8 de marzo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Ahleuchatistas “Of the body prone” (2009)
Si John Zorn se interesa por un trío instrumental de formación rockera (esto es, guitarra, bajo y batería) cuyo nombre suena a trabalenguas, entonces sabemos que el viaje viene movidito. Efectivamente, el compositor neoyorquino (a través de su sello discográfico, Tzadik) primero reeditó el segundo disco de Ahleuchatistas (“The same and the other”, originalmente de 2004) y luego lanzó “Of the body prone”, su más reciente trabajo. Y, por supuesto, la cosa no va precisamente por los márgenes de la ortodoxia. Desde ya, no podemos hablar de originalidad (la propuesta de Ahleuchatistas tiene claros lazos con otros tríos rockeros/experimentales como Blind Idiot God, Don Caballero o Dysrhythmia, así como con el caos controlado de, oh casualidad, Naked City) pero sí de imaginación desbocada, ideas retorcidas e interpretaciones tan virtuosas como frenéticas. Casi sin efectos ni sobregrabaciones, estos oriundos de North Carolina se entregan a diez epilépticos viajes musicales plagados de dedos enroscados, ritmos hiperquinéticos, intrincados contrapuntos, estructuras impredecibles y una energía sudorosa y urgente. El truco, como suele suceder en este tipo de propuestas, reside en mantener un siempre tenso equilibrio entre las más rebuscadas elucubraciones del Jazz y el Rock Progresivo (piensen en Magma o The Soft Machine antes que en Yes o Genesis) y una intensidad física, espontánea y visceral que, justamente, tiende puentes entre el Punk (entendiendo el término de forma más bien amplia) y el Free-Jazz. Entonces, sin inventar la pólvora, Ahleuchatistas se las arregla para llamar la atención con un inagotable despliegue de deformidades Jazz-Rockeras despojadas de cualquier atisbo de frialdad académica, y plasmadas en composiciones tan atrapantes y potentes como psicóticas y ricas en detalles. Indispensable para aquellos que aprecien el virtuosismo puesto en función de las más virulentas locuras musicales.


-Alice Donut “Ten glorious animals” (2009)
Con veinticuatro años de carrera (interrumpidos entre 1996 y 2001), Alice Donut se erige como una de las propuestas más originales y creativas surgidas del underground neoyorquino. Su particular cruza de energía Punk, deformidad psicodélica, experimentación ecléctica y gancho melódico resultó claramente influyente en bandas tan disímiles como Butthole Surfers, Jane’s Addiction, Meat Puppets o The Mars Volta, por sólo nombrar algunos, y no por nada el mismísimo Jello Biafra los tuvo siempre en un lugar de alta estima. De hecho, “Ten glorious animals” marca el retorno de la Rosquilla de Alicia a Alternative Tentacles, el sello regenteado por Biafra donde dieron sus primeros pasos discográficos. Semejante acontecimiento ameritaba un disco por arriba de la media y eso es lo que entregaron estos veteranos. Una de las virtudes que siempre destacó al grupo fue la capacidad de condensar todos sus delirios lisérgicos en canciones redondas, gancheras y sumamente infecciosas. Dicha cualidad aquí se incrementa de forma apabullante, dando como resultado una colección impecable de composiciones tan aptas para tararear y bailar alocadamente como para perderse en enroscadas visiones de puro surrealismo musical. Inclusive se nota que el quinteto puso especial atención a las melodías vocales, resignando algunas de sus aristas más estridentes pero ganado en retorcida emotividad. No teman, esto no quiere decir que Alice Donut se haya vuelto un grupo convencional ni nada por el estilo. La locura dice presente en cada recoveco de la placa, es sólo que está presentada en forma más concisa y madura. Y, como si esto fuera poco, coronan la faena con una versión de “Where is my mind?” de Pixies donde la voz de Frank Black (o Black Francis, como prefieran) es reemplazada por un trombón. Si tienen en cuenta que, en distintos puntos de su historia, Alice Donut dio el mismo tratamiento a temas de Black Sabbath y Fugazi, tal vez eso les ayude a hacerse una idea de las pautas sonoras que manejan. En cualquier caso, si estaban necesitando un disco para refrescarse las neuronas con grandes canciones, no dejen pasar este “Ten glorious animals” que merecería haber entrado en nuestras listas de discos del año pasado.


-Dissecting Table “Metamorphosis 1” (2009)
Que Japón cuenta desde hace mucho tiempo con una inagotable fuente de artistas dedicados al costado más desquiciado y experimental del Noise y aledaños no es ninguna novedad. Tampoco es primicia que muchas de esas propuestas resultaran tremendamente influyentes en artistas occidentales considerados dentro de la vanguardia del Rock en general. Gente como Mike Patton, Sonic Youth o John Zorn pueden atestiguar lo dicho sin problemas. Ahora bien, si uno piensa en fines de los ochentas, en música extrema y ruidosa, en voces podridas y en estética forense, es muy probable que la palabra que acuda a la mente sea Carcass, ¿verdad? Ok, Dissecting Table (la criatura del perturbado Ichiro Tsuji) cumplía con esas características ya en su debut de 1986, el ep “Ultimate psychological description”, pero no se trataba de Grindcore o Death Metal. Más allá de los gruñidos y alaridos (el único punto de contacto con dichos géneros metálicos), el sonido de Dissecting Table tiene fuertes raíces en la Música Industrial, aunque con una aproximación sumamente personal a ese estilo. Los colchones de ruido pueden remitir a aquellos viejos discos de Whitehouse o Maurizio Bianchi, pero también, claro, a Merzbow. Las estructuras caóticas y la sobrecarga sensorial pueden asociarse a Skinny Puppy, y los ritmos aplastantes, los graves corroídos y las atmósferas opresivas a Godflesh pero, si tienen en cuenta que en esa época los primeros todavía no habían desarrollado del todo su marca distintiva de caos lisérgico Industrial y los segundos ni siquiera existían como tales, la perspectiva es otra. No por nada Relapse (a través de Release Entertainment, su subsidiaria dedicada a la música experimental no metálica) editó (en 1997) dos discos de Dissecting Table, los geniales “Human breeding” y “Life”. Avanzamos rápidamente hasta la actualidad y, luego de infinidad de placas (la mayoría editadas por el sello del mismo Tsuji, UPD Organization), llegamos a este “Metamorphosis 1”. Si esperan un agradable paseo por campiñas melódicas, busquen en otro lado. Si acaso existiera en el infierno una ominosa fábrica donde se forjan las más angustiantes pesadillas y los más sórdidos pensamientos, Dissecting Table ha dado con la banda sonora perfecta para semejante ambiente. Dejando completamente de lado los frenéticos ritmos mecanizados de antaño, Tsuji se arrima a terrenos de mayor abstracción sin por ello resignar intensidad. Oxidadas paredes de ruido se ciernen sobre los sentidos y los hieren con saña psicótica, estratos de mugre sónica se superponen en una fracturada danza sinfónica de absoluta perdición, pasajes de falsa calma inducen una afiebrada paranoia que estalla en lacerantes chirridos electrónicos, maremotos de ácido achicharrando neuronas y derritiendo la piel a su paso. Vamos, una excelente muestra de ese extremismo sonoro nipón que tan bien le hace al mundo, a cargo de uno de sus exponentes más destacados. Sin duda, otro de esos discos cruciales del año pasado que se nos pasaron a la hora de armar la lista definitiva.


-Mouthbreather “Lila” (2009)
Ah, el Punk Rock. No es que alguna vez haya tratado de disimularlo pero no está de más aclarar que, en general, la música que más me interesa es aquella con claras raíces en él. Por supuesto, se trata de un género tan vasto y con tantas ramificaciones e interpretaciones diferentes (muchas de ellas trascendiendo inclusive el hecho musical), que cualquier intento de definición pseudo-enciclopédica del mismo sería una tarea inabarcable o un acto de absoluta soberbia. En definitiva, podemos inventar miles de nuevos rótulos, categorías y sub-categorías pero si las propuestas de bandas como Black Flag, Fugazi, Jawbreaker, Hot Water Music, Fucked Up o Avail no pueden resumirse simplemente como Punk, entonces hemos perdido el rumbo. Las referencias, claro, no son gratuitas. Ya desde “Thank you for your patience” (2008), el larga duración debut de Mouthbreather (no confundir con los Noise-Rockeros Moutheater), el quinteto viene desplegando un carácter arrasador que, en este ep de cinco temas, no hace más que confirmarlos como uno de los nombres a tener en cuenta a la hora de hablar de Punk actual. Algunos podrán llamarlo Post-Hardcore y, ciertamente, más de un pasaje remite a esa suerte de nerdismo salvaje, con riffs que se salen del manual de los tres acordes de siempre para explorar nuevas planicies de armonía y dinámica, y ritmos que van más allá del 4x4 Ramonero. Aquí hay emoción pero ni se les ocurra pensar en melodías Poperas o adolescentes conflictuados con delineados ojitos de pollito mojado, la rasposa y rugiente voz de John Martin contagia una potencia que no sabe de poses superficiales, las guitarras de John Hall y Brandon Peck escupen fuego y la base rítmica conformada por Tyler Worley (bajo) y Chris Brown (batería) marca un insistente pulso ideal para rebotar contra las paredes. Energía cruda y primitiva, urgencia que, no obstante, no se conforma con simplemente repetir las lecciones de sus mayores. Mouthbreather transmite esa vigorizante sensación de un grupo dejando hasta la última gota de sudor en algún sótano perdido, visiones de cuerpos convulsionados y las venas del cuello a punto de estallar. Punk-Rock, ni más ni menos.


-Secret Chiefs 3 “Traditionalists: Le Mani Destre Recise Degli Ultimi Uomini” (2009)
Aquellos que estén al tanto de las internas del universo Mr. Bungle (y, en menor medida, Faith No More), sabrán que Mike Patton y Trey Spruance (vocalista y guitarrista respectivamente de dicho grupo) no son, precisamente, mejores amigos. Lo interesante es que, más allá de sus irreconciliables (¿o no?) diferencias personales, ambos cuentan con varios puntos en común a la hora de encarar sus actividades musicales. Los dos son activos militantes de una musicalidad sin limitaciones estilísticas, los dos han profesado abiertamente su amor por el Metal extremo cada uno desde proyectos distintos (Patton en Fantômas, Spruance en Faxed Head, ASVA y produciendo a Impaled), los dos nutren sus raíces rockeras con sonidos folklóricos de todas partes del mundo y los reinterpretan con una inefable mirada demente, los dos son eximios virtuosos con sus respectivos instrumentos y usan esas habilidades con el fin de quebrar límites constantemente, los dos han trabajado recientemente con John Zorn (Patton en los cuatro discos del Moonchild Trio y Spruance versionando temas de Masada con Secret Chiefs 3 en “Xaphan: Book of angels Volume 9”) y los dos demuestran un notable interés por las bandas de sonido. Esto último nos trae a esta sexta entrega de Scret Chiefs 3, cuyo arte de tapa recuerda inevitablemente al de aquel “Director´s cut” de Fantômas. Se trata de un disco concebido por Traditionalists (una de las siete bandas “satélite” de Secret Chiefs 3. O sea, ellos mismos con otro nombre. Sí, es gente complicada) que reúne treinta temas pensados como soundtrack para una imaginaria película de terror italiana. Y todo ello no hace más que mantener el paralelismo entre ambos artistas. En muchos pasajes el disco recuerda a los momentos más oscuros de aquel glorioso “California” de Mr. Bungle, lo cual nos lleva inevitablemente a otro prócer adorado por Patton y Spruance (y por Zorn, ya que estamos), Ennio Morricone, aunque (por suerte) despojado de las, a esta altura insoportables, referencias al Western. Claro, si tenemos en cuenta que el grupo contó prácticamente con una orquesta (tenemos voces, piano, guitarras, bajo, batería, sintetizadores, Hammonds, violines, violas, violonchelos, vibráfono, flauta, percusiones varias y más) a la hora de grabar estas treinta composiciones, no es de extrañar entonces que los resultados estén teñidos de una profundidad y una riqueza musical sencillamente envidiables. La meta de transmitir vívidas imágenes cinematográficas (enmarcadas en el género elegido por la banda en cuestión) sólo con la música es alcanzada a la perfección y con un nivel que deja en ridículo a la mayoría de las bandas de Rock que intentan esa misma idea. Desde ya, ese tono de locura subyacente se encuentra presente a lo largo de toda la placa (algunas canciones cuentan con tal complejidad armónica y transmiten sensaciones tan macabras que parecen concebidas por auténticos científicos musicales psicóticos) y eso es otro punto que lo hermana con Patton. En fin, la psicología barata (valga la redundancia) seguramente diría que ambos personajes se odian simplemente porque son extremadamente similares. No importa, mientras sigan entregando material de esta calidad ni siquiera me molesta el hecho de que nunca más tengamos material nuevo de Mr. Bungle.


-Defeatist “Sixth extinction” (2010)
Por lo general, uno espera diferentes cosas de cada género musical. Por ejemplo, del Pop se pretenden buenas melodías ante todo, del Doom (y derivados) riffs gordos y carnosos, y del Hardcore energía inmediata y sin adulterar. En el caso del Grindcore, lo lógico es esperar sensaciones de excitación extrema, ráfaga tras ráfaga de furia distorsionada directo al entrecejo, más una reacción que una explicación, como dijera alguien alguna vez. Lo interesante es que, gracias a visionarios del género como Brutal Truth, C.S.S.O., Discordance Axis o todo aquello donde participe Scott Hull, también podemos esperar que el Grindcore nos entregue una buena cuota de imaginación y grandes ideas musicales, aún dentro de los esquemas compositivos casi minimalistas del género. Con un pasado ligado directamente a exponentes de la vanguardia metálica de los últimos tiempos como Anodyne y Kalibas, Defeatist traza a martillazos sónicos un camino intermedio. Rescatan el salvajismo y la mugre de próceres como Terrorizer y el primer Napalm Death pero condimentan dichos atributos con influencias variadas que hacen desaparecer el fantasma de la repetición y el aburrimiento. Los estridentes alaridos de Aaron Nichols (aquí también a cargo de las seis cuerdas) y el sonido general del disco (envolvente, corrosivo, asfixiante, casi a tono con las tonalidades grises con las que suelen adornar sus artes de tapa) remiten al Noise, las estructuras caóticas y los ocasionales rebajes Sludge huelen a la mejor cepa Powerviolence, los riffs disonantes se asoman al Mathcore (o a una versión Crust de Today Is The Day) pero nunca se pasan de listos. La potencia cruda, casi Hardcorosa, y la oscura visión politizada del trío los terminan de ubicar inequívocamente en los temblorosos terrenos del Grindcore. Vieja escuela con una vuelta de tuerca experimental, de cierta forma similar a aquello que los añorados Nasum ensayaran en su tristemente trunca carrera musical pero con una cuota extra de caos opresivo. Y, con diecinueve temas apiñados en menos de media hora, queda claro que estos neoyorquinos no pretenden tomar prisioneros. Entonces, si lo mínimo que se puede esperar de un buen disco Grindcore es que nos deje exhaustos, mareados y con la sangre en ebullición, “Sixth extinction” se lleva un aprobado con todos los honores y mantiene en alto el excelente nível que el género viene exhibiendo desde hace unos cuantos años.


-Living Sacrifice “The infinite order” (2010)
Comenzaron a principios de los noventas (en su debut homónimo) con un sonido de clara extracción Thrasher, luego fueron ensuciando paulatinamente (“Nonexistent”, 1992) la propuesta hasta llegar a un portentoso Death Metal de la mano del ominoso “Inhabit” de 1994. Tres años después, un Living Sacrifice renovado nos lanzaba a la cara el genial “Reborn”, donde el extremismo se teñía de modernidad noventosa, bajo la atenta mirada de popes como Sepultura y Fear Factory. Otro período de tres años y nos encontramos con “The hammering process”, una placa donde se pone casi al frente la influencia de Meshuggah sin por ello desdeñar lo aprendido anteriormente. Le siguió “Conceived in fire” en 2002 y allí el cuarteto parecía tomar el camino obvio para cualquier banda cristiana de Metal extremo de la época, el Metalcore. En 2005 tuvimos un compilado (“In memoriam”) repasando toda su carrera y, cuando ya los dábamos definitivamente por muertos luego de tantas idas y venidas, llega en 2010 este nuevo trabajo de Living Sacrifice. “The infinite order” muestra al cuarteto moviéndose de forma inteligente entre influencias actúales (Lamb Of God a la cabeza) y claras reminiscencias del Thrash de los noventas. En ese aspecto, podemos detectar bastante del groove brutalizado de Pantera, la precisión mecánica de Fear Factory, arreglos percusivos a la Sepultura, ataques de epilepsia rítmica/riffera a la Meshuggah, algún que otro sample aquí y allá, amagues casi melódicos cercanos a Strapping Young Lad (aunque, por momentos, la melodía se arrima a Suecia. In Flames, para ser más específicos) y hasta pasajes de pura cepa Deathmetalera. Todo, por supuesto, enmarcado en un sonido moderno, tan ajustado y claro como contundente, con guitarras afiladísimas y un saludable sentido de la variedad. Nada revolucionario ni especialmente revelador, desde ya, pero hecho con conocimiento de causa y un claro respeto por las canciones. En fin, un buen festejo de sus veinte años de carrera para estos chupasirios metaleros.


-Past Lives “Tapestry of webs” (2010)
Con su particular y efervescente combinación de frenético Post-Hardcore, Screamo, Noise, delirios Progresivos, críptico intelectualismo lírico y Psicodelia New Wave bailable, The Blood Brothers supo erigirse como uno de los grupos de Rock más emblemáticos e influyentes de la década pasada. No por nada el mismísimo Guy Piccioto (de Fugazi, la mejor banda del mundo) co-produjo “Young machetes”, su última entrega discográfica. Past Lives es una de las agrupaciones surgidas tras la disolución de The Blood Brothers en 2007 y las comparaciones (odiosas, como siempre) se hacen inevitables. Es más, si quisiéramos una definición inmediata y un tanto superficial de su sonido, podríamos decir que se trata de una versión melódica del costado más experimental de The Blood Brothers. Sin su faceta más ruidosa y extrema, el núcleo de nerviosismo Post-Hardcore se mantiene y no sólo es notable la influencia de Fugazi, si no de bandas aún más viejas que ayudaron a forjar esa cruza de energía Punk, ritmos Funks y mirada intelectual, como Gang of Four, Minutemen y NoMeansNo. Por otro lado, se nota un especial cuidado en las melodías y las texturas, adornando los ritmos sincopados con una profundidad psicodélica envolvente y siempre emotiva. Y, claro, la impronta delirante y colorida se ve enriquecida por este renacer melódico, dando a luz varios pasajes que harían saltar de alegría al más rabioso seguidor del Rock Progresivo en general. De alguna forma inexplicable (he aquí gran parte de su encanto), Past Lives presenta un equilibrio entre las más voladas alucinaciones cósmicas y las emociones más descarnadas y terrenales, con canciones donde el gancho melódico, la imaginación, la fuerza y la locura conviven sin problemas. En fin, algunos extrañarán los alaridos y el caos violento de The Blood Brothers pero para eso tienen los discos de aquella banda. Past Lives propone otro tipo de viaje sin por ello olvidar sus raíces. Si aprecian el Rock con vuelo creativo, personalidad, buenas ideas, intensidad y grandes melodías (más allá de definiciones y subgéneros), no lo pueden dejar pasar.


-Sigh “Scenes from hell” (2010)
Treinta años escupiendo el más deforme y ecléctico Black Metal desde Japón y Sigh se mantiene en forma y con el apetito creativo intacto. Tal vez llamarlos los Mr. Bungle del Black sería exagerado pero, ¿cuántas bandas del género conocen capaces de combinarlo con Jazz, Psicodelia, Dub, Folk, Trip-Hop, Metal tradicional, música Disco y delirios varios sin quedar nunca mal parados? Ya desde el comienzo (con “Prelude to the Oracle”), “Scenes from hell” se escucha como un retorno a terrenos extremos luego de los melódicos “Gallows gallery” (2005) y “Hangman's Hymn - Musikalische Exequien” (2007). Aunque, claro, los delirantes arreglos de vientos y teclados (entre épicos y caricaturescos) y los pasajes Surf-Rockeros dejan en claro que los nipones no piensan tomar el camino fácil del “reencuentro con las raíces”. Sí se aprecia un sonidos más crudo (se ve que haber grabado un ep de covers de Venom en 2008 dejó sus secuelas), guitarras más sucias, ritmos acelerados y voces podridas, pero con temas que suenan como Mayhem versionando música de dibujos animados e incursiones en escalas típicas de la música tradicional hebrea (¿qué diría Varg Vikernes de esto?), la palabra convencional queda fuera de la ecuación. Entonces, fieles a su habitual locura, los liderados por Mirai Kawashima se entregan a un viaje frenético e impredecible, poniendo el foco esta vez en combinar los modismos más rudimentarios del Black con variadas orquestaciones que remiten más a las frescura de las viejas Big Bands jazzeras que a la solemne pompa sinfónica habitual en el género. Aunque tampoco faltan pasajes casi Wagnerianos que pondrían verde de envidia (¿se imaginan un corpsepaint verde? ¿Será eso “pintarse la cara color esperanza”?) a los Emperor más pretenciosos y alguna que otra excursión barroca que deja en ridículo a todos los Yngwie Malmsteens del mundo. Bah, no es que necesiten ayuda, esa gente queda en ridículo por su cuenta. Por supuesto, el Blackmetalero medio (desprovisto de sentido del humor, cerrado, acartonado y eternamente peleado con la vida) podrá considerar todo esto como una imperdonable herejía (los fanáticos religiosos comparten una misma estrechez mental, adhieran al culto que adhieran) pero el extenso e impecable historial de Sigh los pone más allá de esas cuestiones infantiles y estériles. Ahora bien, para aquellos que no viven en eterna pose, “Scenes from hell” es un voluptuoso manjar musical ideal para disfrutar con todos los sentidos en éxtasis.


-Title Tracks “It was easy” (2010)
A veces uno peca de entusiasta y se lanza sin miramientos a propinar adjetivos superlativos a discos que, por un motivo u otro, tocan fibras sensibles de nuestra percepción musical. Decir que un álbum es perfecto suena siempre exagerado y lo cierto es que no hay reglas inamovibles a la hora definir semejante cosa. Bien, sin temor a equivocarme (total, ¿a quién le importa si me equivoco?) puedo decir que “It was easy”, el debut discográfico de Title Tracks (tras ese nombre se esconde John Davis, ex miembro de los geniales Q And Not U) es un disco perfecto. De ninguna forma se trata de material innovador o revolucionario, de hecho podríamos clasificarlo simplemente como Pop (con espíritu Indie, pero Pop al fin), pero cuando hablo de perfección me refiero, claro que sí, a las canciones. Cada uno de los once tracks que componen la placa es una auténtica joya melódica de construcción artesanal. Las guitarras peladas y el pulso movedizo de “Every little bit hurts” ya nos ponen en situación y las líneas vocales se clavan en el corazón y la memoria para nunca más desaparecer. De ahí en más es un festival de melodías irresistibles y contagiosas envueltas en un sonido básico de guitarras (acústicas y eléctricas pero sin necesidad de abusar de la distorsión), bajo y batería (más algún que otro piano y teclado por ahí) e interpretadas con una clase y soltura envidiables. La cadencia evocadora de “No, girl”, la colorida efervescencia a-go-go de “Black bubblegum” (no, nada que ver con The Dillinger Escape Plan, esto es Bubblegum como el de los sesentas, pero mucho mejor), el dinámico Power-Pop de “Piles of paper”, la cruza de ritmos Funk/Disco y voces Betalescas de “Hello there”, la melancolía Country de “Tougher tan the rest” (cover de Bruce Springsteen con la voz invitada de Tracyanne Campbell), el infeccioso empuje Rockero de “Steady love”, la dulzura romanticona del tema que da título al disco, las brisas psicodélicas de “At fifteen”, el nervio casi Punk de “Found out” y el final a pura ensoñación de “She don’t care about time” (otro cover, en este caso de The Byrds) se erigen como insuperables ejemplos del poder imperecedero de las buenas canciones, sean del género que sean y estén presentadas de una forma u otra. Ustedes sabrán disculpar si, una vez más, mi entusiasmo le gana la partida al análisis minucioso, pero, en lo que a mí respecta, “It was easy” ya se postula como uno de los mejores discos del año.

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