14 de mayo de 2012

Reviews Express

Por Fernando Suarez.




-Clubroot “III-MMXII” (2012)
Melancolía urbana, beats aletargados, graves casi subliminales, climas embotadores...sí, estamos hablando de Dusbtep. Del más melódico (por así llamarlo) y emocional, con más de una deuda a Burial (¿quién, dentro de este sub-género, no la tiene?) y una prominente labor de teclados que van de la abstracción al melodrama casi sin inmutarse.





-Earth “Angels of darkness, demons of light II” (2012)
Si la primera parte de este “Angels of darkness, demons of light” (editada el año pasado) ya había encendido una pequeña luz de alarma en lo que respecta a ideas frescas, gancho e intensidad, aquí la cosa se pone un tanto preocupante. No me quejo de que Dylan Carlson y los suyos se mantengan dentro de parámetros estilísticos bastante rígidos (al fin y al cabo, son los mismos parámetros que nos dieron obras maestras como “Hex: Or printing in the infernal method” y “The bees made honey in the lion’s skull”), sino de la falta de chispa que exponen estas nuevas composiciones. Insisto, no es un mal disco pero, a esta altura, uno espera más de un grupo como Earth.





-JK Flesh “Posthuman” (2012)
¿Puede ser qué a este tipo todo le salga bien? El nombre de este nuevo proyecto ya trae (para los seguidores del buen Justino) reminiscencias de Techno Animal y si imaginan una cruza entre los momentos más opresivos de aquel grupo, algo del Godflesh más experimental (digamos de la época de “Us and them”), la corrosión extrema de GreyMachine y un claro interés por los exponentes más brutales del Dubstep de los últimos años, no estarán mal rumbeados. Otra de esas delicias agridulces a las que Don Broadrick nos tiene mal acostumbrados, que se mete de cabeza en lo mejor del año.





-Loincloth “Iron balls of steel” (2012)
¿Metal matemático? ¿Y no es Meshuggah ni nada que se le parezca? Bueno, sabiendo que aquí hay gente que militó en bandas como Confessor y los legendarios Breadwinner (si no los conocen, pregúntenle a los muchachos de Don Caballero), podemos llegar a comprender un poco mejor por dónde vienen los tiros en estas “bolas de hierro de acero” (les juro que así se traduce el título del disco). Otra referencia, sólo para entendidos, podrían ser The Fucking Champs pero (por suerte) sin esos ridículos acercamientos al Metal clásico. En fin, para amantes del virtuosismo (vale aclarar que se trata de material enteramente instrumental) puesto al servicio de la contundencia y la enfermedad es un buen bocado pero tampoco esperen grandes voladuras de peluca.





-Ministry “Relapse” (2012)
El tío Al nos viene mintiendo hace bastante con eso de que Ministry se termina y, la verdad, es que desde “Houses of the Molé” (2004) sus trabajos discográficos son, en el mejor de los casos, un jovial ejercicio de nostalgia y, en el peor (discos en vivo, remixes, discos de covers, grandes éxitos), un choreo a mano armada. “Relapse” cae en la primera categoría y se balancea entre temas energéticos pero sin imaginación, bodrios que rozan el bochorno y un simpático cover del “United forces” de S.O.D.. Qué sé yo, podría ser peor pero, si lo comparamos con cualquier disco de Ministry editado entre 1986 y 1996, éste directamente no existe.





-Pharaoh Overlord “Lunar jetman” (2012)
La criatura lisérgica del finlandés Jussi Lehtisalo no detiene su marcha cósmica. Con más de diez años sobre sus espaldas, y habiendo explorado diferentes facetas del Rock más volado (desde el Kraut al Hard Rock, pasando por el Stoner, ciertos experimentos ruidosos y hasta el Free-Jazz), Pharaoh Overlord resume, en esta décima placa, varias de sus inquietudes musicales: el minimalismo, la repetición, el riff, la distorsión, el equilibrio entre abstracción armónica y contundencia rítmica, y, desde ya, el envolvente trance psicodélico que lleva a la mente de paseo por paisajes irreales. Todo esto tocando, en algún punto, los diversos estilos antes mencionados y fundiéndolos en un todo que enmarca la identidad del grupo. Tengan a mano algunos chocolates.





-Tragedy “Darker days ahead” (2012)
Es una pena que el estilo de Crust imbuido de oscuridad melódica y épica apocalíptica que Tragedy viene perfeccionando desde 1999 (y que ya habían patentado en His Hero Is Gone, su anterior encarnación) se haya vuelto un lugar común dentro del underground extremo (por llamarlo de alguna forma. Y sí, por si no lo habían notado, el hipsterismo también afecta al Metal y al Hardcore) de los últimos años. No es nada nuevo, alguien tiene una buena idea y, luego, miles de peleles sin talento ni fuego en el alma la repiten hasta vaciarla de contenido e intensidad. Es una suerte, no obstante, que Tragedy siga en actividad (aunque se hayan tomado seis años desde el anterior “Nerve damage”) y lo haga con la ardiente vitalidad que los caracteriza, aún cuando el tipo de música que practican ya no genere el impacto de antaño (me debo estar poniendo viejo).





-Whirr “Pipe dreams” (2012)
Nick Bassett, guitarrista de los Neo-Blackemtaleros Deafheaven, se junta con otra gente para jugar a My Bloody Valentine y, la verdad, le sale más que bien. Es más, hasta se puede decir que se animan con alguna que otra idea propia, algo no muy habitual en esta suerte de revival Shoegazero de los últimos años. Mucha distorsión, muchas guitarras con muchos efectos y melodías que estallan de pura belleza etérea.





-Xasthur “Nightmares at dawn” (2012)
¿Noventa minutos de Black Metal depresivo, asfixiante y atmosférico? Hay que tener resistencia para tragárselo de un saque pero, seguramente, el mundo tenga suficientes masoquistas que sabrán apreciarlo. Para los interesados en Xasthur, mejor atenerse a la etapa que va de “Telepathic with the diseased” a “All reflections drained”. Es que...noventa minutos, te la regalo.





-Zombie Western “The great migration” (2012)
Post-Rock instrumental, bastante atmosférico (o sea, más cerca de Mogwai o Godspeed You! Black Emperor que de Slint o Tortoise) y con claros guiños soundtrackeros, en especial por el lado de los Westerns (obviamente) de Ennio Morricone. Música para imaginarse sentado en una mecedora, contemplando un eterno atardecer en un rural páramo desolado.

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