23 de diciembre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.









-Artificial Peace “Complete session, Nov. 1981”, Dag Nasty “Dag with Shawn”, Government Issue “Boycott Stabb complete session”, Reptile House “4 songs” (2010)
El sello Dischord abre sus archivos y nos trae cuatro joyas de un pasado donde se forjaron varios de los preceptos básicos del Hardcore/Punk y prácticamente todos los subgéneros que de allí derivaron. En tres de los cuatro casos (Artificial Peace, Government Issue y Dag Nasty) se trata de sesiones de estudio nunca antes editadas en forma oficial, aunque la tecnología actual permite un acceso no demasiado complicado a ediciones piratas. Yendo en orden cronológico, nuestra primera parada es Artificial Peace, uno de los grupos fundacionales de aquella efervescente camada Hardcorera washingtoniana de principios de los ochentas que también integraban nombres un tanto más conocidos como Minor Threat, S.O.A., Youth Brigade o Deadline, entre otros. Estas sesiones de 1981, comandadas por la producción del mismísimo Ian MacKaye, exponen a un cuarteto desplegando con absoluta vitalidad esa rabia juvenil y descontrolada tan típica de esos años formativos. Por otro lado, la perspectiva histórica nos permite apreciar ciertos detalles distintivos (la justeza instrumental, la frescura, el sonido crudo pero claro y potente al mismo tiempo, y los ocasionales flirteos con elementos rítmicos y melódicos poco habituales en el resto de sus congéneres) que luego se verían abordados con incrementado énfasis en Marginal Man, banda que surgiría de las cenizas de Artificial Peace y que representaría uno de los primeros pasos en dirección a lo que, más adelante, se conocería como Post-Hardcore. El rescate de este material es un postergado acto de justicia que cualquier amante del buen Hardcore que se precie de tal debería saber apreciar. La segunda posta nos lleva hasta Government Issue, otro de los nombres grandes de aquella generación, siempre liderados por el carismático John Stabb, que vio pasar por sus filas (a lo largo de los años) a miembros de grupos como Minor Threat, Dag Nasty, Rites Of Spring, Jawbox, Wool y los mencionados Artificial Peace. Luego de debutar en Dischord con el frenético ep “Legless bull” (1981), el cuarteto se aprestó a la grabación de su larga duración debut (también producido por Ian MacKaye), editado en 1983 bajo el nombre de “Boycott Stabb” a través del sello Positive Music. Dischord nos entrega ahora una reedición de dicho trabajo, con el agregado de seis temas de aquellas sesiones de grabación que el grupo había decidido dejar afuera del producto final por tratarse de composiciones viejas. Tal decisión es comprensible por el simple hecho de que G.I. (como algunos solían llamarlos) se encontraba en plena etapa de evolución hacia nuevas formas de encarar y entender la energía del Hardcore. Por un lado, la voz de Stabb mostraba una modalidad notablemente más melódica y articulada (por momentos, similar al estilo de Ken Chinn de los canadienses SNFU), sin por ello resignar fuerza ni crudeza. Pero también en el terreno instrumental y compositivo el grupo se animaba a variantes más elaboradas y exóticas, jugando con riffs imaginativos y pletóricos de grandes melodías, inesperadas tangentes rítmicas y arreglos que demostraban una clara despreocupación por las supuestas reglas estrictas del Hardcore. De todas formas, el núcleo duro (je) de su propuesta seguía firmemente plantado en la energía urgente y adrenalínica del género, casi como tendiendo un puente entre sus raíces y la experimentación con diversos elementos del Pop, el Hard-Rock, el Post-Punk y la Psicodelia que expondrían en los años subsiguientes con grandes resultados (chequeen los estupendos “You” y “Crash” como prueba de ello), hasta su disolución definitiva en 1989. Siguiendo esa ruta de llevar el Hardcore a terrenos de mayor profundidad musical y emotiva, nos topamos con Dag Nasty, pioneros destacados de tales cuestiones. “Dag with Shawn” es, precisamente, el testamento de la primera formación de la banda y lo que, en su momento (es decir, 1985), hubiera sido su álbum debut. Al poco tiempo de realizar esta grabación (otra vez bajo la supervisión de Ian MacKaye), el vocalista Shawn Brown abandonaría el grupo (luego se lo vería en bandas más que recomendables como Swiz, Sweetbelly Freakdown y Jesuseater), siendo reemplazado por Dave Smalley (ex integrante de los bostonianos DYS y futuro miembro de All y Down By Law) con quien volverían a grabar estos nueve temas (y algunos más) que verían la luz en el clásico “Can I say” de 1986, una pieza imprescindible que marcaría a fuego tanto al Hardcore melódico como al Emo de las décadas posteriores. Así, más allá de pequeños detalles instrumentales casi imperceptibles, la principal diferencia aquí la marca la voz de Brown, cruda, desgarrada, robusta y bastante alejada del tono más bien agudo y prolijo del mencionado Smalley y de su sucesor (al menos por lo que quedaba de los ochentas, luego Smalley retornaría en las sucesivas reuniones del grupo), Peter Cortner. Por lo demás, estos son nueve himnos perfectos que cualquier amante del Hardcore en su estado de mayor emotividad debería conocer y festejar, comandados por la brillante guitarra de Brian Baker (ex Minor Threat, actualmente en Bad Religion y único miembro fijo durante la tumultuosa carrera de Dag Nasty) y todo su arsenal de punteos emotivos, riffs Hardcorosos y ocasionales chispazos de un virtuosismo tan personal como respetuoso de las canciones. En fin, también Dag Nasty se movería paulatinamente hacia terrenos aún más melodiosos y gancheros sin perder nunca el nervio Punk. Para aquellos que privilegien su faceta más virulenta, he aquí un documento invaluable. La última parada de este viaje por el recuerdo nos deja en Reptile House, un cuarteto nacido a principios de los ochentas y que se desarrollaría plenamente un par de años después, en plena ebullición del así llamado Revolution Summer. Ese fue el momento en que gran parte de los músicos que habían ayudado a fundar la escena Hardcore de Washington DC, decepcionados por la creciente violencia y el estrecho regimentalismo que la habían invadido, buscaron una salida que les permitiera, al mismo tiempo, expresarse artísticamente sin restricciones y desmarcarse de la opresiva uniformidad (rayana en la más abyecta superficialidad) en que el género se estaba hundiendo. La salida fue, justamente, trocar el típico dedo acusador del Hardcore por una mirada introspectiva, sin temor a exponer una absoluta desnudez emocional en el proceso. Al mismo tiempo, la velocidad y el minimalismo desenfrenado que definieran musicalmente al género eran reemplazados por tempos más cadenciosos, mayor riqueza melódica y un inédito sentido de la dinámica y la exploración sónica y compositiva. También es importante destacar que, si bien cierto hilo conductor podía percibirse entre los exponentes de esta camada (principalmente, el hecho de que retenían la intensidad del Hardcore pero reinterpretada a través de un prisma más maduro, por así llamarlo), es más bien difícil lograr una definición categórica e inequívoca que los englobe. Editado originalmente en 1985 y producido por (oh sorpresa) el incansable Ian MacKaye, este ep de cuatro temas (también conocido como “I stumble as the crow flies”) mostraba a Reptile House como un conjunto único y sumamente personal. En su sonido confluían brisas de extraña Psicodelia, riffs potentes y enroscados al mismo tiempo, una voz urgente pero siempre atenta a la emoción melódica (a cargo de un joven Daniel Higgs), rítmicas cambiantes (tras los parches encontramos a London May, quien luego formara parte de Samhain, el oscuro proyecto post-Misfits de Glenn Danzig), interesantes texturas de guitarra, empuje Punk y un aura de sensibilidad entre desgarrada y retorcida que, por momentos, podía remitir a una especie de versión melódica y delicada de los Butthole Surfers más accesibles. En 1988 el grupo (tras algunos cambios de formación) editaría su único larga duración (el genial “Listen to the powersoul”, donde desarrollarían aún más sus complejidades melódicas y la versatilidad de sus canciones) a través de Merkin Records y, al poco tiempo, se separarían definitivamente. Allí, Higgs y el recientemente ingresado guitarrista Asa Osborne prolongarían su asociación musical en Lungfish, una de las agrupaciones más longevas y representativas de la escudería Dischord, pero esa es otra historia. Casi sin querer (o no, nunca se sabe) el sello fundado por Ian MacKaye y Jeff Nelson nos presenta, con estas reediciones y rescates de archivos, algo así como un muestreo del camino recorrido por el Hardcore washingtoniano durantes los ochentas y, como si eso fuera poco, nos invita a disfrutar de una panzada de canciones simplemente geniales. Yo que ustedes no me lo perdería.



-Banio Qimico “Ignorante pero blanco” (2010)
El nombre del grupo, el título del disco y temas como “Lo importante es ponerla”, “Un gratarola siempre suma” o “Pene de Obama” me eximen de tener que aclarar la obviedad de cuán importante es el sentido del humor a la hora de apreciar a este trío porteño. Vamos, su primer demo lo lanzaron en diskette (en 2005), luego vendría el “Anibal Ibarra ep” (editado poco tiempo después de la tragedia de Cromagnon) y el álbum debut (por llamarlo de alguna forma), “Manifiesto anticareta”, que contenía clásicos como “Bidón de Bilardo”, “Blumber puto”, “Iorio tiene SIDA” y “Perón era nazi (pero no careta)”, entre otros. En ese momento todavía se movían en terrenos cercanos al Grindcore y el Crust (dice la leyenda que Martín, su vocalista, es el más grande fanático de Cripple Bastards sobre la faz de la tierra), siempre manteniendo a rajatabla una impronta desprolija, espontánea y despreocupada, complementada por una formación más bien minimalista (bajo, batería y voz) y, claro, por ese humorismo entre retardado y extremadamente ácido, plagado de referencias a la cultura popular y hasta de alguna (involuntaria o no) interesante reflexión política. “Ignorante pero blanco” fue grabado en dos horas en abril de 2009 y corta lazos definitivamente con el sonido extremo de sus inicios. Ellos ahora se definen como “Trip-Hop politizado del bueno” pero bien podría tratarse de otro chiste. Sí se nota una clara baja de revoluciones, un acercamiento a ritmos con mayor groove, líneas de bajo más gancheras, empleo ocasional de samples y efectos, y voces (algunas utilizando el infalible recurso de pitchearlas hacia los agudos, tipo Alvin y las Ardillas) más afines al Punk y el Rap, todo interpretado con el nivel deficiente que uno espera de estos chicos. Claro, por si hace falta aclararlo, aquel que espere cualquier tipo de deleite artístico (al menos en el sentido más habitual del término) será mejor que busque por otro lado. Esto es más bien la catarsis de tres amigos con ganas de divertirse, sin pretensiones de ningún tipo y ni siquiera debería importar que entre sus filas haya un ex miembro de los pioneros del Sludge vernáculo, Gallo De Riña. Mientras no esperen más que un rato de entretenimiento sin demasiadas vueltas de tuerca, el disfrute está asegurado.


-Black Sun “Twilight of the gods” (2010)
A veces las decepciones llegan desde donde uno menos lo espera y eso, justamente, es lo que las hace un tanto más amargas. Black Sun es un trío escocés que, desde 2003, venía demostrando con maestría su profundo amor por los climas opresivos de gente como Godflesh y los primeros Swans, con esos bajos degradados, esos ritmos aplastantes, esas guitarras abrasivas y toda esa opresión ruidosa capaz de hundir al espíritu más resistente en desesperantes viajes de pura oscuridad lisérgica. Nada muy original, por cierto, pero hecho con clase, intensidad y un innegable conocimiento del terreno. “Twilight of the gods” es su quinto álbum y ya desde los riffs y las voces iniciales de “Code black” (el tema que abre la placa) se nota un cambio de dirección tal vez no abrupto pero lo suficientemente notable como para preguntarnos si se trata de la misma banda. Hablando mal y pronto, podríamos decir que el trío cambió sus referencias anteriores por las del Neurosis de la época de “Souls at zero”, poniendo las guitarras más al frente, incorporando esos juegos a dos voces típicos de Steve Von Till y Scott Kelly, y adoptando una soltura rítmica más afín al Hardcore y al Noise-Rock que a los golpes rituales de antaño. Ok, no es que hayan dado un giro de ciento ochenta grados, en definitiva si hay dos bandas que marcaron en su momento el sonido de Neurosis, esas son Godflesh y Swans. Y ni siquiera se trata de que el material no sea bueno, es sólo que esta aproximación más humana (por así llamarla) hace que Black Sun resigne algo de ese aire ominoso y apocalíptico que tan bien les sentaba en sus entregas discográficas previas. Hasta hay lugar para un cierto groove y algún que otro riff de aires casi Stoners que, sin ser desechables, parecen pinchar un poco la energía envolvente y retorcida que yo esperaba de esta gente. También se notan algunas desprolijidades en el terreno vocal, algo habitual cuando un grupo intenta variantes para las que no está del todo preparado. De todas formas, más allá de los defectos y de mis propias expectativas, no podría decir que “Twilight of the gods” no sea un disco digno de atención. Algunas composiciones logran levantar el nivel (en especial en los pasajes donde se cuela cierta saludable influencia de Today Is The Day, un referente que no les sienta nada mal), algunos riffs disonantes llegan a buen puerto y las voces (a pesar de sus desprolijidades) logran alcanzar algunos momentos de atendible intensidad. También ayuda la colaboración de Eugene Robinson (el intimidante vocalista de Oxbow) en un par de temas, aún cuando tal vez sean, precisamente, esos temas los que evidencian que Black Sun todavía no estaba listo para probar suerte con las aproximaciones deformes a Led Zeppelin patentadas por la banda que lidera el mencionado morocho. En fin, si logran limar asperezas y concentrar sus nuevas ideas de forma más concreta (no ayuda demasiado que el disco dure poco más de una hora) y personal, todavía hay chances de que Black Sun levante la cabeza triunfante en una próxima placa.


-Danzig “Deth red Sabaoth” (2010)
Debo decir que estaba bastante indeciso y temeroso. Los últimos trabajos discográficos de Danzig (desde el soporífero “Satan’s child”, de 1999) habían sido tan malos, tan faltos de ideas y energía que, sinceramente, no tenía muchas ganas de profundizar en el triste espectáculo de un artista consagrado (casi legendario, les diría) hundiéndose más y más en el oloroso fango de la mediocridad. Es que, sin siquiera mencionar los indelebles clásicos Punks de Misfits y Samhain, aquellos que crecimos y, de cierta forma, nos definimos musicalmente en los noventas guardamos en un destacado rincón del corazón joyas como “Lucifuge”, “How the gods kill”, “4” e inclusive el industrialoso “Blackacidevil”, todas placas pletóricas de esa oscuridad tan particular que, según cómo se la mire, puede bordear lo ridículo o lo sublime. Bueno, no quisiera alimentar falsas expectativas pero hay que admitir que este “Death red Sabaoth” (a pesar del horrible arte de tapa) es de lo mejor que el petiso malhumorado nos entrega en mucho tiempo. En primer lugar, el hecho de que haya sido grabado con equipos valvulares de los setentas le confiere un sonido relleno, potente, crudo pero con la claridad necesaria y el peso que venía ausentándose en los discos previos. Pero no sólo a nivel sonoro se nota una mejoría. Las composiciones mismas parecen haber recuperado algo de ese fuego salvaje y de ese brumoso misticismo que brillaba en los álbumes mencionados previamente. Tommy Victor (otro loser de los noventas, líder de los geniales Prong) sigue firme con su guitarra (tarea que comparte con el mismo Glenn Danzig) y esta vez (al contrario de lo que sucediera en el previo “Circle of snakes”) logra desgranar varios riffs destacables, acercándose notablemente al estilo de John Christ, lo cual siempre es una buena noticia. Hace su aparición tras los parches el ex Type O Negative Johnny Kelly (salvo en un tema, “Black candy”, interpretado por el propio Glenn), que también parece haber inyectado uno necesaria cuota de energía en la base rítmica. El resto (bajo, piano, voz, producción) corre por cuenta del ego de Danzig, siempre tan inflado como sus pectorales. En fin, no estará a la altura de sus trabajos más festejados y, ciertamente, no contribuirá a que el patilludo Glenn deje de ser blanco fácil para innumerables (y merecidas, hay que decirlo) bromas, pero para aquellos que alguna vez lo tuvieron en alta estima, “Death red Sabaoth” representa casi un reencuentro de lo más conmovedor.


-Ehnahre “Taming the cannibals” (2010)
¿Una cucharadita de ácido lisérgico? Ehnahre nos obliga a atragantarnos con una cacerola entera y encima la condimenta con clavos oxidados y gusanos. Claro, aquellos que ya estén familiarizados con la propuesta del ahora trío (complementado con ocasionales colaboradores) sabrán que se trata de un grupo enfermo, retorcido, delirante, oscuro y psicóticamente experimental. Sabrán que cuentan con ex miembros de Kayo Dot (otros paladines de la vanguardia metalera más deforme), que en sus composiciones conviven diversos géneros extremos (Black, Noise, Doom, Death, Drone) atravesados por un prisma quebrado y una espesa aura de asfixia que confunde y lastima los sentidos sin piedad. Por momentos pueden asemejarse a un Khanate en descomposición adornado por siniestros coros gregorianos e infernales teclados, luego se acercan a una versión pútrida y empantanada del Free-Jazz más desencajado, más adelante torturan sus guitarras de formas que Thurstoon Moore y Lee Ranaldo jamás pensaron posibles mientras resonancias fantasmales van invadiendo e infectando el alma con sórdidas visiones, acto seguido construyen polvorientos murales de desesperación y locura como si fueran una orquesta eléctrica de muertos vivientes, en otros momentos estallan en vertiginosos ataques donde parecen convivir sin problemas las horas más frenéticas de DarkThrone, Fantômas, Portal y Morbid Angel, para luego replegarse en cavernosas reflexiones entre melódicas y abstractas que no hacen más que acrecentar la insoportable inquietud debajo de esa apariencia de falsa tranquilidad. Y así podría seguir por horas tratando de encerrar en palabras el flujo incesante de ideas, imágenes y sensaciones que se desprenden de estas seis composiciones. Tal vez el punto más importante sea el hecho de que Ehnahre logra encapsular todo su eclecticismo y su locura en canciones donde lo primordial siempre es la tensión, la opresión y la oscuridad. Especialmente recomendado para oídos y espíritus valientes.


-El-P “Weareallgoingtoburninhellmegamixxx3” (2010)
Hijo del pianista de Jazz Harry Keys, fundador del sello Definitive Jux (hogar de nombres destacados del Hip-Hop más experimental como Cannibal Ox o Aesop Rock), productor y colaborador de artistas como Alec Empire, Dj shadow, Zack De La Rocha, Beck, Head Automatica, Nine Inch Nails, The Mars Volta, Chino Moreno y Techno Animal (entre muchos otros), y prestigioso exponente solista de una rama del Hip-Hop que se aleja definitivamente de los lugares comunes más burdos del género en pos de una creación musical y lírica más profunda y enemiga de los encasillamientos facilistas. Tal podría ser la introducción a este neoyorquino de veinticinco años de edad, conocido como El-P (o El-Producto) y nacido bajo el nombre de Jaime Meline. Esta es la tercera entrega de su serie “Weareallgoingtoburninhellmegamixxx” (las dos primeras sólo se podían adquirir en sus conciertos) y en ella Meline deja de lado sus complejas rimas para abocarse a un viaje enteramente instrumental, un terreno que no le es desconocido, por cierto. La premisa básica del disco era reproducir la sensación de adrenalina constante de las escenas de persecución de sus películas favoritas, con “The Warriors” y “Blade Runner” como principales fuentes de inspiración. En efecto, sin pausas entre los catorce temas que componen la placa, El-P nos envuelve en un viaje afiebrado, impredecible, colorido, por momentos asfixiante, de a ratos casi emotivo y siempre expresado con una complejidad musical capaz de rivalizar con el Rock Progresivo más cerebral y demente, algo que no debería sorprendernos si tenemos en cuenta que hablamos de un tipo que grabó un disco entero (“High water”, de 2004) junto a una pequeña orquesta de Jazz y salió airoso del desafío. A pesar de lo intrincado de las composiciones, de sus ritmos quebrados y sus barrocas arquitecturas sónicas y armónicas, este “Weareallgoingtoburninhellmegamixxx3” bien puede ser considerado como uno de los trabajos más accesibles de El-P, en especial porque el aire de oscuridad y violenta psicosis que dominan gran parte de sus anteriores entregas aquí se ve acompañado por melodías de tono más amigable, por momento hasta llevando a la práctica su profesado amor por los teclados cósmicos, casi sinfónicos y emocionales de Vangelis. También ayuda, en ese sentido, la inclusión de beats abiertamente bailables, aún cuando Meline siempre tenga a mano alguna que otra deformidad como para evitar que la cosa se vuelva predecible o falta de sustancia. Dejen de lado los prejuicios y entréguense a uno de los discos más fascinantes del año.


-Killing The Dream “Lucky me” (2010)
Emociones fuertes, eso es todo lo que importa en el mundo de Killing The Dream. Sus discos anteriores (en especial “In place apart” y “Fractures”) ya posicionaban a estos californianos como uno de los nombres más destacados del Hardcore actual, de esos que logran conjugar magistralmente la rabia desbocada de la vieja escuela y un vuelo creativo con la vista claramente puesta en el futuro. En rigor, este “Lucky me” vendría a ser algo así como un ep, con siete temas en poco menos de veinte minutos, pero aún así logra marcar una vez más la evolución del quinteto hacia terrenos cada vez más personales y profundos. Todavía mantienen la furia, la pasión al rojo vivo y hasta cierto filo casi metálico, pero ahora han sumado un trabajo melódico excepcional, imaginativo y desgarrador como pocas veces se ha escuchado. Sí, hasta hay lugar para líneas vocales limpias, interpretadas con una intensidad que deja sin aliento y perfectamente ensambladas con la impronta furibunda del grupo. Claro, estos chicos tienen bien en claro cómo hacer las cosas, así que no se trata simplemente del truco barato de poner un gancho Emo en medio del ataque Hardcoroso. De hecho, dichos pasajes melódicos se acercan más a la densidad emocional de unos Deftones que al lloriqueo adolescente o el melodramatismo sin sustancia. Cada canción nos sumerge violentamente en las profundidades más sensibles de nuestros propios espíritus, y lo hace desplegando un grado de musicalidad (presten especial atención al trabajo de las guitarras, un ejemplo de que no está todo escrito en el Hardcore) que trasciende el Hardcore y al mismo tiempo lo reivindica como un género basado en la intensidad antes que en meras reglas de manual. La única queja posible es que el disco se termina demasiado rápido pero, bueno, dicen que lo bueno si breve dos veces bueno. Espero con ansias el próximo larga duración.


-Viscera/// “2 – As zeitgeist becomes profusion of the I” (2010)
Son cuatro muchachos, vienen de Italia, dieron sus primeros pasos con un sonido cercano al Metalcore y, en 2007, deslumbraron a más de uno con “Cyclops”, un álbum debut que conjugaba de forma bastante particular la impronta épica del así llamado Post-Metal con la agresión desquiciada del Grindcore más moderno, por así llamarlo, representado por grupos como Pig Destroyer o Graf Orlock, entre tantos otros. Esta segunda placa nos presenta cuatro nuevas y extensas composiciones (ninguna baja de los nueve minutos de duración) en las cuales queda claro que el cuarteto ha decidido darle mayor énfasis a su costado ambiental, sin por ello resignar la contundencia ni los ocasionales arranques de rabia. Por el lado negativo, esta decisión estilística les resta un poco de identidad, acercándolos de forma inconfundible al, a esta altura saturado, espectro del Sludge/Post-Metal y aledaños. Por el lado positivo, hay que notar que, más allá de sus intrincados vericuetos, los temas suenan más sólidos y concisos, han enriquecido notablemente el departamento melódico (tanto en el destacable trabajo de las guitarras como en las voces) y hacen gala de un afilado sentido de la dinámica que ahuyenta el aburrimiento a fuerza de buenas ideas y grandes riffs. Todavía hay lugar para esas inesperadas aceleradas caóticas pero ahora se encuentran más dosificadas y mejor fundidas con los desarrollos monolíticos de las canciones. De todas formas, siguen siendo esos pasajes los que muestran al grupo en terrenos más estimulantes e innovadores, más allá de la eficacia que exhiben a lo largo de toda la placa. Por ahora siguen siendo una de las promesas más interesantes del Metal contemporáneo, cuando logren enfocar definitivamente todo ese potencial alcanzarán alturas insospechadas.


-White Static Demon “Apparitions” (2010)
Luego de aquel asfixiante “Decayed” (2009), Justin Broadrick vuelve a la carga con un nuevo trabajo de White Static Demon, su proyecto dedicado a rescatar sus viejas influencias provenientes del Noise y los así llamados Power-Electronics (representadas por nombres como Whitehouse o Maurizio Bianchi, entre otros), donde restringe su arsenal sonoro a generadores analógicos de ruido y su propia voz con el fin de generar las más oscuros, corrosivas y perturbadoras atmósferas. “Apparitions” nos sumerge de cabeza en espesas aguas con sólo dos temas que rondan los veintitrés minutos de duración, en los que Justino vuelve a recrear climas absolutamente terroríficos y tensos como sólo él sabe hacerlo. Es más, estoy seguro de que si este mismo material fuera editado por un grupo de Black metla se convertiría inmediatamente en una pieza de “kvlto” para los fans del costado más ambiental/experimental del género. Claro, estamos hablando de un tipo que sabe bastante sobre eso de invocar sensaciones ásperas e incómodas con su música, de uno que comprende a la perfección el fino arte de utilizar el ruido como arma emocional y no como mero capricho fetichista, y que sabe que hasta un género tan extremo y abstracto como éste en el que se maneja aquí necesita de cierto sentido de la dinámica, la variedad y el movimiento para no caer en el aburrimiento o perder intensidad. Así, ambas composiciones van fluctuando entre momentos de tensión que hasta parecen esconder alguna que otra melodía (de tono sumamente lúgubre y fantasmal, claro está) y estallidos de ruido que hielan los sentidos e interrumpen violentamente el correcto funcionar de las neuronas, todo ello expresado con diferentes combinaciones de sonidos y texturas (que, por otro lado, abarcan un amplio rango de frecuencias, timbres y formas) que evocan imágenes del más siniestro viaje lisérgico que puedan imaginar. En fin, no es un disco para oídos complacientes y faltos de paciencia pero aquellos que sientan cierto aprecio por el ruido, la oscuridad y los viajes jodidos seguramente lo devorarán como si no hubiera un mañana.

3 invocaciones del cosmos:

Genial las reviews. Pero tengo que hacerte una corrección. Los viscera antes hacian goregrind, no metalcore. Por lo demas todo bien. Ya me estoy haciendo mi listanga y hay varios de este año que salen de aca.

Un saludo don y aguante zann

donde se puede conseguir el disco de banio quimico?

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