10 de febrero de 2011

Reviews

Por Fernando Suarez.


-BLÆRG “Everything was altered” (2011)
¿Les gusta la música complicada? ¿Los tempos difíciles de seguir y los cambios de ritmo abruptos? ¿Las estructuras laberínticas pero bien pensadas? ¿El caos controlado, por así llamarlo? ¿La variedad de arreglos e ideas musicales? ¿Los cuidadosos entramados de armonías, texturas y contrapuntos? ¿Y les gusta que todo eso esté condensado en composiciones frenéticas, estimulantes y agresivas? ¿Que, en pocos minutos, cada tema los sumerja en viajes delirantes y enardecidos, sobrecargando sus sentidos con estímulos sonoros de todo tipo? Bien, esto no es Mathcore ni Death Técnico ni nada por el estilo y sin embargo cuenta con esas cualidades. BLÆRG nace en 2004 como la búsqueda de Scott Wehman (un metalero oriundo de Ohio) de nuevas variantes para expresar su extremismo musical sin restricciones. En este tiempo ha editado cuatro discos y algunos ep’s que le han ganado comparaciones con paladines de la violencia digital como Venetian Snares o Xanopticon. Y, si bien las referencias son acertadas, la personalidad y el vuelo creativo de este muchacho están fuera de discusión. En sólo media hora (Wehman ha hecho de la corta duración de sus discos una saludable tradición), “Everything was altered” nos sacude las neuronas y expone una imaginación musical tan vasta como retorcida. Términos como Drum N’ Bass, Breakcore, IDM o Drill N’ Bass podrían aplicarse aquí, al menos en lo formal, pero no bastan para explicar las sensaciones agobiantes, las visiones fragmentadas y vertiginosas que estas nueve canciones transmiten con apabullante intensidad. Por momentos suena como el tipo de Música Electrónica que haría Mike Patton en un día muy desquiciado, en otros toma las elucubraciones más intrincadas de gente como Autechre o Aphex Twin y las transforma en organismos mutantes y epilépticos, luego crea climas psicóticos de tenso horror y los monta sobre quirúrgicos estratos de beats entrecortados, más adelante esconde melodías casi subliminales bajo desconcertantes cortocircuitos rítmicos y juega con modismos Jazzeros a la manera de un científico loco, y así podría seguir por horas diseccionando cada mínimo segundo de esta placa. Y es que, justamente, queda claro que Wehman es un detallista a niveles perversos, que mantiene una notable claridad sonora en pos de que cada mínima pincelada de su obra se inmiscuya en la mente del oyente y la perturbe profundamente. Imprescindible para todo amante de la locura musical que se precie de tal.


-Defiled “In crisis” (2011)
Haciendo honor a su país de origen (Japón), Defiled no es una banda que se conforme con simplemente seguir al pie de la letra los lineamientos tradicionales del Death Metal. Y lo mejor de todo es que mantengan ese espíritu deforme e innovador aún después de casi veinte años de carrera. Ok, bien vale aclarar que desde su anterior placa (la genial “Divination”) a la actualidad pasaron ocho años, donde se vieron envueltos en diversos cambios de formación que dejaron al guitarrista Yusuke Sumita como único miembro original. Pero, ¿a quién puede importarle eso ante un disco tan estimulante como este flamante “In crisis”? Digamos, en primer lugar, que la propuesta de Defiled se basa en crear un equilibrio entre brutalidad y técnica, logrando evitar caer en la mera autoindulgencia instrumental, la frialdad académica y la monotonía a fuerza de composiciones enroscadas y caóticas pero, de alguna forma, gancheras y potentes. “In crisis” también pone al frente una faceta que antes se adivinaba como bastante inusual y es el rol prominente que cumple el bajo en la música, algo poco común en el Death Metal en general. En efecto, en vez de quedar enterrado en la mezcla bajo toneladas de riffs carniceros y golpes hiperquinéticos, el trabajo de Haruhisa Takahata (reemplazante del miembro fundador Norihisa Fukuda) se pone al frente con intrincadas líneas cargadas de enfermiza maldad, dotando a las canciones de un aire de extrañeza que puede remitir tanto a Primus como a Cephalic Carnage pero en versión Death Metal. Por supuesto, si bien este hecho acapara bastante de la atención, no es lo único que el cuarteto tiene para ofrecer. La guitarra también cumple una tarea excepcional, con un inagotable arsenal de riffs que van y vienen a toda velocidad, generando espesas visiones de psicosis lisérgica a cada paso. También ayuda el hecho de que cuenten con un baterista que parece tener cuatro brazos y piernas, capaz de sostener el laberíntico entramado compositivo con una potencia inhumana pero sin perder nunca la elegancia ni el vuelo creativo. La voz gruñe y chilla, no le pidan más. Como siempre, el punto está en las composiciones mismas, y estos nipones saben muy bien cómo manejarse en ese terreno, exhibiendo una imaginación superlativa y generando una fuerte sensación de adrenalina y sorpresa a cada segundo. En fin, recién estamos en febrero y este 2011 ya nos entregó cuatro discazos de Death Metal (al que nos ocupa sumen los de Ulcerate, Neuraxis y Mitochondrion) como hacía bastante que no se escuchaba. Esperemos que no decaiga.


-Disiplin “Radikale randgruppe” (2011)
En los últimos años, Noruega (algo así como la capital mundial del Black Metal) parecía haber quedado relegada, al menos en términos de propuestas innovadoras y frescas, con respecto al Black que estaba llegando de Estados Unidos y Francia, principalmente. No creo que Disiplin vaya a cambiar esa tendencia pero al menos nos muestra que la tierra de Mayhem, DakrThrone y Burzum todavía es capaz de escupir auténticos ataques (anti)musicales a los sentidos. Ojo, no son (bueno, el plural ya no se aplica dado que el grupo se han transformado en un proyecto unipersonal, al menos para el estudio) ningunos recién llegados, ya llevan once años de carrera, pero fue recién con el anterior “Hostis Humani Generis” (2010) que dejaron de lado el sonido convencional y de tintes Thrasheros de sus primeras placas para meterse de lleno en el más corrosivo infierno Black/Noise/Industrial, ganando en el proceso una identidad musical tan profunda como perturbadora. “Radikale randgruppe” explora aún más esa vertiente donde los samples, las texturas ruidosas y los beats programados se juntan con los riffs oscuros, los alaridos desgarrados y las atmósferas de puro odio nihilista para dibujar herrumbrosas pinturas del fin del mundo. De cierta forma, Weltenfeind (único miembro actual de Disiplin, ex integrante de Myrkskog y Dissection, entre otros), parece retomar lo hecho por sus compatriotas Thorns en aquel genial (y no siempre debidamente apreciado) disco homónimo de 2001, y empujarlo hacia terrenos aún más abrasivos y asfixiantes, claramente inspirado por las elucubraciones más experimentales de nombres más modernos como Blut Aus Nord, Spektr o The Axis Of Perdition. Incluso se muestra despojado de prejuicios a la hora de incorporar bases casi bailables (cercanas, tal vez, al Hip-Hop ruidoso de Dälek, por ejemplo) que, de todas formas, logran sonar tan enfermas y agresivas como cualquier blast-beat, y hasta tenebrosos pasajes ambientales adornados por siniestros pianos y arreglos que hielan la sangre. El núcleo del género sigue siendo lo que mueve a Disiplin, esa suerte de épica grotesca y opresiva, y, en definitiva, ¿qué mejor que utilizar máquinas para transmitir climas fríos y desoladores? En cualquier caso, explorando debajo de las gruesas costras de ruido digital, es posible encontrar un afilado y cuidadoso instinto musical, un detallista trabajo de orquestación dónde cada mínimo elemento (dentro de un entramado de infinitos mínimos elementos) parece estar colocado para alimentar los fantasmas más oscuros del espíritu humano, para invocar las visiones distópicas más negras y angustiantes. En fin, es probable que los tradicionalistas del Black Metal (gente snob, superficial y conservadora, si las hay) desdeñen de entrada este tipo de trabajos pero aquellos que realmente quieran experimentar la envolvente energía negativa que define al género (más allá de las formas, las convenciones o los prejucios sin sustancia) harían bien en darle una probada a este áspero bocado.


-Gang Of Four “Content” (2011)
Energía Punk, rítmica Funk, guitarras lacerantes, voces declamativas, textos marxistas. Dos discos imprescindibles (“Entertainment!” y “Solid gold”, editados en 1979 y 1981 respectivamente) y una palpable influencia en luminarias como Minutemen, Big Black, Fugazi y The Jesus Lizard. Es raro cómo se puede resumir en tan pocas líneas un legado musical tan profundo como el de Gang Of Four, una de las bandas más destacadas de aquella implosión (no cabe hablar de explosión en este caso) Post-Punk británica de fines de los setentas y principios de los ochentas. Claro, también habría que mencionar sus tropiezos discográficos (todo lo que grabaron entre 1982 y 1991, en especial el insípido “Mall” de 1991), su regreso triunfal con el abrasivo “Shrinkwrapped” (1995) y la innecesaria pero estimulante regrabación de viejos temas en “Return the gift”, editado en 2005. Pero aquí tendríamos que estar hablando de “Content”, el primer nuevo material de estudio que el cuarteto nos entrega en dieciséis años. En primer lugar, si están esperando que la magia de aquellos dos primeros discos se repita ahora...bueno es bastante obvio que eso no va a suceder, así que a llorar a la iglesia. De todas formas, los veteranos podrán perder el pelo pero no las mañas. Aquí tenemos once temas que llevan grabados a fuego la impronta frenética y adusta del mejor Gang Of Four, con esos ritmos entre angulares y bailables, esas guitarras punzantes y rasposas, esas portentosas líneas de bajo, esas voces paradas entre el reclamo nervioso y la amargura melódica, esos arreglos inteligentes y esa típica energía tan visceral como adulta, que genera un particular calor en las entrañas al tiempo que nos invita a danzas liberadoras y nos expone visiones musicales más que interesantes. Hay que decir también que se trata de un álbum más bien variado, con lugar para canciones un tanto más reposadas y melódicas entre los esperables ataques de epilepsia Post-Punk y provisto de un sonido pulido y prolijo. Y sí, también se hacen presentes algún que otro teclado y algunos de esos guiños más accesibles que dominaron sus años menos destacados (por decirlo de forma amable), pero con la salvedad de que ahora se encuentran mejor incorporados al rabioso entramado del grupo y no suenan tan forzados y sintéticos como antaño. En fin, no sé ustedes, pero para mí que Gang Of Four se mantenga en forma hoy en día es siempre una buena noticia.


-Globe And Beast “Life and times” (2011)
Para ser una banda debutante (y joven), Globe And Beast suena afianzado y con las ideas bien claras. No hay timidez ni desprolijidad en su forma de expresarse y cuentan con un manejo de la intensidad que, a veces, parece reservado sólo a aquellos con mayor experiencia. Por supuesto, tienen influencias y ese es el punto donde tal vez más se evidencie su juventud. Aquí tenemos bastante del último Botch, algo del salvajismo disonante de Converge, ocasionales flirteos con la monolítica densidad Neurosiesca, la tensión violenta de un Deadguy (o bandas similares de esa época), cierto dejo lejano al Poison The Well más agresivo y hasta un no-sé-qué de Thrash noventoso que no desentona en absoluto en esta furibunda ensalada de Hardcore metalizado e inteligente al mismo tiempo. Las canciones mantienen estructuras paradas entre el caos y la contundencia, dosificando el primero en función de la segunda y logrando desarrollos atrapantes a través de un trabajo de guitarras bien pensado e interpretado. La base rítmica sostiene todo con justeza y energía, las voces (cuentan con dos cantantes) aportan la virulencia necesaria a puro gruñido, pero son las seis cuerdas (bueno, serían doce. Seis por cada guitarra) las que deslumbran con recursos bien empleados que van de los riffs angulares a los machaques bien gordos, pasando por enormes texturas, arreglos melódicos, punteos desquiciados, trabadas construcciones rítmicas, rebajes con todo el groove, dramáticas progresiones de acordes y más, todo envuelto en un sonido prácticamente perfecto y entregado con un sabio equilibrio entre gancho, imaginación, virtuosismo y espontaneidad. Por supuesto, en lo que hace a desarrollar una identidad enteramente propia todavía les falta camino por recorrer pero no queda duda de que están bien rumbeados. Pongámoslo de esta forma: si notan la evolución que tuvieron los grupos mencionados como referencia, desde sus primeros trabajos hasta alcanzar su sonido distintivo, entonces lo de Globe And Beast se perfila como bastante auspicioso. Yo recomendaría no perderlos de vista.


-Most Precious Blood “Do not resucitate” (2011)
El “problema” (noten las comillas) de los discos que resultan definitorios para una banda es cómo carajo hacer para seguir adelante haciéndole honor a dicha obra. No son pocos los grupos que, directamente, deciden disolverse luego de un gran álbum (los nombres de At The Gates, Refused y Bear Vs. Shark acuden a mi mente como primeros ejemplos), como si se supieran incapaces de superar ese legado. Para Most Precious Blood, “Merciless” fue esa placa fundamental, aquella en la que no sólo asentaban definitivamente su personalidad, sino que también le daban un poco de necesario aire fresco y profundidad musical al Hardcore metalizado de principios de la década pasada. Bien, seis años después llega finalmente este “Do not resucitate” y, si bien el grupo mismo tiene otras explicaciones para la tardanza, no me extrañaría que mucho de ese tiempo lo hayan ocupado pensando en cómo mantener el alto nivel del mencionado “Merciless”. La pregunta, entonces, es ¿lograron superarlo? La respuesta, como era de esperar, es negativa pero eso no significa que “Do not resucitate” sea un mancha en el curriculum de estos veteranos neoyorquinos ni nada por el estilo. Varias de las cualidades que brillaban en aquel todavía se hacen presentes aquí: los flirteos con climas oscuros, las guitarras en llamas, los ocasionales samples y texturas inéditas (al menos para este estilo, claro está), la energía imparable del vocalista Rob Fusco, el empuje contagioso de la base rítmica, el gran manejo dinámico de las composiciones. El punto es que el quinteto, algo desencantado con el estado actual de la escena Hardcore, decidió descargar toda su frustración en canciones mucho más crudas y urgentes, dejando de lado bastantes de las aristas un tanto más experimentales (con excepción de la acústica “Of scattered ants that swarm together”, una joya tan sorprendente como deslumbrante) o acomodándolas a un esquema más básico, cercano al de sus primeros trabajos. Digamos que si en “Merciless” se notaba la intención expresa de adoptar nuevas variantes musicales y lograr una obra de peso, aquí se respira un aire menos ambicioso pero, al mismo tiempo, más espontáneo y natural. Insisto, no es que Most Precious Blood se haya retraído del todo ni que hayan caído en la falta de ideas (de hecho, siguen varios pasos adelante de sus colegas), sino que esta vez el foco está puesto en la rabia más directa e inmediata. Y, en términos de intensidad, les puedo asegurar que no han perdido ni un ápice de sus virtudes. Cada uno de estos doce temas es una certera patada en las encías, una invitación obligada a sacudirse y gritar como si no hubiera un mañana. Es sólo que, debajo de toda esa agresión, también hay música. En definitiva, mientras no esperen un “Merciless Parte 2”, no pueden equivocarse con este disco si andan con ganas de escuchar buen Hardcore.


-Neuraxis “Asylon” (2011)
Como buenos canadienses son ordenados, prolijos, cerebrales y minuciosos. Como buenos canadienses, también conocen a la perfección el arte de construir el más intrincado Death Metal Técnico, y así lo vienen demostrando desde sus comienzos, allá por mediados de los noventas. “Asylon” es su sexto álbum de estudio y en él (a pesar de que en la banda ya no quedan miembros originales) no faltan ninguna de las virtudes que hicieron del grupo uno de los nombres prominentes dentro del género. Tenemos las bases alocadas, el doble bombo insistente y casi mecánico, los gruñidos guturales pero siempre articulados, los blast-beats quirúrgicos, los riffs enroscados como culo ‘e chancho, el bajo que (a pesar de estar, como corresponde, enterrado en la mezcla) mete dedos a más no poder, los cortes y abruptos cambios de ritmo, los machaques enfermantes, los ocasionales arreglos y solos melódicos y esa impronta entre opresiva y surrealista, esa capacidad para generar amenazantes visiones geométricas, épicas arquitecturas angulares que cambian constantemente de forma. En ese sentido, Neuraxis no apela a la brutalidad por la brutalidad misma, sino que pone siempre la música en primer lugar. Por supuesto, suenan ajustados y filosos y cuentan con el empuje necesario pero, antes que proponer estímulos físicos, despliegan una imaginación sanguinaria y sádica que apunta (tal como el mismo nombre del grupo no nos permite ignorar) a las neuronas antes que al estómago. Insisto, no es que sean fríos o excesivamente acartonados (el Death Técnico exige, casi por definición, cierto grado de acartonamiento) pero no esperen aquí la mugre (el sonido cuenta con la pulcritud necesaria como para poder apreciar cada mínimo detalle) ni la violencia desatada de otras bandas dentro del Death en general. Por otro lado, “Asylon” capitaliza los avances expuestos en el previo “The thin line between” (2008) y les suma cierta cuota de agresión y, principalmente, experimentación y oscuridad, dotándolo así de un clima asfixiante y perturbador que calza a la perfección con el concepto psicológico que desgranan en las letras. Admiradores de Cynic, Anata, Atheist, Cryptopsy y similares, no lo pueden dejar pasar.


-Noisear “Subvert the dominant paradigm” (2011)
Histeria pura y sin adulterar. Cuando un disco de Grindcore me genera esa envolvente sensación de que el cerebro está a punto de estallarme, entonces sé que estoy por el buen camino. Estos muchachos de Albuquerque no son ningunos recién llegados, ya llevan más de diez años a puro blast-beat y gruñido pero es con este tercer disco (debut para Relapse Records, que cada tanto se acuerda de cuando era el mejor sello de Metal extremo del mundo) que logran cristalizar todo lo que se podía entrever en “Red tape agenda” y “Pyroclastic annihilation”. En primer lugar, como corresponde, tenemos temas que pasan como ráfagas, cortos y directos al entrecejo (excepción hecha de los veinte minutos de Noise al final de la placa), tenemos una base rítmica vertiginosa y brutal, tenemos las consabidas voces podridas y alaridos varios, en fin, todo aquello que hay que tener para poder llamarse Grindcore. Pero las palmas aquí se las llevan las guitarras que, sin bajar ni por un segundo los frenéticos niveles de intensidad, se las arreglan para disparar una vasta gama de riffs que se salen del primitivismo genérico y se enroscan en trabalenguas distorsionados con más de un guiño al Noise y el Mathcore. Es ese cuidadoso trabajo en las cuerdas lo que le da a “Subvert the dominant paradigm” su sabor personal, lo que hace que la rabia que exponen de forma salvaje también cuente con una importante cuota de imaginación musical y vuelo creativo. En ese sentido, no sería del todo erróneo asociarlos a una banda como Discordance Axis, a quienes ya homenajearan en esa suerte de tributo/despedida llamado “Our last day”. Y así como los dedos de los guitarristas se enroscan en esos dementes riffs y arreglos (y hasta algún que otro solo...¡herejía!), también las composiciones mismas están construidas de forma anárquica e impredecible (algo de Powerviolence también se puede percibir aquí), condensando todo el caos que pueda apretarse en unos pocos segundos de odio sónico. Y es que en el aspecto rítmico también aparecen variantes que van del blast-beat habitual a los rebajes grooveros, pasando por arranques de pura cepa Crust, todo empleado con una soltura y naturalidad (en ese punto ayuda el sonido, claro y potente pero lejos de cualquier tipo de superproducción) envidiables. Hasta tenemos un tema como “Almas por el infierno” (así, en castellano) que suena a homenaje a Brujería por los cuatro costados y demuestra que, a pesar de tanto enojo, la gente de Noisear también tiene sentido del humor. Un excelente comienzo para el año Grindcorero.


-Rot In Hell “As pearls before swine” (2011)
Cruzando el océano Atlántico, la influencia de Integrity extiende sus negras alas y llega al Reino Unido, donde es recibida con los brazos abiertos, las guitarras afiladas y ni una sola sonrisa por los muchachos de Rot In Hell. Sí, otro grupo deudor de Dwid Hellion y los suyos y se me hace que, a menos que toda esta gente (¿quieren nombres? Pulling Teeth, New Lows, Masakari, Blind To Faith, Living Hell y la lista sigue) empiece a buscar nuevas variantes, el chiste no va a durar mucho más. En fin, más allá de esto, lo que tenemos en este debut propiamente dicho (el anterior “Hallways of the always” compilaba temas de splits y demases) son once temas en poco más de media hora, recreando al pie de la letra las enseñanzas de los mencionados Integrity. Tenemos la impronta oscura y apocalíptica, las aceleradas Slayer-core, los riffs machacantes bien marcados, la voz quebrada, los rebajes aplastantes y hasta los ocasionales samples y pasajes instrumentales de ominoso tono ambiental que hacen las veces de respiro entre tanta agresión misantrópica. Más allá de su evidente falta de identidad propia, Rot In Hell se las arregla para lograr momentos de interés, ya sea en la intensidad que transmiten cuando levantan velocidad (logrando ese efecto a la Crowbar de ir rápido pero lento al mismo tiempo) o en ciertos arreglos e interesantes texturas de guitarra que aparecen cuando bajan las revoluciones. Por lo demás, no esperen encontrar aquí sorpresas ni demasiado vuelo creativo. Este es ese tipo de discos que se disfrutan más dejando las pretensiones de lado y simplemente disfrutando del envolvente clima de violencia lúgubre que exudan sus canciones. Al menos hasta que salga un nuevo disco de Integrity.


-Sonic Youth “SYR 9: Simon Werner a Disparu” (2011)
Como el título lo indica, esta es la novena entrega de la serie SYR (o sea, Sonic Youth Records), esos discos editados por el propio grupo y dónde se dan el gusto de revolcarse sin miramientos en sus obsesiones más experimentales y abstractas. En este caso, se trata de la banda de sonido que los neoyorquinos realizaron para el film “Simon Werner a disparu” del director francés Fabrice Gobert. Y sí, yo sé que si uno junta Sonic Youth y cine francés, el único resultado posible es vomitar violentamente durante horas debido al empalagamiento de afectaciones snobs y poses cool. Pero, tratando de dejar ese hecho de lado, estamos en presencia de otro muy buen trabajo musical a cargo de estos maestros del marketing “indie”. En este contexto hay dos puntos para aclarar que muchos ya deben imaginar: primero, se trata de material enteramente instrumental y segundo, se inscribe en la línea más reposada del quinteto, con claros lazos con la etapa comprendida entre “Washing machine” (1995) y “NYC ghosts & flowers” (2000). De hecho, si en aquel momento se vio a Sonic Youth arrimándose al Post-Rock, aquí hay más de un pasaje que se inscribiría sin problemas en dicho rótulo. Como siempre, más allá del siempre efectivo trabajo de la base rítmica (en especial las excelencias rítmicas del baterista Steve Shelley), aquí mandan las guitarras. En ese terreno (más allá de todas las otras objeciones que puedan surgir acerca del grupo) siguen siendo imbatibles. La forma en que esta gente conjuga una incesante búsqueda artística con resultados concretos y estimulantes sigue siendo motivo de admiración aún hoy en día, con treinta años de carrera ininterrumpida sobre sus espaldas. Este soundtrack sirve como perfecto ejemplo de que la complejidad musical no tiene que ver (al menos no necesariamente) con digitaciones vertiginosas ni barroquismos sin sustento. El arrebatador manantial de ideas que fluyen de esos dedos, la sutileza y la fluidez con que van acomodando cada mínima pieza hasta lograr un todo siempre armónico y la impecable interacción entre cada uno de los instrumentos le confieren a estas composiciones una profundidad musical que roza lo sinfónico. Desde ya, para los fans más rockeros de la banda o aquellos que prefieran sus exabruptos más ruidosos, este trabajo probablemente resulte demasiado relajado y delicado, hasta un tanto aburrido me atrevería a decir. Para cualquiera que aprecie la música en sí misma, este sigue siendo un bocado para degustar con todos los sentidos en éxtasis.


-Thomas Giles “Pulse” (2011)
Primero lo primero. Tomémonos unos segundos para reírnos del nombre Giles. Ahora sí. En realidad el gil es uno sólo y se trata de Tommy Giles Rogers Jr., vocalista y tecladista de Between The Buried And Me quien, en 2005, ya había lanzado un álbum solista bajo el nombre de Giles, sin el Thomas. En aquel, lejos del Metalcore Progresivo y ecléctico de su banda principal, Rogers se adentraba en terrenos netamente electrónicos, por momentos más melódicos, en otros cercanos a lo Industrial (digamos del lado de Front 242 o Nitzer Ebb) y, por lo general, manteniendo cierta impronta experimental y desprejuiciada. Ahora llega este “Pulse”, que bien puede ser considerado su primer disco solista o el segundo del proyecto Giles que, para el caso, es lo mismo. Lo que sí es diferente es la música aquí contenida. La Electrónica no se fue pero relegó su rol predominante por el de sutil acompañamiento y ahora se respira un aire más orgánico y, principalmente, melódico. Ya la melodía casi épica del inicial “Sleep shake” trae claras reminiscencias al Porcupine Tree más cancionero, una influencia que ya se estaba colando en los últimos trabajos de Between The Buried And Me, por cierto. Pero esa no es la única referencia. El tono reposado del disco y las melodías de dramáticos aires melancólicos tienen cierto aire a Radiohead, los pianos y teclados varios mantienen fuertes lazos con el Rock Progresivo, los elegantes juegos corales pueden llegar a remitir a un Queen intimista, los flirteos con arreglos poco tradicionales podrían arrimarse al Post-Rock, ciertos pasajes acústicos tienen un tufillo a Folk y el esmerado entramado de capas sonoras, así como los climas oscuros y los resabios de sonidos digitales un tanto más abrasivos no desentonarían en un grupo como Nine Inch Nails. Variedad parece ser la palabra clave y eso no debería ser una sorpresa teniendo en cuenta el historial de este muchacho. Lo que tal vez sorprenda es su capacidad para cristalizar todo ese cúmulo de ideas dispares en canciones de estructuras más bien tradicionales y con el foco siempre puesto en la melodía. Por supuesto, no faltan los momentos donde la distorsión dice presente y la intensidad sube pero no son la norma y, ciertamente, no tienen nada que ver con el Metal extremo ni de ningún tipo (“Medic” es lo más cercano a un tema metálico que encontrarán aquí). En fin, queda claro que este no es un trabajo para fans de Between The Buried And Me, a menos que cuenten con gustos musicales bastante amplios, claro está. Para los que aprecien el Rock (para no entrar en tantos recovecos de definiciones y subgéneros) en su estado más melódico y elegante, esta puede ser una buena opción.


-Wire “Red barked tree” (2011)
Si ya hablamos del regreso de Gang Of Four, sería una picardía (como dicen las viejas) no meternos también con lo nuevo de Wire, otro de los pilares fundamentales y más influyentes del Post-Punk británico de fines de los setentas y principios de los ochentas. A diferencia de los liderados por Andy Gill, Wire no vuelve luego de años de silencio. De hecho, sus trabajos más recientes (“Send” de 2003 y “Object 47” de 2008) mostraron al grupo en un nivel más que saludable, sin alcanzar la altura de sus grandes clásicos, obviamente, pero con la clara intención de seguir haciendo música y no simplemente regodearse en sus laureles retro. Bien, si “Send” era un disco eminentemente abrasivo y cerrado, y “Object 47” abrió el panorama a mayores variantes musicales, “Red barked tree” se perfila como una profundización del costado más melódico de Wire. La rabia Punk sigue estando allí, por supuesto, y no faltan las guitarras distorsionadas y esa impronta entre intelectual y nerviosa que patentaran en el inmortal “Pink flag” de 1977, pero lo que aquí predomina son canciones de sabor Pop, construidas sobre elegantes texturas de guitarra, ritmos un tanto más cadenciosos y líneas vocales cuidadas y emotivas, casi Beatlescas. Tampoco faltan los flirteos electrónicos, el dejo lejano a Kraut-Rock ni esa especie de oscuridad ochentosa tan británica. Es más, el sonido general del disco huele a ochentas, lo cual puede ser una virtud o un defecto según los gustos de cada uno. De cierta forma, “Red barked tree” contiene prácticamente todas las variantes alguna vez exploradas por Colin Newman y los suyos, pero encaradas de una forma madura y adusta. Podemos percibir esa sensibilidad despojada de sus inicios pero atravesada por la calma que da el paso del tiempo, el espíritu de experimentación también está siempre latente pero confinado al respeto por la canción. Y, en última instancia y más allá de especulaciones y comparaciones, lo que aquí tenemos son once grandes canciones, con un trabajo melódico excepcional y un vuelo creativo instrumental que deja en claro por qué esta gente ha sido una influencia fundamental para grupos, a su vez influyentes, como Mission Of Burma, Sonic Youth, Slint o el mismísimo Steve Albini en todas sus incursiones. No hay con qué darle, los viejitos siguen estando en excelente forma.

1 invocaciones del cosmos:

thomas giles + between the buried and me estan geniales, no los conocía. Lei que giles participara en el prox. de devin townsend :O
geniales recomendaciones como siempre.

saludos!