2 de noviembre de 2010

Reviews: Especial Toca Rápido o Muere! - Parte 3

Por Fernando Suarez.


-Aeon “Path of fire” (2010)
En más de una ocasión se acusó a los suecos Aeon de ser poco más que imitadores de Deicide. Y, si bien queda claro que los primeros discos (los únicos que valen la pena, bah) de Glen Benton y compañía marcaron a fuego sus gustos, hay un ítem particular en el que han superado a sus maestros: aunque parezca increíble las letras de Aeon son aún más pelotudas que las de Deicide. Pero, claro, ¿a quién le importan las letras en un disco de puro y jodido Death Metal, cierto? Es más, si nos ponemos en brutalmente honestos habría que admitir que el Death Metal en general no es un género demasiado ávido de originalidad (ojo, lo mismo puede decirse de otros géneros que hoy en día cuentan con mejor prensa, como el Doom), siempre y cuando cierto estándar de brutalidad se mantenga en lo alto el resto puede quedar en segundo plano. En ese sentido, lo de Aeon en este tercer disco es bastante atendible. Básicamente toman sus influencias de los aspectos más blasfemos y técnicos de Deicide y Morbid Angel y los recrean con una calidad y una convicción de las que no muchos pueden hacer alarde. Por supuesto, se trata de músicos visiblemente virtuosos, que suenan ajustadísimos y precisos, que saben componer riffs y solos que son un auténtico descenso espiralado hacia las entrañas más profundas del infierno, que manejan bastante bien (dentro de lo que el estilo se los permite) conceptos de tensión y liberación, y que ponen todas sus habilidades al servicio de aplastar cabezas sin misericordia. Pero, más allá del innegable nivel técnico instrumental (insisto con los riffs, algunos son como para arruinarse las neuronas intentando seguirlos), lo que pesa realmente es el hecho de que comprenden cómo hacer canciones con gancho sin resignar brutalidad, y ese es el legado más importante de las referencias antes mencionadas. Hasta se permiten algún pasaje de guitarras acústicas y algún siniestro arreglo de teclado que no hacen más que dotar a la placa de un necesario aire, como para tomar aliento y volver la carga con todo. El resultado final es tan sólido y atrapante que me da la sensación que, de haber sido editado a principios de los noventas, estaríamos hablando de un clásico indiscutido.


-Arson Anthem “Insecurity notoriety” (2010)
Debo reconocer que el ep homónimo con el que Arson Anthem debutó en 2008 me había cebado bastante, una breve y certera patada en la mandíbula en forma de Hardcore/Crust rabioso y sin pretensiones. Dos años después, aquí tenemos el larga duración propiamente dicho y las cosas siguen en su lugar. Phill Anselmo (vamos, no me van a hacer tipear las bandas en las que participó, ¿no?) cierra el pico (alabados sean todos los dioses) y se concentra en aporrear su guitarra (con resultados nada desdeñables, vale aclarar), Hank Williams III se sienta tras la batería y la apalea con bronca cavernícola, Mike Williams (voz de Eyehategod y Outlaw Order) escupe bilis con su característico e inconfundible alarido y el ignoto Collin Edgar Yeo…bueno, pobre, cumple una correcta labor en el bajo pero a nadie le importa eso y casi ni se lo escucha. Lo cual, sinceramente, no es un problema, así como tampoco es problema el sonido crudo, los temas cortos y primitivos, la falta de variantes o el simpático cabecismo redneck que se respira a lo largo de toda la placa. Bueno, lo de las variantes es relativo. Si bien predominan los tempos acelerados y los riffs cuadrados, también hay lugar para que el cuarteto demuestre su amor por clásicos Punks como Black Flag o Void, haciendo espacio para algún que otro ritmo más cadencioso, algún que otro rebaje casi Sludge (con semejantes implicados era casi inevitable), algún que otro cambio de ritmo inesperado y hasta algún que otro riff disonante donde el ex émulo de Víctor Sueiro deja en claro lo importante que fue Greg Ginn en su educación musical. Con diecisiete temas en poco más de media hora no hay lugar para la reflexión ni para el aburrimiento, las canciones se suceden como ráfagas de adrenalina sin adulterar y lo que pueda faltar en musicalidad está magistralmente suplido por una energía desfachatada y salvaje que apunta a los instintos más básicos antes que a la elucubración cerebral. Y aún así es imposible no notar que detrás de tanta visceralidad se esconden músicos realmente talentosos y con la suficiente experiencia como para lograr un material atractivo valiéndose de elementos musicales mínimos, algo que no es tan fácil como puede parecer en primera instancia. Una auténtica lección de violencia.


-Cardiac Arrest “Haven for the insane” (2010)
Este tercer disco de Cardiac Arrest es exactamente lo que su título indica, un refugio para los dementes. Creo que desde los gloriosos días de “The bleeding” de Cannibal Corpse que un grupo de Death Metal no lograba trasladarme de forma tan certera e intensa a un escenario de horror psicótico, sádico y sangriento. Sí, ya sé que hay infinidad de bandas de Death Metal que lo intentaron, lo intentan y lo seguirán intentando pero, seamos honestos, la mayoría sólo llega a conformar un simpático chiste de humor negro antes que una auténtica experiencia emocional. En ese sentido, la propuesta de este cuarteto transmite una sensación más cercana a las retorcidas elucubraciones psicológicas de Pig Destroyer que a la caricatura Gore de la mayoría de sus pares Deathmetaleros. Desde ya, hablo sólo del espíritu, en lo musical estos oriundos de Chicago se plantan firmemente en el más puro Death Metal y, ciertamente, están lejos de cualquier tipo de refinamiento nerd o experimental. Las influencias están indisimuladas (los mencionados Cannibal Corpse, el sonido gordo y mugriento de Autopsy, cierto dejo de sórdida melodía a la Carcass, los rebajes apocalípticos de Incantation, un vértigo ominoso en algún lugar entre Morbid Angel y Suffocation, y hasta cierto lejano regusto al Napalm Death menos acelerado) pero el resultado final no remite a nadie más que a Cardiac Arrest. Toman elementos claros de la vieja escuela pero no se quedan en el mero revival, cuentan con el grado necesario de técnica e inventiva pero mantienen un respeto inquebrantable por las canciones, suenan monolíticos y envolventes pero de forma natural y con un dejo de aspereza nada despreciable. Los riffs varían entre una simplicidad primitiva y directa (por momentos hasta rozando la influencia Hardcore que se puede detectar en clásicos como Celtic Frost o Autopsy) y enrosques que evocan vívidas pesadillas teñidas de un espeso tono carmesí, y siempre aportan el gancho y la maldad que las canciones requieren. También hay solos que siguen la mejor escuela Slayeriana y Carcassera, ritmos que van del blast-beat más frenético a la lentitud más agobiante y siempre cuidan el desarrollo dinámico de las composiciones con un sentido del swing poco común en el género, un sonido masivo que se escapa de los parlantes y estrangula los sentidos sin concesiones, y hasta alguna breve e inesperada referencia a los legendarios Big Black de Steve Albini. En fin, si lo de estos oriundos de Chicago ya se venía perfilando como una de las entregas más interesantes del Death Metal contemporáneo, con este perturbador “Haven for the insane” dan un paso más hacia adelante y se plantan en la primera plana del género por derecho propio. No se lo pierdan.


-Father Befouled “Morbid destitution of covenant” (2010)
Como suele suceder también en otros ámbitos musicales, lo más interesante de este revival Deathmetalero que se da en la actualidad son las bandas que, antes que repetir al pie de la letra las premisas de los clásicos, toman su influencia en pos de elaborar un camino de expresión personal que, al mismo tiempo, dote de una brisa de frescura a un género que puede caer muy fácilmente en el estancamiento y la repetición. Nombres como Portal, Vasaeleth o Ignivomous son claros representantes de esa idea y a ellos se puede sumar sin problema la propuesta de Father Befouled. Luego de lanzar un deslumbrante álbum debut (“Obscurus nex cultus” de 2008) y de sufrir el suicidio de su baterista, Antichristus (sí, los miembros de grupo utilizan seudónimos en la más pura tradición Blackmetalera), el cuarteto firmó con Relapse Records para la edición de esta segunda placa que nos ocupa. Y, si tenemos en cuenta que hablamos del sello que editó algunos de los discos más memorables de los legendarios Incantation, no es de extrañar que esa sea probablemente la influencia que se siente con más fuerza aquí. “Morbid destitution of covenant” es pura oscuridad y opresión, variando casi constantemente entre caóticas aceleradas infernales y fúnebres rebajes que generan visiones desesperantes en la mente. Como corresponde a todo buen practicante del Death, los riffs son la parte primordial del asunto. En ese sentido Father Befouled demuestra un alto grado de inspiración, logrando vívidas pinturas de demencia ocultista sin necesidad de caer en barroquismos innecesarios, de cierta forma recuperando el aspecto psicodélico (del lado oscuro de la psicodelia, claro está. Estas no son alucinaciones agradables) que el Death Metal tan bien supo lograr en otras épocas. Lo mismo se traslada a las composiciones, que manejan un sabio equilibrio entre crudeza e inventiva. No representan al costado más básico y minimalista del género (Autopsy, Obituary, Cianide) pero tampoco se van al extremo más técnico del mismo, rescatan los aspectos más lóbregos y enfermizos del Doom y el Black pero siempre adaptados a un latir inconfundiblemente Deathmetalero, descreen de las grandes producciones y reivindican un sonido más bien áspero pero no lo hacen por mera pose sino que lo utilizan como un elemento atmosférico más. Y encima no tienen problemas en jugar con arreglos disonantes o en cerrar la placa con un ominoso tema que consiste básicamente en un siniestro coro adornado por reverberancias varias, que va subiendo de intensidad hasta envolvernos y obnubilarnos completamente en una espesa bruma de delirio satánico. Ideal para todo aquel que aprecie el costado más oscuro y tenebroso del Death Metal.


-Hexxed “The synapse collision” (2010)
Desde el norte de Irlanda llega Hexxed con un disco que suena demasiado ambicioso y bien logrado para ser un debut, pero eso probablemente se deba a que el grupo existe como tal hace más de diez años y recién ahora (luego de demos y algún ep) editan una placa en regla. Decía que se trata de un trabajo ambicioso y no me refiero sólo a los intrincados riffs, las estructuras laberínticas, los ritmos trabados o las varias excelencias interpretativas que se dan cita en “The synapse collision”. También se nota la voluntad de no quedarse nunca en fórmulas establecidas, el afán de experimentar con diversos sonidos e influencias. En los momentos más álgidos la cosa puede remitir al Atheist más furibundo y riffero pero recubierto de un espeso aire de oscuro misticismo que le confiere una personalidad única a la propuesta del quinteto. En ese sentido es de gran ayuda que dos de sus integrantes se encarguen de aportar elementos electrónicos, generando texturas y ambientaciones oníricas, irreales pero firmemente plantadas en terrenos de sombría introspección. Y no se trata sólo de un ocasional acompañamiento, hay lugar inclusive para composiciones enteras de neto corte experimental. También es digna de atención la saludable variedad con la que elaboran la parte vocal (a cargo de tres de sus miembros), variando entre graves gruñidos, alaridos desgarrados y voces melódicas (por momentos hasta similares a los juegos corales de Alice In Chains) muy bien colocadas e interpretadas. A todo eso, sumen pasajes acústicos, arreglos de tono casi espacial, solos que bordean el Jazz, delicados arpegios y melodías evocadoras, y una constante sensación de que cualquier cosa puede suceder aquí. Y, a pesar de su innegable locura, se trata de material controlado, siempre elegante y sobrio, más amigo de la tensión y las atmósferas tenebrosas que del salvajismo o la brutalidad a cualquier precio. Amantes del extremismo metálico más refinado, a por él.


-Inhume “Moulding the deformed” (2010)
Nada mejor que un desayuno nutritivo en tripas, pus y jugo gástrico rancio para comenzar una ardua jornada laboral. Bueno, los chicos de Inhume son holandeses y aman el Metal extremo con malsana pasión, así que es muy probable que no sepan de qué se trata eso de “jornada laboral”. No importa, se nota que entre porros varios y escuchas insistentes a los primeros dos discos de Carcass aprendieron a la perfección cómo componer e interpretar el más nauseabundo Gore-Death-Grind que puedan imaginar. No es que “Moulding the deformed” (cuarto disco del quinteto) sea un dechado de virtudes pero al menos logra mantener la atención (y la diversión) a lo largo de los casi treinta y siete minutos que dura. Tenemos los elementos esperables: riffs enfermizos y mugrientos, bases frenéticas y ajustadísimas, voces (a cargo de dos cantantes) que alternan entre profundos gruñidos guturales y punzantes chillidos agudos, blast-beats taladrantes, ocasionales rebajes Hardcorosos, sonido sucio y claro al mismo tiempo (aunque hay pasajes donde la guitarra queda un poco abajo en la mezcla), mucho humor negro y esa constante sensación de violencia tan extrema y repugnante que resulta casi caricaturesca. Nada nuevo, nada original pero hecho como Bill Steer manda (o mandaba al menos). Y aún así es importante destacar que no estamos hablando de los típicos clones de Carcass que tanto abundan en el underground metálico extremo. La influencia es innegable (en especial en algunos riffs) pero Inhume se las arregla para tomar también otras referencias (algo del viejo sonido sueco, algo de Mortician, algo de Cannibal Corpse, algo del Napalm Death de principios de los noventas) que terminan por darle cierto color más o menos particular a su propuesta. Un color más bien amarronado, claro. En fin, algunos podrán tildar a este trabajo de pasatista e infantil y no seré yo quien los contradiga pero siempre vienen bien algunos chistes escatológicos para levantar el ánimo.


-Jesus Cröst “010” (2010)
Dos holandeses obsesionados por el fútbol y autodefinidos como Grindcore Hooligans, dos tipos con el suficiente sentido del humor y tiempo al pedo como para dedicarse sin problemas a torturar sus instrumentos hasta arrancarles los sonidos más frenéticos y bestiales, dos flaquitos pelados que sólo necesitan dieciséis minutos para apilar veintitrés estallidos de pura excitación y descontrol. En algún lugar entre el Powerviolence más histérico y el Grindcore más caótico, Jesus Cröst vomita un latigazo eléctrico tras otro, breves explosiones de puro caos que obligan a que la mente corra carreras imposibles para tratar de entender cada riff, cada blast-beat, cada frenético corte, cada ocasional rebaje, cada alarido. No se trata de un grupo experimental, no a la manera de Discordance Axis o Man Is The Bastard, al menos. Pero, sin embargo, tampoco se conforman con simplemente repetir los aspectos más primitivos de sus influencias. Aquí hay potencia desmedida, rabia constante y ni un atisbo de refinamiento o delicadeza, pero también hay un vértigo de ideas, riffs y desborde rítmico que deja sin aliento y, al mismo tiempo, denuncia un nivel de interpretación ajustadísimo. De alguna manera, logran ser absolutamente viciosos, viscerales y espontáneos sin por ello resignar vuelo creativo. El punto está en que la imaginación de estos tipos parece provenir más de las entrañas que del cerebro, a juzgar por la energía contagiosa y afiebrada que despliegan en este tercer álbum. También es destacable el hecho de que, siendo sólo dos integrantes (guitarra/voz, y batería), logren un sonido tan compacto y relleno. En fin, antes de que puedan sentarse a analizar estas cuestiones el disco habrá concluido y estarán preguntándose de dónde vino el camión que se los llevó por delante.


-Kill The Client “Set for extinction” (2010)
Calculo que si uno viviera en Texas, rodeado de rednecks y del extracto más rancio, retrógrado y conservador de la cultura norteamericana, también se sentiría obligado a practicar un Grindcore tan brutal e implacable como el que Kill The Client nos viene entregando desde principios de la década pasada. Aunque viviendo en un país como Argentina es difícil ser ajeno a emociones iracundas. Una breve intro con algún discurso político, una amenazante marcha groovera y se desata el infierno de blast-beats, alaridos y riff borroneados. Así comienza este tercer larga duración de Kill The Client y nada lo puede detener en su afán de generar las sensaciones más violentas que quepan en el ser humano. Bueno, eso de larga duración es un decir. ¿Diecinueve temas en poco más de veintiséis minutos les parece bien? Si no les parece, se joden y se lo tragan, esto no es material para andarse con delicadezas. Ok, sí, en algunas vueltas un tanto más enroscadas puede asomar cierto aire al Brutal Truth más experimental y tampoco faltan los rebajes Hardcorosos (la impronta de Nasum también se nota en más de un pasaje. Y bienvenida sea) ideales para imitar un severo ataque de epilepsia. O sea, los tipos están enojados, muy enojados, pero saben perfectamente cuando bajar un cambio para que el ataque subsiguiente sea aún más violento. A eso súmenle un sonido excepcional, tan claro como potente, y el resultado final es una inefable paliza a los sentidos. Ni siquiera hay tiempo para pensar si tal o cuál riff ya lo escucharon antes o mariconadas por el estilo. “Set for extinction” es excitación y agite constante, energía desbordada y contagiosa que se mete en los huesos y los hace polvo a fuerza de vértigo, mugre y odio visceral. ¿Qué quieren qué les diga? ¿Qué el baterista parece una máquina de movimiento perpetuo y que debe tener brazos de adamantium? ¿Qué las guitarras y el bajo son un indestructible tanque que dispara munición gruesa en forma de riffs? ¿Qué las voces hacen hervir la sangre con cada grito? ¿Qué cada canción es lo más parecido a colocarse explosivo plástico en la mente que se escuchó en mucho tiempo? Vamos, esto es Grindcore, sería redundante tener que aclarar semejantes cuestiones.


-Laethora “The light in which we all burn” (2010)
Teniendo en cuenta que desde la época de “The mind’s I” (o sea, 1997) la propuesta general de Dark Tranquillity no me mueve un pelo, ni en mis más afiebrados sueños hubiese pensado que un proyecto craneado por su guitarrista Niklas Sundin (que, para peor, alguna vez fue miembro de Hammerfall) llegara a interesarme. Mucho menos si en dicho proyecto cuenta con la compañía de casi el plantel completo de los góticos The Provenance. En ese sentido, es mejor aclarar desde el principio que aquellos que esperen algo del Melodeath que suele entregar Dark Tranquillity se sentirán irremediablemente decepcionados. Ahora bien, si disfrutan del Death Metal con impronta violenta y moderna, con importantes cuotas de Hardcore (la voz del vocalista Jonatan Nordenstam se me hace como una especie de Dwid Hellion, de Integrity, en versión Death), condimentado con toques de Grindcore, Black Metal y hasta alguna que otra disonancia, entonces encontrarán en este segundo álbum de Laethora un bocado nada despreciable. Es curioso como por momentos la cosa suena a una suerte de Morbid Angel con corazón Hardcore y aún así estamos lejos de lo que se conoce como Deathcore. En primer lugar, las canciones (aún con sus cambios, cortes y quebradas) tienen forma de canción y no de mero amasijo de riffs y blast-beats, lo cual denuncia su pasión por la vieja escuela a pesar del sonido y ciertos modismos más actuales. En segundo lugar, el aspecto rítmico está bien balanceado, manejando distintas variantes sin abusar de ninguna de ellas y dejando siempre espacio para el groove y el gancho sin por ello resignar agresión. En tercer lugar, las guitarras cumplen una destacada labor, no sólo en lo que hace a riffs carniceros (a veces a toda velocidad, a veces machacantes y mosheros, a veces trabados) sino también a una cuidadosa construcción de texturas distorsionadas que le dan un sabor bastante particular a la placa. Ojo, no todo es palo tras palo, hay lugar para momentos de tensa calma introspectiva y hasta para algún que otro arreglo de guitarra melódico pero en esos casos es cuando asoma la cabeza la influencia Blackmetalera del quinteto antes que su herencia gotemburguesa. Queda claro, entonces, que el clima predominante es de violenta oscuridad, que esto no tiene nada que ver con las otras bandas de los involucrados y que, en definitiva, se trata de un material fresco, personal, potente y que me obligó a meterme mis prejuicios en el orto.


-Melechesh “The epigenesis” (2010)
En teoría, y debido a su prominente empleo de elementos musicales folklóricos del Medio Oriente en un contexto de Metal extremo (que los llevo a ensayar la definición Mesopotamian Metal. No se rían, es en serio che), Melechesh bien podría ser considerado como el Nile del Black Metal. Disco a disco, estos israelitas (radicados en Holanda desde 1998 por motivos personales, profesionales y de persecución religiosa) vienen superándose y demostrando que son a Celtic Frost lo que los mencionados Nile a Morbid Angel. O algo así. Envuelto en un sonido apabullante llega “The epigenesis” (quinto álbum del grupo) y todos los que esperábamos un épico despliegue de Black Metal guitarrero, sobrecogedor y teñido de exótico misticismo estamos de parabienes. El cuarteto no ha perdido ninguna de sus cualidades y sigue puliendo su sonido hasta elevarlo a cúspides insospechadas de tridimensionalidad musical. Las guitarras se debaten magistralmente entre esos riffs primitivos y carnosos (de pura cepa Celticfrostera) y esas melodías humeantes y maliciosas, con fuerte sabor a ocultos rituales sumerios, desgranando atrapantes desarrollos casi cinematográficos con una profundidad musical superlativa e intoxicante. La base rítmica arrasa con la fuerza de una estampida de elefantes, al tiempo que maneja las intrincadas dinámicas de las composiciones (en especial cuando juegan con sinuosos ritmos mediterráneos) con una naturalidad pasmosa, haciendo espacio para una rica interacción entre el bajo y la batería, algo no muy común en el género. Coronando ese despliegue de grotesca grandilocuencia tenemos las habituales voces chillonas y los ocasionales arreglos con teclados, percusiones y varios instrumentos tradicionales (buzuki, yayli tanbur, azerí tar, sitar indio, santur persa y demás chirimbolos oriundos de lugares que uno ni sabe dónde están). Pero eso es sólo el envoltorio (atractivo, para qué negarlo) que embellece a la verdadera sustancia que, como siempre, son las canciones mismas. Ellas son las que guían este misterioso y embriagador viaje, subiendo la intensidad cuando es necesario, dibujando arquitecturas plagadas de detalles, envolviendo la percepción en espesas brumas desérticas o sencillamente desatando infiernos musicales que se expanden hasta sobrecargar al máximo los sentidos. Desde ya, no es un trabajo de digestión rápida, exige atención concentrada y una entrega emocional despojada de prejuicios pero da como recompensa un caudal de música que trasciende los sonidos y se planta firmemente en un campo casi cinematográfico.


-Plutocracy “Off the pigs” (2010)
Ciudadanos ilustres de la primera camada Powerviolence (con lazos directos con bandas como Spazz, Capitalist Casualties y Agents Of Satan, entre otras) que asoló las costas californianas a fines de los ochentas y principios de los noventas, Plutocracy hace su segundo regreso (el primero fue en 1998, para honrar al fallecido Dan "Zodiac Iller" Hogan con el disco “Sniping pigz”, editado dos años después) con un breve ep de siete temas (bueno, seis y una intro) en quince minutos y demuestra, una vez más, que su propuesta cuenta con valores propios que los distinguen en la incesante marea de blast-beats, gruñidos y riffs vertiginosos. Los fundamentos estilísticos del cuarteto están firmemente plantados en ese Hardcore extremo, acelerado, sucio y caótico que es casi la espina dorsal del género pero Plutocracy, a diferencia de gran parte de sus contemporáneos, siempre dejó un mayor espacio para el costado metálico del asunto, incorporando riffs de sabor claramente Deathmetalero, machaques bien marcados y portentosos, babosos rebajes Sludge y hasta ciertas extravagancias rítmicas y guitarrísticas dignas del Voivod más agresivo. Al mismo tiempo, siempre se hizo presente su gusto por incluir samples (especialmente tomados del Hip-Hop) y ruidos varios, y enmarcar todo ello en composiciones absolutamente esquizofrénicas e impredecibles adornadas siempre por esos entrañables alaridos desprolijos que gritan manifiestos anarquistas como si no hubiera un mañana. “Off the pigs” expone, justamente, todos esos elementos, los amplifica con un sonido claro y potente (la gordura de las guitarras es sencillamente irresistible, cortesía del ingeniero Billy Anderson, amo de los graves) y hasta se da el lujo de contar con invitados como Lord Balsac (vocalista de Agents Of Satan), el mencionado Anderson, Dj Eons (seudónimo que oculta al ex Spazz Dan Lactose en su rol de DJ) y el inmortal Eric Woods de Man Is The Bastard/Bastard Noise, que toma las riendas para cerrar el disco a puro ruido y voz gutural atravesada por chillidos taladrantes en el alucinógeno “Funeral pork harvest”. En fin, es una pena que la diversión se termine tan rápido pero ya conocen el dicho, lo bueno si breve dos veces bueno. Ahora, explíquenle eso a Trent Reznor.


-The Crown “Doomsday king” (2010)
Nacieron como Crown Of Thorns, tuvieron que reducir su nombre a The Crown por cuestiones legales, cambiaron de cantante brevemente en 2002 (cuando el ex At The Gates Tomas "Tompa" Lindberg reemplazó a Johan Lindstrand para la grabación de “Crowned in terror”), Lindstrand volvió para registrar “Possessed 13” y “Crowned unholy” (este último una regrabación de “Crowned in terror”) y al poco tiempo se disolvieron definitivamente. O casi. En diciembre de 2009 decidieron volver al ruedo pero esta vez reclutando al ex God Macabre Jonas Stålhammar como vocalista y este “Doomsday king” (los guiños autorreferenciales en los títulos de sus discos son moneda corriente) es el resultado de dicha asociación. Aquellos familiarizados con la propuesta del quinteto sabrán qué esperar, aquí no hay sorpresas ni cambios de rumbo inesperado. Para el resto, bien podríamos decir que The Crown es casi como un resumen perfecto del Death sueco a lo largo de toda su historia. Mantienen la agresividad y el sonido de guitarras mugriento y medioso típico de Estocolmo a fines de los ochentas, se le animan a la melodía y los machaques Thrashers de la escuela de Gotemburgo (más del lado de At The Gates que de In Flames o Dark Tranquillity, bien vale aclarar) y hasta tienen lugar para el groove violento y pendenciero del Death N’ Roll. Dentro de esos parámetros se mueve esta flamante placa y no hay necesidad de exigirles mucho más. Queda claro que a los tipos no les interesa otra cosa más que partir cabezas a puro riff y doble bombo y, mientras lo hagan con semejante nivel de energía, las objeciones y los planteos pueden quedar para otra ocasión. Habría que aclarar que el elemento Thrasher es el que predomina (más allá de las voces, claro, podridas y extremas como corresponde), con un catálogo de riffs que pondrían orgullosos a Kerry King y Jeff Hanneman, y una ajustadísima labor rítmica que invita a un headbanging casi constante. De todas formas, la naturaleza misma de la música de The Crown les permite jugar con variantes rítmicas (desde vertiginosos blast-beats hasta rebajes bien grooveros) y dinámicas sin por ello dejar de imprimirle su sonido propio a cada uno de los cuarenta y cuatro minutos que dura el disco. Por lo demás, se trata de diez sólidas canciones que suplen lo que pueda faltarles en vuelo creativo con una intensidad, un gancho y una soltura envidiables. En fin, los seguidores del grupo estarán de parabienes y aquellos que nunca se interesaron seguirán con sus vidas como si nada.


-The Wretched End “Ominous” (2010)
Aquellos que ronden los treinta años de edad probablemente recuerden las épocas en que, rebosantes de entusiasmo adolescente, éramos capaces de comprar un cd simplemente porque el arte de tapa nos resultaba atractivo. Bien, debo confesar que mi interés a la hora de escuchar un nuevo proyecto liderado por Samoth (ex Emperor y Zyklon) y su seis cuerdas no era muy alto, en especial debido al flojo “Disintegration” (un disco que empalidece notablemente ante el genial “Aeon” que lo antecedió) con el que se despidió Zyklon en 2006. Pero mi curiosidad creció gracias a una tapa tan buena que se inscribe sin dudas en lo mejor del año y, aunque parezca estúpido (y probablemente lo sea), hace que las expectativas renazcan y suban su cotización. Y debo decir que, precisamente, el espíritu gris y apocalíptico que hacía tan interesante al mencionado “Aeon” aquí se vuelve a hacer presente, aunque en un contexto musical diferente. Si Zyklon era estricto Death Metal con apenas algún que otro rastro del Black Metal de antaño, The Wretched End se erige como una propuesta más abierta y difícil de encasillar, aún sin irse por las ramas ni apuntar a ningún tipo de experimentación vanguardista. Básicamente estamos hablando de una personal cruza de Thrash (desde Slayer y Sepultura hasta Pantera y el Strapping Young Lad más moderado), Death y Black Metal, enfundada en un sonido moderno y con el objetivo manifiesto de representar “la banda sonora de un colapso ecológico”. Si tuviera que elegir una referencia cercana, diría que esto es algo así como una versión noruega y más oscura de los suecos Darkane en la época de “Insanity” o “Expanding senses”. Las voces manejan un buen equilibrio entre extremismo y articulación, sin irse casi nunca al punto más gutural, más bien manteniéndose en una tonalidad rasposa pero siempre agresiva. La base rítmica expresa con destreza y precisión inhumana la dinámica entre violenta y ominosa (claro) de las composiciones, y la guitarra, como era de esperar, es la que lleva la batuta con sus magníficos riffs, a veces machacantes y Slayerosos, a veces más enroscados, a veces con marcado groove, a veces con clara impronta Blackmetalera (esos tonos menores), por momentos inclusive jugando con alguna que otra melodía entre épica y siniestra que apuntale y termine de dar forma a las visiones entrópicas propuestas por el trío. Inclusive hay espacio para algunos teclados y samples ocasionales, que contribuyen notablemente al propósito musical del grupo. En fin, vuelvo a la estupidez del principio y tengo que reconocer que el arte de tapa le hizo justicia al material, superando mis expectativas y entregando doce sólidas canciones que deberían convencer a cualquiera que aprecie el Metal extremo hecho con clase y convicción.

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