29 de octubre de 2010

Muerte en Dos Piernas - El Amor Como Anarquía del Alma



Alfredo Mario y/o Farrokh Bulsara (si, ese de Gran Cuervo) es Muerte en Dos Piernas. Ese flacucho al que le gusta pintarse los pelos de colores y usar remeras de Flema, que arma bardo por donde va y sin embargo todos los queremos como es: un tipo apasionado y eterno adolescente. Ese loco es el que hoy nos presenta su disco de canciones bonitas El Amor Como Anarquía del Alma.

Bajátelo acá, piscuí

27 de octubre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Bam Bam Estás Muerto “Libros, poesías y films” (2010)
Lo primero que veo son flores y mariposas fundidas en un naranja ígneo. Avanzo y me topo con textos cargados de romanticismo, contemplación, dolor e inocencia. Un poco más, y tengo a estos cinco muchachos sonrientes tendidos sobre un verde pasto adornado de hojas otoñales. Tal vez no sean el tipo de imágenes que la mayoría asociaría inmediatamente al Hardcore pero si algo queda claro en este debut discográfico de Bam Bam Estás Muerto (ya desde el nombre mismo del grupo) es que no estamos en presencia de material convencional ni atado a ningún tipo de regla estilística. Hablamos de Hardcore porque los tempos frenéticos, las voces quebradas, los riffs potentes y toda esta pasión desbordada y urgente así nos lo indican, y no por una cuestión de repetir lugares comunes ya sean musicales, ideológicos o estéticos. Por otro lado, las hermosas melodías, el espeso entramado de arreglos y texturas, los cambios de ritmo y los flirteos con elementos musicales más bien exóticos (teclados, violín, guitarras acústicas, coros infantiles, empleo de disonancias y pasajes de profunda tensión psicodélica y hasta un fragmento del tango “Por una cabeza” de Gardel y Le Pera) nos obligan a una apreciación que va más allá del mosh y los gestos acusadores. Y, en última instancia, eso también es Hardcore. ¿O dónde está escrito, acaso, que la única forma válida de encarar el género sea a través de poses rudas y sonidos violentos? Aquí hay emoción, introspección, imaginación y una intensidad que nos hace pasar por alto alguna que otra desprolijidad, en especial en el terreno vocal. No es casualidad que este álbum sea editado por Varsity, un sello (regenteado por los chicos de Reconcile) que últimamente viene demostrando una saludable apertura en lo que a Hardcore se refiere, proponiendo nombres frescos en la escena vernácula (Enquirer, El Camino Más Difícil, los mismos Reconcile) e internacional (Verse, Against All My Fears, Cinder) e inclusive no poniendo objeciones a que Bam Bam Estás Muerto entregue de forma gratuita la versión digital de “Libros, poesías y films” en su propio Myspace (www.myspace.com/bambamestasmuerto). Alguna vez los legendarios No Demuestra Interés dieron en el clavo dirigiéndole al Buenos Aires Hardcore la inmortal frase “debes quitarte el uniforme”, más de quince años después dicha proclama sigue vigente y se manifiesta fervientemente en estas nueve apasionantes canciones.


-Betrayed “Suffering” (2010)
Contando con miembros de luminarias del Hardcore de los últimos tiempos como Carry On, Champion o Terror, Betrayed bien podría ser considerado un supergrupo dentro del género. Por ende, podrían dedicarse simplemente a descansar sobre sus laureles y repetir las fórmulas que llevaron al éxito (bueno, éxito moderado, esto sigue siendo Hardcore al fin de cuentas) a sus agrupaciones previas, con la certeza de que al menos un puñado de jóvenes tatuados les prestarían atención. Pero, haciendo honor al espíritu trabajador e inquieto que alguna vez implantaran leyendas como Black Flag o Minor Threat, el cuarteto decidió ir por más. “Suffering” es simplemente un ep de cuatro temas (precedido por el ep “Addiction” de 2005 y el larga duración “Substance” de 2006. Y si ponen juntos los tres títulos en orden hasta parece un mensaje subliminal Straight Edge) y en los siete minutos y monedas que ocupa se percibe el empuje por no quedar atrapados en las fórmulas típicas patentadas por clásicos como Youth Of Today, Gorilla Biscuits o Chain Of Strenght. Por supuesto, las raíces están ahí, los tupá-tupás, los riffs más energizantes que un balde de Red Bull, los gritos con el pecho inflado y las venas de la garganta a punto de estallar. Pero también hay lugar para ritmos más cadenciosos, riffs más elaborados, solos de guitarra y hasta arpegios y melodías que no hubieran desentonado en discos de Embrace o el Dag Nasty más melódico. Y todo ello sin perder ni por un segundo esa potencia refrescante y contagiosa que es casi la columna vertebral de este tipo de Hardcore. Seguidores de Bane, Reconcile, el primer Comeback Kid y básicamente cualquier banda dedicada a reinterpretar las enseñanzas de la vieja escuela Hardcorera y dotarla de aire más contemporáneos, a por ellos.


-Circle Of Animals “Destroy the light” (2010)
Evidentemente Sanford Parker tiene un gran amor por aquella vieja escena Industrial que asoló su ciudad natal (Chicago) a fines de los ochentas y principios de los noventas, especialmente de la mano del sello Wax Trax, por donde pasaron Ministry, Revolting Cocks (bueno, básicamente todos los proyectos relacionados a Al Jourgensen y sus amigotes), My Life With The Thrill Kill Kult, KMFDM, Front 242 y demás luminarias del género. Es que, más allá de su asociación con el Sludge/Doom/Post-Metal (evidenciada por su trabajo en grupos como Minsk, Buried At Sea y Behold! The Living Corpse), este señor barbudo últimamente no ha perdido oportunidad de meter esas influencias en otros proyectos, ya sea Blackmetaleros (los últimos trabajos de Nachtmystium y el supergrupo Twilight) o de neto corte Industrial, como los geniales The High Confessions (junto al baterista de Sonic Youth Steve Shelley y al ex-Ministry y Revolting Cocks Chris Connelly) o estos Circle Of Animals que hoy nos ocupan. En esta ocasión su mano derecha es ni más ni menos que Bruce Lamont, líder de los Jazz-Metaleros Avant-Garde Yakuza, encargado de la voz principal a lo largo de toda la placa. A ellos se suma un seleccionado de músicos invitados como para sacarse el sombrero: los mencionados Shelley y Connelly, Darren Verni de Unearthly Trance, John Herndon de Tortoise, John Merryman de Cephalic Carnage y Secret Chiefs 3, el gran Dave Witte (Municipal Waste, Discordance Axis, Burnt By The Sun, Human Remains y un millón más), Blake Judd de Nachtmystium, Zack Simmons de Goatwhore (y ocasional sesionista de Nachtmystium), James Staffel de Yakuza, Jeff Morgan de Rwake, Ron DeFries de Indian y otros menos conocidos. Bien, hasta ahí los datos, pasemos a lo importante. Para aquellos que quedamos deslumbrados por el debut de The High Confessions, este “Destroy the light” representa un complemento ideal y un saludable equilibrio entre nostalgia e inventiva. En efecto, las influencias están claras e indisimuladas (tenemos al Ministry pre-“Psalm 69”, al Killing Joke más virulento, algo de los primeros Swans, un cuidadísimo trabajo de producción que remite a Foetus y diversas referencias al mencionado sonido Industrial de Chicago), pero al mismo tiempo el resultado final brilla con identidad propia, desplegando una imaginación y una profundidad compositiva tan intensa y envolvente como digna de minucioso análisis. Por un lado tenemos bases ominosas y contundentes, que imprimen un paso entre marcial y apocalíptico a cada uno de los temas al tiempo que exhiben un elaborado sentido dinámico que se permite jugar con diversos ritmos (a veces más machacones y acelerados, a veces más tribales, a veces más lentos y aplastantes, a veces más mecánicos e insistentes, a veces más caóticos, casi Jazzeros) sin perder nunca el hilo conductor. Después tenemos una más que destacada labor vocal que aporta una constante bruma de oscuridad entre mística y psicodélica pero alejada de cualquier atisbo de languidez o dramatismo innecesario, manteniendo siempre una tensión de dientes apretados y gesto adusto, con el debido lugar para la melodía pero también para la intensidad. Pero el punto fuerte es el despliegue instrumental que el mismo Parker (con una ayudita de Lamont y algún que otro colaborador ocasional) expone en estas ocho canciones, tendiendo infinitas capas sonoras hasta generar densas pinturas plagadas de detalles y arreglos tan certeros como imaginativos. Riffs amenazantes, misteriosos arpegios, gruesos colchones de electrónica crepitante, espesos entramados de samples que se van sumando en un barroquismo asfixiante y perturbador, un bajo que gruñe a la Godflesh, punteos que inducen confusión en los sentidos, melodías cargadas de una desazón maliciosa y abrumadora, teclados que nos transportan a paisajes entre siderales, desérticos y surrealistas, tupidas texturas que nos envuelven en un viaje tan onírico como intenso y muchos más elementos (mencionarlos a todos haría que este comentario sea aún más extenso. Y ya es bastante extenso, por cierto) se funden en una danza ondulante que se apodera inexorablemente del oyente y no lo suelta hasta que los cuarenta y cinco minutos de música hayan concluido. Los amantes del mejor Rock Industrial de ayer y hoy (entre los que me cuento, vale aclarar) estarán de parabienes pero la calidad superlativa de este material trasciende lo genérico y se hace recomendable para todo aquel que simplemente aprecie la música que estimule tanto al cuerpo como a la mente y el alma. De cabeza a lo mejor del año.


-Envy “Recitation” (2010)
Solos en este desierto urbano, miradas atravesadas por fantasmas grises de recuerdos que, poco a poco, se van borroneando. Un piano lejano y un recitado que se comprende aún sin conocer su idioma. Un arpegio que cae como una cortina de estrellas sobre esta noche eterna del alma. Las imágenes se superponen en cámara lenta, evocaciones fragmentadas, fotografías en blanco y negro con los bordes corroídos por el tiempo. Tanto dolor sólo puede ser liberado con un estallido, sólo puede ser explicado en alaridos, sólo puede ser comprendido a través de estos entramados melódicos que ondulan constantemente en un espiral de intensidades, luces y sombras. Envy ha crecido, eso lo sabe cualquiera que haya seguido su evolución desde el crudo y caótico Screamo de sus primeros años (hablamos de mediados y fines de los noventas) hasta esta suerte de Post-Rock atravesado por desgarradoras descargas de distorsión. Pero es aquí, en “Recitation”, donde finalmente logran darle un marco absolutamente propio a dicho sonido. Las canciones manejan la dinámica familiar de moverse entre reflexivos remansos melancólicos y envolventes subidas de decibeles pero ahora ese movimiento se vuelve más natural, más orgánico. Gran parte del mérito se lo llevan las guitarras de Nobukata Kawai y Masahiro Tobita, entrelazándose en infinitos paisajes melódicos que generan nudos en el estómago, elevándose en cascadas rifferas que sacuden el espíritu, dibujando texturas que resultan sólidas y complejas al mismo tiempo, adornando todo con imaginativos arreglos y contrapuntos de una belleza devastadora. Pero también hay que mencionar a Dairoku Seki que, tras los parches, se maneja con la precisión y la sabiduría de un monje Shaolin al tiempo que se detona como una estampida de elefantes en los momentos más álgidos. La voz de Tetsuya Fukagawa sigue siendo el elemento más limitado de la propuesta pero aún así alcanza tal fuerza y pasión en sus recitados y en sus gritos que seguramente rompería el encanto si intentara otras variantes. Y, si hay algo que se mantiene firme en la carrera de Envy es la emoción en su estado más puro y visceral, así que en ese sentido no hay ninguna queja posible. Absolutamente recomendado para todo aquel que tenga un corazón latiendo en el pecho.


-ExoMATER “ExoMATER” (2010)
Siendo Francisco Rivera Rivera (único integrante de ExoMATER) de origen chileno, uno podría hacer el chiste fácil relacionando las sensaciones opresivas que transmite este álbum debut con el encierro subterráneo sufrido por los ahora famosos treinta y tres mineros. Pero, sin duda alguna, lo que más llama la atención es la variedad compositiva que expone, eludiendo hábilmente cualquier intento de encasillamiento facilista. Hablamos de una única composición de veinticuatro minutos y pico de duración, que se va moviendo constantemente entre pasajes ambientales y subidas de intensidad, que avanza siempre de forma impredecible, trazando una trayectoria errática en lo formal (es decir, no apegada a reglas genéricas o de estilo) pero al mismo tiempo coherente y certera. Tenemos momentos que remiten claramente a las atmósferas cavernosas del Drone, samples, arreglos y texturas de sabor Industrial, delicadas guitarras Post-Rockeras, embotadoras ensoñaciones psicodélicas, riffs pesados y graves de impronta Sabbáthica, densas cascadas de distorsión Shoegazera, ritmos cadenciosos pero con nervio rockero, tensas brumas de oscuridad ambiental, voces que se mueven entre melodías flotantes y profundos gruñidos Deathmetaleros, todo puesto en pos de proponer un viaje sumamente asfixiante con el que el mismo autor pretende “remover el pensamiento inculcado en la sociedad contemporánea por siglos y liberar la mente del miedo, la violencia y la intranquilidad psico/emocional con la que aprendemos a vivir desde niños”, según sus propias palabras. Dese ya, al tratarse de material registrado de forma casera y por una sola persona, pueden percibirse ciertas pequeñas desprolijidades que, no obstante, no llegan a empañar el resultado final. En cualquier caso, siempre es destacable el espíritu inquieto y esa es una virtud innegable en Rivera, a juzgar por su participación en otros proyectos como Magna Veritas y MOA. No es material para oídos que busquen complacencia inmediata pero los que se atrevan a encarar la experiencia desprovistos de prejuicios podrán toparse con una grata sorpresa.


-Hail Of Bullets “On divine winds” (2010)
Sin duda alguna, uno de los grandes responsables del revival Deathmetalero vieja escuela que se vive hoy en día en el underground metálico ha sido esta suerte de supergrupo conformado por miembros de luminarias del género como Asphyx, Bolt Thrower, Comecon, Pestilence y Gorefest (entre muchas otras) que, con su debut discográfico (“…Of frost and war”, editado en 2008) demostró que las enseñanzas de clásicos como Autopsy, Celtic Frost, Obituary y los mencionados Asphyx y Bolt Thrower todavía podían ser reinterpretadas de forma respetuosa y contemporánea al mismo tiempo. Así, estos holandeses llegan al segundo disco (en el medio, su vocalista Martin Van Drunen reformó Asphyx, incorporando también allí al guitarrista de Hail Of Bullets Paul Baayens) con las premisas y la energía intactas. No hay mucha vuelta que darle, se trata de Death Metal con impronta bélica, con composiciones simples y contundentes, con un claro amor por los rebajes dumbetas y los medios tiempos casi marciales. Las referencias listadas más arriba sirven como claro ejemplo del estilo practicado por el quinteto pero el sonido claro y potente como un martillazo en la sien y el afilado instinto compositivo del que hacen gala los separan de la mera copia sin sustancia. Tampoco se puede hablar de originalidad pero los resultados concretos son tan sólidos y frescos que ese ítem puede quedar en cómodo segundo plano. La banda suena ajustadísima, las guitarras serruchan con un maravilloso repertorio de riffs carnosos (sencillos pero nunca burdos o aburridos) y punteos de pura maldad épica, la base rítmica mantiene una fluidez envidiable sin bajar nunca la intensidad (aquí vale más el sentido del groove que el despliegue de golpes a toda velocidad, aún cuando hay arranques que provocarían una erección al mismísimo Dave Lombardo), la voz de Van Drunen conserva ese tono tan particular (esa especie de gruñido afónico y seco) que lo distingue de otros pudridores de garganta y las canciones mismas presentan un poder de síntesis y un gancho que las hace sencillamente irresistibles. Más allá de modas y tendencias, Hail Of Bullets parece comprender que lo más importante, en el género que sea, son las canciones y eso ya les vale para ganarse su lugarcito en el panteón del Metal extremo actual.


-Hero Destroyed “Throes” (2010)
Si una banda viene recomendada por los mismos integrantes de Don Caballero (que oficiaron de puente entre Hero Destroyed y Relapse Records), entonces más vale prepararse para un serio despliegue de virtuosismo puesto al servicio de las emociones fuertes. Si encima el grupo en cuestión tiene en sus filas a un integrante de los frenéticos Commit Suicide (una de las propuestas más interesantes que nos legó el Death técnico de la década pasada), entonces queda del todo claro que lo que se viene es material intrincado, extremo y destinado a jodernos la mente. En efecto, luego de un ep homónimo (editado en 2008), Hero Destroyed llega a su álbum debut repartiendo dedos, golpes y alaridos como si no hubiera un mañana. Esto es Mathcore, por si no lo suponían, parado en algún lugar entre el caos vertiginoso y calculado de The Dillinger Escape Plan y el groove epiléptico de Coalesce, principalmente rabioso y desprovisto de cualquier atisbo de melodía o variantes exóticas, más allá de algún breve interludio ambiental. A pesar de ello, el quinteto se las arregla para eludir el aburrimiento y la monotonía con un agudo sentido de la dinámica y una colección de riffs que harán las delicias de todo nerd extremo que se precie de tal. Desde ya, sería un error (y un camino de ida a la desilusión) esperar innovaciones en “Throes”. Los músicos son excelsos intérpretes y demuestran una vasta imaginación a la hora de componer pero nunca se salen de los márgenes esperables del género. Un género, por cierto, que parecen dominar con profundo conocimiento de causa y enroscada pasión. Dicho en otras palabras, no hacen nada nuevo pero lo hacen bien. Por ahora vale como para despuntar el vicio, para la próxima espero un vuelo más personal.


-John Zorn “Ipsissimus” (2010)
El “Ipsissimus”, según los preceptos mágicos elaborados por Aleister Crowley, es algo así como el superlativo del ser. Bien, en lo musical pocos seres son tan superlativos como los que el maestro Zorn convocó para formar parte de su Moonchild Trio, expandido a cuarteto desde el anterior disco, “The Crucible” (2008), con la incorporación del guitarrista Marc Ribot. Sí, hablamos de la quinta entrega de esa serie que se inició en 2006 con “Astronome” y “Moonchild” y en la cual Zorn se vuelve a colgar el saxofón en su modo más rabioso, se monta a las frenéticas bases urdidas por Joey Baron (batería, ex Naked City) y Trevor Dunn (bajo, ex Mr. Bungle), se trenza en acalorados duelos con las más deformes y coléricas excelencias vocales de Mike Patton y recupera, de cierta forma, el espíritu virulento, caótico y revulsivo de los legendarios Naked City. O sea, aquellos que no tienen tanta paciencia para los trabajos más experimentales o refinados del neoyorquino y prefieran su costado más bien rockero o extremista, aquí tienen un bocado para degustar con todos los sentidos en ebullición. Por supuesto, esto no es material fácil y esta no es gente dispuesta a dejarnos las cosas servidas en bandeja. Los arranques más frenéticos son enroscadas batallas sónicas que, entre riffs laberínticos, solos desquiciados, golpes hiperquinéticos, punzantes disonancias y alaridos desencajados (Patton sigue demostrando que es uno de los más destacados estudiosos de las vocalizaciones extremas), generan una tensión sumamente física, visceral y sudorosa, se sienten en los huesos y estrangulan la mente hasta dejarla agotada. Pero eso no es todo. También hay lugar para misteriosos pasajes que apuntalan el aire esotérico de la placa, ya sea con oscuros recovecos de sórdida belleza melódica como con visiones de puro embotamiento psicodélico rozando lo abstracto. Y lo mejor es que el tránsito entre unos y otros se da de forma impredecible y fluida al mismo tiempo, a través de intrincadas arquitecturas compositivas (agrupadas en dúos, tríos y cuartetos) que desafían las meras nociones rockeras sin por ello perder de vista la dinámica ni la intensidad. De hecho, en términos de energía desatada y maniática, “Ipsissimus” es capaz de competir (y ganarle por afano) a cualquier exponente del Metal extremo que se atreva a plantársele. La diferencia es que aquí no hay limitaciones genéricas que restrinjan el enorme flujo creativo ni acartonamientos académicos que se interpongan con la entrega urgente y visceral de los músicos. En fin, esta formación es garantía de calidad y, una vez más, no sólo no defraudan sino que encima se alzan con uno de los mejores discos del año.


-Manic Street Preachers “Postcards from a young man” (2010)
La idea inicial de los Preachers para este décimo álbum (sin contar compilados ni esas cosas) era la de crear un disco Pop, plagado de hits radiables y con un espíritu más bien celebratorio, en contraposición con la angustia que se percibe en varios de sus trabajos previos. No sé cómo les irá con la difusión radial pero en lo que hace a canciones pegadizas, emotivas, elegantes y sencillamente hermosas, el objetivo ha sido alcanzado sin problemas. Desde ya, no es la primera vez que los galeses dan rienda suelta a su costado más dulce y reposado pero, si sirve como referencia para entendidos, este “Postcards from a young man” se presenta como un trabajo claramente superior a “This is my truth tell me yours” o “Lifeblood”. El punto, como siempre, está en las canciones mismas, rebosantes de vitalidad, maduras pero nunca inaccesibles, lánguidas o superficiales (no por nada hace mucho tiempo que dejaron de lado sus flirteos con una bobalicona estética glamorosa). Abundan las guitarras limpias, los tempos cadenciosos, las melodías refinadas y sensibles, las texturas cuidadas, los arreglos sutiles y esas orquestaciones que, a esta altura (al menos a partir de “Everything must go”), son un elemento típico del trío. Hay también espacio para un coro Gospel (en cuatro de los doce temas) que pone de manifiesto el homenaje a Motown anticipado por el mismo Nicky Wire meses antes de la edición del disco, hay músicos invitados (el recauchutado Duff McKagan con su bajo en “A billion balconies facing the sun”, el ex Velvet Underground John Cale metiendo ruido y teclados en “Auto-Intoxication” y el insoportable Ian McCulloch de los abominables Echo & The Bunnymen poniendo su patética voz en “Some kind of nothingness”, un tema que, a pesar suyo, llega a buen puerto) y hasta hay alguna que otra levantada de intensidad, aunque nada que los acerque a la rabia Punky de otras placas. De todas formas, Manic Street Preachers siempre fue un grupo con identidad propia (en gran parte gracias al inconfundible tono de voz de James Dean Brafield) y eso les permite moverse entre diferentes variantes estilísticas sin por ello perder de vista el poderío básico e inextinguible de las buenas canciones y las grandes melodías. Cualquiera que aprecie dichas cualidades debería, al menos, darle una oportunidad.


-The Chariot “Long live” (2010)
Hay días en los que todo sale mal, días en los que la vida parece empeñada en demostrarnos lo cruel que puede llegar a ser, días marcados por un constante rechinar de dientes y una violenta ebullición del ánimo. Días de mierda, en otras palabras. ¿Y qué mejor para sobrellevar esas jornadas que media hora de ritmos taquicárdicos, acoples, riffs disonantes y alaridos desgarrados? The Chariot llega a su cuarto disco con una saña y una rabia que se sienten en los huesos y los dejan entumecidos. Encima decidieron registrar la placa en vivo en un estudio absolutamente analógico, lo que hace que su impronta de Mathcore a la Coalesce gane en intensidad y crudeza, transmitiendo una sensación física de la que es imposible substraerse. Las guitarras chillan y se retuercen dejando en claro que la idea de combinar Hardcore, Metal y Noise-Rock todavía puede dar grandes resultados, la batería sostiene los maremotos sónicos con constantes cortes y quebradas que generan auténticos ataques de epilepsia pero al mismo tiempo con un afilado sentido del groove y la dinámica, y la voz corona todo eso con una energía que rebalsa de los parlantes y se clava en las entrañas como un puñal oxidado. El bajo está ahí pero no aporta demasiado, es cierto. ¿Pero a quién le importa eso? Las destrezas instrumentales (que las hay, no les quepa ninguna duda) pasan a un cómodo segundo plano ante semejante despliegue de cólera sin adulterar. Dese ya, hay lugar para alguna que otra variante melódica y rítmica (un piano por aquí, un rebaje Sludge por allá), y el caos de las composiciones permite estratégicos silencios y pasajes que podrían ser considerados simples dentro de los parámetros del Mathcore, todo lo cual no hace más que aportar el necesario (y breve) respiro para eludir la monotonía y poder mantener así un nivel de intensidad altísimo. Estas diez canciones apabullan tanto, se ciernen con tal agresión sobre los sentidos que ni siquiera vale la pena preocuparse por el hecho de que no se trate el material más logrado, creativamente hablando, del quinteto. Si andaban buscando un disco que les haga hervir la sangre, he aquí una excelente opción.


-The Ex “Catch my shoe” (2010)
Hay danzas que cargan en sí mismas con significados más profundos que el mero esparcimiento. The Ex nos pueden poner a bailar en este doceavo disco de estudio pero jamás nos ofrecerán un escapismo. Su música ha incorporando tal variedad de ritmos y sonoridades que tratar de encasillarlos parece casi una ofensa al sentido común. Sí, con más de treinta años de carrera ininterrumpida estos holandeses no sólo mantienen intacto el empuje vital de una búsqueda artística inagotable, sino que encima lo hacen con un fuego ardiendo en sus entrañas que les confiere una intensidad inalcanzable de tan elevada. Sí, nacieron en los albores del Punk-Rock pero siempre tuvieron más en común con CRASS que con The Clash o los Sex Pistols. También tuvieron, en los ochentas, sus oscuridades Post-Punks pero más del lado opresivo de Swans o Killing Joke que de la brumosa languidez de The Cure o del patetismo descalabrado de Joy Division. Contaron con algunos de sus discos editados por Touch & Go, el sello insignia del Noise-Rock americano de los noventas, y sin embargo siempre ostentaron una frescura, una versatilidad, un instinto melódico y una lucidez poco comunes en el género. Compartieron trabajos discográficos con gente como Sonic Youth y Tortoise y, en ambos casos, lograron dotar a dichas bandas de una energía visceral que ellas mismas parecían haber olvidado en algún momento, sin resignar ni un ápice de todo su complejo caudal creativo. Han ido incorporando elementos exóticos en su propuesta (músicas de Hungría, Turquía, Etiopía, Congo) pero están en las antípodas del multiculturalismo snob e hipócrita de un Manu Chao o de la World Music en general. Poseen claras influencias (tanto en lo que hace a composición como arreglos e interpretación) del Jazz y de la Música Contemporánea pero transpiran, se retuercen y ponen el cuerpo en su entrega como casi ningún músico académico suele hacerlo. Si no los conocen, una aproximada descripción (sólo aproximada, insisto, hay que escucharlos para notar que ésta es música demasiado original como para compararlos con nadie) de su actual sonido podría ser imaginar una suerte de Fugazi expandido por los músicos de Mr. Bungle en sus momentos más ampulosos. Si ya los conocen, lo que único que resta agregar es que lo consigan este maravilloso “Catch my shoe” a cómo de lugar y pronto.


-Withered “Dualitas” (2010)
Algunos habrán llegado linkeando hasta Withered al saber que dos de sus miembros fundadores (los guitarristas y vocalistas Chris Freeman y Mike Thompson) se despachaban, a fines de los noventas, a puro Grindcore/Crust en Social Infestation junto al por ese entonces futuro bajista/vocalista de Mastodon, Troy Sanders. Otros sencillamente se habrán deslumbrado por la particular cruza de Sludge, Death, Black Metal y Grindcore que ostentaran en su álbum debut, “Memento mori”, editado en 2005. La gran mayoría ni debe saber quiénes son estos barbudos que aquí llegan a su tercera placa con la potencia y la grandilocuencia intactas. Hablo de grandilocuencia porque todo suena enorme, monolítico y exagerado en este envolvente “Dualitas”. Cuando la cosa se pone violenta, los blast-beats hacen temblar paredes, los riffs estrangulan a toda velocidad y los gruñidos cobran una magnitud bestial e inhumana. Cuando bajan el ritmo, es como si la superficie misma de la tierra se agrietara con cada golpe de batería, como si las guitarras fueran montañas desplomándose en cámara lenta, como si el bajo imitara el latido de volcanes en erupción. Cuando se acomodan entre el Black y el Death dibujan las más blasfemas y barrocas pinturas apocalípticas, invocan legiones de demonios volando vertiginosamente y dejando un espeso rastro de hollín y azufre a su paso. Por supuesto, tienen lugar para la melodía en algunos riffs ya arreglos de guitarra (no así en las voces, que son puro extremismo) pero siempre utilizada en función de generar atmósferas tensas, malignas o desoladoras. Hasta los interludios instrumentales, a la mitad y al final del disco, tienen más que ver con el Ambient o el Noise que con remansos acústicos o vergonzosas pretensiones sinfónicas de cotillón. Es que estos sureños (de Atlanta, Georgia, no de Tierra Del Fuego) saben de sutilezas (la complejidad con que están construidas las composiciones y la precisión con que las interpretan así lo demuestra) pero no de concesiones a los sentidos ni de gestos amigables. Cada ínfimo detalle (a los logros técnicos antes mencionados, sumen una producción y sonido excepcionales) está puesto para apabullar al oyente y envolverlo invariable e impiadosamente en un auténtico infierno musical. Los valientes que emprendan el viaje serán gratamente recompensados al final.

25 de octubre de 2010

Diógenes



Diógenes es el proyecto unipersonal de Alejandro Ossandón, quien desde el 2007 irradia sus ondas de baja frecuencia desde el otro lado de la cordillera para nuestro deleite auditivo.
Esta oscura y muy interesante propuesta llega a mezclar el oscuro nihilismo del black metal con las clásicas exploraciones de ruido que hicieran famoso a Dylan Carlson en los 90's.

En esta ocasión presentamos los tres CD's editados de forma independiente por Alejandro:


Demo I, que sería el primer lanzamiento de Diógenes.
Descargar / Download Demo I


Monolítico, originalmente pensado para ser editado como segundo demo de Diógenes, editado como promo cd-r de limitadas copias.
Descargar / Download Monolítico


Tristeza, editado online en el 2009.
Descargar / Download Tristeza

Para contactar a Alejandro pueden escribir a diogenessindrome @ gmail . com

23 de octubre de 2010

Gran Cuervo, Doma, Cabrocordero en vivo en La Plata





20 de octubre de 2010

Gran Cuervo / The Black Fire - Split



Dos potencias drogonas se juntan en un solo disco de pura magia riffera, acordes con delay y rock pesado. Por un lado Gran Cuervo nos muestra un set de versiones alternativas de El Chacal, Grosso Corvus y Galaxia Mental, mientras que The Black Fire estrena material de lo que será su próximo disco en tres hermosas y ¿ya dije pesadas? canciones (Ongamira, Libre & Salvaje e Inspiratto), todo ello enmarcado en un malvado y satánico arte de tapa, gentileza de nuestros amigos The Lists: Fernando y Carla.
Escuchar sin distracción y con el volumen al mango.

Descargar Gran Cuervo / The Black Fire aquí
Download Gran Cuervo / The Black Fire here

19 de octubre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Årabrot “Revenge” (2010)
Noruega debe ser un lugar jodido para vivir. Algo perturbador deben generar esos paisajes helados en las mentes de sus habitantes. Dejando atrás el Black Metal llegamos a Årabrot, un trío (anteriormente dúo) que tiene suficiente enfermedad y desprecio por la salud mental de sus oyentes como para plantársele a cualquier pelele con la cara pintada de oso panda. Sí, se inyectaron los discos más abrasivos de gente como Melvins, Swans, Godflesh, The Jesus Lizard, Today Is The Day, Oxbow y demás paladines del ruido y la opresión, dejaron que esos corrosivos sonidos se confundieran con la sangre que corría por sus venas, infectándola y transformándolos en una bestia babosa de tres cabezas y sedienta de sangre. “Revenge” es el cuarto álbum (sin contar ep’s varios) de estos muchachos y todo parece indicar que no han solucionado sus problemas psíquicos. Ritmos que van de la densidad más agobiante al frenetismo más histérico, una guitarra que gruñe, chilla, aúlla, acopla, se retuerce en densas erupciones de magma sonoro o estalla en punzantes disonancias que se clavan como agujas en el oído, ocasionales samples que dibujan pinturas de absoluta demencia y perdición, una voz (en algún lado entre David Yow, Eugene Robinson, King Buzzo y Steve Austin) que invoca inquietantes fantasmas alcohólicos a grito pelado o que se repliega en tensos recitados alucinógenos, y nueve canciones que golpean el pecho como un martillo al tiempo que plantan semillas de angustia y turbación en la mente. Material adorable, por cierto, y no apto para tímpanos frágiles. Noise-Rock en su expresión más asfixiante, oscura y violenta. Ante cualquier duda, consulte con su médico amigo.


-Autistic Youth “Idle minds” (2010)
Ya desde el nombre mismo del grupo se percibe un tufillo a viejo y querido Punk californiano de principios de los ochentas. Una rápida escucha a este segundo álbum ya nos confirma que estos muchachos tomaron su buena dosis de clásicos como Adolescents, Reagan Youth, Angry Samoans, T.S.O.L., Wipers (sí, ya sé que éstos no eran californianos pero su influencia se nota igual, tal vez sea porque eran de Portland, hogar también de Autistic Youth) y demás luminarias de aquellos años en los que el Punk comenzaba a transformarse en Hardcore pero sin pasarse del todo aún a las bermudas, los tatuajes y el mosh. Lo interesante es que, a pesar de su claro anclaje en otras épocas, el material no suena en ningún momento a mero pastiche de ideas obsoletas. Por el contrario, la frescura aquí expuesta barre con cualquier atisbo de superficialidad o pose cool. Vamos, esto es puro Punk-Rock, de ese que nunca envejece, con el toque justo de melodía y los coros que inflan el pecho (allí se puede colar también algo del primer Bad Religion o de Youth Brigade), con bases simples pero sumamente contagiosas y energéticas, con riffs que raspan y se adhieren a la memoria de forma instantánea, con arreglos sencillos pero certeros, con cierto toque ocasional de oscuridad y con canciones que son más bien himnos de frustración urbana y juvenil. Por momentos hasta puede percibirse cierto aire a Wire o Mission Of Burma pero despojados de las pretensiones artys. No son músicos virtuosos pero tampoco se los nota limitados o atrapados por alguna falta de técnica y, por otro lado, logran sonar ajustados y con una naturalidad y una urgencia expresiva con la que ya quisieran contar tantos malabaristas de la interpretación desprovistos de corazón. Y esta es, justamente, música para el corazón y para el cuerpo, no tanto para la mente. Vívidas pinturas de la confusión cotidiana expresadas en canciones redondas, potentes y concisas como hacía tiempo que no escuchaba. Todo aquel que tenga su corazoncito Punk debería estar obligado a escuchar este disco.


-Killing Joke “Absolute dissent” (2010)
Siempre imitados, nunca igualados. Confiables, sólidos pero nunca predecibles o aburguesados. Oscuros, violentos pero sumamente vitales. Místicos, esotéricos y al mismo tiempo lúcidos y analíticos. Tribales, primitivos pero siempre a la vanguardia. Lo que en otros grupos podría ser un cúmulo de contradicciones, en Killing Joke es su esencia. Lo que otros intentan y nunca logran, Killing Joke lo hace con una naturalidad pasmosa. ¿Cuántos grupos conocen capaces de influenciar profundamente a bandas como Nirvana, Metallica, Helmet, Godflesh, Soundgarden, Ministry, Amebix, Tool, Melvins, Faith No More, Napalm Death, Prong e infinidad más? ¿Y cuántos que, en lugar de desaparecer o dormirse en los laureles de antaño, mantengan la energía, la creatividad y el fuego que se perciben en “Absolute dissent”? Para otros grupos lograr un trabajo a la altura de sus clásicos (a más de veinte años de la edición de dichos clásicos) es simplemente utópico. No para Killing Joke. El dato de color es que aquí tenemos a la formación original del grupo, que desde 1982 no compartía un disco. Pero hasta eso pasa a ser meramente anecdótico frente al enorme poderío de estas canciones. Sus integrantes rondarán los cincuenta años de edad pero les aseguro que todavía tienen cosas para enseñarles a generaciones enteras de aspirantes ya no sólo a rockeros, sino a artistas con todas las letras. Ahí está Paul Ferguson con sus atronadores golpes tribales, Martin “Youth” Glover marcando el pulso rítmico con su profundo bajo, Kevin “Geordie” Walker dibujando maravillas con su guitarra siempre rasposa, texturada y versátil y, claro, el inmortal Jaz Coleman con su enorme vozarrón, sus magníficas letras (que van desde auténticas celebraciones de la magia de estar vivos a ponzoñosas observaciones políticas y misteriosas elucubraciones rituales), sus siempre atinados teclados y ese carisma tan particular que lo convierten en uno de los personajes más interesantes y entrañables de la historia del Rock. Y ahí están también estas doce canciones perfectas, que recorren todas las variantes del cuarteto (la rabia Punk, el filo casi metálico, la elegancia Electrónica, las disonancias que alguna anticiparon el Noise-Rock, los ritmos bailables, las nieblas Post-Punks, la sensibilidad melódica rozando el Pop, la densa ensoñación del Dub, los crujidos Industriales y esa cualidad exótica e imposible de encasillar que hace que todos esos elementos, y más, convivan en absoluta armonía) y las amplifican hasta el paroxismo, conjugando como nunca la urgencia emotiva y visceral con un profundo y cuidado sentido de la dinámica y la complejidad. Para los que no los conocían, ya va siendo hora de llenar un hueco imperdonable en su educación musical y no estaría mal empezar por este deslumbrante “Absolute dissent”. Para los que ya caímos rendidos ante la inefable calidad de la Broma Asesina, este es un trabajo tan necesario como el aire que respiramos.


-More Than Life “Love let me go” (2010)
Corazones que sangran, voces que se alzan al cielo en busca de respuestas que tal vez nunca lleguen, pechos palpitando a toda velocidad, la vida misma que se cierne sobre nosotros con gesto amenazante. Tanta pasión, tanto dolor, aquí no hay espacio para lugares comunes o poses superficiales. Y sí, esto es Hardcore. Rabioso, visceral, profundamente emotivo y hasta oscuro. Hardcore como pocas veces se ha escuchado. Porque aquí no sólo hay intensidad, guitarras al rojo vivo, gargantas quebradas de tanto gritar y bases que rompen los huesos. También hay variantes rítmicas, interesantísimos juegos de texturas y arreglos, melodías cercanas al Post-Rock, de una belleza cegadora y desgarradora al mismo tiempo. Ideas, eso es lo que tienen estos británicos. No se conforman con seguir al pie de la letra los manuales del género, aún cuando los tienen bien aprendidos. Digamos que la estela de experimentación y sensibilidad que dejaron grupos como Give Up The Ghost, Modern Life Is War, Shai Hulud o Verse es retomada aquí con una cuota extra de sensaciones sombrías y angustias que se sienten como tenazas en el estómago. Esto no es Emo, bien vale aclararlo, aunque la impronta urgente de clásicos como Rites Of Spring o Moss Icon tampoco está tan lejos. Esa fragilidad emocional que se esconde debajo de las distorsiones y los alaridos, ese grito ahogado que contorsiona el cuerpo y hace arder las entrañas. En lo formal, este álbum debut es una pieza de arte que toma las enseñanzas tradicionales del Hardcore y las eleva a nuevas alturas de creatividad y elaboración. En lo que realmente importa, es una experiencia tan intensa que deja hondas marcas en el alma y que mis pobres palabras no pueden describir en toda su magnitud. No se lo pierdan.


-Open Hand “Honey” (2010)
Cinco años tuvimos que esperar (bueno, los cuatro o cinco a los que nos interesa) pero aquí está la continuación del genial “You and me” con el que Open Hand se desmarcara del Post-Hardcore más bien típico de sus inicios, incorporando marcados elementos del Soul, la Psicodelia y hasta el Hard-Rock sin por ello perder nunca el nervio, el nerdismo ni las buenas melodías. “Honey” acentúa aún más el eclecticismo y se dispara en varias direcciones pero siempre con el respeto por la canción como guía principal. Así, tenemos pasajes que pueden remitir a unos Queens Of The Stone Age con melodías más Beatlescas, guitarras que van del lado del Math-Rock más refinado (o del King Crimson de principios de los ochentas), preciosas voces femeninas y ampulosos coros, volados teclados espaciales, músicos invitados (el ex Hum Matt Talbot, Christopher "Kid" Reid de los Hip-hoperos Kid n' Play, un tal Brodie Rush), densas capas de guitarras ruidosas, punteos setentosos, cierto saborcito Post-Punk/New-Wave en algunos ritmos y arreglos, ocasionales samples, riffs pesados, toques de sensualidad Funk, prolijas líneas vocales Poperas, remansos de ensoñación Post-rockera, momentos de Country campechano y mucho más, todo desplegado en diecisiete canciones (no teman, el disco entero dura poco más de cincuenta minutos) tan impredecibles como gancheras. Es que, a pesar de la vasta gama de estilos que estos californianos incorporan, nunca se van por las ramas, mantienen un poder de síntesis y una intensidad que delata sus raíces Hardcore/Punk y utilizan todo lo que necesitan para mejorar sus canciones y no como mero golpe de efecto o pose freak. La sensación final no es la de un disco delirante (tal vez Progresivo y elaborado con un cuidado detallista pero no delirante) sino más bien la de uno sumamente personal, emotivo y melódicamente bello. Tal vez en primera instancia parezca un poco difícil digerir tanta información pero a la larga el poder las melodías se impone por goleada y deja un más que agradable sabor de boca.


-Rearranged “New forms” (2010)
Nuevas formas (nueva dirección, decían en Gorilla Biscuits) y viejas formas, la pasión sigue siendo la misma. Tal vez Moscú no sea el lugar donde uno esperaría encontrar a cuatro tipos tan apasionados por el Hardcore Straight Edge de la vieja escuela como estos Rearranged pero cosas más extrañas han sucedido. Y nadie puede decir que no han aprendido a la perfección las lecciones de popes como Uniform Choice, Youth Of Today o Insted pero tampoco se los puede acusar de falta de oído para las propuestas más contemporáneas de gente como Bane o Carry On. No es que vayan a encontrar aquí algo sumamente original o innovador, desde ya. Ese ni siquiera es el punto. El punto está en la energía, en la frescura, en esa efervescencia juvenil y contagiosa que se respira en cada uno de los diez temas que componen esta placa debut. Todos los ingredientes están ahí: los tupá-tupás, los rebajes mosheros, los riffs simples y entradores, las voces crudas y urgentes, las proclamas para gritar con los puños en alto. Pero también hay lugar para melodías que no hubieran desentonado en el Washington de mediados de los ochentas (Embrace, Dag Nasty, Rain) y que no hacen más que intensificar la sensación de frescura y aportar un dejo de desfachatez y emotividad que nada tiene que ver con gestos rudos y poses pandilleras. De hecho “New forms” no suena como un disco para pelearse sino más bien como uno para hermanarse, uno que invita a una suerte de comunión pasional, más instintiva que otra cosa. Tal vez para algunos resulte demasiado inocente (a falta de un mejor término) pero la sinceridad absolutamente abierta y despojada de prejuicios que transpiran estas canciones son un argumento que barre con cualquier tipo de cinismo. Y eso, en mi opinión, ya es algo para tener en cuenta.


-Return To Earth “Automata” (2010)
Chris Pennie (baterista y miembro fundador de The Dillinger Escape Plan) decidió en 2007, en plena preparación de “Ire Works”, sumarse a los progretas Coheed And Cambria, abandonando así a su banda madre. Claro, era de esperar que un tipo así de inquieto (al menos como intérprete se lo nota muy inquieto) no se conformaría con la propuesta un tanto lavada de Coheed And Cambria y aquí tenemos entonces a Return To Earth, el proyecto que fundó (cuando todavía era miembro de Dillinger, vale aclarar) para dar rienda suelta a su desbocada creatividad. “Automata” es su segundo álbum y lo primero que se nota es un endurecimiento de la propuesta con respecto al debut “Captains of industry”, de sabor un tanto más Hardrockero. De cierta forma, “Automata” representa lo que sería Dillinger luego de “Miss Machine” si hubieran decidido darle clara preponderancia a su costado más melódico y Faithnomoresco. El vocalista Ron Scalzo se aprendió de memoria todas las inflexiones y los trucos de Mike Patton y los recrea sin fisuras y hasta aportándole su toque personal. Las canciones mantienen un tenso equilibrio entre el gancho melódico, las estructuras intrincadas, la sobrecarga sensorial, el delirio compositivo, la emotividad y la fuerza bruta. El trabajo de Brett Aveni en guitarra se destaca llevando las impredecibles riendas de los temas en cualquier dirección que se le antoje, con una versatilidad y un buen gusto envidiables. Y, claro, Pennie no deja de deslumbrar nunca con un despliegue rítmico (depurada destreza técnica, potencia inhumana, imaginación superlativa) que genera constantes gestos de admiración y violentos espasmos físicos. Ni hace falta aclarar que esto no es material para oídos perezosos, si bien el gancho y la melodía están siempre presentes, la intrincada elaboración musical requiere de escuchas atentas y reiteradas para poder apreciar en su totalidad los detalles y la sutilezas (tanto rítmicas y armónicas como en lo que hace a texturas y experimentación sónica) que se suceden prácticamente sin pausa a lo largo de los quince temas que componen la placa. Para algunos podrá ser hasta demasiado cerebral y pulcro pero eso es una cuestión de gustos y apreciaciones personales. Para aquellos que aprecien el Metal (o el Rock Pesado, si prefieren) en su estado más refinado y experimental, esto es una opción más que apetitosa.


-The Posies “Blood/Candy” (2010)
Alguna vez formaron parte de la camada Power-Pop de fines de los ochentas y principios de los noventas, junto a nombres como Redd Kross, Jellyfish, Teenage Fanclub o Matthew Sweet y, como les sucedería a todos ellos, nunca alcanzaron el suceso comercial esperado, a pesar de contar con todos los elementos (canciones pegadizas, impronta contemporánea, apoyo de sellos discográficos grandes) para lograrlo. Esto llevaría a su disolución a fines de los noventas y a los esporádicos retornos discográficos (en el medio, sus dos líderes, cantantes y guitarristas, Jon Auer y Ken Stringfellow, formaron parte de sus amados y reformados Big Star) que hacen que The Posies hoy en día sea más bien un proyecto paralelo que una ocupación predominante en la vida de sus miembros. A diferencia del anterior “Every kind of light” (2005), este flamante álbum muestra al cuarteto replegándose, retomando de cierta forma la huella más refinada y abiertamente Popera de sus primeros trabajos. Lo cual es extraño, uno pensaría que en pleno revival noventoso lo más procedente sería desempolvar sus guitarras más distorsionadas y sus melodías más agridulces. Tal vez las decepciones de antaño les enseñaron que, hagan lo que hagan, el éxito masivo siempre les será esquivo y, en ese caso, siempre es mejor dejarse llevar por la propia inspiración antes que por dudosos estudios de mercado. En cualquier caso, con canciones tan bellas como las que aquí se pueden escuchar, no hay espacio para ningún tipo de queja. Sí, predominan las guitarras limpias, los ritmos reposados, los arreglos sutiles, las instrumentaciones variadas (tenemos teclados, pianos, cuerdas, vientos y demases), las melodías y los coros bien Beatlescos y los climas entre dulces e introspectivos pero también hay lugar para ocasionales levantadas de intensidad, sólo que esta vez no vienen arropadas por grandes guitarrazos mugrientos. Pero, vamos, tampoco hace falta abusar de los decibeles y la distorsión para conmover. Probablemente el hecho de que Auer y Stringfellow decidieran de entrada ocuparse ellos mismo de todas las composiciones, de forma más bien artesanal, es lo que le da a “Blood/Candy” su aire tan cálido y natural, aunque no descartaría también que, al rondar ambos los cuarenta años de edad, ya no se sientan tan cómodos con el despliegue rockero más salvaje. Sea como sea, el punto es que los tipos no pierden la magia que los caracteriza a la hora de componer melodías perfectas y tarareables. Y eso ya es motivo suficiente para darle a “Blood/Candy” una oportunidad.


-The Qemists “Spirit in the system” (2010)
Un grupo de Drum & Bass cuyo núcleo es un trío tradicional rockero de guitarra, bajo y batería. Eso ya debería dar una cierta idea de por dónde vienen los tiros en este segundo disco de The Qemists. Al igual que en su antecesor (el debut “Join the Q”, editado el año pasado), estos británicos se dedican a inyectarle un empuje sanguíneo y efervescente a los beats más movedizos que la Electrónica moderna tiene para ofrecer. Y, en el fondo, lo único que quieren es divertirse. En lugar de meterse en elucubraciones experimentales (no se dejen engañar por el hecho de que Mike Patton aportara su voz en el primer álbum) o de teñir sus composiciones de mugre ruidosa, The Qemists compone canciones netamente rockeras, tan bailables como pogueables, con la cuota necesaria de distorsión (y no más que eso), con melodías gancheras para ser coreadas por estadios enteros y con la esperable gama de arreglos y soniditos electrónicos adornando todo. Hay variedad sí, en especial en el terreno vocal donde diversos invitados entregan desde gritos Hardcoreros hasta inflexiones souleras pasando por rappeos varios. Hay también una labor cuidadísima de producción, con los sonidos digitales y analógicos fundiéndose en un todo que apunta a generar excitación a cualquier precio. Claro, en ese contexto no es de extrañar toparnos con pasajes cien por ciento bolicheros, que invitan a mover efusivamente las cachas pero no proponen demasiado en el terreno artístico o emocional. Pero también queda claro que esa es una decisión estilística del grupo, cuyos objetivos pasan claramente por otro lado. Aún así se percibe un grado de musicalidad importante (insisto con el tema de la producción, los tipos son auténticos arquitectos sonoros) y, cuando la mezcla de estilos da en la tecla (a nivel intensidad) pueden llegar a tornarse irresistibles. No le va a cambiar la vida a nadie pero sirve para pasar un buen momento.


-The Secret “Solve et coagula” (2010)
No dejen que el nombre misterioso, el título del disco en latín, la tapa de claros tintes satánicos, su exótica procedencia (Trieste, Italia) o el sello discográfico que edita esta tercera placa (Southern Lord, mercaderes de todo aquello que se adorna con cabras y barbas tupidas) los engañen. The Secret no hace Doom ni Drone ni Sludge ni Black Metal. Algunos se preguntarán por qué Southern Lord, entonces, edita a un grupo que parece ser, básicamente, la versión italiana de Converge. Bueno, en primer lugar, últimamente el sello ha metido la cabeza en los terrenos más oscuros y extremos del Hardcore, lanzando a grupos como Masakari, Nails o Trap Them, con lo cual esta elección no parece tan extraña. En segundo lugar, lo de ser una copia de Converge es más bien una exageración. Sí, se nota que los escucharon bastante (en especial de “Jane Doe” en adelante), que aprendieron la forma correcta de desplegar esa intensidad desbocada, que lograron dominar el arte de conjugar instrumentaciones intrincadas con una visceralidad urgente, desgarrada y pasional. Pero también queda claro que las alusiones oscuras y/o esotéricas nos e quedan sólo en la estética. Entre los torbellinos rítmicos y los riffs disonantes se cuela siempre un aire denso, enrarecido, inquietante. Ok, ustedes me dirán que Converge ya venía experimentando con envolventes rebajes con gusto a Sludge pero no me refiero sólo a eso. De hecho, la gran mayoría del material se mantiene en una velocidad alta, con variados cortes y cambios de ritmo y una impronta más bien virulenta e histérica. El punto es que aún en muchos de los pasajes más acelerados y Hardcoreros se cuela un cierto tufillo a maldad Blackmetalera, un aura de lúgubre nihilismo que le aporta a The Secret una huella bastante personal. Y, por otro lado, lo que pueda faltarles en originalidad lo suplen con una potencia arrasadora y una colección de riffs para chuparse los dedos. De cierta forma, se podría corregir la frase expresada más arriba diciendo en su lugar que The Secret es la versión Southernlordiana de Converge. O Hardcore para barbudos, si prefieren.


-Unearthly Trance “V” (2010)
Con “The trident” (tercer disco del trío, editado en 2006), Unearthly Trance logró una de las obras más profundas y personales del Doom moderno, sumando a su obvio amor por los riffs gordos y arrastrados y las atmósferas desoladoras experimentos varios con el Black Metal, el Crust, el Noise y hasta la Piscodelia. Sin alcanzar el mismo nivel, el sucesor “Electrocution” (2008) mantenía la particular impronta de los neoyorquinos y entregaba un producto más compacto y pulido. Así llegamos a “V” y lo primero que se puede reflexionar, luego de sacudirnos la pegajosa opresión que transmiten sus trece temas, es que Unearthly Trance tomó todo lo aprendido en sus placas previas y lo utilizó en pos de lograr su disco más pesado, oscuro, asfixiante y perturbador. Los ocasionales levantes de velocidad han sido desterrados, y con ellos gran parte de los elementos relacionados al Black y el Hardcore, con excepción de la esencia maligna y la rabia visceral. Aquí mandan los tempos moribundos, marcados a fuego con cada monolítico golpe de batería y sostenidos por el grave crepitar del bajo. La guitarra y la voz mantienen algo de la variedad adquirida en los álbumes mencionados, desechando así la idea fácil y trillada de una “vuelta a las raíces”. Por supuesto, hay abundancia de alaridos y gruñidos varios, y lo mismo se puede decir de las erupciones volcánicas que hacen las veces de riffs pero también hay lugar para voces un tanto más etéreas y fantasmales (que, por momentos, pueden remitir al costado más melódico de Swans), para modalidades rasposas pero no tan extremas (aquí puede aparecer algo de Neurosis), para humeantes arreglos melódicos cargados de mística ennegrecida, para cascadas de feedback flotando sobre bases tribales, para espesos entramados de arpegios hipnóticos, para ocasionales disonancias y enfermizas texturas psicodélicas a la Godflesh y para una sensación general un tanto menos abrasiva pero de mayor profundidad espiritual. A todo ello sumen datos como la corta duración de las canciones (en relación a sus trabajos anteriores), el sonido claro y natural que lograron (casi no se perciben sobregrabaciones) y el hilo conceptual que se mantiene a lo largo de la placa y terminarán de entender porque “V” es probablemente el álbum más enfocado y abiertamente ritual de Unearthly Trance. Digamos que, si reconocen algún tipo de tendencia suicida en ustedes mismos, sería mejor que reserven la audición de “V” para los momentos en que se sientan con mayor fortaleza emocional. De lo contrario, no me hago responsable de las consecuencias.


-Yakuza “Of seismic consequence” (2010)
Estas cosas suelen pasar. Hay bandas que, en los papeles, tienen todo para resultar más que atractivas y sin embargo no terminan de consagrarse (artísticamente hablando) con una gran obra. Al menos, eso es lo que me sucede con Yakuza. Y les juro que lo intento una y otra vez, pero Bruce Lamont (cantante, saxofonista, clarinetista y líder indiscutido del grupo) y los suyos nunca logran conmoverme del todo. Cuentan, sin duda alguna, con muchas cualidades. Su particular cruza de Metal, Jazz, Rock Progresivo y delirios varios es claramente personal, son imaginativos e inquietos, cuentan (obviamente) con una gran variedad compositiva, son grandes intérpretes y, al menos en lo formal, hacen las cosas bien. El punto es que, por algún misterioso motivo, sus canciones no terminan nunca de resultarme memorables, como si les faltara una chispa extra para avivar las llamas creativas. “Of seismic consequences” es su quinto disco y mantiene la evolución constante que los va llevando cada vez a terrenos más místicos y pesados, dejando un tanto de lado los lapsos histéricos de antaño. Por momentos hasta suenan como una suerte de Mastodon (del Mastodon más reciente y progreta, bien vale aclarar) sofisticado, elegante y refinado. Hay más lugar para largos pasajes ambientales, de tono casi Post-rockero (aunque siempre teñidos de esas brumas exóticas que suelen aportar las melodías del saxofón), gran parte del disco se mueve entre tempos y climas más bien tensos y embotadores, predominan las voces melódicas, y no faltan, de todas formas, los riffs intrincados (a veces hasta con cierto regusto a Metal clásico), la monolíticas erupciones de distorsión ni el nervioso filo metálico. Da la sensación de que, en esta ocasión, el delirio se encuentra más controlado, manejado con una reflexiva madurez y con absoluta sobriedad. El resultado final es un bocado que, a pesar de mis objeciones, debería resultar sabroso para cualquier amante de la vanguardia metálica que se precie de tal.

18 de octubre de 2010

ALI y Lima en vivo en Buenos Aires





16 de octubre de 2010

Rhetoric Disguise - Basic Senary Electronic Explorations, Op.1



Basic Senary Electronic Explorations, Op.1 es un proyecto recopilatorio de melodías, sonidos y bases electrónicas para ser utilizadas como parte de otros futuros trabajos y canciones. Retomando el mismo concepto ya usado por compositores como John Cage, John Zorn o Karlheinz Stockhausen, Fernando nos presenta la primer parte de una serie que esperemos se repita muy seguido en el futuro.

Descargar Basic Senary Electronic Explorations, Op.1 de Rhetoric Disguise acá
Download Basic Senary Electronic Explorations, Op.1 by Rhetoric Disguise here

14 de octubre de 2010

Randolph Carter - Choke



Así es amigos, aquí en Zann seguimos intentando hacer música, y aquí les presentamos un nuevo ejemplo de eso. Esta vez quien les escribe armó un grupo de temas con su amigo de Gran Cuervo, Marcos Conte (a.k.a. el Poli) y juntando muchos ruidos y chirimbolos tratamos de que nuestros referentes de siempre (bah, en realidad los míos) Om, Khanate, Halo, Godflesh, Swans, Sunn O))), Fudge Tunnel, Melvins, Sleep, etc. no se sientan demasiado avergonzados.
Disfruten este ruido lindo.



Descargar Choke de Randolph Carter acá

12 de octubre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Bad Religion “The dissent of man” (2010)
A esta altura Bad Religion no necesita ninguna introducción, así que vamos a los bifes. “The dissent of man” es el disco número quince de los californianos y, como suele suceder, mantiene ciertos elementos típicos del grupo (las sublimes melodías vocales, las impenetrables murallas de coros, los ritmos firmes y efervescentes, el cuidado trabajo de guitarras, las letras de iluminadora lucidez escritas con corazón poético) al tiempo que no descuida esa impronta de que cada álbum posea una identidad propia, cierta atmósfera particular que lo distinga del resto de la extensa discografía previa. Así, lo primero que se nota es que, en contraposición con la rabia, el vértigo y la oscuridad del anterior “New maps of hell”, este “The dissent of man” es un trabajo mucho más amigable en el departamento melódico y con mayor variedad en lo que hace a ritmos, climas y texturas. No teman, las canciones veloces siguen estando allí, no sería Bad Religion de otra forma. De hecho, el comienzo a pura marcha de “The day that the earth stalled” (un minuto y veintitrés segundos de pura dicha) nos propina un buen puntapié en la mandíbula, como “Supersonic” lo hiciera en “The process of belief” o, yendo más atrás en el tiempo, “Change of ideas” en “No control”. Pero, a medida que la placa avanza, se van notando más ingredientes. En el plano instrumental se destacan, por un lado, la labor de Brooks Wackerman tras los parches (con un despliegue de potencia, una versatilidad y un sentido del swing sencillamente irresistibles), y, por el otro, el triunvirato de guitarras conformado por Brett Gurewitz, Greg Hetson y Brian Baker, demostrando una vez más que cada uno de ellos juega un rol imprescindible en el entramado sonoro del sexteto, proponiendo una vasta gama de ideas melódicas tan certeras como elegantes, que dejan en ridículo esa obsoleta noción de que el Punk-Rock es un género desprovisto de profundidad musical. A Graffin ni siquiera lo menciono porque ya es sabido que su voz, sus líneas vocales y sus letras son el alma misma de Bad Religion. Sólo basta decir que en canciones de tono un tanto más reposado (como “The devil in stitches”, “Cyanide”, “Turn your back on me” o la estremecedora “I won’t say anything”) alcanza niveles de tal intensidad emotiva que ponen la piel la de gallina. En fin, el empleo de bases un tanto más cadenciosas, el sutil armazón de texturas distorsionadas de las guitarras y las melodías de claro tinte Folk acercan esta entrega al espíritu de aquel “Recipe for hate”, como para que tengan una referencia. O sea, es Bad Religion al tope de su juego, pasándole el trapo a varias generaciones de aspirantes a Punkrockers y manteniendo siempre la llama interna ardiendo con máxima intensidad. Desde ya, esto va de cabeza a los discos del año.


-Black Kites “Songs written while things were changing” (2010)
“Advancement to ruins” (el debut discográfico de Black Kites) fue uno de los trabajos más intensos que se editaron en 2009, sin ninguna duda. Cómo hacen estos tres muchachos oriundos de New Jersey para mantener ese nivel de urgencia en este sucesor es algo que escapa a mi entendimiento. Tal vez ayude el hecho de que no se andan con demasiadas vueltas a la hora de expresarse (el álbum anterior apenas superaba los veinte minutos de duración y éste cuenta algo más de dieciocho), tal vez sea la dieta vegetariana que los llena de bronca por no poder disfrutar de un buen churrasco, tal vez sea que tienen bien aprendidas las lecciones de popes como Deadguy, 108 o His Hero Is Gone, pioneros en eso de elevar la rabia del Hardcore a inéditos estadíos de creatividad y entrega. Sea como sea, lo cierto es que cada una de las nueve canciones que componen este “Songs written while things were changing” es una durísima lección de cómo se puede condimentar l típica visceralidad del Hardcore con riffs disonantes (acá se nota que los muchachos también mamaron su buena cuota de Noise-Rock), atmósferas de desgarradora tensión emocional, intrincadas variantes rítmicas y hasta algún que otro toque de melodía que, lejos de aportar aires tranquilizadores, no hace más que intensificar aún más la sensación de absoluta histeria. Desde ya, esto no es material fácil. No por una cuestión de complejidad musical (aunque, claro, hay lugar para experiencias bastante retorcidas aquí), sino más bien por la enorme carga de frustración y angustia que transmiten las canciones. En ese sentido, es imperioso mencionar la influencia de Black Flag (salvando las distancias que marcan más de veinte años desde su disolución), probablemente la piedra angular en eso de hacer que el Hardcore más furibundo haga una dolorosa examinación introspectiva antes que andar señalando a los demás con el dedo acusador. En fin, esto no se trata de ser los más rudos ni los más llenos de odio ni ninguno de esos clichés que tanto mal le hacen al Hardcore. Esto es pasión al rojo vivo, intensidad que se siente en los huesos y penetra el alma como una aguja oxidada. No se lo pierdan.


-Enslaved “Axioma ethica odini” (2010)
Hace tiempo ya que Enslaved trascendió el Black Metal. No, empecemos de nuevo. Hace tiempo ya que Enslaved trascendió cualquier tipo de definición genérica y se adentró en un viaje absolutamente único sin por ello abandonar del todo sus raíces nórdicas (el título de este onceavo disco así lo confirma) y blackmetaleras. Algunos se aventuran a usar el término Progresivo y, ciertamente, si dicho apelativo tiene que ver con complejidades instrumentales y compositivas y una férrea voluntad de explorar constantemente nuevos confines musicales, entonces bien le cabe a lo expuesto en este sublime “Axioma ethica odini”. Ahora, si están pensando en meros exhibicionismos de técnica interpretativa y una pompa pretenciosa que no lleva a ningún lado, entonces mejor sigan buscando por otra parte. Enslaved ya no es la misma criatura furibunda de la época de “Frost” o “Eld”, eso es obvio, pero eso no significa que hayan sacrificado la intensidad ante la elegancia, sino más bien que utilizan la segunda para incrementar la primera. Siempre tuvieron su impronta épica pero en sus últimos trabajos esa grandilocuencia adquirió un carácter más extraño, más personal. Las visiones que ahora generan sus composiciones ya no se quedan en meras geografías montañosas o en paisajes helados como único recurso. Se expanden hacia la impenetrable negrura del espacio exterior y retornan para adentrarse en los recovecos más intrincados del espíritu humano. Y, si bien en lo formal todavía mantienen claros elementos del Black (los alaridos, la oscuridad, el profuso empleo de tonos menores, el nervio rítmico), en ningún momento siquiera asoma esa suerte de gestualidad malvada caricaturesca que tantas veces abarata al género. Lo mismo sucede con la parte Psicodélica/Progresiva del quinteto, aquí la complejidad no está puesta como un juego académico sino como una expresión certera y palpable de profundas emociones. De más está aclarar que aquí no encontrarán hits ni melodías fáciles ni estructuras predecibles. De más está aclarar también que el grado de imaginación desplegado en cada riff, en cada ritmo, en cada línea vocal, en cada arreglo es absolutamente elevado y elevador. Y, por último, de más está aclarar que se trata de uno de los mejores discos del año.


-Five Star Prison Cell “Matriarch” (2010)
Son inteligentes estos australianos. Tal vez demasiado inteligentes. Se formaron en el mismo año en que The Dillinger Escape Plan daba vuelta las nociones del Mathcore con “Miss Machine” (2004) y, evidentemente, eso los marcó a fuego. Sí, estos muchachos se devoraron las manuales de enfermedad, locura y caos controlado de Mike Patton y los devolvieron masticados en forma de Metal/Hardcore extremo, psicótico, intrincado y absolutamente impredecible. Eso los pone en un lugar extraño, porque por un lado las influencias son clarísimas e innegables, pero por el otro semejante despliegue de imaginación, de intensidad y de variantes no es algo que se escuche todo los días. Cada una de las doce canciones de este tercer álbum es un viaje frenético y afiebrado, entre riffs enroscadísimos, abruptos cambios de ritmo y atmósfera, violentas erupciones de notas y golpes, melodías psicóticas y una asfixiante sensación de que cualquier cosa puede suceder. Queda más que claro que los cuatro músicos son eximios virtuosos (todos se destacan en algún momento u otro, inclusive el cantante, que no sólo gruñe y chilla sino que también canta…en claro estilo Mikepattoniano, claro está), queda claro también que sus cerebros van a mil por hora y tienen, como mínimo, un sentido bastante retorcido de lo que es una canción. Tal vez les falte algo de esa chispa mágica que sí tienen sus mentores musicales, porque digamos que hace falta algo más que los tics en el bocho y el talento como intérpretes para igualar el nivel de gente como Mr. Bungle y los mencionados Dillinger. De todos modos, no se puede negar que Five Star Prison Cell va por la buena senda y que, en términos de creatividad, le pasan el trapo a unos cuantos aspirantes al trono de la demencia extrema. Para fans del estilo será una escucha más que agradable.


-Horror Show “Notes from the night that never ended” (2010)
Con diversas historias que involucran muertes de integrantes y un cantante preso por apuñalar a otra persona, tanto el nombre del grupo como el título de este álbum cobran un nuevo significado. Primero, aclaremos que este “Notes from the night that never ended” compila en su totalidad el material registrado por Horror Show en su corta existencia (el debut “Our desing”, de 2002, y el ep “The Holiday” de 2004), una existencia, por cierto, llena de tropiezos y angustias. No es de extrañar entonces que se perciba un tono de oscuridad emocional entre la rabia Hardcore desplegada por el grupo. Desde ya, no se trata de ningún dechado de originalidad ni de nada especialmente renovador. Esto es Hardcore en la vena de grupos como American Nightmare/Give Up The Ghost, Killing The Dream, Go It Alone o Another Breath, es decir espíritu vieja escuela refrescado por sonido e ideas (alguna intro de piano por aquí, alguna extravagancia rítmica por allá) un tanto más actuales. Lo que hace (más bien, hacía) único a este quinteto oriundo de Philadelphia es, justamente, la oscura pasión, la desesperación emocional que imprimían a sus canciones. Horror Show transmite con estremecedora exactitud las sensaciones más extremas, las decepciones, los desengaños, la locura urbana, la soledad, y lo hace a grito pelado, con la sangre en ebullición, interpretando cada acorde como si fuera lo último que harán en sus vidas. Lo interesante es que, a pesar de tanta pesada carga emocional, el resultado final no es deprimente, más bien todo lo contrario. Es algo así como extraer renovadas energías de los peores momentos, algo que más de uno podría ver como la definición misma del Hardcore. Queda claro entonces que hace falta, como mínimo, cierta apreciación por el Hardcore para disfrutar plenamente de este trabajo pero, para aquellos que ya cuenten con ese gusto, se trata de material de especial interés.


-Jimmy Eat World “Invented” (2010)
Muchos seguramente odien a Jimmy Eat World por el simple hecho de haber sido una de las bandas directamente responsables de llevar el Emo de mediados de los noventas al mainstream, tanto a través de su afiliación con un sello multinacional como con sus canciones pletóricas de gancho Pop. Por supuesto, esa es una discusión que, en definitiva, no tiene mucho que ver con la calidad musical de su material, por lo tanto aquellos que se crean defensores del “verdadero Emo” (sea lo que sea que eso signifique. Aunque la verdad es que no me imagino que pueden tener en común Manowar y Rites Of Spring) pueden dejar de leer ahora mismo y retornar a su cómodo elitismo underground. “Invented” (séptimo larga duración del cuarteto) deja en claro una vez más que, como alguna vez dijera Guy Picciotto, el término Emo no tiene demasiado sentido. Sí, cada una de las doce canciones aquí presentadas cuenta con una importante cuota emotiva y un enorme caudal de melodías sensibles pero, vamos, lo mismo puede decirse de Bad Religion, Johnny Cash, R.E.M., Foo Fighters o los Beatles (por sólo poner algunos ejemplos) y a nadie se le ocurriría llamarlos Emo. Básicamente, estamos hablando de un Pop/Rock que apunta claramente al corazón, de aire más bien melancólico pero sin llegar nunca a sonar desgarrado, con cierto regusto Punk en sus momentos más álgidos pero manteniendo siempre una delicada pulcritud interpretativa y una versatilidad sonora y compositiva que tal vez sean demasiado amigables para quien espere crudeza y golpes viscerales. En ese sentido, “Invented” es claramente un trabajo que exuda madurez y temple reflexiva antes que confusión o desesperación emocional. Y no me refiero sólo al profuso empleo de teclados, múltiples coros, guitarras limpias y arreglos de cuerdas, sino a las composiciones mismas, la mayoría construidas sobre medios tiempos reposados y arropadas por melodías dulces y atildadas. En fin, todo se reduce a las buenas canciones, como siempre, y allí Jimmy Eat World (aún reconociendo que no parecen poder igualar sus mejores momentos de antaño) sabe muy bien lo que hace.


-Kylesa “Spiral shadow” (2010)
Pesados, extremos, creativos, psicodélicos, crudos, monolíticos, inquietos, enroscados. Con la particular cruza de densidad Sludge, mugre Crust y vuelo Psicodélico que Kylesa viene practicando desde el año 2000 (y que puede rastrearse en Damad, la banda previa de varios de sus integrantes), todos esos adjetivos se pueden aplicar a su propuesta. Como si eso fuera poco, se dan el lujo de contar con un sonido propio en una época donde la mencionada mezcla de estilos ya no resulta tan fuera de lo común, y encima cuentan con ese fuego que arde en las entrañas y los obliga a moverse siempre hacia adelante. Así, este “Spiral shadow” (quinto larga duración del quinteto) suma a las virtudes de Kylesa otras que hasta ahora sólo se intuían: el gancho, la profundidad melódica y el poder de síntesis. Sí, estamos en presencia de su trabajo más accesible, aquel donde las voces melódicas (tanto la de Laura Pleasants como la de Phillip Cope, ambos también guitarristas) adquieren una preponderancia y una elegancia inéditas, aquel donde las guitarras se permiten explayarse más sobre texturas limpias y arreglos sutiles y emotivos (algunos inclusive rozando el Pop. Chequeen la hermosa “Don’t look back” si no me creen), aquel que conjuga como nunca los ataques más asfixiantes y sobrecargados de distorsión con pasajes de asombroso minimalismo, aquel donde las canciones mismas van al grano de forma inmediata y urgente sin por ello resignar complejidad ni profundidad. Por supuesto, los gruñidos, los riffs aplastantes, el sonido gordo y corrosivo, las complejidades rítmicas (tengan en cuenta que el grupo cuenta con dos bateristas, a la manera de los Melvins) y los habituales climas de Psicodelia violenta y pesada siguen estando allí. Es sólo que Kylesa agrega ingredientes a la propuesta, propone nuevas inquietudes y se salen con la suya entregando un material que desborda emoción, potencia, creatividad y personalidad propia por los cuatro costados. Seguramente los fans más rudos pondrán el grito en el cielo ante la belleza melódica de esta placa pero sería una pena perderse semejante obra de arte por mera tozudez.


-Manorexia “The mesopelagic waters” (2010)
El reportaje recientemente realizado al gran J.G. Thirlwell me exime de tener que extenderme en una interminable introducción explicando la enorme importancia de este músico australiano actualmente radicado en New York. Sólo por el afán de simplificar, podemos decir que, en el universo Thirlwell, Foetus (el más cercano al Rock, de cierta forma) representa al cuerpo, Steroid Maximus (el proyecto que creó expresamente para hacer música instrumental, en especial con aires de soundtrack) sería la mente y Manorexia (con su impronta más abstracta y minimalista) el espíritu. Desde ya, no se trata de categorías rígidas, en Foetus pueden convivir las tres ideas, así como en Steroid Maximus se puede percibir una sensualidad netamente carnal y en Manorexia una cuidadísima elaboración cerebral. “The mesopelagic waters” (primer disco que nuestro héroe edita por Tzadik, el sello de John Zorn) básicamente aglutina composiciones de los dos primeros discos de Manorexia (“Volvox turbo” y “The radiolarian ooze”) pero reinterpretadas por una orquesta entera, con pianos, violines, percusiones, coros, violoncelo, viola y ocarina. Desde ya, Thirlwell mismo interpreta algunos de esos instrumentos y suma también sus samples y teclados varios. El resultado es una pieza de Música que desafía las categorizaciones fáciles y que requiere de un grado de concentración especial para poder apreciarla en toda su magnitud. Vamos, algo común en la obra de Thirlwell en general. No hay referencias directas, aunque bien podríamos colocar este material en el vasto mundo de la Música Contemporánea. Pero esos son sólo rótulos. La belleza, la tensión, las imágenes fluctuantes que evocan estas composiciones van más allá de esas cuestiones terrenales. Por momentos se generan atmósferas de envolvente y angustiante oscuridad que pueden desembocar en sobrecogedoras subidas de intensidad o en delicados remansos reflexivos. Cada melodía, cada arreglo, cada movimiento revela formas inéditas y sensaciones ocultas. Desde ya, los parámetros rockeros no sirven para analizar este tipo de trabajos pero tampoco los más académicos. En definitiva, todo se trata de despojarse de prejuicios y dejarse llevar por uno de los discos más interesantes y envolventes en lo que va del año.


-Paper Arms “Days above ground” (2010)
Hay pocas chances de que un disco producido por Walter Schreifels (actual solista, ex miembro de Gorilla Biscuits y líder de Quicksand y Rival Schools, dos de las mejores cosas que le pasaron al Post-Hardcore en toda su historia) no sea, como mínimo digno de mi atención. Por suerte, este debut de Paper Arms no rompe el encanto. El dato del productor ya nos pone en situación: aquí tenemos Post-Hardcore del más melódico y emotivo y con claro regusto noventoso (casi Grunge, en especial en algunas guitarras). Son diez temas en poco más de media hora, lo cual también nos habla del poder de síntesis de las composiciones, de cómo pueden evocar profundas emociones sin necesidad de irse por las ramas en devaneos innecesarios. En efecto, aquí no artilugios pirotécnicos ni crípticas vueltas de tuerca. Simplemente canciones hermosas, adornadas con guitarras distorsionadas pero nunca extremas (los arpegios y arreglos varios son dignos de especial atención), sostenidas por una base rítmica potente y versátil, y coronadas por melodías vocales sencillamente irresistibles, entregadas con una mezcla de delicadeza emocional y absoluta entrega pasional que también puede remitir a nombres como Hot Water Music (de hecho, los edita No Idea Records, el sello que nos trajera las primeras entregas de dicho grupo), Jawbreaker o Small Brown Bike. Para cualquiera que aprecie el Post-Hardcore o lo que en otros tiempos se conocía como Emo (antes del maquillaje, las poses excesivamente adolescentes y la imaginería gótica), esas son referencias que obligan a para el oído. Y no es para menos. En definitiva, estamos hablando de perfectos himnos Punkrockeros para acompañar los momentos más sensibles, canciones que se meten en el corazón a fuerza de intensidad y que nos hacen sentir, aunque sea por un rato, acompañados. No hay mucho más que se le pueda pedir a un jodido disco de Rock.


-Shihad “Ignite” (2010)
Para muchos son unos completos desconocidos pero en su país natal (Nueva Zelanda, aunque actualmente están radicados en Australia) son una de las bandas de Rock más populares que existen. Pero eso no importa. Ni siquiera importa demasiado el hecho de que lleven más de veinte años de carrera ininterrumpida y cuenten con una discografía impecable, con puntos altísimos en “Churn” (el debut, producido por Jaz Coleman de Killing Joke), “Killjoy” y “The general electric”. Si el dicho establece que un grupo es tan bueno como su último disco, entonces Shihad no tiene nada de qué preocuparse. “Ignite” es su octava placa de estudio y en ella no sólo tenemos todas las virtudes que siempre caracterizaron al cuarteto, sino que encima es palpable la voluntad de continuar expandiendo su sonido, de nunca quedarse anquilosados en fórmulas pre-establecidas. En líneas generales, tendríamos que hablar de Rock noventoso, guitarrero, potente, de grandes riffs y melodías estelares. Hay bastante de Grunge aquí, claro, tanto del más pesado y riffero como del más melódico y emotivo. Pero eso no basta. También tenemos una importante cuota de arreglos que bordean la Electrónica, un gancho melódico casi Pop, cierto filo cercano al Metal (no por nada dieron sus primeros pasos emulando al viejo y querido Thrash de la Bay Area de San Francisco), algo de nerdismo tensionante en algún lugar entre el Post-Hardcore y el Noise-Rock, y un no-sé-qué de extravagancia que remite inevitablemente a los momentos más cancioneros de Faith No More. De hecho, la voz de Jon Toogood (Juan Demasiadobueno, también guitarrista y cara visible del grupo) tiene un aire al Patton menos experimental, con un tono más grave (menos nasal) pero sin nada que envidiarle al ex Mr. Bungle en términos de proyección, inventiva, buen gusto y sensibilidad. Por supuesto, suenan ajustadísimos, por momentos casi grandilocuentes (bueno, en su hogar suelen tocar en grandes estadios, con lo cual es comprensible que compongan con ese marco en mente) pero siempre maduros y con los pies sobre la tierra. Como corresponde, su fuerte está en las canciones mismas y allí no fallan nunca. Pueden ponerse más oscuros, más violentos, más acaramelados, más misteriosos, más bailables, más introspectivos, más luminosos, más psicodélicos o más retorcidos pero nunca pierden de vista el gancho, la energía ni las certeras melodías que se adhieren a la memoria y al corazón de forma inmediata e irresistible. En fin, pura dicha noventosa asegurada o le devolvemos su camisa a cuadros.


-The Black Angels “Phosphene dream” (2010)
Los ángeles negros nos llevan de viaje. Primero, nos hacen viajar en el tiempo y nos plantan en los sesentas más psicodélicos y coloridos, nos enamoran con melodías sinuosas y dulces coros, nos hacen contonear el cuerpo con ritmos tan básicos como irresistibles, presentan ante los ojos de nuestras mentes un continuo ondular de imágenes ácidas con esas guitarras elegantes y esos teclados desorbitados. Después nos invitan a recorrer paisajes oníricos, envuelven nuestra percepción en un manto de electricidad y nos abren los ojos a formas al mismo tiempo desconocidas y familiares. Está claro que crecieron con una dieta estable de Beatles, Velvet Undeground (de quienes tomaron su nombre), Rolling Stones y hasta The Doors, está más que claro que necesitan a la psicodelia tanto como al aire que respiran pero lo queda más claro en este tercer disco es que pueden (y por suerte, lo hacen) encerrar esa pulsión alucinógena en canciones certeras, altamente melódicas y de tono claramente Pop. Claro, aquellos que prefieran la densidad setentosa de sus anteriores placas tal vez se sientan decepcionados pero, a esta altura, ya hay bastantes bandas deshaciéndose en eternas zapadas marihuaneras que no llevan a ningún lado y es saludable que estos texanos decidan concentrarse en las canciones antes que en el estilo o las formas. Y, en cualquier caso, no han perdido ninguna de sus cualidades, sólo las han afilado, han quitado la grasa para lograr resultados más concretos y mejores composiciones, que es lo realmente importante al final del día. No falta la voz nasal de Alex Maas, las ocasionales erupciones sonoras que los arriman al Shoegaze, el sutil entramado de texturas y arreglos, el sonido crudo, valvular y añejo, ni esa sensación cadenciosa y envolvente que el quinteto tan bien sabe transmitir. Tampoco se puede decir que estemos en presencia de un trabajo absolutamente alegre o luminoso, hay suficientes momentos sombríos y humeantes como para mantener la cosa equilibrada, aunque un tema como “Telephone” parezca especialmente diseñado para inducir al más efervescente baile a-go-go. Desde ya, hace falta cierto gusto nostálgico por un Rock de otras eras para apreciar esto en toda su magnitud, para los que no tengan problemas con eso, he aquí una excelente opción.


-Torche “Songs for singles” (2010)
Antes de que se ilusionen más de la cuenta, aclaremos que este “Songs for singles” no es la esperada continuación del maravilloso “Meanderthal” (sin duda alguna, el mejor disco de 2008), sino más un bien un ep que sirve de distendido puente mientras el ahora trío prepara un nuevo disco en regla. Bueno, pero si ustedes también encuentran irresistible la personalísima mezcla de gordísimas guitarras Sludge y preciosas melodías Pop practicada por Torche, entonces no querrán dejar pasar estos veintidós minutos de absoluto deleite. El disco arranca con seis temas que no llegan a los tres minutos de duración cada uno, y en los cuales Steve Brooks (cantante, guitarrista, líder y ex miembro de los geniales Floor) se luce con riffs asesinos y enroscados (y siempre con ese sonido grueso y atronador), arreglos certeros y líneas vocales que lo confirman como uno de los mejores compositores de la actualidad rockera. Casi sin respiro se suceden esas canciones, variando entre afiebrados tempos Punks y trabados delirios rítmicos que pondrían orgullosos a los Melvins, siempre adornados por ese iluminado sentido melódico y esa locura compositiva que distinguen a Torche de…bueno, que los distinguen de todo el mundo, porque la verdad es que nadie suena como Torche. Y que una banda de Metal (o de Rock Pesado, Stoner o cómo diantres quieran llamarlo) logre tal grado de originalidad hoy en día es algo más que una buena noticia, es un evento que ilumina el espíritu y destruye sin concesiones cualquier anquilosado argumento de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Para el final dejaron las piezas más largas (“Face the wall” y “Out again”, entre los cuatro y los seis minutos y monedas) y si la primera parte era pura adrenalina (gracias B.O.D.), en estas dos canciones brillan las atmósferas más soñadoras, los climas de pesadez más envolventes, las texturas más enmarañadas, la emotividad más elevada y el sublime sentido de dinámica de esta gente. En fin, son sólo veintidós minutos y dejan con ganas de más pero si este “Songs for singles” es indicador de los caminos a recorrer por el grupo, entonces las expectativas quedan altísimas para una próxima entrega. Por ahora, por más que se trate de un ep, le alcanza y sobra para colocarse entre los mejores discos del año.