26 de marzo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Geisha “Maudit a minuit” (2009)
Geisha hacen ruido. Enchufan sus guitarras a un montón de pedales, ponen la distorsión al máximo y hacen mucho barullo. Por momentos parecen pecar de excesivamente artys y rebuscados (especialmente cuando citan a gente como Iannis Xenakis y Gyorgy Ligeti como influencias) pero en el fondo saben que el mejor marco para todas esas bolas de feedback, acoples y sonidos inverosímiles son las canciones. Entonces rockean con la fuerza de mil búfalos en celo. Pero no apagan sus neuronas para hacer tal cosa, si no que las amplifican. Toman el cuidadoso trabajo de texturas de sus compatriotas My Bloody Valentine y lo despojan de cualquier atisbo de fragilidad Pop, lo pervierten con atronadores golpes de batería y gargantas resquebrajadas. También tienen presentes los riffs de Tony Iommi pero no esperen que los traten con respeto o cariño. Los ahogan en impenetrables capas de estática y los apuñalan con un sinfín de chirridos disonantes. Atacan los sentidos con saña pero se divierten confundiéndonos con remansos de evocadora calma que no hacen más que acrecentar nuestra paranoia. Como Sonic Youth dibujan escalas impensadas pero cargan consigo una mugre que los aleja de la afectada elegancia neoyorquina. Traducen el dolor más intenso en guitarras que escupen cascadas de corrosión y ritmos que aplastan el pecho. Tienen un claro sentido de la dinámica pero está basado en un irrefrenable sadismo sónico. Bajan las revoluciones sólo para que el siguiente golpe sea aún más duro. Transmiten la desesperación y la asfixia de un mundo derruido y oxidado y, de alguna forma, hacen que eso sea bello. Se dejan llevar por el flujo sonoro pero, por suerte, dicho recorrido está siempre guiado por un nerviosismo rozando lo insoportable antes que por un afán de cuelgue psicodélico y abúlico. Son ingleses pero titulan sus discos en idiomas extranjeros para ellos (el primero fue en italiano, el segundo en alemán y este tercero en francés), son cuatro pero suenan como una legión de demonios sedientos de sangre. Y, si me guío por la forma en que sangran mis oídos al escucharlos, de seguro tendrán más que suficiente para saciar dicha sed.


-Hatred Surge “Deconstruct” (2009)
Sigue cayendo gente al baile. Hatred Surge se suma a las filas de este nuevo amanecer del Powerviolence (junto a nombres como Iron Lung, Magrudergrind, The Endless Blockade, Trash Talk, Running For Cover, Mortal Combat, Hummingbird Of Death o Weekend Nachos) y exige atención con argumentos de peso. Como buen exponente del género, primero entregaron motones de splits, ep’s, temas sueltos en compilados y demases que fueron posteriormente rejuntados en un único cd titulado, en un esfuerzo supremo de imaginación, “Collection 2005-2007” y editado en 2008. “Deconstruct” sería entonces el debut propiamente dicho y en él encontramos todo lo que un amante del Powerviolence que se precie de tal puede esperar. Temas breves y adrenalínicos (diecisiete estallidos en menos de veinte minutos), blast-beats por doquier, acoples, estructuras caóticas, rebajes Sludge, riffs corrosivos, Hardcore y Thrash llevados a su punto máximo de mugrienta y primitiva epilepsia, voces transformadas en gruñidos y alaridos salvajes y toda esa impronta que nos muestra como sería el Grindcore si en su ecuación disminuyéramos el Metal y aumentáramos una visión compositiva rozando lo Progresivo. No por nada hablamos de un género que resultó ser una influencia definitiva, tanto para el Mathcore y el Noise-Core, como para bandas como Pig Destroyer, Agoraphobic Nosebleed o los mismísimos Brutal Truth. Hatred Surge maneja a la perfección todas las pautas del Powerviolence y lo hace de forma personal (el trabajo de las voces y las guitarras es sencillamente asombroso y lleno de buenas ideas) y sumamente intensa, con un sonido excepcional (logrando el equilibrio justo entre suciedad, agresión y contundencia) y una energía desbocada y arrasadora. Todavía no me puedo explicar cómo es que dejé este discazo fuera de mi lista de los mejor del 2009.


-Alcest “Écailles de lune” (2010)
Amigo Blackmetalero intransigente y lleno de odio, ¿usted se pregunta quién fue el maricón careta al que se le ocurrió que juntar las gloriosas enseñanzas de Euronymous y Fenriz con las etéreas melodías y el ruido aterciopelado de My Bloody Valentine y la sensibilidad épica del Post-Rock más melódico sería una buena idea? Siempre es difícil señalar un único inventor de una idea musical pero, sin lugar a dudas, Alcest fue uno de los primeros grupos, y de los más representativos, en ensayar el mencionado mestizaje estilístico. De hecho, su disco anterior (“Souvenirs d'un Autre Monde”, editado en 2007) poco y nada tenía de Black Metal y sonaba más afín a grupos como Jesu y Explosions In The Sky que a Wolves In The Throne Room o Caïna. “Écailles de lune” profundiza aún más el terreno melódico y el juego de texturas, pero suma, ahora sí, elementos típicos del Black más tradicional. Entonces, entre delicadas cascadas de guitarras empapadas de efectos y celestiales coros femeninos se pueden asomar malignos alaridos e inclusive frenéticas levantadas de velocidad. Esto, en definitiva, le aporta una necesaria variedad a la propuesta de Alcest que, no obstante, nunca resigna esa sensibilidad refinada y frágil que, a esta altura, es su marca registrada. En otras palabras, para Alcest el Negro Metal no es guerra, si no reflexión, belleza y melancolía. Bien vale aclarar que, a excepción de la batería, todo el disco fue compuesto e interpretado íntegramente por una sola persona (el flacucho Neige), lo cual nos lleva a mencionar dos cosas. En primer lugar, rescatar lo bien lograda que está la interacción y la dinámica entre cada instrumento, algo no tan fácil de alcanzar si tenemos en cuenta lo sobrecargado del material. Ligado a esto, la única contra que puedo encontrar a la placa es que, por momentos, Neige parece engolosinarse con las capas de guitarras y las melodías azucaradas y épicas, dejando resultados …no tan elegantes como él supone, digamos. En cualquier caso, se trata de una apreciación sumamente ligada a mi propio gusto y de ninguna manera dejaría de recomendar este disco a cualquiera que aprecie el costado más refinado y emocional del Rock, sea dentro del género que sea.


-Deftones “Diamond eyes” (2010)
Accidente de auto, bajista en coma (Chi Cheng fue reemplazado por Sergio Vega, casualmente ex miembro de Quicksand, una de las bandas preferidas y más influyentes en el sonido de Chino Moreno y compañía) y álbum archivado (el supuestamente agresivo “Eros”, que sería editado a principios de 2009 pero ha quedado postergado indefinidamente) mediante, los Deftones finalmente nos entregan su esperado sexto disco de estudio. A esta altura del partido, seguir discutiendo si son por lejos la mejor banda del así llamado Nü-Metal o si directamente son demasiado buenos como para considerarlos dentro de dicho subgénero es infructuoso. Estos californianos crearon una marca sonora y una sensibilidad propia a la hora de hacer música pesada (adelantando inclusive algunas de las pautas que hoy en día conforman lo que se conoce como Metalgaze) y si hay algo que les sobra es talento e imaginación a la hora de crear canciones geniales y atrapantes. De entrada, este “Diamond eyes” era anticipado por los mismos implicados como un disco luminoso y positivo, con cierta vibración fantástica similar a la del clásico “White pony”. Y algo de eso hay, ciertamente las melodías ensayadas por Chino Moreno tienen esta vez un aire especialmente celestial y romántico y parecen nacer más de la reflexión que de la depresión o el aburrimiento. Por otro lado, si bien la profundidad musical exhibida bien puede compararse con aquella obra maestra, los esquemas compositivos empleados aquí por el quinteto toman rumbos diferentes. No esperen esos temas que empiezan tranquilos y estallan en estribillos épicos, Deftones ya agotó prácticamente esa fórmula y prueba nuevas variantes, inclusive retomando algo de la impronta efervescente del genial “Around the fur”, un disco que tal vez no sea apreciado como es debido a causa de la sombra de su sucesor. Antes mencioné a Quicksand y, efectivamente, algo de esa sublime combinación de Post-Hardcore, Noise, Pop y Grunge se hace presente en estos surcos. Aunque, claro, eso no es todo. También tenemos pasajes que remiten inevitablemente al Faith No More más emotivo y otros donde el espíritu de Jesu se hace presente con esa cualidad de hacer música que resulte tan pesada y aplastante como hermosa y melódica. Pero, desde ya, esos son sólo puntos de referencia. Cada pequeña pieza del universo Deftones es absolutamente personal y única. La guitarra de Stephen Carter se expande en oleadas de distorsión y dibuja paisajes tan quiméricos como realistas y envolventes. La voz del Chino Moreno planea con su habitual fragilidad sobre planicies de pura emoción, logrando melodías sencillamente cautivadoras sin por ello resignar sus esporádicos ataques de rabia, donde sigue probando nuevas opciones para sus gritos. Los samples y teclados de Frank Delgado cumplen esa función tan sutil como fundamental de dotar a las canciones con arreglos y texturas que aportan una tridimensionalidad casi cinematográfica. Y qué decir del inmenso talento de Abe Cunningham tras los parches, un tipo capaz de transformar la idea más pedestre en una genialidad, un hombre con un sentido del swing que deja sin aliento y con una imaginación a prueba de todo. En fin, músicos excepcionales puestos siempre al servicio de canciones perfectas, de esas que generan sensaciones tan fuertes en el alma que se hace difícil describirlas con palabras.


-From Ashes Rise “Live hell” (2010)
Con argumentos tan sencillos como contundentes e innovadores, His Hero Is Gone se las arregló, a principios de los noventas, para lograr una completa redefinición del Crust. Sólo bastó sumar algo de melodía en las guitarras y un toque de esa densidad monolítica y disonante a la Neurosis para dar con un sonido absolutamente revolucionario. De las cenizas de aquella banda surgiría Tragedy, considerados como otro de los pilares de dicho sonido. From Ashes Rise (que contaron con miembros en común con Tragedy) siempre fue algo así como el tercero en discordia. Su propuesta siempre se manejo por los carriles mencionados pero llegaron a alcanzar un nivel tal de intensidad y creatividad como para competir inclusive con sus musas inspiradoras. Discos como “Concrete and steel” (2000), “Silence” (2001) o “Nightmares” (2003) son piezas imprescindibles para comprender y apreciar el Crust de las últimas décadas. En 2005 decidieron disolverse y cinco años después los tenemos de vuelta con este disco en vivo que repasa algunos de los puntos más altos de su carrera. Dada la naturaleza de este trabajo, esperar novedades o sorpresas sería absurdo. Pero si quieren una excelente banda de sonido para un mundo que se cae a pedazos o un excelente motivador para salir a revolear molotovs al congreso y la casa rosada, entonces esto es lo que estaban buscando. Pura bronca dirigida con absoluta lucidez política y una musicalidad que trasciende las supuestas barreras del género. El sonido es claro y potente sin resignar crudeza y la sensación taquicárdica y movilizadora es inevitable. Como dijimos antes, el cuarteto puede pasar de los ritmos acelerados de escuela Discharge a los más espesos y apocalípticos rebajes y de ahí a desgarradores punteos melódicos sin inmutarse ni bajar nunca el nivel de energía. En fin, si no los conocían, he aquí una excelente carta de presentación y, si ya habían caído cautivados por su irresistible y mugriento encanto, “Live hell” es otra gema para añadir a la colección.


-High On Fire “Snakes for the divine” (2010)
Mucha especulación ante este quinto álbum de Hig On Fire, su debut en E1 Music, el sello independiente con mayor alcance comercial de los Estados Unidos. ¿Van tras los pasos de Mastodon? ¿Estará Matt Pike esta vez dispuesto a hacer las concesiones que no hiciera cuando Sleep estuvo en una situación similar? Mucha tinta (real y virtual) se ha desparramado tratando de analizar estas cuestiones pero, hasta donde yo sé, nada se ha dicho sobre un punto en particular que me hizo encarar la placa con una cuota extra de prejuicio. El arte de tapa es, sin vueltas, horrible, estúpido y digno de adornar cualquier placa de Manowar. Será una pavada (aunque estoy seguro de no ser el único al que le pasan este tipo de cosas), pero realmente una presentación tan ofensiva a la vista no me predispone de la mejor manera a la hora de sentarme a escuchar un disco. Por supuesto, en definitiva serían las canciones las encargadas de dar por tierra (o no) con mis malos augurios. Como era de esperar, el trío mantiene su impronta habitual de Thrash-Doom firuleteado y monolítico, y le aplica una pequeña vuelta de tuerca hacia el lado más accesible de la propuesta. En especial la voz de Pike, aún sin abandonar su eterna carraspera, se nota trabajada y pulida al máximo posible, por momentos recordando a, oh sorpresa, Ozzy Osbourne y hasta intentando agudos que no hacen más que reforzar las odiosas comparaciones con los mencionados Manowar. También la labor del ex Sleep en las seis cuerdas se arrima a melodías y modismos propios del Metal más tradicional y ochentoso, aunque siempre con el envoltorio sonoro actual, donde los graves embarrados mandan. Claro, otra comparación (aquella con Mastodon), se hace presente sin necesidad casi de mencionar el tema. Pero bien vale aclarar algunos puntos. Primero, los miembros de Mastodon se conocieron mientras asistían a un recital de High On Fire, lo cual, por lo menos, nos habla de una línea temporal innegable. En segundo lugar, si bien ambas bandas siempre contaron con elementos en común (las guitarras gordas, los climas épicos, los riffs enroscados, las voces cavernosas, el amor en partes iguales por el Thrash y el Doom), también quedan más que claras para cualquiera con un par de tímpanos funcionales, las diferencias entre ellas. Volviendo a “Snakes for the divine”, debo admitir que los ochentas están lejos de ser mi década predilecta a la hora de hablar de Metal y, por ende, se me hace un tanto difícil disfrutar plenamente de los cambios propuestos aquí por High On Fire. Dejando eso de lado, se trata de una placa más que correcta, con pasajes sumamente intensos, sonido e interpretaciones impecables y que, seguramente, hará las delicias de todos aquellos que (como no es mi caso) sepan apreciar sin miramientos el Metal en su totalidad.


-ISYA “Hoax ghost hoax” (2010)
ISYA es un proyecto unipersonal craneado por Jake Brown, quien fuera alguna vez miembro de Frodus (una de las bandas más intensas y creativas del Post-Hardcore washingtoniano de los noventas) y Decahedron, aquel proyecto que compartieran ex miembros de Frodus con Joe Lally, bajista de Fugazi. Con semejante historial, uno puede suponer que esto se trata de nerdismo rockero con corazón Punk/Hardcore y, si bien algo de eso puede haber aquí, no es en la forma en que se están imaginando. En primer lugar, digamos que se trata de un grupo de concepción netamente electrónica/experimental, pero que ciertamente no encajaría del todo en definiciones como Noise o Ambient, a pesar de contar con puntos en común con dichos estilos. Bueno, a decir verdad, no encajaría bien en ninguna de las definiciones conocidas. Pero sigamos. Esto es material frenético, violento y ruidoso, plagado de agresivos beats digitalizados, voces deformadas por efectos y teclados escupiendo riffs y texturas corrosivas, pero tampoco me atrevería hablar de Rock Industrial. Las ocasionales melodías juguetonas y los ritmos epilépticos pueden arrimarnos a lo que se conoce como Nintendo-Core pero están trabajadas de forma mucho más sutil y, al mismo tiempo, brutal. ¿Entonces? ¿En qué quedamos? No sé. A ver, si Skinny Puppy y Justin Broadrick (en su faceta más electrónica y virulenta) violaran a Genghis Tron mientras Scott Hull y Jay Randall (de Agorpahobic Nosebleed) filman todo y los muchachos de The Locust se masturban observando la escena, tal vez tendríamos una idea aproximada de cómo suena esto. Lo cual, en definitiva, nos habla de lo personal de los resultados aquí obtenidos. Cada tema presenta experimentos sonoros más que interesantes y encima cuentan con una intensidad avasallante y una enfermiza atención al detalle. Desde ya, con material así de extremo y hostil, el bueno de Brown no pretende obtener ningún tipo de rédito económico, por lo que este disco se puede encontrar a disposición de quien desee descargarlo en forma gratuita en www.isya.bandcamp.com. Yo que ustedes no me lo perdería.


-Landmine Marathon “Sovereign descent” (2010)
Seamos honestos, a esta altura del partido nadie va a asombrarse porque una chica (bastante bonita, por cierto) se haga mierda la garganta gruñendo al frente de un grupo de Deathmetaleros con pasado Hardcore. De hecho, Grace Perry ya lleva seis años al frente de estos conservacionistas del Metal extremo conocidos como Landmine Marathon. Efectivamente, más allá de sus pintas Hardcorosas, esta gente tiene perfectamente aprendida las lecciones del viejo catálogo de Earache Records y lo hace saber a cada minuto. Toman bastante del sonido embarrado del primer Entombed, algunos medios tiempos belicosos y rebajes dumbetas a la Bolt Thrower, el necesario toque Grindcore aprendido de Terrorizer y Napalm Death, y hasta algo de ese retorcido sentido de la melodía de Carcass, meten todo eso en una olla con aroma a mugre Crust (el corazón Hardcore sigue tirando), lo sazonan con guitarras gordas y crujientes y lo sirven con indiscutible cara de orto. De alguna forma, el quinteto logra eludir el mero revival Deathmetalero que viene ocurriendo hace un tiempo con el simple argumento de aportar una gama, limitada pero efectiva, de variantes (aquí ayuda bastante el hecho de que Perry no se conforma sólo con las típicas voces de monstruo, si no que también se explaya por otros tipos de alaridos extremos) que ahuyenten el fantasma de la monotonía y la repetición de esquemas. Por otro lado, tampoco están inventando la pólvora y, en última instancia, esto no deja de ser puro Death Metal en su estadío más roñoso y crudo. Si no están buscando más que eso, “Sovereign descent” no los puede defraudar.


-Mountain Man “One” (2010)
Trece temas en poco más de diecisiete minutos y nada en el tintero. Hardcore, claro que sí. Pero algo más. Ritmos acelerados y frenéticos. Y también otros un tanto más difíciles de categorizar. ¿Qué es esto? ¿Extraños samples generando alucinógenos collages sonoros? ¿Seguimos hablando de Hardcore? Claro que sí, esto más que gordos tatuados con caras de pocos amigos. Cortes abruptos, rebajes a paso de tortuga, riffs insistentes que raspan neuronas y un tipo que grita hasta dejar las cuerdas vocales hechas polvo. ¿Eso fue un blast-beat? ¿Y esos acordes disonantes? ¿Y ese delay de guitarras ruidosas? ¿Seguro que es Hardcore? Ok, algunos hablarán de Powerviolence, yo no estaría tan convencido pero a quién le importan esas cosas. Estoy hablando de velocidad, de excitación, de un torrente de ideas atacando la mente de forma vertiginosa. Y de pasajes oscuros, casi ambientales, adornados con feedback y esporádicos golpes de batería. De acoples que anticipan el infierno a destarase. De pocas notas apurándose para llegar a ningún lado exhaustas. De un groove tenso y trabado que se va acelerando hasta diluirse en un último estallido de alaridos y cuerdas torturadas. ¿No entendieron? Esto es Hardcore. Fresco, innovador, respetuoso de la tradición pero al mismo tiempo demasiado inquieto como para quedarse sólo con ella. ¿Black Sabbath atravesado por punzantes acoples? Oh sí. ¿O acaso nunca escucharon Black Flag? Introspección no es sinónimo de debilidad, manga de orangutanes. Pero no hay excesos de testosterona en estas gargantas rotas, sólo dolor. Combustible para la vida. Un disco de Hardcore que requiere muchas escuchadas hasta poder entender todo lo que en él sucede. ¿Y por qué no? Punk-Rock en las manos indicadas. Dos acordes para toda la eternidad. O más acordes, no importa. Los que sean necesarios, ni más ni menos. Esto es material afiebrado, energizante, confuso por momentos, pero siempre intenso y creativo. Mountain Man parece clamar a grito pelado por una idea de Hardcore que tenga algo más que simplemente Hardcore y no seré yo quien los contradiga.


-Native “Wrestling moves” (2010)
A veces, por suerte, los rótulos existentes en materia de Rock se presentan como un tanto insuficientes a la hora de describir un sonido en particular. Y no es que la propuesta de Native sea especialmente experimental o innovadora, pero se las arreglan para presentar una interesante vuelta de tuerca dentro de una rama bastante específica de lo que podríamos llamar Post-Hardcore. Por un lado, tenemos bases rítmicas que combinan energía física, un swing entre bailable y jazzero, y una elegancia casi Pop. Después vienen las guitarras, moviéndose entre evocadores rasgueos, intrincados arpegios, sutiles contrapuntos y estallidos distorsionados, haciendo gala de una vasta gama de recursos a la hora de pintar paisajes y transmitir emociones. Por último, pero no menos importante, están las voces, que van desde reposadas líneas melódicas a esas inflexiones declamativas tan típicas del Post-Hardcore. Por supuesto, si todo esto les trae a la mente nombres como Q And Not U, Les Savy Fav, Minus The Bear, Maritime o el Fugazi más elaborado, no están mal rumbeados. Inclusive aquellos oyentes sin tanta formación dentro del género podrán reconocer influencias un tanto menos crípticas como las de King Crimson (el trabajo de las guitarras remite especialmente a sus discos ochentosos), The Police (en especial en la sección rítmica) o The Cure, en los momentos más melancólicos. El truco está en el equilibrio. Equilibrio entre virtuosismo y visceralidad, entre emoción e inteligencia, entre baile y reflexión, entre potencia y sutileza. Vamos, se trata de un disco capaz de conmover por igual tanto a Punks universitarios (con o sin título universitario, desde ya) como a aquellos que dicen apreciar “la buena música” (un concepto tan esquivo como peligroso) en general.


-Slices “Cruising” (2010)
Con los dos ep’s editados el año pasado, Slices ya se perfilaba como una de las propuestas más interesantes, energéticas y personales de la actualidad Punk-rockera. “Cruising” es su larga duración (bueno, eso de larga es un decir, son nueve temas en poco más de veinte minutos) debut y confirma el potencial que se escuchaba en dichos ep’s. Algunos dirán que, con la proliferación de géneros como el Mathcore y el Sludge, el legado de Black Flag se mantuvo vivo durante los últimos años, aunque sea de forma un tanto indirecta. Si bien es cierto que dichos estilos tienen un claro precedente en la combinación de pesadez Sabbáthica, excentricidad armónica y rítmica de tintes Free-jazzeros, y visceralidad Hardcore/Punk que Greg Ginn y los suyos ensayaran hace ya mucho tiempo, pocos grupos se atrevieron a tomar ese legado y revivirlo en su contexto original, es decir el del más crudo Punk-Rock. Slices, entonces, toma la posta y nos entrega un mazazo tras otro de pura energía sin adulterar. Ojo, no se trata simplemente de una copia, si no más bien de rescatar ese espíritu sudoroso, intenso y cargado de frustración. El cuarteto suma importantes lecciones del Noise-Rock y el Powerviolence (algunos de sus miembros también forman parte de Warzone Womyn, una banda enrolada en dicho sub-género) y escupe un resultado único. Una guitarra salvaje y desbocada, imaginativa pero siempre ubicada, ruidosa, abrasiva y, de cierta forma, inteligente. Una base rítmica con una energía inhumana, marcando el pulso frenético y espontáneo de las composiciones como si en ello les fuera la vida misma. Una voz gritona, distorsionada, frontal, virulenta pero siempre articulada. Todo, como corresponde, puesto al servicio de unas canciones perfectas, de esas que hacen hervir la sangre y obligan a retorcerse en violentos espasmos de placer. Pero también de esas que se pueden admirar por su retorcida musicalidad y afiebrada imaginación. El punto es que nada aquí suena calculado o excesivamente cerebral, esto es catarsis pura escupida desde las entrañas de la forma más honesta y urgente posible. En fin, no tengo mucho más que agregar, sólo que si alguna vez sintieron que el Rock era un tipo de música capaz de darle significado a muchas cosas aparte de la música misma, entonces “Cruising” es un trabajo de escucha obligatoria. De cabeza a lo mejor del año.


-Triptykon “Eparistera Daimones” (2010)
Thomas Gabriel Fischer (también conocido como Tom Warrior) es, claramente, un tipo complicado. Prácticamente fundó el Black Metal (o, al menos, un forma determinada de encararlo) al frente de Hellhammer pero siempre renegó de ese pasado. Con Celtic Frost estuvo varias veces adelantado a su tiempo y sin embargo se las arregló para arruinar las cosas con el glamoroso “Cold lake”. Luego de una no muy afortunada (aún así digna de cierto interés) aventura Metálico-Industrial conocida como Apollyon Sun, se decidió a revivir el cadáver de Celtic Frost y pateó culos con el monumental “Monotheist” en 2006, demostrando que la influencia que sus composiciones ejercieron sobre una vasta gama de músicos metálicos (desde High On Fire a Paradise Lost, desde Napalm Death a Samael) no era casual. En 2008 decide alejarse del grupo que es casi sinónimo con su nombre, debido a una “severa erosión en las relaciones personales” (según sus propias palabras) con los otros miembros del grupo, o sea con Martin Eric Ain, su eterno mano derecha. Así, llegamos a Triptykon y, sinceramente, no comprendo del todo por qué Fischer no decidió seguir con el nombre Celtic Frost y simplemente despedir a Ain, si, en definitiva, lo exhibido en este portentoso “Eparistera Daimones” calzaría a la perfección como secuela del mencionado “Monotheist”. Básicamente podríamos dividir este disco en tres tipos de canciones: babosas procesiones de puro Doom arrastrado y surrealista, maliciosos ataques en clave de Thrash/Death oscurecido y ominoso, y melancólicas letanías de aires Góticos que remiten inevitablemente al costado más espeso de clásicos como Fields Of The Nephilim o Christian Death. Desde ya, la balanza se inclina hacia el costado más metalero de la propuesta, con las guitarras bien al frente y afiladas, las voces cascadas y las bases golpeando con toda la fuerza, pero aún así hay lugar para pasajes de experimentación (a veces en clave electrónica/ambiental, a veces con rebusques casi sinfónicos, siempre con la mirada puesta en la majestuosidad grotesca que es su marca registrada) que, en definitiva, también hacen al espíritu siempre inquieto de Fischer y Celtic Frost. De hecho, también hay temas donde los elementos aludidos anteriormente se entrecruzan logrando resultados apabullantes. En fin, no es Celtic Frost sólo porque el bueno de Tomás decidió que no lo fuera pero cualquiera que haya vibrado alguna vez con clásicos como “Procreation of the wicked”, “Inner sanctum” o “Circle of the tyrants” (por poner sólo algunos ejemplos), no puede dejar pasar este más que auspicioso debut de Triptykon.


-Ulises Lima “A thousand words” (2010)
Desprolijos, desbocados, sensibles, quebrados, absolutamente desnudos. Así suenan los ocho temas que componen este vibrante debut discográfico de este trío madrileño bautizado como un personaje (en realidad era un alter ego del poeta Mario Santiago Papasquiaro) del escritor Roberto Bolaño. Si la mención literaria los hace pensar en música demasiado intelectual (sea lo que sea que eso signifique), piensen otra vez. Las pautas musicales de Ulises Lima están claras: un corazón Hardcore latiendo hasta reventar pero despojado de inocencia adolescente, una dulzura melódica casi Pop pero cubierta de asperezas y angustias, una visión inteligente que, no obstante, no puede con sus propias contradicciones e irracionalidades. Pueden llamarlo Post-Hardcore, Emo o simplemente Punk. Pueden asociarlo a los sonidos creados por bandas como Hüsker Dü, Embrace, Jawbreaker, Rites Of Spring, The Van Pelt o Braid y sin embargo nada de eso nos dirá lo suficiente sobre la apabullante intensidad que despliegan estas canciones. No se trata sólo de que la guitarra dibuje líneas que se clavan como puñales en el corazón, ni de que el bajo acompañe esos trazos de forma tan imaginativa como potente, ni siquiera de ese sostén rítmico entre movedizo y contundente ni de esa voz que se tensa hasta casi estallar de pura ebullición melódica. Mejor dicho, se trata de todo eso y más. Se trata de canciones compuestas con el alma al descubierto e interpretadas con el cuerpo adolorido y cubierto de sudor. Y si eso les parece poco, encima el mismo grupo se encarga de regalarnos dichas canciones. Sólo basta chequear su myspace (www.myspace.com/uliseslima) y allí encontrarán “A thousand words” para descargarlo de forma gratuita. Por supuesto, en definitiva esto último es meramente anecdótico frente al excelente nivel desplegado por el grupo. Emoción, fuerza, inteligencia, crudeza y honestidad, ¿qué más le pueden pedir a un jodido disco Punk?


-Wold “Working together for our privacy” (2010)
Cuando uno piensa en Black Metal, es probable que lo primero que acuda a la mente sean los rostros pintarrajeados de Abbath, Satyr y demás mamarrachos que suplen su falta de talento musical sacándose fotos hilarantes. Ahora bien, cuando pienso en lo que, en teoría, el Black Metal representa musicalmente (extremismo sin concesiones, oscuridad, misantropía, individualismo y una visión soberbia y elitista del arte en general), Wold es uno de los nombres que se me aparecen como perfectos ejemplos de dichas cualidades. Desde ya, si nos atenemos a lo formal esto es Noise hecho y derecho, más afín a Merzbow que a Mayhem y absolutamente despojado de los gestos teatrales habituales en el Negro Metal. Sin embargo, una vez que traspasamos las densas capas de ruido, feedback y estática (no por nada su anterior placa se tituló “Stratification”), nos encontramos con un corazón sórdido y ennegrecido, un espíritu sádico y lleno de desprecio por la raza humana. El oído avezado será capaz de reconocer ominosos riffs escondidos entre las crepitantes texturas sonoras, secuencias melódicas que expulsan al Noise de sus tradicionales terrenos abstractos y lo clavan en las zonas más oscuras del alma. A la mayoría de la gente le puede resultar tan irritante como dejar el televisor prendido a todo volumen en un canal donde sólo haya lluvia, mientras alguien agujerea grandes hojas de metal con un taladro oxidado y, muy a lo lejos, suena un disco de Burzum. Pero es ese tipo de ideas, bordeando el ridículo absoluto, las que le dan sabor tanto al Noise como al Black. En cualquier caso, aquellos que acepten el desafío podrán sumergirse en un viaje tan hipnótico y perturbador como vívido (por momentos da la sensación de trasladarnos al centro de la ciudad en plena hora pico, mientras el asfalto se resquebraja y los edificios colapsan y son tragados por abismales espectros sin forma) e intenso. Y, si alguna vez tienen un invitado indeseado en sus hogares, este “Working together for our privacy” debería servir perfectamente para espantarlo y que nunca más vuelva.

2 invocaciones del cosmos:

Hoy por hoy una de las guias que mas tomo en cuenta al momento de ver el panorama musical actual y de todos los tiempos, los reviews de Zann Music.

Gracias, esperamos estar a la altura.