25 de marzo de 2009

Sobredosis de Reviews

Por Fernando Suarez.

-Tall Ships “Voyages” (2009)
Ya no es novedoso, pero no creo que nadie pretenda semejante cosa. Nadie pareció notarlo cuando los Gorilla Biscuits lo hicieron a fines de los 80’s, pero gracias a bandas como Give Up The Ghost, Count Me Out o Verse ya no es tan sorprendente que el Hardcore más rudo y tatuado incorpore una necesaria cuota de emotiva y refrescante melodía. Sin perder la energía y sin pasarse al bando californiano, claro. Brett Dierolf grita. Lo hace fuerte y en ningún momento suena como un pendenciero en busca de víctimas para abusar. Cada alarido parece arrancado de las entrañas, nos habla de un dolor más profundo. De algo más relevante que las poses y las caras de malo. Algo más que eslóganes vacíos. Y esas guitarras. ¿Creían que en la Biblia de las bermudas era mandamiento no pasarse de los cuatro acordes de siempre? Estaban equivocados. Tampoco esperen una redefinición del riff Hardcore, simplemente se trata de frescura, de ideas y de esas melodías que estrujan corazones y pintan fotografías en blanco y negro. Por supuesto, la intensidad está siempre al tope y es de agradecer que este debut no llegue a la media hora de duración. Veintisiete minutos bastan para golpearnos en la cara como una ráfaga y dejarnos con la sangre hirviendo y los músculos temblando. No es material con infinitas variantes y el que espera eso está viendo otro canal. Y aún así el quinteto se las arregla para pasearse por las diferentes modalidades rítmicas que ofrece el género, del tupá tupá a toda velocidad hasta un groove ralentizado que roza el Post-Hardcore. E insisto con las guitarras y sus melodías, capaces de anudarnos el estómago o de obligarnos a lanzarnos al mosh más cercano con el puño en alto, pero siempre generando emociones, evocando imágenes. Chequeen la absoluta desazón de “Stories of genocide” (acoples y feedback incluidos), el amenazante medio tiempo de “Light it up”, el vértigo al rojo vivo y los cambios de ritmo de “Pouring down” o la velocidad casi Thrasher del tema que da nombre al disco, como para hacerse una idea. Otra reconfortante brisa de aire fresco para el Hardcore actual.

-Amesoeurs “Amesoeurs” (2009)
El humo envuelve lentamente estos negros edificios. Arpegios descorazonadores y guitarras como orquestas de pura distorsión. No importa si el tempo es ralentizado o si aceleran a toda velocidad, las imágenes de opresión urbana inundan “Gas in Veins” y nos dan la bienvenida a este debut y despedida de Amesoeurs. Sí, hablamos de un proyecto liderado por Neige (también miembro de Alcest) que sólo duró lo suficiente como para grabar un ep, un split y éste larga duración. La intención era “reflejar el lado oscuro de la era industrial y la civilización moderna”. Ok, objetivo cumplido, entonces. La suave voz de Audrey Sylvain se apodera de “Les Ruches Malades”, un derroche de melodías hermosas, clima melancólico y guitarras empapadas de efectos. Ruidos de chapas oxidadas sirven de introducción a los blast-beats de “Heurt”. Pero, oh sorpresa, las guitarras dibujan texturas más cercanas a My Bloody Valentine que a DarkThrone y ni hablar de la voz de Sylvain, flotando melódicamente sobre la distorsión y el vértigo rítmico. El tema mantiene un constante ir y venir entre remansos introspectivos y subidas de intensidad, sin perder nunca el hilo melódico que da coherencia a esta especie de Black-Noise-Pop-Industrial-Post-Rock que ensaya el grupo. El comienzo de “Recueillement” no hubiera desentonado en los últimos discos de Katatonia pero si lo hubieran hecho los desgarrados chillidos de Neige. ¿Voces Black sobre bases Post-Punk saturadas de suciedad y rebosantes de sensibilidad melódica? No intenten reducirlo a meros rótulos, sólo disfrútenlo. Ok, pueden encontrar alguna que otra semejanza con lo hecho por Alcest en su “Souvenirs d'un Autre Monde”, pero esto es aún más extraño, oscuro y personal. Y cuenta con la bellísima voz de Sylvain dominando la mayor parte del álbum. “Faux Semblants” es una clase magistral de Pop. Arpegios cristalinos dan paso a tenues distorsiones, siempre bajo el mando de las más bellas melodías. Y esa levantada al final…emoción asegurada o le devolvemos su corazón en forma de pingajo ennegrecido. Pianos lejanos resuenan en el breve instrumental “I XIII V XIX XV V XXI XVIII XIX – IX XIX – IV V I IV” y las pinturas grisáceas se hacen cada vez más nítidas. Vuelve la violencia con “Trouble (Éveils Infâmes)”. Batería en constante tupá tupá, riffs malignos, alaridos distorsionados y legiones de demonios sin forma invadiendo las ciudades. Jodídamente guerra, claro que sí. Y un rebaje que es casi un guiño oscurecido al Voivod de “The outer limits”. Pero no se engolosinen con el Metal, “Video Girl” trae las líneas vocales delicadas de vuelta y esas guitarras con más de una deuda a Robert Smith se elevan como espirales de humo hacia un cielo eternamente negro. “La Reine Trayeuse” transita un camino similar, hasta que el infierno se desata con baterías aceleradas, riffs hipnóticos y gritos que harían sonrojar a Diamanda Galas. Inocencia y maldad conjugadas de forma magistral. Espesos aires de Post-Punk ochentoso (se huele bastante de New Model Army por aquí) nublan la visión en el tema que da nombre al disco y a la banda. No se resistan, dejen que sus cuerpos se contorsionen en esta danza decadente. “Au Crépuscule de Nos Rêves” es una despedida en cámara lenta y con el rostro surcado por lágrimas. Guitarras zumbonas baterías que van del ritmo lento a los blast-beats sin previo aviso, voces crujientes y un dramatismo melódico irresistible. ¿Post-Rock con corpsepaint? Suena absurdo, pero les aseguro que funciona a la perfección. Unos minutos de silencio y la cosa termina definitivamente con un track escondido donde mecánicos ritmos tribales raspan los sentidos entre sonidos extraídos de las entrañas mismas de este infierno urbano. Emoción, imaginación, intensidad, melodía, ruido y grandes canciones es lo que Amesoeurs nos ha entregado en esta obra. Es una verdadera pena que no vayamos a tener más de esto. En cualquier caso, no se pierdan uno de los discos más interesantes de lo que va del año.


-Into The Moat “The campaign” (2009)
Puedo entender cuatro años de espera por un disco nuevo de Neurosis o inclusive por uno de Tool. Hasta puedo entender que esa sub-especie conocida como fans de Metallica espere ansiosa la cantidad de tiempo que sea necesaria por un nuevo pedazo de plástico. Ahora bien, ¿cuatro años por un disco nuevo de Into The Moat? Yo, sinceramente, pensé que ya se habrían disuelto luego de aquel debut de 2005, “The design”. Pero no, acá están otra vez con el pequeño gran Erik Rutan al mando de las consolas y con los dedos en excelente estado. Ah, cierto que ellos no quieren ser llamados Mathcore. Bueno, siempre podemos definirlos con otros términos. “Dillinger Escape Plan con menos ideas y un poco más de Death Metal”, “Coalesce acelerado, sin groove ni gancho”, “una versión de The Red Chord con pretensiones intelectuales” y así podríamos seguir. Ok, tal vez esté exagerando un poco. Sí queda claro que lo de estos muchachos es la cosa intrincada y extrema, que aman las escalas más extrañas y disonantes y que se toman su tiempo para componer complejos vaivenes de epilepsia musical. El rubro originalidad lo dejamos en manos de otros grupos y podemos ir a dormir tranquilos. La estoy embarrando más, ¿no? No desesperen, la cosa no está tan mal. Evidentemente hay mucha música en “The campaign” para disfrutar si uno le dedica el tiempo y la concentración necesarias. No se trata de un torbellino irrefrenable de notas como Psyopus ni del delirio ecléctico de The Number Twelve Looks Like You, aquí es posible percibir un aire de oscura solemnidad que, de alguna forma, se podría asociar a lo más Progresivo del Death Metal. Pueden abrir el disco con el medio tiempo irregular de “The last century”, generando riffs tensos para apretar con fuerza los dientes. Y después pueden acelerar en las esquizofrénicas idas y venidas de “From 1,000 Meters”. Pueden apilar blast-beats, acordes jazzeros, punteos disonantes y polirritmias varias. Pueden, inclusive, sumergirse en oscuros pasajes introspectivos, similares a los que The End ensayara en “Within Dividia”. Y todo eso está hecho a la perfección. No falta la brutalidad en la entrega ni las voces de mostro ni los cortes constantes siempre al borde del caos absoluto. Lamentablemente poco hay detrás del despliegue instrumental y la opresiva intelectualidad con la que están construidas las composiciones. La llama interna no arde con demasiada intensidad en las entrañas de estos floridanos. Y es una pena porque les sobran ideas y talento como para lograr resultados realmente obnubiladores. Mantienen el crédito abierto, pero para la próxima podrían soltarse un poco más.


-Pendle Coven “Self-assessment” (2009)
Paisajes glaciales observados desde cápsulas que flotan en el aire. Copos de nieve cayendo en cámara lenta. Líneas de fuga que se desdibujan. Bloques de hielo mutante dando a luz esculturas irreales. Los recuerdos como películas en blanco y negro. La percepción derretida sin dolor. Nada de blast-beats ni gritos ni guitarras distorsionadas. Nada de estridencias innecesarias ni de riffs ni de gestos rudos. Nada de Rock, en definitiva. Música Electrónica hecha y derecha, con todo lo que eso implica. Ideal para cerrar los ojos y viajar. Apta para el baile, por qué no. Pero muy lejos de ser un mero compendio de ritmos marchosos sin sustancia. Material nerd, claro que sí. Con la estampita del Aphex Twin menos abrasivo en el corazón. Con la tradición Kraut-rockera repasada hasta la perfección. Claro, oídos rockeros podrán percibir esto como demasiado frío o sintético, pero esa es justamente la idea. En cualquier caso, aquí hay música y mucha. La melodía siempre está presente, aún cuando los temas sean enteramente instrumentales. Un denso aire de reflexión melancólica invade estas visiones musicales. Por momentos pueden relajarse en paseos minimalistas, dando espacio a que las sensaciones se desarrollen lentamente dentro nuestro. En otras ocasiones, pueden entregarse a un sinfín de sutiles arreglos superpuestos, sonidos de otras galaxias, geometrías extraterrestres. Y la influencia de Orbital dice presente en esos momentos. Aunque estos dos ñoños no son ningunos recién llegados, sus doce años de carrera y montones de discos autoeditados así lo atestiguan. Y ni hablar de la montaña de extraños aparatejos con los que construyen sus canciones. “Self-assessment” no le va a cambiar la vida a nadie, tampoco nos engañemos, pero si necesitan un remanso para respirar entre tanto Metal, Punk, Noise y demás barbaridades, he aquí una buena opción.

-Pestilence “Resurrection macabre” (2009)
Todavía no termino de digerir el “Traced in air” de Cynic que ya me tengo que enfrentar al regreso de otro de los lados fundamentales del triángulo imbatible del Death técnico de principios de los 90’s. Los de Florida optaron por mantener intacta la esencia mística/rebuscada de su propuesta al tiempo que evitaron engañarnos con poses de metaleros o vueltas a las raíces, logrando así un lógico sucesor de aquel genial “Focus”. Con los holandeses no sabía que esperar, ya que Patrick Mameli (eterno líder del grupo) había manifestado, en el momento de disolver a Pestilence en 1994, un hartazgo con respecto a la música metálica en general. Y, por cierto, “Spheres” con su combinación única de furia Death, complejidad Jazzera/Progresiva y canciones redondas, dejó el listón bien alto para cualquier tipo de secuela. “Devouring Frenzy” abre la placa con dos gruñidos y un blast-beat. Y eso vale más que mil palabras. Un comienzo convincente, con la energía al tope y un reglamentario solo de aires jazzeros. Ok, esto sigue siendo Death Metal y bajo ningún punto de vista es “Spheres” parte dos. Pero tampoco es un regreso al “Malleus Maleficarum”. “Horror Detox” es un torbellino de riffs thrashers y doble bombo asesino. Y más solos jazzeros. Las guitarras se enroscan más que nunca en “Fiend”, mientras la batería se debate entre blast-beats y rebajes inconexos. ¿La versión Pestilence de Meshuggah? Bueno, habría que ver cuánto tomaron prestados los suecos de un disco como el mencionado “Spheres”. ¿Ya mencioné los solos jazzeros? Está claro que Mameli (un apellido poco afortunado) se ha puesto al día con las corrientes extremas actuales. Sin dejar de lado la identidad del grupo es posible notar hasta cierto aire al Lamb Of God más acelerado e intrincado en “Hate Suicide”. Temas como “Synthetic Grotesque” o “Neuro Dissonance” hacen gala de riffs bien extremos y técnicos, que no desentonarían en discos de Cryptopsy o Neuraxis. Y sin embargo el despliegue instrumental no se choca con el gancho y acá ciertamente tenemos canciones antes que rejuntes de partes sin sentido. De hecho algo como “Dehydrated II” recupera ese saborcito vieja escuela tan particular, con riffs y ritmos más directos. ¿Entonces? ¿En qué quedamos? Veamos, Pestilence vuelve al ruedo con un muy buen disco, con buenas canciones, buenas ideas y una furia contagiosa. No abre nuevos caminos, ni cae en la autoparodia. Logra sonar actual sin perder su identidad. Se nutre de la influencia de bandas más jóvenes que, indudablemente, tuvieron a los holandeses como referente, cerrando así un círculo sin dejar cabos sueltos. Cynic cortó amarras y se mandó un viaje exigente logrando expandir su sonido más allá del Death. Pestilence fue un tanto más tímido, aunque los resultados seguramente serán del agrado de los fans. Habrá que ver qué pasa con Atheist, como para tener el cartón lleno.


-Mumakil “Behold the failure” (2009)
Cuando un disco te golpea de entrada, cuando arranca como un torbellino y te lleva por delante sin miramientos, cuando la música se transforma en una enorme bestia que escupe fuego por los ojos, entonces no hay demasiado que analizar. Segundo disco de estos suizos, debut para Relapse, veintisiete temas, poco más de treinta y seis minutos y el cuerpo cubierto de moretones. Si les digo que la cosa va por el lado del Grindcore no creo que se sorprendan. Tampoco si agregamos a eso el alto grado de técnica y precisión del Death y el infaltable (y siempre bienvenido) corazoncito Hardcore. Al fin de cuentas Napalm Death, Nasum, Rotten Sound y tantos otros ya utilizaron ese mismo esquema con resultados intachables. Mumakil respeta al pie de la letra las reglas del juego pero carga sus puños con nitroglicerina y se asegura nuestra atención a fuerza de pura rabia sin adulterar. Los temas son breves estallidos de energía negativa en expansión, donde hay lugar para blast-beats entrecortados, rebajes grooveros, riffs desorientadores y ni una sonrisa. El sonido logra lo que pocas bandas Grind pueden, claridad absoluta sin bajar la potencia ni la suciedad. No hay lugar para sutilezas, aunque los nerds más atentos podrán encontrar más de un truco interesante escondido detrás de la áspera muralla de agresión. Claro, estoy dando por sentado que aquella vieja noción que dictaba que el Grindcore es puro ruido ha quedado desterrada para siempre. Sólo un sordo o un necio podría negar la musicalidad de este “Behold the failure”, aún cuando dichos atributos estén presentados en la particular forma que el género exige. No hay más que agregar, si tienen al menos un mínimo interés por la música extrema, he aquí un delicioso bocado con el que atragantarse.


-Mastodon “Crack the skye” (2009)
Un firmamento de colores psicodélicos se abre de par en par y nos engulle. “Oblivion” comenzó y compruebo con satisfacción que Mastodon no perdió la imaginación. Ah, y que las voces gritadas son una cosa del pasado. Melodías, sí. Y no esas melodías pedorras que suelen hacer las bandas extremas cuando tratan de forzarse dentro del mainstream. Líneas bien pensadas e interpretadas, con gancho y vuelo. También queda claro que el costado progreta de los de Atlanta se hace cada vez más predominante. El trabajo de texturas y melodías de las guitarras pasada la primera mitad del tema es sencillamente increíble. Y esto recién empieza. Ahí llega el primer corte, “Divinations”, que recupera algo de la típica marcha aplastante de los discos anteriores. Algo así como unos Melvins pasados por un filtro de Space-Rock. No esperen, en cualquier caso, la brutalidad de “Leviathan” o “Remission”. A esta altura, el cuarteto maneja otro tipo de energía y no se basa exclusivamente en cuán grave hacer sonar las guitarras para impactar. La epilepsia percusiva de Brann Dailor (que hasta se da el lujo de meter algunas voces en el tema que abre la placa) sigue siendo uno de los puntos distintivos, como lo demuestra en “Quintessence”, debatiéndose entre paseos voladores, arrancadas rockeras y remansos emotivos. Las guitarras no serruchan como antes, es cierto, pero lo que perdieron en Sludgismo lo ganaron en ideas y texturas. E insisto con la melodía, algo que en “Blood mountain” todavía sonaba un poco a mitad de camino, pero que en este “Crack the skye” ya se encuentra a sus anchas. No por nada este es el disco que representa al aire dentro del universo Mastodon. Un teclado ancestral da la bienvenida a “The Czar”, una pieza dividida en cuatro partes. ¿Ya dije que la cosa estaba más Progresiva? Ok, si no me creían, atragántense con estos casi once minutos de puro Rock cinemático. La primera parte del tema es algo así como la versión Mastodon del “I wan’t you (she’s so heavy)” de los Beatles. Arpegios entrecruzados, coros lisérgicos y espesas brumas de color verduzco. Hasta que entra el riff Kingcrimsonero y los coros se vuelven más amenazantes sin necesidad de perder la melodía. Les juro que escucharlo da la sensación de que la música brota a borbotones y se les escapa de las manos. La epilepsia se detiene casi de golpe y tras un amague de majestuosidad, nos sumergimos en una sórdida oscuridad cósmica. Casi sin notarlo volvemos al principio, pero ya no somos los mismos. Guitarras laberínticas y una base mutante sirven de cimiento para la melodía casi histriónica de “Ghost of Karelia”. Y si alguna vez pensaron que Melvins, Magma, Entombed y Pink Floyd no podrían convivir sin problemas en una misma composición, he aquí la prueba de que estaban equivocados. Y aún así la identidad de Mastodon está a salvo, resguardada en el tono finalmente característico de sus voces, en sus construcciones rítmicas, en esas guitarras que se disparan en todas las direcciones posibles. El tema que da nombre al álbum trae reminiscencias Neurosiescas (algo que era de esperar teniendo al amigo Scott Kelly como invitado de lujo) mechadas con bellas melodías y trae consigo la confirmación definitiva de que el trabajo de guitarras limpias y distorsionadas es de otro mundo. ¡Hasta se puede encontrar un pasaje con voces robóticas a la Cynic! La cosa termina con los trece minutos de “The last Baron” y no queda otra que reconocer que, si la intención del grupo era elevarnos hacia cosmos desconocidos, lo lograron con creces. Y no quiero insistir con la cantidad de imágenes proyectadas, el enorme caudal de pura música que fluye incesante por cada surco de este pedazo de canción. En líneas generales, “Crack the skye” termina de pulir las aristas de “Blood mountain”, manteniendo la línea evolutiva del grupo en constante movimiento y de forma natural. La pregunta es, ahora que ya cubrieron los cuatro elementos (fuego en “Remission”, agua en “Leviathan”, tierra en “Blood mountain” y aire en el que nos ocupa), ¿qué van a inventar para la próxima?

-Earth Crisis “To the death” (2009)
“Paren de venir” decía The Sacados en los noventas. Paren de volver les diría yo a las bandas de aquella década. O Tal vez no. En fin, en esta ocasión tenemos el regreso de los más fervientes y cabezaduras abanderados de la intransigencia Straight Edge, los sacerdotes de la ensalada, enemigos del asado de tira y “apóstoles del orden que debería ser”. Earth Crisis, sí señor, con seguridad. ¿Y con qué se vinieron Karl Buechner y los suyos? A ver, adivinen. Polka no es, Electro-Tango tampoco y mucho menos Pop Sinfónico. Con sólo escuchar los iniciales “Against the current” y “To ashes” sabemos que todo está bien. Nada de curvas inesperadas. Hardcore y Metal fundidos como se hacía en los noventas, con ese ritmo entre opresivo y saltarín, esas guitarras gordas y machacantes, esos gruñidos rudos y esas canciones directas como un gancho a la mandíbula. Y hay ideas, tal vez algo rústicas, pero siempre bien empleadas. Tampoco le van a pedir a Buechner que tiré melodías Emo. Los riffs son mazazos implacables que hasta se permiten alguna que otra disonancia y los infaltables machaques Thrashers. La energía no decae y el clima apocalíptico se siente en los huesos. Por supuesto, estos neoyorquinos amantes de la lechuga no reinventan la rueda ni el Hardcore a esta altura. Y ni falta que hace. La densidad y los riffs casi Deathmetaleros de un tema como “Control through Fear” valen la pena por sí mismos. Y, en definitiva, no veo por qué vamos a exigirle más que eso a un grupo que ya redefinió varias reglas con clásicos como “Destroy the machines” y el magnífico “Gomorrah’s season ends”. No temo afirmar que “To the death” puede codearse tranquilamente con dichos hitos. Y hasta sirve para confirmar la fuerte influencia que el grupo ejerció sobre las propuestas más interesantes del Metalcore del nuevo siglo. Chequeen ese túnel de pura oscuridad violenta que es “What horrifies” y descubran de dónde bebieron bandas como Zao, Shipwreck A.D. o Carpathian. Sus posturas ideológicas podrán ser de lo más irrisorio que jamás se vio en el mundo del Rock (aún admitiendo sus buenas intenciones), pero la convicción inquebrantable que le imprimen a su música es innegable. Para tirarse en el mosh con Fleco, Male y el doctor Mirolli.

-Solstafir “Köld” (2009)
El viento dibuja danzas exóticas en la arena. Mareados, embriagados y con el alma herida. Así se siente “78 days in the Desert”. Más de ocho instrumentales minutos que abren este tercer larga duración de los islandeses Solstafir, otrora Blackmetaleros vikingos, hoy parados en algún lugar entre Enslaved y Mogwai. O algo así. Las tendencias se esparcen como reguero de pólvora y ya no es tan novedoso eso de combinar Black Metal y Post-Rock. Aunque ciertamente todavía hay espacio para explorar en dicha combinación. El clima (obviamente) desértico del mencionado primer tema de “Köld” así lo demuestra. Sigue el tema homónimo, una espesa marcha fúnebre donde las guitarras nos envuelven con capas y capas de melodías distorsionadas, mientras la voz de Aðalbjörn Tryggvason (Tito, para los amigos) se desgarra en lamentos melodramáticos. Por supuesto, tenemos el obligatorio rebaje tranquilo seguido de estallido a toda emotividad. La energía sube en “Pale Rider”, aunque el aura de oscuridad emotiva se mantiene al frente. “She Destroys Again” es como tratar de avanzar mientras un huracán nos empuja hacia atrás. Pura adrenalina angustiante y más guitarras henchidas de efectos. Más tristeza infinita para “Necrologue”, donde el Pink Floyd más oscuro convive con un aire de pesadez casi Grunge. Tenues ambientaciones y un sórdido recitado inundan “World Void of Souls”, mientras guitarras lejanas estiran cuerdas estratégicas. Luego de nueve minutos, cuando esperamos el estallido, éste llega pero en forma de guitarras etéreas y una base casi bailable. El equilibrio vuelve con “Love is the Devil (and I am in Love)”, acompañado de un tempo más ánimado y con sólo cuatro minutos y pico de duración es casi como un tema Punk entre el resto que se debaten entre los siete y los doce minutos. “Goddess of the Ages” cierra la faena entre brumas lisérgicas en blanco y negro. Tal vez más indicado para los amantes del Post-Rock que del Black, de todas formas “Köld” es un trago ideal para saborear en soledad y entre penumbras.

-Bëiruth “Horizonte de sucesos” (2009)
Bandas sonoras para películas que no existen…¿dónde escuché eso antes? Cuatro films en casi sesenta y cinco minutos. Pasado, presente y futuro fundidos en cuatro improvisaciones que sorprenden por lo conciso de sus resultados. Esto es material con alto grado de psicodelia, alejado de la tradición cancionera del Rock y con el corazón puesto en lo más espacial de los setentas. Un trío de batería, bajo y guitarra donde los tres involucrados se ocupan también de meter sus dedos en antiquísimos teclados. ¿Referencias? Cómo no, tenemos algo de Can y del Kraut Rock en general, bastante de la exploración cósmica de Hawkwind, sonidos que remiten a la electrónica primigenia de Brian Eno, minimalismo a la Stockhausen, delirios lisérgicos que se acercan a lo más esquizoide del Rock Progresivo (Magma, Gong, The Soft Machine), áridas guitarras casi blueseras, espesas atmósferas de terror en blanco y negro y hasta algo de ese ruidismo abusador de guitarras de Sonic Youth. Extensos viajes, ni más ni menos, sostenidos por bases repetitivas, siempre hipnóticas y relajadas. Apuntalados por una densa maraña de texturas sonoras que siempre apuntan a hacer vibrar las neuronas. Nada de melodías pegadizas ni de estribillos ni de riffs para mover la patita. Puro trance psicodélico que exige total atención. Especialmente recomendado para amantes del sorete.


-Isis “Wavering radiant” (2009)
Tengo que admitir que “In the absence of truth” (anterior disco de los liderados pro Aaron Turner) no me convenció en su momento. Para decirlo mal y pronto, había demasiado Post-Rock y poco de la intensidad a la que Isis nos tenía acostumbrados. Bien, este quinto larga duración abre con “Hall of the dead” y ya notamos una sustancial diferencia. Un riff denso y machacante que no desentonaría en “Celestial” adornado con los gruñidos de Turner que desembocan en un estribillo melódico. Muy melódico. Pero hay una salvedad, esta vez Aaron mejoró sus voces limpias, logrando melodías nítidas antes que esos etéreos lamentos enterrados en la mezcla. El tema se sumerge en oscuros paisajes lisérgicos y debo decir que esta tensa calma le sienta más que bien. Y que eso de lugar a un final donde la melancolía se mezcla con cierta luminosidad espiritual no hace más que demostrar que estos tipos tienen talento para lograr lo que sea. Ecos pinkfloydianos resuenan en “Ghost key”, hasta que el monstruo despierta de su descanso cósmico, gruñendo acompañado de gruesas sierras en sus tentáculos. La fuerza está de vuelta en el lado oscuro, pero no por eso piensen que Isis cayó en la tentación fácil de repetir sus viejos trucos. En todo caso lo que hicieron fue tomar el detallismo a rajatabla de “In the absence of truth” y lo despojaron de esa incómoda frialdad, volviendo a encontrar un equilibrio entre lo cerebral y lo instintivo. Todavía hay Post-Rock y está bien, en definitiva ellos fueron de los primeros en incorporar dicho género al Metal. Por ejemplo, “Hand of the host” comienza con arpegios muy en esa línea que pronto se chocan con riffs gordos y ásperos, sólo para resurgir más adelante ayudados por más voces melódicas y pequeños arreglitos inundando todo. Y todos esos recursos están manejados con tal clase que es imposible no sumergirse en el viaje. Los diez minutos y pico de la canción se pasan volando y es más que notable la naturalidad con la que se mueven las estructuras. De alguna forma los tipos logran relatar historias con su música, con una claridad y tridimensionalidad casi cinematográfica. Un breve remanso instrumental se da con el tema que da nombre a la placa, un pequeño juego de texturas sonoras que no hubiera estado de más en House Of Low Culture, aquel proyecto Ambient del mismo Turner. Despertamos del letargo con “Stone to wake a serpent”. Un groove entrador atravesado por erupciones de distorsión y de vuelta a las más negras profundidades. Y el viaje se pone más esotérico a medida que avanzamos. Hacia el final de la canción las aguas se calman y nos sentimos como náufragos tratando de entender qué fue lo que pasó. Punteos circulares, disonancias taladrantes, estallidos monolíticos y nubes de pura emoción melódica conviven en “20 minutes/40 years”. Por si hacía falta, terminamos de comprobar que las buenas melodías no ablandan la propuesta, si no que la dotan de una intensidad extra y menos obvia. Y si quieren más obviedades habría que mencionar que el quinteto suena como una auténtica orquesta rockera, generando infinidad de texturas, paisajes, contrapuntos y complejas arquitecturas sin perder ni por un segundo la concentración en el desarrollo de las composiciones. El hilo argumental ante todo. “Threshold transformation” cierra la placa conjugando la energía desatada de sus primeras épocas con los sutiles arreglos de trabajos más recientes. Melodías que caen como gotas de verde y brillante líquido radioactivo sobre un fondo de espesa negrura. Impenetrables pasajes de pura psicosis sonora. Desesperantes laberintos musicales de los que huimos cerrando los ojos y elevándonos. No se trata simplemente de que hayan superado un disco anterior un tanto flojo. Isis vuelve a la carga con uno de sus mejores trabajos, abriendo nuevas vetas compositivas sin perder de vista sus raíces y explotando al máximo su inmensa creatividad. A esta altura, ¿alguien duda de que serán una de las bandas que definan para la historia lo que fue el Metal en la corriente década? Si no lo creen, chequeen este “Wavering radiant” y salgan de debajo de esa roca.


-Insuiciety “The cure for the truth” (2009)
El mundo se viene abajo y qué mejor que acompañar dicho proceso con riffs aplastantes, mugrientos y enroscados. Y si dichos riffs van acompañados de acoples, un bajo retumbante, una batería fuera de control y una rubia que destroza sus cuerdas vocales como si la vida se le fuera en ello, mucho mejor. Densidad Sludge, corazón Crusty y vuelo Melvinesco. Ok, sí, los muchachos (y muchacha) tuvieron su dosis de Kylesa y se nota. Se nota en las voces cascadas, en los remansos psicodélicos, en los ritmos casi tribales y en esa guitarra que chorrean graves por los cuatro costados. Bien cabe aclarar que la propuesta de estos alemanes es todavía un tanto más modesta que la de los americanos. Pero lo que puede faltar en locura e imaginación se suple con una energía arrasadora. Tambores que hacen temblar la tierra con cada golpe, cuerdas como enormes mandíbulas destrozando huesos, gritos como invocaciones lanzadas a un cielo en llamas. Se puede percibir un lejano tufillo a los legendarios Crisis, en especial en lo que hace a ciertas semejanzas entre las voces de Ajka y Karyn Crisis. Aunque en lo instrumental también hay ciertas coincidencias, en definitiva seguimos hablando de material lento, grave, sucio y opresivo. En fin, nada nuevo bajo el sol, pero no hay por qué pretender que todas las bandas sean innovadoras. Insuiciety no brilla por su originalidad, pero lo que hacen, lo hacen más que bien. Es más de lo que pueden decir muchas bandas.

-War From A Harlots Mouth “In shoals” (2009)
Un arranque a puro caos, blast-beats, un rebaje, un corte y esta efervescencia crónica no se detiene. “They come in shoals” abre este segundo disco de War From A Harlots Mouth haciendo gala de un implacable ataque a los sentidos. Riffs entrecortados, disonancias, texturas, rítmicas mutantes, gruñidos, gritos y la cabeza a punto explotar por tanta información. Si con eso no les alcanzó, ahí tienen a “No High Five For A C.oward” que suma al intrincado entramado un clima de psicótica opresión. Menos de un minuto de epiléptica lentitud es lo que nos entrega “Briefing Security Werewolves On Red Alert”, para luego dar paso a “Crooks At Your Door”, lo más cercano a un Hardcore hecho y derecho que podremos encontrar aquí. Lo cual no quiere decir que los chicos se priven de romper la estructura en mil pedacitos, repartiendo riffs a diestra y siniestra. Jugueteos free-jazzeros marcan “Justice From Lips Of The Highest”, con las guitarras limpias tirando delicados acordes mientras la batería de Paule se deshace en golpes casi inconexos. Y, poco a poco, el ruido se apodera de todo para introducirnos en un minuto de puras geometrías enfermas llamado “Copyriot”. Y todavía me pregunto cómo se pueden condensar tantas ideas en tan poco tiempo. Sin espacio para respirar “The Certain Nothing” se viene encima como un monstruo bio-mecánico trazado con ángulos irreales. Un medio tiempo trabado da lugar a otro rebaje jazzero mientras siguen resonando esos alaridos desgarrados. Vuelve la distorsión y esta vez el riff se pinta de oscura disonancia, al menos hasta que deciden hundirnos la cabeza en un balde de alquitrán quebrado por esos solos de guitarra desencajados. Nerds del mundo, uníos para sentir los huesos contracturados con “Appropriate Tools Required To Intercept And Obstruct Errorism”, donde podemos encontrar hasta ciertos guiños Blackmetaleros seguidos por un pasaje de refinado coolismo jazzero. Quisiera poder aportar alguna idea interesante pero “What Happens In The District... [Paper Agents]” ya arrancó su trabada marcha y no me deja pensar con claridad. Puedo notar, eso sí, que esta gente disfruta realmente de confundirnos con esas cristalinas guitarras que se están entrometiendo constantemente. Pero no hay pausas, “...Stays In The District [I´m The Black Sheep Of Her Country]” sirve de continuación al tema anterior, bajando la velocidad pero nunca la intensidad. Y todavía no sé cómo escapar de este laberinto musical. Ni siquiera sé si quiero hacerlo. Tambores casi marciales anuncian a “Scully” (en el disco anterior tenían a “Mulder”), la última canción del álbum. ¿Un ritmo con groove? Así es, créanlo o no. Y encima acompañado por una serie de riffs densos, machacantes y repetitivos. Después de marearnos y llevarnos hasta el borde de la demencia absoluta, el quinteto parece querer hipnotizarnos con esta letanía de ocho minutos y medio, cargada de oscura psicodelia. Casi como una secuela de aquel “Natasha” de Pig Destroyer. “In shoals” es algo así como condensar “El almuerzo desnudo” de William Burroughs en treinta y seis minutos y pico de absoluto caos metálico. Para inyectárselo entero de un saque.

-Red Fang “Red fang” (2009)
Rock. Duro, riffero, barbudo, valvular, sudoroso y con cara de pocos amigos. “Prehistoric dog” pisa fuerte con su impronta Sabbathera y el que no mueve la cabeza es porque tiene jugo Ades en las venas. Sí, esto es material para sacudirse y hacer air guitar. Para cantar a los gritos sin preocuparnos por afinación alguna. Y, sin embargo, la cosa no es tan simple como parece. Aquí hay miembros de Facedowninshit y Trumans Water, por ende la esencia Punk dice presente. Y no me refiero al eterno catálogo de tres acordes y ritmos en cuatro por cuatro. Greg Ginn nos ha enseñado cosas demasiado importantes como para olvidarlas así no más. Entonces, tenemos Sabbath y tenemos Black Flag, así que tampoco se sorprenderán si algo de Melvins da vuelta por ahí. Ahí tienen la narcótica densidad de “Human remains human remains” y “Wheels and leeches” si no me creen. Pero, ante todo, esto es Rock y el gancho manda. Un tema como “Good to die” no desentonaría en el repertorio de Queens Of The Stone Age, melodías etéreas y riffs retorcidos incluidos. Otros como “Bird on fire” o “Wings of fang”, por otro lado, suenan como si los Stooges hubieran sido liderados por King Buzzo. No quiero sonar insistente pero la energía desplegada es sencillamente irresistible. Guitarras en llamas, una base sólida y con todo el groove y toneladas de actitud para tirar al techo. No están pisando terreno virgen, pero al mismo tiempo poseen un par de ases en la manga (cierto tufillo a viejas glorias como Meat Puppets o Fatso Jetson) que pueden descolocar a más de un desprevenido. Y, en definitiva, se entregan a lo suyo con tal desparpajo y soltura que es imposible no contagiarse de ese espíritu al rojo vivo. Entréguense al ritmo.


-Nadja “When I See The Sun Always Shines On Tv” (2009)
No vamos a descubrir América si decimos que los discos de covers son una salida fácil para terminar contratos o bien una burda estrategia comercial para apoyarse en éxitos ajenos. No siempre es así, claro. También hay quienes homenajean con sinceridad a sus héroes musicales al tiempo que le imprimen su propia identidad a las canciones. En el caso de Nadja no es de sorprender que la cosa abra con una versión de My Bloody Valentine, el exponente más destacado en lo que se dio en llamar Shoegaze, o sea melodías Pop etéreas sobre capas y capas de envolventes guitarras saturadísimas de distorsión y efectos varios. Así, “Only shallow” muestra a las claras la influencia de los británicos no sólo en Nadja, si no en toda una generación de bandas pesadas (Cave In, Deftones, Poison The Well, Jesu, Alcest, Tombs, Helms Alee, Zozobra) que encontraron inspiración en dicha combinación de ruido y melodía. La cosa sigue con “Pea”, original de Codeine, una joya de culto de otro subgénero que parece haber quedado olvidado a principios de los noventas, el Slow-Core. Para los interesados, chequear también Red House Painters, Low y Rex y tener pañuelos a mano. Y sigue sin ser casualidad que al ensuciar con sus típicos truenos guitarrísticos la profundamente melancólica melodía de la canción, Nadja logre una similitud notable con el material más accesible de Jesu. Siguiendo con las elecciones casi obvias nos encontramos con “No cure for the lonely” de los legendarios Swans. Pongámoslo en claro, sin Swans nunca hubiéramos tenido a Napalm Death ni a Godflesh ni a Neurosis ni a Jesu ni prácticamente el noventa por ciento de la música extrema actual. Lo curioso, en este caso, es que el dúo haya elegido una canción no de los primeros discos de Swans (es decir, los más densos y abrasivos. Y, claro, los más alabados por los músicos), si no de “Love of life”, donde los liderados por Michael Gira ya se adentraban en composiciones melódicas y épicas, plagadas de sutiles detalles ambientales. El resultado es una pieza conmovedora, tan oscura y pesada como bella en su tratamiento melódico. Hasta acá la cosa se mantiene en los carriles de lo esperable, pero llega “Dead skin mask” de Slayer y ni una legión de grúas son capaces de levantar mi maxilar inferior. La versión original puede llegar a transmitir algo de miedo, sin duda alguna Slayer es una de las pocas bandas de Metal tradicional capaces de evocar imágenes realmente nítidas y poderosas, más allá de las poses estúpidas. Pero lo que han logrado estos dos nerds es sencillamente de otro mundo. El ritmo lento y baboso, los graves retumbando como si se tratara del corazón mismo de la tierra, las guitarras resquebrajadas de tanta distorsión y las suaves voces flotando como fantasmas sobre ese océano de amenazante estática. Los riffs están respetados al pie de la letra y al mismo tiempo el cambio sonoro y rítmico los transforma en algo completamente distinto. El clima de opresión lisérgica es implacable. Para despejar la espesa bruma llega “The sun always shines on T.V.” de A-Ha y descubrimos que esa semilla malvada no sólo se encuentra en el Black noruego. Por supuesto, la melodía popera del original se encuentra enterradísima bajo estratos y estratos de suciedad, siendo el resultado final un típico tema de Nadja, con los graves saturados y la delicadeza melódica conviviendo en absoluta armonía. “Needle in the hay” del fallecido Elliot Smith es una procesión fúnebre en cámara lenta, ni más ni menos. No se me ocurre mejor homenaje que ese. Para seguir equilibrando la balanza llega “Long dark twenties”, un tema de sus compatriotas canadienses, los Kids In The Hall. Sí, los comediantes que tanto influyeron en actores como Alfredo Casero y Diego Capusotto. Pero, bueno, estamos hablando de música y, ciertamente, poco hay de gracioso en esta versión. Otra vez, el dúo mantiene el equilibrio entre pesadez extrema, texturas abrasivas y brisas melódicas. El disco cierra con “Faith” de The Cure, retornando a influencias más visibles. Ciertamente, el denso trabajo de orquestación que Robert Smith le imprimió a sus composiciones, así como esas lánguidas melodías mortuorias, han sido una enorme inspiración para bandas como Isis, Cult Of Luna, Envy, Red Sparowes y demás representantes de los sonidos actuales del Metal. Nadja no se queda afuera y devuelve el favor con casi trece minutos de asfixia melódica. Los discos de covers pueden ser simplemente una excusa. En este caso en particular da la sensación de que nos están adelantando una nueva etapa musical. Una en la que las estructuras más definidas y las melodías ganan protagonismo sin por ello abandonar la esencia ruidosa y atronadora. En cualquier caso, el resultado sigue siendo tan demoledor como emotivo.


-Painful Defloration “Esthetic Research Laboratory” (2009)
¿Cuántas bandas ucranianas conocen? Yo creo que ninguna. Al menos hasta ahora. Nunca deja de sorprenderme la aparición de exponentes más que dignos del Grindcore en países poco frecuentes, por así decirlo. Painful Defloration es un cuarteto formado hace tres años y, con el que nos ocupa, ya llevan dos discos editados. Ellos describen su propuesta como “Esthetic Grindcore” y vaya uno a saber a qué se refieren con eso. Lo cierto es que, desde el arte d etapa inclusive, apuntan a salirse de las formas más tradicionales del género. Mejor dicho, de algunas formas tradicionales del género. La mayoría de las canciones apenas supera el minuto de duración, abundan los blast-beats, la guitarra suena como una motosierra oxidada, las voces son profundos gruñidos guturales y los dieciocho tracks del álbum no llegan a cubrir los treinta minutos. Ahora bien, también hay groove en cantidad, riffs deformes y un dejo de delirio casi psicodélico tiñendo la totalidad de las composiciones. No es una revolución, claro, pero al menos se las ingenian para proponer algunas ideas propias y hacerle una elegante gambeta al aburrimiento entregándose a su faena con una frescura inusual. El sonido de guitarras y batería tiene un regusto Industrial que seguramente dividirá las aguas entre oyentes más tradicionales y otros con oídos predispuestos a las variantes. Por lo demás, aquí encontramos todo lo que un fan decente del Grind debería buscar. Salvajismo, sentido del humor retorcido y mazazos a los sentidos. Todavía tienen más para dar y, de terminar de redondear algunas ideas más que interesantes, estoy seguro que darán mucho que hablar. No los pierdan de vista.


-Pulling Teeth “Paranoid delusions/Paradise illusions” (2009)
Grabaciones del fin. Films rotos relatando el Apocalipsis. Nubes de ácido derriten el tiempo. Comienza “Ritual” a paso fúnebre y el firmamento negro escupe sangre con esa acelerada Slayeresca. Legiones de serpientes reptan por los edificios, un verde narcótico tiñe nuestros ojos. No hay escapatoria. El ritmo lento y marcado a fuego en la sangre. “Unsatisfied” es un oscuro monumento a la perdición. Una sólida construcción de roca con inscripciones crípticas adornando sus paredes. Si Slayer y Celtic Frost renacieran en forma de Hardcore pero concentrándose exclusivamente en los pasajes más dumbetas de su sonido, aún así estarían lejos de lograr este cúmulo de imágenes. Miradas desencajadas por la locura, dientes afilados y encías enrojecidas abren la histeria urbana de “Bloodwolves”. El vértigo, la incertidumbre y el odio inconsciente como último recurso. Y, cuando menos lo esperábamos una épica melodía nos recuerda que estamos perdidos. Y que nosotros mismos somos la enfermedad. “Paranoid delusions” abre huecos en la tierra con su demencia Sabbathera. Pulling Teeth logra con este tercer disco desmarcarse de la fuerte influencia de bandas como Integrity o Ringworm insistiendo con ritmos densos, riffs opresivos, texturas trabajadísimas (el uso de samples, moogs y demás triquiñuelas aporta bastante en este sentido) y una imaginación inédita, y al mismo tiempo ahondan sin concesiones en la visión nihilista que comparten con dicho grupos. El objetivo sigue siendo el mismo, retratar de forma exacta el fin de los días. Y lo logran con creces. Digamos que al viejo esquema de combinar Slayer con Hardcore y visiones apocalípticas, el quinteto de Baltimore le suma una profundidad psicodélica que los eleva a nuevas alturas musicales sin por ello resignar ni un ápice de intensidad o agresión. “Paradise illusions” cierra el álbum con sus nueve minutos y medio de pura desolación. Guitarras limpias, ambientaciones macabras, casi fantasmales y lejanos susurros pintan imágenes de absoluto vacío, desiertos post-nucleares coronados por cráneos cubiertos de polvo. Entra la distorsión y es casi una celebración entre llamas y danzas rituales. Un aquelarre, una orgía sobre los ojos sangrantes de un Dios fallido. Mucho más que una mera colección de canciones, mucho más que simplemente mezclar Hardcore y Metal, “Paranoid delusions/Paradise illusions” es una obra maestra de expresionismo musical capaz de trasladarnos a mundos que se esconden debajo de nuestras enfermizas nimiedades cotidianas. Desciendan al infierno con este disco, no serán los mismos al volver.


-Manes “Solve et Coagula” (2009)
Gente complicada, vaya que sí. Estos Manes (je) comenzaron su carrera allá por 1993 como un exponente más del Black Metal noruego, especialmente influenciados por los primeros trabajos de Ulver. La estela de dicho grupo se ve que les pegó demasiado fuerte, porque ya en el segundo disco (“Vilosophe”), y luego de un fuerte sismo en la formación del grupo, se lanzaban a una nueva aventura musical conjugando electrónica, rock y oscuridad pero completamente alejados de la extremidad Blackmetalera. Así, pasaron algunos discos más, la experimentación fue profundizándose llegando a momentos de un vuelo creativo increíble (como se evidencia en el genial “How the world came to and end”) y en 2008 la banda decide completar su mutación con un cambio de nombre a Kkoagulaa. ¿Entonces, qué es este disco? Básicamente un tema nuevo (que da nombre a la placa) y una versión remixada a menor velocidad del demo “Ned I Stillheten” de 1994. La flamante composición encuentra al grupo de regreso en terrenos Blackmetaleros. Voces cascadas (a cargo de Niklas de Shinning y Malefic de Xasthur), riffs arrancados de las manos de Mefistófeles y neblinosas atmósferas nocturnas. Claro, hablamos de una canción que se desarrolla en más de quince minutos y, claramente, esto no es DarkThrone. Pasajes ambientales, teclados majestuosos, melodías cargadas de melancolía, casi como esos paisajes que pintaba Ulver en su primer disco, pero con sonido no tan rústico. Hasta es posible notar ciertos arreglos que remiten inconfundiblemente a la demencia casi circense de “Blood inside”. Los cinco temas restantes pertenecen, como hemos dicho, a su segundo Demo, pero la extraña forma de remezclarlos los convierte en criaturas más amorfas e inquietantes. Más cercanos a los experimentos de ambientación malvada de Abruptum que a las formas rígidas del Metal Negro. Las voces son alaridos que salen de cuevas bajo la tierra, las melodías se desdibujan en ondulaciones inesperadas, envolviéndonos en un letárgico viaje sinfónico por los recovecos más ásperos del infierno mismo. Es notable como un recurso tan simple puede alterar tan profundamente el resultado final y, al mismo tiempo, amplificar de formas inesperadas el núcleo, el espíritu mismo de la música. Porque lo cierto es que estas versiones ralentizadas y borroneadas logran un efecto mucho más sórdido y sobrecogedor que cualquier intento de maldad con la cara pintada y la boca en forma de U invertida. Tal vez sirva como despedida para, de alguna forma, cerrar un círculo fundiendo los inicios Black con la experimentación volada que le siguió. En cualquier caso, amantes de la oscuridad y el mal en forma de música no deberían perderse esto.


-Malebolgia “Requiem for the inexorable” (2009)
Esto no puede ser real. ¿Qué mente obtusa podría concebir semejante aberración? Una auténtica mutilación de los sentidos. Ahora que Cryptopsy abrió las puertas a la melodía, este quinteto de North Carolina se postula para el título de los más intrincados, enfermos y retorcidos del Death Metal. Cada riff (y hay muchos de esos aquí) es como sentir tenazas abriéndote el pecho para descubrir ese pingajo seco que llamamos corazón. Las bases son un infierno repiqueteante de golpes a la velocidad de la luz y ese agobiante doble bombo deja secuelas jodidas en la mente. La voz se pasea por gruñidos y alaridos varios, con las suficientes variaciones como para escaparle, dentro de lo posible, a la monotonía. Por supuesto, diferenciar entre un tema y otro es cosa de maricones, las canciones sangran una dentro de otra, conformando un todo amenazante. Hay lugar para guitarras acústicas, punteos jazzeros, algún que otro trabado rebaje de velocidad y hasta sentido del humor en la parodia Hardrockera de “Cock Rockin' Fever”. Pero no piensen que por eso se van a salvar de la paliza que les espera en estos casi treinta y siete minutos de desencajadas disonancias a puro vértigo. Otro hecho para destacar es que, a pesar del altísimo nivel instrumental aquí desplegado, todo está puesto en función de generar taquicardia y violencia. Por ende, las demostraciones estériles de gimnasia dedística a la Necrophagist o bodrios similares quedan desterradas. Estos muchachos están lejos de pretender ser los Yngwie Malmsteen del Death. En fin, no soy un gran fanático de este tipo de material brutal y ultra técnico, pero soy capaz de reconocer cuando un disco me conmociona, más allá de géneros y etiquetas. Si quieren saber cómo se siente meter un taladro en sus cerebros, denle sin miedo.

-Kaospilot “Shadows” (2009)
Kaospilot vienen de Noruega pero poco y nada tienen que ver con corpsepaints e iglesias en llamas. Digamos que le hacen honor a su nombre, con una música catártica, frenética y cargada de cruda emoción. Llámenlo Screamo, Post-Hardcore, Noise-Core, Emo-Violence o cómo carajo prefieran. Como siempre, las etiquetas no sirven de mucho. Tenemos disonancias epilépticas dignas de Converge, erupciones sonoras con dejos melódicos a la Orchid o Reversal Of Man, épicos desarrollos aprendidos de City Of Caterpillar o Envy, melodías siempre al borde del quiebre como nos enseñaron próceres como Rites Of Spring o Current, delicados remansos instrumentales seguidos de explosiones gritadas a todo pulmón a la manera de Neil Perry o Saetia, aires de intelectualidad Dischordianos e inclusive cierta tensa oscuridad parada en algún lado entre Isis y Deftones. En definitiva, todo ese cúmulo de referencias no hace más que hablar de una identidad bien definida. Esto no es material ecléctico de ninguna manera, pero lejos está de ser monótono, falto de variantes ni mucho menos aburrido. Claro, en los seis años que pasaron entre su disco debut y este “Shadows” tuvieron tiempo de sobra para construir composiciones cuidadas hasta el mínimo detalle. Pulieron hasta la perfección cada riff, haciéndolos únicos. Los afilaron para que fueran lo más certeros posible. Cranearon la dinámica de las composiciones para lograr esta violenta fluidez y al mismo tiempo dejaron espacio para la espontaneidad, para la urgencia emotiva que inunda la totalidad del álbum. No hace falta ser metalero para sonar malvados y enojados. No hace falta ser una pandilla de brutos sin ideas para seguir siendo Hardcore. No hace falta caer en la autoindulgencia para lograr canciones llenas de buenas ideas. No hace falta ser un adolescente melodramático para transmitir las emociones más viscerales.

1 invocaciones del cosmos:

Loco Earth Crisis, que bajón... ahora se me cuelga la máquina cada vez que abro la página, veganos yetas