11 de mayo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Admiral Angry “A fire to burn down the world” (2010)
Este segundo disco de Admiral Angry (sucesor del genial “Buster” de 2008) contiene, en un único tema que ronda la media hora de duración, la última grabación del grupo previa al fallecimiento de su guitarrista Daniel “The Admiral” Kraus luego de una larga batalla contra una fibrosis pancreática. Y si esa historia les parece un poco densa, esperen a escuchar el álbum en sí. “Buster” ya nos había expuesto a un grupo que había aprendido a la perfección las lecciones en lentitud y climas enfermizos de bandas como Khanate y Burning Witch y a eso le sumaba un espíritu indomable y siempre listo para la confrontación y la sorpresa. Aquí, estos californianos ahondan aún más en la premisa autoimpuesta de lograr que su música sea lo menos placentera posible. Siempre en cámara lenta (aquí las ocasionales aceleradas que adornaban el debut han sido desterradas), el quinteto destruye la superficie a su paso, ya sea con riffs montañosos y graves que retumban hasta el infinito o con sórdidos pasajes infectados de acoples y atmósferas desesperantes. La voz es un constante alarido que desgarra el alma y transmite un dolor insoportablemente intenso, las guitarras y el bajo conforman una impenetrable pared de distorsión que ahoga los sentidos en espesas aguas de alquitrán sonoro, la batería sostiene el paso moribundo y entumecedor con una concentración que bordea la psicosis. El tema se va desarrollando entre tensiones y estallidos sin dejar el más mínimo resquicio para respirar o hallar un mínimo destello de luz. Es casi imposible, dadas las circunstancias que rodean a la placa, no asociar esta música con los últimos estertores de una vida que se extingue inevitable y dolorosamente. Atrévanse a experimentarlo.


-Alter Der Ruine “This is why we can’t have nice things” (2010)
Detrás de la imagen casi payasesca que portan (con sus extravagantes mostachos) los integrantes de Alter Der Ruine, se esconde una bestia peligrosa. Se trata de una criatura con esqueleto mecánico y una computadora haciendo las veces de cerebro. El problema parece ser que dicha computadora está tan infectada por virus de diversos tipos que las órdenes que envía replican, de alguna forma, los pensamientos de un psicótico grave. Para peor, estos oriundos de Arizona se las arreglaron para dotar a su creación de un alma humana pero que sólo procesa los estímulos más oscuros y desagradables que puedan concebir. Esta máquina nos invita a retorcernos en danzas robóticas pero, lejos de sumirnos en algún tipo de escapismo bolichero o placer erótico, envía latigazos eléctricos que calan los huesos y queman la carne. Desde ya, nuestra débil contextura humana nada puede hacer para defenderse de estos embates. Sólo nos queda aceptar la tortura con extremo placer masoquista. Ok, Alter Der Ruine maneja preceptos electrónicos que van desde la dureza bailable de Front 242 a las texturas corrosivas de Merzbow, sin olvidar el empuje virulento de Atari Teenage Riot y los delirios sónicos del Aphex Twin más abrasivo. Algunos llaman a esto Power-Noise, Rhythmic Noise o Distorted Beat Music, refiriéndose, en líneas generales, a una fusión entre beats aptos para las pistas de baile y densas cascadas de ruido digital. No es una mala definición, debo decir. Cabe aclarar, no obstante, que, en muchos momentos, los ritmos golpean con una violencia tal que la única danza posible es repartir patadas al aire hasta sentir que las articulaciones empiezan a ceder. En ese sentido, el núcleo energético de Alter Der Ruine es más comparable con el Hardcore o el Metal extremo que con lo que usualmente se conoce como Música Dance. En definitiva, se trata de música agresiva, salvaje y enfermiza, tenga el rótulo que tenga. Si buscan emociones fuertes y no tienen prejuicios contra los sonidos electrónicos, aquí tienen un suculento bocado para atragantarse.


-Anathema “We’re here because we’re here” (2010)
De toda aquella camada de Metal Gótico europeo que surgió durante los noventas, Anathema (junto a Katatonia) probablemente sea la banda que mejor logró envejecer. Paradise Lost debatiéndose entre copiar a Depeche Mode y retomar la pesadez de antaño pero sin demasiada inspiración, My Dying Bride repitiendo hasta el bostezo (y con mínimas variaciones) sus fúnebres lamentos de siempre, The Gathering huérfano de Anneke (cuyos últimos discos con el grupo ya mostraban un claro declive compositivo), Tiamat entre Sisters Of Mercy y la electrónica y alejados de la magia de antaño y Moonspell…bueno, Moonspell siempre apestó, así que no hay problema. Por supuesto, como la mayoría de esos grupos, Anathema tuvo su propio cambio de rumbo estilístico a partir del genial “Eternity” (1996), donde la melancolía etérea de Pink Floyd tomaba la posta desterrando los gruñidos y el costado más extremo de su propuesta. Siete años pasaron desde su anterior entrega de estudio (“A natural disaster”) pero podemos decir que los británicos se mantienen en forma. No se han movido demasiado de los esquemas planteados en sus últimos trabajos, tenemos abundantes pianos diseñados para evocar los recuerdos más tristes y los paisajes más nublados del alma, guitarras que se mueven entre una delicadeza soñadora, casi psicodélica y los ocasionales estallidos de distorsión épica, eternos colchones de teclados envolviendo todo y melodías vocales (casi siempre acompañadas por coros femeninos) cargadas de desazón y melancolía, sin pasarse de histriónicas pero con un pie plantado firmemente en el espectro más melodramático del Rock en general. Desde ya, ciertos pasajes, de tan frágiles y sensibles parecen sacados de un disco de Enya pero inclusive ese costado más bien grasa (perdón pero no se me ocurre un término mejor para describirlo) es parte fundamental de su sonido y su impronta emotiva. Ahí reside el encanto de esta gente, pueden conmoverme inclusive con elementos (a la influencia Pinkfloydiana, los coros angelicales y el flirteo casi New Age, súmenle algo de Radiohead y el Porcupine Tree más tristón) que, en otras circunstancias, me resultan absolutamente abominables. Llámenlo un placer culposo, si les parece, pero si están buscando música para darle rienda suelta a sus emociones más vergonzosamente telenovelescas, “We’re here because we’re here” es una opción casi ideal.


-Cult Of Cadavers “Feeding off the corpse of a dead world” (2010)
El nombre del grupo, el logo sangriento, el título del disco, el arte de tapa (con un zombie devorando las entrañas de un niño, mientras otro bebe la sangre del cráneo de una cabeza decapitada), temas como “Desiccate the anemic”, “Cannibals of the eucharist”, “Lay me down to rot” o “Into the mouth of the antropophagus” y hasta un cover de Carcass (del tema “R**k the vote”, perteneciente al polémico “Swansong”). Todo parece indicar que estamos en presencia de puro y sangriento Death Metal, ¿verdad? Me gustaría decirles que sí para poder luego espiar sus expresiones cuando escuchen este disco. Los mismos implicados (bueno, en realidad da la impresión de que se trata de una sola persona pero la información no es del todo clara al respecto) citan como influencias al cine de terror, el Metal y la Música Electrónica, y hasta ahí podríamos llegar a hablar de Cyber-Grind. Pero tampoco. Como para que se hagan una idea, Front Line Assembly en su estadío más bailable y amigable podría ser la referencia más extrema a la que se acerca esto. En efecto, detrás de la fachada gore, lo que tenemos es un disco de Música Electrónica, cien por ciento bailable, instrumental pero plagada de pegadizas secuencias melódicas, y ciertamente alejada de cualquier atisbo de ruido, gruñidos, blast-beats o Metal extremo en general. Vamos, material bolichero al mango, hasta con algún que otro dejo casi simpático en la construcción de las melodías y sin salirse demasiado de los esquemas rítmicos y sonoros más o menos habituales en este tipo de propuestas. Sólo alguna que otra transición un tanto más oscura remite al horror que tanto parece apasionar a Cult Of Cadavers. Tal vez se trate, justamente, de un gran chiste y, si así fuera, debo decir que la cosa se pone más interesante. No es que el resultado musical no lo sea, es sólo que ese tipo de sentido del humor bardero siempre suma puntos. En cualquier caso, si quieren probar ustedes mismos, pueden visitar www.cultofcadavers.bandcamp.com y descargar de forma gratuita el disco como para sacar sus propias conclusiones, que siempre es lo mejor.


-Elephant9 “Walk the Nile” (2010)
¿Qué está pasando en Noruega? ¿Dónde quedaron los jóvenes perturbados que, munidos de maquillaje facial y muñequeras con pinchos, se dedicaban a quemar iglesias al frenético ritmo del más blasfemo Black Metal? ¿Qué son estos gorditos nerds haciendo música intrincada y colorida? Sí, no sólo de Shining vive el virtuoso deforme noruego y, de hecho, Elephant9 comparte baterista con dicho grupo. Y, si les digo que el resto de la formación la completan un bajista y un tecladista, ya se pueden ir haciendo una idea de, al menos, el marco sonoro que maneja el grupo. Ahora bien, asimilar esta suerte de adrenalínico y musculoso Jazz-Rock-Progresivo que practica el trío ya no es tarea tan simple. Con seis laberínticas composiciones extendidas durante cuarenta y cinco minutos, el foco de Elephant9 parece estar puesto en la interpretación. Y con esto no me refiero a los gestos de estéril autoindulgencia que muchas veces plagan este tipo de música, si no a la interacción entre los instrumentos, a la sensación lúdica de disolución que se desprende de este incesante fluir musical. El recorrido está guiado principalmente por Ståle Storløkken (compositor de la mayoría del material) que, con su arsenal de teclados y sintetizadores vintage, dibuja riffs serpenteantes, densas texturas alucinógenas, suculentas melodías de sabor exótico y afiebradas cabalgatas tan vertiginosas como hipnóticas, según lo requiera el desarrollo del tema. El resto, como corresponde, no se queda atrás. El bajista Nikolai Hængsle Eilertsen se explaya sobre su instrumento como si contara con veinte dedos en cada mano, aportando un impenetrable muro de graves y una vasta gama de jugosos contrapuntos y juegos armónicos, mientras que Torstein Lofthus (el aludido baterista de Shining) sostiene todo con un despliegue de golpes que van desde el swing Jazzero más elegante al más virulento derroche de testosterona. Y lo mejor de todo es que las composiciones mismas resultan tan atrapantes y energéticas que el virtuosismo termina quedando en cómodo segundo plano. De todas formas, aquellos que se vuelvan locos con las instrumentaciones intrincadas y las estructuras caóticas, aquí tendrán mucho para analizar.


-Hoodoo Gurus “Purity of essence” (2010)
Veintinueve años de carrera (bueno, con un alto entre 1998 y 2003), noveno disco y estos australianos mantienen intactas sus ganas de rockear sin demasiadas dobles lecturas. Siempre liderados por la voz y la guitarra de Dave Faulkner y sus irresistibles melodías, Hoodoo Gurus nos entregan una nueva colección de perfectas canciones Power-Pop y lo hacen con la frescura y el desparpajo de siempre. Por supuesto, más allá de que Faulkner es el indiscutido centro creativo del grupo, son inestimables los aportes del veterano guitarrista Brad Shepherd (sobreviviente de dos cánceres diferentes en los últimos seis años), no sólo en lo que hace a las seis cuerdas, si no también a los exquisitos coros que adornan las composiciones. Y, ya que estamos en ese plan, tampoco podemos dejar de destacar la solida base rítmica conformada por Mark Kingsmill (batería) y Richard Grossman (bajo), sosteniendo todo con nervio rockero y un swing sumamente contagioso. Pero, claro, esto no se trata de excelencias interpretativas, aquí mandan las canciones. Y de eso, esta gente sabe mucho. Pueden ponerse melosos y romanticones, luego pasar al más áspero Rock And Roll, incluir algún que otro arreglo de vientos, rompernos el corazón con las más sentidas melodías o alumbrar hasta el ánimo más sombrío a base de guitarrazos Stoogeros y líneas vocales de pura cepa Beatlera. Pueden emocionarnos en lo más profundo de nuestro espíritu sin por ello perder nunca el sentido del humor, pueden ponernos una sonrisa en el rostro sin necesidad de pasar por imbéciles, pueden invitarnos a poguear contra las paredes y hacer frenéticos movimientos de air-guitar a la Pete Townshend pero nunca pierden de vista la musicalidad y el gancho melódico de las canciones. Insisto, no se trata de material sesudo e intrincado y, justamente, en esa refrescante falta de pretensiones es que reside el encanto de estos vejetes. Absorbieron la suficiente historia Rockera como para saber dónde no meterse e, indudablemente, todavía saben cómo mantener encendida la llama interna. Cada uno de los dieciséis temas que componen la placa podrían ser hits inmediatos y sin embargo no hay en ellos ni un atisbo de superficialidad. Y el que pretenda más de un jodido grupo de Rock que se vaya a escuchar Genesis o Radiohead.


-Jim O’Rourke “All kinds of people – Love Burt Bacharach” (2010)
Evidentemente, Burt Bacharach es el ejemplo perfecto de músico Pop (y, en este caso al menos, el término es claramente una abreviación de Popular) respetado y admirado por la creme más cool del universo rockero y aledaños. No me refiero sólo a sus colaboraciones con Elvis Costello y Dr. Dre, si no también a los tributos que le han rendido artistas como John Zorn, Mike Patton, Elliot Sharp, Sean Lennon, Zeena Parkins, Medeski, Martin & Wood y, ahora, Jim O’Rourke, uno de los nombres más destacados de la música en general (su producción va desde el Indie más delicado y melódico hasta la experimentación más sesuda, intrincada e inaccesible) de los últimos veinte años. A decir verdad, O’Rourke ya había versionado “Something big” de Bacharach en su precioso disco “Eureka”, editado en 1999. En esta ocasión el ex líder de Gastr Del Sol (banda fundamental para lo que fueran los cimientos del Math-Rock y el Post-Rock) forma una base fija junto al baterista Glenn Kotche (Wilco, Loose Fur), se hace cargo del resto de la instrumentación (guitarra, banjo, teclados, bajo, clavicordio, etcétera) y reúne un seleccionado de diversos cantantes para recrear once composiciones de Don Burt. Dichos vocalistas, con excepción de Thurston Moore (de Sonic Youth), Donna Taylor (colaboradora habitual del mismo Bacharach) y el mismo O’Rourke (que también se da el gusto de cantar algunos temas), son de origen japonés y se alistan, en general, en las filas de la vanguardia más ruidosa y extremista. A pesar de ello, se trata de versionas respetuosas de la elegancia melódica de los originales, con un O’Rourke inspiradísimo en las interpretaciones, reproduciendo con orquestaciones más modestas pero igualmente elaboradas todo ese romanticismo entre inocente y melancólico que desprenden canciones como “Close to you”, “Do you know the way to San jose” o “I say a Little prayer”. Cada uno de los cantantes aporta su sello personal (desde el susurro ahogado de Thurston Moore a los agudos infantiloides de Koike Mitsuko) sin irse nunca por las ramas ni cortar el aire relajado que domina la placa y dejando apenas un mínimo espacio para la experimentación en la versión de “I say a Little prayer” encarada por Yoshimi de los siempre inquietos Boredoms. En fin, no se trata de un trabajo especialmente revelador y, ciertamente, está alejado de la profundidad conceptual con la que O’Rourke suele moverse, aún en su faceta más accesible y cancionera. No obstante, el encanto irresistible de estas melodías lo exime de ese tipo de análisis y lo coloca en la categoría de discos para disfrutar sin cuestionar. Lo cual no es poco.


-Melvins “The bride screamed murder” (2010)
A esta altura del partido, ¿qué les voy a decir yo sobre los Melvins que no sepan ya? ¿Qué son de las pocas bandas capaces de sostener veintisiete años de carrera ininterrumpida manteniendo siempre un nivel compositivo superlativo y un inagotable apetito creativo? ¿Qué su particular combinación de densidad Sabbáthica (¿o Blackfláguica?), ruidosa crudeza Punk e impredecibles y revulsivos delirios de corte netamente experimental representa una de las propuestas artísticas más relevantes e influyentes de la historia del Rock en general? ¿Qué dicho sonido fue la principal inspiración para sub-géneros como el Grunge y el Sludge? ¿Qué, a pesar de ello, resulta absolutamente imposible encerrarlos en una categoría específica y, no obstante, siempre mantienen una impronta inconfundiblemente propia? ¿Qué su eterno líder, el entrañable King Buzzo, es el amo definitivo del riff y que cuenta con un arsenal de ideas para regalar a infinitas generaciones de aprendices a guitarristas? ¿Qué el monumental sostén rítmico que conforman sus dos bateristas (el veterano Dale Crover y el joven dinamita Coady Willis, desde aquel genial “(A) Senile animal” de 2006) despliega una contundencia y un grado de imaginación que deja sin aliento? ¿Qué los juegos corales que se permiten ahora que los cuatro integrantes cantan (a los ya mencionados, sumen al bajista Jared Warren, miembro también de Big Business, al igual que Willis) no hacen más que aportar nuevas dimensiones a su, ya de por sí, profunda complejidad musical? ¿Qué cada canción de este ominoso “The bride screamed murder” (de tono más sórdido y retorcido que su anterior entrega, el Zeppelinero “Nude with boots”) es un envolvente viaje por expresionistas visiones y paisajes de oscuridad lisérgica que, aún así, mantiene en todo momento una energía física al rojo vivo? ¿Qué se trata de nueve composiciones intrincadas y plagadas de detalles y vueltas inesperadas, de un tono casi Progresivo si no fuera porque aquí no hay lugar para innecesarias exhibiciones de autoinduglencia instrumental ni un atisbo siquiera de pompa épica? ¿Qué resulta sinceramente increíble que, con tantos años sobre sus espaldas, estos tipos conserven intacta la llama interna y, al mismo tiempo, sigan proponiendo ideas frescas e innovadoras con una naturalidad pasmosa? En fin, como siempre, nada de lo que yo pueda escribir acá se acerca siquiera a hacerle justicia a la necesaria música de los Melvins. Sólo queda callarme de una vez y seguir disfrutándolos.


-Misery Index “Heirs to thievery” (2010)
A la mierda. ¿Andan con ganas de un poco de música violenta? Bien, han llegado al lugar indicado. Ok, no es ninguna novedad que Misery Index nos entregue material brutal, siempre haciendo equilibrio entre el salvajismo del Grindcore y la técnica del Death Metal, pero esto es más de lo que esperaba. El cuarteto parece haber ajustado al máximo las perillas y se despachó con once canciones en poco más de media hora, capaces de dejar sin aliento al más guapo. Por supuesto, no faltan las pequeñas variantes (algún que otro rebaje más Hardcoroso, algún solo melódico Carcassero, algún que otro riff más hipnótico y disonante) que aportan un poco de aire para que la golpiza sea aún más efectiva pero, insisto, el foco está puesto en la agresión sin concesiones. Se me hace que el hecho de que el cuarteto base su temática en cuestiones políticas les aporta un grado extra de convicción y rabia a la hora de componer estas bombas musicales. O sea, es más fácil estar enojado por situaciones reales que por fantasías gore o satánicas. En ese sentido, estos oriundos de Baltimore ponen toda su destreza instrumental (que no es poca, el trabajo de las guitarras y la batería bien podría competir con cualquier banda de Mathcore o Death técnico) al servicio de quebrar huesos y hacer hervir la sangre. Hasta las voces me remiten al gran Barney Greenway (de Napalm Death), no porque suenen parecidas, si no porque comparten con el británico esa cualidad de transformar las tradicionales voces de monstruo en ladridos llenos de pasión y vehemencia, antes que en un infantilismo caricaturesco. Por lo demás, las canciones se encuentran sólidamente construidas sobre riffs al rojo vivo y un incesante repiquetear rítmico, sin perder nunca de vista el gancho (dentro de las posibilidades del género, claro está) y manejando con sabiduría las estructuras para lograr una dinámica que aleje cualquier atisbo de aburrimiento. En fin, una excelente excusa para revolear las cabezas como enfermos y andar con cara de orto todo el día.


-The Blood Of Heroes “The blood of heroes” (2010)
Si ponen a Bill Laswell (legendario bajista, productor y compositor avant-garde. Miembro de grupos como Last Exit, Massacre, The Golden Palominos, Painkiller y Praxis y uno de los principales promotores en eso de combinar la grave lentitud del Dub con las corrientes más extremas del Rock en general) y Justin Broadrick (a esta altura no hace falta que les exponga su curriculum, ¿no?) a explayarse sonoramente sobre los beats de Submerged y Enduser (dos destacados nombres de las últimas generaciones del Drum N’ Bass más opresivo), queda claro que el resultado no será un apacible paseo por soleadas praderas. No por nada decidieron bautizar este proyecto tras un film post-apocalíptico australiano de 1989 dirigido por David Webb Peoples, quien también colaborara en películas como “Blade Runner” y “12 monos”. En efecto, The Blood Of Heroes no sólo se erige como una especie de supergrupo electrónico/rockero, si no que logra, en este debut homónimo, una de las experiencias musicales más perturbadoras de los últimos tiempos. Curiosamente, el foco no está puesto tanto en el ruido como en los climas desolados y, claro, apocalípticos, llegando a ominosos paisajes de asfixiante entropía a través de diversos caminos. Tenemos brutales ataques de Drum N’ Bass frenético atravesados por los graves submarinos de Laswell y la guitarra chirriante de Broadrick, humeantes letanías Dub envueltas en masivas paredes de distorsión melódica que no hubieran desentonado en Jesu o adornadas por esos riffs gordos y amenazantes marca Godflesh, sórdidos pasajes de tensa calma ambiental que dibujan turbulentas visiones en la mente, algo de ese Hip-Hop ruidoso que Justino experimentara en su viejo proyecto Ice y hasta amagues de Breakbeat bailable remachado con martillazos eléctricos y erupciones de mugre sónica. En algunos temas colabora también Dr. Israel poniendo alguna de sus rimas pero siempre ubicado en el contexto oscuro de la placa. Ok, yo sé que no soy muy subjetivo qué digamos con esta gente pero, honestamente, escuchar el bajo profundo y gruñidor de Laswell junto a las siempre tortuosas seis cuerdas del ex líder de Godflesh, explayándose sobre algunas de las bases más creativas y sobrecogedoras que la Electrónica actual tiene para ofrecernos es, sencillamente, un hecho para agradecer a la vida de rodillas.


-The Howling Wind “Into the cryosphere” (2010)
Luego de editar en 2006 uno de los mejores discos en la historia del Black Metal (el cáustico y monumental “A shaman steering the vessel of vastness”), Thralldom, aquel misterioso proyecto liderado por Ryan Lipynsky de Unearthly Trance (aquí bajo el seudónimo de Killusion), dejó de existir como tal. Brevemente resurgió como Drifting Collision, dejando sólo un demo como legado y con Killusion como único integrante. En 2007, y con la incorporación del baterista Parasitus Nex, nace The Howling Wind y nuestro hombre sigue dando rienda suelta a sus más básicos instintos Blackmetaleros. Bueno, eso de básicos es un decir. SI bien “Into the cryosphere” (segundo disco, precedido por “Pestilence & peril” y un par de ep’s), no se lanza tan abiertamente a la experimentación con elementos del Noise y la Música Industrial como lo habría hecho Thralldom en su mencionado último trabajo, de ninguna manera se trata de material convencional o falto de ideas propias. Los climas corrosivos y enfermizos siguen estando ahí pero aparecen de forma un tanto más oculta. Ahora el foco parece puesto en las guitarras, desgranando riff tras riff de pura majestuosidad grotesca enmarcados en estructuras casi épicas (desde el arte de tapa se nota un viraje hacia esos terrenos) donde hasta hay lugar para alguna que otra melodía. Ok, se podría decir que la cosa se volvió más “musical” (al menos en términos más bien académicos/conservadores), el sonido general es mucho más claro sin por ello resignar intensidad, las composiciones (aún con sus inevitables idas y venidas y sus tangentes poco convencionales) se presentan de forma coherente y homogénea, y ambos músicos demuestran una versatilidad e inventiva poco común en el Black, especialmente teniendo en cuenta que casi no hay flirteos demasiado directos con otros géneros. Tan sólo algún que otro pasaje un tanto más reposado o alguna intro ruidosa pueden remitirnos lejanamente al Post-Rock o el Noise, lo suficiente como para que The Howling Wind demuestre estar al tanto de las últimas corrientes Blackmetaleras sin necesidad de subirse al tren de los imitadores. Inclusive la profundidad alucinógena que transmiten las canciones poco tiene que ver con el setentismo de bandas como Nachtmystium u Oranssi Pazuzu, aún cuando el componente Psicodélico se encuentra claramente presente. Y allí reside su encanto, en lograr resultados absolutamente personales y sumamente creativos sólo basándose en lo que podríamos considerar los elementos tradicionales del Negro Metal. Absolutamente recomendado.


-Toundra “Toundra II” (2010)
Su debut homónimo (editado originalmente en 2008, reeditado el año pasado), mostraba a un grupo que, sin salirse de las pautas habituales del Post-Rock (desarrollos de menor a mayor, guitarras empapadas de efectos varios, melodías rozando el dramatismo, climas soñadores, juegos dinámicos entre la calma introspectiva y los estallidos monolíticos), le ponía una seria atención a las canciones, supliendo su falta de originalidad con gancho y solidez compositiva. Esta continuación (sobriamente titulada “Toundra II”) es precisamente eso, una continuación. El cuarteto madrileño se mantiene dentro del estilo patentado por bandas como Mogwai, Pelican y Red Sparowes, las influencias son claras y ni siquiera se me hace que traten de esconderlas. Lo que sí se hace evidente es la superación. Envueltas en un sonido excepcional, las siete canciones que componen la placa resultan sencillamente irresistibles a base de argumentos tan ineludibles como buenas melodías, interpretaciones potentes, profunda elaboración musical, el grado justo y necesario de variantes y una sensibilidad punzante y contagiosa. Es interesante también destacar que la energía del grupo es en todo momento claramente rockera, es decir que, más allá de la vasta riqueza musical y la evocación de vívidos paisajes con los que cuentan las canciones, éstas apelan siempre a emociones urgentes y viscerales, topándose inclusive con pasajes rifferos que pueden recordar a Kyuss e inclusive Led Zeppelin . Como si esto fuera poco, el mismo grupo (a través de su sello discográfico, Aloud Music) promueve la descarga gratuita de este material, cosa que pueden hacer visitando www.aloudmusic.com/descargas.php. En fin, aunque suene extraño decir esto de un disco de Post-Rock instrumental, el fuerte de Toundra es su habilidad para construir grandes canciones, ni más ni menos. Y eso ya debería ser motivo suficiente para prestarles atención.


-Underdog “Matchless” (2010)
Nacidos en 1985 de la unión entre ex miembros de Youth Of Today (el vocalista y ocasionalmente guitarrista Richie Birkenhead) y Murphy’s Law (el bajista Russ "Wheeler" Iglay), Underdog siempre fue (hasta su disolución en 1989) algo así como la oveja negra del Hardcore neoyorquino. Su incorporación de cuidadas melodías vocales y elementos musicales ajenos al género (en especial provenientes del Reggae y el Funk) los separaban de tanta hostilidad y testosterona descontrolada que guiaban la escena en esos días. “Matchless” reúne un un solo cd los demos registrados por el grupo, así como su único larga duración, el colorido “The vanishing point” editado poco antes de su separación. Y si hay algo que estas veintiséis canciones prueban es que Underdog se encontraba a la vanguardia (junto a bandas como Beyond y Supertouch) de un sonido haciendo equilibrio entre la tradición más básica del Hardcore made in New York (el mínimo e indispensable toque metalero incluido) y ciertos aires de cambio que terminaron dando forma a lo que luego se conocería como Post-Hardcore. Por supuesto, podemos hablar de influencias, con Bad Brains, Scream y Beefeater a la cabeza, pero la entrega del grupo era cien por ciento personal y refrescante. En especial la labor de Birkenhead, erigido como uno de los vocalistas más versátiles en la historia del Hardcore en general, resulta (aún hoy en día) sorprendente, pasando de infecciosas líneas melódicas a una vasta gama de alaridos y gruñidos con una soltura y una naturalidad realmente pasmosas. Y el resto del grupo lo seguía de cerca. La guitarra dibujando riffs que no se contentaban con los márgenes del Hardcore y exploraban variantes sin bajar nunca la energía, el bajo ayudando en esta labor con atinadísimos arreglos (algo poco común en el género), la batería sosteniendo todo con el punto exacto entre swing movedizo y contundencia. Todo eso, desde ya, puesto al servicio de canciones estimulantes tanto para el cuerpo como para la mente y el alma. En fin, “Matchless” es un documento imprescindible y necesario no sólo para todo aquel que esté interesado en cualquier aspecto del Hardcore, si no también para los amantes de las buenas canciones. Ni más ni menos.


-Vex’d “Cloud seed” (2010)
La ciudad pesa, estos pasos grises se entierran en el cemento y no llevan a ningún lado. Los edificios nos observan con ciegas miradas de desprecio. Una gris eternidad se cierne sobre nuestras cabezas mientras nuestros espíritus se aferran al suelo. Comprendido por grabaciones realizadas entre 2006 y 2007 (pensadas para formar parte del sucesor de aquel genial debut, “Degenerate” de 2005) y algunos remixes, “Cloud seed” es el testimonio póstumo legado por este dúo británico conocido como Vex’d. Y cada uno de los catorce tracks que componen esta hora completa de música es un hipnótico paseo por los más opresivos paisajes urbanos. Sí, aquí hay máquinas y ruido pero no se trata de Música Industrial. Al menos, no de la forma en la que uno estaría acostumbrado. En líneas generales, se supone que este material se inscribe en lo que se conoce como Dubstep pero no creo que eso sea suficiente a la hora de describir los densos entramados sónicos y emocionales de estas canciones. Sí, los ritmos son lentos y cadenciosos, los graves retumban de forma casi subliminal, la atmósfera es pesada y el aire enrarecido pero también hay lugar para ocasionales subidas de intensidad que pueden remitir tanto al Drum N’ Bass más corrosivo como a un Skinny Puppy en pleno síndrome de abstinencia. Así como, en su momento, un grupo como Godflesh supo acercar el clima embotador del Dub al más aplastante Metal-Industrial, Vex’d funde la parsimonia flotante del Dub (o del Dubstep, si son muy obsesivos de los rótulos) con la densidad y la suciedad sonora de la Música Industrial y tiñe todo eso de una oscuridad palpable, casi ominosa en su realismo. Por supuesto, por momentos pueden remitir a una suerte de Trip-Hop enmugrecido, bastardeado y completamente despojado de cualquier atisbo de relajación cool y, en otros, hasta hay lugar para samples Blackmetaleros, lo cual no hace más que indicar el poco respeto del grupo por las limitaciones genéricas. Cualquier elemento musical puede hacerse presente, siempre y cuando contribuya a transmitir encierro, desesperación y mareo. Más allá de su naturaleza errática (el material no fue originalmente pensado como una obra en su totalidad), “Cloud seed” es una experiencia musical increíblemente intensa y envolvente, una pintura casi exacta de la miserable vida que llevamos en las grandes ciudades. Atrévanse a experimentarlo.


-Young Livers “Of misery and toil” (2010)
Pasional, urgente, sudorosa, tensa, desbocada y aún así inteligente. Así es la música que Young Livers nos entrega en este larga duración debut, sucesor del mini lp “The new drop era”, editado en 2007. Guitarras que se doblan en riffs angulares y laberínticos contrapuntos, suben y bajan como alocados pinceles sobre un paño siempre mugriento, estallan y lanzan esquirlas disonantes que se clavan en el alma y resienten las articulaciones. Voces rotas, desesperadas por hilar estas melodías paridas por un corazón en llamas. Ritmos cambiantes, inquietos. Golpes que se sienten en el estómago y obligan a retorcerse en espásticas danzas de liberación. Ok, podemos hablar de Post-Hardcore, podemos mencionar influencias como Hot Water Music (especialmente en el terreno vocal), Drive Like Jehu (especialmente en las guitarras) y Fugazi (especialmente en las estructuras y el manejo dinámico) pero la personalidad de Young Livers está a salvo en el equilibrio único que mantienen entre desgarradora intensidad, frágil sensibilidad melódica e intrincadas elaboraciones instrumentales. Y aún así, en lo más profundo de la propuesta, esto sigue siendo puro y crudo Punk Rock. Canciones que representan algo más que un rejunte de notas, himnos de desesperación urbana que aceleran los latidos del corazón, nerviosismo, ansiedad, desazón y un océano de almas dispuestas a soportarlo todo antes que dejar que el fuego en sus entrañas se extinga. Sí, podría explayarme más sobre la excelente labor que realizan las dos guitarras (digna del análisis más nerd. Si hasta su sello discográfico, No Idea Records, no duda en citar a Thin Lizzy como influencia) o sobre los afiebrados cimientos levantados por la base rítmica pero nada de eso es, en última instancia, relevante aquí. Al menos, no ante semejante despliegue de energía visceral, honesta y contagiosa. Imprescindible para cualquier que tenga sangre en las venas.

2 invocaciones del cosmos:

Estimado mi nombre es José de Valparaiso - Chile, me lei todo pero toda tu reseña de estos discos! y la que más me agradó fue la de Melvins con su último disco The Bride Screamed Murder.

Nose si me permites extraerl para que el 1 de Junio, día en que este álbum sale al mundo por Ipecac Recordings pueda ponerla en portada en Mikepatton.cl, soy su administrador.

Saludos cordiales desde el otro lado de la cordillera.

José

PD: te dejo mi mail. jividalr@gmail.com

Desde ya, tenés todo mi permiso para reproducir esa y cualquier otra review de las que están aquí posteadas.

Saludos.