12 de abril de 2013

Review: You’ve got Foetus on your breath "Deaf!" (1981)



Por Manuel Platino

Cuando James George Thirlwell llegó a Londres, hacia finales de los 70’s, luego de haber dado algunas vueltas por Australia y haber mamado los popes artísticos de su Melbourne natal, se encontró con un escenario bastante corrosivo: el post punk estaba en auge y las repercusiones de la No Wave Neoyorkina empezaban a sentirse en la música británica. Pero esto no fue suficiente para don JG. Habiendo estudiado arte en sus años adolescentes y habiéndose movido de una punta a la otra del mundo para hacer su música, don Thirlwell no se conformaba solo con robarle a Joy Division, tomar pastillas y luego suicidarse (aunque lo de las pastillas probablemente sea cierto). Empezó sello propio, el Self Immolation Records, unió fuerzas con Steven Stapleton trabajando en Nurse with Wound, William Bennet de Whitehouse en la infame y por desgracia efímera Come Organisation, y comenzó a grabar discos. Su primer trabajo bajo el nombre Foetus (y sus numerosas variantes), asomó su deforme cabeza al mundo allá por septiembre de 1981...

A esta altura del texto me pregunto, ¿qué estaba haciendo yo en 1981? Bueno, se nos había inundado Olavarría y andábamos en el auto de mi viejo sentados en cajones de verdura. Creo que en esa época estaba aprendiendo a multiplicar. Thirlwell tenía 21 años y estaba sacando su primer disco, el que sería un clásico de la música industrial/post-punk/no-wave/la-concha-de-tu-madre.

Pero bueno, sigamos. Esta esquizofrénica pieza musical del buen James George está hecha completamente con voz y sintetizadores. Eso si, nada de tecladitos pedorros a los Styx, de egos inflados a lo Fito Páez, ni eternos solos a lo Emerson, Lake & Palmer. No, nada de ello. Imagínese ud, sr./a lector/a si luego de una semana sin dormir ni comer, tomando solo pastillas y alcohol, en una habitación mugrienta de Londres rodeado de amplificadores y teclados, con distorsión y reverb en todos los canales de su consola se dispone a grabar un disco. Y encima de todo ello decide hacerlo en espásticas bases jazzeras / funkys (repito, esto está grabado solo con sintetizadores y voz), sobre capas y capas de voces, las mismas que ud. debería estar escuchando en su cabeza a esta altura luego de tan insalubre sesión de ruido y drogas en su cerebro. Y ud. se preguntará ¿esto es realmente escuchable o es el delirio drogado de un rockero enojado más en este mundo? ¿Cuán diferente es este escenario del que tenía Alan Vega y su Suicide? Pues bueno, empecemos por el hecho de que las estructuras de las canciones rebozan de riqueza sonora, gancho y hasta armonías en las voces, mientras que los samples y los experimentos ruidísticos están perfectamente colocados en función de la demente coherencia del disco. Como para darnos una idea, si ud. piensa en Mike Patton hoy en día, se imagina una gran variedad de estilos, técnicas vocales y de producción en canciones que van de un lugar a otro al menos veinte veces antes de que termine el último acorde. Bueno, ahora lleve esta idea a un chico hiperactivo de 21 años viviendo en Londres, quien recién empieza a dar su pasos en la música y que estuvo mamando las enseñanzas de tipos como Stapleton y Bennet antes de siquiera grabar su primer disco. Este muchacho no dispone de demasiados recursos técnicos pero si tiene bien en claro las ideas en su cabeza y tiene la voluntad de llevarlas a cabo con criterio y explotando al máximo los conocimientos de producción (ya sean precarios o no) que dispone en su momento. Y no sólo lo hace sino que edita eso en su propio sello discográfico en tiradas limitadas.
Es cierto que estamos frente a un músico que marcó el camino, en momentos en los que ser sarcástico, psicótico o tener un sentido del humor (cáustico y retorcido pero humor al fin) era algo inconcebible en la música por aquel entonces “cool”. La autogestión musical era algo que recién estaba viendo la luz en New York (de hecho el tema de apertura del disco “New York or Bust!” arroja algo de luz a lo que sería el futuro del bueno de James)... para JG Thirlwell el cielo era el límite. Y así fue.

Hoy en día Thirlwell es un compositor reconocido de New York que ha pasado por todas las escenas vanguardistas de aquella ciudad, ha crecido enormemente como músico y ha explorado estilos musicales que van del noise industrial a las big bands. Mejor no pudo haber seguido esta historia.
Por muchos años, discos y variaciones de nombres con la palabra Foetus más. Salud a vos James.

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