2 de octubre de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-A Storm Of Light “Forgive us our trespasses” (2009)
Si el disco debut de A Storm Of Light (“And we wept the black ocean within”, editado el año pasado) representaba una más que correcta reinterpretación Neurosiesca en clave de Doom monolítico, en este segundo paso (sin contar el split con Nadja) los liderados por Josh Graham (casualmente, ex miembro de Neurosis y también partícipe de exponentes de la vanguardia Post-metálica como Battle Of Mice y Red Sparowes) decidieron poner toda la carne al asador y entregar un trabajo al cual la palabra épico le queda chica. Sufrieron la partida de Vinny Signorelli (legendario baterista de Swans y Unsane) pero se ve que eso no les afectó demasiado. A la instrumentación rockera tradicional (es decir, guitarras, batería, bajo y voz) suman sintetizadores varios, pianos (acústicos y eléctricos), banjos, percusiones, theremin, violines, violoncelo y voces femeninas invitadas entre las que encontramos a Nerissa Campbell (interprete de oscuras raíces Jazzeras), Carla Kihlstedt (de los delirantes Sleepytime Gorilla Museum), Lydia Lunch (la poetisa de la No-Wave neoyorquina que aquí aporta uno de sus típicos pasajes hablados) y la siempre dispuesta Jarboe. Todo este despliegue ya debería ponerlos en situación pero, como siempre, lo que realmente cuenta son las canciones. El primer cambio evidente se da en la voz de Graham que abandona casi por completo los rugidos de antaño en pos de una tonalidad melódica que los acerca (sólo en el terreno vocal, claro) a grupos como Torche o lo último de Baroness pero, aún así, mantiene una sobria majestuosidad a tono con la parte instrumental. Los riffs siguen sonando enormes y oscuros pero se ven constantemente acompañados por texturas y arreglos provenientes de los demás instrumentos. Y ahí hay otra clave que separa a este proyecto de los incontables copiones de Neurosis que tanto abundan hoy en día. Las composiciones cuentan con una profundidad armónica y un grado de sofisticación que podrían rivalizar con el más pomposo Rock Progresivo y, sin embargo lejos están de las demostraciones de virtuosismo o el exceso incoherente de ideas superpuestas. Los temas fluyen a paso lento y seguro, manejan los cambios de clima y los paisajes entre lisérgicos y apocalípticos con una naturalidad y una solidez pasmosas. Cambiar el approach vocal también hace que el grupo deje de lado las típicas subidas de intensidad del Post-Metal y busque dinámicas no tan trilladas. Por supuesto, hablamos de un trabajo denso (no sólo en lo sonoro, si no también en lo emocional e intelectual), plagado de detalles y sutilezas y concebido con una seriedad que exige un grado de concentración extra. Hay que estar bien predispuesto para tragarse de un tirón casi una hora entera de pura grandilocuencia dumbeta adornada de sombría psicodelia y entregada con una convicción y una intensidad inquebrantables. Pero aquellos que estén dispuestos a emprender el arduo viaje se harán acreedores de una suculenta recompensa espiritual.


-Antigua & Barbuda “Try future” (2009)
Puede parecer una pavada, pero a veces una labor vocal desafortunada es capaz de arruinar (o, al menos, resentir) el contenido de un disco, en los demás aspectos, impecable. Algo así sucede en este larga duración debut (luego del ep “La pirámide invertida”) de este cuarteto oriundo de Pamplona, España. Si pudiéramos silenciar las voces (a cargo de tres de los miembros del grupo) de este disco, con sus constantes desafinaciones, sus innecesarios excesos y sus irritantes tonos agudos (similares al, ya de por sí molesto, de Cedric Bixler-Zavala de The Mars Volta), nos encontraríamos con uno de los álbumes más interesantes que el Rock Progresivo actual nos ha legado. Con un trabajo rítmico frenético y sencillamente apabullante, unas guitarras inquietas (capaces de enroscarse en laberínticos punteos, deshacerse en ácidas texturas o golpear como un martillo cargado de sólidos graves, según se lo requiera), unos teclados paridos en las más deformes profundidades cósmicas y un vuelo compositivo digno de esas intenciones espaciales. Inclusive los guiños a diversos géneros de Metal extremo (podemos toparnos con Blast-Beats, progresiones de acordes típicamente Blackmetaleras y hasta riffs de pura cepa Sludge) no hacen más que amplificar el carácter alucinógeno de las composiciones. No deja de ser sumamente curioso como un entramado musical tan rico, cuidado e imaginativo se ve bastardeado por vocalizaciones tan pobres y despersonalizadas. En fin, si son capaces de abstraerse y concentrarse sólo en la parte instrumental (o si este tipo de voces son de su agrado), les aseguro que en este afiebrado y lisérgico “Try future” encontrarán mucha música para saborear.


-Black Cobra “Chronomega” (2009)
Si un grupo cuenta con la presencia de ex miembros de Cavity y 16 y el apoyo discográfico de Southern Lord (el sello regenteado por los monjes oscuros de Sunn 0)))), es de esperar que no falten las guitarras ultra graves, los ritmos densos, los alaridos desgarrados, los riffs enfermos y demás clichés de esa reinterpretación en clave de Hardcore empantanado del viejo Black Sabbath, que conocemos como Sludge. En ese sentido no hay sorpresa alguna en este tercer álbum de Black Cobra. Si nunca los escucharon, tal vez les resulte curioso que la formación sea un dúo (Jason Landrian en guitarra y voz y Rafael Martinez en batería), en especial teniendo en cuenta que no dejan ni un espacio libre para respirar y suenan como una estampida de Crowbars respirando fuego. La guitarra infecta el aire con un sonido masivo y unos riffs que abren grietas en forma de espiral sobre agujeros negros, la batería reparte golpes con convicción kamikaze y un sentido del groove empapado de violencia etílica. Por supuesto, ayuda el hecho de que cuenten con el gran Billy Anderson tras las perillas, un auténtico gurú de todas las cosas graves y pesadas que cuenta en su curriculum trabajos con Melvins, Sleep, Neurosis, Eyehategod y Buzzov-En, entre tantos otros paladines del Sabbathismo extremo. “Chronomega” encuentra al dúo en perfecta forma, sin incorporar nuevas ideas pero exprimiendo a fondo las ya conocidas con una potencia arrolladora. Los temas no se apoyan exclusivamente en los ritmos lentos, si no que se permiten enérgicas aceleradas Punkys, algún que otro flirteo Thrasher a la High On Fire y hasta algo de ese groove Hardcoroso y embarrado de clásicos como Fudge Tunnel. La guitarra parece haber dejado de lado, casi por completo, los flirteos con el Post-Hardcore de su primer trabajo (“Bestial”, editado en 2006) y se concentra en el costado más dumbeta de la propuesta, creando majestuosas murallas de distorsión que obligan a alzar las manos hacia el cielo en típico gesto de sostener naranjas invisibles. En fin, no le va a cambiar la vida a nadie pero se trata de un trabajo hecho a la perfección y que cumple con creces los objetivos del género. Especialmente recomendado para amantes de la incomodidad sureña, las barbas tupidas y el jodido fin del mundo.

-Cloudkicker “The map is not the territory” (2009)
Trabados ritmos Meshuggescos adornados con melodías celestiales. Riffs enroscados entre baterías angulosas. Épicos escenarios descriptos sin palabras. Tenues pasajes ambientales que preludian la tormenta por venir. Virulentos blast-beats dan paso a contracturadas excursiones rifferas que pronto se deshacen en nubes de oscuridad cósmica. La música de Cloudkicker podría ser fácilmente descripta como Metal-Progresivo-Extremo-Instrumental pero eso no explicaría demasiado. Aquí hay elementos de Thrash, Mathcore, Grindcore, Industrial, Post-Rock y, claro, Rock Progresivo fundidos de forma bastante particular, con el eje puesto en la fuerza antes que en el despliegue instrumental pero manteniendo siempre una sutil sensibilidad melódica. El sonido y la interpretación rozan la perfección absoluta, con una precisión sobrehumana y un sentido de la dinámica fluido y natural. Lo que resulta más curioso es que un resultado tan compacto y expansivo sea producto de una sola persona. Sí, Ben Sharp, un pelado nerd oriundo de Ohio, se encarga de todo lo concerniente a Cloudkicker, la composición, la interpretación (las baterías son programadas y se nota que Sharp usa el mismo programa que utilizara Messhuggah en su “Catch 33”), la estética y la edición. Él mismo explica que no le cuesta dinero realizar sus grabaciones y, por ende, todos sus discos (“The discovery” de 2008 y “Portmanteau” editado este mismo año) se encuentran en su myspace (www.myspace.com/cloudkicker) para descargar de forma gratuita. Voy a ser honesto, sólo con ese dato ya dan ganas de prestar atención a lo qué sea que este tipo proponga. El punto es que “The map is not the territory” (al igual que los otros álbumes) lejos está de sonar a producto amateur, al menos en términos artísticos. Las composiciones están pensadas hasta el mínimo detalle, cuentan con personalidad propia (más allá de las influencias, que todo el mundo las tiene) y, como ya dije, a nivel sonoro e interpretativo puede competir (e inclusive superar) a cualquier grupo dentro del Mainstream metálico, si es que tal cosa existe. Yo que ustedes no me lo perdería, pueden llegar a llevarse una muy agradable sorpresa.


-Complete Failure “Heal no evil” (2009)
A ver, ¿les gusta el Grindcore? ¿Lo prefieren con altas cuotas de mugre Crust y esos tupá-tupás Hardcorosos ideales para hacer pogo contra las paredes? ¿Aman esas guitarras como motosierras, esas baterías hiperquinéticas y esos bajos que suenan a pedos de elefante con sida? ¿Tienen predilección por los alaridos desesperados más que por los gruñidos guturales? ¿Y qué me dicen de condimentar la oferta con ciertas extravagancias (guitarras disonantes, algún que otro ritmo trabado, rebajes que rozan el Sludge más enfermizo, dinámicas poco comunes para las convenciones del Grindcore) no muy distantes a las propuestas por bandas como Pig Destroyer o Discordance Axis? ¿Les gustaría eso? ¿Cómo dicen? ¿Qué no tienen problemas con eso pero prefieren que los elementos experimentales se mantengan en el mínimo indispensable como para no sonar a otro clon de Napalm Death? Bien. Y, en esa tesitura, ¿qué dirían de algún que otro riff Deathmetalero? ¿Sin inconvenientes por ahí? Bueno, si lo expuesto es el tipo de material que los hace babear como bestias en celo, este cuarteto oriundo de Pennsylvania les ofrece, en este segundo disco autoeditado, doce auténticas bombas musicales plagadas de caóticos blast-beats, riffs psicóticos, abruptos cambios de ritmo y una violencia salvaje e incontenible. Con el toque justo de deformidad (teniendo un ex Today Is The Day en la formación sería imposible no encontrar alguna que otra curva inesperada) pero sin pasarse de listos, manteniendo en líneas generales el sonido del anterior “Perversions of guilt” (en el medio hubo un disco en vivo llamado “Good things happening to bad people”) pero acentuando un poco el costado Hardcore de la propuesta. En fin, nada para rasgarse las vestiduras y salir desnudos a la calle proclamando a viva voz la segunda llegada del Anticristo, pero, no obstante, un material altamente energético y con la personalidad suficiente como para prestarles debida atención.


-Liturgy “Renihilation” (2009)
Los tiempos cambian, no hay nada que se pueda hacer para evitarlo. ¿Se imaginan qué cara hubiesen puesto Fenriz o Abbath en el ’92 si alguien les hubiera dicho que diecisiete años más adelante existirían grupos que se autodefinen como Black Metal Trascendental, que adornan su estética con celestiales fotos de nubes y horizontes soleados y citan como influencia a Glenn Branca y Swans? Bueno, Abbath seguramente hubiese puesto la misma cara de oler caca que siempre exhibe en sus hilarantes producciones fotográficas y videos. Todo lo que dije antes no es una invención de mi mente (no), este cuarteto de nerds (véanlos a cara lavada con sus bermudas, sus jeans y sus camisas a cuadros) neoyorquinos es la prueba. Si hasta los edita 20 Buck Spin, un sello que cuenta en su catálogo con bandas como Nadja, Black Boned Angel, Coffins o The Endless Blockade. O sea, mucho Doom, Drone, Powerviolence y similares pero poco de negro Metal. Lo interesante es que la propuesta del grupo, si bien cuenta con una identidad más bien exótica para los parámetros tradicionales del Black, en ningún momento deja de lado la virulencia extrema y maligna que caracteriza a los exponentes más violentos del género. Más allá de los breves interludios ambientales/psicodélicos que adornan la placa, la mayoría de los temas se manejan en velocidades vertiginosas, con insistentes blast-beats, taladrantes guitarras y una voz que chilla como si no hubiera un mañana. Los riffs suenan épicos y no olvidan la melodía pero suman a su esperable majestuosidad un laberíntico caos de contrapuntos y dedos desparramados por el diapasón que los acerca a las propuestas actuales de otros como Deathspell Omega o Krallice. De hecho, algunos de esos riffs, puestos en otro contexto, sonarían al más desquiciado de los Mathcores. Al mismo tiempo, ese despliegue guitarrístico se ve complementado por bases que son, al mismo tiempo, minimalistas (el baterista toca sólo con un bombo, un redoblante y un crash) y caóticas. El sonido (un ítem siempre presente a la hora de hablar de Black) mantiene cierto grado de crudeza pero lejos está del Low-Fi, por lo que queda en manos del oyente definir si este material es Trve o no. En fin, más allá de tradiciones y lugares comunes, lo cierto es que este “Renihilation” cuenta con una intensidad y una épica virulencia capaz de competir con cualquier pandilla de noruegos, con el rostro pintado o no.


-Maim “From the womb to the tomb” (2009)
A desempolvar las camperas de cuero, dejarse crecer las melenas y prepara el cuello para el más salvaje headbanging. Tal como está sucediendo con prácticamente todas las corrientes del Rock, el Death Metal también se encuentra en pleno revival noventero. Maim es un cuarteto proveniente de Suecia (una de las capitales del género) y, obviamente, tienen más de Estocolmo que de Gotemburgo. Absorbieron las enseñanzas de los viejos discos de Entombed y Grave como sanguijuelas, logrando ese sonido embarrado tan característico y esos riffs retorcidos pero nunca demasiado complejos. Pero eso no es todo. A la hora de diseccionar la propuesta en busca de influencias encontramos también los restos humeantes de Autopsy (esos rebajes babosos y depravados), Bolt Thrower (en los bélicos medios tiempos), Obituary (el clima ominoso y los riffs simples), el primer Death (las voces y los pasajes más acelerados tienen algo de la impronta primigenia de Chuck Schuldiner) y hasta reminiscencias de aquellas bandas Thrashers que fueron anticipando el Death, como Slayer (hay varios solos de pura cepa Hanneman /King), Celtic Frost o Possessed. Ni hace falta aclarar que esto no es material de vanguardia ni un nuevo amanecer para el género. Suena refrescante principalmente en contraposición a tanto tecnicismo y brutalidad sin sentido que inundo el Death en los últimos años pero también ayuda (como siempre) el hecho de que los tipos están concentrados en escribir canciones antes que catálogos de riffs, cortes y quebradas. Exigirle más a un disco de este tipo sería como pretender mensajes reveladores en una película de terror clase B. Esto es pura diversión, inmadura, fantasiosa y exagerada casi como el Metal mismo. Las reglas están presentadas con toda claridad, esta en uno decidir entrar al juego o no. Para los que decidan jugar, aquí tenemos un buen ejemplo actual de aquello que hizo interesante al Death Metal hace, más o menos, veinte años.

-Portraits Of Past “Cypress dust witch” (2009)
No quiero ponerme en maestro ciruelo pero es necesario establecer (una vez más) que lo que hoy en día se conoce como Emo (o Screamo en sus variantes más virulentas) poco tiene que ver con lo que dicha denominación representaba entre fines de los ochentas y mediados de los noventas. Embrace y Rites Of Spring dieron el puntapié inicial en aquel Revolution Summer que dio vuelta el Hardcore de Washington DC y luego otros como Moss Icon, Current, Policy Of 3, Heroin o Indian Summer (por sólo mencionar algunos) ayudaron a mantener vivo y fresco ese sonido caótico y altamente emotivo (de ahí el término, claro) con importantes cuotas de imaginación musical y un inquebrantable espíritu independiente. Entre tales nombres es imposible dejar de lado a Portraits Of Past, un quinteto californiano que, con sólo un disco (el imprescindible “0100101110100011100100100” editado en 1993, luego reeditado como parte de su discografía completa) dejó una marca indeleble en el género. Guitarras contracturadas y angulares, ritmos erráticos, dinámicas inquietas y una sensibilidad melódica siempre fluctuando entre la emoción desgarrada y los estallidos de pura furia. Se disolvieron en 1995, el año pasado volvieron al ruedo y ahora nos entregan este ep de sólo cuatro temas donde dejan en claro que la pasión sigue intacta. El trabajo de guitarras sigue siendo excepcional, con un grado de inventiva superlativo, dibujando riffs y melodías excepcionales, inteligentes sin pasarse de rosca en el virtuosismo, emotivos (obviamente) pero sin rastros de superficialidad o poses adolescentes, punzantes y energéticos pero siempre equilibrados, inclusive sumando elementos del Noise-Rock (disonancias, empleo de feedback, ritmos trabados) y el Post-Rock (profundos paisajes melódicos construidos sobre cuidadísimas arquitecturas armónicas) sin por ello caer en modismos genéricos. La voz sigue siendo un alarido ahogado y desesperado, pero mientras se entregue a la tarea con semejante grado de intensidad y urgencia le puedo perdonar su falta de matices. Las cuatro canciones son un perfecto ejemplo del soberbio manejo de la tensión que estos tipos, y el Emo de aquellos años en general, poseían. No es casualidad que un grupo como Neurosis haya tomado bastante de esos desarrollos incrementales a la hora de delinear definitivamente su propio sonido. En vista de los magníficos resultados aquí expuestos, espero con ansias un nuevo larga duración. Mientras tanto, este “Cypress dust witch” sirve como delicioso aperitivo y al mismo tiempo representa una excelente introducción para que las nuevas generaciones recuperen ese fuego que parecía extinto entre tanto maquillaje.

-Rise And Fall “Our circle is vicious” (2009)
No hay tiempo para analizar demasiado, no hay lugar para segundas lecturas. Mientras uno reflexiona sobre cuán trillado (o no) puede resultar practicar hoy en día esta versión apocalíptica y masiva del Crust, los belgas de Rise And Fall nos gritan en la cara, nos hacen temblar las piernas con sus ritmos taquicárdicos y laceran nuestra piel con sus riffs como navajas oxidadas. También se toman su tiempo para hundirnos en negros pantanos de lava o para dibujar polvorientos monolitos en forma de cráneo. Sí, hay lugar para que la guitarra dibuje oscuras e hipnóticas melodías y hasta podemos toparnos con algún que otro pasaje de pura asfixia psicodélica pero no esperen caricias ni palabras bonitas. El círculo del cuarteto es vicioso y lo mismo sus intenciones. Pueden moverse con facilidad entre el vértigo arrasador del Crust y la densidad aplastante del Sludge pero todo el tiempo mantienen los huesos en tensión, las venas a punto de ebullición y el corazón latiendo descontrolado al borde del estallido de tanta bronca contenida. Por supuesto, el hecho de que se permitan excursiones rítmicas que escapan a las definiciones tradicionales no hace más que contribuir a que la intensidad de este tercer disco no baje nunca. No están inventando nada nuevo (¿Influencias? Claro, tenemos Tragedy, Neurosis, Integrity y Remains Of The Day, por sólo mencionar algunas) y sin embargo nadie más suena como ellos. Un corazón Hardcore teñido de negro, endurecido por el Metal más extremo y espeso, y adornado por abrumadoras visiones provenientes de las más vívidas pesadillas. No hay mucho más que agregar, realmente. “Our circle is vicious” es un de esos discos que convencen a fuerza de frescura, potencia y personalidad propia, antes que por proponer nuevos paradigmas. Diez oscuros himnos de pura bronca apiñados en poco menos de media hora y con el peso del fin del mundo sobre sus hombros.


-The Flaming Lips “Embryonic” (2009)
No es casualidad que uno de los ardides escénicos más festejados de Wayne Coyne (cantante y cara visible de The Flaming Lips) sea cuando se envuelve en una burbuja de plástico. A lo largo de sus veintiséis años de carrera, estos ciudadanos ilustres de Oklahoma (dicha ciudad cuenta con un callejón bautizado en honor al grupo) siempre se mantuvieron dentro de su propia burbuja musical y estética. Ok, durante los noventas (la época en que comenzaron a ganar cierta notoriedad en el gran público) se los podía asociar, aunque más no sea de forma lejana, a bandas como Pavement o Sonic Youth, pero esa insistente reivindicación de la Psicodelia más orquestada y fantasiosa poco tenía que ver con la crudeza del Grunge, la mala onda del Noise-Rock o la ironía del Indie-Rock. Dicha pasión alucinógena se puso claramente al frente de los intereses del cuarteto a partir del monumental “Zaireeka”, un disco cuádruple concebido para que sus cuatro partes sean escuchadas al unísono. Así, llegamos a este doceavo álbum, pensado como un vinilo doble (sus setenta y tres minutos de duración ocupan un solo cd) casi homenajeando a otros como “Physical graffiti” de Led Zeppelin o el “White album” de los Beatles, según palabras del propio Coyne. Por supuesto, aquí no tenemos el músculo riffero de Zeppelin ni la perfección Pop de los fabulosos cuatro de Liverpool (¿Carcass? ¿Y esos quiénes son?), aunque pequeños guiños a esas propuestas (el sonido de batería monolítico a la Bonham, la dulzura melódica y el cuidado trabajo de estudio de los Beatles, el eclecticismo de ambos grupos) pueden ser detectados a lo largo de los dieciocho temas que componen “Embryonic”. Lo cual tampoco nos dice demasiado, el sonido de The Flaming Lips, a esta altura, es claramente identificable por sus pautas propias (la frágil voz de Coyne y sus sentidas melodías siempre al borde de la desafinación, las densas capas de texturas sonoras y esos climas entre la inocencia romántica y la más descarada locura narcótica) y por la desorbitada melange de influencias adaptadas a su propio esquema de deformidades. Justamente, si lo comparamos con los anteriores “At war with the mystics” y “Yoshimi battles the pink robots”, lo primero que queda en evidencia es que este nuevo trabajo es notablemente más freak y retorcido. Se hace difícil encontrar melodías con pasta de hit, pero lo que falta en gancho se compensa con una profundidad embriagadora y una atención al detalle que roza la psicosis total. Los ritmos cansinos y aletargados, las oscuras orquestaciones y las guitarras que flirtean tanto con el Jazz como con el Western no hacen más que apuntalar el tono sombrío e introspectivo del disco. En cualquier caso, estos labios en llamas siguen demostrando que son una parada imprescindible para cualquiera que aprecie el Rock Psicodélico sin necesidad de quedarse en la mera repetición de esquemas y modismos de antaño.

6 invocaciones del cosmos:

yo lo vi a wayne caminando en una burbuja de plástico, y fue la primera vez que lo hacía...
en un coachella...
lero lero

Antigua & Barbuda!!!

Ese es el nombre de la banda??




Ya me estoy haciendo una remera.

che piscuí, en vez de seleccionar anónimo, vos sabés que podés poner tu nombre donde dice nombre/url como estoy haciendo ahora no?

Chicas, las discusiones de pareja déjenlas para la intimidad.

No, no sabia, pero ahora por presionarme, me bloqueastes artisticamente y me voy a tener que ir una semana al caribe con mi amigo Emanuel ortega a tranquilizarme y a repensar toda mi carrera en el mundo del "Epetaculo"