5 de abril de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Mary Timony Band “The shapes we make” (2007)
Habiendo formado parte, durante los noventas, de bandas afines al Math-Rock e inclusive el Rock Progresivo y el Art-Rock, como Autoclave (probablemente la primera banda de Math-Rock compuesta íntegramente por mujeres), Helium (una de esas gemas indispensables de los noventas, de las que fueron capaces de conjugar con maestría ruido, melodía e inteligencia) o Mind Science Of The Mind (un efímero y excepcional proyecto compartido con gente de Shudder To Think), queda claro que, a pesar de sus innegables raíces en el Punk washingtoniano, Mary Timony no es precisamente una más de las tantas Riot Grrrls de manual que proliferaban en la época. De hecho, sus tres trabajos en solitario con los que comenzó a recorrer la anterior década, profundizaban su amor por el costado más fantasioso y melódico del Rock Progresivo. “The shapes we make” marca un nuevo despertar para nuestra muchacha, esta vez acompañada en la sección rítmica por Devin Ocampo y Chad Molter, ambos miembros de Faraquet y Medications, dos de las bandas más interesantes surgidas en los últimos años de ese inagotable semillero de talentos Indie-Punks washingtonianos conocido como Dischord Records. Las diez canciones que componen la placa suenan más enfocadas que nunca, aún dentro de sus impredecibles estructuras, malabares guitarrísticos y enroscadas melodías. La principal diferencia con sus antecesores es, claramente, el regreso a cierto nervio rockero, aunque eso no signifique una vuelta necesaria a los sonidos de sus viejas bandas. Estas canciones fluyen de forma mucho más natural y menos contracturada que las de Autoclave y se apoyan en una austeridad sonora casi en las antípodas de la sobrecarga de texturas de Helium. Desde ya, la impronta de Timony es innegable y, en ese sentido, sería absurdo no encontrar restos de su propia historia aquí, en especial en lo que hace a acercar los rebusques más interesantes y menos pomposos del Rock Progresivo a la sensibilidad al mismo tiempo cruda e inteligente del Post-Hardcore y teñir todo eso de una capa de embelesamiento melódico cercana al Pop. En fin, su perfil bajo tal vez la aleje del estatus de modelo a seguir por rockeras rebeldes en busca de inspiración, pero aquellos que aprecien el Punk en general como forma de arte y no sólo como un conjunto de poses establecidas, deberían, al menos, darle una oportunidad.


-Dogs Of Winter “From soil to shale” (2008)
A veces nos encontramos tan rodeados de rótulos, géneros, subgéneros y subdivisiones que nos complicamos la existencia tratando de describir un sonido que bien podría ser resumido en una única y mágica palabrita: Rock. Tal es el caso de los neoyorquinos Dogs of Winter. Queda claro que crecieron escuchando Rock en los noventas pero lo que tal vez no resulte tan claro es la personal forma en que reinterpretan dichas enseñanzas. Veamos, aquí tenemos algo del Grunge más pesado y riffero (piensen en Skin Yard, Soundgarden y algo de Alice In Chains en las voces), paisajes de psicodelia setentosa, cuidadas melodías vocales casi Poperas, arranques disonantes de pura cepa Noise-Rockera, algún que otro grito extremo, riffs que rozan el Stoner, emocionales contracturas entre el Post-Hardcore y el Math-Rock, y un aire general de sorpresa y vueltas inesperadas. Todo encapsulado en canciones redondas, donde la experimentación convive sin problemas con el gancho y la fuerza. Por momentos me recuerdan a For Love Not Lisa, una ignota banda de los noventas que practicaba una combinación similar, aunque un tanto más simple. Lo interesante es que, a pesar de la gran variedad desplegada por el trío, el resultado final es absolutamente compacto, personal y homogéneo, cargado de un constante latir rockero que trae a la tierra aún los momentos más volados de la propuesta. Debo decir, también, que el hecho de que entreguen su material de forma gratuita (chequeen www.dogsofwinter.com) y que, entre dicho material, se encuentre no sólo este álbum debut en su totalidad, si no también una versión acústica del tema “Beneath the fold” (aquí uno de los temas más pesados, espesos y psicodélicos del disco) y un cover del genial “Rock And Roll creation” de Spinal Tap, no hace más que sumarles puntos en mi escala de simpatía personal. Por supuesto, más allá de eso, lo que aquí tenemos son nueve canciones rozando la perfección absoluta, al menos en términos rockeros. No es una oferta como para andar despreciando.


-Sick Porky “Origen de fuego” (2009)
Yo no sé qué tan enfermo esté este chanchito pero sí estoy seguro de que no pretende detener su crecimiento. Aquel auspicioso debut que fue “Ancestral” ya nos mostraba las pautas básicas del por ese entonces cuarteto: gordos riffs Sabbáthicos, groove contagioso, melodías gancheras y emotivas, y claras influencias del costado más cancionero del Stoner que, no obstante, nunca empañaban la indiscutible personalidad del grupo. “Origen de fuego” los encuentra volviendo a la vieja formación de quinteto (con la reincorporación de Mariano “el Tata” Martínez, guitarrista y encargado del dibujo de la tapa, el único punto flojo del disco) pero eso es lo único que los ata al pasado. No es que se hayan alejado de su propuesta habitual, si no que le han lavado la cara, la mejoraron y la modernizaron a fuerza de inteligencia, grandes canciones y un sonido aplastante. El fuerte de Sick Porky sigue estando en las canciones mismas, en la habilidad para conjugar guitarras pesadísimas, ritmos entradores y melodías que apuntan directo al corazón. El punto es que esas canciones aquí se encuentran adornadas con una mayor elevación musical. Las guitarras crecieron enormemente, generando interesantísimos juegos de texturas y riffs que no desentonarían en bandas como Pelican o Baroness, por poner un par de ejemplos. De la misma forma, las estructuras compositivas se han vuelto un tanto más rebuscadas, perdiendo tal vez algo de inmediatez pero ganando en términos de dinámica y profundidad. O sea, tal vez sean temas que no entren en la primera escucha como los de “Ancestral” pero, si les dan el tiempo y la atención que se merecen, notarán que su efecto es aún más intenso y conmovedor. En ese sentido, el trabajo vocal también reporta un importante crecimiento, logrando que las melodías fluyan naturales y sensibles en un contexto que suele ser más amigo de las voces gritadas. En definitiva, si antes podíamos decir que Sick Porky era uno de los más destacados representantes del Stoner vernáculo, hoy en día y gracias a este portentoso “Origen de fuego”, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que se trata de uno de los grupos que están empujando hacia adelante en nuestro país a la música pesada en general.


-Abscess “Dawn of inhumanity” (2010)
Los riffs simples y embarrados, los solos al borde de la desafinación, el gruñido cascado y pedregoso de Chris Reifert, las aceleradas desprolijas y Slayerosas, los babosos rebajes dumbetas (por momentos rozando, inclusive, el Sludge), los martilleantes medios tiempos, las obligadas referencias a Hellhammer y el primer Celtic Frost (no por nada Fenriz, de DarkThrone, los edita en su propio sello, Tyrant Syndicate), la crudeza casi Punk del sonido y la interpretación en general. Sí, es un disco nuevo de Abscess y todo está en su lugar. Claro, hoy en día, en pleno revival del Death Metal de la vieja escuela, no es tan raro encontrarnos con propuestas similares, pero Abscess corre con ventaja. No sólo llevan dieciséis años desparramando su podredumbre por el mundo, también cuentan con los talentos de Danny Coralles y el mencionado Reifert, ambos miembros de los legendarios (y recientemente reunidos) Autopsy, uno de los referentes ineludibles para toda esta camada de bandas actuales con mentalidad antigua, como Coffins, Maim o Hail Of Bullets. “Dawn of inhumanity” tiene todo lo que uno puede esperar de este tipo de trabajos y lo tiene en cuotas abundantes y nauseabundas. Las canciones (sí, aquí hablamos de canciones, no de rejuntes de riffs y partes sin sentido) mantienen estructuras primitivas, siempre montadas sobre esas gordas guitarras de ultratumba y plagadas de sórdidas visiones dignas de la más obscena y explícita película Gore. Y hasta hay lugar para pequeños experimentos, como en “Dead haze”, donde combinan oscuros arpegios, voces recitadas, ritmos tribales, riffs aplastantes y ambientaciones macabras de tintes alucinógenos, y en “Black winds of oblivion” donde se aprecian algunas guitarras acústicas. Por lo demás, aquí tenemos diez mazazos despojados de cualquier tipo de sutileza o segundas intenciones, sin ideas renovadoras (es cierto) pero con una frescura y una personalidad envidiables. Imprescindible para cualquier amante del Death que se precie de tal.


-Against Me! “White crosses” (2010)
Los fans más acérrimos y gran parte de la prensa especializada (sea lo que sea que eso signifique) consideran a “Reinventing Axl Rose” (el debut discográfico de Against Me!) como su insuperable obra maestra. Yo no seré un fan acérrimo ni un periodista especializado ni mucho menos un abogado de la gran ciudad pero, con toda sinceridad y sin desmerecer sus primeros discos, prefiero infinitamente sus trabajos más recientes. Ok, el sonido estará más pulido y digerible para las masas y, claro, se trata de discos donde Tom Gabel y los suyos abandonaron el confortable underground en pos de un sello discográfico multinacional pero, aún así, las canciones me resultan a todas luces superiores. De hecho, este “White crosses” (quinto lp del grupo) tiene todo para convertirse en mi preferido de Against Me!. Algunos extrañarán su viejo tono rasposo, yo me quedo toda la vida con este Tom Gabel que canta entonando correctamente, con voz grave y sentida (más limpia pero no por eso desprovista de fuerza), unas melodías que apuntan directo al corazón y no fallan nunca. También ayuda que tras las perillas haya estado Butch Vig (ya saben el que produjo ese disquito, ¿cómo se llamaba? Ah sí, “Nevermind”), dotando a las diez canciones de un sonido claro y potente que permite apreciar la enorme magnitud emotiva de las mismas. Claro, por si no lo notaron, el núcleo de todo esto está en las canciones. En algún lugar entre el empuje crudo del Punk-Rock, el gancho del Pop y la sobria aspereza del Folk, el cuarteto (ahora contando con el ex Hot Water Music George Rebelo en batería) se entrega en cuerpo y alma a una faena impecable. Cada tema es un himno para cantar a viva voz con el puño en alto, un nudo en la garganta y el corazón hecho trizas. Y hay lugar tanto para contagiosos ritmos Punkys como para una cadenciosa balada o sutiles medios tiempos Rockeros, todo teñido de ese tono Folk entre desgarrado y heroico de las melodías vocales. En fin, los poseros seguirán añorando los viejos tiempos y seguramente defenestren este álbum por blando (¡Ja!) y demasiado comercial. Ellos se lo pierden.


-Cathedral “The guessing game” (2010)
A principios de los noventas no eran muchos los grupos que recordaban a Saint Vitus, Pentagram, The Obsessed o Trouble. Fue gracias a Cathedral que la palabra Doom volvió a formar parte del imaginario metálico con renovado peso. Debutaron en 1991 con el disco más lento de la historia (hasta ese momento), el apabullante “Forest of equilibrium” y en seguida (a partir del imprescindible “The ethereal mirror” de 1993) abrieron el abanico a todas las variantes de impronta BlackSabbathera, desde las más coloridas y grooveras hasta las más densas y asfixiantes. Aún con una personalidad bien definida, los liderados por Lee Dorrian no se privaron nunca de ir cambiando de dirección según les apetecía en cada momento de su carrera. Entonces, si el anterior “The garden of unearthly delights” nos presentaba un Cathedral un tanto más agresivo y CelticFrostero, al tiempo que jugaba con elementos Progresivos en el tema “The garden” y sus veintisiete minutos de firuletes cósmico/satánicos, no es de extrañar que su continuación venga en forma de cd doble y con abundancia de temas que superan los siete minutos de duración. En el primer disco, el trueno dumbeta queda guardado (al menos en gran parte) en pos del costado más enroscado y cadencioso del Rock pesado de los setentas. Hasta la voz de Dorrian exhibe un tono mucho más reposado y menos rasposo que le de antaño. Desde ya, nada de esto es totalmente nuevo en el universo Cathedral, en definitiva siempre guardaron un pequeño lugar para algún que otro rebusque Progresivo en su propuesta, así como para cierta liviandad alejada de los modismos más oscuros del Doom. La diferencia es que aquí esos elementos pasan al frente. Flautas, sintetizadores, mellotrones, guitarras acústicas, auto harp y suaves percusiones se suman al esquema Rockero de siempre en pos de generar un recargado viaje lisérgico. Esto no quiere decir que Cathedral haya cambiado la estampita de Tony Iommi por la de Jethro Tull completamente pero es evidente que están tratando de explorar nuevos terrenos musicales. El segundo disco trae algo del Cathedral más familiar, aunque no por eso deja de lado algunas de las variantes experimentadas en el primero. Aún así, seguimos hablando de un predominio de estructuras vuelteras y groove casi Hardrockero. Por supuesto, las conclusiones acerca de los resultados finales de este “The guessing game” dependerán, probablemente, de los gustos particulares de cada oyente. Si son de los que aprecian sin problemas ni miramientos las complejidades psicodélicas de los setentas, aquí tendrán mucho para masticar. Pero si prefieren el Doom en su forma más básica y virulenta, es probable que este noveno álbum de Cathedral se les haga demasiado pretencioso. La decisión es suya.


-Dangers “Messy, isn’t it?” (2010)
No estoy descubriendo la pólvora aquí, pero debo decir que en los últimos años el Hardcore en general viene entregando material de un nivel capaz de competir con los grandes clásicos del género. Nombres como Blacklisted, Paint It Black, Verse, Coliseum, Lewd Acts, Pulling Teeth, Slices, Mountain Man, Reconcile, Soul Control, Ceremony o Killing The Dream (entre tantos otros) conforman una nueva generación con tanto respeto por las tradiciones como ganas de expresarse con elementos propios y escapar del anquilosamiento. Dado lo expuesto en su debut discográfico (“Angers”, editado en 2006) y en este monumental sucesor, pueden sumar sin problemas a Dangers a dicha lista. Con sólo escuchar el primer tema del disco (“Stay-At-Home Mom”), con su mezcla de rabia Hardcore, groove irregular, acordes masivos y tecladitos casi Mr. Bungleros, ya queda claro que estos californianos no pretenden recorrer el camino más fácil ni más trillado. Cada uno de los diecinueve temas aquí presentados tiene algún elemento distintivo que lo separa del resto y aún así el resultado final es tremendamente compacto e intenso. Se ve que el haber sumado la guitarra de Justin Smith (de los Grindcore cinéfilos Graf Orlock) les aportó una nueva dimensión compositiva y una paleta extra de texturas e ideas absolutamente sorprendentes que trascienden las supuestas limitaciones del Hardcore. Al excelso trabajo de las seis cuerdas, sumen una base rítmica que maneja a la perfección las premisas del género (las aceleradas, los rebajes, la energía desbocada, la tensión, los cortes abruptos) pero no teme adentrarse en terrenos un tanto más difíciles de categorizar, y un cantante que aporta cohesión con un despliegue de rabia abrumador. Pero más allá de las ajustadas interpretaciones y el sonido perfecto, lo que realmente distingue a “Messy, isn’t it?” son las canciones. Dangers logra como pocos un perfecto equilibrio entre agresión constante, variedad (hilando fino podemos encontrar referencias a diversos géneros como el Grindcore, Blues, Noise, Sludge, Jazz, Grunge, Thrash, Post-Hardcore y hasta Rock And Roll de pura cepa, entre otros), estructuras impredecibles, arreglos inteligentes y una persistente y contagiosa sensación de descarga visceral y violenta. En fin, otra saludable dosis de Hardcore que ofrece suficiente música como para atraer inclusive a aquellos que no son seguidores acérrimos del género. No se lo pierdan.


-Enquirer “Inquisitivo” (2010)
La conexión entre Hardcore y espiritualidad no es ninguna novedad a esta altura. Y no se trata de religión, precisamente. Bandas como 7 Seconds, Fugazi, Neurosis, Unbroken, Converge o Verse (por sólo citar algunas) transmiten intensas sensaciones de elevación, reflexión, iluminación y liberación sin necesidad de adherir (al menos públicamente) a ninguna religión o culto organizado. En ese sentido, el hecho de que Enquirer sea un grupo Hare Krishna queda casi en el plano de lo anecdótico. Lo que pesa aquí es la pasión que transmiten en cada canción, la energía envolvente con la que nos trasladan a paisajes de introspección que tal vez no sean siempre agradables o reconfortantes pero, en última instancia, resultan indudablemente enriquecedores. La referencia más obvia, tanto en lo musical como en lo espiritual es 108 (y, en menor medida, podríamos mencionar a los más ignotos Veil), con su sonido pesado, disonante y espeso, pero no esperen ninguna copia. El hecho de que esta sea la segunda placa de Enquirer (sucesora del más que recomendable “Sincerity”, donde ya mostraban ese sonido potente y con visos experimentales) y de que ya lleven más de diez años de carrera (eso, sin contar su pasado en Bhakti, banda pionera del Krishna-Core en Argentina), deja en claro que no se trata de ningunos improvisados. Más allá de los pergaminos, lo que “Inquisitivo” tiene para ofrecer son diez canciones que desafían los encasillamientos facilistas (sí, hay Hardcore pero también Metal, Noise, profundidad, oscuridad y hasta psicodelia) y golpean en el alma con inusitada potencia. Mención especial para el trabajo de las guitarras, de una inventiva realmente poco común y sin perder nunca de vista la urgencia emocional. En fin, no hace falta ser Krishna (yo, de hecho, no lo soy) para conmoverse y maravillarse con un disco así de intenso y creativo.


-Extra Life “Made flesh” (2010)
Liderados por un tipo, el guitarrista y vocalista Charlie Looker, que ha sabido colaborar con gente como Glenn Branca y Mick Barr (en su proyecto Ocrilim), es de esperar que Extra Life no sea un grupo que pretenda hacernos las cosas fáciles. “Made flesh” es su segundo álbum (el anterior, “Secular Works”, fue editado en 2008) y en él podrán encontrar la suficiente cantidad de experimentación rockera como para satisfacer al más rabioso fan de gente como Mike Patton, Frank Zappa o John Zorn, por dar algunos ejemplos. Describir el sonido del quinteto no es tarea sencilla, desde ya. Partimos de una formación que suma a la tradicional base rockera (guitarra, bajo y batería) instrumentos como el violín, el saxofón, los teclados y hasta un instrumento de viento electrónico. Seguimos con un cantante que se enrosca con melodías de tono casi medieval e inspiradas directamente en la música del Renacimiento. Y si eso les parece raro, esperen a escuchar las canciones mismas, verdaderos tratados sobre la más oscura demencia, intrincadísimos laberintos musicales concebidos por mentes afiebradas y perversas. Imaginen mezclar los aspectos más oscuros y retorcidos de bandas como Mr. Bungle, The Soft Machine, Shudder To Think y Time Of Orchids y aún estarán lejos. Imaginen como deben sonar los pensamientos de un asesino serial si los tradujéramos a música y tal vez se acerquen un poco más. Cada curva de este recorrido se transforma en ángulos inesperados y peligros insondables, cada segundo es un paso dentro de lo desconocido. Una melodía casi señorial puede trasladarnos a apacibles paisajes y, cuando menos lo esperábamos, todo puede terminar en un baño de sangre de la mano de riffs contracturados, ritmos frenéticos y asfixiantes texturas entre industriales y sinfónicas. Obviamente, se trata de músicos virtuosos y con un importante grado de sadismo a la hora de emplear dichas habilidades, gente que no le teme al ruido, la disonancia y la ruptura de forma tradicionales. En este universo no hay géneros ni reglas musicales de ningún tipo, todo puede suceder mientras contribuya al espeso clima de ensoñación psicótica del disco. Amantes de las cosas extrañas, deformes, originales y bien hechas, no lo pueden dejar pasar.


-Forensics “You don’t have to win but you have to fight” (2010)
Forensics es un caso raro. Un proyecto que cuenta en sus filas con miembros de bandas tan diversas como Old Man Gloom, Pg. 99, Waifle, Burning Airlines o Corn On Macabre y que, a lo largo de su errática discografía, se paseó por géneros como el Post-Rock, el Noise, el Stoner de tintes sureños y el Sludge, combinándolos de forma un tanto inusual. Una banda que cuenta con una formación rotativa y que, en cada entrega discográfica, propone un viaje diferente al anterior. En este ep de cuatro temas dejan de lado los climas etéreos de su anterior “"Hogback Mountain Sessions Vol. 1" y suman una crudeza de claros tintes Hardcorosos. Lo interesante es que en ningún momento suena a Hardcore estrictamente, si no más bien a cruza entre la visceralidad de dicho género, las texturas guitarrísiticas del Shoegaze, la contemplación melódica del Post-Rock, algo de emotiva intelectualidad Post-Hardcore y una mugre cien por ciento rockera. Por momentos es como si Hot Water Music, Only Living Witness y My Bloody Valentine tuvieran un hijo con serios problemas de conducta y les aseguro que el resultado es absolutamente personal y atractivo. Las canciones mantienen estructuras más bien tradicionales pero se encuentran adornadas por un cuidadísimo trabajo de guitarras (una auténtica muralla sonora que pondría verde de envidia a tanto los Post-Rockeros más pretensiosos como a los Stoners más pendencieros), voces variadas (hay lugar hasta para una chica cantando) pero siempre pasionales y una labor rítmica que mantiene constantemente el nervio efervescente y la intensidad. La única contra es que el disco se termina demasiado pronto y deja con ganas de más pero eso se resuelve poniéndolo en repeat. En fin, buenas canciones enmarcadas en ideas frescas y, de cierta forma, innovadoras y entregadas con fuerza, sentimiento e inteligencia, ¿qué más le pueden pedir a la vida?


-Lair Of The Minotaur “Evil power” (2010)
Mientras escuchaba este cuarto disco de Lair Of The Minotaur me vi tentado de reducir su respectivo comentario a onomatopeyas como “grrroarrr”, “ugh”, “bleurrghhh”, “arf” y cosas por el estilo. Es que el trío apela al costado más primitivo del ser humano en general y del metalero en particular. Nos hace sentir como cavernícolas en celo, con cada riff hace crecer pelo en nuestros torsos y rostros, cada redoble de la batería imita los sonidos que haríamos al golpearnos el pecho en son de guerra. Lair Of The Minotaur toma los elementos más básicos del Thrash, el Doom y el Death Metal y los forja a martillazos para salir a la batalla con los dientes eternamente apretados y los puños en el aire. Por supuesto, contra qué o quién pelean es un misterio para mí, pero no deja de ser entretenido. Por si no lo notaron, la palabra clave aquí es Celtic Frost, aunque esas sean dos palabras. No podemos hablar de copia absoluta porque el grupo le da su propia vuelta de tuerca moderna (en especial en lo que hace a sonido y al extremismo de las voces) a las enseñanzas de Tom Warrior y compañía, pero la influencia es clarísima. No se dejen engañar por su nuevo logotipo (obviamente inspirado en el de Voivod), “Evil power” se postula como el disco más bestial e intransigente de Lair Of The Minotaur, lo cual no es poco. Si hasta hay lugar para riffs que, si les quitáramos la espesa capa de graves distorsionados que los recubren, no desentonarían en el repertorio de Judas Priest. Y con canciones como la Motörheadesca “Metal titans” o la casi Hard-rockera “We are Hades”, y un arte de tapa tan metálico que corre el riesgo de oxidarse, las pautas quedan más que claras. Discernir cuánto haya aquí de ironía o de sincero cabecismo metalero, ya es una tarea que corre por exclusiva cuenta del oyente.


-Mlijeko “Grobnica za borisa beckera” (2010)
Croacia probablemente no sea un país donde uno imagine encontrar buenas bandas dentro de un espectro Post-Hardcore-Noise-Rockero. De hecho, no creo que sea un país con demasiada tradición rockera en general. En fin, maravillas de la globalización (o lo qué sea), aquí tenemos a Mlijeko, un trío croata que demuestra tener perfectamente aprendidas las lecciones de bandas como Gang Of Four, Shellac, Minutemen y el primer Fugazi. O sea, efervescente energía Punk, riffs entrecortados y movedizos, punzantes punteos disonantes, ritmos entre la síncopa del Funk y una dureza angular, un bajo robusto que propone situaciones, instrumentación austera y controlada, sonido crudo, claro y natural, y voces que suplen su falta de educación y matices con una potencia visceral y un casi perfecto equilibrio entre sobriedad emotiva y desparpajo psicótico. Más allá de estar cantadas en su idioma natal (lo cual hace imposible, al menos para mí, entender de qué carajo están hablando. Lo mismo con el título del disco, que podría significar “Puto el que lee” y nadie se enteraría), las canciones resultan redondas y certeras, plagadas de ritmos contagiosos y una guitarra que propone ideas sin pasarse nunca de rosca autoindulgente. Por más que les resulte increíble, parece que en Croacia un grupo Post-Hardcore no está destinado al estrellato y la fama inmediata, por ende los muchachos de Mlijeko decidieron evitar el fracaso comercial entregando su material de forma gratuita. Sólo basta con visitar su myspace (www.myspace.com/mlijekoband) para encontrar las clarísimas instrucciones para descargar esta placa de forma gratuita. Vamos, hasta el disco entero (compuesto por diez temas) dura un poco menos de media hora, con lo cual no hay lugar ni para aburrirse. Absolutamente recomendado.


-Murder By Death “Good morning, Magpie” (2010)
Murder By Death está cómodo en el desierto. Allí es donde sus canciones se mueven con mayor soltura. Y no hablo de Stoner Rock, aquí no hay riffs Sabbáthicos ni espeso humo fuzzero. Aquí las guitarras acústicas raspan el alma, los tempos cadenciosos nos hacen entrecerrar los ojos con melancolía, el violoncelo nos acaricia al tiempo que nos desgarra y todas nuestras vicisitudes son guiadas por los hipnóticos relatos de esa voz grave y profunda. ¿Folk? Sí, aquí hay mucho de eso y no por nada el nombre de Johnny Cash es una de las primeras referencias a la hora de describir el sonido de Murder By Death. Y si bien lo que prima es esta pesadez anímica tan típica del clima desértico, el cuarteto tiene más que ofrecer que sólo baladas de amargo sabor funerario. Las desbocadas celebraciones etílicas de sus antepasados irlandeses también tienen lugar aquí, así como épicas caravanas melódicas que harían torcer la boca a un joven Clint Eastwood en gesto de aprobación. Y sí, también hay espacio para las obsesiones habituales del grupo, el diablo, el whisky, los valses perversos, los espíritus contradictorios, los lejanos gestos de redención. Esto es música con historia y larga tradición, traída al presente con frescura, honestidad e inteligencia. De hecho, pocos rastros quedan del pasado de Murder By Death ligado, aunque sea de forma un tanto indirecta, al Indie y el Emo más experimentales. En fin, se trata de canciones cargadas de áspera sensibilidad, más aptas para la reflexión solitaria que para el desenfreno, simples en estructura pero tremendamente profundas en lo emocional. Ideal para descansar por un rato del ruido, los gritos y la distorsión.


-Red Sparowes “The fear is excruciating, but therein lies the answer” (2010)
Tal vez por el hecho de contar con miembros de Isis en su formación, Red Sparowes llamó la atención de un público mayormente metálico (bueno, al menos de Metal contemporáneo o de vanguardia) sin necesidad de contar con una propuesta necesariamente personal. Lo de ellos siempre fue el Post-Rock más arquetípico, ese que se alimenta de extensos desarrollos dinámicos, cuidadísimos entramados instrumentales y emotivos paisajismos musicales. Aún con esa falta de espíritu innovador, los resultados concretos del quinteto siempre fueron más que atendibles. En especial en lo que hace a esa especie de tridimensionalidad cinematográfica, Red Sparowes termina siendo uno de los nombres más destacados del costado más convencional del género. Desde ya, el hecho de que la escena musical se haya superpoblado en los últimos años de grupos repitiendo el típico esquema de “larga letanía con guitarras llenas de delay y montones de arreglos sutiles, que va subiendo de intensidad hasta estallar en cascadas de distorsión y punteos melodramáticos” no los ayuda pero tampoco se los puede culpar por ello. Si logramos abstraernos de dicho contexto, lo que nos quedan son ocho canciones que son como pequeñas películas situadas en desoladoras rutas al costado del desierto o en opresivos conglomerados de edificios atravesados por cables y antenas, y donde la melancolía siempre termina dando paso a cierta sensación de liberación, ya sea violenta o no. Vamos, Post-Rock, ni más ni menos. Pero hecho de forma impecable por algunos de los tipos que más parecen saber del tema.


-Sayyadina “The great northern revisited” (2010)
Después de dos destacables discos de estudio (“Fear gave us wings” de 2004 y “Mourning the unknown” de 2007), aquí tenemos, cortesía de Relapse Recrods, este portentoso álbum que compila todo el material no perteneciente a los mencionados álbumes y cuatro temas inéditos a cargo de Sayyadina. ¿Les gusta el Grindcore? Acá tienen treinta temas apiñados en poco más de media hora para deleitarse a puro blast-beat. Tengan en cuenta que estos suecos cuentan con la presencia de un ex Nasum en sus filas, el guitarrista/vocalista Jon Lindqvist, con lo cual estamos hablando de gente que sabe lo que hace, como Sledge Hammer. La propuesta de Sayyadina respeta los márgenes tradicionales del Grind pero, al mismo tiempo, pretende resultados personales. Para empezar, las voces se acercan más al Hardcore, o sea más gritos y menos gruñidos, algo que no hace más que acrecentar la contagiosa sensación de rabia desatada que transmiten las canciones. Por otro lado, las composiciones mismas se permiten jugar con estructuras caóticas, rebajes casi Sludge y construcciones rifferas más intrincadas que las de la media, algo que aporta un fuerte, y nada despreciable, sabor a Powerviolence. Pero lo más importante es que el trío maneja a la perfección las pautas del género y sabe cómo utilizarlas para no aburrir nunca. Cada tema es excitación e histeria garantizadas, siempre con el oído puesto en curvas que descoloquen al oyente y eviten así caer en los brazos de la monotonía. No hay mucho más que agregar, si les gusta el Grindcore bien hecho, con imaginación e ideas propias y una potencia inhumana, no lo pueden dejar pasar.


-Sightings “City of straw” (2010)
Sightings y Guns N’ Roses tienen algo en común, ambos han sido considerados, en algún punto de sus respectivas carreras, “la banda más peligrosa de Norteamérica”. Ahí terminan las similitudes, si la peligrosidad de Axl Rose y compañía tenía que ver más con sus conductas pendencieras/reventadas, la de Sightings es estrictamente musical. Los tres tipos que componen el grupo tienen un aspecto más bien convencional y apacible, el mismo que podría tener alguien como Steve Albini. Sí, Sightings es un trío de guitarra/voz, bajo y batería, y sólo con esos elementos se las arreglan para poner en jaque nuestra salud física y mental. Esto es Noise, claro, y esta gente viene de New York, pero olvídense de Sonic Youth. O, mejor dicho, sólo tengan presente al primer Sonic Youth, el más abrasivo y extremo, aquel que podía compartir escenario sin problemas con terroristas sonoros como D.N.A., Mars o Teenage Jesus & The Jerks. Pero, si lo que quieren son referencias, piensen mejor en los mantras latosos de Einstürzende Neubauten o en la cascada de chirridos de Wolf Eyes. Aunque suenen más viscerales e inmediatos que los primeros y más amigos de las estructuras cancioneras que los segundos. Tal vez podríamos hablar de un Big Black desmembrado y lisérgico, o de un Lightining Bolt en cámara lenta o de un Black Dice cargado de odio metódico. ¿Canciones? Bueno, podemos llamarlas así, por qué no. Las voces erráticas de Mark Morgan (desde letárgicos relatos cargados de tensión psicótica hasta desgarrados alaridos), los ritmos desencajados (acústicos y electrónicos) de Jon Lockie y las ondulantes líneas de bajo de Richard Hoffman le dan un marco coherente (o algo así) a los estallidos de puro ruido abstracto que huyen como almas en pena de la guitarra del mismo Morgan. A pesar de la espontaneidad que se hace evidente en cada segundo de la placa, los tipos tienen muy en claro lo que quieren y cómo lograrlo. Con trece años de carrera y seis discos sobre sus espaldas, es de esperar que así sea. Sightings toma inspiración directa de los ochentas más corrosivos y ruidosos y destruye todo eso a los golpes (literalmente), dando como resultado una nueva visión de lo que podríamos considerar Noise-Rock. Por supuesto, no se trata de material para oídos frágiles, delicados y/o demasiado apegados a las convenciones, esto es auténtico extremismo sin concesiones. Enfermos del mundo, a disfrutar.


-Twilight “Monument to time end” (2010)
Cinco años después de aquel genial debut autotitulado, vuelve EL supergrupo del Black Metal Americano de última generación. Hubo cambios en el camino, Xasthur y Draugar ya no son de la partida y en su lugar tenemos a Stanford Parker (de Minsk, Behold! The Living Corpse y Buried At Sea), Stavros Giannopolous (de The Atlas Moth) y el hombre de los mil y un proyectos, Aaron Turner. Notarán que los nuevos integrantes provienen de lo que se conoce como Post-Metal, entonces no es de extrañar que algo de eso se cuele en este “Monument to time end”. Por supuesto, la impronta Blackmetalera sigue siendo la guía principal del proyecto pero, con integrantes de grupos como Leviathan, Lurker Of Chalice, Nachtmystium y Krieg, es de esperar que la aproximación al género no sea del todo convencional. Entonces, tenemos alaridos de ultratumba, tenemos riffs concebidos en el mismo averno, tenemos aceleradas apocalípticas, tenemos esas oscuras melodías construidas sobre escalas menores y tenemos ese opresivo clima de misantropía y misticismo nihilista que suelen caracterizar al Negro Metal. Pero también tenemos rebajes cercanos al Doom, un cuidado trabajo de samples y texturas ambientales, remansos de introspección y melodías épicas afines al Post-Rock, arreglos de pura cepa psicodélica (desde teclados vintage y guitarras acústicas hasta coros fantasmales), variedad rítmica, flirteos con el Noise y la Música Industrial y un sonido general sobrecargado de detalles, sutilezas y variaciones dinámicas. Por momentos, las referencias al sonido monolítico del Post-Metal en general se hacen evidentes pero Twilight se las arregla para mantener siempre la impronta macabra del Black, eludiendo así la mera repetición de esquemas que, a esta altura, ya empiezan a aburrir. Por lo demás, se trata de un disco impecable, envolvente, imaginativo, concebido con una profundidad musical soberbia y una personalidad distintiva que los separa del resto. Absolutamente recomendado para amantes del Black, la elaboración musical y el Metal contemporáneo en general.

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