27 de octubre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Bam Bam Estás Muerto “Libros, poesías y films” (2010)
Lo primero que veo son flores y mariposas fundidas en un naranja ígneo. Avanzo y me topo con textos cargados de romanticismo, contemplación, dolor e inocencia. Un poco más, y tengo a estos cinco muchachos sonrientes tendidos sobre un verde pasto adornado de hojas otoñales. Tal vez no sean el tipo de imágenes que la mayoría asociaría inmediatamente al Hardcore pero si algo queda claro en este debut discográfico de Bam Bam Estás Muerto (ya desde el nombre mismo del grupo) es que no estamos en presencia de material convencional ni atado a ningún tipo de regla estilística. Hablamos de Hardcore porque los tempos frenéticos, las voces quebradas, los riffs potentes y toda esta pasión desbordada y urgente así nos lo indican, y no por una cuestión de repetir lugares comunes ya sean musicales, ideológicos o estéticos. Por otro lado, las hermosas melodías, el espeso entramado de arreglos y texturas, los cambios de ritmo y los flirteos con elementos musicales más bien exóticos (teclados, violín, guitarras acústicas, coros infantiles, empleo de disonancias y pasajes de profunda tensión psicodélica y hasta un fragmento del tango “Por una cabeza” de Gardel y Le Pera) nos obligan a una apreciación que va más allá del mosh y los gestos acusadores. Y, en última instancia, eso también es Hardcore. ¿O dónde está escrito, acaso, que la única forma válida de encarar el género sea a través de poses rudas y sonidos violentos? Aquí hay emoción, introspección, imaginación y una intensidad que nos hace pasar por alto alguna que otra desprolijidad, en especial en el terreno vocal. No es casualidad que este álbum sea editado por Varsity, un sello (regenteado por los chicos de Reconcile) que últimamente viene demostrando una saludable apertura en lo que a Hardcore se refiere, proponiendo nombres frescos en la escena vernácula (Enquirer, El Camino Más Difícil, los mismos Reconcile) e internacional (Verse, Against All My Fears, Cinder) e inclusive no poniendo objeciones a que Bam Bam Estás Muerto entregue de forma gratuita la versión digital de “Libros, poesías y films” en su propio Myspace (www.myspace.com/bambamestasmuerto). Alguna vez los legendarios No Demuestra Interés dieron en el clavo dirigiéndole al Buenos Aires Hardcore la inmortal frase “debes quitarte el uniforme”, más de quince años después dicha proclama sigue vigente y se manifiesta fervientemente en estas nueve apasionantes canciones.


-Betrayed “Suffering” (2010)
Contando con miembros de luminarias del Hardcore de los últimos tiempos como Carry On, Champion o Terror, Betrayed bien podría ser considerado un supergrupo dentro del género. Por ende, podrían dedicarse simplemente a descansar sobre sus laureles y repetir las fórmulas que llevaron al éxito (bueno, éxito moderado, esto sigue siendo Hardcore al fin de cuentas) a sus agrupaciones previas, con la certeza de que al menos un puñado de jóvenes tatuados les prestarían atención. Pero, haciendo honor al espíritu trabajador e inquieto que alguna vez implantaran leyendas como Black Flag o Minor Threat, el cuarteto decidió ir por más. “Suffering” es simplemente un ep de cuatro temas (precedido por el ep “Addiction” de 2005 y el larga duración “Substance” de 2006. Y si ponen juntos los tres títulos en orden hasta parece un mensaje subliminal Straight Edge) y en los siete minutos y monedas que ocupa se percibe el empuje por no quedar atrapados en las fórmulas típicas patentadas por clásicos como Youth Of Today, Gorilla Biscuits o Chain Of Strenght. Por supuesto, las raíces están ahí, los tupá-tupás, los riffs más energizantes que un balde de Red Bull, los gritos con el pecho inflado y las venas de la garganta a punto de estallar. Pero también hay lugar para ritmos más cadenciosos, riffs más elaborados, solos de guitarra y hasta arpegios y melodías que no hubieran desentonado en discos de Embrace o el Dag Nasty más melódico. Y todo ello sin perder ni por un segundo esa potencia refrescante y contagiosa que es casi la columna vertebral de este tipo de Hardcore. Seguidores de Bane, Reconcile, el primer Comeback Kid y básicamente cualquier banda dedicada a reinterpretar las enseñanzas de la vieja escuela Hardcorera y dotarla de aire más contemporáneos, a por ellos.


-Circle Of Animals “Destroy the light” (2010)
Evidentemente Sanford Parker tiene un gran amor por aquella vieja escena Industrial que asoló su ciudad natal (Chicago) a fines de los ochentas y principios de los noventas, especialmente de la mano del sello Wax Trax, por donde pasaron Ministry, Revolting Cocks (bueno, básicamente todos los proyectos relacionados a Al Jourgensen y sus amigotes), My Life With The Thrill Kill Kult, KMFDM, Front 242 y demás luminarias del género. Es que, más allá de su asociación con el Sludge/Doom/Post-Metal (evidenciada por su trabajo en grupos como Minsk, Buried At Sea y Behold! The Living Corpse), este señor barbudo últimamente no ha perdido oportunidad de meter esas influencias en otros proyectos, ya sea Blackmetaleros (los últimos trabajos de Nachtmystium y el supergrupo Twilight) o de neto corte Industrial, como los geniales The High Confessions (junto al baterista de Sonic Youth Steve Shelley y al ex-Ministry y Revolting Cocks Chris Connelly) o estos Circle Of Animals que hoy nos ocupan. En esta ocasión su mano derecha es ni más ni menos que Bruce Lamont, líder de los Jazz-Metaleros Avant-Garde Yakuza, encargado de la voz principal a lo largo de toda la placa. A ellos se suma un seleccionado de músicos invitados como para sacarse el sombrero: los mencionados Shelley y Connelly, Darren Verni de Unearthly Trance, John Herndon de Tortoise, John Merryman de Cephalic Carnage y Secret Chiefs 3, el gran Dave Witte (Municipal Waste, Discordance Axis, Burnt By The Sun, Human Remains y un millón más), Blake Judd de Nachtmystium, Zack Simmons de Goatwhore (y ocasional sesionista de Nachtmystium), James Staffel de Yakuza, Jeff Morgan de Rwake, Ron DeFries de Indian y otros menos conocidos. Bien, hasta ahí los datos, pasemos a lo importante. Para aquellos que quedamos deslumbrados por el debut de The High Confessions, este “Destroy the light” representa un complemento ideal y un saludable equilibrio entre nostalgia e inventiva. En efecto, las influencias están claras e indisimuladas (tenemos al Ministry pre-“Psalm 69”, al Killing Joke más virulento, algo de los primeros Swans, un cuidadísimo trabajo de producción que remite a Foetus y diversas referencias al mencionado sonido Industrial de Chicago), pero al mismo tiempo el resultado final brilla con identidad propia, desplegando una imaginación y una profundidad compositiva tan intensa y envolvente como digna de minucioso análisis. Por un lado tenemos bases ominosas y contundentes, que imprimen un paso entre marcial y apocalíptico a cada uno de los temas al tiempo que exhiben un elaborado sentido dinámico que se permite jugar con diversos ritmos (a veces más machacones y acelerados, a veces más tribales, a veces más lentos y aplastantes, a veces más mecánicos e insistentes, a veces más caóticos, casi Jazzeros) sin perder nunca el hilo conductor. Después tenemos una más que destacada labor vocal que aporta una constante bruma de oscuridad entre mística y psicodélica pero alejada de cualquier atisbo de languidez o dramatismo innecesario, manteniendo siempre una tensión de dientes apretados y gesto adusto, con el debido lugar para la melodía pero también para la intensidad. Pero el punto fuerte es el despliegue instrumental que el mismo Parker (con una ayudita de Lamont y algún que otro colaborador ocasional) expone en estas ocho canciones, tendiendo infinitas capas sonoras hasta generar densas pinturas plagadas de detalles y arreglos tan certeros como imaginativos. Riffs amenazantes, misteriosos arpegios, gruesos colchones de electrónica crepitante, espesos entramados de samples que se van sumando en un barroquismo asfixiante y perturbador, un bajo que gruñe a la Godflesh, punteos que inducen confusión en los sentidos, melodías cargadas de una desazón maliciosa y abrumadora, teclados que nos transportan a paisajes entre siderales, desérticos y surrealistas, tupidas texturas que nos envuelven en un viaje tan onírico como intenso y muchos más elementos (mencionarlos a todos haría que este comentario sea aún más extenso. Y ya es bastante extenso, por cierto) se funden en una danza ondulante que se apodera inexorablemente del oyente y no lo suelta hasta que los cuarenta y cinco minutos de música hayan concluido. Los amantes del mejor Rock Industrial de ayer y hoy (entre los que me cuento, vale aclarar) estarán de parabienes pero la calidad superlativa de este material trasciende lo genérico y se hace recomendable para todo aquel que simplemente aprecie la música que estimule tanto al cuerpo como a la mente y el alma. De cabeza a lo mejor del año.


-Envy “Recitation” (2010)
Solos en este desierto urbano, miradas atravesadas por fantasmas grises de recuerdos que, poco a poco, se van borroneando. Un piano lejano y un recitado que se comprende aún sin conocer su idioma. Un arpegio que cae como una cortina de estrellas sobre esta noche eterna del alma. Las imágenes se superponen en cámara lenta, evocaciones fragmentadas, fotografías en blanco y negro con los bordes corroídos por el tiempo. Tanto dolor sólo puede ser liberado con un estallido, sólo puede ser explicado en alaridos, sólo puede ser comprendido a través de estos entramados melódicos que ondulan constantemente en un espiral de intensidades, luces y sombras. Envy ha crecido, eso lo sabe cualquiera que haya seguido su evolución desde el crudo y caótico Screamo de sus primeros años (hablamos de mediados y fines de los noventas) hasta esta suerte de Post-Rock atravesado por desgarradoras descargas de distorsión. Pero es aquí, en “Recitation”, donde finalmente logran darle un marco absolutamente propio a dicho sonido. Las canciones manejan la dinámica familiar de moverse entre reflexivos remansos melancólicos y envolventes subidas de decibeles pero ahora ese movimiento se vuelve más natural, más orgánico. Gran parte del mérito se lo llevan las guitarras de Nobukata Kawai y Masahiro Tobita, entrelazándose en infinitos paisajes melódicos que generan nudos en el estómago, elevándose en cascadas rifferas que sacuden el espíritu, dibujando texturas que resultan sólidas y complejas al mismo tiempo, adornando todo con imaginativos arreglos y contrapuntos de una belleza devastadora. Pero también hay que mencionar a Dairoku Seki que, tras los parches, se maneja con la precisión y la sabiduría de un monje Shaolin al tiempo que se detona como una estampida de elefantes en los momentos más álgidos. La voz de Tetsuya Fukagawa sigue siendo el elemento más limitado de la propuesta pero aún así alcanza tal fuerza y pasión en sus recitados y en sus gritos que seguramente rompería el encanto si intentara otras variantes. Y, si hay algo que se mantiene firme en la carrera de Envy es la emoción en su estado más puro y visceral, así que en ese sentido no hay ninguna queja posible. Absolutamente recomendado para todo aquel que tenga un corazón latiendo en el pecho.


-ExoMATER “ExoMATER” (2010)
Siendo Francisco Rivera Rivera (único integrante de ExoMATER) de origen chileno, uno podría hacer el chiste fácil relacionando las sensaciones opresivas que transmite este álbum debut con el encierro subterráneo sufrido por los ahora famosos treinta y tres mineros. Pero, sin duda alguna, lo que más llama la atención es la variedad compositiva que expone, eludiendo hábilmente cualquier intento de encasillamiento facilista. Hablamos de una única composición de veinticuatro minutos y pico de duración, que se va moviendo constantemente entre pasajes ambientales y subidas de intensidad, que avanza siempre de forma impredecible, trazando una trayectoria errática en lo formal (es decir, no apegada a reglas genéricas o de estilo) pero al mismo tiempo coherente y certera. Tenemos momentos que remiten claramente a las atmósferas cavernosas del Drone, samples, arreglos y texturas de sabor Industrial, delicadas guitarras Post-Rockeras, embotadoras ensoñaciones psicodélicas, riffs pesados y graves de impronta Sabbáthica, densas cascadas de distorsión Shoegazera, ritmos cadenciosos pero con nervio rockero, tensas brumas de oscuridad ambiental, voces que se mueven entre melodías flotantes y profundos gruñidos Deathmetaleros, todo puesto en pos de proponer un viaje sumamente asfixiante con el que el mismo autor pretende “remover el pensamiento inculcado en la sociedad contemporánea por siglos y liberar la mente del miedo, la violencia y la intranquilidad psico/emocional con la que aprendemos a vivir desde niños”, según sus propias palabras. Dese ya, al tratarse de material registrado de forma casera y por una sola persona, pueden percibirse ciertas pequeñas desprolijidades que, no obstante, no llegan a empañar el resultado final. En cualquier caso, siempre es destacable el espíritu inquieto y esa es una virtud innegable en Rivera, a juzgar por su participación en otros proyectos como Magna Veritas y MOA. No es material para oídos que busquen complacencia inmediata pero los que se atrevan a encarar la experiencia desprovistos de prejuicios podrán toparse con una grata sorpresa.


-Hail Of Bullets “On divine winds” (2010)
Sin duda alguna, uno de los grandes responsables del revival Deathmetalero vieja escuela que se vive hoy en día en el underground metálico ha sido esta suerte de supergrupo conformado por miembros de luminarias del género como Asphyx, Bolt Thrower, Comecon, Pestilence y Gorefest (entre muchas otras) que, con su debut discográfico (“…Of frost and war”, editado en 2008) demostró que las enseñanzas de clásicos como Autopsy, Celtic Frost, Obituary y los mencionados Asphyx y Bolt Thrower todavía podían ser reinterpretadas de forma respetuosa y contemporánea al mismo tiempo. Así, estos holandeses llegan al segundo disco (en el medio, su vocalista Martin Van Drunen reformó Asphyx, incorporando también allí al guitarrista de Hail Of Bullets Paul Baayens) con las premisas y la energía intactas. No hay mucha vuelta que darle, se trata de Death Metal con impronta bélica, con composiciones simples y contundentes, con un claro amor por los rebajes dumbetas y los medios tiempos casi marciales. Las referencias listadas más arriba sirven como claro ejemplo del estilo practicado por el quinteto pero el sonido claro y potente como un martillazo en la sien y el afilado instinto compositivo del que hacen gala los separan de la mera copia sin sustancia. Tampoco se puede hablar de originalidad pero los resultados concretos son tan sólidos y frescos que ese ítem puede quedar en cómodo segundo plano. La banda suena ajustadísima, las guitarras serruchan con un maravilloso repertorio de riffs carnosos (sencillos pero nunca burdos o aburridos) y punteos de pura maldad épica, la base rítmica mantiene una fluidez envidiable sin bajar nunca la intensidad (aquí vale más el sentido del groove que el despliegue de golpes a toda velocidad, aún cuando hay arranques que provocarían una erección al mismísimo Dave Lombardo), la voz de Van Drunen conserva ese tono tan particular (esa especie de gruñido afónico y seco) que lo distingue de otros pudridores de garganta y las canciones mismas presentan un poder de síntesis y un gancho que las hace sencillamente irresistibles. Más allá de modas y tendencias, Hail Of Bullets parece comprender que lo más importante, en el género que sea, son las canciones y eso ya les vale para ganarse su lugarcito en el panteón del Metal extremo actual.


-Hero Destroyed “Throes” (2010)
Si una banda viene recomendada por los mismos integrantes de Don Caballero (que oficiaron de puente entre Hero Destroyed y Relapse Records), entonces más vale prepararse para un serio despliegue de virtuosismo puesto al servicio de las emociones fuertes. Si encima el grupo en cuestión tiene en sus filas a un integrante de los frenéticos Commit Suicide (una de las propuestas más interesantes que nos legó el Death técnico de la década pasada), entonces queda del todo claro que lo que se viene es material intrincado, extremo y destinado a jodernos la mente. En efecto, luego de un ep homónimo (editado en 2008), Hero Destroyed llega a su álbum debut repartiendo dedos, golpes y alaridos como si no hubiera un mañana. Esto es Mathcore, por si no lo suponían, parado en algún lugar entre el caos vertiginoso y calculado de The Dillinger Escape Plan y el groove epiléptico de Coalesce, principalmente rabioso y desprovisto de cualquier atisbo de melodía o variantes exóticas, más allá de algún breve interludio ambiental. A pesar de ello, el quinteto se las arregla para eludir el aburrimiento y la monotonía con un agudo sentido de la dinámica y una colección de riffs que harán las delicias de todo nerd extremo que se precie de tal. Desde ya, sería un error (y un camino de ida a la desilusión) esperar innovaciones en “Throes”. Los músicos son excelsos intérpretes y demuestran una vasta imaginación a la hora de componer pero nunca se salen de los márgenes esperables del género. Un género, por cierto, que parecen dominar con profundo conocimiento de causa y enroscada pasión. Dicho en otras palabras, no hacen nada nuevo pero lo hacen bien. Por ahora vale como para despuntar el vicio, para la próxima espero un vuelo más personal.


-John Zorn “Ipsissimus” (2010)
El “Ipsissimus”, según los preceptos mágicos elaborados por Aleister Crowley, es algo así como el superlativo del ser. Bien, en lo musical pocos seres son tan superlativos como los que el maestro Zorn convocó para formar parte de su Moonchild Trio, expandido a cuarteto desde el anterior disco, “The Crucible” (2008), con la incorporación del guitarrista Marc Ribot. Sí, hablamos de la quinta entrega de esa serie que se inició en 2006 con “Astronome” y “Moonchild” y en la cual Zorn se vuelve a colgar el saxofón en su modo más rabioso, se monta a las frenéticas bases urdidas por Joey Baron (batería, ex Naked City) y Trevor Dunn (bajo, ex Mr. Bungle), se trenza en acalorados duelos con las más deformes y coléricas excelencias vocales de Mike Patton y recupera, de cierta forma, el espíritu virulento, caótico y revulsivo de los legendarios Naked City. O sea, aquellos que no tienen tanta paciencia para los trabajos más experimentales o refinados del neoyorquino y prefieran su costado más bien rockero o extremista, aquí tienen un bocado para degustar con todos los sentidos en ebullición. Por supuesto, esto no es material fácil y esta no es gente dispuesta a dejarnos las cosas servidas en bandeja. Los arranques más frenéticos son enroscadas batallas sónicas que, entre riffs laberínticos, solos desquiciados, golpes hiperquinéticos, punzantes disonancias y alaridos desencajados (Patton sigue demostrando que es uno de los más destacados estudiosos de las vocalizaciones extremas), generan una tensión sumamente física, visceral y sudorosa, se sienten en los huesos y estrangulan la mente hasta dejarla agotada. Pero eso no es todo. También hay lugar para misteriosos pasajes que apuntalan el aire esotérico de la placa, ya sea con oscuros recovecos de sórdida belleza melódica como con visiones de puro embotamiento psicodélico rozando lo abstracto. Y lo mejor es que el tránsito entre unos y otros se da de forma impredecible y fluida al mismo tiempo, a través de intrincadas arquitecturas compositivas (agrupadas en dúos, tríos y cuartetos) que desafían las meras nociones rockeras sin por ello perder de vista la dinámica ni la intensidad. De hecho, en términos de energía desatada y maniática, “Ipsissimus” es capaz de competir (y ganarle por afano) a cualquier exponente del Metal extremo que se atreva a plantársele. La diferencia es que aquí no hay limitaciones genéricas que restrinjan el enorme flujo creativo ni acartonamientos académicos que se interpongan con la entrega urgente y visceral de los músicos. En fin, esta formación es garantía de calidad y, una vez más, no sólo no defraudan sino que encima se alzan con uno de los mejores discos del año.


-Manic Street Preachers “Postcards from a young man” (2010)
La idea inicial de los Preachers para este décimo álbum (sin contar compilados ni esas cosas) era la de crear un disco Pop, plagado de hits radiables y con un espíritu más bien celebratorio, en contraposición con la angustia que se percibe en varios de sus trabajos previos. No sé cómo les irá con la difusión radial pero en lo que hace a canciones pegadizas, emotivas, elegantes y sencillamente hermosas, el objetivo ha sido alcanzado sin problemas. Desde ya, no es la primera vez que los galeses dan rienda suelta a su costado más dulce y reposado pero, si sirve como referencia para entendidos, este “Postcards from a young man” se presenta como un trabajo claramente superior a “This is my truth tell me yours” o “Lifeblood”. El punto, como siempre, está en las canciones mismas, rebosantes de vitalidad, maduras pero nunca inaccesibles, lánguidas o superficiales (no por nada hace mucho tiempo que dejaron de lado sus flirteos con una bobalicona estética glamorosa). Abundan las guitarras limpias, los tempos cadenciosos, las melodías refinadas y sensibles, las texturas cuidadas, los arreglos sutiles y esas orquestaciones que, a esta altura (al menos a partir de “Everything must go”), son un elemento típico del trío. Hay también espacio para un coro Gospel (en cuatro de los doce temas) que pone de manifiesto el homenaje a Motown anticipado por el mismo Nicky Wire meses antes de la edición del disco, hay músicos invitados (el recauchutado Duff McKagan con su bajo en “A billion balconies facing the sun”, el ex Velvet Underground John Cale metiendo ruido y teclados en “Auto-Intoxication” y el insoportable Ian McCulloch de los abominables Echo & The Bunnymen poniendo su patética voz en “Some kind of nothingness”, un tema que, a pesar suyo, llega a buen puerto) y hasta hay alguna que otra levantada de intensidad, aunque nada que los acerque a la rabia Punky de otras placas. De todas formas, Manic Street Preachers siempre fue un grupo con identidad propia (en gran parte gracias al inconfundible tono de voz de James Dean Brafield) y eso les permite moverse entre diferentes variantes estilísticas sin por ello perder de vista el poderío básico e inextinguible de las buenas canciones y las grandes melodías. Cualquiera que aprecie dichas cualidades debería, al menos, darle una oportunidad.


-The Chariot “Long live” (2010)
Hay días en los que todo sale mal, días en los que la vida parece empeñada en demostrarnos lo cruel que puede llegar a ser, días marcados por un constante rechinar de dientes y una violenta ebullición del ánimo. Días de mierda, en otras palabras. ¿Y qué mejor para sobrellevar esas jornadas que media hora de ritmos taquicárdicos, acoples, riffs disonantes y alaridos desgarrados? The Chariot llega a su cuarto disco con una saña y una rabia que se sienten en los huesos y los dejan entumecidos. Encima decidieron registrar la placa en vivo en un estudio absolutamente analógico, lo que hace que su impronta de Mathcore a la Coalesce gane en intensidad y crudeza, transmitiendo una sensación física de la que es imposible substraerse. Las guitarras chillan y se retuercen dejando en claro que la idea de combinar Hardcore, Metal y Noise-Rock todavía puede dar grandes resultados, la batería sostiene los maremotos sónicos con constantes cortes y quebradas que generan auténticos ataques de epilepsia pero al mismo tiempo con un afilado sentido del groove y la dinámica, y la voz corona todo eso con una energía que rebalsa de los parlantes y se clava en las entrañas como un puñal oxidado. El bajo está ahí pero no aporta demasiado, es cierto. ¿Pero a quién le importa eso? Las destrezas instrumentales (que las hay, no les quepa ninguna duda) pasan a un cómodo segundo plano ante semejante despliegue de cólera sin adulterar. Dese ya, hay lugar para alguna que otra variante melódica y rítmica (un piano por aquí, un rebaje Sludge por allá), y el caos de las composiciones permite estratégicos silencios y pasajes que podrían ser considerados simples dentro de los parámetros del Mathcore, todo lo cual no hace más que aportar el necesario (y breve) respiro para eludir la monotonía y poder mantener así un nivel de intensidad altísimo. Estas diez canciones apabullan tanto, se ciernen con tal agresión sobre los sentidos que ni siquiera vale la pena preocuparse por el hecho de que no se trate el material más logrado, creativamente hablando, del quinteto. Si andaban buscando un disco que les haga hervir la sangre, he aquí una excelente opción.


-The Ex “Catch my shoe” (2010)
Hay danzas que cargan en sí mismas con significados más profundos que el mero esparcimiento. The Ex nos pueden poner a bailar en este doceavo disco de estudio pero jamás nos ofrecerán un escapismo. Su música ha incorporando tal variedad de ritmos y sonoridades que tratar de encasillarlos parece casi una ofensa al sentido común. Sí, con más de treinta años de carrera ininterrumpida estos holandeses no sólo mantienen intacto el empuje vital de una búsqueda artística inagotable, sino que encima lo hacen con un fuego ardiendo en sus entrañas que les confiere una intensidad inalcanzable de tan elevada. Sí, nacieron en los albores del Punk-Rock pero siempre tuvieron más en común con CRASS que con The Clash o los Sex Pistols. También tuvieron, en los ochentas, sus oscuridades Post-Punks pero más del lado opresivo de Swans o Killing Joke que de la brumosa languidez de The Cure o del patetismo descalabrado de Joy Division. Contaron con algunos de sus discos editados por Touch & Go, el sello insignia del Noise-Rock americano de los noventas, y sin embargo siempre ostentaron una frescura, una versatilidad, un instinto melódico y una lucidez poco comunes en el género. Compartieron trabajos discográficos con gente como Sonic Youth y Tortoise y, en ambos casos, lograron dotar a dichas bandas de una energía visceral que ellas mismas parecían haber olvidado en algún momento, sin resignar ni un ápice de todo su complejo caudal creativo. Han ido incorporando elementos exóticos en su propuesta (músicas de Hungría, Turquía, Etiopía, Congo) pero están en las antípodas del multiculturalismo snob e hipócrita de un Manu Chao o de la World Music en general. Poseen claras influencias (tanto en lo que hace a composición como arreglos e interpretación) del Jazz y de la Música Contemporánea pero transpiran, se retuercen y ponen el cuerpo en su entrega como casi ningún músico académico suele hacerlo. Si no los conocen, una aproximada descripción (sólo aproximada, insisto, hay que escucharlos para notar que ésta es música demasiado original como para compararlos con nadie) de su actual sonido podría ser imaginar una suerte de Fugazi expandido por los músicos de Mr. Bungle en sus momentos más ampulosos. Si ya los conocen, lo que único que resta agregar es que lo consigan este maravilloso “Catch my shoe” a cómo de lugar y pronto.


-Withered “Dualitas” (2010)
Algunos habrán llegado linkeando hasta Withered al saber que dos de sus miembros fundadores (los guitarristas y vocalistas Chris Freeman y Mike Thompson) se despachaban, a fines de los noventas, a puro Grindcore/Crust en Social Infestation junto al por ese entonces futuro bajista/vocalista de Mastodon, Troy Sanders. Otros sencillamente se habrán deslumbrado por la particular cruza de Sludge, Death, Black Metal y Grindcore que ostentaran en su álbum debut, “Memento mori”, editado en 2005. La gran mayoría ni debe saber quiénes son estos barbudos que aquí llegan a su tercera placa con la potencia y la grandilocuencia intactas. Hablo de grandilocuencia porque todo suena enorme, monolítico y exagerado en este envolvente “Dualitas”. Cuando la cosa se pone violenta, los blast-beats hacen temblar paredes, los riffs estrangulan a toda velocidad y los gruñidos cobran una magnitud bestial e inhumana. Cuando bajan el ritmo, es como si la superficie misma de la tierra se agrietara con cada golpe de batería, como si las guitarras fueran montañas desplomándose en cámara lenta, como si el bajo imitara el latido de volcanes en erupción. Cuando se acomodan entre el Black y el Death dibujan las más blasfemas y barrocas pinturas apocalípticas, invocan legiones de demonios volando vertiginosamente y dejando un espeso rastro de hollín y azufre a su paso. Por supuesto, tienen lugar para la melodía en algunos riffs ya arreglos de guitarra (no así en las voces, que son puro extremismo) pero siempre utilizada en función de generar atmósferas tensas, malignas o desoladoras. Hasta los interludios instrumentales, a la mitad y al final del disco, tienen más que ver con el Ambient o el Noise que con remansos acústicos o vergonzosas pretensiones sinfónicas de cotillón. Es que estos sureños (de Atlanta, Georgia, no de Tierra Del Fuego) saben de sutilezas (la complejidad con que están construidas las composiciones y la precisión con que las interpretan así lo demuestra) pero no de concesiones a los sentidos ni de gestos amigables. Cada ínfimo detalle (a los logros técnicos antes mencionados, sumen una producción y sonido excepcionales) está puesto para apabullar al oyente y envolverlo invariable e impiadosamente en un auténtico infierno musical. Los valientes que emprendan el viaje serán gratamente recompensados al final.

2 invocaciones del cosmos:

bien por francisco, exomater y magna veritas son proyectos que me gustan muchisimo, bien elaborados y con un sentimiento enorme...

me falta el de hail of bullets, uffff vieja, como dicen en españa, estos tios me flipan