeros con ínfulas de rebeldes se transforman en viejas chotas ante la sola idea de dos tipos dándose un buen chupón. Polémicas al margen, lo que aquí tenemos es otra de esas colecciones de perfectas gemas Punk-Poperas a las que el cuarteto nos tiene acostumbrado desde hace dieciocho años. Tal como sucedió en su anterior álbum, el grupo encuentra un equilibrio entre la jocosa efervescencia de sus primeros años y la introspección emotiva del genial “Absurd pop song romance”, aquel disco de 1998 producido por Steve Albini. “That’s so gay” cuenta con sus propios argumentos, ahí tienen el Punk-Rock desfachatado de “20 years of cock”, las arrebatadoras melodías Beatlescas de “Ride baby” o “Some of my best friends” (la primera letra del grupo escrita por un heterosexual), el guiño casi Hard-rockero de la CheapTrickera “Obsessed with me”, los himnos soleados de “Twinkie twinkie little star” o “Dirty young man”, el reflexivo medio tiempo de “It’s just a job” (casi la cruza perfecta entre Neil Young y Bad Religion), el desopilante Country/Rockabilly de “Pat me on the ass”, el Rock And Roll Stoogero de “Never you mind” o el casi Grunge de “Life lovers” que cierra el disco demostrando que la chispa melódica y creativa de Pansy Division sigue brillando con la misma intensidad de siempre. O tal vez un poco más. Grandes canciones, ni más ni menos, compuestas e interpretadas con una frescura que tonifica el alma y nos hace pensar (al menos por un rato) que no todo está perdido.


-YOB “The great cessation” (2009)
Amantes de la densidad más densa, adoradores de los graves que rajan la tierra, discípulos incondicionales del siniestro poder riffero de Tony Iommi, sacredotes de los desarrollos en tiempo marihuanero, YOB está de vuelta luego de disoluciones, cambios de nombre y de formación, y problemas legales por esos nombres. Retomando el camino de sus anteriores trabajos, este quinto disco es puro YOB elevado a la enésima potencia y, de alguna forma, sirve como un conciso resumen del Doom en su totalidad. El trío se nutre de todas las variantes surgidas desde que a alguien se le ocurrió afinar las guitarras bien abajo. Así, tenemos pasajes de pura cepa Sabbathera (con la voz limpia de Mike Scheidt imitando el tono nasal de Ozzy Osbourne), truenos guitarrísticos que se acercan al Drone, empantanados climas y desgarrados alaridos que siguen la tradición Sludgera de New Orleans, épicas melodías acompañadas de guturales gruñidos tal como ensayaran las primeras bandas de Doom-Death, lisérgicos cuelgues espaciales dignos del Stoner más volado y hasta algo de la elaborada dinámica y la mística monolítica y disonante del Post-Metal. El sueño húmedo de todo dumbeta que se precie de tal y una pesadilla insoportable para aquellos con poca paciencia. Todo suena enorme en este álbum, la guitarra retumba desde cavernosas profundidades y se expande hasta alturas siderales según se lo requiera, el bajo gruñe como lava deshaciendo rocas, la batería martilla un incesante pulso fúnebre y hace temblar la tierra cuando aparecen las cabalgatas de elefantes escupiendo fuego, y las voces rugen desde los más oscuros abismos jamás imaginados. Por momentos parece increíble que sólo tres tipos puedan lograr tan majestuosas pinturas musicales y en otros puede resultar hasta ridícula tanta grandilocuencia. En cualquier caso, el trío juega sus cartas abiertamente y ya todos sabemos a qué atenernos. Ciertamente, hay que ser un entendido o un entusiasta en el tema para tragarse cinco temas que van desde los siete hasta los veinte minutos de duración. Ya saben, si las barbas tupidas, las SG’s atronadoras, el porro, los ritmos a paso de tortuga y los gestos ampulosos son lo suyo, a por este disco sin dudarlo.

-Extortion “Terminal cancer” (2009)
¿Qué pasa cuando cuatro australianos brutos y obsesionados con los sonidos más abrasivos que bandas como Siege, Black Flag, Napalm Death o Infest nos legaron se juntan en un cuarto a grabar con una pequeña y rústica portaestudio de cuatro canales? Tenemos las diez bombas molotov que componen este vertiginoso “Terminal cancer”. Bien plantados en la tradición del Powerviolence que hoy en día tanto abunda, estos muchachos no están dispuestos a tomar prisioneros. Y, ciertamente, la crudeza del sonido no hace más que acentuar las cualidades del grupo. Esos riffs mugrientos, esa guitarra saturada, esos platillos y tambores raspando a toda velocidad, esa voz que se quiebra y se distorsiona a puro grito pelado. Como en sus trabajos anteriores, Extortion se apoya en ritmos frenéticos sin dejar de lado alguna que otra referencia obligada a los momentos más densos de Black Flag, todo escupido con un odio capaz de pulverizarnos los huesos, una intensidad que nos impide reflexionar sobre la falta de variantes o musicalidad que puedan presentarse en el disco. En definitiva, a quién le pueden importar esas pajereadas ante semejante exhibición de adrenalina en estado puro y salvaje. No hay placer estético aquí, este es el tipo de energía desbocada y urgente que nos recuerda por qué el Hardcore fue alguna vez una auténtica herramienta de catarsis emocional, lejos del acartonamiento que se apoderaría del género con el tiempo. El grito primigenio en su máxima expresión.


-Merzbow “Hiranya” (2009)
Con un arte de tapa inspirado en el “Aqualung” de Jethro Tull, puedo imaginarme (no sin un dejo de maliciosa felicidad, he de admitir) las caras que pondrían los fanáticos de dicha banda al escuchar este disco. De hecho, hagan la prueba. Recomiéndenselo a sus amigos progretas (bueno, puede ser el tío gay o el abuelo nostálgico, en este caso) diciéndoles que se trata de un tributo a dicho álbum y contemplen las lágrimas rodar con el primer acople de este genial “Hiranya”. De cualquier forma, tampoco se trata de uno de los trabajos más extremos dentro del infinito catálogo del demente Masami Akita. Aquí, esta leyenda viviente de terrorismo auditivo suma a sus ya conocidos collages sonoros digitales el empleo de batería y guitarra, dejando de lado la pura abstracción ruidosa a la que nos tiene acostumbrado. Esto, por un lado hace que el resultado final sea más violento y catártico, pero al mismo tiempo logra una dinámica más fluida, casi rockera, que hace que su que su audición no resulte tan ardua para oyentes desprevenidos. De ninguna manera quiero decir que se trate un material accesible (vamos, de una forma u otra seguimos hablando de media hora de puro ruido), pero para los parámetros que maneja este japonés, esto es casi puro Rock Psicodélico. Si reemplazaran la insistente marea de feedback y cortocircuitos que inundan las dos composiciones que componen este disco por un saxofón, un piano y un contrabajo, esto bien podría ser material digno del John Coltrane más virulento. Vamos, en definitiva el mismo Akita ha profesado en más de una ocasión su amor por artistas como Frank Zappa, Can, King Crimson y el Free-Jazz en general. En fin, tampoco es cuestión de buscar excusas. Si estaban buscando algo de música realmente extrema, el buen Masami tiene un arsenal de explosivos argumentos para que todos los discos de Death Metal del mundo parezcan poco más que un chiste para adolescentes con problemas de adaptación.


-Keelhaul “Triumphant return to obscurity” (2009)
Hoy en día, tras el suceso (al menos en el Underground metalero) de bandas como Kylesa, Baroness y, principalmente, Mastodon, ya no resulta nada extraño toparnos con bandas que combinen la densidad del Sludge con extravagancias instrumentales y rítmicas entre el Math-Rock y el Rock Progresivo y un claro corazoncito de pura crudeza Crust. Bueno, noticias para todos ustedes, Keelhaul ya hacía eso mismo en 1997 y a nadie parecía importarle, algo que los tipos tienen en claro dado el sarcástico título de este disco. Oriundos de Cleveland, los integrantes de este cuarteto se pasearon por bandas como Ringworm, Abdullah, Integrity, Meatjack, Craw o La Gritona, lo cual nos da una buena pauta de sus intereses musicales. Seis años después del previo “Subject to change without notice”, la aplanadora se pone nuevamente en marcha demostrando la enorme relevancia que tiene su propuesta hoy en día. Pero no crean que la cosa se quedó estancada en sus logros pasados, las guitarras de Dana Embrose y Chris Smith se encuentran más afiladas e imaginativas que nunca, enroscándose en geniales riffs y arreglos donde el gancho, la contundencia y la complejidad conviven sin problemas. Para sostener esa pesada carga de creatividad violenta, tenemos el apabullante trabajo de Will Scharf tras los tambores, un tipo que cuenta con la hiperactividad de Brann Dailor y el sentido del groove de Dale Crover. Las voces mantienen en ese registro entre el rugido Crusty y la colgadez psicótica de King Buzzo (no hace falta aclarar que los Melvins son una referencia obligada para todo este tipo de grupos) y hasta suman alguna que otra etérea línea melódica, casi como si se inspiraran en las bandas que se inspiraron en ellos inicialmente, sobre todo Mastodon y Baroness. De cualquier forma, la mayor parte del álbum transcurre en aguas instrumentales, y sólo con eso ya tenemos bastante para entretenernos. Ritmos frenéticos adornados con riffs gordos y rasposos, estructuras laberínticas pero que nunca pierden de vista el más puro y grosero nervio rockero, pasajes de absoluta delicadeza melódica donde las guitarras le rinden tributo al Robert Fripp menos abstracto y esa persistente sensación de equilibrio entre el fuego cavernícola que arde en las entrañas y la más sesuda nerditud guiándolo para lograr resultados certeros. Como ya es tradición en ellos, el disco cierra con un instrumental (esta vez titulado “KFB”) de relajados aires sureños, una banda sonora perfecta para un atardecer a orillas del pantano. En fin, la cosa es simple, si están interesados en las corrientes actuales del Metal extremo y no conocen a Keelhaul, tienen un gran hueco en su educación musical. Este genial “Triumphant return to obscurity” es una excelente excusa para empezar a rellenar ese vacío.


-Quest For Fire “Quest for fire” (2009)
¿Son fanáticos del Pink Floyd más psicodélico, en especial el liderado por Syd Barret? ¿Les gusta el porro tanto como el dulce de leche? ¿Son de esos que todavía creen que los sesentas y setentas fueron el apogeo indiscutido del Rock? ¿Y qué me dicen de las guitarras? ¿Las prefieren con soñadores rasgueos alucinógenos? ¿O se inclinan más por los graves que hacen temblar las válvulas de los amplificadores? ¿Juegan a hacer air guitar cuando aparecen los majestuosos solos con wha-wha? ¿Se sienten más machos cuando escuchan un riff gordo (sí, gordo como una buena poronga) y pulentoso? Me imagino que los gritos no son lo suyo, pero tampoco las melodías poperas ni las canciones de tres minutos. ¿Prefieren, entonces, voces etéreas flotando como nubes multicolor sobre canciones con largos desarrollos plagados de referencias alucinógenas? ¿Les da lo mismo la personalidad de un grupo siempre y cuando cumpla con ciertos requisitos de rockerismo tradicional? ¿Creen que la experimentación pasa por rendirse a interminables zapadas lisérgicas con el volumen en once? ¿Están convencidos de que Kyuss fue la mejor banda de los noventas y de que Kurt Cobain fue el último gran rockero? ¿Alguna vez se sorprendieron a ustedes mismos diciendo cosas como “Uhhhhh, qué flaaaaash” o “da para prenderse uno bien grueso, tirarse al pasto y escuchar uno de Pin’ Floi’”? Si la respuesta es afirmativa a cualquiera de estos interrogantes, entonces este debut autotitulado a cargo de estos cuatro drogones canadienses (ex miembros de The Deadly Snakes y Cursed) probablemente sea de su agrado.

-Pigsty “Planet of the pigs” (2009)
Cerdos del espacio conectando con cuatro casi humanos oriundos de Checoslovaquia (hogar de algunos de los exponentes más bizarros del Metal extremo) y transformándolos en divulgadores de sus peripecias. ¿Les suena raro? Seguramente no tan raro como lo que contiene este delirante “Planet of the pigs”. Cuatro años después del previo “Pigs are back”, estos deformes muchachos vuelven con los blast-beats y el sentido del humor intactos. Decir que la música de Pigsty es Grindcore de alguna forma no le hace justicia a su desquiciado sonido. De hecho, el referente más directo que se me viene a la mente es el caos controlado y drogón de Cephalic Carnage. Bueno, tal vez no sean tan eclécticos como aquellos pero ciertamente comparten una visión del género igualmente deforme. La cosa va a las chapas la mayoría del tiempo, pero si hay algo que no falta aquí son variantes. Trabados machaques casi Meshuggescos, blast-beats recortados en mil pedacitos, rebajes de Funk lisérgico, groove saltarín, arranques de pura cepa Hardcorera y más, mucho más. Los riffs, como es de esperar, hacen gala de un nivel técnico que los acerca más a Cryptopsy que a Napalm Death, pero eso tampoco significa que sobrecarguen de notas cada uno de ellos. Las voces también despliegan una sana variedad, con múltiples gruñidos, alaridos y demás erupciones gargantísticas, cubriendo un amplio espectro de modalidades extremas. Las canciones, como corresponde, van y vienen frenéticamente, plagadas de cambios de ritmos, atmósferas y géneros, haciendo que sea imposible adivinar con qué saldrán después. Por supuesto, al dispararse en tantas direcciones se exponen a manejar un nivel desparejo, compositivamente hablando, pero ese es un riesgo que este tipo de bandas siempre están dispuestas a correr. En cualquier caso, si disfrutan tanto del Grindcore más rabioso y divertido como del Metal extremo más técnico y enroscado, esto es ideal para ustedes.


-1349 “Revelations of the black flame” (2009)
Debo ser honesto, ninguno de los discos anteriores de 1349 hizo nada por llamar mi atención. No importa que contaran con los talentos percusivos de Frost (Satyricon, Gehenna, Gorgoroth) ni que se reivindicaran como una vuelta a los valores musicales tradicionales del Black noruego, su propuesta siempre me resultó absolutamente genérica y sin nada digno de destacar. Hasta ahora, claro. Tal vez los tipos hayan madurado de golpe, tal vez la aparición (y el moderado suceso) de bandas como Blut Aus Nord o Nachtmystium les hizo replantearse un par de cosas, no lo sé. Lo cierto es que este cuarto larga duración marca un cambio abrupto en la carrera del cuarteto. Olvídense de los blast-beats obsesivos, los riffs monótonos y empapados de reverb y la falta de variedad compositiva. Sólo un tema como “Maggot Fetus...Teeth Like Thorns”, con sus modismos Darkthroneros, guarda alguna relación con el pasado. Si no me creen, ahí tienen esa suerte de Godflesh Blackmetalizado y sobrecargado de opresivos sonidos Industriales de “Invocation”, los sequencers enterrados bajo el fúnebre ritmo de “Serpentine Sibilance”, la macabra ambientación cinematográfica de “Horns” (casi un sórdido homenaje a la etapa Ambient de Ulver), el misterioso piano de “Misanthropy” (sí, un tema basado estrictamente en dicho instrumento, con el mero agregado de algunos teclados fantasmales y una breve guitarra que nunca llega a estallar), la reinterpretación en clave Black del Voivod más espacial en “Uncreation”, la siniestra psicodelia de “Solitude”, la hipnótica densidad ruidosa de “At the Gate...” o el increíble cover del “Set the Controls for the Heart of the Sun” de Pink Floyd con la aparición estelar del legendario Tom Fischer (de Celtic Frost, por si viven debajo de una piedra) transformado en una pesadilla post-nuclear con una tensión absolutamente asfixiante. Claro, algunos dirán que el grupo se está subiendo de forma descarada al vagón de las nuevas corrientes Blackmetaleras (al menos en lo que hace a la utilización de claros elementos Psicodélicos e Industriales y al predominio de ritmos lentos y atmósferas alucinógenas), pero la imaginación y la profunda oscuridad aquí desplegadas son innegables. El espíritu maligno del Black se ve mejor representado por estas supuestas faltas de respeto al género que por la tozuda repetición de elementos que, a esta altura, sólo pueden causar risa. Si una banda tan mediocre pudo despacharse con semejante pedazo de discazo, tal vez no todo esté perdido.


-Iron Age “The sleeping eye” (2009)
¡Herejía! ¿Acaso nuestros impolutos héroes de las bermudas y los tatuajes han osado sucumbir ante el dulce encanto del cannabis? ¿Qué diría Karl Buechner si se enterara de semejante desplante? Ok, vamos por partes. Iron Age es un quinteto texano que en su primer larga duración (“Constant struggle” de 2006) mostraba su amor por el Hardcore más Thrashero y cabeza dura, con referencias inevitables a clásicos como Cro-Mags o Integrity. Tres años y un par de ep’s después los muchachos retornan con este monolítico “The sleeping eye” y se los nota dispuestos a no dejar nada en el tintero. El núcleo (duro) de su propuesta siguen siendo los riffs machacantes y los rudos gritos de neandertal, pero esa furia primitiva está revestida de aires alucinógenos y apocalípticos y una variedad rítmica poco común en este tipo de bandas. Se nota que los chicos, después de aprenderse de memoria el “Animosity” de Corrosion Of Conformity, decidieron darle una oportunidad al Sabbáthico “Deliverance” sin por ello abandonar del todo sus raíces Hardcore. Y lo mejor es que el pastiche les dio buenos resultados. Las guitarras alternan entre mugrientos machaques y gordos riffs en cámara lenta, las bases van desde la más oscura lentitud hasta esas aceleradas ideales para agitar la cabeza y lanzar cuernitos al aire, sin olvidar el indispensable groove que aquí no sólo invita al mosh si no también a mover la patita con los ojos entrecerrados. Hasta la voz se permite alguna que otra melodía rockera y ciertos modismos histriónicos sin caer en el ridículo. La atmósfera general que pintan estas ocho canciones se aleja de las típicas postales urbanas del Hardcore y proponen en su lugar un ominoso viaje Lovecraftiano, valiéndose inclusive de pasajes Noise/Ambientales para apuntalar dicha sensación. Se nota que el monolítico “Paranoid Delusions/Paradise Illusions” de Pulling Teeth (un disco donde se ensaya una combinación similar de elementos musicales y atmósferas pero de forma aún más radical y con resultados, para qué negarlo, superiores a los aquí expuestos) ha dejado su marca en estos rednecks. Y no hay nada de malo en ello, al menos Iron Age se preocupa por buscar nuevas variantes dentro de una propuesta ya tan gastada como lo es el Crossover/Hardcore/Thrash, tan en boga hoy en día. Si ya se aburrieron del revival sin sustancia de bandas como Toxic Holocaust o Gama Bomb, he aquí una refrescante opción.

1 invocaciones del cosmos:

"el buen Masami tiene un arsenal de explosivos argumentos para que todos los discos de Death Metal del mundo parezcan poco más que un chiste para adolescentes con problemas de adaptación."

Akita sabe lo que hace (especialmente en Venereology), pero muchos que lo adoran en estas tierras parecen olvidar que un tal Lou Reed ya había llegado antes con un destapaorejas de 1975 llamado Metal Machine Music.