23 de noviembre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Anal Cunt “Fuckin’ A” (2010)
El saber popular dicta que “yerba mala nunca muere” y nadie mejor que Seth Putnam para probarlo. A pesar de sus numerosos excesos (que lo llevaron a pasar un mes en coma en 2004, luego de ingerir una combinación de alcohol, crack, heroína y un frasco de pastillas para dormir. Niños, no intenten esto en sus casas), el eterno líder de Anal Cunt le hizo un corte de manga a la parca y se mantuvo en píe (bueno, durante un buen tiempo estuvo en silla de ruedas) para continuar con su infatigable campaña para ofender a todo aquel que se le cruce. “Fuckin’ A” es el primero de dos lanzamientos planeados por el grupo (inicialmente todo el material iría en un solo disco pero luego decidieron dividirlo en dos, el segundo se llamará “The same old shit” y contendrá temas en su tradicional estilo ruidoso) y, ya desde el arte de tapa (una parodia a “Too fast for love” de Mötley Crüe) y el título, deja en claro por dónde vienen los tiros. En efecto, se trata de la versión Anal Cunt del Hard-Rock (o Hair-Rock o Cock-Rock, como prefieran) de los ochentas, con temas como “Whiskey, coke and sluts”, “All I give a fuck about is sex” o “I'm gonna give you AIDS” que dejan poco lugar para la especulación. Sí, se trata de diez canciones rockeras, desvergonzadas, rifferas, gancheras, divertidas pero despojadas de cualquier atisbo de glamour, recubiertas por un sonido sucio y desprolijo (en especial esas guitarras que chorrean distorsión por los cuatro costados), y con el bueno de Putnam chillando como sólo él sabe hacerlo, hasta que la sangre se le acumule en la garganta. De cierta forma, este trabajo puede ser comparable a aquel “Picnic of love” de 1998 (un disco compuesto en su totalidad por baladas románticas), en el sentido de que aquí también la banda centra su sátira en un estilo particular, al tiempo que confronta a sus propios fans, sacándolos del confort del Grindcore/Noise que se espera de ellos. En fin, en última instancia es un álbum de puro Rock And Roll hecho con el desparpajo y el violento sentido del humor que son marca registrada de Putnam y los suyos, ni más ni menos. Ideal para ponerlo con el volumen en once mientras aspirás una raya de merca y un par de putas te chupan la pija.


-Bars Of Gold “Of gold” (2010)
“Terrorhawk” fue una despedida insuperable para Bear Vs. Shark, y una de las piezas más elevadas que el Post-Hardcore nos legó en la última década, de eso no hay ninguna duda. La pregunta en esos casos es ¿qué hubiese pasado si el grupo no se hubiera disuelto? ¿Podrían haber superado semejante obra maestra o era mejor retirarse dejando el listón bien alto? La respuesta siempre es incierta pero, al menos como aliciente, aquí tenemos el debut discográfico de Bars Of Gold, el nuevo grupo liderado por el ex cantante, guitarrista y tecladista de Bear Vs. Shark, Marc Paffi, donde también encontramos a su viejo baterista Brandon Moss. Bueno, en realidad habría que aclarar que este proyecto nace cuando los dementes Noise-Rockers de Wildcatting incorporan a Paffi y Moss a su formación, ganando en el proceso algo de estructura y solidez para sus delirios de improvisación rockera. Y si están pensando en una versión más caótica, deforme e impredecible del último Bear Vs. Shark no están tan alejados. Paffi mantiene su impronta vocal de siempre, logrando sonar frenético, emotivo, visceral y melódico al mismo tiempo. El punto es que las canciones donde ahora despliega toda su energía vienen con una carga extra de efervescencia, sostenidas sobre ritmos taquicárdicos y casi bailables (de una forma más bien espástica, similar al Funk Punkeado y nervioso de leyendas como Minutemen y Fugazi, o inclusive a nombres más cercanos en el tiempo como Q And Not U y The Dismemberment Plan), atravesadas por riffs angulares y arreglos rasposos parados en algún lugar entre el Post-Hardcore, el Indie y el Noise-Rock, y adornadas por una vasta gama de arreglos, texturas e instrumentaciones (banjos, mandolinas, teclados) que les dan un aire colorido y desprejuiciado. Dentro de ese esquema conviven no sólo una exhaustiva entrega física y una inteligentísima elaboración musical, sino también flirteos con géneros diversos como el Jazz, el Folk, el Pop, el Blues, la Psicodelia y otros más difíciles de clasificar. Y lo mejor es que toda esa locura está sintetizada en canciones redondas y tremendamente intensas, donde el gen Punk impide que el vuelo creativo se transforme en aburrida autoindulgencia. De cabeza a los discos del año.


-Black Lung “The soul consumer” (2010)
El caso de Black Lung es, como mínimo, curioso. Lleva dieciséis años de carrera ininterrumpida, diez discos (contando sólo los larga duración de material original) editados de forma independiente que exhiben un nivel de creatividad superlativo y, aún así, parece ser un nombre reservado sólo para un pequeño círculo de conocedores. Desde ya, es entendible que no obtenga ningún suceso masivo (la compleja densidad de su música, el hecho de que ésta sea instrumental y el clima por lo general oscuro y opresivo que exhibe atentan contra ello) pero resulta extraño que ni siquiera reciba el crédito merecido en los mundillos de la Música Electrónica e Industrial. Tal vez tenga que ver el absoluto desdén que David Thrussell (el hombre detrás de todo esto) demuestra por las convenciones y los manuales genéricos, tal vez resulte demasiado asfixiante y abrasivo para aquellos que sólo buscan diversión bailable, tal vez sea demasiado experimental, refinado y poco rockero para el público más extremo o tal vez, simplemente, se trate de que, por vivir en Australia, no cuenta con los contactos adecuados para acceder al siempre amiguista estrellato underground. No importa, todo eso queda en cómodo segundo plano ante el enorme caudal de música contenido en este magnífico “The soul consumer”. Como ya establecimos, se trata de música instrumental basada principalmente en elementos electrónicos (aunque la vasta gama de sonidos utilizados trasciende también ese rótulo), por momentos creando climas de insoportable tensión y paranoia, en otros deshaciéndose en abstracciones sónicas dignas del minimalismo más cerebral, luego tendiendo espesos colchones de crujidos eléctricos que alteran las neuronas y siempre guardando un lugar para subidas de intensidad rítmica que pueden adaptarse a un febril clima discotequero, a misteriosos e hipnóticos paseos noctámbulos o al mismísimo fin del mundo. Es necesario mencionar que Thrussell es un señor obsesionado por las teorías conspirativas, con lo cual esa sensación de incertidumbre, nerviosismo, persecución y laberintos insondables se hace presente a lo largo de toda la placa, apuntalada por una arquitectura sonora sumamente intrincada y plagada de perturbadores detalles que requieren escuchas concentradas para apreciarlos en toda su magnitud. Ni hace falta aclarar que se trata de un viaje difícil, exigente (tanto en el plano intelectual y musical como en el emocional), que envuelve los sentidos y juega con ellos con punzante malicia pero que, al mismo tiempo, estimula la imaginación hasta límites insospechados, proponiendo constantes sorpresas y aventuras musicales. No son cualidades como para andar despreciando.


-Crucified “Coldest winter; darkest reaches of the mind” (2010)
El título del disco no desentonaría en un grupo de Black Metal pero, sin embargo, estamos hablando de Hardcore. Claro, estos californianos absorbieron los discos de Integrity con innegable pasión, por lo que su forma de encarar el género tiene más que ver con visiones apocalípticas, violento nihilismo, machaques casi Slayerosos y una constante nube de oscuridad sobre la raza humana que con cantos a la hermandad o proclamas vegetarianas. Y, la verdad, es que hacen esa reinterpretación con tal convicción, con tal potencia (el sonido que lograron es sencillamente aplastante, en especial para un disco debut) que las discusiones sobre originalidad o positivismo las podemos dejar para otra ocasión. Las guitarras serruchan sin compasión, la base golpea duro y donde más duele, la voz grita toda su desesperación como si la vida le fuera en ello y cada canción es una certera patada en la mandíbula que invita a un desenfrenado mosh entre edificios derruidos y un penetrante aroma a azufre. Y, con once temas en poco más de veintitrés minutos, no hay lugar para aburrimiento, delicadezas ni quejas. Los temas van variando entre aceleradas rabiosas y rebajes como martillazos, permitiéndose algún que otro medio tiempo casi Thrasher y hasta cierto mínimo flirteo con el Doom, pero sin salirse nunca de los esquemas más agresivos y oscuros del Hardcore más metálico de los noventas. En fin, no es material revolucionario y, ciertamente, no le va a cambiar la vida a nadie pero, como excusa para liberar algo de odio cotidiano, es un trabajo irreprochable.


-Hooded Menace “Never cross the dead” (2010)
Al igual que Machetazo, estos finlandeses toman su inspiración lírica de la serie española de films de horror de los setentas conocida como “The blind dead” del director Amando de Ossorio. También, como Machetazo, exponen una indisimulada pasión por el Death Metal de la vieja escuela pero, a diferencia de ellos, lo hacen a paso lento, moribundo y agonizante. Las referencias más claras para describir el material de Hooded Menace son nombres como Winter, Asphyx y Autopsy en sus pasajes más dumbetas y, especialmente, el Cathedral de “Forest of equilibrium”, con lo cual las pautas quedan más que claras de entrada. Las guitarras crean babosas murallas de graves adornadas con punteos alucinógenos, las bases se mueven en una hipnótica cámara lenta y la voz gruñe guturalmente desde cavernosas profundidades. Las composiciones son extensos (la mayoría supera los seis minutos de duración) paseos de horror que llevan las enseñanzas Sabbáthicas a su estadío más putrefacto, arrastrado y grotesco, dejando de lado cualquier atisbo de colorida psicodelia en pos de un aire siniestro y enrarecido. O sea, si buscan originalidad y sonidos renovadores, mejor vayan por otro lado. Esto es ni más ni menos que un suculento plato de nostalgia, servido con sonido levemente actualizado (lo suficiente como para ganar potencia y claridad sin perder naturalidad) y un innegable conocimiento del terreno escogido. En un punto, esto podría verse, simplemente, como un grupo de Doom tradicional (Pentagram, el primer Candlemass) filtrado por un sonido más gordo y trocando las voces melódicas por los habituales gruñidos del Death Metal. O sea, prácticamente el mismo esquema con el que, a principios de los noventas, surgió como subgénero el Doom-Death. En fin, nada nuevo bajo el sol pero se trata de una recreación bien hecha. Los fans del estilo no saldrán defraudados.


-Just Like Vinyl “Just like vinyl” (2010)
Habiendo pasado la mayor parte de la última década al frente de The Fall Of Troy (una de las bandas responsables por la revalorización del Rock Progresivo dentro del underground metálico más extremo), no es de extrañar que, tras la disolución de los mismos, la nueva aventura musical de Thomas Erak todavía retenga bastante de esa impronta intrincada y retorcida. Ojo, no es que se trate de Fall Of Troy Parte 2, de hecho el despojado arte de tapa y que Erak mismo defina a Just Like Vinyl como “explosive guitar wild Rock” ya nos marca alguna diferencia. En primer lugar, aquí tenemos dos guitarras (en The Fall Of Troy sólo estaba el pobre Thomas) lo cual abre enormemente el juego de arreglos, contrapuntos y punteos laberínticos. Por otro lado, si bien la parte Progresiva es prominente, el cuarteto se planta con un sonido natural y espontáneo (casi garagero por momentos) y una energía sumamente física y visceral, logrando transmitir con sudorosa fidelidad la sensación de estar tocando en vivo. A raíz de esto surge otra diferencia, la soltura con que Just Like Vinyl interpreta estas once canciones hace que el resultado final sea un tanto menos metálico y más rockero pero aún así intenso. De todas formas, es imposible no notar los puntos de contacto con el pasado. Las composiciones manejan estructuras complejas e impredecibles, la base rítmica se enrosca en angulares elucubraciones conjugando con maestría elegancia y nerviosismo (hasta hay lugar para una serie de mini-solos de batería en, justamente, “D.R.U.M.S.”), las guitarras dibujan riffs inverosímiles y variados (oscuros, pesados, románticos, psicodélicos, refinados, ruidosos, ustedes pidan y ahí lo tienen), hay lugar tanto para melodías dulces como para punzantes disonancias y estallidos gritones, y la voz de Erak conserva ese particular tono, mezcla de Geddy Lee (Rush) y Daryl Palumbo (Glassjaw), y siempre emotivo. Así, lo más interesante de este debut se encuentra en sus dicotomías: la capacidad de sonar complicados y Progresivos y, al mismo tiempo, directos y potentes, la habilidad para rescatar elementos de otras épocas rockeras (en especial de los setentas) y adaptarlas a un sonido cien por ciento actual, las ansías de experimentación y el respeto por las canciones y las melodías gancheras. Un disco que pueden disfrutar tanto el abuelo progreta, como el tío noventista fanático de Faith No More o el atribulado sobrino Emo de la familia.


-Miles Away “Endless roads” (2010)
Miles Away es uno más de tantos ejemplos de que el Hardcore puede evolucionar y renovarse sin por ello dejar de lado sus fundamentos tradicionales. Estos australianos también son un modelo de evolución dentro de un género que no siempre es amigo de tales cosas. Sus primeros trabajos los encontraban con una interpretación del Hardcore potente pero no demasiado personal pero, con el anterior “Rewind, repeat…” (2007), el quinteto incorporó importantes cuotas de melodía e ideas menos ortodoxas, dejando un auspicioso sabor de boca. “Endless roads” (cuarto larga duración del grupo) es ni más ni menos que la culminación triunfante de ese camino. El sonido actual de Miles Away bien puede ser comparable con el de otros adalides modernos como Defeater, More Than Life, Dead Swans o Reconcile, es decir una combinación de la furia intrínseca del Hardcore de la vieja escuela con arreglos melódicos tremendamente emotivos, variantes rítmicas y un trabajo de guitarras que trasciende los tres o cuatro acordes de siempre para adentrarse en armonías y texturas de una profundidad inédita. Claro, es innegable que, en ese terreno, se respire cierto aire a todo aquello que lleva el prefijo Post pero el truco consiste en adaptar esa sensibilidad melódica y esos rebusques más elaborados a la pasión y el empuje visceral del viejo y querido Hardcore de siempre. El resultado final logra un excelente equilibrio entre introspección, rabia (la voz de Nick Horsnell se encarga de que el nivel de adrenalina no decaiga nunca), inventiva (insisto con esas guitarras) y urgencia, transmitiendo una emotividad desgarrada e intensa, que se desangra con cada riff y no sabe de poses artificiales. Ni siquiera importa si les gusta o no el Hardcore, si aprecian la música hecha con honestidad, creatividad y pasión, deberían, como mínimo, darle una oportunidad.


-Nekrasov “Extinction” (2010)
Extinción. Cómo a veces una sola palabra puede resumir de forma tan certera el contenido de un disco es algo que nunca deja de maravillarme. Ok, no es que se trate de un concepto demasiado original, en especial si hablamos de Black Metal pero, de todas formas, lo de Nekrasov tampoco es material trillado o falto de personalidad. Siendo éste un proyecto unipersonal craneado por Bob Nekrasov (ex guitarrista de los Sludge/Drone Whitehorse) no es de extrañar que su forma de encarar el género le escape a la ortodoxia y al lugar común. Básicamente, la propuesta de Nekrasov está más bien cercana a nombres como Thralldom, Wrath Of The Weak, Gnaw Their Tongues o Wold, conjugando la rabia, el nihilismo y la maligna oscuridad del Black Metal con espesas capas de puro ruido, chirridos Industriales, taladrantes bases programadas y hasta cavernosas ambientaciones de claro sabor Drone. Lo interesante es que, a pesar de la experimentación, en “Extinction” sigue habiendo lugar para furibundos ataques sónicos, donde los samples y texturas varias sirven como complemento para los riffs vertiginosos, los ritmos frenéticos y los alaridos desgarrados. Por lo general el disco va enmarcando las composiciones más agresivas y convencionales (bueno, es una manera de decir) entre extensos recorridos del más macabro Ambient/Drone/Noise/Industrial lo cual, por un lado, le da algún respiro a los oídos pero, al mismo tiempo, acrecienta la envolvente sensación de desolación y horror que se respira a lo largo de toda la placa. Y aquí vuelvo a la idea del principio acerca del título. El vaivén entre temas coléricos y acelerados y su contraparte ambiental recrea, en los primeros, el momento exacto en que las ciudades son engullidas por llamas infernales y legiones de demonios dejan caer bombas y ríos de napalm sobre la humanidad y, en los segundos, el desértico paisaje post-apocalíptico que sobreviene luego de tales acontecimientos. Vamos, el tipo de imágenes que cualquier Blackmetalero de ley debería saber apreciar a la hora de escuchar un disco. Así que, amantes del Black, el ruido y misántropos en general, a por él.


-None More Black “Icons” (2010)
Se separaron en enero de 2007 y en julio del año siguiente ya anunciaban una reunión definitiva y la preparación de nuevo material de estudio. Y, a juzgar por lo expuesto en “Icons”, es una suerte que las cosas se hayan dado así. Demasiadas ideas y buenas canciones hubieran quedado en el tintero de otra forma. Para los desprevenidos, None More Black es la banda que el cantante y guitarrista Jason Shevchuk formó luego de la disolución de los legendarios Kid Dynamite (uno de los pilares del Hardcore/Punk de los noventas) y de un período de introspección y estudio universitario. Si todavía siguen perdidos y piensan que esto es una repetición de los veloces himnos de Kid Dynamite bien vale la aclaración de que, ya desde sus inicios, None More Black planteaba una baja de velocidad y una incursión definitiva en terrenos más relajados, melódicos y desprejuiciados. En ese sentido, “Icons” no hace más que confirmar al cuarteto como una propuesta extremadamente personal dentro del Punk de los últimos años. La voz de Shevchuk conserva cierta rasposidad de antaño pero ha ganado en gancho melódico y madura emotividad, las guitarras escapan a los esquemas habituales y se disparan en diversas direcciones (desde rabiosos riffs angulares a la Black Flag hasta progresiones de acordes que rozan el Folk) sin perder nunca de vista la urgencia y la intensidad, la base rítmica mantiene un nivel de energía constante pero con el swing suficiente como para obligar a mover la patita, y las canciones mismas eluden los rótulos facilistas de forma tan natural y espontánea que da gusto, sin necesidad de forzar excentricidades artificiales o poses acartonadas y simplemente concentrándose en su poderío emocional. Y, si el anterior “This is satire” (2006) brillaba por su gancho melódico, aquí el cuarteto gana en variantes sin por ello resignar esa capacidad casi artesanal para construir estribillos irresistibles. Si siguen por este camino, es de esperar que esta reunión dure por un buen tiempo.


-Sailors With Wax Wings “Sailors with wax wings” (2010)
¿Quieren un supergrupo multitudinario de Metal moderno, experimental y ambiental? A ver qué les parece esto: Ted Parsons (Swans, Prong, Godflesh y Jesu, entre otros), Aidan Baker (Nadja), R. Loren (Pyramids, Mamiffer), Colin Marston (Dysrhythmia, Krallice, Behold…The Arctopus, Byla, Infidel? / Castro!, entre otros), Dominick Fernow (Prurient, Ash Pool), Aaron Stainthorpe (My Dying Bride), Jonas Renkse (Katatonia), Hildur Gudnadottir (Múm, Throbbing Gristle), Vern Rumsey (Unwound), Simon Scott (Slowdive) y un par de ignotos más conforman este conglomerado algo excesivo, conocido como Sailors With Wax Wings. Con semejante seleccionado de luminarias, y teniendo en cuenta sus pergaminos, lo primero que uno imagina es una especie de Doom/Ambient/Drone/Shoegaze/Post-Metal espeso, recargado de infinitas texturas y capas sonoras, de aire entre melancólico, psicodélico y soñador, plagado de extensos pasajes ambientales, montado sobre bases aletargadas e hipnóticas, adornado con graves atronadores, dramáticos punteos empapados de delay y melodías etéreas que flotan sobre ese océano de distorsión. Bueno, eso es lo que encontrarán en estos ocho extensos temas que conforman este álbum debut. A esta altura no se puede decir que sea algo demasiado innovador o fresco pero, al menos, queda claro que se trata de un trabajo hecho a conciencia, con una cuidadísima atención al detalle y una innegable profundidad musical. Ok, por momentos suena como una versión más refinada y orgánica de Nadja, en otros como una cruza entre el Jesu más épico y el Katatonia más frágil, y en más de una ocasión remite a un modelo de Shoegaze/Post-Rock que ya hemos escuchado casi hasta el hartazgo en los últimos años. Hasta asoma algo de esa suerte de Post-Black a la Krallice o Pyramids pero con el eje siempre puesto en la melodía. Como dije antes, lo que pueda faltar en originalidad está suplido por una elaboradísima musicalidad, por un afilado instinto melódico y dinámico, y por una producción ampulosa que logra recrear auténticas murallas de sonido sin fisuras, monolíticas pinturas donde diversos trazos armónicos y tímbricos se entrecruzan describiendo imágenes siempre sobrecogedoras y emotivas. En definitiva, para los que todavía no se aburrieron de tanto Post-Lo-Que-Sea esto es material obligatorio y extremadamente disfrutable. Para el resto, sigue siendo una buena opción para relajar el cuerpo y dejar que la mente y el espíritu vuelen sobre cascadas sónicas.


-Shipping News “One less heartless to fear” (2010)
Cinco años después de su última entrega discográfica (el sublime “Flies the fields”), esta especie de supergrupo del Math-Rock de Chicago (cuentan con gente que pasó por Slint, Rodan, The For Carnation, June Of 44 y demás luminarias del género) vuelve al ruedo con un disco grabado en vivo que contiene siete temas nuevos y dos reversiones de viejas canciones. Hasta ahí todo marcha por los carriles de cierta normalidad, lo que resulta absolutamente inesperado es el abrupto cambio estilístico del cuarteto. Donde antes predominaban las composiciones con largos desarrollos y juegos dinámicos, y una cierta introspección atravesada por estallidos de distorsión angular, ahora manda un Noise-Rock muscular, agresivo y con claras referencias a Shellac. Y esto último es un eufemismo, Shipping News suena aquí prácticamente igual a Shellac. Las guitarras raspan con riffs espaciados y arreglos disonantes, el bajo gruñe líneas amenazantes pero siempre controladas, la batería marca esa especie de groove irregular que genera una fuerte sensación de mareo y la voz suena absolutamente idéntica a la de Steve Albini (bueno, en algún momento se asemeja más a la de Mark E. Smith, de The Fall, pero tampoco es que sea tan diferente), con esa tradicional mezcla de rabia, tensión, amargura y asco. Desde ya, todavía hay lugar para las complejidades instrumentales y ciertos climas de antaño (en especial, teniendo en cuenta que aquí hay dos guitarras, lo cual deja más espacio para jugar con contrapuntos y texturas. Aunque todo esto se hace más presente en las composiciones viejas, claro) pero hasta en los pasajes más reposados suenan más cercanos al Shellac más sosegado que al Math-Rock oscuro de sus placas previas. Y en un tema como “The delicate” el mimetismo es tal que da escalofríos. Por supuesto, aquí habría que discutir si hacen bien en dejar de lado su sonido distintivo en pos de emular a un héroe de la adolescencia pero la frescura, la espontaneidad y la solidez exhibidas en estas nueve canciones barren con cualquier tipo de queja. En última instancia, con el tiempo que Shellac se suele tomar entre disco y disco (siete años fue el último período), este “One less heartless to fear” sirve como perfecto aliciente para la espera.


-Vile Intent “Shadow of the skull” (2010)
Punzantes acoples seguidos por tres acordes tocados a velocidad zombie (de los zombies viejos, no los merqueados post-28 days later) nos dan la bienvenida. Luego todo estalla en un torbellino de velocidad y riffs borroneados, sólo para replegarse, segundos después, en otra hipnótica y asfixiante letanía. En el medio, una voz grita descontrolada, como si tratara de seguir el caos rítmico de sus compañeros en medio de un ataque de epilepsia. Ok, esto es Powerviolence. Casi de manual les diría. Los temas son breves, caóticos, urgentes, varían constantemente entre blast-beats frenéticos y rebajes del más espeso Sludge, suenan crudos y mugrientos, y transmiten esa clara sensación de ser interpretados en un sótano polvoriento con el foco puesto en la intensidad antes que en el preciosismo o la claridad. Puede resultar monótono y ya escuchado, claro, pero si nos preocupamos por esas cosas es porque estamos perdiendo el punto. Y, en definitiva, con sólo once minutos de explosiones de ruido, no queda lugar para el aburrimiento ni para reflexiones demasiado profundas. Por otro lado, estos canadienses ofrecen su material (este ep y el demo de 2008) para descargar de forma gratuita en su website (vileintent.likeweeds.org), con lo cual ni siquiera tienen que gastar plata para disfrutar de esta auténtica descarga de adrenalina. Por ahora, la cosa funciona sin problemas, en el futuro es de esperar que se animen a condimentar su amor por los popes del género con alguna que otra idea propia.

3 invocaciones del cosmos:

"Ideal para ponerlo con el volumen en once mientras aspirás una raya de merca y un par de putas te chupan la pija."



pero por el amor de dios!! que es ese vocabulario por dios!!



Ya salen para haya a darle una tunda un escuadron conformado por mirta legran, cristina lemersier y queti de pirolo!

Perdón.

¿Lo arreglamos con dos o tres padres nuestros?

Concha anal no puede fallar nunca.