13 de abril de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Success Will Write Apocalypse Across the Sky “The Grand Partition and the Abrogation of Idolatry” (2009)

Bodies In The Gear Of The Apparatus fue una promesa que, lamentablemente, quedó trunca antes de florecer. De sus cenizas surge S.W.W.A.A.T.S. y traen consigo no sólo el gusto por los nombres largos si no una saludable dosis de Grind-Death-Mathcore capaz de convencer al más escéptico. Ok, hoy en día el así llamado Death-core ha saturado la escena metálica con insoportables clones defectuosos de The Red Chord, pero todavía es posible toparse con estas gemas entre el barro. Estos tipos tocan bien, muy bien. Los riffs se enroscan en cerradísimas vueltas, como un maremoto de dedos sobre el diapasón para invocar el fin del mundo. Las bases van y vienen, entre blast-beats, golpes entrecortados, rebajes machacantes y demás trucos rítmicos. Pero eso no es todo. En primer lugar, el sexteto (sí, leyeron bien), aún haciendo honor al caos compositivo que es casi su marca generacional distintiva, logra plasmar su enorme flujo de ideas en canciones, con partes reconocibles, estructuras coherentes (retorcidas, pero con un claro hilo conductor) y hasta algún que otro estribillo memorable. No teman, no hay melodía a la vista. Ojo, tampoco crean que esto posee el gancho de clásicos Deathmetaleros como Entombed o Autopsy. Pero, para los parámetros que maneja el género en la actualidad, estos floridanos logran destacarse. Por otro lado, el uso de samples no hace más que marcar diferencias (que no es discriminar, como decía E.D.O.) con sus pares, al tiempo que acentúa esos climas entre apocalípticos y lisérgicos que inundan el disco. También es de agradecer que coloquen esos perturbadores interludios instrumentales de aires Industriales, un respiro entre tanta epilepsia y brutalidad sin perder nunca la sensación ominosa ni bajar la intensidad. Por lo demás, aquí tienen un excelso despliegue de violencia musical al rojo vivo, lleno de ideas y con un sólido desprecio por la raza humana. Metal, ni más ni menos.

-Millions “Gather scatter” (2009)
A esta altura nadie debería asombrarse si un grupo de clara extracción Punk incorpora a su paleta sonora complejidades instrumentales propias del más sesudo Rock Progresivo. Ya sabemos que los riffs enroscados y pesados no son propiedad exclusiva del Metal, Black Flag ya nos enseñó eso. Entonces, sería al menos ingenuo el maravillarse con este disco debut de Millions. Las referencias están ahí, no hace falta enumerarlas por enésima vez. Superado ese pequeño escollo, tenemos poco menos de media hora de pura intensidad contracturada condensada en ocho canciones especialmente diseñadas para atravesar las neuronas como un rayo láser. Ocho nuevas confirmaciones de que el Rock de guitarras todavía tiene algo interesante para ofrecer. Un pulso frenético, un groove trabado pero no por eso menos fluido, voces crudas y rasposas pero alejadas de cualquier tipo de teatralidad metalera, un bajo crujiente y golpeador, y un trabajo excepcional en las seis cuerdas. Material apto para sacudirnos cual epilépticos graves o para dejar que la mente se infecte con las más rebuscadas persecuciones paranoicas. Cambios de ritmo constantes, paseos esquizofrénicos sobre el diapasón, contundente nerviosismo rockero y todo ese nerdismo exacerbado que logra manejar la dinámica y el enorme despliegue de ideas en canciones urgentes, que saltan a la yugular y dejan el parsimonioso coolismo para otras bandas. Claro, para aquellos que durante los noventas buceaban por el undeground más disonante del Punk y el Post-Hardcore norteamericano, esto no será ninguna novedad. Y, de hecho, no lo es. Pero, tratándose de una especie de subgénero que nunca llegó a ser agotado (¿será por nunca haber accedido al mainstream? ¿Tal vez porque la prensa de la época nunca llegó a ponerse de acuerdo con un rótulo unánime? ¿O tendrá que ver con la misma naturaleza inconformista y exploradora de dicho estilo?) ni inundado de clones sin ideas, estamos en presencia de un producto que, aún hoy en día, exuda frescura y vitalidad por los cuatro costados. Recomendado para amantes del Rock con huevos e inteligencia, tengan la edad que tengan.

-Hallow “Hallow” (2009)
Hallow es Mark McCoy. Mark McCoy es un señor que ha pasado por bandas como Charles Bronson, Das Oath, Holy Molar y Failures, todas enroladas en las vertientes más extremas, caóticas y delirantes del Hardcore. Hallow sería algo así como la culminación de otros proyectos unipersonales (Ancestors, Haxan y Arts) del personaje en cuestión y sirve como soundtrack para las pinturas que está presentando en la galería Hope de Los Angeles. Hasta ahí vamos bien, lo que tal vez los sorprenda es saber que estamos hablando de Black Metal. Por supuesto, con semejante historial no pretenderán teclados pomposos, voces limpias ni desarrollos progresivos. Esto es un implacable ataque a los tímpanos, sin vueltas. El sonido más estridente que puedan imaginar, incesantes bloques de cáustica distorsión quebrando parlantes. Alaridos enterrados en la marea de borrosos riffs y taladrantes baterías. Canciones a toda velocidad que suenan como el viejo DarkThrone enchufado a los equipos de Merzbow. Abstractas construcciones arrítmicas donde el feedback rasga la piel con afiladísimos dientes. El sonido bastardo que Khanate hubiera soñado en oscuros bosques noruegos. Arte degradado por punzantes golpes eléctricos. Nueve erupciones que van desde breves experiencias taquicárdicas a ritmo vertiginoso hasta extensas letanías de puro ruido narcótico. Les aseguro que esto es material extremo aún para los parámetros del Black más radical, tal vez comparable a los abrasivos estratos sonoros de Wold, aunque contando con estructuras rítmicas, por momentos, un tanto más definidas. En cualquier caso, no sería justo reducirlo a pueriles encasillamientos. Hallow propone una experiencia extrasensorial tan ardua como profunda, navegando en asfixiantes aguas de tortura sonora sin adulterar. No sean peleles y anímense a experimentarlo, les aseguro que vale la pena.

-Agoraphobic Nosebleed “Agorapocalypse” (2009)
“Timelord Zero (Chronovore)” abre con mini crescendo y un riff de pura cepa thrasher, solo de guitarra Slayeriano incluido. De hecho, el tema suena bastante a Slayer, si no fuera por esos cortes mecánicos tan típicos de los liderados por Scott Hull. Le sigue “Agorapocalypse Now” y en menos de un minuto condensa toda la demencia del mundo. Aclaremos algo, luego de editar un disco con cien temas (el imprescindible “Altered States Of America”) y redefinir los límites de la palabra extremo, no se puede pretender que un grupo se supere en esa misma dirección. Agoraphobic Nosebleed optó por parar la pelota y rescatar el espíritu del Thrash/Crossover de los ochentas pero con una virulencia inédita. Ok, me dirán que, a esta altura el revival ochentoso aburre y que Hull ya probó esa variante en “Phantom limb” de Pig Destroyer. Y no tengo más opción que estar de acuerdo. Pero el día que este tipo se quede sin ideas se acaba la vida tal y como la conocemos. Los temas son más largos (de hecho hay sólo trece, un número muy inferior comparado con los de los discos anteriores), las baterías programadas mantienen el caos pero de forma mucho más controlada y con el sonido más natural y orgánico que se pueda lograr. Y los riffs…ahí no hay objeción posible. Insisto, Scott Hull es una máquina de escupir los más enfermos, desquiciados y frenéticos riffs que jamás hayan escuchado. Hay un poco más de espacio para el groove, los blast-beats no dominan la rítmica si no que aparecen en momentos escogidos, las voces (tengan en cuenta que son tres cantantes. En esta ocasión a los viejos J. Randall y Richard Johnson se suma la bella Kat, gruñidora de los Sludge Salome) ensayan variantes no tan podridas pero siguen transmitiendo más violencia que los discursos por la “memoria completa”, y el denso entramado sonoro disminuye en pos de darle un aire de fresca efervescencia a las composiciones. Por cierto, algo que siempre identificó al grupo fue esa espesa atmósfera narcótica que lograban imprimirle a su particular visión del Grindcore. Eso se mantiene y hasta se amplifica con tempos más lentos que hacen lucir aún más las bondades guitarrísticas de Scott Hull. En fin, sin ser su mejor trabajo, “Agorapocalypse” sigue entregando más ideas y profundidad que el noventa por ciento del Grindcore de todo el mundo. No quisiera pecar de fanático pero lo tengo que decir: esta gente nunca falla.

-…And You Will Know Us By The Trail Of Dead “The century of self” (2009)
Enormes guitarras, desquiciados teclados, épicas melodías y resonantes golpes de batería marcan el bombástico inicio de "The Giants Causeway", casi como anunciando el triunfal regreso de los texanos luego de sus problemáticas peripecias por sellos multinacionales. Inmediatamente después, la energía desbocada y el irresistible gancho melódico de "The Far Pavilions" nos confirman que ese hippismo molesto que inundaba el anterior “So divided” se ha ido para siempre. Y esperemos que nunca vuelva. Esto no quiere decir que el sexteto haya abandonado del todo sus mañas freaks (lo cual sería negar parte importantísima de su propia identidad), si no que recuperaron la urgencia Punk que los hacía brillar en discazos como “Madonna” o “Source tags & codes”. A esta altura (tengan en cuenta que hablamos de un grupo con catorce años de carrera) no es sorprendente que nos topemos con arranques de epilepsia emotiva desembocando en delicados pianos arropados por capas de feedback. Lo sorprendente es que dicha combinación de crudeza Punk y rebusques Progresivos pueda seguir sonando fresca, aún después de haber sido bastardeada por grupos con más pose que música (hola, The Mars Volta). Sin pausas, llega "Isis Unveiled" con sus melodías rescatando el Folk irlandés más festivo y aguerrido al mismo tiempo, y sin bajar ni por asomo la intensidad. ¿Una versión sofisticada de los Levellers? Esos dramáticos cortes y coros en la mitad del tema así parecen confirmarlo. No podemos hablar de dramatismo sin mencionar esa suerte de Blues noctámbulo orquestado con el corazón roto en el espacio exterior que es "Halcyon Days". Deténganse a admirar con detenimiento la impresionante pared sonora y melódica que generan los instrumentos. Es notable que, aún retomando la crudeza de sus primeros trabajos no pierdan esa insaciable ambición creativa. En algún lugar entre Jane’s Addiction, Pink Floyd y Fugazi encontramos a "Bells of Creation". Un ritmo para flotar, ásperas guitarras sacudiéndonos, un piano como estrellas titilando y unas líneas melódicas sencillamente elevadoras, conjugadas con un súbito arranque de catarsis hiperactiva. "Fields of Coal" es pura emoción, una canción perfecta para cantar borracho y a los gritos junto a ocasionales compañeros de parranda y desventuras. Para matar tanta alegría hace su arribo "Inland Sea" con la angustia marcada a fuego en cada nota del piano, en cada arpegio, en cada melodía que se quiebra como el negro firmamento en una noche tormentosa. Insisto, el componente épico sigue presente y más efectivo que nunca en “The century of self”. Siguiendo con los contrastes, tenemos esa tierna y cálida balada que es "Luna Park". Imágenes de un Pavement menos malicioso y mucho más prolijo y sobrecargado invaden mi mente. Las noche cae sobre estas calles húmedas y solitarias en "Pictures of an Only Child" y, para el momento en que estalla el estribillo, ya estamos perdidos y no tenemos la más mínima intención de volver a casa. "Insatiable (One)" es un pequeño remanso histriónico de piano y voz que sirve para reponer fuerzas y lanzarnos de cabeza al poderoso "Ascending". El espíritu de aquel Revolution Summer de mediados de los ochentas vive en este tema y sale una nominación inmediata para mejor melodía vocal del año. Y sí, esas voces cruzadas tienen un dejo a Fugazi que me toca directamente el corazón, no puedo evitarlo. Un breve interludio instrumental de teclados entre majestuosos y oscuros es lo que ofrece "An August Theme", para dar paso al final del disco con "Insatiable (Two)", la secuela del anterior “Insatiable”. Y así, como si se tratara del final de una trágica y romántica película en blanco y negro, culmina este sexto álbum de …And You Will Know Us By The Trail Of Dead, levantando enormemente el nivel con respecto a sus anteriores entregas y confirmando su lugar en el más selecto panteón del Rock actual. Emociones fuertes y fineza compositiva, urgencia emotiva e inteligencia fundidas en grandes canciones rockeras.

-Stephen O’Malley “Keep an eye out” (2009)
Las formas cambian en movimientos lentos y cadenciosos. Algas decorando estos pensamientos despojados. El amo de las resonancias puede conmovernos con más que truenos y rajaduras en la estructura de la tierra. Puede reproducir la misma evolución celular con sólo una guitarra acústica y un oscilador. Lejos de pasadizos oscuros y sombras demoníacas llega esta meditación trascendental. Estas espesas aguas donde el movimiento se ralentiza. El sonido mismo va mutando en cámara lenta sin que nuestras intervenciones signifiquen demasiado. Estas fuerzas pueden más que nosotros. Sólo doce minutos pueden ser tanto tiempo y no estoy hablando de aburrimiento. Dejen eso para sus figuritas resquebrajadas de Rock And Roll. Este viaje es relevante. Este viaje es real y esconde en sí mismo secretos más que importantes. Secretos necesarios. Un fuego que nunca podrán apagar. Sagrado, tribal, primario. Una forma de comunicación con el universo mismo, con la tierra, con nuestras propias vibraciones elementales. Por supuesto, he de defenderlo de forma vehemente y solemne. Hemos de proteger estas llamas del inclemente viento de los mediocres. Hemos de lanzar nuestros cuerpos ante las balas si es necesario. La vida que generan estos sonidos es más importante que nuestros cuerpos. Algunos lo llaman minimalismo. ¿Cómo puede ser mínimo algo que contiene tantas verdades? Llegar al núcleo mismo de las cosas, contemplar el corazón palpitante, la gran masa de lava que late en el centro de nuestras percepciones. La música no es mero entretenimiento, la música puede (y debe) tener significados trascendentales. La música no es una mera excusa para hacer buenos negocios. La música no es algo que podamos poseer, ella vibra con la esencia vital de nuestra propia existencia. La música se funde en el entretejido de nuestras vidas, alterándolo de forma profunda y permanente. La música sabe más que nuestros pobres intentos de racionalización. Así fue siempre y así seguirá siendo. Estas llamas no se extinguen jamás. Permítanse saborear algo de este fuego.

-Fukpig “Spewings from a selfish nation” (2009)
Que los majestuosos teclados y los punteos melódicos del inicial “The horror is here” no los confundan, esto es Grindcore de pura cepa. Rasposo, mugriento, Crustero y politizado, tal como nos enseñaron próceres como Napalm Death, Extreme Noise Terror o Terrorizer. Claro, esta gente cuenta con miembros de Mistress y Anaal Nathrakh, así que saben una cosa o dos sobre cómo componer indestructibles bombas de puro odio desbocado. El sonido masivo, crujiente y rebosante de distorsión nos recuerda cuán importante fueron los desaparecidos Nasum para la evolución del género. Las guitarras dominan todo con su inagotable catálogo de riffs patea culos que no se privan de juguetear con alguna que otra melodía blackmetalera escondida entre tanto odio. El bajo, como corresponde, es una obesa máquina de lanzar pedos que sólo se distinguen cuando las seis cuerdas deciden dar un mínimo respiro antes de volver a arremeter. La batería es una inagotable fuente de tremebundos golpes especialmente diseñados para hacer hervir la sangre. La voz alterna entre graves gruñidos Crustys y punzantes alaridos con las cuerdas vocales quebrándose a más no poder. Vamos, una vieja combinación que nunca puede fallar. Por lo demás, tenemos catorce explosivos himnos a la violencia en poco más de media hora, todos a las chapas (excepción hecha del pasaje Sludge al final de “Inertia”), todos infalibles en su misión de obligarnos a apretar los dientes con fuerza y retorcernos en frenéticas danzas. No hay lugar para sutilezas pero tampoco lo hay para el aburrimiento, los tipos te agarran del cuello y no te sueltan hasta que la última gota de sudor toque el piso. Preparen los huesos, porque estos tres inglesitos vienen dispuestos a golpearnos con todo.

-Beherit “Engram” (2009)
Catorce años pasaron desde el último trabajo de estudio de Beherit, aquel extraño y electrónico “Electric doom synthesis”. Nuclear Holocausto Vengeance (así se hace llamar ahora el eterno cerebro detrás del grupo) se rodeó de una nueva formación (con excepción del baterista original, Sodomatic Slaughter) y se reencontró con el Black Metal acelerado y violento de sus primeros discos. Claro, el sonido poco tiene que ver con el primitivismo de “The oath of black blood”, aunque tampoco hablamos de una producción multimillonaria ni mucho menos. Las guitarras vibran con envolvente suciedad, la voz gruñe y chilla con la correspondiente maldad caricaturesca del género, la batería suena un tanto lejana y el bajo es directamente imperceptible. Nada para quejarse, en definitiva esto es jodídamente guerra. A pesar de la virulencia aquí desplegada, Don Holocausto no olvida sus obsesiones electrónicas y experimentales. Así, es posible encontrar secuencias y texturas Industriales escondidas debajo de la árida barrera de distorsión que conforman las guitarras, lo cual no hace más que acentuar las ominosas atmósferas que dominan el álbum. No sólo de ritmos desenfrenados vive el Blackmetalero, así lo demuestra el fúnebre medio tiempo de “Pagan moon”, adornado con tenebrosas campanas, voces limpias y un siniestro final a pura ambientación macabra. “Pimeyden Henki” sirve como ejemplo perfecto de la combinación entre climas letárgicos (sin duda ayudados por esa forma de cantar símil moribundo), aceleradas rabiosas y arreglos poco convencionales. Y, claro, tenemos la estrella del disco, los quince minutos y pico de “Demon advance” que cierran el disco entre ritmos babosos, recitados profanos, riffs en forma de espiral, arpegios que marean, y un sin fin de teclados y samples alucinógenos. Un regreso más que digno, logrando casi un equilibrio perfecto (digo casi, porque la balanza termina inclinándose hacia el costado más brutal de la propuesta) entre las raíces, sangrientas raíces y las tangentes que experimentara Beherit en su anterior encarnación. Absolutamente recomendable.

-The Gathering “The west pole” (2009)
El riff inicial de “When trust becomes sound” remite inevitablemente a Sonic Youth y ese arranque rockero y paisajista al mismo tiempo nos habla a las claras de un The Gathering sobreponiéndose a la partida de Anneke Van Giersbergen y recuperando la frescura de aquel glorioso “If_Then_Else”. Tenemos que esperar al segundo tema, “Treasure” para comprobar los dotes vocales de su reemplazante, Silje Wergeland. A decir verdad, la cosa no ha cambiado demasiado, el timbre vocal y la forma de cantar de Wergeland se asemejan bastante a los de su antecesora. Superado ese pequeño escollo, podemos entregarnos sin culpas al clima soñador de la canción, a sus guitarras sucias, sus refinados arreglos, su tempo movedizo y sus hermosas melodías. “All you are” parece recuperar algo de ese sentimiento épico y liberador de “Mandylion”, con las guitarras raspando sobre cascadas de teclados y la voz ensayando esos modismos entre sensibles y dramáticos. No crean que los holandeses nos están choreando a base de regurgitar viejas ideas. Si bien este “The west pole” está claramente concebido para alejarse de la excesiva languidez electrónica de sus trabajos anteriores, no es menos cierto que la capacidad compositiva de los tipos se mantiene intacta, logrando que su particular combinación de sensibilidad Pop, nervio metalero y sofisticación arty/progresiva siga sonando relevante a base de excelentes canciones. No importa el grado de distorsión cuando las melodías llegan tan certeras al corazón. Queda más que claro (y, a esta altura, ni siquiera debería aclararlo) que esto no tiene absolutamente nada que ver con ese pomposo Metal operístico con gordas góticas al frente. Nadie debería sorprenderse si las referencias actuales (bah, más bien desde “How to measure a planet”, o sea desde hace más de diez años) del quinteto tengan que ver con grupos como Lush, Slowdive (banda a la que, por cierto, han versionado), Codeine, Joan Of Arc, The Cure, Mogwai o los mencionados Sonic Youth. Efectivamente, los viajes que propone The Gathering en este noveno álbum trascienden las etiquetas y se plantan firmes del lado de la emoción. Evocaciones melancólicas que siempre dejan entrever algo de luz al final del túnel. Delicadas construcciones sonoras plagadas de detalles sutiles. Borroneadas fotografías para el alma. No sean metaleros cabezaduras y denle una oportunidad. Tanta belleza no merece ser desperdiciada.

-Gigantic Brain “World” (2009)
Ya hablamos de lo nuevo de Agoraphobic Nosebleed, así que, ¿qué tal una dosis del único grupo que se animó a versionarlos? Gigantic Brain es un proyecto unipersonal craneado por un tal John Brown, que se mete de lleno en la combinación de sonidos extremos y tratamiento electrónico. No obstante, déjenme aclararles que esto no es ninguna copia de nadie. De hecho, con sólo chequear “We’ve reached the stars”, esa especie de Post-Metal espacial que abre el disco con ritmos lentos y atmósferas soñadoras, queda claro que aquí hay personalidad de sobra. “He became the machine” mantiene el tempo arrastrado y las guitarras evocadoras pero cambia las voces limpias por gruesos gruñidos. “Debris” y “Ember city” acentúan aún más esa vertiente con ambientales teclados dibujando tenues melodías de reflexión cósmica. Cuando ya nos estábamos relajando, llega “We are gods” y el infierno de blast-beats cibernéticos se desata. Les aseguro que esta combinación de guitarras ultra graves, voces guturales y efectos espaciales es algo único. Queda claro que Gigantic Brain buscó con este segundo disco desmarcarse de las etiquetas fáciles. Ciertamente, la abundancia de temas dominados exclusivamente por límpidas texturas de teclados los aleja de lo que conocemos como Cyber-Grind. Ni siquiera sé si esto podría ser considerado Metal. Claro, no faltan los estallidos de vértigo mecanizado, las guitarras como serruchos y los alaridos de todo tipo, pero estas cualidades se presentan más como interludios entre los temas ambientales que como el centro de atención del disco. Inclusive un tema como “Eons pass” nos permite imaginar cómo sonaría Explosions In The Sky si grabaran con el equipamiento de Scott Hull. En otros como “Final life”, “Melting brain” o “The living sun” se intercalan taladrantes baterías programadas con riffs asesinos y sonidos de pura deformidad espacial. “Solar” presenta un retorcido tratamiento de sonidos electrónicos, pianos y voces procesadas, mientras que en “The gold in the flames” conviven cascadas de teclas celestiales con un fondo de blast-beats y ominosos samples. “Travel to earth” pasa de trabados machaques Fearfactorianos a una acelerada Grindcorera y de ahí a una tensa melodía de piano a la que se van sumando bases bailables y guitarras distorsionadas que no manchan dicha melodía, si no que la acompañan. En definitiva, se trata de un trabajo sumamente extraño y personal, que seguramente desconcertará a aquellos que esperaban otro ataque a los sentidos como aquel (tan influenciado por Agoraphobic Nosebleed) “The invasion discography”. Para disfrutar sin prejuicios.

-Sarke “Vorunah” (2009)
No será muy reconocido pero Sarke no es ningún recién llegado en la escena Blackmetalera noruega. Este es el primer trabajo bajo su nombre, pero hace años que colabora con bandas como Khold, Tutlus y Old Man’s Child. Aquí el rubio se encarga de todos los instrumentos mientras que la voz corre por cuenta del gran Nocturno Culto de DarkThrone, con su inconfundible graznido mezcla de Cronos y Tom Warrior. De hecho con esas coordenadas comienza el disco. “Primitive Killing” hace honor a su nombre con todos los clichés correspondientes (ritmos acelerados y desprolijos, riffs machacantes y simples, rebajes dumbetas, etc.) de la escuela Venom/Hellhammer/Celtic Frost. Dado el historia de esta gente, no es de extrañar que se empeñen en rescatar esa vieja esencia Black/Thrash de principios de los ochentas. Tal vez resulte curioso que el resto de las canciones (con excepción de “Dead Universe”, que cierra el disco a toda velocidad) se manejen entre los medios tiempos y los ritmos más lentos. No sólo eso, también hay un abundante uso de teclados, en especial tenebrosos órganos de iglesia. Y aún así esto siegue siendo material cien por ciento vieja escuela, con un sonido crudo y natural y una simpleza compositiva envidiable. Pero eso no significa repetir hasta el hartazgo el mismo versito de siempre. Entonces tenemos los ritmos trabados del tema que da nombre al álbum (casi un homenaje con corpsepaint al viejo Voivod), esa especie de Hard-Rock Sabbathero y mórbido de “The Drunken Priest”, la glaciar letanía hipnótica de “Frost Junkie”, el clima terrorífico de “Old” (con partes que suenan como la cruza exacta entre Motörhead y el primer Celtic Frost), el groove maligno de “Cult Ritual” (que haría bailar sin parar a Lee Dorrian) y la combinación de melancólicos pianos y sórdidos riffs de “13 Candles”. Cada uno de ellos construidos de forma eficaz y certera, no sobra ni falta nada y el equilibrio entre homenaje y personalidad se mantiene sin problemas. Una propuesta sin demasiadas pretensiones y con resultados concretos y más que atendibles. Especialmente recomendado para nostálgicos.

-Loan “Hontziria” (2009)
Tres vascos elevándose hacia la estratósfera a puro riff. Gordos, embarrados y malditos riffs. Con toda la carga lisérgica que Dave Wyndorf olvidó en su maremagnum de partuza rockera. Con los graves que Josh Homme dejó en el baúl de los recuerdos del desierto. Casi como un Electric Wizard reemplazando las cabras por caleidoscopios de formas y colores irreales. O como un Sleep con un toque extra de sensibilidad melódica. Extensas composiciones que inducen a un trance cabeceador. Guitarra y bajo fundidos en una indestructible pared de truenos sostenida por esos golpes de batería de pura escuela Bill Ward. Hasta con escogidos arranques de violencia Sludge, donde la voz se deforma por la distorsión y los ritmos trabados remiten a esa cadencia epiléptica de los legendarios Unsane. Un tema como el instrumental “Primateen Erasoak Darrai” (el único que no supera los siete minutos de duración), inclusive podría definirse como el primer Pelican tratando de imitar al Motörhead más acelerado y cáustico. Pero aquí mandan los tempos arrastrados, los climas volados y los riffs aplastantes. Claro, hay lugar para variantes rítmicas y las influencias abarcan un amplio espectro Sabbathero, desde el groove Stoner hasta el extremismo Sludge pasando por los desarrollos épicos del Post-Metal, el sonido abusivo del Drone y la intransigente lentitud del Doom tradicional. Y no está mal notar que, detrás de tanta etiqueta boludona, estamos hablando básicamente de lo mismo. Rock grandote, pesado, denso, psicodélico y maligno. Con indudable espíritu setentoso (y esto es un eufemismo por drogón, claro) pero sin quedarse en un simple juego de disfraces retro. Un derroche de ácida pesadez y cósmica suciedad. Ustedes pongan la predisposición, el viaje corre por cuenta de Loan.

-Piedra “Piedra” (2009)
Desde Mendoza (tierra de hombres recios si los hay) llega este cuarteto instrumental con una propuesta que es cualquier cosa menos fácil de definir y/o encasillar. La primera referencia que se me viene a la mente al escucharlos es Dysrhythmia, aunque ellos reconocen influencias de Dub Trio, The Dillinger Escape Plan y todo lo que haga Mike Patton. La cosa arranca con el tema que da nombre al grupo, un breve y frenético paseo entre el Thrash y el Funk. Le sigue “Plana”, donde conviven sin problemas y en menos de dos minutos una especie de Helmet más luminoso y una psicodelia de claros tintes Progresivos. Llega el vértigo de la mano de “Argentino”, con un riff tan contundente y rockero como enroscado e irregular. La dinámica del tema nos lleva de paseo por diversos climas hasta llegar a un final casi Deathmetalero. “Facha” mantiene el Rock en alto con su groove trabado y sus riffs movedizos y, aún así, no se priva de ciertos arreglos casi Post-Rockeros. Entre riffs circulares, pasajes Punkys, mareos varios y ciertos guiños al Primus más frenético se debate “Mujer” y comprobamos que todos los instrumentos aportan lo suyo en la construcción melódica de las canciones. Las constantes idas y venidas de “Toro” me sonaron a una especie de Crimson Against the Green Machine, aunque esa acelerada Hardcore me tiró a la mierda el juego de palabras. “Gaspi” cierra estos diecisiete minutos y monedas con un Funk histérico y distorsionado que deviene en Matchore y se repliega entre densos riffs Sabbatheros y volteretas progresivas. Ahora bien, si se preguntan cómo diantres van a hacer para conseguir este material de una banda de orígenes tan lejanos, por así decirlo, no se preocupen, los Piedra ya pensaron en eso y con sólo visitar www.piedrapiedra.com.ar podrán descargarse el disco de forma gratuita. Entonces, sin gastar ni un peso y sin necesidad de viajar hasta la montaña, pueden disfrutar de este derroche de música creativa, potente y personal. Una oferta para no desaprovechar.

-Graf Orlock “Destination time today” (2009)
Napalm Death, Brutal Truth, Agoraphobic Nosebleed, buen año para el Grindcore. Claro, estos californianos están lejos de semejantes pergaminos, pero en lo que hace a fuerza, ideas e identidad propia no se quedan atrás. El hecho de que este sea un grupo formado por alumnos expulsados de la universidad de Los Angeles debido a un controversial film ya nos dice bastante sobre lo particular de la propuesta. Después, sólo basta una oída al material para notar que poseen una forma única de apropiarse del lenguaje del género. “Destination time today” cierra la trilogía iniciada en 2006 con “Destination time yesterday” (¿a qué no adivinan cómo se llamó la segunda parte?) y el caos no disminuye. Fragmentos de Thrash entrecortados, intrincadas apiladas de notas, pasajes de tenso groove rockero, samples de películas, inesperados arreglos melódicos, volcánicos riffs a medio tiempo, turbulentas aceleradas y una constante sensación de venas estallando y globos oculares saliéndose de sus órbitas. Claro, la escuela psicodélica de Brutal Truth dejó su marca y esta gente no piensa desaprovechar semejante inspiración. No esperen, entonces, una colección de riffs regurgitados. Aquí hay ideas propias, referencias oscuras y difíciles de rastrear y una creatividad que, bajo ningún punto de vista, disminuye la implacable y arrasadora energía que desprenden estas trece canciones. El frenesí es constante, los huesos tiemblan con cada golpe de batería, con cada uno de esos gritos manchados de sangre. Y aún así es posible cerrar los ojos y trasladarse al vertiginoso cúmulo de imágenes aquí evocadas. Vamos, bandas como Discordance Axis o Pig Destroyer ya demostraron hace tiempo que los nerds pueden despacharse con el mejor de los Grindcores posibles. Está claro que Graf Orlock proviene de esa escuela y bienvenido sea. La cualidad inmediata y virulenta del género no se pierde por teñirla de críptica intelectualidad. Para sacudir el esqueleto y las neuronas.

3 invocaciones del cosmos: