15 de julio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Antisect “In darkness, there is no choice” (1983)
El lugar común (Santo Patrono de la prensa rockera) establece que el Crust es un género donde las ideas políticas prevalecen por sobre las musicales. Claro, el lugar común dicta lo mismo con respecto a aquella primera camada Anarco-Punk de fines de los setentas y principios de los ochentas (el antecedente directo del Crust), y sólo basta una escucha a leyendas como CRASS, Flux Of Pink Indians o Rudimentary Peni para comprobar que el vanguardismo de sus propuestas no se limitaba a lo ideológico. Antisect deslumbraba en 1983 con un álbum debut que, de cierta forma, servía como puente entre aquellas exploraciones sónicas de discos como “Christ – The Album” o “The fucking cunts treat us like pircks” y los primigenios ataques del Crust practicado en esos años por grupos como Discharge y Amebix. En efecto, aquí ya encontramos los ritmos acelerados, las voces quebradas, los riffs simples y mugrientos, los flirteos con el Metal (en especial lo más crudo de Motörhead y Venom), los alegatos anti bélicos y los climas apocalípticos que caracterizarían al Crust. Pero también hay lugar para guitarras disonantes, coros ominosos, amagues melódicos, ritmos tribales (en este punto hace su aparición la impronta de Killing Joke, que también tocaría a los mencionados Amebix y su subsiguiente encarnación bajo el nombre de Zygote), oscuros pasajes ambientales, cascadas de feedback, momentos bordeando una suerte de psicodelia sombría, ocasional empleo de pianos y teclados, y hasta rudimentarios experimentos con la utilización de samples y cintas, todos estos elementos claramente heredados de la mencionada vanguardia Anarco-Punk. El resultado final es una obra profunda y compacta, dividida en once temas que nos envuelven en negras visiones de un mundo en decadencia. Es interesante notar que, más allá de ciertas cuestiones lógicas de sonido, “In darkness, there is no choice” se mantiene fresco, vital, creativo y relevante (tanto en lo musical como en lo político) aún hoy en día. Tal vez nunca reciban el reconocimiento merecido, en definitiva Discharge y Amebix tuvieron en Napalm Death y Neurosis, respectivamente, dos excelsos promotores de sus sonidos que alcanzaron una notable popularidad, mientras que las bandas que continuaron el camino estilístico de Antisect (podemos mencionar a los geniales Antischism en los noventas y a Witch Hunt y October File como exponentes actuales) todavía se mantienen en la oscuridad, donde, claro, no hay elección. En definitiva eso tiene poca importancia cuando un disco se sostiene por peso propio ante la historia.


-Impetuous Ritual “Relentless execution of ceremonial excrescence” (2009)
El año pasado, mientras editaban el genial “Swarth” con Portal (uno de los mejores discos de Death Metal de los últimos diez años y de las pocas luces de esperanza para el futuro del género), Ignis Fatuus y Omenous Fugue, baterista y bajista respectivamente de dicho grupo, se daban el gusto de presentar otra obra maestra escondida del género, en la forma de este opresivo debut discográfico de Impetuous Ritual. En líneas generales, su propuesta no dista demasiado de lo que expuesto por Portal en sus primeros trabajos, es decir una particular cruza de los riffs más enroscados y embarrados del Death, las atmósferas más sórdidas del Black, un sonido general tendiente a una envolvente suciedad y una constante y asfixiante sensación alucinógena. Citan influencias como Incantation o Disembowelment que, si bien pueden ser detectadas en determinados pasajes del disco (en especial en aquellos en que los tempos se arriman al Doom y los riffs se simplifican en una impenetrable muralla de graves), nunca llegan a opacar su innegable personalidad. La forma retorcida en que construyen estas ominosas composiciones, sumado al increíble trabajo de guitarras aquí desplegado (un sonido grave, mugriento, expansivo, profundo y, sin embargo, sin perder del todo la claridad necesaria para apreciar los laberínticos riffs y las crepitantes erupciones de puro ruido) y los atrapantes climas que provee ese sonido cavernoso, ponen a Impetuous Ritual en un lugar de privilegio en el Death actual, el de aquellos que proponen explorar nuevos terrenos, sin por ello abandonar sus raíces, sangrientas raíces. Por supuesto, también pueden verlos como unos hermanitos menores (y un tanto menos intrincados) de Portal y eso no sería del todo incorrecto, en definitiva fueron ellos quienes inauguraron este estilo único que se nutre tanto de las complejidades de Morbid Angel como de las atmósferas aportadas por el costado más Lo-Fi del Black Metal y un dejo de experimentación Noise/psicodélica que trasciende el mero ghetto metalero. En fin, si pensaban que el Death ya no era capaz de entregar auténticas obras de arte (crueles, revulsivas, enfermizas pero obras de arte al fin), chequeen este genial “Relentless execution of ceremonial excrescence” para llevarse una grata sorpresa.


-To Mega Therion “The blood rituals” (2009)
El nombre To Mega Therion remite inequívocamente a Celtic Frost, a esto súmenle un título como “The blood rituals” y un arte de tapa que muestra a una especie de Cthulhu tallado en carne viva, y lo más probable es que estemos en presencia del más blasfemo despliegue de puro Black Metal. Error. Se trata, no obstante, de material que puede competir, en términos de violencia, misantropía y extremismo musical, con el más ferviente pirómano de iglesias noruego. To Mega Therion cae en la categoría de Power-Noise, es decir la combinación de duras bases bailables con abrasivas capas de puro ruido digital. En efecto, los temas pueden invitar a frenéticas danzas pero sus beats se encuentran tan enmugrecidos y golpean con tal fuerza que más bien parecen reproducir inhumanos martillazos sobre el cuerpo. Como para complementar semejante hostilidad rítmica, tenemos un espeso entramado de samples corrosivos y atmósferas ominosas que infectan la mente y el espíritu con sórdidas inquietudes y herrumbrosas visiones post-apocalípticas. Hasta hay pasajes que remiten a la agresión de grupos como Ministry o Atari Teenage Riot, aunque reemplazando las diatribas politizadas por un nihilismo psicópata y sanguinario. El disco en sí está dividido en dos partes, seis composiciones originales y seis remixes a cargo de otras luminarias del género como W.A.S.T.E. y Alter Der Ruine, pero en ningún momento baja el nivel de rabiosa intensidad. Se trata de música electrónica empujada violentamente hasta los límites de la tolerancia sonora, absolutamente contraindicada para oídos frágiles y especialmente recomendada para amantes de las sensaciones y los sonidos extremos, sean de la forma que sean.


-Good Riddance “Capricorn one” (2010)
Mientras muchos de sus colegas generacionales y estilísticos seguían casi al pie de la letra las lecciones de Hardcore/Punk melódico, despreocupado y soleado de NOFX o No Use For A Name, Good Riddance se destacó en dicha escena de principios de los noventas por sus filosas letras políticas y por un sonido que, si bien mantenía fuertes lazos con el melodicismo mencionado (herencia directa de Bad Religion, Descendents y Youth Brigade, entre otros) también lo hacía con los crudos sonidos de otros como Minor Threat, Black Flag o los primeros 7 Seconds, dando a luz así una especie de puente entre dos formas de encarar el Hardcore que, en ese momento, parecían irreconciliables. Se disolvieron en 2007, luego de veintiún años de carrera ininterrumpida, dejando como legado una discografía pareja y unos cuantos himnos para corear con los puños en alto y la garganta destrozada. “Capricorn one” es un recopilatorio póstumo que reúne material de diversos ep’s, compilados e inclusive algunos demos inéditos, redondeando en veintiún temas (¿será casualidad?) todas las facetas del cuarteto, desde los Hardcores más furibundos hasta esas maravillas melódicas que bien podrían ser consideradas canciones Pop tocadas a toda velocidad. Vamos, casi lo mismo que se decía de los Ramones en sus inicios, así que todo cierra y queda en familia. Desde ya, dada la naturaleza del material, es de esperar algún que otro altibajo pero tal vez la mejor forma de apreciarlo sea como una muestra de la evolución del grupo. En especial, es notable como, hacia el final de su carrera, lograban un ajustadísimo equilibrio entre su faceta más dura y una líneas melódicas sencillamente excepcionales, algo que Russ Rankin (cantante y líder ideológico y espiritual de la banda) exploraría más a fondo en Only Crime, el estupendo grupo que comparte, desde 2003, con miembros de Bane, Black Flag, Descendents, All, Rise Against y Modern Life Is War. En fin, no hay mucho más que agregar. Los fans estarán de parabienes, aquellos que nunca tuvieron interés en Good Riddance o el Hardcore melódico en general seguirán de largo y aquellos que sí tengan interés pero no sepan por dónde empezar, aquí encontrarán una más que adecuada guía.


-Intestinal Disgorge “Depravity” (2010)
Es menester destacar ciertos puntos a la hora de hablar de Intestinal Disgorge. Tienen un disco llamado “Vagina”, todos los larga duración que editaron desde 2005 hasta la fecha (luego de un breve parate de tres años) cuentan con no menos de cuarenta temas que rara vez superan el minuto de duración, lograron una visión propia del Gore-Grind sumando elementos del Noise, la Electrónica y empleando una forma de chillido agudo y punzante que ellos mismos denominan, con un delicioso despliegue de buen gusto, “bitch scream”. ¿Ya les dije que tienen un disco llamado “Vagina”? Bien, “Depravity” es su sexto álbum (sin contar ep’s, splits y excreciones por el estilo) y resulta ser el último que contará con Pissy (un sobrenombre que nos sigue confirmando la elegante refinación de esta gente) como encargado de los mencionados “bitch screams”, así que habrá que ver cómo se las arreglan Jacob y Ryan, los miembros restantes del grupo, para no perder uno de sus sellos distintivos. Bueno, bastaría con que alguno de ellos se pellizque un huevo con fuerza para reproducir esos alaridos pero en fin. Lo que aquí tenemos son sesenta tracks vomitados en poco más de cuarenta y siete minutos, un despliegue de purulenta imaginación musical enmarcada en blast-beats frenéticos, riffs caóticos y zumbantes, samples desorbitados, marrones salpicadas de puro ruido y toda la gama de sonidos escatológicos que un par de gargantas puedan reproducir. Por supuesto, esto no es King Crimson ni Neurosis y el que espere ese tipo de solemnidad va muerto, desmembrado y violado, en ese orden. Pero, más allá del evidente sentido del humor, estos texanos exhiben ideas musicales que trascienden su nicho genérico y proponen un saludable (bueno, es una forma de decir) clima de delirio general que resulta tan estimulante como impredecible. No es casualidad que, al tope de su lista de amigos en Myspace, figuren Naked City y Trevor Dunn junto a Circle Of Dead Children, Macabre y Cock And Ball Torture. En ese sentido, se ponen en un lugar tan difícil como interesante, ya que su música seguramente resulte demasiado deforme y experimental para el metalero medio y aún así está atada a muchos modismos típicos del Metal extremo (en especial en la parte lírica y estética) que, seguramente, les cierren las puertas a un público más avant-garde, por así llamarlo. De cualquier forma, queda claro que las intenciones de estos muchachos no tienen nada que ver con agradar y hacer amigos, así que no hay problemas por ese lado. Y, aparte, tienen un disco llamado “Vagina”. Si eso no los convence, nada lo hará.


-Ital Tek “Midnight colour” (2010)
Uno podría pensar, en principio, que el color de la medianoche no es más que un espeso negro apenas adornado con el brillo de ocasionales estrellas o los trazos grises de las nubes. Ital Tek nos trae esos colores pero también propone nuevas formas de observar la profunda infinidad cósmica. Sus composiciones (enroladas en un personal tipo de música electrónica que toma tanto del Dubstep como de la I.D.M.) se mueven lentamente y van dando pinceladas sutiles que, sólo al alejarnos del cuadro, se aprecian debidamente. Los ritmos cadenciosos nos relajan, los bajos subterráneos nos arrullan, las melodías comienzan a elevarnos y el cuidadoso entramado de arreglos termina de darle forma a un viaje tan emotivo como, bueno, colorido. En efecto, aquí hay un importante componente psicodélico/espacial pero que, al verse complementado por la constancia inquebrantable de los ritmos programados y la profundidad sentimental, casi melodramática de la mayoría de las melodías, evita caer en el mero cuelgue drogón y autoindulgente. De hecho, algo que parece distinguir a Ital Tek de muchos de sus pares electrónicos, es el hecho de que aquí encontramos canciones propiamente dichas antes que simplemente ritmos y texturas agrupadas de forma casi aleatoria. Por supuesto, no se trata de material extremo ni ruidoso ni nada por el estilo, aunque no por eso está exento de intensidad. Sólo hace falta cerrar los ojos y dejarse llevar, les aseguro que el viaje vale la pena.


-Kris Force & Jarboe “The path” (2010)
Dos potencias se saludan para confeccionar la banda sonora de un particular video juego de claros tintes lóbregos llamado “The path”. De Jarboe hemos hablado bastante aquí, lo cual nos exime de presentarla. Si no, chequeen su trabajo junto a Swans, sus discos solistas, su fugaz proyecto Blackmouth o sus geniales colaboraciones con Justin Broadrick y Neurosis para hacerse una idea del enorme talento de esta auténtica bruja sureña. Kris Force esa una compositora y multi instrumentista que viene liderando el ensamble Dark Ambient/Avant-Folk/Neoclásico Amber Asylum desde 1996 y ha paseado sus talentos como invitada de artistas tales como Swans, Neurosis, Steve Von Till (y sí, todo queda en familia), Morne, Giant Squid, Today Is The Day o Bastard Noise, entre muchos otros. Como es de esperar, cuando estas dos señoras se juntan el resultado es un embriagador viaje por los paisajes más sombríos y atemorizantes del corazón humano. Force despliega su vasta gama de recursos, que van desde delicadas construcciones de cuerdas casi sinfónicas al empleo de samples y texturas electrónicas varias, para sentar las bases de estas pinturas tan encantadoras como claustrofóbicas, mientras que Jarboe da las pinceladas finales con su inigualable voz, por momentos acompañando las melodías con líneas de un romanticismo doloroso pero también dejando lugar para sus modismos más rasposos y demoníacos. Con sólo mencionar que aquí se incluye una tenebrosa versión recitada del cuento “Caperucita roja”, ya deberían hacerse una idea de los carriles por los que se mueve la placa. Kris Force y Jarboe desnudan la belleza descarnada que se esconde debajo de las visiones más oscuras que la imaginación pueda invocar y lo hacen con una musicalidad profunda e hipnótica que trasciende los meros rótulos y encasillamientos musicales.


-Loma Prieta “Life less” (2010)
Probablemente debido a sus lazos directos con el Emo, el término Screamo ha compartido el escarnio y la desaprobación general que aquel arrastra consigo en los últimos años. Por supuesto, no pretendo de ninguna manera entrar en discusiones sobre verdadero y falso Screamo (vamos, ya estamos grandes y esos argumentos ya eran ridículos en la época de Manowar) pero basta sólo una escuchada a grupazos como Pg.99, Neil Perry, Mara’Akate, Orchid, Hot Cross, Union Of Uranus o Waifle para comprobar que no estamos hablando de musiquita superficial para adolescentes conflictuados. Aquí hay intensidad, inventiva, profundidad y, claro, emoción para tirar al techo. Y si quieren un ejemplo actual y fresco de dichas cualidades, este tercer disco de Loma Prieta viene como anillo al dedo. Oriundos de San Francisco, este cuarteto viene trazando, desde 2005, una más que interesante identidad sónica manejando un sabio equilibrio entre calmos pasajes de extracción casi Post-Rockera y estallidos de puro caos disonante y gritón. Claro, los conocedores del tema dirán que dicha combinación de elementos ya fue llevada casi a la perfección por otros como Saetia, City Of Caterpillar o los japoneses Envy y, en ese sentido, es importante destacar que lo de Loma Prieta pasa por otro lado. El punto clave es la virulencia con la que encaran las composiciones. Aquí no hay demasiado lugar para extensos desarrollos instrumentales plagados de melodías entre épicas y melodramáticas, las canciones son breves y certeras (los diez temas que componen la placa se apiñan en poco más de diecisiete minutos) aún dentro de sus caóticas estructuras y siempre mantienen una sensación de catarsis visceral e inmediata, un vértigo que, de cierta forma, los mantiene cerca de las raíces Hardcore del género. Esto no significa, ni por un segundo lo piensen, que aquí falte el vuelo creativo o las buenas ideas. Las guitarras se trenzan en espesas batallas de disonancias y acoples pero siempre tienen a mano alguna que otra melodía arrebatadora, las bases rítmicas se mueven inquietas entre blast-beats desatados, golpes trabados y remansos cargados de tensión, todo con un despliegue que ahuyenta la palabra aburrimiento a base de huevos y una imaginación desbocada y salvaje. Digamos que Loma Prieta se las arregla para dotar de una saludable vitalidad al costado más extremo y violento del Screamo (ese que casi se confunde con el Grindcore, el Mathcore o el Noisecore) y, de paso, nos regala un puñado de canciones que se clavan directamente en el alma luego de rompernos algunos huesos. No se lo pierdan.


-Mothboy “Bunny” (2010)
El disco se llama “Bunny” (o sea, conejito) y la tapa nos muestra, justamente, a un conejo con su patas delanteras y el frente del buzo que viste cubiertos de sangre. Esa misma idea de un animalito más bien tierno e indefenso transformado en algo violento es lo que parece representar la música de estos londinenses. En efecto, parten de una base eminentemente electrónica y bailable, inclusive incorporan algunos de los elementos más accesibles del Hip-Hop, el Jazz y el Lounge pero debajo de ese supuesto clima distendido se esconde una malicia de tintes psicóticos y sumamente retorcidos. No por nada han contado con ocasionales colaboraciones de gente como Mick Harris (primer baterista de Napalm Death, luego líder de los maravillosos Scorn y propulsor de infinidad de proyectos paralelos) y Ted Parsons (legendario baterista de Swans, Prong, Godflesh y Jesu), entre tantos otros. Desde ya, Mothboy ve la música como un todo y poco interés tiene por calzar en ningún género específico. En ese sentido, se me hace inevitable sentir cierto espíritu afín a un tipo como Mike Patton. No porque la música de Mothboy recuerde necesariamente a la del ex líder de Mr. Bungle, si no porque ambos comparten ese eclecticismo desmedido y esquizofrénico, y esa forma perversa de apoderarse de estilos y modismos que se suponen amigables. Así, pueden pasar de un Hip-Hop netamente fiestero a polvorientos paisajes de oscuridad ambiental, de flirteos con el costado más Lo-fi y melancólico del Indie-Rock a frenéticas estructuras rítmicas y sónicas, de espesos viajes lisérgicos a un refrescante swing Jazzero y así hasta el infinito. Claro, según los propios implicados se trata del disco final de Mothboy (a partir de ahora Simon Smerdon, su líder, se concentrará en Smerdon, su propio grupo de Indie-Rock), por lo que no resulta sorprendente que pongan toda la carne al asador y no dejen ni una sola idea sin probar. Y lo mejor es que, a pesar de la importante cuota de delirio que exudan las composiciones, el álbum mantiene una coherencia interna y una identidad bien definida. Para disfrutar sin prejuicios.


-Norma Jean “Meridional” (2010)
Muchos prejuicios se apilan sobre la espalda de Norma Jean. Que si son cristianos, que si son una mera copia de Botch, que si tienen un look demasiado Emo, que si grabaron con Ross Robinson (el otrora productor estrella del Nú-Metal), que si emplean demasiadas melodías y vaya uno a saber qué otras cosas. Con trece años de carrera y cinco discos plagados de intensidad y buenas ideas musicales, estos oriundos de Georgia no parecen hacerse demasiado problema por dichas cuestiones. Y, por si hiciera falta, “Meridional” viene a confirmar que se trata de un grupo con evidente sustancia musical. Inicialmente promocionado como una suerte de vuelta a sus raíces más frenéticas, este quinto álbum en realidad se trata de una profundización del camino iniciado en el anterior “Anti-Mother”, el disco donde se hacía más claro que nunca su acercamiento entre las disonancias y las contracturas heredadas de Botch y una profundidad melódica más comparable a un grupo como Deftones, cuyo vocalista, Chino Moreno, casualmente, prestó su garganta como invitado en dicho trabajo. Aquí la cosa sigue por carriles similares pero se suma un espeso aire de oscuridad y una complejidad (aún cuando se trata de una complejidad más madura, no tan histérica y caótica como la de antaño) mayor en las composiciones, sin por ello resignar los pasajes melódicos que, de todas formas, parecen haber adquirido un grado mayor de amargura y desazón. El hecho de que a los tradicionales instrumentos rockeros se sumen otros como pianos, guitarras acústicas, órganos, percusiones varias y lap steel guitar, y la gama de diferentes afinaciones empleadas a lo largo de la placa, demuestran las ansias de los muchachos por expandir su paleta sónica y escapar de cualquier tipo de restricción estilística. Se trata, entonces, de un material intrincado y plagado de detalles, con grandes composiciones que nacen de las entrañas pero se ordenan con una inteligencia superlativa, con un trabajo de guitarras excepcionalmente creativo y versátil, con una base rítmica sólida y dinámica, y con un cantante que maneja a la perfección el equilibrio entre alaridos, melodías y todo lo que haya en el medio. Hasta hay lugar para una aparición estelar de Shelby Cinca, ex vocalista de los legendarios y geniales Frodus, algo que, de cierta forma, le da a Norma Jean credibilidad en los círculos más nerds del Post-Hardcore. Desde ya, si aprecian el Metal en general, hecho con altas dosis de imaginación, emotividad y vuelo creativo y con una visión más bien a futuro del género, yo recomendaría que dejen de lado los prejuicios y le den una oportunidad a esta placa.


-The Effort “Wartime citizens” (2010)
Puños en alto y corazones palpitando rabiosamente. The Effort llega a este tercer larga duración con ansias de ganarse un lugar propio en el podio del Hardcore actual y lo logra a fuerza de intensidad, buenas ideas (musicales y de las otras) y una pasión que trasciende barreras. El punto fuerte está en el trabajo de guitarras, capaz de generar melodías sumamente emotivas sin por ello resignar ni un ápice de energía en el proceso. Por supuesto, también ayuda el pulso rítmico del quinteto, sólido pero con el grado justo de versatilidad como para no quedar encerrado en esquemas demasiado gastados. Digamos que aquí parece convivir la madurez del Post-Hardcore con la furia urgente y visceral de los sonidos de la vieja escuela, sumados a una vuelta tuerca rozando lo experimental (tenemos lugar para alguna que otra guitarra acústica, algún pasaje con interesantes arreglos percusivos, ciertos acoples y amagues disonantes y hasta una suerte de balada gritada como lo es “Digital snow (Analog sirens)”) que terminan de delinear un resultado final tan personal como desgarrador. La primera y única referencia que se me viene a la cabeza es el último disco de Verse (el genial “Aggression”), al menos en lo que hace a explorar nuevas formas de encarar el Hardcore de siempre, amplificando su faceta emocional (y esto no significa Emo, no sean cabezaduras) hasta niveles que se sienten profundo en el alma y el cuerpo. En cualquier caso, la identidad del quinteto está a salvo en sus canciones, en esa entrega absoluta y descarnada que, no obstante, no pierde de vista la inteligencia y la creatividad a la hora de componer. El Hardcore mantiene la cabeza en alto y sigue entregando material de calidad, sólo basta pegarle una oída a “Wartime citizens” para comprobarlo.


-The Subhumans “Same thoughts, different day” (2010)
Los viejos Punks perderán el pelo pero nunca las mañas. ¿Qué hace una banda pionera del Punk canadiense de principios de los ochentas cuando quiere reeditar su disco debut (el inoxidable “Incorrect thoughts” de 1981) y se ve impedida por mezquinas cuestiones contractuales? ¿Acaso contrata una legión de abogados para recuperar los derechos de dicha placa? ¿Lloran y patalean ante managers y ejecutivos discográficos? No, se meten en el estudio, regraban todas las canciones del disco, le suman algunas rarezas y temas inéditos y editan dicho material con el beneplácito de Jello Biafra y su sello Alternative Tentacles. Y a otra cosa, mariposa. Claro, el temor en estas situaciones es que la crudeza del original se pierda en pos de una inevitable madurez sonora. Pues bien, aquí el sonido más claro (pero nunca diluido) y las interpretaciones más ajustadas (en especial en el terreno vocal) no hacen más que enaltecer estos inmortales himnos de puro Punk-Rock. Claro, estos Subhumans (no confundir con los británicos anarquistas de igual nombre) nunca estuvieron del lado más reventado (por así llamarlo) del Punk, su sonido es comparable al de clásicos californianos como T.S.O.L., Adolescents o los primeros Bad Religion, es decir que la melodía juega aquí un rol tan importante como los riffs mugrientos y los ritmos aptos para el pogo. Ojo, tampoco se trata de Punk-Pop propiamente dicho, las líneas vocales son absolutamente memorables y coreables pero vienen balanceadas con una muralla de distorsión generada por la guitarra e interesantísimos arreglos instrumentales que nos recuerdan constantemente el hecho de que esta gente tuviera un disco (“No wishes, no prayers”, de 1983) editado por SST, el sello de Greg Ginn de Black Flag. Tampoco es casualidad que algunas de sus canciones fueran en su momento versionadas por exponentes tan variados del Punk en general como D.O.A., Screeching Weasel o NoMeansNo, entre otros. En fin, lo que aquí tenemos es casi una hora de pura dicha Punk-rockera, un infalible recargador de energía anímica y un puñado de canciones sencillamente redondas e irreprochables. A disfrutarlo.

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