23 de abril de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Blood From The Soul “To spite the gland that breeds” (1994)
Es probable que tanto los fanáticos de Napalm Death como los de Sick Of It All ya estén al tanto de este viejo proyecto conformado por Shane Embury de los primeros y Lou Koller de los segundos. Recién durante los noventas Embury pudo dar rienda suelta al amor que, ya en los primeros años de Napalm Death, profesaba por grupos como Skinny Puppy, Swans, Killing Joke, Slab!, Throbbing Gristle o el primer Public Image Ltd., a través de proyectos paralelos como Meathook Seed (de sabor Metálico/industrial y junto a Mitch Harris y miembros de Obituary), Malformed Earthborn (de corte más experimental y con gente de Brutal Truth y Exit 13. Aboslutamente recomendado para todo aquel que aprecie el costado más corrosivo, espeso y caótico de la Música Industrial) y el que nos ocupa. Resulta curioso (o no tanto) que las referencias más inmediatas a la hora de describir el sonido de Blood From The Soul sean dos bandas lideradas por ex miembros de Napalm Death: Godflesh y el primer Scorn. Efectivamente, lo que aquí tenemos es una violenta combinación de aplastantes ritmos mecanizados, guitarras de sonido gordo y comprimido, envolventes arreglos disonantes, un bajo que raja la tierra, atmósferas de absoluta opresión, amagues de melodía entre oscura y psicodélica, borrosas visiones apocalípticas y densas capas de envolvente y monstruoso ruido electrónico. Hay una diferencia, por supuesto, y allí es donde entra el menor de los hermanos Koller. No sólo sus crudas vocalizaciones (no muy diferentes a sus habitual faena en Sick Of It All) le imprimen un claro latir Hardcore a las composiciones, también da la sensación de que fue su influencia (aunque esto sólo sea una especulación. En definitiva, por esa misma época, Napalm Death comenzaba a experimentar con ritmos similares a los que se encuentran en esta placa) la que hizo que el buen Shane se centrara en los tempos más frenéticos y contracturados del manual Godfleshero, antes que en los más lentos. El resultado final no sólo es extremadamente intenso y personal, si no que, directamente, se erige como una de las piezas más destacadas del Metal extremo de los noventas. Desde ya, es una pena que Blood From The Soul sólo haya dejado este álbum como legado (aunque hubo rumores de un segundo disco que Embury planeaba junto a Mirai Kawashima de Sigh y sin Koller, pero nada se sabe hasta el momento sobre eso) pero, ante la posibilidad de que hubieran bajado el nivel, tal vez sea mejor de esta forma. Indispensable para fans de Napalm Death (especialmente entre 1994 y 1997), Sick Of It All, Godflesh y el Metal Industrial en general.


-Rachel’s “Music for Egon Schiele” (1996)
Sin ser un entendido en la materia, ni mucho menos, debo decir que la mayoría de los intentos de acercamiento entre el Rock y la mal llamada Música Clásica me resultan pastiches pretensiosos y mal terminados. O sea, poner a una orquesta entera a interpretar temas básicos de Rock como “Smoke on the wáter” o “Enter sandman” (por sólo mencionar dos de los ejemplos más conocidos), junto a cuatro o cinco pelilargos aporreando sus instrumentos, termina diluyendo las cualidades de ambos géneros en vez de resaltarlas. El Rock pierde su crudeza y visceralidad, mientras que se extrañan, al mismo tiempo, la profundidad y riqueza tímbrica, armónica y dinámica que suele caracterizar a lo que conocemos como Música Clásica. Por supuesto, hay excepciones y ellas se suelen dar en artistas que, en lugar de buscar inspiración en el barroquismo de Bach y Mozart o la pompa bombástica de Wagner, adoptan estilos más desestructurados, experimentales y cercanos a la atonalidad como los de Claude Debussy, Igor Stravinsky o Béla Bartók. Dentro del Rock, probablemente el género que mejor maneja estas pautas sea (al margen de gente como Frank Zappa o King Crimson, claro, instituciones en sí mismo en el campo) el Post-Rock, en especial grupos como Talk Talk (en sus dos últimos discos, “Spirit of Eden” de 1988 y “Laughing stock” de 1991), A Silver Mt. Zion, Gastr Del Sol o Tarentel. Con una asociación directa a nombres grandes del espectro del Post-Rock y el Math-Rock como Rodan, June Of 44, Shipping News o The Sonora Pine, Rachel’s cuenta con sus credenciales en orden. El núcleo mismo del grupo lo componen Jason Noble (en guitarra, bajo y cintas), Christian Frederickson (en viola) y Rachel Grimmes (en piano) pero a ellos se suman en sus discos (este es el segundo de ellos, precedido por “Handwriting” y seguido por “The sea and the bells”, “Selenography” y “Systems/Layers”), una multitud de músicos interpretando instrumentos tales como el contrabajo, el violoncelo, el vibráfono, la batería, el violín, los timbales, la trompeta y el clarinete, entre otros. “Music for Egon Schiele”, dada su naturaleza mucho más austera (la instrumentación se reduce a piano, viola y violoncelo) e intimista, tal vez no sea la placa más representativa de Rachel’s, aunque sí la más efectiva y aquella que demuestra que no hace falta caer en la sobrecarga al pedo para concebir música “culta”. El trabajo fue concebido como banda sonora para una producción teatral que relataba la vida y obra del pintor austríaco al que alude el título y que fue representada por el Itinerant Theater Guild en la Universidad de Illinois, Chicago, en mayo de 1995. Como podrán imaginar, las composiciones poco y nada tienen que ver con las sonoridades y las estructuras típicas del Rock pero, ojo al piojo, tampoco les van a sonar parecidas a la novena sinfonía de Beethoven. En su mayor parte se trata de piezas breves (a un promedio de cuatro minutos por tema), delicadas, cargadas de espesa melancolía romántica y cegadora belleza, guiadas por el piano (Grimmes figura como compositora de la obra en su totalidad) y adornadas de forma sutil por el resto de los instrumentos. El trabajo melódico puede recordar a Maurice Ravel (compositor del famoso “Bolero”) e inclusive a Astor Piazzolla en su faceta más contemplativa, aunque la influencia que el grupo admite como más fuerte es la del compositor minimalista inglés Michael Nyman, autor de (entre innumerables obras) la banda sonora de la película “La lección de piano”. Pero, claro, esas son referencias que sólo unos pocos pueden entender. Lo importante es que se trata de música inspiradora y elevadora, generadora de imágenes vívidas y evocadoras, de sentimientos punzantes y desgarradores, capaz de alcanzar la misma intensidad emocional del Rock pero a través de vías diferentes y con una profundidad musical que a éste le suele ser ajena, al menos en términos académicos. Desde ya, mi intención no es desmerecer al Rock (que sigue siendo mi música preferida), tan sólo se trata de no ser necio y poder apreciar otras formas de música, de aceptar que, muchas veces, las pretensiones de complejidad en su seno resultan auténticos bochornos cuando son comparadas con música realmente compleja. En fin, todo eso, en cualquier caso, quedará para otra discusión, lo importante aquí es abrir la cabeza y el corazón y dejarse inundar por todo este incesante y embriagador caudal de música. Les aseguro que vale la pena.


-El Guapo “The geography of dissolution” (2000)
A diferencia de muchos de sus compañeros de escudería en Dischord Records, El Guapo (no confundir con Guapo, el trío británico de similar impronta experimental pero resultados más oscuros) no representa necesariamente esa impronta de nerds con corazón Hardcore/Punk rockeando hasta dejar la última gota de sudor sobre las tablas. Ellos son nerds que van por más y generan un universo de ríspidas formas musicales que, probablemente, sólo sea apreciable por otros nerds como ellos. Luego de un simple homónimo, un ep (“The burden of history”) y un disco de estudio (“The phenomenon of renewal”), “The geography of dissolution” (el único disco del grupo editado por su propio sello, Mud Memory y también el único registro del mismo como cuarteto) muestra a El Guapo casi cortando amarras definitivamente con el Rock y metiéndose de cabeza en las convulsionadas aguas de la improvisación libre. El disco consiste en dos sets grabados en vivo en 1999, el primero en Washington D.C. y el segundo en New York, en ese antro de la vanguardia más vanguardista conocido como Tonic. La primera mitad resulta ser la más caótica e impredecible, aquella donde los músicos parecen dar rienda suelta a un costado más bien lúdico aunque siempre con un dejo de malicia asomándose. De alguna manera, se pueden hallar similitudes con el Free-Jazz más abstracto y con los experimentos deformes de próceres como Derek Bailey y John Zorn, aunque el núcleo claramente Punk se hace sentir en todo momento. En ese sentido, la segunda parte, con un clima mucho más tenso y oscuro, se acerca más a los viejos sonidos de la No-Wave neoyorquina. Desde ya, el núcleo sonoro sigue siendo la tradicional formación rockera (guitarra, bajo y batería) pero a eso se le suman teclados, acordeón, oboe, cuerno inglés, glockenspiel y voces a cargo de los cuatro integrantes, lo cual expande la paleta tímbrica de forma notable y refuerza la sensación de que todo es posible aquí. En su posterior entrega de estudio (“Super/System”, que daría nombre a la siguiente encarnación de El Guapo, tras su partida al sello Touch & Go) tomarían lo experimentado aquí y le darían una forma un tanto más reconocible, borrando aún más las distinciones entre la experimentación sin límites y la visceralidad Punk. Luego llegaría la despedida con el extraño y melódico “Fake french”, un disco más volcado a la electrónica y plagado de excelsos juegos vocales que marcaría el camino a recorrer en el futuro, ya bajo el nombre de SuperSystem. En fin, no se trata de material fácil ni accesible pero, al mismo tiempo, resulta inesperadamente ajustado y enfocado si tenemos en cuenta que se trata en su totalidad de improvisaciones. Indispensable para aquellos que busquen propuestas desafiantes dentro del Rock.


-Revolting Cocks “Cocktail Mixxx” (2007)
Sí, ya sé. Con los Revolting Cocks a punto de ditar una nueva placa de estudio (sutilmente titulada “Got cock?”) puede parecer absurdo ocuparnos de un disco de remixes de hace tres años y que ni siquiera corresponde a su más reciente entrega discográfica (me refiero claro, a “Sex-O Olympic-O”, un álbum que, de hecho, contó con sus propios remixes agrupados en “Sex-O MiXXX-O”, ambos lanzados el año pasado) pero, ¿a quién le importan esos detalles? Por lo general, este tipo de trabajos no suelen ser más que un divertido (en el mejor de los casos) ejercicio de deformación electrónica sin demasiado valor artístico. “Cocktail Mixxx” bien puede ser considerado como la excepción que confirma la regla. Más que remixes, estas son versiones mejoradas y amplificadas de los temas aparecidos en “Cocked and loaded”, el disco que marcó el regreso de Revolting Cocks luego de trece años de silencio discográfico. Y no es que aquel no fuera un gran disco en sí mismo, es sólo que aquí, gracias a la afiebrada labor de Phildo Owens (ex Skatenigs), Luc Van Acker (miembro fundador de Revolting Cocks y colega de Front 242) y, especialmente, Clayton Worbeck (a cargo de nueve de los once remixes), esas excelentes canciones se transforman en perfectas mini-sinfonías de Música Industrial con pulso Punk y desconcertante vuelo lisérgico. Los elementos característicos del grupo están allí: beats martilleantes y repetitivos (tan aptos para el baile como para el pogo más frenético), las irresistibles, pegadizas y omnipresentes líneas de bajo, el delirante sentido del humor, los oxidados (en el buen sentido) riffs metálicos, las voces deformadas por la distorsión, las infinitas capas de samples que chorrean ácido y el desfile de luminarias como Jello Biafra, Gibby Haynes (de Butthole Surfers), Billy Gibbons (de ZZ Top), Rick Nielsen y Robin Zander, ambos de Cheap Trick. La diferencia es que aquí adquieren, gracias a un detallismo rozando lo exasperante, una profundidad musical inédita que, no obstante, nunca entra en conflicto con el espontáneo desparpajo que caracteriza a las huestes de Al Jourgensen. Con que el inminente “Got cock?” tenga un cuarto de la intensidad y la inventiva de este disco, yo ya me considero conforme.


-Black Breath “Heavy breathing” (2010)
No hace falta darle demasiadas vueltas, lo que Black Breath propone es, ni más ni menos, que lo que sucedería si Entombed tuviera un hijo Crust y Lemmy de Motörhead fuera el padrino. Y no me refiero sólo al Entombed rockero de “Wolverine blues” en adelante, también a aquel de pura cepa Deathmetalera de principios de los noventas. Efectivamente, aquí tenemos a cinco barbudos (bueno, no todos son barbudos pero bien podrían serlo) mugrientos, enfundados en jeans zaparrastrosos y con un amor infinito por los riffs embarrados, las guitarras crujientes y mediosas, la oscuridad caricaturesca, las poses rockeras y las voces cascadas. Por supuesto, a esta altura no es ninguna novedad que un grupo de muchachos de extracción Hardcore/Crust se dedique a revisitar riffs Sabbáthicos a través de un filtro de suciedad Death y, si me pongo estricto, debería decir que estos oriundos de Seattle no ofrecen nada que Disfear no haya superado con su portentoso “Live the storm” de 2008. Ok, si logramos dejar de lado la falta de originalidad y el hype (ah sí, los chicos están en Southern Lord), lo que este debut discográfico (precedido por el ep “Razor to oblivion”) presenta son diez canciones potentes, relativamente gancheras, con un sonido impecable y sin más pretensiones que pasar un rato entretenido a puro headbanging. Hasta tienen el buen tino de ir alternando entre los elementos que componen su propuesta (¿otra vez? Crust, Death Metal sueco de la vieja escuela, Motörhead y Black Sabbath) de forma tal que la cosa no resulte demasiado monótona. En fin, a mí, personalmente, me resultó un trabajo un tanto superficial (toda esa postura de rockeros pesados “sucios y desprolijos” realmente me resulta patética) pero, desde ya, esa es una apreciación absolutamente subjetiva. Hagan la prueba, tal vez ustedes puedan encontrarles la chispa que yo no.


-Capsule “Capsule” (2010)
Tras haber deslumbrado con aquel larga duración debut de 2008, “Blue”, Capsule revisita sus orígenes y compila en este disco homónimo todo su material previo. Esto es, un demo, dos ep’s y los temas de su Split con Devices. No podemos, entonces, hablar de evolución o ponderar cómo el trío ha desarrollado su propuesta pero sí podemos retorcernos y disfrutar como animales rabiosos con estos quince temas pletóricos de intensidad, emoción, rabia y caos. La propuesta de estos floridenses se para en algún lugar entre el Mathcore, el Noisecore y el Screamo más virulento representado por bandas como Orchid, Pg.99, Saetia o Hot Cross. Como es de esperar, abundan los alaridos desgarrados, las guitarras disonantes y ruidosas, los abruptos cambios de clima, los pasajes introspectivos seguidos de estallidos distorsionados, los ritmos trabados y esa envolvente sensación de catarsis emocional violenta. No se puede decir que se trate de algo necesariamente original o innovador pero, aún dentro de esos márgenes, Capsule se las arregla para proponer ideas propias y una efervescente inventiva. Las estructuras impredecibles y laberínticas están tratadas con una espontaneidad que las aleja de cualquier atisbo de calculada frialdad y la labor de las seis cuerdas se las arregla para conjugar de forma equilibrada y energética el despliegue de técnica y riffs angulares y la expresividad más urgente y salvaje. Todo entregado con una saludable variedad compositiva y una energía que nunca decae. Ahora sí, a esperar con ansias algo de material nuevo.


-Heathens “II” (2010)
Heathens no viene a revolucionar nada, sólo quieren patearte la mandíbula. Son algo así como lo que sucedería si Eyehategod le diera más espacio al Hardcore en su propuesta y con un argumento así de simple les basta para lograr buenos resultados. Intercalan entre riffs densos y ritmos monolíticos y aceleradas de pura cepa Crust. Tienen una guitarra y un bajo que suenan como una impenetrable pared de mugre, un baterista que no sabrá de virtuosismos pero golpea con la fuerza de mil mogólicos en celo y un cantante que deja el alma y las cuerdas vocales en cada grito. Componen canciones cortas y directas, con riffs básicos pero efectivos y un inteligente manejo de las dinámicas que aleja cualquier atisbo de aburrimiento. Se regodean en los sentimientos más oscuros del alma humana y los exorcizan a martillazos eléctricos. Insisto, si están buscando originalidad aquí no la van a encontrar. Ahora, si lo que quieren es música que transmita un enojo palpable, físico y envolvente, estos oriundos de Richmond saben exactamente dónde clavar el cuchillo para hacernos sangrar.


-Kayo Dot “Coyote” (2010)
Lo bueno de un grupo como Kayo Dot es que pueden hacer lo que se les canta el orto y nadie se va a escandalizar. Siguiendo la estirpe delirante de Maudlin Of The Well y debutando con una genialidad deforme como fuera aquel “Choirs of the eye” (2003), editado por el mismísimo John Zorn en su sello, Tzadik, Toby Driver y los suyos (siendo la violinista Mia Matsumiya el único otro miembro estable a lo largo de la historia del grupo) ya sentaron las bases de un universo musical propio donde la única regla es que no hay reglas. Así, pueden darse el lujo de lanzar un disco conceptual basado en los textos de Yuko Sueta (una amiga cercana a la banda que padece una enfermedad terminal) y de tono principalmente gótico y melodramático. Claro, olvídense de los preconceptos que puedan tener asociados a esas dos palabras porque esta gente no es precisamente amiga del lugar común y el camino fácil. El álbum está pensado como una pieza única, dividida en cinco partes, y todo el énfasis está puesto en generar sensaciones de alucinación y miedo, según los propios implicados. Objetivo cumplido, desde ya. Contando en esta ocasión con una orquesta más modesta que la de su anterior “Blue lambency downward” (en esta ocasión sólo tenemos guitarra, bajo, violín, batería, saxo tenor, saxo alto, teclados, trompeta, voces y percusiones varias) el grupo mantiene esa impronta parada en algún lugar entre el Metal extremo, el Free-Jazz, el Rock Progresivo y las corrientes más vanguardistas de la Música contemporánea. O sea, material impredecible, rico en matices y variantes de todo tipo (estructurales, dinámicas, rítmicas, armónicas, sonoras), intrincado, desafiante, provisto de una imaginación superlativa y una libertad creativa absoluta. Queda claro, entonces, que “Coyote” no es una placa para cazadores de hits ni oídos con poca paciencia. Para aquellos que acepten el desafío, la recompensa puede llegar a ser sumamente estimulante.


-Leatherface “The stormy petrel” (2010)
Un par de guitarras mugrientas, una voz rota y un millón de emociones. Canciones perfectas, himnos entregados con el corazón en la mano y las entrañas en ebullición. Siempre liderados por el eterno Frankie Stubbs, Leatherface ya lleva veintidós años (con alguna que otra pausa en el medio) desnudando su alma a ritmo de crudo, sencillo y siempre refrescante Punk Rock. Vienen de Inglaterra pero tienen más en común con bandas como Hüsker Dü, Hot Water Music, Jawbreaker o Dillinger Four que con las crestas y los alfileres de gancho. “The stormy petrel” es su disco de estudio número ocho y todo se mantiene en su lugar. La garganta destruida de Stubbs (como una cruza entre Lemmy Kilmister y Bob Mould) sigue siendo capaz de erigir melodías que se clavan directo en el corazón, demostrando (una vez más) que cuando hay algo para decir las limitaciones técnicas quedan en segundísimo plano. Desde ya, hablamos de canciones que, detrás de su crudeza Punk, esconden aristas de otros géneros como el Pop, el Folk y hasta el Reggae, y que no pretenden quedarse ancladas en ninguna prisión genérica. En definitiva, hablamos de canciones, ni más ni menos. No hay lugar para miradas superficiales ni para ideas a medio cocinar, cada uno de los doce temas que componen la placa es una cuidada pieza de artesanía rockera que alcanza picos elevadísimos de intensidad sin necesidad de apelar a ningún artificio ni truco barato. Un puñado de acordes, arreglos certeros, un ritmo sólido y contagioso y un alma en llamas, eso es todo lo que Leatherface necesita para conmover. Sinceramente, no hay mucho más para agregar. Si la idea de un Punk maduro, sensible y cargado de un profundo octanaje melódico está dentro de sus preferencias, “The stormy petrel” (así como los trabajos anteriores del grupo) es un ítem de escucha obligatoria.


-Medications “Completely removed” (2010)
El Indie-Rock puede ser algo más que un mero cúmulo elitista de afectaciones snobs y poses abúlicas. El Rock Progresivo puede ser una idea ligada a la exploración de nuevas formas antes que una prisión estilística de rígidos márgenes. La idea, justamente, de Punk Progresivo puede tener algo más de sustancia que simplemente juntar riffs fracturados de King Crimson, bases frenéticas y cantantes desafinados. Medications hace de todas estas especulaciones una realidad. Y, como si eso fuera poco, demuestra que todo eso se puede hacer a través de grandes y hermosas canciones. Cinco años y algunas turbulencias internas (el renacimiento de su anterior encarnación en Faraquet, el alejamiento del baterista Andrew Becker, reemplazado por el multi-instrumentista Mark Cisneros) desde aquel genial debut, “Your favorite people all in one place” y aquí el trío logra reinventarse con una frescura y una naturalidad envidiables. Cada canción es un universo en sí mismo, basadas en la formación básica de trío rockero (guitarra, bajo y batería) pero adornadas con pianos, órganos, vientos, percusiones y unas líneas vocales y coros (a cargo de los tres integrantes) sencillamente perfectos, tan sentidos como elegantes, ubicados y elaborados. Lo mismo puede decirse de la parte instrumental, intrincada y sutil pero siempre con la vista puesta en el desarrollo melódico de las canciones y pletórica de un buen gusto superlativo. El tono general del disco es más bien reflexivo, por momentos melancólico, en otros más relajado e inclusive alegre, a veces tenso y siempre manteniendo un impecable equilibrio entre emoción urgente, belleza melódica y sesuda complejidad. En fin, algunos podrán extrañar el enfoque un tanto más agresivo de antaño pero, para esos despliegues de contracturada angularidad ya tenemos a Faraquet (por otro lado, aquí todavía hay lugar para más de un riff de esos que nos dejan rascándonos las cabezas mientras tratamos de seguirlos), y, en definitiva, ante canciones tan maravillosas (aquí hay magia en estado puro, señores) no hay queja posible. Sin duda alguna, de lo mejor en lo que va del año.


-Mona De Bo “Nekavējies, šīs ir spēles ar tevi” (2010)
Letonia. ¿Alguien sabe dónde queda Letonia? Yo no tengo idea y, sin embargo, de allí viene Mona De Bo. Y si su procedencia les parece extraña, esperen a escuchar su música. Nacieron en 2005 como un dúo conformado por Edgars Eihmanis en batería y Edgars Rubenis en guitarra y con esa formación grabaron su debut homónimo (editado en 2008) donde desplegaban una más que interesante y personal incursión por los terrenos más experimentales del Math-Rock, el Noise y el Post-Rock con una impronta cruda y casi garagera. Para la concepción de este segundo disco (que puede descargarse de forma gratuita visitando la página web del grupo, www.monadebo.com) convocaron a varios amigos para edificar una suerte de pequeña orquesta (no reincidente, por suerte) con instrumentos tales como órganos, trombones, cuernos franceses, contrabajos y más guitarras. Según sus propias palabras, la fuente de inspiración principal para este trabajo reside en el vasto universo del Drone, por ende la intención del grupo es explorar los tempos lentos (inclusive la ausencia de tempo) y los sonidos de forma mucho más enfocada. Claro, ya dijimos que esta gente no es del todo convencional, qué digamos, por lo que no esperen una simple orgía de graves retumbantes y riffs minimalistas adornados con resonancias y texturas abstractas. Bueno, hay pasajes que calzan en esa descripción pero también hay referencias a los últimos trabajos de Earth, las orquestaciones más oscuras de Kayo Dot, la exploración sónica de la guitarra eléctrica de Sonic Youth, y el costado más épico y experimental de Godspeed You! Black Emperor. Y menciono esos nombres sólo como una suerte de guía, les puedo asegurar que el resultado final es absolutamente personal. A cada momento se respira una sensación de libertad absoluta y, no obstante, nada parece librado al azar. Cada pequeño detalle, cada sutileza, el denso entramado de texturas y contrapuntos, el paso cadencioso, casi tectónico, de las composiciones y la profundidad casi cinematográfica que transmiten, exponen una exhaustiva labor compositiva de tintes casi sinfónicos. En ese sentido, “Nekavējies, šīs ir spēles ar tevi” (cuya traducción sería algo así como “No hesites, ya sos parte de ello”) es un trabajo ideal para taparle la boca a cualquier viejo choto que insista con eso de que ya no hay bandas que hagan “buena música”.


-No “Diagone” (2010)
Son franceses, se hacen llamar No y cuentan con una formación de siete músicos que se encargan de instrumentos tales como el clarinete, el violín, la viola de gamba, el clavicordio, el piano, los sintetizadores y samples, y los habituales guitarra, bajo y batería. Nacieron en 2007 bajo el liderazgo del vocalista y programador Sebastien Casino, quien se encargó específicamente de buscar músicos provenientes de backgrounds tan dispares como la Música Barroca, el Hip-Hop, el Noise o el Metal. Como podrán intuir, la cosa viene por el lado de la experimentación. Lo interesante es que, debajo del eclecticismo y las deformidades sónicas, “Diagone” es básicamente un disco de Hip-Hop. Por supuesto, se trata de una visión del género que tiene que ver más con artistas como Dälek, Justin Broadrick o Disposable Heroes of Hiphoprisy que con el insufrible desfile de paracaidistas sin talento que inunda Mtv desde hace unos años. En primer lugar, aquí las bases suenan orgánicas y sanguíneas, con un pulso claramente humano. Y, claro, a pesar de que los ritmos y las voces rapeadas mantengan, en su mayoría, la impronta cadenciosa del Hip-Hop, las instrumentaciones se disparan hacia todas direcciones, combinando guitarras distorsionadas con delicados arreglos de piano, suaves arrullos de tono clásico con climas de oscura intoxicación, cascadas de puro ruido con suntuosas cuerdas, humeantes atmósferas Jazzeras con arranques de pura violencia, sonidos electrónicos de otro mundo con evocadoras melodías de arrebatadora belleza y mil variantes más. El clima general del disco es de tensión y oscuridad, algo que también se traduce en la forma de rapear de Casino que, bien vale la aclaración, escribe la totalidad de sus textos en su idioma natal, algo que tal vez pueda resultar chocante en primera instancia para oyentes como yo, acostumbrados a escuchar música en inglés. En cualquier caso, se trata de un trabajo sumamente personal y con una clara voluntad de explorar terrenos desconocidos con resultados más que auspiciosos. Muy recomendable, inclusive si el Hip-Hop no se cuenta entre sus preferencias musicales. (El disco se consigue en http://www.confetti-noir.com).


-Surroundings “Surroundings” (2010)
Violencia alucinógena. Rápido y lento pero siempre salvaje y furioso. Surroundings hace su aparición triunfal en el mundo del Hardcore extremo (pueden llamarlo Powerviolence si quieren, aunque no estoy seguro de que el término se aplique del todo aquí) con once temas especialmente diseñados para joder mentes y quebrar huesos. Se tragaron su buena ración de Man Is The Bastard, Infest y Haymaker pero también saborearon al Neurosis más crudo, al His Hero Is Gone más oscuro y al Integrity más apocalíptico. El resultado es tan intenso como personal. Pueden pasar de explosivos ataques a toda velocidad a densas letanías cargadas de feedback y en todo momento lo que prima es una asfixiante sensación de psicodelia violenta y maligna. Si escucharon el genial “Unsilent death” de Nails, esto va por un camino similar. Tal vez Surroundings le dé más espacio al costado Sludge de la propuesta, aunque la cosa viene bastante equilibrada. Tenemos algún que otro blast-beat, un guiño a Discharge por allá, un rebaje a la Eyehategod por acá y mucha pero mucha mala onda. Vamos, este es el tipo de descendencia más rabiosa a la que el Hardcore y el Metal pueden aspirar. Con el grado justo y necesario de ruido pero despojados de cualquier tipo de elitismo intelectual, con profundidad lisérgica pero en las antípodas del cuelgue hippie, con todo el odio desmedido pero sin necesidad de andar señalando con el dedo. Surroundings es un viaje violento y agitado que cualquier amante de la música extrema en general que se precie de tal debería transitar al menos una vez en la vida.


-Sweet Apple “Love & desperation” (2010)
Líder (durante dieciocho años) de Dinosaur Jr., miembro de diversos proyectos como Witch, Upsidedown Cross (ambos de neto corte Doom-metalero), Gobblehoof, Ciccone Youth y Beachwood Sparks, solista por momentos (a veces acompañado por The Fog) y colaborador de artistas como Thurston Moore, Kevin Drew, The Lemonheads, Cobra Verde, The Breeders, Jad Fair o G.G. Allin, entre otros. Y todavía hay gente que piensa que J. Mascis es un holgazán. Como para seguir refutando esa idea (seguramente basada en su eterna impronta de slacker despistado), aquí llega Sweet Apple, otro proyecto que cuenta con su presencia, aunque esta vez (más allá de que nos regale algunos de sus característicos solos de guitarra y líneas vocales) en el rol de baterista. Siendo estrictos, el cabecilla del grupo es el vocalista/guitarrista John Petkovic, miembro de Cobra Verde, The Fog y, en el pasado, Guided By Voices, quien compuso las doce canciones que componen este álbum debut mientras lidiaba con la muerte de su madre. Y lo mejor es que, en lugar de exorcizar sus demonios a través de lánguidas baladas o climas sombríos, lo hizo con un disco cien por ciento rockero y estimulante. Con una clara impronta noventosa, desde ya, guitarras bien al frente, riffs sucios, ritmos potentes y contagiosos y melodías crudas, sensibles pero nunca exageradas o histriónicas. Vamos, material ideal para calzarse la camisa a cuadros, los jeans gastados y contemplar el mundo con irónico desconcierto mientras bebemos eternas tazas de café. Ok, en los momentos más emotivos se hace muy notoria la similitud con Dinosaur Jr. y su “Ear bleeding Country” pero eso no es ningún problema. De hecho, la voz de Petkovic (por momentos similar a la de Greg Dulli de Afghan Whigs. Sí, más referencias noventeras para este boletín) dista bastante del tono nasal y cansado de Mascis, lo cual aporta otro tipo de energía a las melodías vocales. Pero eso no es todo. También hay temas donde el cuarteto saca a relucir un costado setentoso casi Hard-Rockero donde terminan sonando casi como una cruza exacta entre Mudhoney y un Led Zeppelin con la sexualidad amplificada y despojado de ñoñismo épico. Sumen a eso algún que otro pasaje más reposado, toques de puro Rock And Roll cincuentoso y hasta ciertos guiños psicodélicos como para ponerle variedad al asunto. En fin, ninguna revolución por aquí, tan sólo un puñado de canciones redondas capaces de levantar hasta el ánimo más decaído pero sin pasarse nunca al lado del optimismo desmedido. Los amantes de los noventas y del buen Rock en general, agradecidos.


-Time Of Defeats “Time of defeats” (2010)
Desde Ucrania y con la estampita de Integrity junto a la guitarra llegan estos muchachos, dispuestos a chantarnos en la cara su renegrida visión de la humanidad. Tienen las guitarras afiladas y los dientes apretados, comprenden que una melodía bien puesta puede resultar tan malvada como todos los machaques del mundo pero tampoco se engolosinan. Por supuesto, hablé de Integrity pero bien vale aclarar uno o dos puntos. En primer lugar, Time Of Defeats se apoya más bien en medios tiempos y ritmos lentos antes que en aceleradas Slayerescas, lo cual no hace más que incrementar la sensación de apocalipsis inminente que transmiten las composiciones. O sea, que la comparación viene más por el lado del espíritu misántropo y las visiones lóbregas y no tanto por un calco al pie de la letra del sonido de Dwid Hellion y compañía. En ese sentido, también se los puede emparentar con nombres como Pulling Teeth, Shipwreck A.D. y los viejos Disembodied en lo que hace a Hardcore metálico de riffs súper pesados, voces rabiosas, ritmos más bien cadenciosos y opresivos, y oscuras atmósferas de absoluta perdición. Y hasta se permiten ciertos juegos de texturas y disonancias en las guitarras que no están tan lejos de bandas como Isis o Neurosis, sólo que en versión Hardcore. La verdad, para ser un trabajo debut (que, encima, lo entregan de forma gratuita. Sólo basta con visitar www.myspace.com/timeofdefeats), el resultado es más que auspicioso. Lo que todavía faltaría pulir en el departamento de la personalidad (que no es tanto tampoco) se suple sin problemas con la intensidad y la profunda rabia que transmiten las canciones. Una auténtica sorpresa.

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