3 de marzo de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.

-Zoroaster “Voice of Saturn” (2009)
Una intro ambiental nos da la bienvenida y comienza el viaje de ida que es este segundo álbum de Zoroaster. “Spirit molecule” aplasta y machaca con un medio tiempo parido entre la majestuosidad maligna de Celtic Frost, la opresión de Godflesh y la densidad alucinógena de Sleep. Y en la mitad del tema un piano se entromete para comenzar un despegue hacia el infinito que no se detiene jamás. El eterno arte del riff gordo, reptante y repetitivo se hace presente en la extensa “Undying” y recordamos por qué “Jerusalem” fue uno de los discos esenciales de la década pasada, en lo que a Doom se refiere. Una canción ideal para flotar en cámara lenta mientras la retina estalla en negras visiones de decadencia cósmica. Al implacable trance Sabbáthico se le van sumando sonidos espaciales que van derritiendo neuronas y marcan la subida de intensidad sin que la base varíe demasiado. El medio tiempo vuelve a decir presente en “White dwarf”, que bien podría haber sido un outtake de “To Mega Therion”, si no fuera por esos detalles freaks (voces deformes, solos de guitarra entre árabes y psicodélicos, el cambio abrupto de ritmo al final, con acelerada Deathmetalera y todo) que hacen a la personalidad del trío que nos ocupa. Un complicado mapa de texturas del más allá (¿Qué sería de la música drogona sin el Delay?) marcan al tema que da nombre a la placa, el aire se torna denso, los párpados pesan y la cabeza comienza a dar vueltas insistentemente, dejando una estela mental de gruesos trazos multicolores. Un bajo sucio y pasado de ácido hace su aparición y ya estamos envueltos en “Lamen of the Master Therion”. Sí, otra referencia al inmortal legado de Tom Warrior y los suyos. Aquí tenemos casi ocho minutos de absoluta maldad lisérgica. Una base engordada a pura tensión, riffs que logran profundidad y vuelo en su aparente simpleza y un juego de voces dotadas de una pudrición casi etérea. “Outro” es el obligado aterrizaje, aunque esas enroscadas melodías del piano nos inviten a seguir volando. Bueno, si dejan correr unos minutos más, encontrarán un aliciente para el bajón. Más de ocho minutos de percusión tribal adornada con ruiditos siderales, golpes de batería superpuestos y desvaríos sonoros varios. Dumbetas intransigentes, amantes del humo dulce y los riffs malditos, a por este disco.

-Crippled Black Phoenix “Night raiders” (2009)
Una especie de mini orquesta melancólica que cuenta con miembros de Mogwai, Iron Monkey y Electric Wizard, entre otros. Un grupo que edita dos discos casi al mismo tiempo, el que nos ocupa y “The resurrectionists”. ¿Se están imaginando una pesadilla Drone ambiental digna de lo más reventado del catálogo de Southern Lord? Nada de eso, aquí no hay acoples, feedback, gritos y casi ni hay distorsión siquiera. Guitarras, sí claro. Pero están limpias y se conforman con evocadores arpegios o simplemente áridos rasgueos. Después tenemos banjos, samples, pianos, harmónicas, acordeones, violoncelos, vientos y voces que poco tienen que ver con el Rock. Pongámoslo claro, esto no es Rock. Ni siquiera sé cómo llamarlo. ¿Vals oscuro bordeando el suicidio? ¿Folk victoriano psicodélico? ¿Pop melancólico montañés? ¿Baladas Progresivas románticas? Bueno, tampoco es que estén inventando la pólvora, resuenan los ecos de Pink Floyd, Tom Waits, Murder By Death, Nick Cave y, claro, EnnioMorricone. Tal vez la virtud más sobresaliente del conjunto sea esa capacidad para generar paisajes, moviéndose entre antiguas tradiciones y rebusques modernos. Y cuando hablo de antiguo no me refiero a los setentas, esta gente va mucho más hacia atrás, antes de que el Rock siquiera hubiera estado en los planes de nadie. Y al mismo tiempo, temas como “A lack of common sense” suenan tan actuales como el que más. La base de guitarra-bajo-batería se funde a la perfección con las orquestaciones cinematográficas y la frágil voz de Joe Volk. Ah sí, pueden llamarlo Post-Rock si quieren, aunque eso sea tan absurdo como cuando en los noventas llamábamos Alternativo a todo lo que no entendíamos bien qué era. Un disco ideal para escuchar en la soledad de algún atardecer especialmente teñido de sepia.

-Dishammer “Vintage addcition” (2009)
Doce temas, media hora, miembros de Machetazo y Moho, títulos como “Smoke of death”, “Werewolves on wheels” o “Bomb in the womb”, cero sutilezas, nada de vueltas. A ver, la banda se llama Dishammer, o sea Discharge + Hellhammer, ¿o hace falta que les haga un diagrama? Será remanido, obsoleto para algunos y, claramente, poco más que un chiste. Pero si lo que buscan es algo de diversión sin más preocupaciones, he aquí un plato bien servido. No hay que ser físico nuclear para notar los puntos en común entre el Crust de cuatro acordes de los británicos y el primigenio Black-Thrash de los suizos. Riffs cuadrados pero siempre efectivos y gancheros, batería abonada al tupá-tupá, voces cascadas y malignas, breves solos rockeros, canciones cortas, directas y llenas de excitación. Machaques desprolijos, letras pelotudas y hectolitros de alcohol fluyendo a toda velocidad por las venas. Un buen punto de referencia puede ser la última etapa de DarkThrone e inclusive algo de ese Crust Motörheadesco de bandas como Disfear o los desaparecidos Genocide SuperStars. Black Sabbath estaba “Into the void”, estos tipos están “Into the bong” y yo no soy quién para contradecirlos ni juzgarlos. Y el que me venga con que ya escuchó mil veces estos mismo riffs se puede ir bien a la concha de su madre. Ni siquiera veo la necesidad de analizar demasiado este “Vintage addiction”. Se disfruta o se descarta, ni más ni menos. Y si no lo disfrutan, pueden ir ya mismo a llorarle a sus mamis.

-KMFDM “Blitz” (2009)
Veinticinco años sin piedad para las masas. No, no es la biografía de Carmen Barbieri. Estamos hablando de una de las bandas pilares del costado más metalero de la Música Industrial. “Blitz” es el disco número dieciséis y el crestudo Sascha Konietzko (eterno líder del combo y fanático confeso de Frank Zappa) no parece envejecer, inclusive retomando los títulos de discos con cinco letras. “(Symbol)” (en realidad el nombre de este tema es el símbolo del planeta Urano. Y la letra incluye el sutil “up Uranus”) arranca las hostilidades a puro ritmo punky, machaques thrashers y toda la parafernalia Industrial correspondiente. Y, claro, no se privan tampoco de esos guiños auto referenciales que ya son parte de su marca registrada. Lucia Cifarelli nos deleita con su sensual voz en "Bait & Switch", sobre una base marchosa que estalla con guitarrazos que derriten las paredes. Pueden bailar, pueden hacer headbanging, pero si se quedan quietos están muertos. La seca voz distorsionada de Konietzko vuelve a tomar las riendas en “Davai”. Una decisión adecuada, nada mejor que un alemán ladrando enojado en ruso sobre una base mecánica casi marcial donde las guitarras pueden tirar esos siniestros punteos con slide. "Never Say Never" se debate entre un clima tenso y noctámbulo, un estribillo melódico popero y el necesario toque metálico de las seis cuerdas. La realidad se disuelve entre microchips y cortocircuitos para "Potz Blitz!", con un ritmo denso y un espeso entramado de guitarras y teclados que sirven de apoyo al germánico recitado de un Sascha con la voz deformada hasta el extremo por efectos. Hasta tiene un solo de guitarra que pondría verde de envidia a tanto melenudo con mucho ego y pocas ideas. Un aura de decadente sexualidad envuelve a "People of the Lie" (no, nada que ver con aquel viejo tema de Kreator), que resulta ser casi como una versión Cyber-Punk-Post-Apocalíptica del “Nightclubbing” de Iggy Pop. Si bien KMFDM es más amigo de los samples tomados prestados sin autorización que de los covers, aquí tenemos a "Being Boiled", un tema de los tecnosos The Human League en una versión que combina sin problemas esa frialdad mecánica del original (sonidos de teclado ochentosos y grasunes incluidos) con riffs entrecortados y estridentes distorsiones. La pista de baile se extiende irresistible sobre nosotros en "Strut". Pero claro, Jules Hodgson y Steve White no pueden con su genio y meten sus machaques, sin por eso ensuciar el clima netamente discotequero del tema, con un estribillo y unos teclados vintage que Mike Patton hubiera deseado para algún que otro pasaje del “King for a day…fool for a lifetime”. Para cortar la buena onda, llega "Bitches" y podemos escuchar nuevamente aquel glorioso “Rip the system”, uno de esos certeros manifiestos que el grupo acostumbra acuñar. Y si piensan que este tema suena demasiado parecido a Rammstein…bueno, entonces necesitan unas clases de historia. En cualquier caso, si las atmósferas entre oscuras y majestuosas, las guitarras duras y los ritmos maquinosos son lo suyo, este tema los va a dejar exhaustos y babeando de placer. "Me & My Gun" es algo así como un grito de guerra de porristas deformes con polleritas de cuero negro y los ojos mal delineados. Sí, con el toque de ironía y mala intención necesaria estos tipos pueden hacer aflorar la mala onda de donde uno menos lo espera. Ruidos de sirenas anuncian el final con "Take'm Out", y su base marchosa no puede esconder la ponzoña maliciosa de esas programaciones craneadas hasta la obsesión. Si ya los conocen, deberían saber que este “Blitz” está a la altura de clásicos como “Angst” o “Xtort”, aunque, obviamente, restando el impacto inicial de aquellos discos. Si nunca los escucharon, se están perdiendo uno de los pedazos más jugosos de la historia de la Música Industrial y este es tan buen comienzo como cualquier otro.

-Kylesa “Static tensions” (2009)
Así no vale. Arrancar un disco con dos mazazos como “Scapegoat” e “Insomnia for months” es jugar sucio. Porque hoy en día son varias las bandas que se entregan a combinar Sludge, Crust y rebusques más intrincados, pero pocas logran el nivel de intensidad y creatividad de estos nativos de Georgia. Ok, los Melvins siguen siendo la referencia obligada, en especial con el apabullante trabajo de esas dos baterías atronadoras que no dejan espacio sin rellenar y sin embargo no comprometen nunca la dinámica de las canciones. Los momentos trabados son sólidos monumentos rítmicos, bestias amorfas que devoran todo a su paso. Y cuando la cosa se pone groovera es imposible no mover la cabeza como si la vida se nos fuera en ello. Las guitarras juegan con texturas psicodélicas, contrapuntos y punteos melódicos, pero nunca olvidan el poder invencible del riff. Ciertamente, este cuarto larga duración posee riffs para regalarle a todos los barbudos del mundo. Gruesos, potentes, enroscados y siempre certeros. Con o sin distorsión, acompañados de suaves pianos o efectos sonoros o simplemente apoyándose en ese bajo que hace temblar la tierra. Por supuesto, un catálogo entero de malabares con las seis cuerdas no serviría de nada sin canciones que lo sustenten. “Static tension” demuestra que Kylesa se separa de imitadores en base a personalidad y un afiladísimo instinto compositivo. La empantanada complejidad nunca se choca con el gancho, la melodía tiene su lugar sin abusar de ella y las estructuras logran sorprender sin necesidad de caer en una fría intelectualidad. Estos temas son tan aptos para hacer air guitar o moshear contra las paredes, como para disfrutarlos con los ojos cerrados, dejándonos invadir por el cúmulo de imágenes surrealistas aquí evocadas. ¿Qué hay influencias? Por supuesto, no existe ningún grupo de Rock que no las tenga. Pero Kylesa corre con una pequeña ventajita, son inmediatamente reconocibles a la primera escucha. Condensan elementos en apariencia opuestos (Black Flag ya demostró hace más de veinte años que el Punk, los riffs pesados y la complejidad musical no se excluían necesariamente), los moldean a mazazos, los visten de seda, los vuelven a golpear y le terminan de dar forma propia a pura urgencia expresiva. Vamos, si todo este despliegue musical no estuviera entregado de forma tan descarnada y visceral, el resultado probablemente no sería tan embriagador. Y lo es. Kylesa sigue avanzando disco a disco y ya se perfila como una de las bandas más relevantes de la actualidad metalera, por así llamarla. Yo recomendaría seguirlos muy de cerca.

-Mi Ami “Watersports” (2009)
Black Eyes fue una de las bandas más personales e intensas surgidas de la escena Washingtoniana de los últimos tiempos. Con sólo dos discos (el debut homónimo y su sucesor “Cough”) dejaron una marca indeleble gracias a su extravagante interpretación del Free-Jazz en clave de Noise-Punk hiperkinético. Tras su disolución, el bajista Jacob Long y el guitarrista/vocalista Daniel Martin-McCormick se juntan con el baterista Damon Palermo para darle vida a este nuevo engendro. “Watersports” comienza con “Echononecho” y el maremagnum de ritmos bailables, voces histéricas, bajos profundos, teclados espaciales y guitarras que van de las sutilezas Kraut-Rockeras al abuso sonoro del Noise ya marcan algunas pautas. “The man in your house” profundiza aún más los lazos con los legendarios Can. Una brisa rítmica casi caribeña sirve de marco para que McCormick haga volar su guitarra a puro delay, mientras retuerce su extraño tono de voz (entre infantil, siniestro y declamatorio) en una oscura letanía que nada tiene que envidiarle a las espesas cabalgatas del más colgado Dub. Claro, la explosión llega al final a toda distorsión y resulta una excelente transición con “New guitar” donde un riff sacado del manual de Steve Albini se hace presente entre sudorosos tambores que invitan a la más fracturada de las danzas. El quiebre a la mitad del tema sirve para tomar aire, aunque ese amague de Reggae pervertido no hace más que augurar más peligros por venir. Y llegan, sí, de la mano de una guitarra arenosa y colapsada, sólo para volver a recluirse en los mencionados aires jamaiquinos. Las aguas se calman en “Pressure”, aunque nadie pareció avisarle a la voz de McCormick que continúa con su efervescente recorrido de agudos desencajados. Mientras tanto, el bajo y la batería crean un impenetrable colchón de graves para que la guitarra se deshaga en solos azarosos y quebrados. Las enseñazas de Arto Lindsay bien aprendidas y una tensión envolvente que sólo desparece al comenzar el ritmo histérico de “Freed from sin”. Piensen en una especie de carnaval carioca invadido por gnomos asesinos pasados de LSD y más o menos se acercarán a lo que este tema propone. Alegría malsana asegurada o le devolvemos su orgía pintada de rojo. Los nueve minutos de “White wife” nos ponen en trance, aún cuando esas seis cuerdas insisten en doblarse y estirarse en formas irreales. Admito que las zapadas rockeras suelen ser un bodrio insuperable, pero estos tres tipos manejan el clima narcótico de tal forma que es imposible no sumergirse en estas negras aguas. Y, ciertamente, el costado rockero de Mi Ami está signado por géneros (el Kraut, la No-Wave, el Noise) que se dedicaron a quebrar sus estructuras y modismos tradicionales. Por otro lado, la interacción instrumental tiene más que ver con la elasticidad del Free-Jazz que con la contundencia del Rock. El abuso de delay retorna en “Pacetalks/Dwoner” que cierra el disco logrando el único momento de calma vocal. Y los fantasmas de la etapa de Can comandada por Damo Suzuki se hacen cada vez más visibles. Pero lejos está esto de ser un mero ejercicio de retro setentoso para enganchar porreros de oído fácil. En cualquier caso, si están buscando música que los estimule, tanto física como intelectualmente, “Watersports” es de lo mejor en la materia que ha aparecido en lo que va del año.

-Wolves In The Throne Room “Black cascade” (2009)
Para muchos el negro metal podrá ser jodidamente guerra, pero los muchachos de Wolves In The Throne Room van por otro lado. Su acercamiento esotérico a la naturaleza tiene más de fogón que de corpsepaint, al menos en lo ideológico. La parte musical tampoco pretende recrear los capítulos más violentos de la historia, la línea del cuarteto está marcada más por Ulver que por DarkThrone, por así decirlo. Claro, el punto de importancia es que esto no es ninguna recreación de nada, si no una perspectiva diferente del Black Metal. Este tercer disco cuenta con cuatro temas que oscilan entre los diez y los catorce minutos y sin embargo el aburrimiento nunca dice presente. Ok, no vamos a negar que aquí hay bastante de las pretensiones sinfónicas de Emperor, aunque despojadas del, por momentos, risible histrionismo pomposo de los noruegos. La sobriedad se impone en “Black casacade” y nada rompe el clima ritual del álbum. El paganismo de estos washingtonianos no apunta a generar miedo, si no a un viaje casi psicodélico de descubrimiento interno. Y estoy hablando de música, aunque no parezca. La extensa duración de las canciones es necesaria para dar un completo desarrollo a estas imágenes brumosas, de noches arboladas y melancolía infinita. Por si no quedó claro, esto no es material para gente “true”. El sonido es claro, aún sin perder naturalidad, las composiciones son cualquier cosa menos primitivas, la melodía y la emoción tienen un lugar destacado y la variedad de ritmos (blast-beats, medios tiempos, rebajes dumbetas, etc.) y texturas no hace más que refrescar el sonido del grupo sin necesidad de tomar curvas incómodas, y al mismo tiempo sin miedo de incorporar de forma compacta elementos del Folk, la psicodelia, el Drone e inclusive el Post-Rock. Hay teclados sí, pero estos nunca le ganan en protagonismo a las guitarras, algo que grupos como Dimmu Borgir nunca llegaron a comprender del todo. De hecho, esto tampoco tiene nada que ver con vampiros y romanticismo gótico. Las voces nunca se alejan del reglamentario chillido, las guitarras chorrean reverb y la complejidad no está entendida como un mero amasijo de riffs y partes inconexas. Las canciones tienen desarrollos palpables y orgánicos, el cúmulo de ideas no resulta asfixiante si no que sorprende de forma grata. Claro, no es música para animar una fiesta o para poner de fondo mientras uno limpia la cocina, pero ¿quién dijo que el Black Metal tenía que ser alguna de esas cosas?

-Cuzo “Amor y muerte en la tercera fase” (2009)
Misterio. Esas escuetas notas de piano en “Medium” hielan la sangre y no hay dónde esconderse ni escapar. El miedo parece hacerse corpóreo hasta que dicho piano se disuelve y comienza otro viaje con “Escalera roja”. Distorsión fuzzera y delay lo envuelven todo mientras ese pulpo disfrazado de baterista no deja de repartir golpes. Las paredes que delimitan nuestra realidad se derriten bajo el influjo de estas distorsiones siderales. Hendrix y Thurston Moore se dan la mano en un viaje de ácido mientras Dario Argento supervisa todo. Un tenso hilo de guitarra es todo lo que sostiene a “El hijo”, una finísima línea brillante que corta la impenetrable oscuridad en dos. Robert Fripp mete la cola en el riff principal de “El miedo es lo que mata”, un laberinto de nervios rockeros al rojo vivo que hace implosión hasta replegarse en suaves brisas de resonancias sostenidas sobre maremotos percusivos. Se ahogan y resurgen de las profundidades portando en sus manos la oscura sabiduría de Iommi y vuelven al comienzo con llagas sobre la piel en forma de solos histéricos que dan paso a “Lluvia de sapos”, donde el Funk es deconstruido con efectos de otros mundos, guitarras mutantes y riffs que se llevan neuronas con cada espiral de notas. Las aguas bajan turbias en “Círculo de la droga”, un paseo de desesperantes y (claro) narcóticas subidas y bajadas de tensión. Estallidos empapados de feedback, pasajes de calma humeante y la certeza de que cualquier cosa puede suceder en este viaje. La noche y sus criaturas más amenazantes hacen parpadear sus diminutos ojos en “Huertas solares”, hasta que estos tres gallegos se visten de monjes y escupen bilis negro con guitarras de lava. “Tras la puerta” vuelve a jugar con nuestros miedos más profundos y nos hacen desear nunca tener que atravesar estos pasillos en la oscuridad total. Atrévanse ustedes también a ingresar en la tercera fase.

-Complete Failure “Perversions of guilt” (2009)
“Bipolar Fatigue Hallucination” arranca a pura mugre y blast-beat y ya deja claro por dónde vienen los tiros en este debut discográfico de Complete Failure. El enfermizo rebaje a mitad del tema ayuda aún más a pintar el asunto. Los edita el reverendo Steve Austin (si creen que estoy hablando de un personaje de lucha libre, pasen a otra cosa. Esto no es para ustedes) y cuentan con baterista que demolió parches en Today Is The Day (oh, casualidad) y Circle Of Dead Children. “Six Pack Holydaze on a First Grader Hangover” continúa a puro blast-beat y todavía estoy buscando mi quijada. Esto es Grindcore, señores, pero no esperen otro clon Napalmdeathero. La voz distorsionada y Hardcorosa de Joe Mack los acerca a Pig Destroyer y eso está muy bien. Los riffs pueden caer en modismos Core, tanto como borronearse en intrincadas disonancias o groovearla con el todo el peso del mundo. La batería reparte palazos a diestra y siniestra, trabando las cosas cuando es necesario y escupiendo algunos de los blast-beats más jodidos de los últimos tiempos. Para que quede claro, Mike Rosswog posee la destreza técnica de un baterista de Jazz y la potencia de mil manadas de mamuts alimentados a anfetaminas. El bajo…bueno, suponemos que está ahí, pero, como ya establecimos, esto es Grindcore, basta con que haga un bonito colchón de graves. El sonido está lejos de ser pulcro y perfecto, pero en esa saturada suciedad reside gran parte del encanto de este cuarteto. Por momentos parece que la música se escapa de los parlantes y viene por nosotros, hambrienta y con enormes quijadas ensangrentadas. Las canciones son cortas y caóticas, con los cambios de ritmo y el toque nerd necesario para aportar esa frescura que nunca está de más. Hay excepciones, como los seis minutos de “Cured Through Constant Degradent Criticism” (sí, los títulos de las canciones también dan muestras de nerdismo), donde se permiten ensayar ritmos lentos e hipnóticos que los acercan aún más a los liderados por Scott Hull y J.R. Hayes. “Described as the Regret to Inform” aporta un medio tiempo casi rockero con riffs que patean en la entrepierna y la voz escupiendo sangre en cada intervención. “A Disinviting Self Restraint” cierra los treinta y seis minutos de pura hostilidad con una psicótica letanía de diez minutos que genera la opresiva sensación de estar atrapados en una pesadilla dentro de una pesadilla dentro de una pesadilla. Se nos pasó de la lista de destacados del 2008, pero estaremos atentos a los próximos movimientos de esta gente. Estoy seguro de que todavía tienen más odio para regalarnos.

-Cursive “Mama, I’m swollen” (2009)
Después de quince años parece increíble que un grupo siempre tan intelectual como Cursive (con su particular cruza de Post-Hardcore, Indie, Rock Progresivo e insaciable apetito creativo) pueda abrir un nuevo disco con la energía que derrocha “In the now”, una suerte de Post-Punk con las pilas cargadas y la oscuridad olvidada. La efervescencia continúa con "From The Hips", aunque su tempo Hillbilly acelerado vaya regulando las subidas y bajadas de intensidad junto con las melodías vocales. Y cuando entran los vientos y la voz de Tim Kasher se quiebra sabemos con certeza que esto es un disco de Cursive. Aunque “I couldn’t love you” nos haga dudar con su apabullante parecido al The Cure más festivo. No hay problema, “Donkeys” vuelve a poner las cosas en su lugar. Arpegios retorcidos, una línea vocal reptante y enroscada y un sutil arsenal de arreglos amenazantes. El circo vuelve al pueblo con "Caveman", pero esas manchas rojas en el disfraz del payaso no parecen maquillaje. Y, por si no lo sabían, este cuarteto es lo más cercano que van a encontrar a un hermano Indie del primer disco de Mr. Bungle. Un tenso minimalismo se apodera de "We're Going To Hell". Los teclados y las guitarras se van alternando el protagónico segundo puesto debajo de la voz que ensaya una de sus melodías más dramáticas e irónicas al mismo tiempo. "Mama, I'm Satan" está construido en dos partes, la primera con suaves ritmos y melodías que sirven como excusa para otro monologo de Kasher y la segunda se desata pasada la mitad de la canción y estalla con los vientos apuntalando, o más bien apuñalando, esa sensación de ojos desorbitados e inyectados en sangre. Entre una plegaria y una pesadilla encontramos a "Let Me Up", con sus constantes cortes y cambios rítmicos que, sin embargo, no generan incomodidad gracias a su estratégico entramado melódico. El tema que da nombre al disco se debate entre brisas rítmicas casi caribeñas, erupciones de energía distorsionada, voces declamatorias y un final que acelera hasta chocarse de trompa con el silencio que da paso a la despedida de "What Have I Done?", con toda la pesada carga culposa que se adivina ya desde el título de la canción. ¿Un Blues para nerds con corazón Punk? Sí, por qué no. En definitiva, tal vez sea un disco más retraído y oscuro que los anteriores “The ugly organ” y “Happy hollow”, pero no hay nada de malo en ello. Amigos, las canciones.

-Skold Vs. KMFDM “Skold Vs. KMFDM” (2009)
¿Pero no hay ya una review de este grupo? Tranquilos, no es mi culpa si esta gente es prolífica e inquieta. Por otro lado, notarán que esto no está firmado sólo como KMFDM. Vayamos hacia atrás. Tim Skold es un sueco que formó parte de Shotgun Messiah, una banda que nació a fines de los 80’s como clon de Poison (sí, los de Brett Michaels y Ricardo Cohete), entrados los 90’s intentaron acercarse a la suciedad de Guns N’ Roses y finalmente perecieron tras un (en ese momento) incomprendido intento de fusionar Hard Rock y Música Industrial con el genial “Violent new breed”. El rubio entonces editó un disco solista ya totalmente metido en los sonidos sucios y maquinosos y las atmósferas decadentes. En 1997 ingresa a KMFDM, con quienes graba dos discos (“Symbols” y “Adios”) antes de que el grupo tuviera esa curiosa separación que los llevó a dar vuelta su nombre y grabar otro álbum, esta vez como MDFMK, donde Skold también participa. Comenzando el nuevo siglo y luego de un breve paso por Ohgr (un proyecto de Nivek Ogre, de Skinny Puppy), Skold se incorpora como multiinstrumentista al combo de Marilyn Manson, tras la deserción del bajista Twiggy Ramirez, lugar que ocupó hasta principios del año pasado. Así llegamos al presente y vemos que el sueco no sólo colaboró con las programaciones de “Blitz” (el disco que está comentado más arriba) si no que también se juntó con Sascha Konietzko para dar a luz este engendro. Básicamente la cosa está conformada por once canciones, versionadas dos veces cada una. La primera versión siendo la original, o sea el tema completo, y la segunda siendo un remix, una versión editada o un interludio totalmente deforme. Entonces, ¿es esto otro disco de KMFDM disfrazado de colaboración? Buena pregunta. La cosa no se aleja demasiado del estilo típico de los alemanes, bases marchosas, voces distorsionadas y ocasionales guitarras distorsionadas. La diferencia es que aquí los elementos Thrashers están prácticamente borrados del mapa y predomina un aura de oscuridad bailable y decadente, más introspectiva que política. Algo que en KMFDM se da en proporciones inversas. Por otro lado, el contraste entre los secos recitados de Konietzko, siempre con el gesto adusto aún en los momentos más irónicos, y las líneas melódicas serpenteantes de Skold cargadas de una sucia sexualidad, ayuda a separar aún más las aguas. Y que el disco sea bailable no lo hace necesariamente más accesible. De hecho, los sonidos están ensuciados y deformados hasta la exasperación, los arreglos apuntan siempre a descolocar e inquietar y las melodías están siempre paridas bajo luces muy tenues. Si extrañan al Trent Reznor más sexópata y decadente, y menos pretencioso, he aquí una buena opción.

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