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29 de noviembre de 2012

Reviews Express.

Por Fernando Suarez.



-Deftones “Koi no yokan” (2012)
Yo no sé cómo hacen estos tipos pero parecen ser incapaces de sacar un disco malo o, al menos, mediocre. El estilo es más o menos el mismo de siempre pero el nivel de las canciones no baja, así que a disfrutar.


-Earth House Hold “When love lived” (2012)
Desde San Francisco, un tal Brock Van Wey nos trae su proyecto unipersonal de Electrónica relajada, bailable, melancólica y con tintes casi espaciales. Ideal para musicalizar momentos de calma y reflexión.


-Further Seems Forever “Penny black” (2012)
Chris Carrabba (ya saben, el chico lindo que lidera Dashboard Confessional) vuelve a su primer amor (que, de todas formas, se las había arreglado por algunos años con otros vocalistas) y, juntos, nos traen un poco de ese Emo bonito y Popero de fines de los noventas.


-John Zorn “A vision in Blakelight” (2012)
Esta vez, el maestro neoyorquino utiliza su pequeña orquesta Jazzera (entre los músicos involucrados, podemos encontrar a gente como Joey Baron, Trevor Dunn y John Medeski, entre otros) para homenajear a la mitología espiritual creada por William Blake. Y lo hace con composiciones elegantes, de tono abiertamente melódico pero sin resignar nunca la variedad de recursos, la complejidad armónica ni los ocasionales arranques de oscuridad.


-Kevin Seconds “Don’t let me lose ya” (2012)
El eterno líder de 7 Seconds nos trae otra ronda de preciosas canciones Country/Folk, tan simples como emotivas, probando, una vez más, que las raíces folklóricas les sientan más que bien a los viejos Punkys.


-Lento “Anxiety despair languish” (2012)
Los tanos instrumentales vuelven con su trabajo más metálico y Progresivo al mismo tiempo. No olvidan la gordura Sludge pero se animan con tempos más rápidos, climas de oscuridad que bordean el Black Metal, rítmicas trabadas a la Meshuggah y composiciones tremendamente intrincadas.


-Neil Young & Crazy Horse “Psychedelic pill” (2012)
Si Neil Young quiere sacar más de un disco por año, puede hacerlo. Si quiere editar un disco doble cargado (como su título lo indica) de densas, deliciosas, mugrientas y extensas zapadas alucinógenas, puede hacerlo también. Y si quiere, a pesar de ello, mantener el respeto por las melodías emotivas y los aires Folkys, no hay nada que pueda (o deba) impedírselo.


-Raime “Quarter turns over a living line” (2012)
Este dúo londinense se erige como mi revelación personal del año. Una particular cruza de Dark-Ambient, Dubstep, Drone, Psicodelia oscura y hasta ciertos guiños casi Industriales, que puede remitir tanto a Lustmord, YOGA, Blackmouth o Throbbing Gristle como al Earth más atmosférico o al Ulver más experimental, dando como resultado final un producto absolutamente personal y adictivo.


-Strife “Witness a rebirth” (2012)
Como el título lo indica, estamos en presencia del renacimiento de una de las bandas más representativas del Hardcore-Metal de los noventas, esta vez con Igor Cavalera (viejo fan de Strife) como baterista invitado. No esperen sorpresas ni vueltas inesperadas, doce temas en poco menos de media hora, palo y al mosh.


-The Blood Of Heroes “The waking nightmare” (2012)
Este auténtico supergrupo de la Electrónica más extrema (Bill Laswell, Justin Broadrick, Submerged, Enduser y varios vocalistas invitados ) vuelve a la carga con un disco que explora, justamente, los extremos de desolación y virulencia sónica, alimentando los primeros con mayor peso melódico y los segundos con rítmicas aún más agresivas.

19 de abril de 2011

Review: Deftones "Covers" (2011)

Por Fernando Suarez.

-Deftones “Covers” (2011)
A no desesperar, fanáticos de la trouppe del Chino Moreno, “Covers” (como su nombre no nos permite ignorar) no es más que un compilado de algunas de las versiones que el grupo fue realizando a lo largo de su carrera. De hecho, algunos de estos temas ya habían aparecido en el “B-sides & rarities” de 2005, con lo cual es justificable si alguien percibe cierto tufillo a choreo aquí. De todas formas, como muestrario de influencias, para comprobar la versatilidad del grupo, su capacidad de adaptar géneros dispares a su propio sonido o, simplemente, para volver a disfrutar de maravillas como la versión de “Savory” (de los sublimes Jawbox) que realizaran junto a sus amigotes de Far o de la hipnótica oscuridad que le imprimen a “The chauffeur” (de Duran Duran), la cosa no está tan mal. Por supuesto, el quinteto siempre manifestó abiertamente su amor por el Pop de los ochentas y, en ese sentido, no es sorprendente hallar a nombres como The Cars, The Smiths (la banda más sobrevalorada de la historia del Rock) o The Cure (con un “If only tonight we could sleep” arrojado a esa espesa cruza de Shoegaze, pesadez metálica y sensibilidad Post-Hardcore característica de los de Sacramento) entre sus preferencias y, de paso, notar cómo esa impronta fuertemente melódica fue determinante a la hora de moldear su propio sonido. Claro, mi propio gusto personal hace que me incline por los mencionado Jawbox y la impresionante reinterpretación del genial “Caress” de los no menos impresionantes (e imprescindibles para todo aquel que pretenda sumergirse en las aguas del Post-Hardore) Drive Like Jehu, pero queda claro que ese es sólo un aspecto del ecléctico entramado de influencias de nuestros recientes visitantes. Después, tenemos guiños que podrían parecer irónicos si no estuvieran encarados con semejante respeto por sus melodías originales, como las versiones de Sade, The Cardigans (otro punto alto de la placa), Lynyrd Skynyrd (registrada antes de la edición de “Adrenaline”, cuando Moreno tenía sólo diecisiete añitos) o Santo & Johnny. En fin, ni hace falta que aclare que esto es material sólo para fans y que, al lado de sus discos propiamente dichos, no es más que un tibio entremés. Sabroso, de todas formas, pero no esperen que les estalle el paladar de placer.

26 de marzo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Geisha “Maudit a minuit” (2009)
Geisha hacen ruido. Enchufan sus guitarras a un montón de pedales, ponen la distorsión al máximo y hacen mucho barullo. Por momentos parecen pecar de excesivamente artys y rebuscados (especialmente cuando citan a gente como Iannis Xenakis y Gyorgy Ligeti como influencias) pero en el fondo saben que el mejor marco para todas esas bolas de feedback, acoples y sonidos inverosímiles son las canciones. Entonces rockean con la fuerza de mil búfalos en celo. Pero no apagan sus neuronas para hacer tal cosa, si no que las amplifican. Toman el cuidadoso trabajo de texturas de sus compatriotas My Bloody Valentine y lo despojan de cualquier atisbo de fragilidad Pop, lo pervierten con atronadores golpes de batería y gargantas resquebrajadas. También tienen presentes los riffs de Tony Iommi pero no esperen que los traten con respeto o cariño. Los ahogan en impenetrables capas de estática y los apuñalan con un sinfín de chirridos disonantes. Atacan los sentidos con saña pero se divierten confundiéndonos con remansos de evocadora calma que no hacen más que acrecentar nuestra paranoia. Como Sonic Youth dibujan escalas impensadas pero cargan consigo una mugre que los aleja de la afectada elegancia neoyorquina. Traducen el dolor más intenso en guitarras que escupen cascadas de corrosión y ritmos que aplastan el pecho. Tienen un claro sentido de la dinámica pero está basado en un irrefrenable sadismo sónico. Bajan las revoluciones sólo para que el siguiente golpe sea aún más duro. Transmiten la desesperación y la asfixia de un mundo derruido y oxidado y, de alguna forma, hacen que eso sea bello. Se dejan llevar por el flujo sonoro pero, por suerte, dicho recorrido está siempre guiado por un nerviosismo rozando lo insoportable antes que por un afán de cuelgue psicodélico y abúlico. Son ingleses pero titulan sus discos en idiomas extranjeros para ellos (el primero fue en italiano, el segundo en alemán y este tercero en francés), son cuatro pero suenan como una legión de demonios sedientos de sangre. Y, si me guío por la forma en que sangran mis oídos al escucharlos, de seguro tendrán más que suficiente para saciar dicha sed.


-Hatred Surge “Deconstruct” (2009)
Sigue cayendo gente al baile. Hatred Surge se suma a las filas de este nuevo amanecer del Powerviolence (junto a nombres como Iron Lung, Magrudergrind, The Endless Blockade, Trash Talk, Running For Cover, Mortal Combat, Hummingbird Of Death o Weekend Nachos) y exige atención con argumentos de peso. Como buen exponente del género, primero entregaron motones de splits, ep’s, temas sueltos en compilados y demases que fueron posteriormente rejuntados en un único cd titulado, en un esfuerzo supremo de imaginación, “Collection 2005-2007” y editado en 2008. “Deconstruct” sería entonces el debut propiamente dicho y en él encontramos todo lo que un amante del Powerviolence que se precie de tal puede esperar. Temas breves y adrenalínicos (diecisiete estallidos en menos de veinte minutos), blast-beats por doquier, acoples, estructuras caóticas, rebajes Sludge, riffs corrosivos, Hardcore y Thrash llevados a su punto máximo de mugrienta y primitiva epilepsia, voces transformadas en gruñidos y alaridos salvajes y toda esa impronta que nos muestra como sería el Grindcore si en su ecuación disminuyéramos el Metal y aumentáramos una visión compositiva rozando lo Progresivo. No por nada hablamos de un género que resultó ser una influencia definitiva, tanto para el Mathcore y el Noise-Core, como para bandas como Pig Destroyer, Agoraphobic Nosebleed o los mismísimos Brutal Truth. Hatred Surge maneja a la perfección todas las pautas del Powerviolence y lo hace de forma personal (el trabajo de las voces y las guitarras es sencillamente asombroso y lleno de buenas ideas) y sumamente intensa, con un sonido excepcional (logrando el equilibrio justo entre suciedad, agresión y contundencia) y una energía desbocada y arrasadora. Todavía no me puedo explicar cómo es que dejé este discazo fuera de mi lista de los mejor del 2009.


-Alcest “Écailles de lune” (2010)
Amigo Blackmetalero intransigente y lleno de odio, ¿usted se pregunta quién fue el maricón careta al que se le ocurrió que juntar las gloriosas enseñanzas de Euronymous y Fenriz con las etéreas melodías y el ruido aterciopelado de My Bloody Valentine y la sensibilidad épica del Post-Rock más melódico sería una buena idea? Siempre es difícil señalar un único inventor de una idea musical pero, sin lugar a dudas, Alcest fue uno de los primeros grupos, y de los más representativos, en ensayar el mencionado mestizaje estilístico. De hecho, su disco anterior (“Souvenirs d'un Autre Monde”, editado en 2007) poco y nada tenía de Black Metal y sonaba más afín a grupos como Jesu y Explosions In The Sky que a Wolves In The Throne Room o Caïna. “Écailles de lune” profundiza aún más el terreno melódico y el juego de texturas, pero suma, ahora sí, elementos típicos del Black más tradicional. Entonces, entre delicadas cascadas de guitarras empapadas de efectos y celestiales coros femeninos se pueden asomar malignos alaridos e inclusive frenéticas levantadas de velocidad. Esto, en definitiva, le aporta una necesaria variedad a la propuesta de Alcest que, no obstante, nunca resigna esa sensibilidad refinada y frágil que, a esta altura, es su marca registrada. En otras palabras, para Alcest el Negro Metal no es guerra, si no reflexión, belleza y melancolía. Bien vale aclarar que, a excepción de la batería, todo el disco fue compuesto e interpretado íntegramente por una sola persona (el flacucho Neige), lo cual nos lleva a mencionar dos cosas. En primer lugar, rescatar lo bien lograda que está la interacción y la dinámica entre cada instrumento, algo no tan fácil de alcanzar si tenemos en cuenta lo sobrecargado del material. Ligado a esto, la única contra que puedo encontrar a la placa es que, por momentos, Neige parece engolosinarse con las capas de guitarras y las melodías azucaradas y épicas, dejando resultados …no tan elegantes como él supone, digamos. En cualquier caso, se trata de una apreciación sumamente ligada a mi propio gusto y de ninguna manera dejaría de recomendar este disco a cualquiera que aprecie el costado más refinado y emocional del Rock, sea dentro del género que sea.


-Deftones “Diamond eyes” (2010)
Accidente de auto, bajista en coma (Chi Cheng fue reemplazado por Sergio Vega, casualmente ex miembro de Quicksand, una de las bandas preferidas y más influyentes en el sonido de Chino Moreno y compañía) y álbum archivado (el supuestamente agresivo “Eros”, que sería editado a principios de 2009 pero ha quedado postergado indefinidamente) mediante, los Deftones finalmente nos entregan su esperado sexto disco de estudio. A esta altura del partido, seguir discutiendo si son por lejos la mejor banda del así llamado Nü-Metal o si directamente son demasiado buenos como para considerarlos dentro de dicho subgénero es infructuoso. Estos californianos crearon una marca sonora y una sensibilidad propia a la hora de hacer música pesada (adelantando inclusive algunas de las pautas que hoy en día conforman lo que se conoce como Metalgaze) y si hay algo que les sobra es talento e imaginación a la hora de crear canciones geniales y atrapantes. De entrada, este “Diamond eyes” era anticipado por los mismos implicados como un disco luminoso y positivo, con cierta vibración fantástica similar a la del clásico “White pony”. Y algo de eso hay, ciertamente las melodías ensayadas por Chino Moreno tienen esta vez un aire especialmente celestial y romántico y parecen nacer más de la reflexión que de la depresión o el aburrimiento. Por otro lado, si bien la profundidad musical exhibida bien puede compararse con aquella obra maestra, los esquemas compositivos empleados aquí por el quinteto toman rumbos diferentes. No esperen esos temas que empiezan tranquilos y estallan en estribillos épicos, Deftones ya agotó prácticamente esa fórmula y prueba nuevas variantes, inclusive retomando algo de la impronta efervescente del genial “Around the fur”, un disco que tal vez no sea apreciado como es debido a causa de la sombra de su sucesor. Antes mencioné a Quicksand y, efectivamente, algo de esa sublime combinación de Post-Hardcore, Noise, Pop y Grunge se hace presente en estos surcos. Aunque, claro, eso no es todo. También tenemos pasajes que remiten inevitablemente al Faith No More más emotivo y otros donde el espíritu de Jesu se hace presente con esa cualidad de hacer música que resulte tan pesada y aplastante como hermosa y melódica. Pero, desde ya, esos son sólo puntos de referencia. Cada pequeña pieza del universo Deftones es absolutamente personal y única. La guitarra de Stephen Carter se expande en oleadas de distorsión y dibuja paisajes tan quiméricos como realistas y envolventes. La voz del Chino Moreno planea con su habitual fragilidad sobre planicies de pura emoción, logrando melodías sencillamente cautivadoras sin por ello resignar sus esporádicos ataques de rabia, donde sigue probando nuevas opciones para sus gritos. Los samples y teclados de Frank Delgado cumplen esa función tan sutil como fundamental de dotar a las canciones con arreglos y texturas que aportan una tridimensionalidad casi cinematográfica. Y qué decir del inmenso talento de Abe Cunningham tras los parches, un tipo capaz de transformar la idea más pedestre en una genialidad, un hombre con un sentido del swing que deja sin aliento y con una imaginación a prueba de todo. En fin, músicos excepcionales puestos siempre al servicio de canciones perfectas, de esas que generan sensaciones tan fuertes en el alma que se hace difícil describirlas con palabras.


-From Ashes Rise “Live hell” (2010)
Con argumentos tan sencillos como contundentes e innovadores, His Hero Is Gone se las arregló, a principios de los noventas, para lograr una completa redefinición del Crust. Sólo bastó sumar algo de melodía en las guitarras y un toque de esa densidad monolítica y disonante a la Neurosis para dar con un sonido absolutamente revolucionario. De las cenizas de aquella banda surgiría Tragedy, considerados como otro de los pilares de dicho sonido. From Ashes Rise (que contaron con miembros en común con Tragedy) siempre fue algo así como el tercero en discordia. Su propuesta siempre se manejo por los carriles mencionados pero llegaron a alcanzar un nivel tal de intensidad y creatividad como para competir inclusive con sus musas inspiradoras. Discos como “Concrete and steel” (2000), “Silence” (2001) o “Nightmares” (2003) son piezas imprescindibles para comprender y apreciar el Crust de las últimas décadas. En 2005 decidieron disolverse y cinco años después los tenemos de vuelta con este disco en vivo que repasa algunos de los puntos más altos de su carrera. Dada la naturaleza de este trabajo, esperar novedades o sorpresas sería absurdo. Pero si quieren una excelente banda de sonido para un mundo que se cae a pedazos o un excelente motivador para salir a revolear molotovs al congreso y la casa rosada, entonces esto es lo que estaban buscando. Pura bronca dirigida con absoluta lucidez política y una musicalidad que trasciende las supuestas barreras del género. El sonido es claro y potente sin resignar crudeza y la sensación taquicárdica y movilizadora es inevitable. Como dijimos antes, el cuarteto puede pasar de los ritmos acelerados de escuela Discharge a los más espesos y apocalípticos rebajes y de ahí a desgarradores punteos melódicos sin inmutarse ni bajar nunca el nivel de energía. En fin, si no los conocían, he aquí una excelente carta de presentación y, si ya habían caído cautivados por su irresistible y mugriento encanto, “Live hell” es otra gema para añadir a la colección.


-High On Fire “Snakes for the divine” (2010)
Mucha especulación ante este quinto álbum de Hig On Fire, su debut en E1 Music, el sello independiente con mayor alcance comercial de los Estados Unidos. ¿Van tras los pasos de Mastodon? ¿Estará Matt Pike esta vez dispuesto a hacer las concesiones que no hiciera cuando Sleep estuvo en una situación similar? Mucha tinta (real y virtual) se ha desparramado tratando de analizar estas cuestiones pero, hasta donde yo sé, nada se ha dicho sobre un punto en particular que me hizo encarar la placa con una cuota extra de prejuicio. El arte de tapa es, sin vueltas, horrible, estúpido y digno de adornar cualquier placa de Manowar. Será una pavada (aunque estoy seguro de no ser el único al que le pasan este tipo de cosas), pero realmente una presentación tan ofensiva a la vista no me predispone de la mejor manera a la hora de sentarme a escuchar un disco. Por supuesto, en definitiva serían las canciones las encargadas de dar por tierra (o no) con mis malos augurios. Como era de esperar, el trío mantiene su impronta habitual de Thrash-Doom firuleteado y monolítico, y le aplica una pequeña vuelta de tuerca hacia el lado más accesible de la propuesta. En especial la voz de Pike, aún sin abandonar su eterna carraspera, se nota trabajada y pulida al máximo posible, por momentos recordando a, oh sorpresa, Ozzy Osbourne y hasta intentando agudos que no hacen más que reforzar las odiosas comparaciones con los mencionados Manowar. También la labor del ex Sleep en las seis cuerdas se arrima a melodías y modismos propios del Metal más tradicional y ochentoso, aunque siempre con el envoltorio sonoro actual, donde los graves embarrados mandan. Claro, otra comparación (aquella con Mastodon), se hace presente sin necesidad casi de mencionar el tema. Pero bien vale aclarar algunos puntos. Primero, los miembros de Mastodon se conocieron mientras asistían a un recital de High On Fire, lo cual, por lo menos, nos habla de una línea temporal innegable. En segundo lugar, si bien ambas bandas siempre contaron con elementos en común (las guitarras gordas, los climas épicos, los riffs enroscados, las voces cavernosas, el amor en partes iguales por el Thrash y el Doom), también quedan más que claras para cualquiera con un par de tímpanos funcionales, las diferencias entre ellas. Volviendo a “Snakes for the divine”, debo admitir que los ochentas están lejos de ser mi década predilecta a la hora de hablar de Metal y, por ende, se me hace un tanto difícil disfrutar plenamente de los cambios propuestos aquí por High On Fire. Dejando eso de lado, se trata de una placa más que correcta, con pasajes sumamente intensos, sonido e interpretaciones impecables y que, seguramente, hará las delicias de todos aquellos que (como no es mi caso) sepan apreciar sin miramientos el Metal en su totalidad.


-ISYA “Hoax ghost hoax” (2010)
ISYA es un proyecto unipersonal craneado por Jake Brown, quien fuera alguna vez miembro de Frodus (una de las bandas más intensas y creativas del Post-Hardcore washingtoniano de los noventas) y Decahedron, aquel proyecto que compartieran ex miembros de Frodus con Joe Lally, bajista de Fugazi. Con semejante historial, uno puede suponer que esto se trata de nerdismo rockero con corazón Punk/Hardcore y, si bien algo de eso puede haber aquí, no es en la forma en que se están imaginando. En primer lugar, digamos que se trata de un grupo de concepción netamente electrónica/experimental, pero que ciertamente no encajaría del todo en definiciones como Noise o Ambient, a pesar de contar con puntos en común con dichos estilos. Bueno, a decir verdad, no encajaría bien en ninguna de las definiciones conocidas. Pero sigamos. Esto es material frenético, violento y ruidoso, plagado de agresivos beats digitalizados, voces deformadas por efectos y teclados escupiendo riffs y texturas corrosivas, pero tampoco me atrevería hablar de Rock Industrial. Las ocasionales melodías juguetonas y los ritmos epilépticos pueden arrimarnos a lo que se conoce como Nintendo-Core pero están trabajadas de forma mucho más sutil y, al mismo tiempo, brutal. ¿Entonces? ¿En qué quedamos? No sé. A ver, si Skinny Puppy y Justin Broadrick (en su faceta más electrónica y virulenta) violaran a Genghis Tron mientras Scott Hull y Jay Randall (de Agorpahobic Nosebleed) filman todo y los muchachos de The Locust se masturban observando la escena, tal vez tendríamos una idea aproximada de cómo suena esto. Lo cual, en definitiva, nos habla de lo personal de los resultados aquí obtenidos. Cada tema presenta experimentos sonoros más que interesantes y encima cuentan con una intensidad avasallante y una enfermiza atención al detalle. Desde ya, con material así de extremo y hostil, el bueno de Brown no pretende obtener ningún tipo de rédito económico, por lo que este disco se puede encontrar a disposición de quien desee descargarlo en forma gratuita en www.isya.bandcamp.com. Yo que ustedes no me lo perdería.


-Landmine Marathon “Sovereign descent” (2010)
Seamos honestos, a esta altura del partido nadie va a asombrarse porque una chica (bastante bonita, por cierto) se haga mierda la garganta gruñendo al frente de un grupo de Deathmetaleros con pasado Hardcore. De hecho, Grace Perry ya lleva seis años al frente de estos conservacionistas del Metal extremo conocidos como Landmine Marathon. Efectivamente, más allá de sus pintas Hardcorosas, esta gente tiene perfectamente aprendida las lecciones del viejo catálogo de Earache Records y lo hace saber a cada minuto. Toman bastante del sonido embarrado del primer Entombed, algunos medios tiempos belicosos y rebajes dumbetas a la Bolt Thrower, el necesario toque Grindcore aprendido de Terrorizer y Napalm Death, y hasta algo de ese retorcido sentido de la melodía de Carcass, meten todo eso en una olla con aroma a mugre Crust (el corazón Hardcore sigue tirando), lo sazonan con guitarras gordas y crujientes y lo sirven con indiscutible cara de orto. De alguna forma, el quinteto logra eludir el mero revival Deathmetalero que viene ocurriendo hace un tiempo con el simple argumento de aportar una gama, limitada pero efectiva, de variantes (aquí ayuda bastante el hecho de que Perry no se conforma sólo con las típicas voces de monstruo, si no que también se explaya por otros tipos de alaridos extremos) que ahuyenten el fantasma de la monotonía y la repetición de esquemas. Por otro lado, tampoco están inventando la pólvora y, en última instancia, esto no deja de ser puro Death Metal en su estadío más roñoso y crudo. Si no están buscando más que eso, “Sovereign descent” no los puede defraudar.


-Mountain Man “One” (2010)
Trece temas en poco más de diecisiete minutos y nada en el tintero. Hardcore, claro que sí. Pero algo más. Ritmos acelerados y frenéticos. Y también otros un tanto más difíciles de categorizar. ¿Qué es esto? ¿Extraños samples generando alucinógenos collages sonoros? ¿Seguimos hablando de Hardcore? Claro que sí, esto más que gordos tatuados con caras de pocos amigos. Cortes abruptos, rebajes a paso de tortuga, riffs insistentes que raspan neuronas y un tipo que grita hasta dejar las cuerdas vocales hechas polvo. ¿Eso fue un blast-beat? ¿Y esos acordes disonantes? ¿Y ese delay de guitarras ruidosas? ¿Seguro que es Hardcore? Ok, algunos hablarán de Powerviolence, yo no estaría tan convencido pero a quién le importan esas cosas. Estoy hablando de velocidad, de excitación, de un torrente de ideas atacando la mente de forma vertiginosa. Y de pasajes oscuros, casi ambientales, adornados con feedback y esporádicos golpes de batería. De acoples que anticipan el infierno a destarase. De pocas notas apurándose para llegar a ningún lado exhaustas. De un groove tenso y trabado que se va acelerando hasta diluirse en un último estallido de alaridos y cuerdas torturadas. ¿No entendieron? Esto es Hardcore. Fresco, innovador, respetuoso de la tradición pero al mismo tiempo demasiado inquieto como para quedarse sólo con ella. ¿Black Sabbath atravesado por punzantes acoples? Oh sí. ¿O acaso nunca escucharon Black Flag? Introspección no es sinónimo de debilidad, manga de orangutanes. Pero no hay excesos de testosterona en estas gargantas rotas, sólo dolor. Combustible para la vida. Un disco de Hardcore que requiere muchas escuchadas hasta poder entender todo lo que en él sucede. ¿Y por qué no? Punk-Rock en las manos indicadas. Dos acordes para toda la eternidad. O más acordes, no importa. Los que sean necesarios, ni más ni menos. Esto es material afiebrado, energizante, confuso por momentos, pero siempre intenso y creativo. Mountain Man parece clamar a grito pelado por una idea de Hardcore que tenga algo más que simplemente Hardcore y no seré yo quien los contradiga.


-Native “Wrestling moves” (2010)
A veces, por suerte, los rótulos existentes en materia de Rock se presentan como un tanto insuficientes a la hora de describir un sonido en particular. Y no es que la propuesta de Native sea especialmente experimental o innovadora, pero se las arreglan para presentar una interesante vuelta de tuerca dentro de una rama bastante específica de lo que podríamos llamar Post-Hardcore. Por un lado, tenemos bases rítmicas que combinan energía física, un swing entre bailable y jazzero, y una elegancia casi Pop. Después vienen las guitarras, moviéndose entre evocadores rasgueos, intrincados arpegios, sutiles contrapuntos y estallidos distorsionados, haciendo gala de una vasta gama de recursos a la hora de pintar paisajes y transmitir emociones. Por último, pero no menos importante, están las voces, que van desde reposadas líneas melódicas a esas inflexiones declamativas tan típicas del Post-Hardcore. Por supuesto, si todo esto les trae a la mente nombres como Q And Not U, Les Savy Fav, Minus The Bear, Maritime o el Fugazi más elaborado, no están mal rumbeados. Inclusive aquellos oyentes sin tanta formación dentro del género podrán reconocer influencias un tanto menos crípticas como las de King Crimson (el trabajo de las guitarras remite especialmente a sus discos ochentosos), The Police (en especial en la sección rítmica) o The Cure, en los momentos más melancólicos. El truco está en el equilibrio. Equilibrio entre virtuosismo y visceralidad, entre emoción e inteligencia, entre baile y reflexión, entre potencia y sutileza. Vamos, se trata de un disco capaz de conmover por igual tanto a Punks universitarios (con o sin título universitario, desde ya) como a aquellos que dicen apreciar “la buena música” (un concepto tan esquivo como peligroso) en general.


-Slices “Cruising” (2010)
Con los dos ep’s editados el año pasado, Slices ya se perfilaba como una de las propuestas más interesantes, energéticas y personales de la actualidad Punk-rockera. “Cruising” es su larga duración (bueno, eso de larga es un decir, son nueve temas en poco más de veinte minutos) debut y confirma el potencial que se escuchaba en dichos ep’s. Algunos dirán que, con la proliferación de géneros como el Mathcore y el Sludge, el legado de Black Flag se mantuvo vivo durante los últimos años, aunque sea de forma un tanto indirecta. Si bien es cierto que dichos estilos tienen un claro precedente en la combinación de pesadez Sabbáthica, excentricidad armónica y rítmica de tintes Free-jazzeros, y visceralidad Hardcore/Punk que Greg Ginn y los suyos ensayaran hace ya mucho tiempo, pocos grupos se atrevieron a tomar ese legado y revivirlo en su contexto original, es decir el del más crudo Punk-Rock. Slices, entonces, toma la posta y nos entrega un mazazo tras otro de pura energía sin adulterar. Ojo, no se trata simplemente de una copia, si no más bien de rescatar ese espíritu sudoroso, intenso y cargado de frustración. El cuarteto suma importantes lecciones del Noise-Rock y el Powerviolence (algunos de sus miembros también forman parte de Warzone Womyn, una banda enrolada en dicho sub-género) y escupe un resultado único. Una guitarra salvaje y desbocada, imaginativa pero siempre ubicada, ruidosa, abrasiva y, de cierta forma, inteligente. Una base rítmica con una energía inhumana, marcando el pulso frenético y espontáneo de las composiciones como si en ello les fuera la vida misma. Una voz gritona, distorsionada, frontal, virulenta pero siempre articulada. Todo, como corresponde, puesto al servicio de unas canciones perfectas, de esas que hacen hervir la sangre y obligan a retorcerse en violentos espasmos de placer. Pero también de esas que se pueden admirar por su retorcida musicalidad y afiebrada imaginación. El punto es que nada aquí suena calculado o excesivamente cerebral, esto es catarsis pura escupida desde las entrañas de la forma más honesta y urgente posible. En fin, no tengo mucho más que agregar, sólo que si alguna vez sintieron que el Rock era un tipo de música capaz de darle significado a muchas cosas aparte de la música misma, entonces “Cruising” es un trabajo de escucha obligatoria. De cabeza a lo mejor del año.


-Triptykon “Eparistera Daimones” (2010)
Thomas Gabriel Fischer (también conocido como Tom Warrior) es, claramente, un tipo complicado. Prácticamente fundó el Black Metal (o, al menos, un forma determinada de encararlo) al frente de Hellhammer pero siempre renegó de ese pasado. Con Celtic Frost estuvo varias veces adelantado a su tiempo y sin embargo se las arregló para arruinar las cosas con el glamoroso “Cold lake”. Luego de una no muy afortunada (aún así digna de cierto interés) aventura Metálico-Industrial conocida como Apollyon Sun, se decidió a revivir el cadáver de Celtic Frost y pateó culos con el monumental “Monotheist” en 2006, demostrando que la influencia que sus composiciones ejercieron sobre una vasta gama de músicos metálicos (desde High On Fire a Paradise Lost, desde Napalm Death a Samael) no era casual. En 2008 decide alejarse del grupo que es casi sinónimo con su nombre, debido a una “severa erosión en las relaciones personales” (según sus propias palabras) con los otros miembros del grupo, o sea con Martin Eric Ain, su eterno mano derecha. Así, llegamos a Triptykon y, sinceramente, no comprendo del todo por qué Fischer no decidió seguir con el nombre Celtic Frost y simplemente despedir a Ain, si, en definitiva, lo exhibido en este portentoso “Eparistera Daimones” calzaría a la perfección como secuela del mencionado “Monotheist”. Básicamente podríamos dividir este disco en tres tipos de canciones: babosas procesiones de puro Doom arrastrado y surrealista, maliciosos ataques en clave de Thrash/Death oscurecido y ominoso, y melancólicas letanías de aires Góticos que remiten inevitablemente al costado más espeso de clásicos como Fields Of The Nephilim o Christian Death. Desde ya, la balanza se inclina hacia el costado más metalero de la propuesta, con las guitarras bien al frente y afiladas, las voces cascadas y las bases golpeando con toda la fuerza, pero aún así hay lugar para pasajes de experimentación (a veces en clave electrónica/ambiental, a veces con rebusques casi sinfónicos, siempre con la mirada puesta en la majestuosidad grotesca que es su marca registrada) que, en definitiva, también hacen al espíritu siempre inquieto de Fischer y Celtic Frost. De hecho, también hay temas donde los elementos aludidos anteriormente se entrecruzan logrando resultados apabullantes. En fin, no es Celtic Frost sólo porque el bueno de Tomás decidió que no lo fuera pero cualquiera que haya vibrado alguna vez con clásicos como “Procreation of the wicked”, “Inner sanctum” o “Circle of the tyrants” (por poner sólo algunos ejemplos), no puede dejar pasar este más que auspicioso debut de Triptykon.


-Ulises Lima “A thousand words” (2010)
Desprolijos, desbocados, sensibles, quebrados, absolutamente desnudos. Así suenan los ocho temas que componen este vibrante debut discográfico de este trío madrileño bautizado como un personaje (en realidad era un alter ego del poeta Mario Santiago Papasquiaro) del escritor Roberto Bolaño. Si la mención literaria los hace pensar en música demasiado intelectual (sea lo que sea que eso signifique), piensen otra vez. Las pautas musicales de Ulises Lima están claras: un corazón Hardcore latiendo hasta reventar pero despojado de inocencia adolescente, una dulzura melódica casi Pop pero cubierta de asperezas y angustias, una visión inteligente que, no obstante, no puede con sus propias contradicciones e irracionalidades. Pueden llamarlo Post-Hardcore, Emo o simplemente Punk. Pueden asociarlo a los sonidos creados por bandas como Hüsker Dü, Embrace, Jawbreaker, Rites Of Spring, The Van Pelt o Braid y sin embargo nada de eso nos dirá lo suficiente sobre la apabullante intensidad que despliegan estas canciones. No se trata sólo de que la guitarra dibuje líneas que se clavan como puñales en el corazón, ni de que el bajo acompañe esos trazos de forma tan imaginativa como potente, ni siquiera de ese sostén rítmico entre movedizo y contundente ni de esa voz que se tensa hasta casi estallar de pura ebullición melódica. Mejor dicho, se trata de todo eso y más. Se trata de canciones compuestas con el alma al descubierto e interpretadas con el cuerpo adolorido y cubierto de sudor. Y si eso les parece poco, encima el mismo grupo se encarga de regalarnos dichas canciones. Sólo basta chequear su myspace (www.myspace.com/uliseslima) y allí encontrarán “A thousand words” para descargarlo de forma gratuita. Por supuesto, en definitiva esto último es meramente anecdótico frente al excelente nivel desplegado por el grupo. Emoción, fuerza, inteligencia, crudeza y honestidad, ¿qué más le pueden pedir a un jodido disco Punk?


-Wold “Working together for our privacy” (2010)
Cuando uno piensa en Black Metal, es probable que lo primero que acuda a la mente sean los rostros pintarrajeados de Abbath, Satyr y demás mamarrachos que suplen su falta de talento musical sacándose fotos hilarantes. Ahora bien, cuando pienso en lo que, en teoría, el Black Metal representa musicalmente (extremismo sin concesiones, oscuridad, misantropía, individualismo y una visión soberbia y elitista del arte en general), Wold es uno de los nombres que se me aparecen como perfectos ejemplos de dichas cualidades. Desde ya, si nos atenemos a lo formal esto es Noise hecho y derecho, más afín a Merzbow que a Mayhem y absolutamente despojado de los gestos teatrales habituales en el Negro Metal. Sin embargo, una vez que traspasamos las densas capas de ruido, feedback y estática (no por nada su anterior placa se tituló “Stratification”), nos encontramos con un corazón sórdido y ennegrecido, un espíritu sádico y lleno de desprecio por la raza humana. El oído avezado será capaz de reconocer ominosos riffs escondidos entre las crepitantes texturas sonoras, secuencias melódicas que expulsan al Noise de sus tradicionales terrenos abstractos y lo clavan en las zonas más oscuras del alma. A la mayoría de la gente le puede resultar tan irritante como dejar el televisor prendido a todo volumen en un canal donde sólo haya lluvia, mientras alguien agujerea grandes hojas de metal con un taladro oxidado y, muy a lo lejos, suena un disco de Burzum. Pero es ese tipo de ideas, bordeando el ridículo absoluto, las que le dan sabor tanto al Noise como al Black. En cualquier caso, aquellos que acepten el desafío podrán sumergirse en un viaje tan hipnótico y perturbador como vívido (por momentos da la sensación de trasladarnos al centro de la ciudad en plena hora pico, mientras el asfalto se resquebraja y los edificios colapsan y son tragados por abismales espectros sin forma) e intenso. Y, si alguna vez tienen un invitado indeseado en sus hogares, este “Working together for our privacy” debería servir perfectamente para espantarlo y que nunca más vuelva.

26 de julio de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Agnostic Front “Victim in pain” (1984)
Pocas cosas son más graciosas que escuchar al gran Henry Rollins bardeando al estereotipo de Hardcore musculoso, tatuado y moshero. Pocas cosas son más ridículas que trogloditas como Madball o 25 Ta Life posando como pandilleros con caras de pocos amigos. De alguna forma, podría decirse que Agnostic Front inauguró ese tipo de barbaridades con este, su disco debut. Pero hay que tener algo en cuenta antes de hacer semejante apreciación. En la época de su aparición todavía no estaban todas esas cosas establecidas como clichés del género. Entonces, lo que en los copiones es mera superficialidad, aquí es energía cruda y sin adulterar. Bombas como “Last warning”, “United and strong”, “Fascist attitudes” o el himno “Your mistake” (que ya inaugura la costumbre Hardcore de señalar con el dedo y echarle siempre la culpa a los demás) lanzan peligrosas esquirlas al tiempo que se erigen como vívidas postales de la vida en las calles de los barrios bajos de New York. Claro, los ecos de Minor Threat e inclusive de Black Flag (el tema que da nombre al disco tiene bastante de eso) se sienten fuertes y claros, pero esto es un nuevo comienzo para el Hardcore. Podrán adherir o no a la visión del género propuesta por Agnostic Front, pero la sinceridad y la personalidad única de “Victim in pain” está fuera de la cuestión.


-Pell Mell “The bumper crop” (1987)
Hoy en día hablar de Rock instrumental es casi sinónimo de Post-Rock y derivados de tan amplia definición. Claro, a fines de los ochentas dicho término no existía y los miembros de bandas como Mogwai o Godspeed You! Black Emperor ni siquiera debían haber escuchado a Sonic Youth. En cualquier caso, llamara así a la propuesta de Pell Mell sería un notable acto de holgazanería. Ok, está claro que, en el futuro, grupos como Tortoise o Grails tomarían bastantes cosas prestadas de esta gente, y que los flirteos con elementos de música ambiental, Kraut Rock y Dub aquí presentados serían moneda corriente en lo que luego se conocería como Post-Rock. Por otro lado, este inquieto cuarteto lejos estaba de las épicas construcciones sonoras y los rebuscados tratados de dinámica. Aquí hay canciones, ni más ni menos. Con estructuras discernibles y fluidez natural, con un trabajo instrumental excelso y cuidadoso (es posible encontrar infinidad de contrapuntos y estudiadas elaboraciones armónicas, pero el foco nunca está puesto en el despliegue instrumental si no en las composiciones), y con un instinto melódico que s encuentra en las antípodas de la constante búsqueda de disonancia del Math-Rock. Ante todo, estamos en presencia de un conjunto con una personalidad y un sonido únicos, capaz de condensar diversas influencias sin caer nunca en el mero zapping musical. ¿Quieren referencias? Podríamos hablar de la vieja tradición de Surf-Rock instrumental o de esa suerte de Funk-Punk patentado por los Minutemen. Podríamos mencionar también los momentos más cerebrales de Fugazi e inclusive algo de la desorbitada y ecléctica psicodelia Punk de Meat Puppets o Pixies. Y aún así estaríamos lejos, más aún si tenemos en cuenta que muchos de esos grupos fueron contemporáneos o posteriores al que nos ocupa. Un auténtico bicho raro dentro del universo rockero (editaron discos por SST, Matador e inclusive Geffen) cuyo legado se sostiene ante el paso del tiempo con el indestructible argumento de las buenas canciones y las ideas propias.


-DarkThrone “Plaguewielder” (2001)
¿Qué puedo decir de DarkThrone (dartron, para los amigos) que no se haya dicho antes? Probablemente nada. Y ahí está el chiste. Fenriz y Nocturno Culto son algo así como los Ramones o los Ac/Dc del Black Metal. Todos sus discos siguen pautas similares, no tienen interés alguno en salirse de su patentado primitivismo y, aún así, cada tanto sacan un disco que se destaca del resto por motivos nunca demasiado claros. Ok, no me olvido de sus comienzos Deathmetaleros, pero eso es como hablar de Ramones cuando todavía trataban de ser glamorosos. Ahora bien, habría que ser sordo o necio para negar la progresión que existió entre los trances oscuros, ruidosos y minimalistas de “A blaze in the northern sky” y la manifiesta adoración por Celtic Frost del disco que nos ocupa. Un cambio que se fue dando gradualmente y que en “Plaguewielder” se manifiesta en su totalidad. Machaques thrasheros, riffs simples, medios tiempos desprolijos, guiños Crustys, rebajes dumbetas y todo aquello que Tom Warrior y los suyos nos enseñaron antes de volverse góticos. Los temas pueden resultar un poco largos (ninguno baja de los cinco minutos) pero esa es otra de las características del dúo. El sonido es crudo, claro, pero en ningún momento deja de apreciarse la labor de los instrumentos. DarkThrone no necesita superproducciones pero tampoco son una bola de ruido. Y la simpleza de las composiciones no quiere decir falta de ideas, por el contrario, el arsenal riffero de los noruegos está para competirle a cualquier gimnasta de las seis cuerdas. En fin, esto es un claro caso de tómalo o déjalo, por lo que cualquier tipo de discusión es estéril.

-Isis “Panopticon” (2004)
La música de Isis propone viajes (mentales, espirituales y, a veces, físicos) y las imágenes que dichos viajes invoquen corren por exclusiva cuenta de cada oyente. Pero dejemos esto de lado, juguemos ala interpretación subjetiva y digamos que si el primer lp de los bostoniano (“Celestial”) remitía al cielo y el segundo (“Oceanic”) al mar, este “Panopticon”, con su casi paranoico concepto, representa su trabajo más político y, por ende, terrenal. Para lograr esta sensación de cercanía con el mundo que nos rodea, el grupo necesitaba dotar a su música de un aire de cotedaneidad ausente en sus discos previos. Así, la banda de Aarón Turner redefine su identidad manteniendo sus elementos típicos (canciones extensas, de desarrollos progresivos, ritmos lentos y climas que van de la calma psicodélica al estallido distorsionado) y sumando melodías que, tal vez por primera vez, apelan a las sensaciones más inmediatas. Esta vez las imágenes dejan de lado las abstracciones científicas y nos muestran la realidad de un mundo en decadencia sin rebusques innecesarios. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en la voz de Turner que, a pesar de sumar modalidades melodiosas, no abandona su característico gruñido, similar al de una gigantesca bestia. El caso es que aquí la bestia suena herida, vulnerable, casi humana. Humano, así se presenta Isis en “Panopticon”, con todo lo que esto implica y sin moralejas no dramatismos gratuitos. Casi como la vida misma.

-The Get Up Kids “Guilt Show” (2004)
Espíritu Beatle tamizado por la Mirada del Emo/Indie norteamericano de los noventas. De eso se trata este cuarto lp del quinteto sensible de Kansas, canciones agradables que apuntan directamente a las emociones. Y aciertan. A algunos podrá sonarle “blando” o “demasiado simple” pero el que no esboce una sonrisa con “Wouldn’t believe it”, quienes no muevan la patita con “In your sea” y aquellos cuyo corazón no se encoja con “Holy roman”, es porque están muertos en vida. A su vez, “Guilt Show” nos muestra a un grupo que logra adaptar sus influencias (la energía emotiva de Superchunk, la ironía de Pavement, la dulzura de R.E.M., la timidez nerd de Weezer y la melancolía Pop de The Cure) de tal forma que den a luz composiciones personales, en gran parte gracias a las melodías (tanto en las guitarras como en las voces) de Mathew Pryor y Jim Suptic y los teclados del ex Coalesce, James Dewees. Un excelente motivo para seguir creyendo en las buenas canciones.


-Today Is The Day “Kiss The Pig” (2004)
La historia de la humanidad probablemente esté signada más por sus defectos que por sus virtudes. Es difícil determinar si la actualidad que vivimos se inscribe entre los peores momentos de la misma, pues para ello hace falta una perspectiva histórica que sólo el tiempo es capaz de ofrecernos. Pero, sin duda, no son tiempos fáciles los que nos tocan vivir. Y, en ese contexto, uno siente la necesidad de música que sirva como catarsis para toda esa energía negativa absorbida durante interminables jornadas. Bueno, aquí está el octavo disco de Today Is The Day, ideal para gritar, rebotar contra las paredes, doblarse del dolor y transpirar hasta que la última gota de frustración haya abandonado nuestros cuerpos. Sólo necesitás cerrar los ojos, despojarte de prejuicios y dejarte llevar por esos ritmos a veces sincopados, a veces brutales, esas guitarras que van desde el riff aplastante hasta los ruidos más increíbles y disonantes, esa voz (la de su líder, guitarrista, compositor y productor, Steve Austin) que chilla, se dobla empapada de efectos, entona y parece siempre a punto de quebrarse por la tensión. Por supuesto, no se trata del mejor trabajo del grupo y podríamos alinearlo más con la virulencia de “In the eyes of god” que con la recargada elaboración de “Temple of the morning star” (su hora más refinada) o el doble “Sadness will prevail”, pero aún así se trata de un álbum sumamente intenso y personal, con una calidad que supera ampliamente a la media. ¿Mathcore? ¿Noise-Metal? Mmmmno, Today Is The Day escapa a las categorías y reparte influencias antes que recogerlas. Si ya los conocías, sabrás que esperar, en caso contrario no te pierdas a una de las bandas más importantes para entender el metal actual.


-Das Plague “Das Plague” (2006)
La marea se desata con “A un paso de la determinación”. Una base cambiante, riffs majestuosos y el viejo truco de combinar gruñidos graves y alaridos agudos. La tensión no decae ni por un segundo hasta toparnos con “Ritmos sincopados, sonidos de muerte”. Precisamente eso. Golpes trabados, guitarras que ensayan melodías Post-Rockeras pintadas de negro y una insistente sensación de angustia que no desaparece ni siquiera en el calmo último tramo del tema. Vuelven las aguas movidas con “La segunda regla” (¿Hablará sobre la menstruación?) y descubrimos que esta combinación de melodías guitarreras casi Emo, suciedad Crust, epilepsia rítmica y un oscuro sentido de la épica Post-Rockera funciona más que bien. Claro, no es que City Of Caterpillar no hubiera ensayado algo similar hace algunos años, pero Das Plague se mantiene con peso propio ante las comparaciones. La energía imbatible de “Mimesis” así lo demuestra. El riff principal te puede sonar de algún lado, el rebaje introspectivo seguido de la correspondiente explosión gradual podrá sonar a recurso remanido. Pero el resultado es tan efectivo, la emoción transmitida de forma tan descarnada y visceral que cualquier objeción desaparece. “La marea de piedras” despide este mini lp retomando las imágenes de gigantescas olas golpeándolo todo con fuerza inusitada y sin posibilidad de escapar. En definitiva, no es un derroche de originalidad ni un nuevo amanecer musical, pero dudo que encuentren un paralelo directo con quien comparar a estos barcelonenses. Y, ciertamente, la intensidad que manejan en estas cinco canciones basta para darles crédito.


-Deftones “Saturday night wrist” (2006)
Sin desmerecer a sus primeros trabajos (“Adrenaline” y “Around the fur”, que forjaron la personalidad del, por ese entonces, cuarteto), “White Pony” marcó un hito en la carrera de Deftones. Fue el disco que, a base de juegos de texturas y una sensibilidad muy particular, los elevó por sobre la meseta creativa del Nü Metal y les dio su propio lugar en el mundo de la música pesada. Si hasta Bill Gould (ex bajista y fundador de Faith No More) los considera la única banda de esa camada con algo para decir musicalmente. El homónimo sucesor de “White Pony”, sin ser un álbum desechable, fallaba en eso de seguir empujando la música del ahora quinteto hacia adelante. Y así llegamos a este “Satruday night wrist”, probablemente un nuevo hito en la discografía Deftoniana. Claro, los ecos del “White Pony” todavía resuenan, y así temas como el inicial “Hole in the earth”, “Beware” y “Cherry waves” mantienen esa típica estructura “comienzo intimista-estribillo distorsionado y emotivo”. Pero eso no es todo. La rabia vuelve a decir presente en “Rapture”, “Rats! Rats! Rats!” (ambos con ritmos secos y entrecortados y con el Chino Moreno estrenando una nueva tonalidad de chillidos mikepattonescos) y “Mein”, con uno de los mejores riffs de Stephen Carpenter y la voz invitada de Serj Tankian (System Of A Down) quien, por suerte, se mantiene dentro de un registro sobrio y melódico. ¿Quieren más? Ahí tienen la fragilidad de “Xerces”, las idas y venidas de “Combat”, las atmósferas de “Kim Dracula” y ese inquietante final con ”Riviere”, que va del clima soñador a una tensa disonancia, para desembocar en una pesadez desértica, casi Stoner. Y, claro, como dejar pasar las dos perlitas de esta placa: el instrumental “U, U, D, D, L, R, L, R, A, B, Select, Start” (arpegios cristalinos y arreglos abstractos a la Robert Fripp, sostenidos por una base inquieta) y esa suerte de Trip-Hop perverso y enfermizo llamado “Pink cellphone”, donde Annie Harim (de Giant Drag) desgrana una letra increíble con su voz cargada de sórdida sensualidad. Por supuesto, más allá de su evidente evolución, la trouppe del Chino Moreno mantiene intactos ciertos elementos que ya son su marca registrada: la voz fantasmal apoyada casi constantemente por coros y susurros, los sutiles arreglos del Dj Frank Delgado que no dejan ni un espacio sin rellenar, la pared de distorsión y las variadas texturas sonoras que genera la guitarra, el perfecto swing del batero Abe Cunningham y esa especie de reinterpretación en clave metálica y “moderna” (y con un corazón Hardcore/Skater) del Rock inglés más arty y emocional, con The Cure, Radiohead y My Bloody Valentine como influencias innegables. Sin bombos ni platillos, casi con un perfil bajo, los Deftones lograron una obra excitante, de gran belleza y profunda musicalidad, que deja en claro que las buenas canciones, el éxito comercial y la sofisticación artística no tienen por qué estar reñidas entre sí.

-Greg Graffin “Cold as the clay” (2006)
Olvídense de Bad Religion. Olvídense del Punk taquicárdico de melodías grandilocuentes y letras punzantes plagadas de términos académicos. Olvídense también de aquel “American lesion”, el debut solista de Graffin de 1997, esta es otra historia. Digamos que, si aquel era el típico “disco de divorcio post relación amorosa fallida”, este “Cold as the clay” es el álbum del viejazo, donde el profe Punk (no, nada que ver con el gordo Porcel, que en paz descanse rodeado de gatos y merca) nos cuenta historias de su infancia en tono rural y a ritmo de Country/Folk tradicional. Guitarras acústicas, bases cadenciosas, coros femeninos, banjos, slides y demás aditamentos típicos del género se suman a la característica voz del líder de Bad Religion, con ese tono siempre sobrio y emotivo. Las letras relatan postales casi costumbristas, protagonizadas por asesinos, perdedores anónimos y pequeños grandes héroes de la clase trabajadora, donde el buen Gregorio evita hábilmente caer en la conservadora reivindicación redneck que tanto abunda en el Country. En definitiva, una cara diferente de un artista que siempre tiene algo interesante para decir.


-Tragedy “Nerve damage” (2006)
Hay músicos que se preocupan incansablemente por alcanzar la perfección, tipos sesudos y obsesivos capaces de darle mil vueltas a una composición o interpretación hasta pulirla al máxima, inclusive corriendo el riesgo de asfixiar el alma de su creatividad en ese proceso. Bueno, Tragedy está en la vereda opuesta. Y no porque sean incapaces de dominar sus instrumentos (de hecho, suenan extremadamente compactos y lo suficientemente variados como para no aburrir) si no porque todo eso queda en un clarísimo segundo plano ante la visceralidad que transmiten sus canciones. Acá se nota que el fuego arde en sus entrañas. Por supuesto, contando el cuarteto con miembros de His Hero Is Gone, From Ashes Rise y Severed Head Of State (tres grupos imprescindibles para entender el renacimiento creativo del Crust), es de esperarse que esto no sea simplemente Hardcore podrido y sin imaginación. Este tercer álbum rectifica el sonido de Tragedy (que tiene raíces en el Crust pero no se priva de influencias ajenas al género como las de Bad Religon, Neurosis o At The Gates) y lo lleva un poco más allá con la utilización de pianos y guitarras acústicas y manteniendo siempre esos épicos punteos melódicos llenos de emoción que se funden sin problemas con los ritmos acelerados y las cascadísimas voces. A todo eso, súmenle letras de tono 100% anarquista, que eluden la superficialidad de tanto “Punky de postal” y el resultado es una auténtica bomba musical, que demuestra que todavía queda tela por cortar en el Crust.


-Clockcleaner “Babylon rules” (2007)
¿Noise-Rockers de rostros pálidos y con los ojos delineados? Bueno, poco sé de la estética que maneja esta gente pero, si tenemos en cuenta que Nick Cave (una especie de semidiós para la fauna darky) lideró alguna vez a los ruidosos The Birthday Party (que resultaron una innegable referencia para popes del Noise-Rock como Big Black o Scratch Acid), la cosa no sería tan extraña. Es más, un emblema del goticismo rockero como fueran los legendarios Bauhaus, ciertamente no le temía a las guitarras disonantes y los bajos mugrientos y desafinados. Así, este tercer disco encuentra a Clockcleaner despegándose parcialmente de la notable influencia que The Jesus Lizard ejercía sobre ellos, para dar lugar a climas aún más macabros y, obviamente, oscuros. Esto no significa que la propuesta se haya diluido, por el contrario, las guitarras raspan y se enroscan en un infierno de abrasivos tonos menores, el bajo gruñe amenazante como una bestia enjaulada, las bases nos ahogan con sus hipnóticas cadencias repetitivas y la voz se explaya es enfermizas disquisiciones de pura psicosis. Lo que se suma al ya de por sí explosivo cocktail del grupo son esos pianos, esas melodías fantasmales y esa especie de Blues desencajado y perverso que tiñe las canciones de un espeso aura de noctambulismo decadente. Por momentos, hasta resuenan fuertes ecos de los momentos más introspectivos y estancados de The Cramps, aunque aquí el sentido del humor sea mucho más extremo y desagradable. Si se están enganchando con esta suerte de revival Noise-Rockero, aquí tienen un más que destacado exponente, con un amplio conocimiento de la materia y la volunta de alumbrar (paradójicamente) las áreas más oscuras del género.